Cicatriz de Arax

Estaba tan centrada en correr que casi no vio el “barranco” hasta prácticamente tenerlo bajo sus pies. Tuvo que frenar de golpe y se detuvo a escasos centímetros del borde mientras ahogaba un grito. Lo peor para la griega fue que al haberse detenido tan de golpe perdió el equilibrio y se cayó, pero de culo en dirección contraria.  

–Me cago en… – Se calló. El sonido de más gente a su alrededor le recordó la carnicería de la plaza y que podrían seguir persiguiendolos. Se levantó tan rápido como pudo y miró a su alrededor, intentando hacerse una idea de la situación.
Quedaba mucha menos gente que antes, ya fuera porque se habían ido separando por el camino o porque... mejor no pensar en eso. De los que quedaban podía ver a varios humanos, algunos con rasgos humanoides y no humanoides… y luego había cosas completamente alienígenas como como un dragón en miniatura o incluso… ¿Eso era un insecto?
“Supongo que no es menos impactante que ser perseguidos por un lagarto de dos metros” pensó. Tras lo que había pasado no le quedaban energías para seguir sorprendiéndose de lo que veía.

Algunos empezaron a presentarse y a pedir nombres, uno de los no humanos incluso se acercó a darle la mano.
–Alyssa –Respondió distraída, todavía estaba asimilando la situación.
Alguien encontró un puente y la decisión unánime fue cruzar. La idea de pasar por un puente que cruzaba una grieta gigante llena de cosas muertas no estaba en su lista de cosas que le hiciera ilusión hacer, pero no estaba en una situación de negarse.
“Nunca lo estoy, de hecho” Pensó por un instante, pero apartó eso de su mente. Ya estaba metida en bastantes problemas, no hacía falta pensar en lo que había pasado el día anterior. Suponiendo que solo hubiera pasado un día.

“Al menos no parece que aquel reptil nos haya seguido”
Tal vez pudiera respirar algo más tranquila ahora. Al menos dentro de lo razonable.

Siguieron sin más y a la nipona no terminaba de agradarle la ciudad. A cada palmo que recorrian algo más horrible les esperaba. Era el polvo, la traia de los nervios. Podia notar sus zapatos ensuciarse a cada paso que daba. Y esa era otra cosa cara siendo destruida. Mentalmente, seguia tomando nota y planteandose el número de abogados que iba a contratar.
Sin embargo, aquelas nimiedades, como dineros, deudas y agravios se apartaron de su cabeza, sino durante unos instantes cuando vislumbró una garganta enorme, cercenando el suelo en dos- Aquello no era de ocurrencia natural, no. Aquello le hablaba de una destrucción que solo habia visto en documentales. Al instante quiso detenerse, no acercarse más a tal zona, los horrores de las victimas de radiación pasaron por su mente unos instantes después de que hiciera carne a sus ideas.
—Mi nombre es Tomoe Reina.—comenzó, pero no se paró demasiado en la presentación.—Y no creo que sea demasiado seguro cruzar este… accidente geográfico. Una se pregunta que lleva a tantos cadáveres a juntarse a un mismo sitio, sino por la mano de criaturas inteligentes, o depredadores locales.—
Sus ojos viajaron en el grupo. Preferiria que no se dividieran, puesto que aquello avecinaba tan solo más peligro para el individuo, siendo este ella misma, claro. Un banco de peces se juntaba meramente para distraer a depredadores y evitar la isolación del individuo frente al depredador, asi que lo veia una proyección natural a su situación actual, sea cual fuere.
Se fijó en los extraterrrestres, de diferentes tamaños y colores. En el grupo actual, habia una gran presencia de terrestres, o de quienes asumió terrestres. Sin embargo, elementos más raros hacian de otros más obvios, pasando por colores de piel y facciones no humanas y terminando por directamente criaturas que no podria definir exactamente, pero que eran muy pequeñas o radicalmente diferentes de proporciones humanas.
Un ser que se asemejaba a una nutria se le acercó y, remilgadamente le saludó a ella después de saludar a las otras dos de quienes se habian acercado a aquel grupo más grande.
El cambio de actuación de ella y el resto para con las otras dos era bastante obvio. Ojos azules electrificados observaban al ser-nutria, llamado Chromsa, como se habia presentado al menos, dandole la mano a Reina, que hubiera preferido evitar cualquier tipo de contacto físico sin saber si de primeras no eran capaces de pasarse enfermedades los unos a los otros, pero sin duda la presión social de nuevo le llevó a hacer algo en contra de su voluntad. Quizás en otra situación hubiera encontrado adorable la presentación con el alien nutria, casi salida de un cuento de hadas. Pero ella de momento, tan solo se sentia aliviada que sus afectos no se habian centrado en ella.

