Cicatriz de Arax

Un profundo y largo tajo en la tierra parecía separar la ciudad en dos. Lo mas preocupante era la cantidad de huesos que parecía existir en aquel lugar, aunque a parte de estos también había armas y armaduras.

-Esta ciudad.... Llevo rato preguntándome por qué esta en estas condiciones.... Y al ver esto ,quizás y solo quizás sea que la ciudad haya conocido la guerra.- fruncí el ceño al comprender por donde iban mis pensamientos,- Ignoradme, no son mas que divagaciones.

En ese momento una cancioncilla que cantaba comidas irrumpió sobre nuestras cabezas. Al alzar la mirada lo primero que pensé fue que aquello era un barco, !pero los barcos iban sobre el agua¡. Luego recapacite y me di cuenta de que realmente era una especie de bañera, aquello tenia aun menos sentido. Lo siguiente que vi fue que literalmente tiró las cestas a la grieta. <<Claro que si coño. No habrá tierra suficiente para depositarlas ¿eh?>>. Justo me iba a ofrecer a ir por la comida cuando unas ondulaciones se movieron entre los huesos y la cesta desapareció bajo toda aquella blancura.

Korasihanna se ofreció para pasar primero por que según ella estaba mas delgada y pesaba menos, vamos que prácticamente nos llamo a todas gordas, hice un mohín e hinche un poco los mofletes cuando me toco pasar por el puente.

-Yo no estoy gorda,- dije al llegar, me volví a los del otro lado y dije,- Eh, Ozzchreanos, te toca pasar,- el chico no se movió del sitio, mire la pasarela y no creí que pudiese resistir el peso de los dos, de súbito tuve una idea,- Oye Marsi, ¿me prestas un segundo tu látigo?, es para hacer pasar al chaval,- la chica de nariz simpática no puso pegas,- Muy amable cariño,- dije con una sonrisa.

Pasé el puente con gesto decidido, llegué hasta el chico mole, el cual parecía que aun estaba medio dormido, le até el látigo a la muñeca con un nudo que no se deshiciese y empecé a andar por el puente, el látigo se tensó y comencé a tirar del chico rapado.

—¿Quizás? No, seguro —le dije a Sura cuando comentó lo que pensaba sobre la aparición de aquella brecha—. Una fosa común, y más tan grande... Esto solo puede haberlo provocado una guerra.

Pronto comenzamos a pasar a través de una tabla de madera que Kora se aseguró de demostrar segura, llamándonos gordos de paso. Cuando le tocó el turno a Ozz hubo que volver a ayudarlo a andar, ya que no parecía querer moverse por sí mismo. «¿Pero qué le han hecho para que venga aquí? Y yo que creía que el tío ese me había drogado. Si está así a saber cuanto humo verde de las maravillas ha tenido que tragar para que le secuestren». Crucé detrás de él sin dudar demasiado, aunque más seguro que la inmutable mole-nutria. Tras esto no tardamos mucho en poner rumbo hacia las bañeros, un poco ansiosos, o por lo menos así era en mi caso, de conseguir ya la comida. «Aunque espero que no nos den de comer esas asquerosidades».

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Yrfylltabgemesh se asomó a la enorme grieta y, al contemplar su contenido, todas sus dudas sobre la naturaleza de aquella extraña competición se disiparon. Allí se mostraba la verdadera naturaleza de la ciudad: Miles de muertes y gusanos gigantes que devoran a los indignos. Sí, desde luego, allí podía ver cualquier observador de mente despierta y carácter despierto la mano de Chernogar.

Cuando dejó de observar aquella maravilla, se centró en sus compañeros, observando cómo cada cual cruzaba el abismo y cómo hacían cruzar a su vez a los demás. Debía tomar nota del comportamiento de cada uno, pues aún albergaba serias dudas sobre si el carácter de su misión era cooperativo o competitivo. Y, aunque debiera mostrar superioridad física, intelectual y racial sobre aquellos infraseres, era consciente de que sólo un ignorante subestimaba al enemigo, y que los ignorantes acababan sus días formando parte del hogar de los sagaces.

