Cicatriz de Arax

No había mucho mas que hacer en esa casa, Hiss no estaba, la casa daba mal rollo y ya tenia la imagen d ellos hechizos en el brazo de Rena, solo quedaba volver y ver si Hiss había decidido volver al torreón por su cuenta. Y si, tal vez lo hubiese intentando, ¿quien sabe? Pero jamas llegó a atravesar siquiera el puente.

Adru fue la primera en verlo y cuando Pam se acerco, sintió como si desapareciera todo el aire de sus pulmones. Sus ojos temblorosos observaron cada detalle frente a ella, la ropa inconfundible, los huesos. <<¿Eso...es...Hiss?>> su mente aun intentaba procesar como podría ser eso posible, como podría haber acabado en ese estado en tan poco tiempo. Nerviosa miro alrededor como si en cualquier momento lo que fuese que le hubiese hecho eso a la humana en tan corto tiempo fuese a saltar sobre ellos de la nada para repetir el proceso. La voz de Guille la saco de su inspección nerviosa,viendo sus ojos temblorosos al sostener un trozo de la camiseta dela humana.

Pam sentía la garganta seca y los ojos húmedos, respirando con dificultad intentando calmarla ansiedad que empezaba a embargarla. << Ha sido muy rápido...muy rápido, ¿que puede hacer esto...así? ¿por qué te alejaste Hiss? ¿por qué lo hiciste? ¡Estúpida, estúpida, estúpida! Miera...otra vez no...ya no mas. Esto...es mi culpa, yo dije que saliéramos... >> la mona del hueso pensaba toda velocidad preguntas e insultos mientras se mordisqueaba los labios con nerviosismo.

Titubeante se acerco a los huesos de la humana casi sin ver a Guille que preguntaba algo que hasta el debería ya saber, las lagrimas de Adru, los intentos de Rena por ser el soporte de todos lo decían a a gritos. Dudosa, tomo uno de llos huesos, sintiendo como la arcada recorría su esófago ante la aterradora sensación, el ser consciente que esos huesos pertenecían hasta hacia poco a una persona viva. Por poco lo soltó de golpe,aterrada, asqueada, pero conteniendo el aliento y apretando los diente no permitió que las temblorosas manos dejaran caer esa parte de Hiss. Respiro hondo, mirando de cerca el hueso en sus manos, una de las costillas,viendo en estos la marcas de haber sido mordisqueados. Su cuerpo se estremeció. <<¿Que clase de criatura...pudo hacer esto tan rápido?>>

-Algo...algo le ataco y debió ser muy rápido...- no supo como continuar, como poner en palabras que llegar a ese estado en tan poco tiempo era demasiado aterrador-...tenemos que irnos de aquí, puede que siga por aquí cerca - dijo Pam hablando nerviosamente conteniendo las repulsa mientras tomaba los huesos esparcidos por el suelo entre sus pequeños brazos todo lo rápido que pudo. Echó en falta el cráneo apenas empezó a recogerlos pero intentó no pensar en que podría haber pasado con este o no seria capaz de seguir recogiendo los restos de Hiss sin ponerse a llorar. Ella había dicho que salieran, ella había contribuido a la muerte de Hiss, no podía sacarse ese pensamiento de la cabeza.

No tenia intención de dejarla ahí, esos huesos eran Hiss, eran ella, no podía dejarla simplemente tiradas por el suelo como si fuesen basura.

Neil todavía seguía confundido por lo que le había ocurrido cuando Pam le preguntó si había notado algo más. El aurva negó con la cabeza, sin querer decir nada porque se sentía mal el haberles guiado a ninguna parte y que ellos creyeran que era porque había sentido a Hiss. No es que hubiera sentido a Hiss, había sentido algo, sin saber qué era. Por lo que él sabía podía haber sido Hiss tanto como podía no haberlo sido.

El sinhadre se asustó levemente cuando Rena le echó la bronca a Guille por llevarse los muñecos, sorprendido por el grito más que porque no estuviera de acuerdo, pero se alegró cuando la irrense le hizo fotos a los pergaminos a pesar de que les había hecho dejarlos. Él tampoco era fan de llevarse cosas de un sitio tan siniestro, pero aquellos hechizos eran interesantes y no le hubiera gustado no poder aprenderlos.