Separandose un poco de los demás, Reina miró al puente. No se fiaba. No le gustaba. No queria ir ni un metro más cerca de aquel campo hendido de muertos.
—Quizás seria más seguro bordearlo.—sugirió sin mucho ánimo en su tono de voz.

Alec observó a la gente que fue llegando, humanos algunos, aliens otros. A cada extraterrestre más raro, un pájaro, un insecto... Claro que luego Alec pensó que quizá para ellos el raro era él y dejó de recelar.

El pájaro les advirtió de que había un puente cerca por el que podían cruzar.

-Alec - dijo de forma escueta a las presentaciones del resto.- Pero creo que es mejor dejar las presentaciones más largas para cuando hayamos puesto distancia entre nosotros y el puto bicho ese.

Se acercó al pequeño daeliciano y secundó las palabras de su compañera terrestre.

-Cuanto antes dejemos este lugar atrás mejor. No puede traer nada bueno - le dijo dirigiéndole una sonrisa amable.

Caminó y miró hacia abajo, a los gusanos que se movían bajo los huesos, claramente no podía pasar nada bueno de caer.

-Tú verás - le dijo a la asiática.- Yo no pienso dar vueltas como un imbécil buscando un camino que puede que no exista.

Alec cruzó con tranquilidad por el puente de madera colgante. Si su compatriota de casi dos metros no había roto el puente él menos. Gracias a dios el escocés no tenía miedo a las alturas.

Luci había conseguido controlar más o menos su llanto desconsolado. Oía voces a su alrededor y eso podría significar que tocaba salir corriendo de nuevo. Sin embargo no hubo más gritos, solo presentaciones. Una chica de piel como el chocolate fundido y cabello esponjoso le habló. Sonaba mucho más dulce que el hombre enorme, e igual de amable.

-Me llamo… -Carraspeó. Su voz sonaba horrible -Me llamo Lucifehridhe, vengo de la Ciudad del Norte -dijo, pero cuando se dio cuenta de que le estaba preguntando por su mundo añadió, algo avergonzado -Daelicia. Y tu piel también es muy bonita.

La chica de chocolate le había sacado de su trance de horror y gracias a eso se hizo más consciente de sus alrededores. Otros habían seguido su mismo camino y se habían topado con el río de muerte, pero ninguno parecía daeliciano. Había desde personas más o menos agraciadas con colores de piel extraños a un pájaro a dos patas, una especie de bicho gigante y… ¿un lagarto volador? Luci miró con una expresión de desconcierto que rayaba lo cómico al tipo de bigotes largos que se presentó de forma muy educada y le estrechó la mano. Aún en su sorpresa se esforzó en no parecer descortés y dio gracias al Demiurgo por haber podido lavarse las manos en la fuente.

El hombre grande de pelo naranja (Luci no recordaba su nombre) también estaba allí y tanto él como Amira le animaban a moverse. Debían cruzar el río de muerte, algo que no le hacía ninguna gracia.

Le costó ponerse en pie pues debido al miedo y a la carrera sentía las piernas como mantequilla y desde luego ver qué tipo de puente tenían que cruzar no ayudó mucho a su estabilidad.

-¿No hay otra forma?

Luci recordaba el puente traslúcido y brillante del río helado en su ciudad y lo comparaba con esa hilera de tablones roñosos atados con cuerda y le daban ganas de echarse a llorar. Sin embargo no podía quedarse allí, todos estaban cruzando, a su espalda solo quedaba la matanza y las tortugas raras con cuchillos, y qué salados, si dos tipos grandotes y un bicho saltarín habían podido cruzar sin problemas él también debería poder. Respiró hondo para darse fuerzas y cruzó detrás de Alec, seguido de Amira.

