Cicatriz de Arax

La “pequeña” expedición, si es que realmente se podía llamar pequeño a un grupo constituido por más de la mitad de los habitantes del torreón, se movió a través de los caminos planificados sin inconvenientes, para llegar una vez más a la inmensa grieta de los huesos. Ese lugar no terminaba de gustarle, pero si cruzaba toda la ciudad no les quedaba otra que atravesarla, con lo que supuso que disfrutarían del paisaje unas cuantas veces más en un futuro.

La mirada de Akasha se desvió involuntariamente hacia abajo mientras esperaba su turno para cruzar el precipicio sobre el precario acceso improvisado, percibiendo la profundidad aproximada y una ligera idea de los contenidos de su fondo, sin terminar de ver nada que mereciese la pena puntualizar. Aun así, el vistazo sirvió para que pusiese especial atención a cada paso para no terminar junto con el resto de cadáveres. Eso retrasó las cavilaciones e ideas que la “Cicatriz de Arax” –un nombre que había oído de sus compañeros- inspiraba en su mente, así como en la de sus acompañantes.

El grupo continuó, una vez superado el obstáculo, en la dirección que se había establecido de antemano. La campesina, por su lado, continuó con la marcha sin hacer preguntas: no le quedaba otra que confiar en la orientación de aquellos que encabezaban la marcha.

Continúa en el Barrio de los Callejones Sin Salida.

Difícilmente podía Cío contener la curiosidad por la famosa biblioteca. Habría sido difícil ir antes, aunque ya hacía algunos días que se le habían pasado las agujetas incapacitantes, de hecho había estado practicando con Shaco y los demás a aquel juego en cuanto se encontró mejor. Pero deseó no tener que volver a correr nunca de aquella manera «hasta las orejas, hasta las putas orejas me dolían». Caminaban por la calle de nuevo, eran un grupo reducido, e iban tan atentos al entorno como era habitual. Cío proyectaba el mapa en su brazo igual que también hacía Archi, y cuidaban de no perderse en los callejones.

Llegaron a una zona donde los edificios empezaban a escasear más cada vez, estando la gran mayoría en un estado deplorable. Al fondo, en una zona más o menos llana, se veía una grieta que atravesaba la calle y se perdía de vista por ambos lados de la explanada. Las casas de esa parte eran básicamente meras montañas de escombro. En el mapa ni siquiera figuraba semejante grieta, y lo peor era que no parecía haber ninguna forma de cruzarla a la vista, a pesar de que el camino marcado la atravesaba.
—Tiene que haber un puente en algún lado—murmuró para sí, sin apartar la vista de la proyección del mapa.

Según se fueron acercando al borde fue cuando pudieron ver todo lo que contenía el fondo de la grieta. Huesos y más huesos, pero también metal oxidado de viejas piezas de armaduras y armas. Prácticamente solo se veía blanco y gris en el fondo, todo renegrido y desgastado por el paso del tiempo. Era como un cementerio comunitario al aire libre, y daba verdadero asco lo antihigiénico que tenía que haber sido eso. «¿Qué les costaba cremar? Tienen magia, ¿no?».
—Y ahora… ¿hacia qué lado vamos?—preguntó a nadie en particular, mirando con interés la maraña de huesos de la fosa. Le había parecido ver calaveras y espinazos que no corresponderían siquiera con gente de los otros mundos que había conocido—. Eso parece un lagarto gigante—comentó admirado.

Archime comenzó la salida caminando a un paso más apresurado de lo normal debido a la impaciencia, pero enseguida tuvo que corregirse pues ya había empezado a jadear ligeramente. Con el mapa siempre en la pantalla, atravesaron una buena parte de la ciudad sin nada reseñable a parte de los omnipresentes escombros y edificaciones en diferentes estados de precariedad. A aquellas alturas estaba claro que la ciudad entera presentaba aquel aspecto de decadencia absoluta.

Sin embargo, a lo que se podía estimar como aproximadamente medio camino según el mapa, se encontraron con un accidente geográfico inesperado. Aunque tal vez no se pudiera calificar como tal a algo que a toda vista no era una formación natural.