Por suerte para ellos, no se perdieron en el camino de vuelta y no tardaron en volver a encontrarse con aquel socavón lleno de huesos que cruzaba la ciudad.

Cuando vio los huesos y reconoció aquella ropa como la de Hiss, Neil jadeó aterrorizado y las lágrimas comenzaron a cubrirle los ojos. ¿Y sí la sensación que había tenido era una trampa? ¿Y si algo le había manipulado para que no buscaran a Hiss y esta muriera sola? ¿Qué horrible bicho podría haberle hecho eso?

Llorando, Neil miró alarmado como Pam comenzaba a recoger los huesos de la humana, queriendo gritarle que no lo hiciera. Neil entendía lo que la mona pretendía. Hiss se merecía un entierro digno tanto como ellos pudieran dárselo, pero la idea de ir por la ciudad con aquellos huesos aterrorizaba al aurva. Era tan parecidos a los que habían encontrado en aquel oscuro lugar, a los que había en el socavón.

Sentir el contacto de Rena le hizo sollozar con más fuerza y se abrazó a la irrense, enterrando la cara en su camiseta, que pronto se mojaría con las lágrimas de la niña. Se apartó de Rena con cuidado, mirándole a los ojos con el rostro compungido y los ojos hinchados por el llanto. Después pasó a abrazar a Neil, que también lloraba.
—No lo sé, Guille… —respondió de forma ausente a la pregunta del pequeño—. No lo… entiendo…
Por suerte para ella, Zob se llevó al humano aparte, porque no sabía qué responderle. Parecía que algo hubiese atacado a Hiss, alguna criatura muy peligrosa (¿la misma que lo había hecho con Mike en el torreón?) pero no quería poner en palabras el suceso horrible que se estaba imaginando. No entendía cómo no se habían dado cuenta de la falta de la humana hasta tanto tiempo después. ¿O se habría dado la vuelta desde el barrio donde estaba la iglesia? ¿Pero por qúe? La edeel no dejaba de hacerse preguntas que ocupasen su mente en intentar dar respuesta a los enigmas en lugar de en la muerte de Hiss en sí misma, queriendo evitar echarse a llorar de nuevo.

No opinó sobre lo de llevarse los huesos de Hiss, solo quería volver cuanto antes a Letargo y… ¿Y luego qué? No lo sabía. Ya no le gustaba estar allí, quería volver a Sinhdro y llevarse a todos sus nuevos amigos con ella. Quería saber que estarían todos a salvo y nadie más tendría que morir. Quería asegurarse de que a Neil nunca pudiese pasarle nada. Ya le daban igual la magia o las aventuras, solo quería que nadie más muriese.

Sigue en el Torreón Letargo.

-¿Pero qué cojones...? - fue todo lo que acertó a decir el escocés cuando llegó a aquella herida abierta en la ciudad.

Si ver el asesinato a sangre fría de un chico, el combate a muerte de dos seres de otro mundo, y a más gente muriendo como daño colateral no era suficiente ahora la ciudad volvía a ponerle a prueba.

Huesos de todos los tamaños y formas llenaban la Cicatriz de Arax. Algunos mucho más grandes que el humano, a lo lejos de hecho Alec vio una calavera que podría haber tenido a varios como él dentro de la boca y no se habría inmutado.

La impresión le duró unos segundos, el tiempo suficiente para desentenderse de ello.

-Tiene que haber una forma de cruzar esta mierda - dijo a nadie en general buscando por los alrededores algún puente.

Tenía que haber forma de cruzar o estaban jodidos si aquella cosa los alcanzaba.

Luci no prestaba atención a nada a su alrededor, ni voces ni llamadas ni nada. Su cuerpo se movía solo, llevándole lo más lejos posible de esa plaza de pesadilla y todo lo que había ocurrido allí. Fue un milagro que no se tropezase en todo el camino, tal vez la agilidad que le había dado el ser tan inquieto tenía algo que ver, por desgracia el miedo jugaba en su contra y debido a su respiración irregular era poco probable que durase mucho a ese ritmo.