El cumplido de Chromsa a su mantón logró sacar una sonrisa de suficiencia en la cara de Kahlo, y aunque le habría gustado seguir hablando sobre el tejido y el buen gusto del nutrio, ahora era lo último que se le pasaba por la cabeza. Dieron con las dos personas a las que estaban siguiendo, un pequeño vestido de azul con piel la color pastel y el pelirrojo… del que pronto descubrió que no era granta, ni siquiera varmano, sino que parecía pertenecer a la misma especie barbuda y de nariz extraña de Kolja. La decepción habría sido leíble en su rostro de no ser por el inmenso barranco que abría la tierra en dos y continuaba más allá de su vista, a pocos metros de donde se encontraba. Kahlo dejó caer la mandíbula, claramente consternada al ver lo que sospechaba había hecho caer de rodillas al joven rosado: huesos, montones de huesos blancos, pulidos, astillados, acumulados en aquella gigantesca fosa común. La imagen era bastante desoladora de por sí, mas el cuerpo le empeoró al ver al acompañante de (lo que asumió una hembra por la voz) la pájara bípeda, un insecto gigante.

La chica saltó hacia atrás casi como un gato asustado. Aquel ser eran malas noticias, no porque le diera asco, sino porque en su mundo bichos de tanto tamaño no eran otra cosa sino una amenaza, uno de los motivos por los que los granta tenían tan buenas armas. Inconscientemente, Kahlo se había echado hacia atrás y evaluaba al insecto sin vergüenza alguna, solo suavizando su tensión al no ver señal hostil ni por su parte ni la del resto.

No se presentó como los demás, solo les miró desde su sitio con los brazos cruzados y expresión expectante, dando pequeños golpecitos al suelo con el zapato. Cuanta más gente estrechase la mano de Chroma, más rodaba los ojos.

—¿Podemos dejar esta tontería para luego? —bufó—. Muerta no me sirven de nada vuestros nombres.

Dos jóvenes más de nariz picuda se unieron al grupo, justo cuando Kahlo pensaba que las ropas de todos los allí presentes no podían ser más estrafalarias y de mal gusto. Sin embargo había dos cosas en ellas de su agrado: la piel de una y las palabras de la otra.

Se situó cerca de la de enorme pecho «por todos los espíritus, ¿es eso normal en su especie?» , guardando aún cierta distancia al darle la razón. Aunque ya hubiera gente cruzando, Kahlo no quería pasar por ahí.

—Estoy con… —la miró unos segundos, rebuscando entre los nombres que no se había molestado en memorizar—. Tomoe. Además, ¿cómo sabéis que la ciudad no empeora más allá?

«Al menos allí no nos siguen reptiles gigantes» se respondió a sí misma con nerviosismo.

No quería caer al abismo de huesos, pero tras haber visto el espectáculo de la plaza tampoco quería quedarse allí. Resopló, mordiéndose el labio inferior para aplacar su miedo, aún muy vívido, negando suavemente con la cabeza ante lo que iba a hacer.

—Maldita sea —chistó.

Siguió a los demás con un ritmo notablemente más lento, agarrándose con ambas manos a las cuerdas. Le hubiera gustado que las piernas no le temblaran durante el trayecto, pero el vaivén y el crujir del puente sumado a los huesos y los enormes «¿¡gusanos!?» que se removían en el fondo, lo raro hubiera sido que cruzase sin susto alguno.

Lo que no podría esperarse de algo que consideraba obvio como pensar antes de actuar, fuera a generar ningún tipo de hostilidad. Reina observó como el blanquito occidental se las tomó a mal que sugirieran andar alrededor de lo que parecia un sitio donde un genocidio habia occurido. Quizás era de los que les gustaban sitios así, ella no se limitaría a juzgar más allá, simplemente ofreciendole una sonrisa plástica y carente de cualquier tipo de energia positiva, un mero reconocimiento de la hostilidad del otro.
Sin embargo, pronto se iba a ver sola hacia el otro lado. Dolores le achacaban en varios lados y ahora hasta su cabeza le podia. ¿De veras iba a hacer aquello? Iba contra todo sentido. ¿Que iba a hacer sino? Suspiró y sacó el móvil mientras se alejaban. Un reflejo, por supuesto, ya que sabia que no tenia bateria pero aún así lo hizo. Se miraba reflejada en la pantalla. Que muestra más patética. La voz de su abuelo resonaba dentro de su cabeza. Duras críticas que se repetia, como una mantra, prueba de un aprendizaje a palos. Cerró el móvil y levantó la mirada.

