Cicatriz de Arax
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Rocavarancolia Rol
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- Rocavarancolia Rol
Cicatriz de Arax
03/08/11, 11:05 am
Recuerdo del primer mensaje :
La cicatriz de Arax atraviesa la ciudad de este a oeste. Es una fosa común repleta huesos entre los que se mueven unos enormes gusanos ciegos con bocas repletas de afilados colmillos.
A su largo se han instalado recientemente varios puentes colgantes de unos dos metros de ancho. Aunque se tambalean considerablemente la madera es firme y está en buenas condiciones, así como las cuerdas.
A su largo se han instalado recientemente varios puentes colgantes de unos dos metros de ancho. Aunque se tambalean considerablemente la madera es firme y está en buenas condiciones, así como las cuerdas.
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Re: Cicatriz de Arax
18/11/23, 12:02 pm
El impacto fue tan sonoro que no tuvo que quedarse a verlo para imaginarse cómo había ocurrido. El crujir de los huesos bajo el peso del cuerpo, el siseo de un movimiento profundo y entonces… entonces caos, caos de dientes machacando y rompiendo. Ethan había desviado el rostro en cuanto Kalna dejó ir a Serena, pero ni con esas, ni manteniendo con fuerza los párpados cerrados pudo escapar de aquel macabro escenario. El estruendo se quedó grabado en su mente, aún alejándose del puente, aún con el nuevo y horroroso silencio que se había vuelto a cernir sobre ellos como una manta fúnebre. El repiqueteo de aquellos gusanos, la voracidad con la que atacaban hasta la mínima brisa que osaba tocar su morada se le quedó grabada a fuego como un mal presagio. Odiaba ese puñetero lugar hecho solo de pesadillas y tragedias.
-A mi quemadme, que si se quieren llevar algo sean solo los huesos.
Se unió al comentario inicial de Nohlem. Acababan de tirar a una compañera a un foso lleno de monstruos, no llevaban ni una semana y ya estaban haciendo un funeral impensable allá en su hogar, no, no estaba para apoyar el positivismo de Rick. Le consolaba que alguien pudiera mantenerse entre luces cuando había tanta sombra pero si algo había aprendido durante su vida es que la muerte nunca era planificada, a veces simplemente te arrollaba.
Y si algún día le tocaba a él, si no podía elegir vivir que al menos pudiera elegir cómo morir. No quería bestias que se alimentarán cual carroñeras de lo que en vida había sido. No quería darle gasolina a un lugar que no merecía seguir un ciclo tan horroroso como era aquel. Si moría que fuera disfrutando una última vez del calor y el brillo, que lo que una vez fue se quedará en nada. Jasper se había ido así y sinceramente, le parecía la mejor forma de despedirse.
Esa ciudad en parte parecía que había pedido el mismo deseo pero nunca había sido completado. Un cadáver vivo y latente que parecía estar aún en plena descomposición. Quizá era por el luto pero esa salida no pudo ver las calles de la misma manera. No vio ruinas, polvo y abandono. Vio historias acabadas, vio finales abruptos de lo que una vez tuvo que servir de hogar para alguien vio la muerte de alguna civilización que en su día tuvo que ser próspera.
¨Hemos venido a morir a un cementerio¨
Pensó al dejar atrás los callejones para alcanzar la plaza. El ambiente se sentía denso y cargado, un frío antinatural que se agrandó al darse cuenta de que ni las ratas quisieron romper el voto de silencio. La soledad golpeo férrea en una mañana tan gris donde se sentía minúsculo, donde ni las alimañas del lugar decidían salir de sus madrigueras y a esa calma impuesta se le sumó la tensión acumulada, la paranoia siendo partícipe de cada ruido a sus espaldas. Los nudillos blancos de sostener una lanza que no sabía usar y el repiqueteo de su mano libre sobre el mango de una daga de emergencia. El miedo era tal que no sabía qué sonidos eran reales y cuales creaba su propia cabeza para rellenar los espacios de silencio e incluso al recoger las cestas la inseguridad se convirtió en unos ojos que recorrían cada alimento en búsqueda de cualquier sospecha.
No era el mejor día, pero al menos, con una cesta cargada, parte de su nerviosismo se esfumó al recuperar cierta normalidad. La cotidianidad extraña de tener que ir a buscar el desayuno a unas bañeras parlanchinas era lo más razonable que podían vivir en ese contexto y con ese alivio se permitió irse hacía la parte trasera del grupo, sabiendo que al menos ya estaban regresando a su hogar sin mayores complicaciones.
Se junto a Airi, principalmente porque no había tenido margen de ver que tal estaba y sin saber muy bien que decir sobre aquella salida, simplemente buscó otro tema que fuera más llevadero.
-Hey, mira, tenemos naranjas, por suerte esta vez no veo tanto melocotón.
Una broma un tanto alicaída que trataba de ser acompañada por una suave sonrisa mientras levantaba levemente su cesta para que pudiera ver parte de la fruta asomar. Al menos, tenían desayuno.
-A mi quemadme, que si se quieren llevar algo sean solo los huesos.
Se unió al comentario inicial de Nohlem. Acababan de tirar a una compañera a un foso lleno de monstruos, no llevaban ni una semana y ya estaban haciendo un funeral impensable allá en su hogar, no, no estaba para apoyar el positivismo de Rick. Le consolaba que alguien pudiera mantenerse entre luces cuando había tanta sombra pero si algo había aprendido durante su vida es que la muerte nunca era planificada, a veces simplemente te arrollaba.
Y si algún día le tocaba a él, si no podía elegir vivir que al menos pudiera elegir cómo morir. No quería bestias que se alimentarán cual carroñeras de lo que en vida había sido. No quería darle gasolina a un lugar que no merecía seguir un ciclo tan horroroso como era aquel. Si moría que fuera disfrutando una última vez del calor y el brillo, que lo que una vez fue se quedará en nada. Jasper se había ido así y sinceramente, le parecía la mejor forma de despedirse.
Esa ciudad en parte parecía que había pedido el mismo deseo pero nunca había sido completado. Un cadáver vivo y latente que parecía estar aún en plena descomposición. Quizá era por el luto pero esa salida no pudo ver las calles de la misma manera. No vio ruinas, polvo y abandono. Vio historias acabadas, vio finales abruptos de lo que una vez tuvo que servir de hogar para alguien vio la muerte de alguna civilización que en su día tuvo que ser próspera.
¨Hemos venido a morir a un cementerio¨
Pensó al dejar atrás los callejones para alcanzar la plaza. El ambiente se sentía denso y cargado, un frío antinatural que se agrandó al darse cuenta de que ni las ratas quisieron romper el voto de silencio. La soledad golpeo férrea en una mañana tan gris donde se sentía minúsculo, donde ni las alimañas del lugar decidían salir de sus madrigueras y a esa calma impuesta se le sumó la tensión acumulada, la paranoia siendo partícipe de cada ruido a sus espaldas. Los nudillos blancos de sostener una lanza que no sabía usar y el repiqueteo de su mano libre sobre el mango de una daga de emergencia. El miedo era tal que no sabía qué sonidos eran reales y cuales creaba su propia cabeza para rellenar los espacios de silencio e incluso al recoger las cestas la inseguridad se convirtió en unos ojos que recorrían cada alimento en búsqueda de cualquier sospecha.
No era el mejor día, pero al menos, con una cesta cargada, parte de su nerviosismo se esfumó al recuperar cierta normalidad. La cotidianidad extraña de tener que ir a buscar el desayuno a unas bañeras parlanchinas era lo más razonable que podían vivir en ese contexto y con ese alivio se permitió irse hacía la parte trasera del grupo, sabiendo que al menos ya estaban regresando a su hogar sin mayores complicaciones.