Algo lo hizo detenerse antes de quedarse sin aliento. Se trataba de una enorme grieta que partía el terreno en dos. La consciencia de Luci reaccionó a tiempo para evitar que se despeñase por el borde, y es que la grieta no estaba vacía.

Un río de muerte.

Luci en su vida había visto tanto blanco junto, ni siquiera en los desfiles fúnebres de su padre. Los huesos pelados refulgían a la luz del sol moribundo. Tantos cuerpos a los que habían negado su derecho a reencontrarse con el Demiurgo, condenados a pudrirse al aire. El daeliciano ni siquiera se detuvo a analizar los tamaños dispares de los esqueletos y su extraña anatomía, la blasfemia ante él era demasiado grande.

Cayó de rodillas al borde de la grieta, temblando y llorando. ¿Sería todo eso un castigo? ¿Había ofendido al Demiurgo de tal forma que lo había enviado al lugar más alejado de su gracia? ¿Acaso el Demiurgo castigaba a alguien? Luci jamás había oído sobre ello, pero no se le ocurría ninguna otra explicación.

Lethe no se detuvo ni habló durante el trayecto. No creía que fuese momento ni de presentaciones ni de entretenerse con nada. No sabía si es que algunos de aquellos mamíferos eran unos inconscientes o es que no había reptiles gigantes en su mundo, pero tampoco pensaba pararse a explicárselo en aquel instante. Solo le preocupaban dos cosas a fin de cuentas, obviando su propia supervivencia: Kradko y localizar un refugio.
Así pues solo se detuvo cuando se encontraron con un obstáculo. Y menudo obstáculo. Esperaba, no obstante, que hubiesen ganado el suficiente terreno a los reptiles como para que hubiesen perdido todo interés en ellos.

La enderth se asomó a la grieta, soltando finalmente la mano de la clinger, y sacudió las pumas de su cuerpo para quitarse parte del estrés de encima, aunque el corazón aún le latía a toda velocidad y no solo por la carrera. Emitiendo un leve suspiro se cruzó de alas y observó el fondo de aquel lugar, sopesando si podrían caminar por encima de la pila de escombros y huesos. Algunos parecían demasiado podridos como para aguantar el peso, pero quizás hubiese alguna zona más segura. Detuvo su recorrido al escuchar movimiento proveniente del fondo del barranco. Había algo abriéndose paso bajo la pila de basura.
—¡Qué lucios…! —exclamó al ver asomar un trozo de carne de una extraña criatura—. Idea descartada —dijo en voz alta a pesar de que nadie sabría de qué hablaba.
El ser al que pertenecía aquella cabeza se había dejado ver finalmente, revelándose como una especie de larva de gran tamaño. Y Lethe no estaba loca como para adentrarse en el territorio de un animal desconocido.

Empezaba a impacientarse cuando en su inspección de la zona, ya algo alejada del grupo, vislumbró algo a unos metros de su posición. Las plumas de su cabeza se alzaron al darse cuenta de lo que estaba viendo y realizó una pequeña carrera para volver junto al resto.
—Hay un puente. —Señaló en la dirección del mismo.
No dijo nada más y simplemente echó a andar hacia el lugar. De vez en cuando se aseguraría de que Kradko la seguía, pero no se detendría. Y al llegar al puente colgante sería la primera en cruzar, con cuidado pero sin detenerse.