La culpa la tendrían otros. Ella ya habia pensado la mejor solución y, ahora, como un rebaño, podría bien estar mirando a su muerte.

Cruzando el puente, la madera le dio poca si bien ninguna confianza. A cada crujido y a cada tensión la nipona pensó en un final funesto que no llegaba. Y así sucesivamente, se volvia una experiencia un tanto laboriosa. Nada le pedia mayor estrés y atención, pero sobrevivió al camino y a la pasarela con una mirada inmutable, evitando mirar hacia la grieta a los pies por miedo a marearse. Reina se revolvió el pelo apaciblemente cuando terminó de cruzar, restandole importancia. Nada le habia pasado, cierto, pero tampoco significaba que aquello era seguro. Habia gente que sobrevivia el caerse a fosas de tigres, después de todo.

Lethe tan solo esperó, cruzada de alas y pateando la tierra bajo su pie impacientemente, a que Kradko terminase de cruzar. Hubo varios mamíferos que tampoco tardaron en hacerlo, pero el resto estaban siendo exasperantemente lentos. Resopló con hastío y le dio la espalda a la brecha en la tierra para observar la ciudad al otro lado. El objetivo estaba claro y la enderth no se iba a detener: era posible que hubiesen perdido a los reptiles de vista, pero también era posible que no. Decidió acercarse a la casa en ruinas más cercana y comenzó a escalar hasta alcanzar el punto más alto y otear desde allí. Su vista se acabó posando sobre una construcción que parecía sólida y de gran tamaño. Creía que valía la pena dirigirse hacia allí, así que planeó de vuelta al suelo.
—Creo que he visto un posible refugio —informó sin dirigirse a nadie en particular.
En un momento dado echó a andar junto a la clinger sin fijarse si la seguía todo el mundo o no.

oofQirra, sin querer, adelantó al grupo al que estaba siguiendo hasta que encontró bajo sus pies una enorme brecha en el suelo llena de lo que parecían ser huesos. Se acercó un poco y, efectivamente, eran huesos. Llegados a este punto, la chica se debatía entre seguir huyendo o pararse a inspeccionar más de cerca aquel osario. Fuese como fuese, no creía que seguir sola fuera una buena idea, por lo que decidió hacer tiempo volando en círculos, yendo de una orilla a otra de aquel río de rarezas muertas. Estaba fascinada,  y a punto estuvo de posarse sobre aquellas cosas. Menos mal que se dió cuenta de que no era la única interesada en los huesos allí. Consiguió divisar una enorme larva blanca que la superaba en tamaño un par de veces, y no fue el único movimiento que notó entre los huesos. Ya tendría tiempo de hacer algo con ello cuando saliese la luna roja de la que le habían hablado, pero ahora no quería arriesgarse.
oofSe sentó junto a un puente cercano, esperando a que el grupo lo viese. Mientras tanto , dejó que su vista se perdiese en aquel cúmulo de huesos de formas maravillosas y desconocidas para ella. Los otros chicos no tardaron mucho en llegar, encontrar el puente y empezar a cruzar. Uno en específico, una especie de híbrido con bigotes, se acuclilló para presentarse con Qirra, a lo que ella le tendió una pata delantera y le dijo su nombre, sin llegar a apartar la mirada del todo de los huesos, prestándole poca atención a su interlocutor. Una suerte de pájaro grande anunció creer haber visto un refugio, sacando a Qirra de su fascinación por los huesos y volviendo a centrarla en el asunto que les concernía. Ponerse a salvo.