Se junto a Airi, principalmente porque no había tenido margen de ver que tal estaba y sin saber muy bien que decir sobre aquella salida, simplemente buscó otro tema que fuera más llevadero.
-Hey, mira, tenemos naranjas, por suerte esta vez no veo tanto melocotón.
Una broma un tanto alicaída que trataba de ser acompañada por una suave sonrisa mientras levantaba levemente su cesta para que pudiera ver parte de la fruta asomar. Al menos, tenían desayuno.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Re: Cicatriz de Arax
18/11/23, 02:22 pm
Nohlem apartó la mirada al sentir ojos sobre él, inquieto a que se juzgara su requisito. Por supuesto que arrojarle era lo más fácil, lo accesible a falta de pala y tierra, y a pesar de que en la muerte ya poco debería importar el desenlace del cuerpo (pues ahí no había ni cascadas ni raíces que llevasen a nadie al más allá), ahora que podía oír la música seca de los huesos... No. Era demasiado.
Las palabras de Rick le hicieron fruncir el ceño y alzar el labio, enseñando diente. Quizás el Nohlem de ayer lo hubiera apreciado, el efecto placebo de una mentira piadosa, pero ahora no era el momento y distaba por mucho de serlo. No respondía a sus deseos, solo los hacía a un lado, igual que las negativas veladas que a veces le daban sus padres. No condenaba el silencio inicial de los demás, pero tampoco ayudaba.
—Eso no es lo que he pedido.
Su tono cortó tanto que los sentimientos peligraron con desbordarle. Su pulso se aceleró y sus pulmones exigieron más aire, esa reacción temerosa que precede a un conflicto que, por poco deseado que fuese, no se podía pasar por alto. No le miró, no directamente, pero sus pupilas temblaban entre el filo de un cuchillo y el rombo de una carta. El confort de sus anillos se volvió presión sin más. ¿Cómo hallaba el valor de decir eso delante de una tumba gigante? ¿De verdad era tan ingenuo como para creer que nadie más caería? Lo único que quería era que se respetara su final. Por eso cuando Scszenyak e Ethan expusieron los suyos, fueran tan vagos como el propio o más específicos, y muy a pesar de que el fuego en Varmania fuese un destino inconcebible, Nohlem asintió sin rechistar.
—Que así sea.
Esa era la validación que necesitaban, algo que dentro de todo lo malo le daba cierta paz aún si su tono temblaba. Se aferró a la cuerda de su arco y se apartó de la cercanía de Rick, aún disgustado y nervioso. Siguió a Kalna cuando esta dijo de ir a por comida, acatando como un autómata.
En el camino el varmano deseó tener algo a lo que disparar. El peligro de un monstruo, una criatura a la que odiar de verdad para verter toda la frustración que sentía y que esta no se convirtiera en algo incapacitante, algo que le anegara los ojos. Pero lejos de cumplir una utilidad, una vez más Nohlem estuvo de simple guardia mientras sus compañeros se cargaban de cestas, un déjà vu al inicio del día anterior, con la diferencia de que esta vez él estaba tan hueco como un árbol muerto y la esperanza de Rick.
Las palabras de Rick le hicieron fruncir el ceño y alzar el labio, enseñando diente. Quizás el Nohlem de ayer lo hubiera apreciado, el efecto placebo de una mentira piadosa, pero ahora no era el momento y distaba por mucho de serlo. No respondía a sus deseos, solo los hacía a un lado, igual que las negativas veladas que a veces le daban sus padres. No condenaba el silencio inicial de los demás, pero tampoco ayudaba.
—Eso no es lo que he pedido.
Su tono cortó tanto que los sentimientos peligraron con desbordarle. Su pulso se aceleró y sus pulmones exigieron más aire, esa reacción temerosa que precede a un conflicto que, por poco deseado que fuese, no se podía pasar por alto. No le miró, no directamente, pero sus pupilas temblaban entre el filo de un cuchillo y el rombo de una carta. El confort de sus anillos se volvió presión sin más. ¿Cómo hallaba el valor de decir eso delante de una tumba gigante? ¿De verdad era tan ingenuo como para creer que nadie más caería? Lo único que quería era que se respetara su final. Por eso cuando Scszenyak e Ethan expusieron los suyos, fueran tan vagos como el propio o más específicos, y muy a pesar de que el fuego en Varmania fuese un destino inconcebible, Nohlem asintió sin rechistar.
—Que así sea.
Esa era la validación que necesitaban, algo que dentro de todo lo malo le daba cierta paz aún si su tono temblaba. Se aferró a la cuerda de su arco y se apartó de la cercanía de Rick, aún disgustado y nervioso. Siguió a Kalna cuando esta dijo de ir a por comida, acatando como un autómata.
En el camino el varmano deseó tener algo a lo que disparar. El peligro de un monstruo, una criatura a la que odiar de verdad para verter toda la frustración que sentía y que esta no se convirtiera en algo incapacitante, algo que le anegara los ojos. Pero lejos de cumplir una utilidad, una vez más Nohlem estuvo de simple guardia mientras sus compañeros se cargaban de cestas, un déjà vu al inicio del día anterior, con la diferencia de que esta vez él estaba tan hueco como un árbol muerto y la esperanza de Rick.
- Harek
Ficha de cosechado
Nombre: Rick
Especie: Humano
Habilidades: Puntería, habilidad mental y carisma
Re: Cicatriz de Arax
18/11/23, 05:54 pm
Rick estaba dolido, cualquiera que lo hubiera visto llorar el día anterior podía saberlo. El pozo de pesimismo en el que se había sumido hasta la conversación con Kalna por la noche no se había ido, pero lo había conseguido mantener a raya con los pocos retazos de fuerza que le habían dado su renovada convicción. No era infalible, de serlo tal vez se habría quedado a los pies del precipicio como algunos habían hecho, pero de momento aguantaba hasta que sanara. Si estaba haciendo el difícil esfuerzo de no prestar atención para no escuchar los ruidos de los gusanos, la respuesta de Nohlem tuvo un efecto muy parecido a lo que habría sido. El chico lo miró al instante, chocado y buscando algo que decir con la boca entreabierta, pero el tono y la expresión del varmano le dejaron claro que era mejor no seguir por ahí.
La mente del neoyorquino comenzó a nublarse. ¿De verdad querían ponerse a hablar de más funerales? -(Mejor hacer el testamento con tiempo, pero...)- iba pensando. Demasiado le estaba costando procesar la muerte de Serena, no quería pensar en la de más gente. Era un peligro real desde luego... Tal vez estaba siendo un imbécil por pensar que había alguna posibilidad de salir de allí con vida, que nada serviría. ¿Tan mala idea era simplemente dejarse llevar por el caos y la desesperanza? -(No. Me niego)- se dijo, aunque sin demasiada confianza. La poca que había ganado se estaba perdiendo a pasos agigantados.
Terminado el funeral, no tardaron en ponerse en camino hasta las cestas. Rick se quedó en la más absoluta retaguardia, vigilando las calles mientras seguía dándole vueltas sin parar a todo lo que estaba pasando. En otra situación habría ido más lento, pero iban con prisa. Caminó en silencio, serio y pensativo. No iba a negarle a nadie la palabra, pero ahora mismo no tenía ánimos para empezar ninguna conversación, aunque tampoco creía que fuera el momento. Estaba aprendiendo a las malas que era mejor simplemente quedarse las cosas, aunque fuera una senda que lo llevaba a más pesimismo.