Por ejemplo, dio buena cuenta de las habilidades de vuelo que poseía el emplumado. Puede que no las hubiera usado, pero su determinación tan natural y despreocupada a recuperar las viandas depositadas en la falla era tan reveladora como la imagen de su figura surcando los cielos. También tomó nota de la necesidad de vigilar a aquel curioso ser que parecía comportarse como un cherngonthjrok, pues era evidente que su debilitado intelecto podía ser compensado por su fuerza más que evidente. ¿Era acaso un servidor del Gran Chernogar infiltrado entre sus filas? ¿con qué fines? ¿Era a caso aquella apariencia de estulticia una treta para disimular un intelecto corriente entre los seres de su especie? En caso de que así fuera, era evidente que pretendía pillarles por sorpresa, y no podía permitir bajo ningún concepto caer en una trampa tan burda.

Cuando, por último, le llegó el turno de cruzar el abismo, guardó las dagas y recorrió la tabla a cuatro patas, utilizando la cola como timón para evitar pérdidas del equilibrio, para luego seguir al grupo, vigilando la inerte y silenciosa ciudad, a la espera de su siguiente movimiento.

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Avanzaron a buen paso y bastante juntos al menos Dhelian si lo hizo, hasta que finalmente frente a sus ojos incrédulos apareció una enorme brecha en la tierra que prácticamente separaba la ciudad de lado a lado "¿Como se ha creado esta brecha aquí en medio? No parece haber sido creada de forma natural" se pregunto sorprendido separándose un poco de grupo que hablaba entre ellos para mirar hacia el interior, aunque desconfiado al respecto si esa cicatriz no era natural significaba que algo la había hecho y ese algo fuese lo que fuese debía ser grande. Se asomo con precaución, ahogando una exclamación de sorpresa al ver el fondo cubierto de esqueletos y huesos destrozados de criaturas que ni siquiera tenían forma humanoide "Que...que...¿que es esto? ¿Por que están todos estos huesos aquí en vez de haber sido debidamente lanzados a un volcán para que descansen?" todo en aquella ciudad empezaba  resultarle mas extraño por momentos por suerte para Dhelian pudo escuchar parte de la conversación de sus compañeros que explicaba que tal vez ese fuese el rito fúnebre de aquel sitio. "Dudo mucho que así los muertos puedan descansar" pensó sacudiendo ligeramente la cabeza, nada parecía estar en su lugar, volviendo junto al resto que estaba ya buscando una forma para atravesar aquella cicatriz.

Estaban en ello cuando una voz se empezó a escuchar desde lo alto, Dhelian temiendo que fuese nuevamente aquellos dos personajes de la fuente levanto la vista encontrándose con...una bañera voladora pilotada por un espantapájaros. "....." ni siquiera pudo pensar algo coherente que decir, aquella ciudad decía a voz en grito 'Tengo magia', aunque fuese de una forma tan irreal. Para mas surrealismo, el espantapájaros comenzó a gritar comida, comida que estaba revolviendole el estomago "¿No me digas...que eso que se espantapájaros esta diciendo es el menú de esta ciudad?" pensó espantado imaginándose como seria probar aquellas cosas y produciendole asco inmediato y que consiguió quitarse al comerse uno de los caramelos que llevaba en su riñonera, l tiempo de ver como aquella bañera voladora tiraba una de sus cestas con tan mala puntería como para que cayera en ese mar de huesos que se encontraba en el interior de la brecha. "Como se nota que esta hecho de paja" pensó con cierto sarcasmo al ver como comenzaba a hablar sus compañeros sobre ir por la comida, osa que no pudo hacerse, pues uno enormes gusanos gigantes aparecieron repentinamente de entre los huesos lanzadose sobre la cesta y sobresaltando al grupo entero. Dhelian que estaba a poco menos de un metro de la cicatriz se aparto rápidamente, pudiendo haber obtenido por poco el color enfermizo de los que lo acompañaban por el susto.