El biomecánico permaneció cerca del borde de aquella enorme grieta en cuyo fondo se apilaban toda clase de restos orgánicos e inorgánicos, entre los cuales destacaban estructuras óseas de todo tipo de seres y armas y armaduras de metal completamente abolladas, destrozadas y cubiertas por la mugre y el óxido. Archime no tardó en realizar una fotografía desde varios ángulos de aquella especie de fosa común de gigantescas proporciones. <<No, probablemente los dueños de estos cadáveres fallecieron en el mismo momento que se creó esta enorme grieta, fuesen cuales fuesen las circustancias>>. Era lo más lógico y se preguntó si aquello había podido ser obra de la magia. Tratándose de Rocavarancolia le parecía muy probable. Una vez más se preguntó por qué no se habían deshecho de los cuerpos de una forma más eficaz a posteriori, pero la lógica que seguían los rocavarancoleses seguía siendo uno de los mayores misterios irresolubles para el programador.

—Para efectuar la búsqueda de un puente con más eficacia… —se detuvo a media frase y le lanzó una mirada de soslayo a Taro—. Sugiero dividirnos y caminar en direcciones opuestas, de tal modo que Cío y yo complementemos grupos distintos a fin de que el primero que halle dicho puente se lo comunique al resto a través de wireless —se rascó ligeramente el cuello con cierto nerviosismo, preguntándose si el carabés seguiría considerando que necesitaba abreviar más.

- ¿Cómo va el pie?
- Bien.- La torcedura inicial hacía tiempo que estaba solucionada, y las heridas eran molestas, pero no influían ya en la movilidad. Ri había descartado el bastón en los últimos días.
“Perfecto, porque te vienes.” Y así es como había acabado en el grueso del grupo rumbo a la famosa biblioteca. Sentía  una opresión leve bajo el pecho, y había cierta tensión añadida a su postura. Ri tuvo la vista perdida en los alrededores durante todo el paseo. Los breves pinchazos que subían por su pierna al tensar la piel nueva no le hicieron cambiar el gesto, aunque no le pasaban desapercibidos.  A decir verdad, nada le pasaba desapercibido: notaba la tela alrededor del cuerpo, la brisa cuando daba, el sonido de los pasos. Una vez atravesado el umbral de Maciel, la luminosidad la hacía consciente de todo lo que la rodeaba, y a lo largo del camino se concentró en ello hasta el punto de estar abstraída, ausente de toda conversación. Se quedó aún más ensimismada cuando llegó a la grieta. Larga, escabrosa y llena de huesos hasta donde se perdía la vista. Unas manos  la empujaron y sujetaron al mismo tiempo, sacándole un grito ahogado.  Por supuesto, a Nero le daba igual el reproche o la mirada asesina de Ri.
- Me parece bien.- dijo el edeel a Archi, mirando de reojo a su pareja para comprobar que ahora estaba atenta al grupo. Ri frunció los labios un instante, antes de asentir al chico bestia. Los dos siguieron al mismo, y cruzaron de los primeros el puente. Nero pasó delante, notando la mano de Ri cerrarse en la espalda de su camisa mientras estaban suspendidos sobre los huesos. Sonrió brevemente, antes de esperar al resto en la otra orilla de la grieta.  Cuando estuvieron todos, reemprendieron el camino.

A medida que prosegian con el paseo, guiados por aquel mapa, el aprendiz se dio cuenta que los edificios iban disminuyendo, hasta finalmente desaparecer. Justo antes de vislumbrar la enorme abertura en el terreno el ruso arrugó la nariz y venteó el aire delante de su cara.
-¡Qué peste! ¿Lo oleis? Huele a...-

Finalmente aquel lugar tan lóbrego se postró ante los macieleros. La mandíbula del aprendiz se precibitó, mientras este se quedaba pasmado ante la escena.
-...a fosa común...-terminó por decir, casi en un susurro. Aquel lugar le daba mala espina. Agarró fuertemente su bõ y tragó saliva. Entre los esqueletos, podian verse huesos que sin duda pertenecian a grandes animales, otros a grandes criaturas imposibles, pero quizás, lo que más chocase al aprendiz, fuese el hecho de que si se fijaba podia encontrar algun brazo, craneo, caja torácica que sin duda habia pertenecido a un humano. O a un humanoide, visto lo visto en la ciudad. Que bestias y personas muriesen en el mismo lugar era escalofriantemente deprimente. Ni se planteó por un momento que o quien habia causado tanta muerte y destrución, pero solo pusó en palabras un pensamiento claro.
-V-Vayamonos de aqui cuanto antes...-justo entonces, sus orejas pudieron capturar un sonido, como un sonido de una matraca de huesos moviendose desordenadamente, como si fuese arena. Asomandose por el inestable puente, al aprendiz le castañeaban los dientes.-¡HE OIDO ALGO! ¡Hay algo ahí abajo!-exclamó enfrentándose a sus compañeros para informarles. Sin embargo, no pudo aguantar más y perdió los nervios. Revolviendose el pelo nerviosamente, el aprendiz dejó un grito en el aire mientras cruzaba el puente zarandeando los brazos por encima de su cabeza, aterrado hasta los huesos. Cuando llegó al otro lado de la Cicatriz sigió corriendo un rato hasta que casi perdió de vista aquel lugar tan siniestro. Respirando profunda y forzosamente, el aprendiz lucia más pálido que de costumbre. Tenia una mano agarrandose el pecho y otra sujetando el bõ tan fuerte que sus dedos se habian vuelto blancuzcos del esfuerzo.
>> Y justo cuando pensaba que ibas a hacer una referencia a Shrek decides echar a correr! Hahaha