Cuando llegaron a la plaza donde consiguieron las cestas la primera vez, la comida estaba allí pero no se veía ninguna de esas ratas con pinchos. Cargó con una de ellas y siguió al grupo de vuelta al torreón. Solo esperaba que esta vez no tuvieran veneno, aunque por suerte estarían más atentos para verlo antes de que fuera demasiado tarde.
La mente del neoyorquino comenzó a nublarse. ¿De verdad querían ponerse a hablar de más funerales? -(Mejor hacer el testamento con tiempo, pero...)- iba pensando. Demasiado le estaba costando procesar la muerte de Serena, no quería pensar en la de más gente. Era un peligro real desde luego... Tal vez estaba siendo un imbécil por pensar que había alguna posibilidad de salir de allí con vida, que nada serviría. ¿Tan mala idea era simplemente dejarse llevar por el caos y la desesperanza? -(No. Me niego)- se dijo, aunque sin demasiada confianza. La poca que había ganado se estaba perdiendo a pasos agigantados.
Terminado el funeral, no tardaron en ponerse en camino hasta las cestas. Rick se quedó en la más absoluta retaguardia, vigilando las calles mientras seguía dándole vueltas sin parar a todo lo que estaba pasando. En otra situación habría ido más lento, pero iban con prisa. Caminó en silencio, serio y pensativo. No iba a negarle a nadie la palabra, pero ahora mismo no tenía ánimos para empezar ninguna conversación, aunque tampoco creía que fuera el momento. Estaba aprendiendo a las malas que era mejor simplemente quedarse las cosas, aunque fuera una senda que lo llevaba a más pesimismo.
Cuando llegaron a la plaza donde consiguieron las cestas la primera vez, la comida estaba allí pero no se veía ninguna de esas ratas con pinchos. Cargó con una de ellas y siguió al grupo de vuelta al torreón. Solo esperaba que esta vez no tuvieran veneno, aunque por suerte estarían más atentos para verlo antes de que fuera demasiado tarde.
- Seth
Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mental
Re: Cicatriz de Arax
21/11/23, 09:43 am
El grupo saldría del torreón con Kalna delante, cargando a Serena como si se tratara de una puta procesión. Porque la verdad es que así era. Las cestas llenas de veneno que había dejado en el suelo el día anterior estaban saqueadas y desparramadas, y Connor decidió dejarlas así. Puede que fuera buena idea, así los putos monstruos que se acercaran al torreón se llevarían una jodida sorpresa.
El motero caminaba en silencio, con la maza lista para partir si era necesario, pero lo cierto es que no tenía ningún deseo de lucha. El abatimiento, la desesperanza... le tenían consumido como si fuera un puto cigarrillo gastado. De vez en cuando sus ojos se clavaban en la sábana blanca y el bulto que dejaba intuir el cuerpo de Serena, y no podía evitar pensar que cualquiera podría estar en su lugar. Ser la puñetera estrella de esa marcha. Solo llevaban una semana allí y ya habían corrido peligro tres veces: las ratas con espinas, aquel monstruo que atravesaba paredes... y ahora ésto. Era desesperanzador. Era una puta mierda. Y si ya era doloroso pensar en que ese iba a ser su jodido destino.... morir de alguna forma horrible de cojones... Igual de doloroso o más iba a ser cuando... cuando muriera alguno de los niños. Aquellos pensamientos fúnebres se disiparon a golpe de conciencia del canadiense, y sobre todo con la visión de aquella gran brecha en el suelo.
Habían alcanzado la meta. La grieta que partía en dos la ciudad hasta donde alcanzaba la vista seguía siendo jodidamente terrorífica, y no por lo increíble que fuera, sino por lo que ocultaba en su interior. Los putos gusanos. Connor frunció el ceño y los labios, su expresión entre sombría y vigilante. Observando a su alrededor y los nudillos blancos de apretar la maza con fuerza. Ethan empezaba a ponerle flores de papel al cadáver y a ofrecerle una a Rick, Kalna seguía portando a la pelirroja... Se quedó algo más atrás cerca de Airi y Nohlem, sin ninguna intención de ver cómo iba a estamparse Serena contra los huesos de abajo y a ser devorado su puto cadáver. Había visto muchas cosas desagradables, y desde luego también las había provocado. Había hecho sangrar a gente, que sus extremidades adoptaran ángulos imposibles... Había hecho mucho daño... Y había asesinado. Pero una cosa era ser un cabrón sin escrúpulos... y otra muy distinta ver algo jodidamente desagradable de forma tan gratuita y por puto amor al arte. No, se negaba a ver aquella mierda. Porque aquella mierda podía ser su tumba más pronto que tarde.
-Joder...- Soltaría entre dientes el motero con expresión de asco y desagrado, cuando al golpe del cuerpo de Serena contra los huesos le siguió uno peor. Dientes mascando, rompiendo músculos, desgarrando carne. Connor decidió centrarse en las reacciones de sus compañeros para intentar ignorar la suya propia. Cualquier cosa que lo distrajera de aquel sonido... Y lo encontró en la petición de Nohlem, de Szcheniak o de Ethan. Y también en el comentario de Rick y en la ingenuidad que mostraba, porque con Serena siendo devorada metros abajo... cualquier palabra mínimamente positiva moría nada más salir de los labios. Entendía que Rick se negara a ver que iba a morir y que nunca más volvería a su jodido hogar, pero nunca iban a tener un puto control sobre eso como quería hacer ver. La puta muerte llegaría a ellos sin preguntarles, y solo podían elegir que iba a pasar con sus cadáveres. Connor asintió a la peticiones de sus compañeros, antes de hablar.- Dejemos que esos hijos de puta se mueran de hambre...- Empezó a decir en relación a los gusanos, con rabia en su rostro. Aunque aquella rabia desapareció pronto con sus siguientes palabras. - Y a mi quemadme con el chaleco puesto.- Su tono serio pero con un tinte de sombras en su voz, que dejaba ver toda la puñetera amargura. Segundos después, en un claro intento por dejar de pensar en todo aquello, se dio la vuelta para seguir al grupo y a Kalna a por la comida.
Por suerte, ésta vez no estuvieron las ratas para joderles de nuevo y pudieron encaminarse de vuelta al torreón cargados con las cestas, aunque debían comprobar si estaban envenenadas. El camino fue silencioso y más fúnebre todavía. Connor sentía que aquello era solo el comienzo. Sentía que aquella muerte era solo la primera de muchas y que poco a poco irían cayendo como putas moscas, hasta que el torreón se fuera quedando cada vez más y más vacío. Y en un momento como ese y más que nunca, daría un puto brazo o lo dos solo por volver al club, y por poder revivir hasta los momentos más jodidos que había vivido. Porque al menos no estaría solo.
Sigue en el Torreón Sendar.
El motero caminaba en silencio, con la maza lista para partir si era necesario, pero lo cierto es que no tenía ningún deseo de lucha. El abatimiento, la desesperanza... le tenían consumido como si fuera un puto cigarrillo gastado. De vez en cuando sus ojos se clavaban en la sábana blanca y el bulto que dejaba intuir el cuerpo de Serena, y no podía evitar pensar que cualquiera podría estar en su lugar. Ser la puñetera estrella de esa marcha. Solo llevaban una semana allí y ya habían corrido peligro tres veces: las ratas con espinas, aquel monstruo que atravesaba paredes... y ahora ésto. Era desesperanzador. Era una puta mierda. Y si ya era doloroso pensar en que ese iba a ser su jodido destino.... morir de alguna forma horrible de cojones... Igual de doloroso o más iba a ser cuando... cuando muriera alguno de los niños. Aquellos pensamientos fúnebres se disiparon a golpe de conciencia del canadiense, y sobre todo con la visión de aquella gran brecha en el suelo.