Kolja bajó a Kahlo al suelo cuando esta dio muestras de encontrarse mejor. A la chica debía haberle shokeao bastante lo sucedido en la plaza, puesto que tenia los ojos llenos de lágrimas. En ese momento Kolja no supo que hacer. Quería consolarla, pero no la conocía de nada y no sabía como se tomaria un acercamiento tan
repentino.
-Me alegro de que no se te haya comido la lengua el gato- hizo el intento de un chiste.
Para cuando Kahlo propuso seguir se la notaba algo más recompuesta. Kolja retomó la carrera con sus dos nuevos compañeros. Pronto llegarón a el lugar donde se habían parado el chico pelirojo y el otro más colorido. Se habían quedado parados delante de una gran brecha en el suelo, pero desde el lugar donde estaba Kolja no podía ver su peculiar contenido. Se fijó tambien en el pajaro y el insecto y en una chica que parecia humana que se encontraban allí. Desde luego eran seres extraños. Decidió que lo mejor era llamar su atención desde una distancia prudencial para no forzar la situación.
-¡Hola!-los llamó Kolja, pisando fuerte para que no se sobresaltasen por no oirlos llegar, aunque con la respiración agitada que tenian los tres se les debía oir de lejos.- Os vimos iros por aqui y decidimos que en grupo tendriamos más posibilidades, asi que os seguimos. Estos son Kahlo y Chromsa y yo me llamo Kolja- les presentó.
Se acercó un poco más para ver el interior de la grieta.
-¡Por el martillo de Thor! ¿Eso son huesos?- exclamó sorprendido. La brecha estaba llena de huesos de todo los tipos y tamaños, todos amarillentos por haber estado expuestos a los elementos durante tanto tiempo. En ese momento el pájaro les anunció que habia encontrado un puente que atravesaba la grieta.
Kolja se encogió de hombros y le siguió hasta un puente colgante que se balanceaba sobre el abismo. Al verlo sus cejas se juntaron tanto que se convertieron en una sola. Aquel "puente" no tenía pinta de ser demasiado seguro. El pájaro no perdió el tiempo y cruzo rapidamente al otro lado, como si lo llevase haciendo toda la vida. Soltó un largo suspiro y puso un pie delante del otro, cruzando el puente a una velocidad casi exasperante mientras este se mecia con el viento y su peso.

La francesa avanzó por las calles junto a la asiática, buscando entre los edificios algo que pudiera parecerse a un refugio de aquellos de los que les habían hablado los seres que dieron el discurso. No tardaron mucho en vislumbrar figuras humanoides en la distancia, y se acercaron a ellas. Amira sonrió al ver más humanos, aunque se le borró la sonrisa de golpe al ver lo que tenía delante.

Una enorme grieta partía en dos la zona, y cuando se acercó un poco más la vio repleta de huesos de todas las formas y tamaños. Empalideció levemente al verlo, turbada «Una fosa común de este tamaño… no se han molestado ni en cubrirla…» se estremeció al pensar que pudo haber causado todas esas muertes. Sacudió la cabeza para quitarse esos pensamientos de encima y miró al resto de cosechados. Además de humanos, había una especie de nutria, un pájaro, un dragón pequeñito que le parecio relativamente mono, un bicho «AHHHHH PUTO ASCO UN BICHO ENORME» y una chica gato «¿Una furry del espacio?»

—Hola… me llamo Amira, ¿vosotros? —sonrió— ¿sabéis como cruzar esta… cosa? —preguntó, mirando la Cicatriz.
Junto a esta había un niño arrodillado, al que se acercó lentamente. No fue hasta que estuvo lo bastante cerca que se dio cuenta de que no era humano, sino un alien que parecía sacado de un mundo de colores pastel.

—¿Estás bien? —se veía claramente que no, pero quería tratar de sacarle de sus pensamientos— Sé que es horrible… Me llamo Amira, por cierto. ¿Tú? ¿De dónde vienes? Me gusta el color de tu piel, es muy bonito.

El pájaro no tardó en encontrar el puente (que resultó ser un puente colgante que no parecía muy estable) y comenzaron a cruzar de uno en uno. Amira se quedaría junto al niño, esperando que se calmara para poder ir todos juntos.

Cuando le empezaba a parecer que se iban a pasar la vida entera corriendo sin parar, un obstáculo en el camino les obligó a detenerse. El grupo contemplaba una gran brecha en el suelo. Incluso Kradko, acostumbrada al colosal cañón que partía el continente principal de Dryfus en dos, estaba impresionada por el tamaño de aquella grieta. No era para menos porque, si bien el de su mundo natal hubiera podido merendarse a aquel y quedarse con hambre, el de Rocavarancolia era al menos abarcable a la vista.

Se detuvo un rato para recuperar el aliento mientras observaba el grupo que se había improvisado a la carrera. Quitando los dos de Dryfus, la gran mayoría de los presentes eran mamíferos muy grandes. Todos menos…

«¡Reptil!»

