Subterráneos

Camino al lado del vampiro mientras intento no tropezarme en la oscuridad. Escucho sus preocupaciones y rio mientras niego con la cabeza.-¿Luchar? ¿Te refieres cuerpo a cuerpo? ¿Que pereza no?- Mientras hablo con él mis chanclas resuenan por toda la zona. Mis zapatos no son los mas adecuados para este tipo de terrenos. Al segundo tropezón sonrio y hago que la arena que me recubre me alze sobre el suelo para deslizarme por el sin problemas.

-Jack. No estaria nada mal poder verme los pies. Ademas, un consejo. Nunca lleves chanclas por esta zona. Andar en chanclas es complicado con las aceras de arriba pero aqui ya se hace super discreto y comodísimo.- Digo en un tono de burla.- A si que con tu permiso voy a hacerme un par de lamparas.- En el momento que le explico mis intenciones dos esferas de arena salen de mi bolsa y de un chasquido aumentan su tamaño ahuecandose su interior dejando espacios en su superficie. Al mismo tiempo comienzo a tejer un hechizo de luz y lo anclo al interior de la esfera pudiendo comprobar la inmensidad de la sala donde nos emcontramos.


Al adentrarnos en la profundidad multiples formas nos esquivan y murmuran. Yo miro al rededor. Nunca he estado en este lugar por lo que no se muy bien que podemos encontrarnos. El vampiro señala a la negrura y me indica que hay una cueva cerca por lo que haciendo una señal le indico que le sigo.

Al entrar en la cueva detecto movimiento al fondo por lo que e paro en seco y le señalo mientras atenuo la luz de mis esferas. El vampiro me dice que ya los habia visto antes y que queria probar a las figuras con ellos. Me encojo de hombros y con un gesto solemne le indico que puede comenzar. -A ver que ordenas a tus muñecos. Si quieres mi consejo yo mandaria a la araña en primer lugar, que vaya por el techo. Es silenciosa y puede comenzar con un poco de guerra quimica. Puedes mover a los perros para que se acentue un poco el poder del repelente y despues echarle la araña encima desde el techo y ver como juegan. Despues yo mandaria a los golems. Recuerda que en modo ataque la chica saca sus espadas de arena.... Pero bueno, son tuyos, harán lo que tu odenes que hagan.- Digo alzando las manos.

Las criaturas elegidas por el vampiro son tres suertes de quimeras. Una grande, de unos dos metros y medio, con cabeza de toro y cuerpo de gorila con musculos marcados y varias cicatrices. El cuerpo de la bestia esta sin pelo, completamente calvo. La mediana tiene un cuerpo fino parecido al de un leopardo grande con cola de serpiente y cabeza partida a la mitad en dos hemisferios repleto de dientes quedando desproporcionada al resto del cuerpo. La última tiene cuerpo de caballo con seis garras, la cabeza esta deforme, una fila de dientes serrados y dos pares de ojos forman parte de la cabeza con forma de ofidio sin escamas. Los tres parecen no percatarse de nuestra presencia, el hedor de la muerte nueva se respira en el ambiente mientras los tres engendros disfrutan de su pieza recien cazada. Sonriendo le doy un toque con el codo al vampiro mientras saco dos torrentes de arena que forman dos sillones orejeros orientados a las bestias. -Sientate y disfruta de tus lacayos. Luchar uno mismo es algo que cansa demasiado. Deja que se luzcan los nuevos. ¿Tienes alguna copita por ahi?- Digo tras sentarme y dar unos toquecitos en el brazo del sillón.

<<¿Pereza? Qué tío...>> pensé, contrariado, aunque no dije nada en respuesta. No era necesario ya que había montado mis dagas, cosa que no habría hecho si pensase como él. <<Por favor... Pereza da quedarse quieto>> En cuanto a lo de la luz, lo habría solucionado yo de no haber dicho lo de la pereza<<Ahora te buscas la vida, señor vago. Encima va con chanclas... ¿De verdad que no lucha? Pff...>>

La situación mejoró en cuanto habló sobre las criaturas. Asentí y coloqué a la araña delante, por el techo.
-Anda, quimeritas. Vamos al lío... ¿Espera, qué dices?

Había hecho dos malditos sillones y, para colmo, me invitaba a sentarme. No, para colmo que me pidiera bebida aquí fuera. En los Subterráneos. <<Este tío... Ahora te vas a reír>>
-¿Una copita, dices? Voy a ver.