Habían alcanzado la meta. La grieta que partía en dos la ciudad hasta donde alcanzaba la vista seguía siendo jodidamente terrorífica, y no por lo increíble que fuera, sino por lo que ocultaba en su interior. Los putos gusanos. Connor frunció el ceño y los labios, su expresión entre sombría y vigilante. Observando a su alrededor y los nudillos blancos de apretar la maza con fuerza. Ethan empezaba a ponerle flores de papel al cadáver y a ofrecerle una a Rick, Kalna seguía portando a la pelirroja... Se quedó algo más atrás cerca de Airi y Nohlem, sin ninguna intención de ver cómo iba a estamparse Serena contra los huesos de abajo y a ser devorado su puto cadáver. Había visto muchas cosas desagradables, y desde luego también las había provocado. Había hecho sangrar a gente, que sus extremidades adoptaran ángulos imposibles... Había hecho mucho daño... Y había asesinado. Pero una cosa era ser un cabrón sin escrúpulos... y otra muy distinta ver algo jodidamente desagradable de forma tan gratuita y por puto amor al arte. No, se negaba a ver aquella mierda. Porque aquella mierda podía ser su tumba más pronto que tarde.
-Joder...- Soltaría entre dientes el motero con expresión de asco y desagrado, cuando al golpe del cuerpo de Serena contra los huesos le siguió uno peor. Dientes mascando, rompiendo músculos, desgarrando carne. Connor decidió centrarse en las reacciones de sus compañeros para intentar ignorar la suya propia. Cualquier cosa que lo distrajera de aquel sonido... Y lo encontró en la petición de Nohlem, de Szcheniak o de Ethan. Y también en el comentario de Rick y en la ingenuidad que mostraba, porque con Serena siendo devorada metros abajo... cualquier palabra mínimamente positiva moría nada más salir de los labios. Entendía que Rick se negara a ver que iba a morir y que nunca más volvería a su jodido hogar, pero nunca iban a tener un puto control sobre eso como quería hacer ver. La puta muerte llegaría a ellos sin preguntarles, y solo podían elegir que iba a pasar con sus cadáveres. Connor asintió a la peticiones de sus compañeros, antes de hablar.- Dejemos que esos hijos de puta se mueran de hambre...- Empezó a decir en relación a los gusanos, con rabia en su rostro. Aunque aquella rabia desapareció pronto con sus siguientes palabras. - Y a mi quemadme con el chaleco puesto.- Su tono serio pero con un tinte de sombras en su voz, que dejaba ver toda la puñetera amargura. Segundos después, en un claro intento por dejar de pensar en todo aquello, se dio la vuelta para seguir al grupo y a Kalna a por la comida.
Por suerte, ésta vez no estuvieron las ratas para joderles de nuevo y pudieron encaminarse de vuelta al torreón cargados con las cestas, aunque debían comprobar si estaban envenenadas. El camino fue silencioso y más fúnebre todavía. Connor sentía que aquello era solo el comienzo. Sentía que aquella muerte era solo la primera de muchas y que poco a poco irían cayendo como putas moscas, hasta que el torreón se fuera quedando cada vez más y más vacío. Y en un momento como ese y más que nunca, daría un puto brazo o lo dos solo por volver al club, y por poder revivir hasta los momentos más jodidos que había vivido. Porque al menos no estaría solo.
Sigue en el Torreón Sendar.
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Re: Cicatriz de Arax
30/10/24, 10:29 am
Cuando llegó, cansado y cojo, observó la profundidad de aquella tumba con la propia negrura de sus ojos. En algún momento de aquel paseo fúnebre había aceptado ese rincón como un cementerio, como el descanso que les aguardaba a todos ellos. Pestañeo con lentitud, dejando que el espesor de formas le devolviera poco a poco la silueta subyacente de lo que una vez fueron otras vidas, ahora convertidas en un amasijo de huesos sin forma y sin dueño. No hubo palabras dedicadas, solo la promesa respetuosa de que no sería el último al que dejaría caer, fuera aliado o adversario. ¨Muerto¨ voló en lo que se convertiría su última vez, y al caer, mustio y seco, sobre otros huesos, desapareció bajo las fauces del resto de testigos del lugar.
Ni todo el repiqueteo, ni el devorar de los monstruos, ni el dolor de sus quejidos al pelearse por ese pedazo de carne, nada, llegó a ser escuchado. Su mente tan espesa como la niebla que parecía condensarse entre polvo y muerte, estaba presente en cuerpo, pero no en psique. Vió como de aquel ser no quedaba ni rastro y tras la calma recuperada su gesto se torció en uno menos neutro y más adolorido. Por ese mismo puente habían caminado en su primer día, unidos, en fila, hacía tanto tiempo pero a la par tan poco, que si cerraba los ojos aún podía escuchar los lamentos de Abel rogando por ayuda para simplemente avanzar. Ojalá esa hubiera sido la única adversidad, ojalá los problemas se hubieran reducido a eso, a miedos y paranoias, pero no. Ahora les deparaba muerte, una tan real y tan cercana que se preguntaba cuántos de ellos podrían llegar de verdad a ver la luna roja.
-A mi tiradme aquí.
Sentenció con escaso ánimo en su voz. Recordaba aún el funeral de Serena y las promesas de dar un entierro respetuoso. Ya le daba igual, no sabía que había deseado en su momento, pero, como todo rastro de esperanza, esa ciudad se había encargado de volverlas restos, restos y recuerdos de una vida que ya no les pertenecía. Moriría, estaba seguro de ello, lo único que le quedaba ahora era saber cuando. Yendo a por comida, durante una refriega, a manos de un monstruo o bajo el filo de otro chaval, asustado y desesperado como estaban ellos. Qué más daba.
-No quiero volver.
No se atrevió ni a mirar a Nohlem a sabiendas de que estaba bailando sobre la línea de su cordura e intercambiar un solo signo de empatía podría suponer que ambos quedaran derrumbados a polvo y cenizas. En vez de eso, se sentó frente a la cicatriz, dejando que sus piernas se balancearan en el aire, sobre un final que ahora le daba más familiaridad que miedo. Volver al torreón suponía tantos dolores, que siendo la opción arriesgada no regresar, prefería aceptarla, por lo menos en lo que quedaba de tarde. La soledad era un bien escaso, tan infrecuente entre las paredes de un hogar compartido que incluso allí, en las peores, disfrutaba de esa suave calma que no podría obtener de otra manera. Volver suponía tragarse los males, sonreír y enfrentarse a las expectativas que el resto colocaba sobre ti. Volver suponía soportar posibles disputas y redecillas, o peor aún, ver la piedad en ojos ajenos.
No, no quería entrar allí, por eso se frotó las manos buscando algo de calor entre tanto frío. Allí fuera solo era un superviviente más, pero dentro, una vez cruzará el torreón, sería un asesino. Quería mantener su cuerpo libre de manchas, no sentir el calor de la sangre ensuciandolo porque sabía que, una vez lo tuviera encima, no se iría nunca. Habían matado, y sabía que lo volverían a hacer.
Ni todo el repiqueteo, ni el devorar de los monstruos, ni el dolor de sus quejidos al pelearse por ese pedazo de carne, nada, llegó a ser escuchado. Su mente tan espesa como la niebla que parecía condensarse entre polvo y muerte, estaba presente en cuerpo, pero no en psique. Vió como de aquel ser no quedaba ni rastro y tras la calma recuperada su gesto se torció en uno menos neutro y más adolorido. Por ese mismo puente habían caminado en su primer día, unidos, en fila, hacía tanto tiempo pero a la par tan poco, que si cerraba los ojos aún podía escuchar los lamentos de Abel rogando por ayuda para simplemente avanzar. Ojalá esa hubiera sido la única adversidad, ojalá los problemas se hubieran reducido a eso, a miedos y paranoias, pero no. Ahora les deparaba muerte, una tan real y tan cercana que se preguntaba cuántos de ellos podrían llegar de verdad a ver la luna roja.