Si bien aquel era muy, muy pequeño. Más pequeño incluso que la diminuta Kradko. Era hasta mono. Todo lo que podía ser un reptil a ojos de una niña que solo los conocía como máquinas de matar sanguinarias, claro. Pero aquella era una máquina de matar pequeña y cuca. Kradko estaba confusa.

Sin dejar de mirar de reojo al pequeño lagarto, se acercó a la cicatriz mientras cruzaba el más grande de los mamíferos. «Qué lentorro». Cuando observó el fondo, no pudo estar más de acuerdo con el juramento de Lethe: estaba lleno de huesos y algo blanco, gigante y con boca de querer comérsela (o al menos eso imaginaba) se removía por ahí abajo. No, hasta para la clinger estaba claro que bajar ahí era una opción tan viable como entrar en la boca de un tiranosaurio y preguntar qué hay para cenar.

Finalmente llegó su turno. O lo igual lo tomó de forma descarada, tanto le daba. Aquellos seres eran muy extraños, no se fiaba. Especialmente de la lagartija, nunca sabes de lo que son capaces los reptiles. Y que fuera mona solo lo hacía peor. Era como untar de delicioso graddi (una especie de pasta dulce hecha con huevas de pez grapa, toda una delicia para el paladar de la pequeña) sobre una hoja llena de veneno mortífero.

La clinger pasó sin dificultad alguna, sin pensarlo. Aquello para ella era como andar sobre suelo firme, tal vez hasta más fácil. Consideró incluso colgarse de la cuerda y cruzar con las manos, pero decidió que aquel no era el momento de hacer tonterías. Además, no podía fiarse del estúpido pequeño reptil. ¿Y si en su malvada monosidad decidía cortar el puente para intentar matarla? Miró atrás por si acaso, no parecía que estuviera este en posición de hacer nada. Pero y si… «No. No, no nononono».

El pequeño grupo avanzó por la calle que Chromsa había indicado (por el camino le dijo a Kahlo: -Por cierto, me gusta tu manto. Es muy bonito.- no solo porque le gustara, sino porque donde podía ver mejor los colores era cuando éstos eran muy vivos o se agrupaban, como era en este caso) y llegaron a un lugar cuanto menos interesante a la par que espeluznante. El joven ochrorio no vería bien, pero el vacío que se encontraba delante de ellos era lo suficientemente grande como para que el más cegato de cualquier mundo pudiera verlo. Además también podía apreciar en las paredes de aquella fosa muchas manchas blancas que, cuando se acercó un poco más, vio que eran huesos de diversos tamaños.

Al borde de aquel abismo se encontraban los dos jóvenes que había estado siguiendo y otros dos más, por lo que se acercaron y se presentaron: -Por fin os encontramos. Bueno, soy Chromsa.- dijo con el mismo procedimiento que había utilizado con sus otros compañeros (sonrisa y dar la mano). Era gente bastante dispar: estaban el terrestre de pelo anaranjado que le recordaba a Kolja, un joven de piel rosa vestido con un pijama azul (-Debe de ser muy calentito. Seguro que no pasará frío con él.- pensó) que no parecía encontrarse muy bien, una chica pájaro que llevaba lo que le pareció un trozo de caña y un insecto bastante más grande de los que estaba acostumbrado a ver en su planeta.

Mientras se saludaban y hablaban fueron llegando más jóvenes y les saludó a todos de la misma manera que al resto. Llegaron al grupo una curiosa lagarta alada (Chromsa tuvo que agacharse para darle la mano a pesar de que la lagarta caminase a cuatro patas) y tres terrestres más, aunque a diferencia de Kolja y Alec, eran chicas. Se fijó en especial en dos de ellas: la de tez oscura que se llamaba Amira y la que vestía de una manera más discreta en comparación con las tres (a ojos de Chromsa) la cual se llamaba Alyssa. Tal vez sería un pálpito o era tal vez que los ochrorios y los humanos se parecían, pero les resultó guapas y bastante agradables. De hecho es probable que lo hubieran notado, porque al saludarlas su sonrisa se hizo un poco más leve y se cortó un poquito.

-Bueno, con un grupo así seguro que podremos sobrevivir.- dijo lleno de ánimo.