Por suerte no pasó nada mientras cruzaba por aquel puente tan preocupante. Kolja esperó al otro lado a que todos cruzasen. La mujer-pajaro parecia bastante impaciente y poco después se puso a escalar un edificio. No parecia tener ningún problema escalando, por lo que no se preocupó de que acabase con sus plumas en el suelo. La noticia de que habia visto uno de los refugios le animó bastante, sabia que podia ser una falsa esperanza, pero decidió que era la mejor pista que tenian.
-La mujer-pajaro dice que ha visto un refugio desde lo alto de ese edificio. Propongo que vayamos a hecharle un vistazo. -dijo cuando todos estuviesen al otro lado.
Al parecer la chica no habia tenido la paciencia para esperarlos a todos y Kolja vio como se adentraba en las calles seguida de el bicho enorme.
-Oye, estate un poco más tranquila, es mejor que de momento no nos separemos. -le hechó en cara cuando la alcanzó.

Cuando vio como se acercaban Maila y Fleurs solo tuvo un pensamiento que no tardó en verbalizar.
— ¿Qué pasa, qué aquí ha cambiado todo el mundo menos yo? Es un poquito injusto eeeh—dijo tocando la arena que estaba dando vueltas entre ellos mezclada con la lluvia.

Se iban acercando a la Cicatriz que ha Toni le daba escalofríos, pero en aquella ocasión fue distinto.

— Oye, igual podemos montar un zoo. Hablando de animales, ¿habéis dejado a Sarah sola? — le daba un poco de miedo pensar que su amiga se quedaba sola en el torreón. Pensó en que alguien podría entrar y no tendría opción a defenderse.

Pefka se reía con las ocurrencias de Toni y las reacciones de su compañera. ¡Pues claro que podía mostrar emociones aunque se hubiera transformado en un animal! Y también le sorprendió esa habilidad suya de ¿crear o invocar corrientes de aire?
—¡Seguro que te acostumbras, ya verás!

Poco después escucharon una voz y descubrieron que Maila, el cisne y la tormenta de arena se les acercaban. Por las palabras de la hawaiana, el polvo era cosa suya. ¿También una transformación de invocar aire?
—¡Yo he cambiado por fuera y por dentro, sí! Y también puedo saltar mucho mejor que antes! Ah, y Toni hace algo parecido también, pero él no levanta arena al soplar... ¡Pero seguro que enlaBiblioteca encontramosalgo quenossirva! Solohemosvisto alimañasalolejos ¡peroserámejoracelerar porsiacaso,sí! —exclamó. Había empezado bien, pero al final se atorolló por la impaciencia de llegar. Quería entrar en esos pasillos y perderse para investigar tantas cosas...

Sin embargo, el torpe revoloteo del ave le distrajo. Se acercó y se agachó a su lado. Igual que con el monocuerno equino, le dejó su espacio y no hizo ningún gesto de ir a tocarle.
—Ahora mismo no sé cómo, pero te prometo ayudarte a que aprendas a volar. No te exijas demasiado hoy porque con esta tormenta es normal que te cueste empezar —le dijo con suavidad, y luego le chistó a Toni—. Nada de museos para animales, estas criaturas son libres, a ver si te vamos a poner a ti como limpiapolvo en el refugio con esos soplidos —le pinchó, y se rió mientras se levantaba para volver a caminar. Pero como el ave se había puesto a brincar, Pefka le imitó con sus nuevos pies, y chapoteó alrededor de sus compañeros.

No había caído en que habían dejado sola a Sarah, pero no insistió ya que Toni había preguntado por ella. Pronto llegarían a uno de los puentes y después a la Biblioteca, así que esperaba no tardar demasiado y que la chica no estuviera a solas más de lo necesario.

-¡Oh, lo siento! Estaba tan centrada en encontraros que no os he dicho nada.- Dijo la hawaiana llevándose una mano a la frente ante la pregunta de Toni. Desde luego estaba muy dispersa aquella noche. -Sarah está bien, o al menos eso creo... Ahora está despierta y aunque seguía algo conmocionada seguro que se pone bien, bueno y también estaba cambiando, pero nada como ellas dos... Quería alcanzaros lo antes posible para ayudar a Fleur y Rua con lo que les está pasando.- Terminó de explicar la chica sin dejar a su amiga transformada en cisne.

Maila negó con la cabeza con las ideas de Pefka sobre la arena, no parecía que fuera lo mismo que el español. Aún terminaba de entender del todo la naturaleza de cada uno de sus compañeros, pero el hijo de lunas se veía mucho más hablador y no terminaba de entender ciertas frases suyas a causa de la velocidad.