-A mi tiradme aquí.
Sentenció con escaso ánimo en su voz. Recordaba aún el funeral de Serena y las promesas de dar un entierro respetuoso. Ya le daba igual, no sabía que había deseado en su momento, pero, como todo rastro de esperanza, esa ciudad se había encargado de volverlas restos, restos y recuerdos de una vida que ya no les pertenecía. Moriría, estaba seguro de ello, lo único que le quedaba ahora era saber cuando. Yendo a por comida, durante una refriega, a manos de un monstruo o bajo el filo de otro chaval, asustado y desesperado como estaban ellos. Qué más daba.
-No quiero volver.
No se atrevió ni a mirar a Nohlem a sabiendas de que estaba bailando sobre la línea de su cordura e intercambiar un solo signo de empatía podría suponer que ambos quedaran derrumbados a polvo y cenizas. En vez de eso, se sentó frente a la cicatriz, dejando que sus piernas se balancearan en el aire, sobre un final que ahora le daba más familiaridad que miedo. Volver al torreón suponía tantos dolores, que siendo la opción arriesgada no regresar, prefería aceptarla, por lo menos en lo que quedaba de tarde. La soledad era un bien escaso, tan infrecuente entre las paredes de un hogar compartido que incluso allí, en las peores, disfrutaba de esa suave calma que no podría obtener de otra manera. Volver suponía tragarse los males, sonreír y enfrentarse a las expectativas que el resto colocaba sobre ti. Volver suponía soportar posibles disputas y redecillas, o peor aún, ver la piedad en ojos ajenos.
No, no quería entrar allí, por eso se frotó las manos buscando algo de calor entre tanto frío. Allí fuera solo era un superviviente más, pero dentro, una vez cruzará el torreón, sería un asesino. Quería mantener su cuerpo libre de manchas, no sentir el calor de la sangre ensuciandolo porque sabía que, una vez lo tuviera encima, no se iría nunca. Habían matado, y sabía que lo volverían a hacer.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Personajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Cicatriz de Arax
30/10/24, 11:37 pm
El camino ayudó a asentar la tierra. Alejarse del sitio, tener un objetivo, “una buena acción” rellenaba huecos en el colador que era su cabeza. El agua seguía escapando por otros lados, pero al menos tenía algo que hiciera de contrapeso a estar portando un arma ensangrentada.
No sentía lástima y a la vez, la sentía toda. Cuando la gravedad reclamó al insecto Nohlem no se inmutó, si acaso prendió en él una minúscula pero presente satisfacción: era un hasta nunca a uno de esos hijos de puta, una toma de su propia medicina. Cuando los gusanos se abrieron paso entre los huesos para devorarlo, sin embargo, fue todo lo contrario: remordimiento, vergüenza, pesar. Apartó la vista a tiempo de no verlo y agachó las orejas como si así pudiera no escucharlo. El crugir, el roce… Fue rápido, igual de rápido que había sido con Serena, pero no por ello más fácil. Y menos aún cuando Ethan se incluyó en el escenario.
Nohlem llevaba ya un rato expresando todo sin expresar nada, esa rota apatía de quien está abrumado, mas al escuchar al londinense hablar de su propia muerte la comisura de sus labios tiró hacia abajo en una expresión mucho más evidente, familiar. El humano sin saberlo había pulsado el botón que había sido desactivado antes, y las emociones del granta volvieron a fluir no de manera ordenada, pero sí clasificable. Podía distinguir la pena y el miedo, no solo por el cuchillo que aún llevaba ni por lo que acababan de hacer. Las consecuencias, el futuro incierto, los meses que tenían por delante… y lo que vendría.
Volvía a ahogarse. Dejó caer el cuchillo al cementerio de huesos antes de que el pulso volviera a descontrolársele, perdiéndolo para siempre.
Ya casi ni recordaba que había dicho él en ese mismo sitio, tiempo atrás, cuando arrojaron a la pelirroja al mismo hoyo. Había tenido miedo de que una vez muerto su alma no escapase de aquel infierno, pero ahora lo que sentía era una extraña ¿paz? con la idea de acabar ahí abajo. Especialmente ahora. Pensaba en lo que le esperaba: la decepción de Rick, el miedo y la distancia de Räg, Aniol y Airi, la casual sed de sangre de Damian, las palmaditas en el hombro de Connor y… joder, quería vomitar. Con una discreción avergonzada se tapó la boca temiendo el reflejo. Nada lo habría preparado para este momento, ni siquiera los días en los que más rabioso e impotente se había sentido, cuando se encontró imaginando al cánido recién aplastado como uno de los de Letargo. Su bola de ansiedad apretó y subió. Ya ni siquiera podía hacer el intento de tragarla.
—No quiero volver a… al refugio.
Casa. Casi lo había llamado casa. Pero no lo era, ni lo había sido nunca. Su voz algo más baja se juntó con la de Ethan en una sintonía casi perfecta, por lo que no hizo falta que uno contestara al otro. Ni siquiera le salió reirse. Darse la razón en eso era como jugar a la ruleta rusa con una pistola de 6 huecos cargada con 5 balas, pero- ¿sinceramente? Tal como estaban prefería el disparo. Si su miedo y el peso de una muerte era asfixiante ahí, en la torre solo podía empeorar. Lo peor de todo es que era una pescadilla que se muerde la cola, pues sabía que a más tardasen en volver, peores serían las consecuencias. Había huido suficientes veces de su madre para saber como funcionaba aquello. La decepción crecía a medida que la empatía menguaba, y tomar responsabilidades nunca había sido su fuerte.
Ethan en seguida se sentó en el borde y el granta emitió un quejido animal, el inicio de un grito ridículo que nunca fue al entender que el chico no estaba saltando. El vértigo de la caída fantasma no le dejaba, pero aún así se acercó a él sin atreverse todavía a sentarse, agradecido de que solo hubiese sido un producto de su imaginación. Necesitaba estar a su lado, incluso si estar a su lado era literalmente a pies del abismo. Estaban juntos en la misma tumba.
Pronto descubrió que erguido era aun más inestable, por lo que forzando la maquinaria y agachándose como si le tuviese pánico a las alturas -cosa cierta-, terminó también sentado. Él, eso sí, con las piernas bien recogidas.
Se pegó a Ethan hasta que sus hombros chocaron, vista al frente para no pensar ni en lo que tenían debajo ni para verse reflejado en el aspecto del humano.
—No quiero ser ningún líder —masculló unos eternos segundos después, rompiendo esa primera capa de falsa calma y silencio—. Nunca he querido serlo, ni en Varmania ni aquí. Quizás en una banda de música, bueno… —tomó aire al tiempo que intentaba una sonrisa. En el suelo, jugueteando con sus anillos, su pulso era un poquito mejor—. Solo quiero que salgamos vivos de esto —tragó saliva y apretó los puños suavemente sobre sus piernas. Podía con ello—. ¿Tú crees que…? —algo le aguijoneó el corazón. Apretó un poco más fuerte, pero su voz salió más débil—, ¿… soy mala persona?
Nada. Ni sonriendo pudo hacer nada para evitar el primer sollozo.