-Vayámonos de aquí, no hay forma de obtener esa comida, la bañera se fue hacia otro lugar probemos en otra parte- dijo rápidamente no dudando en pasar por la tabla de madera cuando estuvo seguro que era segura y evitando mirar hacia abajo. No le apetecía en lo mas mínimo comer lo que decía el espantapájaros que llevaba en las cestas, pero con suerte todo seria una exageración y habría comida normal, lo que era mas importante era no quedarse sin comer.

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Una vez comprobado que el mensaje llegó desde Serpentaria, mandé otro con "funciona" de vuelta a Serpentaria. Luego me armé con las cimitarras y el espontón y me puse en camino hacia la Cicatriz.

Según el mapa, cruzaba casi toda la ciudad de este a oeste. Podría recorrerla entera buscando algo. La idea era empezar desde la zona más cercana a la Sede, bajar hasta el este y luego subir de vuelta. Tenía que buscar o bien un hueso que sirviera de martillo o bien, si había suerte, un martillo o uno de guerra...

Lo malo era buscar algo tan concreto en semejante maraña de huesos y basura, además de los gusanos que de vez en cuando asomaban la cabeza si pasaba demasiado tiempo levitando en el mismo sitio. En cierto momento decidí no arriesgar más con la intangibilidad y pasé a caminar por el borde, teniendo cuidado de lo que me pudiera sorprender. Por ejemplo, pasé cerca de lo que según el mapa se llamaba "Plaza de los Colaespina", que, si la lógica no me fallaba, colaespina eran los bichos que divisé al otro lado de la Cicatriz. También comprendí el por qué del nombre de forma empírica al ver las espinas que me lanzaban. Entre esto y que no estaba teniendo mucha suerte, me mosqueé y miré las uñas mientras me alejaba de su alcance. <<No puedo confiar en ellas... No mucho, ni siquiera un poco>> Y entre eso, el no saber manejar muy bien el espontón, y que eran cuatro, decidí no entablar combate.

Por eso dejé de ir hacia el este y volví hacia el punto de inicio, mientras me curaba un par de arañazos y me arrancaba una maldita espina. <<Veréis otro día>> Esto me recordó a la "venganza" para las hienas, cuya zona quedaba cerca, pero no era el momento.

Las montañas asomaban, cercanas, entre los tejados, cuando descubrí un martillo entre los huesos. O al menos la cabeza de metal, ya que del mango tan solo quedaban unas astillas <<Puedo repararlo>> Me hice con la pieza como pude y, por fin, volví a la Sede. Eso sí, sin quejarme de los malditos gusanos por el camino. <<Pero porque son necesarios, si no... Eso sí, otro día cazo un colaespina, a ver a qué saben>>

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Guiados por el mapa, volvimos a divisar la Cicatriz de Arax. Había leído un poco sobre esta en el libro de historia y... Era alucinante. Saber que alguien hubiese provocado semejante destrucción era la abrazadera mental que necesitaba para convencerme de que la magia aquí no era irreal, por muy ilógico que me pareciera.

Pero fuera de estas cavilaciones, encontramos el sitio para cruzar, y sin mucho ruido ni problemas pasamos al otro lado. Y seguimos la ruta establecida previamente.

Nfdr: A no ser que alguna GM me diga "quieto' parao' ".

Llegamos de nuevo al cementerio de huesos casi sin esfuerzo. La cantidad de veces que hemos mirado el mapa y las rutas propuestas nos hizo pasar por las calles rápidamente. La cicatriz se volvía a ver imponente toda rellena de huesos blancos y armaduras oxidadas.