Me giré y me acerqué a la puerta. Luego desandé el camino en silencio mientras preparaba un hechizo de olor falso bastante potente y después lo lancé al brujo. Al momento volví a hablar:

-Lo lamento, pero si vuelvo a entrar, los hechizos trampa se lanzarían contra ti. Sólo tengo sangre, ¿quieres?.-abrí una petaca y le di un trago en sus narices. Luego me encogí de hombros.-Que luchen ellos, entonces.

Ordené a la araña que dispersara el repelente sobre las quimeras y luego lancé a los perros a por la más rezagada. No me senté sino que me mantuve rígido, de pie, observando a los guardianes hacer su trabajo. A la par, el olor a sangre de Matt fue inundando el túnel <<Espero que le gusten los mosquitos>> Quizá él no los viera, pero en la "retaguardia" de las quimeras empezaban a amontonarse unos mosquitos de tamaño considerable en comparación con los terrícolas. La primera quimera en caer lo hizo rápido, acosada por los tres perros. Las dos siguientes tardaron más, pero en cuanto añadí a la chica con sus cuchillas y al grandullón, fue cosa sencilla. Y entre tanto, el zumbido se fue acercando. La araña hizo retroceder a algunos, los gólems a otros, pero los más pequeños sí que llegaron, lanzándose en picado a por el brujo.

-Van a por ti, chaval. ¿Qué les has hecho? ¡Sálvese quien pueda!

Tras decir eso, me desvanecí en humo para luego internarme en la oscuridad del túnel, lejos de las esferas de arena del brujo. <<Pereza da verte luchar. Podría hacerse armas de todo tipo y monturas de todo tipo y luchar con ellas... Vago>>

Me acomodo a mirar como mis creaciones destrozan el grupo de quimeras. Un fuerte olor a sangre comienda a inundar la zona. Arrugo la nariz ante ello olfateando y lo achaco a la carniceria de mas adelante.

Cuando ha acabado el show comienzo a percatarme de un ligero zumbido en el ambiente pero no es al escuchar gritar al vampiro cuando me fijo en la marabunta que se avalanza sobre mi. Respiro hondo y me levanto rapidamente mientras noto como mi interior comienza a vibrar extendiendo el hormigueo hacia cada grano de mi cuerpo. De pronto el hormigueo cesa de golpe a la par que todos los mosquitos ven ralentizado su vuelo como, si de pronto, hubiesen llegado a una zona donde el tiempo mismo se negase a trascurrir.

Intento localizar al vampiro pero no logro localizarlo cerca -¿Jack?- Pregunto a la nada. -Ten cuidado ahora- Digo en voz alta. Tras decir esto y de manera casi automatica los sillones salen despedidos deformandose y cubriendo a la mayor parte de los insectos. Tengo que sacar mas arena para terminar la cúpula que, al cerrarse, comienza a girar mientras recito el hechizo térmico alzando la temperatura del interior.

Un pinchazo en lo profundo de mi cerebro me hace retroceder como señal indicadora de que mi influjo sobre el tiempo habia dado a su fin. Comienzo a notar como los murcielagos impactan en la pared giratoria mientras que comienza a soltar un extraño humillo en señal de que los malditos bichos comienzan a achicharrarse.

Los mosquitos restantes no tardan en llegar bordeando el horno improvisado pero acaban rindiendo cuentas a la araña y la golem. Tras seccionar de un par de tajos a dos mosquitos bastante grande consigo localizar al vampiro. -¿Que pasa? ¿Que como sois primos no puedes hacerles daño?- Digo intentando sonar gracioso pero, con el dolor en mi cabeza, acaba sonando como una realidad aplastante.

<<¿Que tenga cuidado? Anda, anda>> pensé, divertido, mientras le observaba, bien oculto y protegido. La forma de luchar del brujo era peculiar. Había anegado a los mosquitos en arena, sí, y los había calcinado luego sin despeinarse lo más mínimo, pero... Era muy aburrido.

En cuanto acabó, me acerqué en forma sólida de nuevo.
—¿Primos? Qué va, esos no tienen ni la clase ni la figura que tengo yo. A mí no me atacan, eso sí, a no ser que estén desesperados... Mi sangre no les sirve, creo. Pero deja, anda, que con tanto pringue van a venir más.

Lo último lo dije señalándole los restos de sangre de mosquito de la ropa. Le limpié con un hechizo, sí, pero también le limpié el olor falso de antes.
—Como nuevo. Bueno, ¿quieres profundizar más o te invito a esa copita?