No sentía lástima y a la vez, la sentía toda. Cuando la gravedad reclamó al insecto Nohlem no se inmutó, si acaso prendió en él una minúscula pero presente satisfacción: era un hasta nunca a uno de esos hijos de puta, una toma de su propia medicina. Cuando los gusanos se abrieron paso entre los huesos para devorarlo, sin embargo, fue todo lo contrario: remordimiento, vergüenza, pesar. Apartó la vista a tiempo de no verlo y agachó las orejas como si así pudiera no escucharlo. El crugir, el roce… Fue rápido, igual de rápido que había sido con Serena, pero no por ello más fácil. Y menos aún cuando Ethan se incluyó en el escenario.
Nohlem llevaba ya un rato expresando todo sin expresar nada, esa rota apatía de quien está abrumado, mas al escuchar al londinense hablar de su propia muerte la comisura de sus labios tiró hacia abajo en una expresión mucho más evidente, familiar. El humano sin saberlo había pulsado el botón que había sido desactivado antes, y las emociones del granta volvieron a fluir no de manera ordenada, pero sí clasificable. Podía distinguir la pena y el miedo, no solo por el cuchillo que aún llevaba ni por lo que acababan de hacer. Las consecuencias, el futuro incierto, los meses que tenían por delante… y lo que vendría.
Volvía a ahogarse. Dejó caer el cuchillo al cementerio de huesos antes de que el pulso volviera a descontrolársele, perdiéndolo para siempre.
Ya casi ni recordaba que había dicho él en ese mismo sitio, tiempo atrás, cuando arrojaron a la pelirroja al mismo hoyo. Había tenido miedo de que una vez muerto su alma no escapase de aquel infierno, pero ahora lo que sentía era una extraña ¿paz? con la idea de acabar ahí abajo. Especialmente ahora. Pensaba en lo que le esperaba: la decepción de Rick, el miedo y la distancia de Räg, Aniol y Airi, la casual sed de sangre de Damian, las palmaditas en el hombro de Connor y… joder, quería vomitar. Con una discreción avergonzada se tapó la boca temiendo el reflejo. Nada lo habría preparado para este momento, ni siquiera los días en los que más rabioso e impotente se había sentido, cuando se encontró imaginando al cánido recién aplastado como uno de los de Letargo. Su bola de ansiedad apretó y subió. Ya ni siquiera podía hacer el intento de tragarla.
—No quiero volver a… al refugio.
Casa. Casi lo había llamado casa. Pero no lo era, ni lo había sido nunca. Su voz algo más baja se juntó con la de Ethan en una sintonía casi perfecta, por lo que no hizo falta que uno contestara al otro. Ni siquiera le salió reirse. Darse la razón en eso era como jugar a la ruleta rusa con una pistola de 6 huecos cargada con 5 balas, pero- ¿sinceramente? Tal como estaban prefería el disparo. Si su miedo y el peso de una muerte era asfixiante ahí, en la torre solo podía empeorar. Lo peor de todo es que era una pescadilla que se muerde la cola, pues sabía que a más tardasen en volver, peores serían las consecuencias. Había huido suficientes veces de su madre para saber como funcionaba aquello. La decepción crecía a medida que la empatía menguaba, y tomar responsabilidades nunca había sido su fuerte.
Ethan en seguida se sentó en el borde y el granta emitió un quejido animal, el inicio de un grito ridículo que nunca fue al entender que el chico no estaba saltando. El vértigo de la caída fantasma no le dejaba, pero aún así se acercó a él sin atreverse todavía a sentarse, agradecido de que solo hubiese sido un producto de su imaginación. Necesitaba estar a su lado, incluso si estar a su lado era literalmente a pies del abismo. Estaban juntos en la misma tumba.
Pronto descubrió que erguido era aun más inestable, por lo que forzando la maquinaria y agachándose como si le tuviese pánico a las alturas -cosa cierta-, terminó también sentado. Él, eso sí, con las piernas bien recogidas.
Se pegó a Ethan hasta que sus hombros chocaron, vista al frente para no pensar ni en lo que tenían debajo ni para verse reflejado en el aspecto del humano.
—No quiero ser ningún líder —masculló unos eternos segundos después, rompiendo esa primera capa de falsa calma y silencio—. Nunca he querido serlo, ni en Varmania ni aquí. Quizás en una banda de música, bueno… —tomó aire al tiempo que intentaba una sonrisa. En el suelo, jugueteando con sus anillos, su pulso era un poquito mejor—. Solo quiero que salgamos vivos de esto —tragó saliva y apretó los puños suavemente sobre sus piernas. Podía con ello—. ¿Tú crees que…? —algo le aguijoneó el corazón. Apretó un poco más fuerte, pero su voz salió más débil—, ¿… soy mala persona?
Nada. Ni sonriendo pudo hacer nada para evitar el primer sollozo.
- ♪♫♬:
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: Cicatriz de Arax
08/11/24, 10:30 am
Al repiqueteo de los huesos le siguió un sinuoso silencio. Sin serpientes que reptaran entre muertos y con la irónica compañía de un viento que se escurría entre aquellas grietas Ethan se encontró perdido en la cercanía de un mar blanco. La paz que emanaba del mismo en su día le había aterrado, pero ahora, ahora su extraño oleaje le traía un confort diferente. No había tumbas, no había vidas grabadas, solo un olvido luchando contra los recuerdos de quienes aún vivían para recordar tu nombre. Nunca lo supo, como se llamaba, pero ya, no importaba.
El ligero impacto contra su hombro le hizo apartar la mirada para centrarla de soslayo sobre su compañero. Cuando empezó a hablar, queriendo mezclarse con el ambiente, guardo respeto. ¿Qué decir? No se sentía ningún líder, en toda esa revuelta estaba lejos de ser uno. Ninguno estaba tomando decisiones por el grupo, porque, para empezar, ni ellos querían tomar ese tipo de decisiones. ¿Pero que hacer cuando el resto se esconde para no tomar el cuchillo? ¿Qué hacer cuando no hay más alternativas que sufrir sentados ese tipo de represalias o intentar alzar a voz? Nadie quería ser el primero en gritar, ni el primero en tirar la piedra, porque eso te convertía en un martir, pero sobre todo en un foco, un objetivo. No había historias bonitas para los que primero se rebelaban, solo para aquellos que seguían tras ellos.
Se sentía como entre la espada y la pared, con la sutil diferencia de que el arma era su torreón y lejos de tener una barrera, podía dar un paso más allá y deshacerse de cualquier sentimiento de culpabilidad. ¿Eran malas personas? Buenas desde luego que no, pero no creía que se les pudiera juzgar igual cuando ese tipo de ética parecía inexistente en aquella ciudad. No, no eran nada de aquello… eran…
-Eres un superviviente. -Fue lo único capaz de vocalizar. -Y podremos arrepentirnos de muchas cosas, pero estoy harto de sentirme culpable por intentar, vivir.
Sus piernas que por un momento habían encontrado cierto gusto en balancearse sobre la nada, ahora paraban, dejando que el joven se inclinase para apoyar su mano sobre la del varmano. No hubo apretón, no la más mínima fuerza, solo el gesto suave de dos solitarios que se encontraban a las puertas de un cementerio.
-Y no, definitivamente no somos ningunos líderes. -Respiró hondo tras varios intentos irregulares, le costaba estar del todo a gusto cuando aún tenía los nervios a flor de piel. -Somos unos puñeteros desgraciados….
Sus ojos se fugaron brevemente hacía el foso, hacía el cartel brillante que le señalaba la salida. Negó con suavidad y esta vez sí, apretó ligeramente su mano en un consuelo tan efímero como su ánimo.
-Pero al menos lo somos juntos.