Poco después la chica pájaro (llamada Lethe) se fijó en que había un puente por el que podrían pasar al otro lado de aquel vacío. Se dirigieron hacia el puente y lo fueron cruzando uno detrás de otro. No es que fuera el puente más elaborado del mundo, pero desde luego no se caería (o eso esperaba). A mitad de camino Chromsa miró hacia abajo por curiosidad. Pudo observar que aquel abismo tenía mucha profundidad y, de hecho, solo podría haber distinguido el fondo por la cantidad de hueso que había. Cuando fue a apartar la mirada le pareció ver como algo grande se movía por el fondo y le entró un escalofrío. Era curioso y se estaba preguntando que sería aquello, pero estaba seguro de que en realidad no le gustaría saberlo.

Y finalmente cruzaron al otro lado.

Estaba tan centrada en correr que casi no vio el “barranco” hasta prácticamente tenerlo bajo sus pies. Tuvo que frenar de golpe y se detuvo a escasos centímetros del borde mientras ahogaba un grito. Lo peor para la griega fue que al haberse detenido tan de golpe perdió el equilibrio y se cayó, pero de culo en dirección contraria.  

–Me cago en… – Se calló. El sonido de más gente a su alrededor le recordó la carnicería de la plaza y que podrían seguir persiguiendolos. Se levantó tan rápido como pudo y miró a su alrededor, intentando hacerse una idea de la situación.
Quedaba mucha menos gente que antes, ya fuera porque se habían ido separando por el camino o porque... mejor no pensar en eso. De los que quedaban podía ver a varios humanos, algunos con rasgos humanoides y no humanoides… y luego había cosas completamente alienígenas como como un dragón en miniatura o incluso… ¿Eso era un insecto?
“Supongo que no es menos impactante que ser perseguidos por un lagarto de dos metros” pensó. Tras lo que había pasado no le quedaban energías para seguir sorprendiéndose de lo que veía.

Algunos empezaron a presentarse y a pedir nombres, uno de los no humanos incluso se acercó a darle la mano.
–Alyssa –Respondió distraída, todavía estaba asimilando la situación.
Alguien encontró un puente y la decisión unánime fue cruzar. La idea de pasar por un puente que cruzaba una grieta gigante llena de cosas muertas no estaba en su lista de cosas que le hiciera ilusión hacer, pero no estaba en una situación de negarse.
“Nunca lo estoy, de hecho” Pensó por un instante, pero apartó eso de su mente. Ya estaba metida en bastantes problemas, no hacía falta pensar en lo que había pasado el día anterior. Suponiendo que solo hubiera pasado un día.

“Al menos no parece que aquel reptil nos haya seguido”
Tal vez pudiera respirar algo más tranquila ahora. Al menos dentro de lo razonable.

Siguieron sin más y a la nipona no terminaba de agradarle la ciudad. A cada palmo que recorrian algo más horrible les esperaba. Era el polvo, la traia de los nervios. Podia notar sus zapatos ensuciarse a cada paso que daba. Y esa era otra cosa cara siendo destruida. Mentalmente, seguia tomando nota y planteandose el número de abogados que iba a contratar.
Sin embargo, aquelas nimiedades, como dineros, deudas y agravios se apartaron de su cabeza, sino durante unos instantes cuando vislumbró una garganta enorme, cercenando el suelo en dos- Aquello no era de ocurrencia natural, no. Aquello le hablaba de una destrucción que solo habia visto en documentales. Al instante quiso detenerse, no acercarse más a tal zona, los horrores de las victimas de radiación pasaron por su mente unos instantes después de que hiciera carne a sus ideas.
—Mi nombre es Tomoe Reina.—comenzó, pero no se paró demasiado en la presentación.—Y no creo que sea demasiado seguro cruzar este… accidente geográfico. Una se pregunta que lleva a tantos cadáveres a juntarse a un mismo sitio, sino por la mano de criaturas inteligentes, o depredadores locales.—
Sus ojos viajaron en el grupo. Preferiria que no se dividieran, puesto que aquello avecinaba tan solo más peligro para el individuo, siendo este ella misma, claro. Un banco de peces se juntaba meramente para distraer a depredadores y evitar la isolación del individuo frente al depredador, asi que lo veia una proyección natural a su situación actual, sea cual fuere.
Se fijó en los extraterrrestres, de diferentes tamaños y colores. En el grupo actual, habia una gran presencia de terrestres, o de quienes asumió terrestres. Sin embargo, elementos más raros hacian de otros más obvios, pasando por colores de piel y facciones no humanas y terminando por directamente criaturas que no podria definir exactamente, pero que eran muy pequeñas o radicalmente diferentes de proporciones humanas.
Un ser que se asemejaba a una nutria se le acercó y, remilgadamente le saludó a ella después de saludar a las otras dos de quienes se habian acercado a aquel grupo más grande.
El cambio de actuación de ella y el resto para con las otras dos era bastante obvio. Ojos azules electrificados observaban al ser-nutria, llamado Chromsa, como se habia presentado al menos, dandole la mano a Reina, que hubiera preferido evitar cualquier tipo de contacto físico sin saber si de primeras no eran capaces de pasarse enfermedades los unos a los otros, pero sin duda la presión social de nuevo le llevó a hacer algo en contra de su voluntad. Quizás en otra situación hubiera encontrado adorable la presentación con el alien nutria, casi salida de un cuento de hadas. Pero ella de momento, tan solo se sentia aliviada que sus afectos no se habian centrado en ella.