En cuanto dio su respuesta, dejé a los guardianes con órdenes de proteger el portón y volvimos al interior. Recogí la jaula del gato, quien se revolvía furioso en su interior, y volvimos a la planta principal. De nuevo tras la barra, dejé que Matt escogiera.
—Entre vinos y cervezas, su majestad escoja.

-Pues no se que decirte. La arena tampoco deberia ser de su gusto. Pero en fin, ya no creo que le importe mucho ahora alimentarse.- Digo dándole una patada a un mosquito que se deshace al contacto con mi chancla.

Acompaño al vampiro siguiendo sus pasos mientras levito. Al poco tiempo llegamos al portón de entrada que, cuando lo atravieso, dejo de levitar para volver a pisar sobre sólido. La propuesta del chico me hace sonreir y le contesto dandole una palmada en la espalda. -Sabes que soy de gustos refinados. Por eso elige el mejor agua de fregona que tengas y celebremos el contrato.- Digo sonriendo para dejar paso al vampiro y subir de nuevo a la bodega.

—[color=#9966ff]Aquí fregamos el suelo con vinos que te costarían un ojo, ricura.—bromeé, aunque un poco dolido por el comentario.—Cosecha propia, pues. Criaturas de tu arena a cambio de vinito de mi viñedo. Y el pago que negociemos, claro.

Le serví la copa, luego me serví una de sangre y saqué al gato de la jaula. Lo cogí en brazos y compartimos la efímera bebida. Mientras, llegamos a un acuerdo y dimos por finalizado el trato con un brindis y un maullido sediento.
—Me vas a arruinar, gato-sin-nombre. Aunque podría llamarte "Mao" y listos... Ya veré.

(Esto está roleado en un tiempo paralelo a la acción del rol actual, y cada uno por separado. Por mucho que en el salto diga que habeis pasado, no la caguéis, Cicatriz es una examinadora muy dura. Vosotros quisisteis rolearlo, ahora os jodeis.)

Cicatriz esperaba en una entrada con los reclutas en fila. Estaban todos los que empezaban de cero, los que no habían tenido ningún tipo de experiencia militar, firmes y aguardando pacientes para ser llamados por la examinadora.

Cicatriz, la Comandante de los Ejércitos de Rocavarancolia, miraba una lista en una tablilla. Zmey ya había sido llamado hacía rato, y Atol sería el siguiente. La consejeroa pronunció su nombre en voz alta. Debía dar un paso al frente.

-La primera prueba será de resistencia física y velocidad.-dijo con voz firme- Como ya sabrás, tienes que entrar por esa puerta- señaló el marco de piedra y el pasillo que entraba en los subterráneos.- y completar el recorrido en el menor tiempo posible. El camino estará iluminado... más o menos, y sabrás que has terminado cuando llegues a una sala semicircular. A mi señal.

Dejó algo de margen y el camino hacia la puerta libre, de pronto soltó un potente aullido.

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-Contigo vamos a hacer algo un poco distinto- dijo Cicatriz.

Estaban en una gruta de los subterráneos, un agujero iluminado por unas pocas antorchas y por el sol que entraba por el techo. A la espalda de la consejera había un túnel oscuro como la boca de un lobo. Junto a Karime, varios miembros de la Manada rodeaban a tres esclavos nublinos, que se pegaban junto temblorosos. Uno de ellos portaba una antorcha.

-Tu misión es completar el recorrido guiando a la manada, pero también debes mantener a los tres nublinos con vida. Dentro os encontraréis con criaturas hambrientas y demás aberraciones. Sé que tienes aptitudes más que suficientes como para entrar en nuestro ejército, pero esta prueba determinará mi opinión sobre tí, y la diferencia entre que te tenga en cuenta como posible capitana de escuadrón o te envíe a la vanguardia con los desechables, ¿me has entendido?

Por fin. Ahí estábamos, aguardando firmes a que la Comandante nos llamase. Sólo sabíamos que había que acabar un recorrido en el mínimo de tiempo posible. Sin recurrir a la magia, el tema de velocidad era un tanto pobre... Pero en cuanto a resistencia, creía tener de sobra. El único problema sería que estuviera oscuro, pero lo arreglaría rápidamente.