El ligero impacto contra su hombro le hizo apartar la mirada para centrarla de soslayo sobre su compañero. Cuando empezó a hablar, queriendo mezclarse con el ambiente, guardo respeto. ¿Qué decir? No se sentía ningún líder, en toda esa revuelta estaba lejos de ser uno. Ninguno estaba tomando decisiones por el grupo, porque, para empezar, ni ellos querían tomar ese tipo de decisiones. ¿Pero que hacer cuando el resto se esconde para no tomar el cuchillo? ¿Qué hacer cuando no hay más alternativas que sufrir sentados ese tipo de represalias o intentar alzar a voz? Nadie quería ser el primero en gritar, ni el primero en tirar la piedra, porque eso te convertía en un martir, pero sobre todo en un foco, un objetivo. No había historias bonitas para los que primero se rebelaban, solo para aquellos que seguían tras ellos.
Se sentía como entre la espada y la pared, con la sutil diferencia de que el arma era su torreón y lejos de tener una barrera, podía dar un paso más allá y deshacerse de cualquier sentimiento de culpabilidad. ¿Eran malas personas? Buenas desde luego que no, pero no creía que se les pudiera juzgar igual cuando ese tipo de ética parecía inexistente en aquella ciudad. No, no eran nada de aquello… eran…
-Eres un superviviente. -Fue lo único capaz de vocalizar. -Y podremos arrepentirnos de muchas cosas, pero estoy harto de sentirme culpable por intentar, vivir.
Sus piernas que por un momento habían encontrado cierto gusto en balancearse sobre la nada, ahora paraban, dejando que el joven se inclinase para apoyar su mano sobre la del varmano. No hubo apretón, no la más mínima fuerza, solo el gesto suave de dos solitarios que se encontraban a las puertas de un cementerio.
-Y no, definitivamente no somos ningunos líderes. -Respiró hondo tras varios intentos irregulares, le costaba estar del todo a gusto cuando aún tenía los nervios a flor de piel. -Somos unos puñeteros desgraciados….
Sus ojos se fugaron brevemente hacía el foso, hacía el cartel brillante que le señalaba la salida. Negó con suavidad y esta vez sí, apretó ligeramente su mano en un consuelo tan efímero como su ánimo.
-Pero al menos lo somos juntos.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carismaPersonajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Cicatriz de Arax
09/11/24, 01:01 am
Mentira. Toda su vida había estado en primera fila, conforme el rol que le tocaba. Había competido y peleado con su hermana por conservarlo, cuando era más pequeño e inmaduro, porque ser el mejor en algo siempre llama, y ahora, años después, con la carrera ganada y su rival exhiliada hasta de su memoria, por querer huir de las responsabilidades que tanto se había empeñado en conservar había acabado atrapado en Rocavarancolia.
“Sí que quieres ser un líder” le susurró una vocecita, de esas que hablan tan claro que uno piensa que llevan razón. “Pero como siempre cuando te toca serlo te das cuenta de que es una mierda, y entonces ya no quieres, ¿no?”. Tomó aire y agachó el rostro, según los primeros goterones caían por su peso. “Eres un puto irresponsable”.
A margen del autodesprecio la presencia de Ethan le dio la vergüenza necesaria para querer limpiarse la cara con la manga de la camisa. En lo profundo de su núcleo le era difícil creer en lo que su amigo decía, pero la parte superficial, no obstante, lo ansiaba. Hielo sobre una picadura, alguien que no lo juzgase. Asintió suavemente, una, dos y tres veces, aguantándose la lengua para contener mejor las lágrimas, autoconvenciéndose con cada pequeño gesto. Necesitaba oír eso, necesitaba el apoyo, el justificante, saber que era válido estar harto, que no era más monstruo que aquel que había matado, que de verdad no era lo que dictaba su vocecita…
Tomó aire, una corriente que entró serpenteante como si en su garganta hubiera múltiples baches antes de llegar a los pulmones. Se sorbió la nariz, se limpió una vez más y asintió otra. Eran unos putos desgraciados. Y en su caso también un inmaduro, y un mentiroso, y un hipócrita y un asesino y… joder, es que era difícil no caer. A lo mejor era más sencillo cuando no eras tú quien había clavado el cuchillo, por eso se aferró a las palabras de Ethan, porque era más fácil y menos doloroso hacerle caso a él que a sí mismo.
Luchaba por sobrevivir. Había matado a un insecto violento, a uno de los monstruos. Pasivos no eran mejor que un rebaño a merced de los lobos, con la ocasional coz para defenderse y poco más. Había hecho lo correcto. Cuando intentó hablar con su madre para ceder su puesto a Kahlo sin resultado, fue su hermana la primera en empezar a putearle. Él no… no era tan malo.
¿No?
Esperaba que Ethan estuviera en lo cierto.
Volteó la mano sobre la que se encontraba la del londinense para apretarla de vuelta. Juntos. Eso al menos no le costaba verlo.
—Gracias.
Permitiéndose la confianza apoyó la cabeza ligeramente sobre la del otro. Al menos ahora sus lágrimas serían limpias y leves, fáciles de arrastrar y apaciguar. Incluso si aquello era una experiencia de mierda, si odiaba que nadie le viera llorar, hubiera presenciado su momento más bajo y ansiase estar solo…
>>Gracias por estar aquí.
No estaban a salvo, pero tan cerca de una brecha llena de muerte incluso las bestias parecían guardar distancia. Eso o habían gastado toda su suerte.
El tiempo pasó deprisa, con esa velocidad que no solo tienen los buenos momentos, sino también los que preceden a las peores cosas. No necesitó comprobar el reloj para saberlo; los pequeños sonidos sueltos cada vez le alarmaban más y la luz había empezado a caer junto con la temperatura, trayendo de vuelta miedos que, comparados con el grueso del día, se le antojaron hasta familiares. Miedo a ser devorado vivo, a los fantasmas, a la oscuridad… cosas “simples” que a fin de cuentas no dependían de él. Mucho más llevable que el miedo a sus propias acciones, seguro.
No hubo charlas extensas ni ataques sorpresa, solo dos chavales jodidos que temen la misma reprimenda. Darse ese espacio era atrasar una inevitable dosis de veneno, pues a toda su culpa ahora se sumaría la horrible preocupación que habrían dejado caer sobre los otros al no dar señales de vida, pero era un mal necesario. No quería que sufriesen por su desaparición, pero incluso si era a costa de jugarse el cuello en una ciudad donde todo parecía querer matarles, necesitó cada minuto para sí mismo. En el torreón no tendrían esa suerte de privacidad.
Además, por mucho que Nohlem desease desaparecer todavía no era un suicida, seguía temiendo lo que ese infierno tuviera que ofrecerles.
—Volvamos —pidió, tratando no verse todo lo inquieto que estaba, fácil dado lo jodidamente abatido que se sentía—. Empiezo a tener frío y… necesito una cama.
Como si todo fuera eso.
“Sí que quieres ser un líder” le susurró una vocecita, de esas que hablan tan claro que uno piensa que llevan razón. “Pero como siempre cuando te toca serlo te das cuenta de que es una mierda, y entonces ya no quieres, ¿no?”. Tomó aire y agachó el rostro, según los primeros goterones caían por su peso. “Eres un puto irresponsable”.
A margen del autodesprecio la presencia de Ethan le dio la vergüenza necesaria para querer limpiarse la cara con la manga de la camisa. En lo profundo de su núcleo le era difícil creer en lo que su amigo decía, pero la parte superficial, no obstante, lo ansiaba. Hielo sobre una picadura, alguien que no lo juzgase. Asintió suavemente, una, dos y tres veces, aguantándose la lengua para contener mejor las lágrimas, autoconvenciéndose con cada pequeño gesto. Necesitaba oír eso, necesitaba el apoyo, el justificante, saber que era válido estar harto, que no era más monstruo que aquel que había matado, que de verdad no era lo que dictaba su vocecita…
Tomó aire, una corriente que entró serpenteante como si en su garganta hubiera múltiples baches antes de llegar a los pulmones. Se sorbió la nariz, se limpió una vez más y asintió otra. Eran unos putos desgraciados. Y en su caso también un inmaduro, y un mentiroso, y un hipócrita y un asesino y… joder, es que era difícil no caer. A lo mejor era más sencillo cuando no eras tú quien había clavado el cuchillo, por eso se aferró a las palabras de Ethan, porque era más fácil y menos doloroso hacerle caso a él que a sí mismo.