Al poco tiempo de ir bordeando la cicatriz encontramos un buen sitio por donde poder pasar la enorme  grieta. Al comprobar la consistencia de nuestro puente improvisado vuelvo a pasar yo primera tranquilamente. A decir verdad, gracias a mi poco peso la madera solo cruje al pasar por el tramo medio de la estructura. Al llegar a la otra punta espero a los chicos viéndolos pasar observando como ahora al pasar por las tablas lo hacen de manera un poco mas eficiente. Algunos mas que otros.

Al pasar todos volvemos a ponernos en camino. Todo el tiempo que estamos en los bordes de la cicatriz me los paso mirando al interior de la fosa. No concibo como pueden dejar a los muertos así, sin un entierro digno para ellos. El color de los huesos me eriza el vello de la nuca. Por alguna razón me llama poderosamente la atención la cantidad de criaturas diferentes que podría haber en esa amalgama de huesos, armas y armaduras. A decir verdad, no me gustaría acabar formando parte de ese cementerio.

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Llegaron nuevamente a aquella fosa de huesos que tan mala espina le daba, el hecho de que tener que atravesarla para ir hacia el torreón donde supuestamente estaba el resto del grupo no le gustaba nada a Dhelian. Aunque por suerte aquello gusanos que vivían entre los huesos no era capaces de saltar o escalar a través del muro de tierra de alrededor, por si ese fuera el caso lo tendría muy complicado para enfrentarse a esa cosa.

Cuando atravesaron el puente sintió un pequeño alivio, pero no debía aun aliviarse les quedaba una buena caminata hasta Maciel. Echando una ultima mirada a los huesos de la cicatriz, y notando cierto movimiento entre estos, siguió a los demás.

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Llegamos a lo que el libro llamaba Cicatriz de Arax, y que tuviese nombre propio no hace si no levantar mas dudas en mi mente. <<¿Se llama así por que la guerra se llamó Guerra de Arax y estas fueron las consecuencias o por que el que tuvo la idea de agrupar aquí a los muertos se llamaba así?>>.

Sea como sea pasamos la grieta por el mismo sitio que la ultima vez y sin muchos problemas, ya en el otro lado decidimos continuar nuestro camino.

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La “pequeña” expedición, si es que realmente se podía llamar pequeño a un grupo constituido por más de la mitad de los habitantes del torreón, se movió a través de los caminos planificados sin inconvenientes, para llegar una vez más a la inmensa grieta de los huesos. Ese lugar no terminaba de gustarle, pero si cruzaba toda la ciudad no les quedaba otra que atravesarla, con lo que supuso que disfrutarían del paisaje unas cuantas veces más en un futuro.

La mirada de Akasha se desvió involuntariamente hacia abajo mientras esperaba su turno para cruzar el precipicio sobre el precario acceso improvisado, percibiendo la profundidad aproximada y una ligera idea de los contenidos de su fondo, sin terminar de ver nada que mereciese la pena puntualizar. Aun así, el vistazo sirvió para que pusiese especial atención a cada paso para no terminar junto con el resto de cadáveres. Eso retrasó las cavilaciones e ideas que la “Cicatriz de Arax” –un nombre que había oído de sus compañeros- inspiraba en su mente, así como en la de sus acompañantes.

El grupo continuó, una vez superado el obstáculo, en la dirección que se había establecido de antemano. La campesina, por su lado, continuó con la marcha sin hacer preguntas: no le quedaba otra que confiar en la orientación de aquellos que encabezaban la marcha.

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Difícilmente podía Cío contener la curiosidad por la famosa biblioteca. Habría sido difícil ir antes, aunque ya hacía algunos días que se le habían pasado las agujetas incapacitantes, de hecho había estado practicando con Shaco y los demás a aquel juego en cuanto se encontró mejor. Pero deseó no tener que volver a correr nunca de aquella manera «hasta las orejas, hasta las putas orejas me dolían». Caminaban por la calle de nuevo, eran un grupo reducido, e iban tan atentos al entorno como era habitual. Cío proyectaba el mapa en su brazo igual que también hacía Archi, y cuidaban de no perderse en los callejones.