"¿Qué porras es esto?"
Cuando Taro había llegado al borde se había asomado con precaución. Sus pensamientos discurrían por un derrotero similar al de los irrenses, preguntándose por qué no habían utilizado ningún tratamiento mágico para librarse en condiciones de los cadáveres.

Captó de soslayo el gesto de Archi y alzó el pulgar con disimulo como gesto de aprobación por los esfuerzos del biomecánico. No obstante, el numerito de los sinhadres le distrajo y le hizo disparar una mirada ceñuda en su dirección. Hacer coñas al borde de una caída grande tenía la misma gracia que las ahogadillas. Ninguna.

Una ansiedad vaga le hizo sentir la necesidad de quedarse a comprobar si pasaban todos sin problemas, aunque sabía que si alguno se resbalaba del tablón realmente había poco que él pudiese hacer al respecto. Una vez hubieron pasado todos se adelantó trotando hasta la altura de Shaco.
-¿Tío, estás bien?- le preguntó cuando llegó a su altura-. Tienes mala pinta.

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El biomecánico había atravesado la pasarela caminando despacio y con la vista al frente. El improvisado puente podría parecer inestable a primera vista, pero Archime calculó que debería aguantar sin problemas mientras no se le cargase con mucho peso de golpe. Al principio había mirado hacia abajo insitintivamente, pero se obligó a apartar la vista de lo que podría ser su próximo destino si resbalaba y llegó al otro lado sin más incidencias que un ligero nerviosismo.

Se sobresaltó cuando oyó los gritos de Shaco a su espalda, pero el humano pasó por delante de él corriendo antes de que pudiera girarse a mirar. El irrense no había oído nada a parte del crujido de la madera bajo sus pies, pero era probable que bajo aquel resultante vertedero se hubiese instalado algún ser vivo debido a la presencia de residuos orgánicos. Aunque mientras no pudiesen volar no les supondrían ningún problema... De todas formas el ingeniero preferiría no permanecer mucho más tiempo cerca de la grieta para comprobarlo, por lo que volvió a estudiar el mapa mientras esperaba al grueso del grupo para ponerse una vez más en camino.

Estando cerca de Shaco en algún momento, se fijó en las gotas de agua de su cara, que ya había visto en varias ocasiones en varios de sus compañeros. Teniendo en cuenta en qué momento había observado la aparición de este fenómeno, había llegado a la conclusión de que se trataba de un útil vestigio evolutivo de refrigeración consistente en exudar agua a través de los poros de la piel. El biomecánico siguió caminando en dirección a la anhelada biblioteca sospesando las ventajas y desventajas de ese sistema y achacando una vez más la diferencia fisiológica a la carencia del órgano bioeléctrico en otras especies.

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Lo que decía Lhelian era cierto, pero me daba más motivos para querer ir ahora: si íbamos y lográbamos rescatar las Cestas Suicidas ahora que teníamos la nevera llena, si algún día nos veíamos en el aprieto de tener que ir a la Cicatriz ya iríamos con el seguro de poder cogerlas con magia. No que si lo dejábamos para dicho aprieto, no iríamos sobre seguro. Así que cuando se decidió, subí corriendo a vestirme unos vaqueros, camiseta corta, cogí mi libretilla con los hechizos y las armas.

La Cicatriz estaba cerca así que tardamos lo mínimo en llegar. Cuando llegamos al borde, ya se divisaba a lo lejos la bañera. Bueno, no tan lejos <<Démonos prisa>>

-¡A ver, los magos presentes! Podemos... Repartirnos las cestas en cuanto las veamos, mejor, ¿no? Y que cada uno hechice la suya. O hechizar una entre dos y otra de igual manera, ¿cómo lo veis? Con práctica podríamos incluso capturar al espantapájaros y pedir un rescate.-bromeé finalmente.