Luchaba por sobrevivir. Había matado a un insecto violento, a uno de los monstruos. Pasivos no eran mejor que un rebaño a merced de los lobos, con la ocasional coz para defenderse y poco más. Había hecho lo correcto. Cuando intentó hablar con su madre para ceder su puesto a Kahlo sin resultado, fue su hermana la primera en empezar a putearle. Él no… no era tan malo.
¿No?
Esperaba que Ethan estuviera en lo cierto.
Volteó la mano sobre la que se encontraba la del londinense para apretarla de vuelta. Juntos. Eso al menos no le costaba verlo.
—Gracias.
Permitiéndose la confianza apoyó la cabeza ligeramente sobre la del otro. Al menos ahora sus lágrimas serían limpias y leves, fáciles de arrastrar y apaciguar. Incluso si aquello era una experiencia de mierda, si odiaba que nadie le viera llorar, hubiera presenciado su momento más bajo y ansiase estar solo…
>>Gracias por estar aquí.
—
No estaban a salvo, pero tan cerca de una brecha llena de muerte incluso las bestias parecían guardar distancia. Eso o habían gastado toda su suerte.
El tiempo pasó deprisa, con esa velocidad que no solo tienen los buenos momentos, sino también los que preceden a las peores cosas. No necesitó comprobar el reloj para saberlo; los pequeños sonidos sueltos cada vez le alarmaban más y la luz había empezado a caer junto con la temperatura, trayendo de vuelta miedos que, comparados con el grueso del día, se le antojaron hasta familiares. Miedo a ser devorado vivo, a los fantasmas, a la oscuridad… cosas “simples” que a fin de cuentas no dependían de él. Mucho más llevable que el miedo a sus propias acciones, seguro.
No hubo charlas extensas ni ataques sorpresa, solo dos chavales jodidos que temen la misma reprimenda. Darse ese espacio era atrasar una inevitable dosis de veneno, pues a toda su culpa ahora se sumaría la horrible preocupación que habrían dejado caer sobre los otros al no dar señales de vida, pero era un mal necesario. No quería que sufriesen por su desaparición, pero incluso si era a costa de jugarse el cuello en una ciudad donde todo parecía querer matarles, necesitó cada minuto para sí mismo. En el torreón no tendrían esa suerte de privacidad.
Además, por mucho que Nohlem desease desaparecer todavía no era un suicida, seguía temiendo lo que ese infierno tuviera que ofrecerles.
—Volvamos —pidió, tratando no verse todo lo inquieto que estaba, fácil dado lo jodidamente abatido que se sentía—. Empiezo a tener frío y… necesito una cama.
Como si todo fuera eso.
- ♪♫♬:
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: Cicatriz de Arax
13/11/24, 09:27 pm
Ethan no encontró palabras para responder al agradecimiento, simplemente asintió en silencio, acomodando su cabeza sobre la del otro una vez se hubo apoyado. El punzante dolor que sentía en su pierna había escalado como una serpiente hambrienta, enroscándose en su tórax hasta hacerse un hogar en él. La opresión no se fue por más que pasara el tiempo en buena compañía. No era exactamente miedo, era más bien angustia, el cansancio extenuante que sentía uno tras ver que tras perder el día caminando seguía igual de perdido en el interior de un bosque. A veces uno no era capaz de ver entre los árboles y en esos instantes, dar un paso hacía delante simplemente se le hacía más sencillo que darlo hacía atrás.
La tarde transcurrió así, con la comodidad compartida de dos chicos en mitad de unas ruinas, como si fueran la única fogata encendida tras la tormenta. Ethan no le echó cuenta a la falta repentina de luz, como tampoco lo hizo con el resto de ruidos que a veces decidian interrumpir el respetuoso silencio del lugar. Solo la gravilla rota bajo sus piernas le robaba parte de su atención, pues cuando no miraba al frente lo hacía al fondo, a donde los huesos se apilaban. No fue hasta que su compañero empezó a moverse que su vista más clara y consciente pestañeó confundida por la oscuridad que comenzaba a invadirlos.
-¿Cómo te encuentras? -Le preguntó en bajo, separando con suavidad la unión de sus manos para poder tener mejor apoyo del suelo. Le iba a costar incorporarse.
El quejido no tardó mucho en aparecer, tan pronto su pie sustituyó a su rodilla y se encontró con un latigazo de dolor que hacía semanas que no experimentaba. La constancia del collar le había malacostumbrado, hasta casi se había olvidado de esa pequeña nota discordante que tenía su cuerpo. Por desgracia ahora no contaba con él, así que tuvo que utilizar su lanza como bastón próximo, dejando que la pierna mala descansará en el aire.
-Dame… dame un segundo y estoy.
Respiró una vez por la boca antes de formular una mala sonrisa en su rostro. No podía compartir ni su iniciativa, ni sus prisas, pues para él quedarse fuera era una sentencia pasiva mucho más fácil de llevar. Matarse daba miedo, pero tener un accidente era simplemente… bueno, algo que podía simplemente llegar a ocurrir. Una mera posibilidad.
Igualmente se acomodó en el sitio cargando parte de su peso en el arma, iba a ser un paseo algo tedioso, no solo por el trayecto si no por el destino, pero ya no les quedaba otra. No podían huir eternamente de sus propias consecuencias.
La tarde transcurrió así, con la comodidad compartida de dos chicos en mitad de unas ruinas, como si fueran la única fogata encendida tras la tormenta. Ethan no le echó cuenta a la falta repentina de luz, como tampoco lo hizo con el resto de ruidos que a veces decidian interrumpir el respetuoso silencio del lugar. Solo la gravilla rota bajo sus piernas le robaba parte de su atención, pues cuando no miraba al frente lo hacía al fondo, a donde los huesos se apilaban. No fue hasta que su compañero empezó a moverse que su vista más clara y consciente pestañeó confundida por la oscuridad que comenzaba a invadirlos.
-¿Cómo te encuentras? -Le preguntó en bajo, separando con suavidad la unión de sus manos para poder tener mejor apoyo del suelo. Le iba a costar incorporarse.
El quejido no tardó mucho en aparecer, tan pronto su pie sustituyó a su rodilla y se encontró con un latigazo de dolor que hacía semanas que no experimentaba. La constancia del collar le había malacostumbrado, hasta casi se había olvidado de esa pequeña nota discordante que tenía su cuerpo. Por desgracia ahora no contaba con él, así que tuvo que utilizar su lanza como bastón próximo, dejando que la pierna mala descansará en el aire.
-Dame… dame un segundo y estoy.
Respiró una vez por la boca antes de formular una mala sonrisa en su rostro. No podía compartir ni su iniciativa, ni sus prisas, pues para él quedarse fuera era una sentencia pasiva mucho más fácil de llevar. Matarse daba miedo, pero tener un accidente era simplemente… bueno, algo que podía simplemente llegar a ocurrir. Una mera posibilidad.
Igualmente se acomodó en el sitio cargando parte de su peso en el arma, iba a ser un paseo algo tedioso, no solo por el trayecto si no por el destino, pero ya no les quedaba otra. No podían huir eternamente de sus propias consecuencias.
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