Separandose un poco de los demás, Reina miró al puente. No se fiaba. No le gustaba. No queria ir ni un metro más cerca de aquel campo hendido de muertos.
—Quizás seria más seguro bordearlo.—sugirió sin mucho ánimo en su tono de voz.

Alec observó a la gente que fue llegando, humanos algunos, aliens otros. A cada extraterrestre más raro, un pájaro, un insecto... Claro que luego Alec pensó que quizá para ellos el raro era él y dejó de recelar.

El pájaro les advirtió de que había un puente cerca por el que podían cruzar.

-Alec - dijo de forma escueta a las presentaciones del resto.- Pero creo que es mejor dejar las presentaciones más largas para cuando hayamos puesto distancia entre nosotros y el puto bicho ese.

Se acercó al pequeño daeliciano y secundó las palabras de su compañera terrestre.

-Cuanto antes dejemos este lugar atrás mejor. No puede traer nada bueno - le dijo dirigiéndole una sonrisa amable.

Caminó y miró hacia abajo, a los gusanos que se movían bajo los huesos, claramente no podía pasar nada bueno de caer.

-Tú verás - le dijo a la asiática.- Yo no pienso dar vueltas como un imbécil buscando un camino que puede que no exista.

Alec cruzó con tranquilidad por el puente de madera colgante. Si su compatriota de casi dos metros no había roto el puente él menos. Gracias a dios el escocés no tenía miedo a las alturas.

Luci había conseguido controlar más o menos su llanto desconsolado. Oía voces a su alrededor y eso podría significar que tocaba salir corriendo de nuevo. Sin embargo no hubo más gritos, solo presentaciones. Una chica de piel como el chocolate fundido y cabello esponjoso le habló. Sonaba mucho más dulce que el hombre enorme, e igual de amable.

-Me llamo… -Carraspeó. Su voz sonaba horrible -Me llamo Lucifehridhe, vengo de la Ciudad del Norte -dijo, pero cuando se dio cuenta de que le estaba preguntando por su mundo añadió, algo avergonzado -Daelicia. Y tu piel también es muy bonita.

La chica de chocolate le había sacado de su trance de horror y gracias a eso se hizo más consciente de sus alrededores. Otros habían seguido su mismo camino y se habían topado con el río de muerte, pero ninguno parecía daeliciano. Había desde personas más o menos agraciadas con colores de piel extraños a un pájaro a dos patas, una especie de bicho gigante y… ¿un lagarto volador? Luci miró con una expresión de desconcierto que rayaba lo cómico al tipo de bigotes largos que se presentó de forma muy educada y le estrechó la mano. Aún en su sorpresa se esforzó en no parecer descortés y dio gracias al Demiurgo por haber podido lavarse las manos en la fuente.

El hombre grande de pelo naranja (Luci no recordaba su nombre) también estaba allí y tanto él como Amira le animaban a moverse. Debían cruzar el río de muerte, algo que no le hacía ninguna gracia.