Al final deciden salir y yo recojo mis armas para acompañar a la gente. Por suerte el lugar no está lejos con lo que el peligro es mínimo. Veo acercarse la bañera y les digo.

-Venga rápido, cuanto antes acabemos antes volveremos al torreón, y lo cierto es que empiezo a tener hambre.

Me alejo un poco para darles espacio y observo con interés como hacen eso de la magia ya que en días anteriores apenas les había prestado atención.

El camino hasta la cicatriz pudimos hacerlo con tranquilidad, al menos para los estándares de Rocavarancolia. Cuando llegamos la bañera se estaba acercando, así que Alice pronto ideó un plan. Hubiera agradecido que mi habilidad con los hechizos hubiese mejorado un poco más (o bueno, bastante más), aunque al menos estaba el consuelo de que teníamos una fuente de comida más fácil de obtener.

—Prefiero lo de hechizar entre dos. Por desgracia, no todos somos unos superdotados mágicos —respondí jocosamente a Alice. Las cestas ya estaban muy cercanas, así que me preparé para hacer el hechizo. No me había acordado de hacer ninguna chuleta, así que debería confiar en mi memoria.

Ahí estaba finalmente en la cicatriz y al momento se escucharon las palabras de Alice con un plan de acción. Aunque Dhelian escuchaba atentamente el plan, sus ojos se perdían en el cielo en la bañera que se encontraba acercándose en su dirección con la clara intención de echar las cestas en el interior de la fosa de huesos. Respiro hondo concentrándose en el hechizo comenzó a decir las palabras, había hecho tantas veces el hechizo esos días que lo tenia grabado a fuego, tanto ese como el térmico. Sino era capaz de hacer eso por su cuenta, su utilidad en el grupo, y para el mismo, se vería gravemente afectada y eso le daba pavor. La bañera llego y las cestas fueron lanzadas, en ese precisamente instante como si el tiempo se detuviera por una milésima de segundo lanzo el hechizo sobre una de las cestas impidiendo que cayera y manteniendola a flote de forma torpe para que su contenido no se cayera.

"¡bien, lo he conseguido! Venga, Dhelian, ahora acercarlo a tierra sin que se te caiga nada o habrá sido un esfuerzo en vano" se animo concentrando el hechizo en la cestas y bamboleándose temblorosamente lo atrajo a tierra,  a punto estuvo de volcar a pocos metros de tierra pero consiguió estabilizarlo y que la cesta y su contenido llegaran intactos. Con una enorme sonrisa tomo esta y miro a sus compañeros a ver como había sido su intento.

-¡Tengo una!-exclamo bajito pero animado, feliz por ese pequeño pero gran logro para el, observando el contenido de la cesta por encima.

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Acordamos que Lhelian se haría con una mientras Álvaro y yo de otra. <<¿Quién es la princesa inválida en este cuento?>> pensé, aunque no lo dije en voz alta. Esperamos a que la bañera estuviera a tiro y entonces señalé una de las cestas, a la cual lanzamos ambos el hechizo. Ayudé a dirigirla a tierra sin que se nos cayera nada, y una vez posada sobre el suelo, insté al español y a Lhelian a que chocasen sus manos con la mía.

-¡Hip, hip, hurra!-bromeé.-¿Secuestramos al espantapájaros la próxima vez, entonces?-seguí riendo mientras cargaba con la cesta.-¿Nos vamos?

Por el camino, no obstante, fui practicando el hechizo sobre mí misma. <<Si conseguimos levitar alguno d nosotros, podríamos coger más de dos cestas... También nos vendría bien a la hora de huir de cualquier bicho como la última vez>> Pero por el momento apenas conseguía nada. Ya seguiría intentándolo.

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Pasar en equilibrios por el tablón con el clinger a cuestas fue un trabajo ingente. Taro preguntó antes de pasar, sin muchas esperanzas, si alguno había logrado realizar alguna vez el hechizo de levitación humana; y ante la negativa tuvieron que hacerlo a mano.

Una vez se fueron reagrupando en el extremo del tablón el carabés se quedó mirando el otro lado de la fosa un poco pensativo, para finalmente despegar los labios.
-¿Sabéis qué? Que lo podíamos haber lanzado a este lado y luego haber pasado nosotros.