Finalmente llegaron a la Cicatriz de Arax, aquella enorme grieta que partía en dos la ciudad e iluminada por esa luz roja que inundaba la ciudad. En el pasado le inquietaba tal fosa de esqueletos pero en aquel instante le daba igual. A pesar del miedo, la incertidumbre y la confusión que acompañaban a la Luna Roja se sentía pletórica, llena de fuerza y magia. Estaba segura de que podría hacer levitar todos los huesos de la Cicatriz si quisiera, o al menos así sentía. La arena por su parte seguía yendo de un lugar a otro intermitentemente, Maila había optado por intentar pasar de ella a no ser que se volviera de nuevo una tormenta contra ella. Por el momento se conformaba con girar en torno a todos y a todo. La nube se precipitó hacia los esqueletos y durante unos segundos desapareció de la vista de todos, antes de alzarse de nuevo sobre sus cabezas.

-Oye, Toni.- Se dirigió al español mientras se echaba los pelos mojados por la lluvia hacia atrás.- ¿Cómo te sientes tú? De aquí somos los únicos que no hemos cambiado, o al menos todavía-. Empezó a explicarse mientras el grupo andaba.-A mi no deja de molestarme esa estúpida arena de las narices, ¿te molesta a ti algo también?- Preguntó con mucho interés. Por ahora solo ellos dos carecían de cambios físicos pero...¿dónde estaban Ulmara y Qwara? Maila tenia claro que debían buscarlas lo más pronto posible en cuanto arreglaran el problema de la sueca y la francesa.

La presencia de Rúa ya era impresionante cuando Fleur aún era humana y el astro rojo no la había rozado con sus dedos imbuidos en magia. Pero con la pérdida de altura que implicaba ser un cisne aquel unicornio todavía la maravillaba y asustaba más. Sin embargo no podía tratarse de otra persona que no fuera su amiga, y sus gestos parecían demostrarlo. Era irónico que la chica con la que más había conectado (obviando a la hawaiana a quien ya conocía de antes) tomara forma animal al igual que ella, como si hubieran tenido algo en común desde el principio.

El cisne contempló como el equino bajaba la cabeza para darle lo que entendió como un gesto de afecto, quiso recibirlo encantada pero algo sucedió entonces. En apenas lo que duró el pequeño empujoncito que le dio con el morro Fleur sintió que desconectaba de la realidad, somo si hubieran tirado todos sus sentidos por el retrete. Dejó de escuchar momentáneamente a Maila mientras explicaba que Sarah había despertado, todo se volvió oscuro y no captó ningún olor. Además, dejó de sentir el suelo bajo sus nuevas patas palmeadas. No como si estuviera flotando en otro lugar, si no como si estuviera en la nada, eso la aterró muchísimo y Fleur retrocedió asustada graznando por unos segundos antes de que todo volviera a la normalidad. De nuevo se hacía evidente que el contacto de la sueca tenía algo especial.

Llegaron a la cicatriz de Arax y Fleur no sabía si pretendían cruzar, ella no lo deseaba pues su centro de gravedad estaba cambiado y temía caerse, ya que había quedado claro que no por ser un cisne sabía volar. En cambio, se vio obligada a centrar su atención en otras cosas. Pefka le prometió que le ayudaría y Fleur no pudo más que mostrarse agradecida pegando su pico a las manos del hijo de Lunas. No sabía por qué hablaba tan raro, pero más extraño le resultó que la calificara como criatura. Pero en especial que Toni dijera que podían montar un zoo. Creía haber entendido el humor del español pero ella no sabía si volvería a ser humana alguna vez, y poder hacer gestos tan simples como llorar o reír. Graznó enfadada.

Luego trastabilló y chocó con suavidad con una de las patas del unicornio. Todo volvió a ser negro hasta que se retiró. Desatada, volvió a graznar.

Rua sintió un cierto alivio al escuchar que Sarah parecia estar bien pese a todo, ella había llegado a pensar que estaba muerta por un momento, aunque la idea de que se quedara sola seguía preocupándole, seguramente necesitaría descansar, no sabía que cambios realmente habrían ocurrido en ella y seguramente querría también información, no sabrían si podría obtener algo sin tener mucha idea de lo que le había pasado más allá de los sutiles cambios de apariencia, al menos que ella supiera, claro.