Le costó ponerse en pie pues debido al miedo y a la carrera sentía las piernas como mantequilla y desde luego ver qué tipo de puente tenían que cruzar no ayudó mucho a su estabilidad.

-¿No hay otra forma?

Luci recordaba el puente traslúcido y brillante del río helado en su ciudad y lo comparaba con esa hilera de tablones roñosos atados con cuerda y le daban ganas de echarse a llorar. Sin embargo no podía quedarse allí, todos estaban cruzando, a su espalda solo quedaba la matanza y las tortugas raras con cuchillos, y qué salados, si dos tipos grandotes y un bicho saltarín habían podido cruzar sin problemas él también debería poder. Respiró hondo para darse fuerzas y cruzó detrás de Alec, seguido de Amira.

El cumplido de Chromsa a su mantón logró sacar una sonrisa de suficiencia en la cara de Kahlo, y aunque le habría gustado seguir hablando sobre el tejido y el buen gusto del nutrio, ahora era lo último que se le pasaba por la cabeza. Dieron con las dos personas a las que estaban siguiendo, un pequeño vestido de azul con piel la color pastel y el pelirrojo… del que pronto descubrió que no era granta, ni siquiera varmano, sino que parecía pertenecer a la misma especie barbuda y de nariz extraña de Kolja. La decepción habría sido leíble en su rostro de no ser por el inmenso barranco que abría la tierra en dos y continuaba más allá de su vista, a pocos metros de donde se encontraba. Kahlo dejó caer la mandíbula, claramente consternada al ver lo que sospechaba había hecho caer de rodillas al joven rosado: huesos, montones de huesos blancos, pulidos, astillados, acumulados en aquella gigantesca fosa común. La imagen era bastante desoladora de por sí, mas el cuerpo le empeoró al ver al acompañante de (lo que asumió una hembra por la voz) la pájara bípeda, un insecto gigante.

La chica saltó hacia atrás casi como un gato asustado. Aquel ser eran malas noticias, no porque le diera asco, sino porque en su mundo bichos de tanto tamaño no eran otra cosa sino una amenaza, uno de los motivos por los que los granta tenían tan buenas armas. Inconscientemente, Kahlo se había echado hacia atrás y evaluaba al insecto sin vergüenza alguna, solo suavizando su tensión al no ver señal hostil ni por su parte ni la del resto.

No se presentó como los demás, solo les miró desde su sitio con los brazos cruzados y expresión expectante, dando pequeños golpecitos al suelo con el zapato. Cuanta más gente estrechase la mano de Chroma, más rodaba los ojos.

—¿Podemos dejar esta tontería para luego? —bufó—. Muerta no me sirven de nada vuestros nombres.

Dos jóvenes más de nariz picuda se unieron al grupo, justo cuando Kahlo pensaba que las ropas de todos los allí presentes no podían ser más estrafalarias y de mal gusto. Sin embargo había dos cosas en ellas de su agrado: la piel de una y las palabras de la otra.

Se situó cerca de la de enorme pecho «por todos los espíritus, ¿es eso normal en su especie?» , guardando aún cierta distancia al darle la razón. Aunque ya hubiera gente cruzando, Kahlo no quería pasar por ahí.

—Estoy con… —la miró unos segundos, rebuscando entre los nombres que no se había molestado en memorizar—. Tomoe. Además, ¿cómo sabéis que la ciudad no empeora más allá?

«Al menos allí no nos siguen reptiles gigantes» se respondió a sí misma con nerviosismo.

No quería caer al abismo de huesos, pero tras haber visto el espectáculo de la plaza tampoco quería quedarse allí. Resopló, mordiéndose el labio inferior para aplacar su miedo, aún muy vívido, negando suavemente con la cabeza ante lo que iba a hacer.

—Maldita sea —chistó.

Siguió a los demás con un ritmo notablemente más lento, agarrándose con ambas manos a las cuerdas. Le hubiera gustado que las piernas no le temblaran durante el trayecto, pero el vaivén y el crujir del puente sumado a los huesos y los enormes «¿¡gusanos!?» que se removían en el fondo, lo raro hubiera sido que cruzase sin susto alguno.