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Archime recorrió todo el camino hasta la cicatriz de Arax con dificultad. Ya comenzaba a jadear debido al peso de los libros que cargaba, ya que el diccionario era especialmente pesado y grueso. El biomecánico se planteó si uno de los principales motivos de que en Irraria se hubiesen abandonado por completo aquel tipo de soporte de información tuviese que ver especialmente con la incomodidad que suponía cargar con ejemplares de aquella envergadura más que con cualquier otro motivo, ya que era innegable que el formato físico contaba con sus propias ventajas. Debido a esto se había quedado ligeramente atrás y alcanzó al grupo justo cuando Taro preguntaba acerca del hechizo de levitación.
—Todavía no he... puesto en práctica dicho sortilegio sobre cuerpos tan pesados —respondió entre ligeros jadeos—. Comportaría un riesgo... muy elevado sin ensayos previos.
No volvió a hablar mientras cruzaban la cicatriz, a pesar de que podría haber constatado en voz alta el peligro que conllevaba la apreciación del carabés, centrándose únicamente en su propia respiración para tratar de prevenir un posible ataque de asma.

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-Si te quedas ahí plantado los gusanos te olerán y vendrán a por ti- mintió Zmey.

Yoel se había quedado paralizado ante la Cicatriz, observando con ojos muy abiertos la marea blanca de huesos, salpicada aquí y allá por metales oxidados. Cuando oyó el comentario del piromante corrió a su lado, atravesando el precario puente de madera sin mirar abajo, pero al llegar al otro extremo volvió a clavar la mirada en la fosa.

-¿Qué...?-preguntó con un hilo de voz.

-Hubo una guerra, por eso la ciudad está hecha un asco.

Yoel se había dado cuenta. La Sede tenía la altura suficiente como para poder ver gran parte de la ciudad y su desolación desde los pisos más altos, pero caminar por su propio pie entre los edificios era muy diferente. No quería imaginarse como podría ser una guerra en la que hubiese implicadas personas como Zmey. << Una batalla de monstruos...>>

-La llaman Cicatriz de Arax- continuó el piromante- En honor a la espada que la causó... y yo elegí mi nombre en honor al rey que empuñó esa espada.

Era presuntuoso, incluso para Zmey, pero por mucho que se jactase de su poder Yoel sabía que era consciente de su inexperiencia y lo mucho que le frustraban sus errores.

-¿Por qué?

Zmey se mordió el labio, luego rió suavemente.

-Supongo que quiero dejar huella en esta ciudad. Ese nombre es mi tope, me obligará a estar a la altura. Algún día alguna monstruosidad comoesta tendrá mi firma.

Ambos se quedaron mirando la cicatriz unos minutos, hasta que Zmey retomó la marcha, con Yoel pisándole los talones.

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<<Menudo sitio para despertar malos recuerdos, ¿eh?>> pensé, mosqueada, tras haber encontrado el "puente" y empezar a cruzarlo la primera con la ballesta apuntando al frente por lo que pudiera aparecer.

-Eh, de aquí cogían los de Sendar las cestas... Quizá los veamos o podríamos acercarnos a su torreón.-comenté por decir algo y dejar de mirar los huesos.

Pero realmente quería volver a verles, sobre todo a Gart. Y al resto del grupo, ya que debía de haber más gente en su torreón. Es más, si habíamos conocido a dos razas nuevas, era muy posible que hubiera otras. Y toda novedad tiene sus preguntas de rigor. Pero el primero al que preguntaría sería a Gart, y al revés si quería.

-Bueno, ni rastro de ellos. Quizá a la vuelta u otro día será.

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Llegamos al otro cementerio pero este, a diferencia del otro, tiene como diferencia del silencio sepulcral que reina en la zona. Paso por la tabla dando saltitos con los brazos extendidos y, de un salto, me doy la vuelta para verles cruzar a los que faltan.

-Seria interesante ir a ver a los habitantes del torreón de escamosos. ¿No teneis curiosidad por que clase de bichos hay en ese lugar?- Digo de manera simpatica cruzando los pies parq girar 180° y continuar dando saltitos en dirección a Maciel.

Cuando nos estamos acercando a la torre azulada trago saliba y carraspeo para llamar su atención. -Señoras y señor. No me gustaria tener que entrar a encontrarme al Xplat ese. No quiero acabar formando una trifulca dentro del torreón pudiendo ser menos personas. ¿Alguien quiere quedarse cerca de la torre conmigo? Estaremos cerca por si escuchamos alguna voz acudir de inmediato.- Les digo asintiendo intentando dar credibilidad a mis palabras.

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