Pero lo que más le llamo la atención sobresaltándola un poco, no fueron las palabras de Maila al explicarles eso sino escuchar el repentino graznido de Fleur, el cual evidentemente no comprendió pero que se veía repentinamente alterada. <<¿Eh,?¿qué paso?>> pensó un poco frustrada por no poder preguntar y que tampoco Fleur pudiera responderle de una forma que fuese entendible.

La Cicatriz de Arax, como venía escrita en el libro que habían tomado tantos meses atrás ya estaba finalmente a la vista con aquella inquietante visión del cementerio de huesos. Y conforme más se acercaban más inquieta se sentía Rua, no sintiéndose nada convencida de ser capaz de atravesar el puente al que aun debían llegar. La idea de retroceder y no continuar en su empeño de ir a buscar ella misma una respuesta cruzo su mente, había sido una mala idea una muy mala idea al final.

<<Pero quiero respuestas maldita sea no puedo quedarme esperando a que vuelvan… pero sino puedo cruzar…me quedare sola a este lado de esa maldita grieta, sin poder hacer una mierda con este cuerpo>> no, sentía miedo, no era miedo, era inquietud y nerviosismo, porque se sentía poderosa y desprotegida a partes iguales. Desprotegida se había sentido muchas veces en tiempo en la ciudad, pero había tenido formas para lidiar con ese sentimiento. Ahora se sentía poderosa perono podía hacer nada contra el hecho que no podía hacer nada.

Rua cerro los ojos soltando un gritito frustrado <<Eh….¿¡eh!? ¿Grite? ...¿no bufe o relinche? ¿¡Grite!?>> y y tan pronto lo emitido sus ojos se abrieron en demasía, sintiéndose repentinamente mareada y confundida, un tanto desorientada y desequilibrada como si su eje central de equilibrio hubiese cambiado de un segundo a otro, como parecia haber ocurrido. El tacto de la manta húmeda ya no estaba sobre ella, había resbalado hacia el suelo repentinamente sin tener un lugar más firme donde sostenerse…su visión periférica ya no estaba, ya no era capaz de ver por encima de la cabeza de todos los demás solo con erguir mínimamente la cabeza. Y sobre todo, miro incrédula sus manos

- ¡Tengo manos! - exclamo con eufórica casi sin voz y sintiendo como algunas lágrimas se mezclaban con el agua cuando pudo escuchar su propia voz, sin podérselo creer ante el impresionante alivio- Oh dios mío…puedo hablar ¿qué? ¿cómo? ¿¡volví!? ¿¡volví verdad? Y mi ropa volvió conmigo ¿Qué demonios…? – murmuro extasiada mirando a los demás con ojos muy abiertos en alivio e incredulidad, mientras tocaba sus manos sorprendida de notar que no las tenía manchadas de barro como debería haberlo estado y su ropa apenas emepzaba a empaparse ahora como si ante shubeira estado totalmente seca. No había crines, no había cuerpo de caballo, más si estaba el cuerno de un profundo color ónix y su piel emitía un obvio, aunque tenue resplandor en la oscuridad y se veía realmente tan blanca como su piel de unicornio.

Volvía a ser Rua sin serlo al 100% una Rua claramente cambiada. Y no tenía ni la más remota idea de cómo había sido capaz de volver a su forma normal de nuevo, sin contar el cuerno y que ahora era campanilla.

- ¡VOLVI, LA PUTA MADRE! – exclamo en un grito de euforia y alivio absoluto, no importándole una mierda estar empapada hasta los huesos. Volvía a ser humana, no sabía como ni porque- ¡Fleur, volví!! ¡Si yo pude tu podrás…ni idea de cómo carajos lo hice y si es para siempre o qué, pero podrás! Vamos…vamos rápido…no sé si esto es para siempre o que mierda- se sentíamos entusiasmada aun con la idea de llegar a la biblioteca, una inmensa sonrisa surcaba su rostro. Sentía que podría tragarse el mundo entero en aquellos momentos.