Llegaron a una zona donde los edificios empezaban a escasear más cada vez, estando la gran mayoría en un estado deplorable. Al fondo, en una zona más o menos llana, se veía una grieta que atravesaba la calle y se perdía de vista por ambos lados de la explanada. Las casas de esa parte eran básicamente meras montañas de escombro. En el mapa ni siquiera figuraba semejante grieta, y lo peor era que no parecía haber ninguna forma de cruzarla a la vista, a pesar de que el camino marcado la atravesaba.
—Tiene que haber un puente en algún lado—murmuró para sí, sin apartar la vista de la proyección del mapa.

Según se fueron acercando al borde fue cuando pudieron ver todo lo que contenía el fondo de la grieta. Huesos y más huesos, pero también metal oxidado de viejas piezas de armaduras y armas. Prácticamente solo se veía blanco y gris en el fondo, todo renegrido y desgastado por el paso del tiempo. Era como un cementerio comunitario al aire libre, y daba verdadero asco lo antihigiénico que tenía que haber sido eso. «¿Qué les costaba cremar? Tienen magia, ¿no?».
—Y ahora… ¿hacia qué lado vamos?—preguntó a nadie en particular, mirando con interés la maraña de huesos de la fosa. Le había parecido ver calaveras y espinazos que no corresponderían siquiera con gente de los otros mundos que había conocido—. Eso parece un lagarto gigante—comentó admirado.

Archime comenzó la salida caminando a un paso más apresurado de lo normal debido a la impaciencia, pero enseguida tuvo que corregirse pues ya había empezado a jadear ligeramente. Con el mapa siempre en la pantalla, atravesaron una buena parte de la ciudad sin nada reseñable a parte de los omnipresentes escombros y edificaciones en diferentes estados de precariedad. A aquellas alturas estaba claro que la ciudad entera presentaba aquel aspecto de decadencia absoluta.

Sin embargo, a lo que se podía estimar como aproximadamente medio camino según el mapa, se encontraron con un accidente geográfico inesperado. Aunque tal vez no se pudiera calificar como tal a algo que a toda vista no era una formación natural.

El biomecánico permaneció cerca del borde de aquella enorme grieta en cuyo fondo se apilaban toda clase de restos orgánicos e inorgánicos, entre los cuales destacaban estructuras óseas de todo tipo de seres y armas y armaduras de metal completamente abolladas, destrozadas y cubiertas por la mugre y el óxido. Archime no tardó en realizar una fotografía desde varios ángulos de aquella especie de fosa común de gigantescas proporciones. <<No, probablemente los dueños de estos cadáveres fallecieron en el mismo momento que se creó esta enorme grieta, fuesen cuales fuesen las circustancias>>. Era lo más lógico y se preguntó si aquello había podido ser obra de la magia. Tratándose de Rocavarancolia le parecía muy probable. Una vez más se preguntó por qué no se habían deshecho de los cuerpos de una forma más eficaz a posteriori, pero la lógica que seguían los rocavarancoleses seguía siendo uno de los mayores misterios irresolubles para el programador.

—Para efectuar la búsqueda de un puente con más eficacia… —se detuvo a media frase y le lanzó una mirada de soslayo a Taro—. Sugiero dividirnos y caminar en direcciones opuestas, de tal modo que Cío y yo complementemos grupos distintos a fin de que el primero que halle dicho puente se lo comunique al resto a través de wireless —se rascó ligeramente el cuello con cierto nerviosismo, preguntándose si el carabés seguiría considerando que necesitaba abreviar más.