Toni chistó a la regañina de Pefka y se mantuvo en silencio hasta que Maila le habló.
—Pues veras, no puedo respirar, es decir, si que puedo pero cuando suelto aire se forman remolinos. Creo que controlo el viento, almenos el viento que me sale de la boca, espero que solo sea el que me sale por la boca. No lo termino de entender todavía.– se mantuvo en silencio unos segundos – También siento una sensación rara cuando respiro. Es muy leve pero está.

Se quedó pensando sobre su supuesto control del viento. ¿Sería así o funcionaria solo con su aliento?

—Ruaaaaaaaaaaaa—gritó al ver que su amiga volvía a ser humana y tuvo la intención de abrazarla pero recordó lo que producía su tacto y se paró en seco delante de ella sin saber que hacer.

Pefka siguió brincando y caminando en torno al grupo, a veces se adelantaba, a veces les seguía el ritmo. Llegaron a la Cicatriz de Arax mientras escuchaba las conversaciones de sus amigos sobre sus cambios, Sarah incluida, y esperaba que la Biblioteca pudiera ayudarles a ellos también y que pudieran volver pronto con la chica. En el pasado lo habría dado por hecho, pero no desde que había visto la ausencia de sus lunas en el cielo. Ahora dudaba de muchas cosas que había asumido en su momento.

El grupo se detuvo un momento cerca del puente, y el mismo hijo de lunas observó la orilla opuesta mientras se planteaba si podría saltar de un lado a otro... pero no. La energía que chispeaba por su cuerpo y su nueva piel parecía afirmarlo e incitarle a ello, aunque no lo descubriría esa noche pues no quería arriesgarse. Lo había decidido apenas unos segundos después de que aflorara la idea, y después tardó exactamente lo mismo en discernir por qué pensaba tan rápido: sería cosa de la Luna y la energía superior que parecía insuflarles y que lo alteraba todo. «No tendremos respuestas hasta que no lleguemos»

Poco después, un grito de sorpresa le hizo girar de un salto sobre sí mismo. Los demás también habían exclamado algo, pero lo más impactante fue el origen del primero. El equino con un cuerno ya no estaba y en su lugar estaba Rua, con la misma ropa que llevaba antes de que toda aquella locura comenzara, y con la manta empapada caída a un lado a sus pies. «¿Cómo había cambiado la forma de su cuerpo tan rápidamente? Lo sabremos en la Biblioteca o en otra parte. Debemos llegar pronto, por el bien de ella y el ave más que nada, por si acaso volvían a cambiar a otro animal o algo peor.» Bastante suerte habían tenido si iban a transformarse en bestias y la Luna les había concedido unas tan hermosas, pero quizá la suerte era temporal. «Solo lo sabremos en la biblioteca»

Se acercó a la chica pero luego cambió de idea y salió corriendo hacia el puente mientras les urgía a moverse.
—¡Pues venga, vamos, tenemos que llegar cuanto antes!

Como cisne a Fleur no le quedaba más remedio que escuchar las dudas de sus amigos respecto a sus transformaciones, algo que ella misma llevaría a cabo de no ser un ave sin la capacidad de hablar. ¿Por qué? Pefka parecía tener rasgos anfibios y aun así podía comunicarse aunque fuera hablando de manera extraña. En su caso se trataba de un animal en su totalidad, no parecía estar en una fase intermedia, aunque recordaba que antes de encogerse su cabeza tenía plumas, y sus pestañas parecían diferentes también, hacían cosquillas como si fueran más grandes.

Todas estas reflexiones se vieron interrumpidas de pronto cuando el unicornio que tenían delante desapareció, y en su lugar regresó Rúa, eso sí, con un cuerno negro como la noche en su frente haciendo contraste con el resplandor de su piel. Estaba hermosa, y era aterradora. De nuevo... ¿Qué había ocurrido?. Desvió sus ojos y pico al cielo, pero era imposible que una nube hubiera tapado la Luna Roja. El astro seguía resplandeciendo con fuerza. No era momento para sumergirse en el pozo de sus pensamientos, puede que hubiera una solución a sus problemas después de todo.

El cisne daría vueltas alrededor de la sueca mientras agitaba las alas con alegría antes de seguir las indicaciones del hijo de Lunas y seguir sus pasos tan rápido como sus patas palmeadas le permitieran.