- ¿Cómo va el pie?
- Bien.- La torcedura inicial hacía tiempo que estaba solucionada, y las heridas eran molestas, pero no influían ya en la movilidad. Ri había descartado el bastón en los últimos días.
“Perfecto, porque te vienes.” Y así es como había acabado en el grueso del grupo rumbo a la famosa biblioteca. Sentía  una opresión leve bajo el pecho, y había cierta tensión añadida a su postura. Ri tuvo la vista perdida en los alrededores durante todo el paseo. Los breves pinchazos que subían por su pierna al tensar la piel nueva no le hicieron cambiar el gesto, aunque no le pasaban desapercibidos.  A decir verdad, nada le pasaba desapercibido: notaba la tela alrededor del cuerpo, la brisa cuando daba, el sonido de los pasos. Una vez atravesado el umbral de Maciel, la luminosidad la hacía consciente de todo lo que la rodeaba, y a lo largo del camino se concentró en ello hasta el punto de estar abstraída, ausente de toda conversación. Se quedó aún más ensimismada cuando llegó a la grieta. Larga, escabrosa y llena de huesos hasta donde se perdía la vista. Unas manos  la empujaron y sujetaron al mismo tiempo, sacándole un grito ahogado.  Por supuesto, a Nero le daba igual el reproche o la mirada asesina de Ri.
- Me parece bien.- dijo el edeel a Archi, mirando de reojo a su pareja para comprobar que ahora estaba atenta al grupo. Ri frunció los labios un instante, antes de asentir al chico bestia. Los dos siguieron al mismo, y cruzaron de los primeros el puente. Nero pasó delante, notando la mano de Ri cerrarse en la espalda de su camisa mientras estaban suspendidos sobre los huesos. Sonrió brevemente, antes de esperar al resto en la otra orilla de la grieta.  Cuando estuvieron todos, reemprendieron el camino.

A medida que prosegian con el paseo, guiados por aquel mapa, el aprendiz se dio cuenta que los edificios iban disminuyendo, hasta finalmente desaparecer. Justo antes de vislumbrar la enorme abertura en el terreno el ruso arrugó la nariz y venteó el aire delante de su cara.
-¡Qué peste! ¿Lo oleis? Huele a...-

Finalmente aquel lugar tan lóbrego se postró ante los macieleros. La mandíbula del aprendiz se precibitó, mientras este se quedaba pasmado ante la escena.
-...a fosa común...-terminó por decir, casi en un susurro. Aquel lugar le daba mala espina. Agarró fuertemente su bõ y tragó saliva. Entre los esqueletos, podian verse huesos que sin duda pertenecian a grandes animales, otros a grandes criaturas imposibles, pero quizás, lo que más chocase al aprendiz, fuese el hecho de que si se fijaba podia encontrar algun brazo, craneo, caja torácica que sin duda habia pertenecido a un humano. O a un humanoide, visto lo visto en la ciudad. Que bestias y personas muriesen en el mismo lugar era escalofriantemente deprimente. Ni se planteó por un momento que o quien habia causado tanta muerte y destrución, pero solo pusó en palabras un pensamiento claro.
-V-Vayamonos de aqui cuanto antes...-justo entonces, sus orejas pudieron capturar un sonido, como un sonido de una matraca de huesos moviendose desordenadamente, como si fuese arena. Asomandose por el inestable puente, al aprendiz le castañeaban los dientes.-¡HE OIDO ALGO! ¡Hay algo ahí abajo!-exclamó enfrentándose a sus compañeros para informarles. Sin embargo, no pudo aguantar más y perdió los nervios. Revolviendose el pelo nerviosamente, el aprendiz dejó un grito en el aire mientras cruzaba el puente zarandeando los brazos por encima de su cabeza, aterrado hasta los huesos. Cuando llegó al otro lado de la Cicatriz sigió corriendo un rato hasta que casi perdió de vista aquel lugar tan siniestro. Respirando profunda y forzosamente, el aprendiz lucia más pálido que de costumbre. Tenia una mano agarrandose el pecho y otra sujetando el bõ tan fuerte que sus dedos se habian vuelto blancuzcos del esfuerzo.
>> Y justo cuando pensaba que ibas a hacer una referencia a Shrek decides echar a correr! Hahaha