Así, en cuanto dio la señal, salí lo más rápido que pude hacia la puerta. No me detuve al atravesarla y, como de momento había luz suficiente, tampoco lancé hechizo de iluminación alguno. Mentalmente iba contando los segundos, de forma que si veía que tardaba mucho, correría más rápido. La pega era que dicha manera ponía en grave peligro las uñas de los pies y no quería perderlas tan temprano. También estaba el uso prohibido de la magia <<Obvio. La prueba es de resistencia física y velocidad.
Así que me dediqué a correr.

De pronto escuché un rugido atronador que llenó casi todo el pasillo. Casi porque el sonido me alcanzó de lleno, me envolvió y casi me habría empujado de ser más fuerte. Y algo que podía rugir así sólo podía ser dos cosas: o enorme o mágico. <<Pero si es tan grande no cabe... Oh, oh>>

Girar unos milímetros la cabeza me bastó para mandar al carajo las uñas y acelerar lo máximo que pude. Y para colmo, la voz de la Comandante negaba toda posibilidad de lucha. <<Tiene sentido. Corre por tu maldita vida>>
y eso hice. Las uñas de los pulgares fueron las primeras en rozar el suelo y partirse, pero si lo hacía bien, las otras no correrían la misma suerte <<¡Da igual! Eso se cura, dime tú cómo curas un bocado a la cabeza. Correr. Respirar, esa es la clave, respirar>>

Si la carrera seguía así, me acabaría alcanzando. Mi resistencia física no se hacía notar precisamente al correr... No lo había entrenado, realmente. Si había que luchar a distancia, recurría a la magia; cargar contra el enemigo era solo desde media o corta distancia... Y para colmo, la criatura apagaba la poca luz con su aliento y rugidos.

Por suerte, lo que sí tenía entrenado era saltar y zigzaguear, por lo que en cuanto vi que el camino se acababa, pero que había unas placas a ambos lados del final, salté en diagonal hacia la izquierda y me aseguré sobre la piedra. Aproveché esos segundos para ver lo que había en el "agujero". No era tal cosa, sino que abajo había un pequeño anfiteatro como el de las hienas, aunque este disponía de estacas rodeando la zona central. <<Y estas piedras llevan hasta abajo... ¿Pero el bicho de detrás? ¿Me seguirá? La Comandante dijo que se acababa aquí pero... Si llegamos los dos ilesos abajo, sin armas ni magia está claro quién gana>> pensé a toda velocidad. Lo que estaba claro era que, me quedase donde me quedase, si la bestia seguía viva yo no podía quedarme quieto. Así que me acerqué al borde de la primera piedra y salté a la siguiente con cuidado de no pasarme ni de trastabillar o perder el equilibrio. Lo siguiente sería seguir bajando hasta... no sé, primero hasta la arena y luego a saber. <<Pero es vital que haya espacio y suelo firme. Unos minutos podré aguantar, correteando por las gradas y entre las estacas...>>

Karime se encontraba algo nerviosa, pero esperó con la disciplina propia de una libense de su posición a que la comandante la llamara. Atendió a las instrucciones y guardó unos segundos de respetuoso silencio antes de ponerse en marcha. Lo primero que hizo fue asegurar todas armas. Llevaba un cinturón del que colgaban varias dagas, un par de espadas gemelas y diez dardos llenos del veneno que había fabricado, y a la espalda un arco y un carcaj. Una vez comprobó que sus armas se encontraban en perfectas condiciones y que los hechizos de anclaje funcionaban a la perfección, se transformó en loba y procedió a comunicarse con la manada. Colocó a cada miembro de la manada en una posición según sus aptitudes y habilidades, poniendo a los más fuertes y con mejor oído en la retaguardia. Karime era consciente que los ataques que podía recibir una vez dentro podían ser de todo tipo, por lo que acordó con la manada una serie de arañazos en el suelo con las zarpas que deberían hacer todos los miembros de la manada cada minuto, lo suficientemente sonoros como para que los pudiera escuchar ella pero lo suficientemente discretos como para no alertar a otros seres. Gracias a esta señal, la licántropa se percataría en seguida del peligro en el caso de que uno de los lobos fuera atacado silenciosamente.

Una vez dada la orden de mantener el paso y el ritmo de la libense, Karime abrió la marcha y entró en el túnel.

Según bajaba, la bestia se precipitó hacia abajo, pero de alguna manera se las ingenió para caer de pie. <<¿Se va? Mejor...>> Pero no sería esa la única puerta en aparecer: por otra salió una mujer-serpiente. No era una imagen desconocida pero no sabía cómo denominar a esa transformación. <<Déjate de nombres y céntrate. Mira qué armas y qué cuerpo. No tengo armas y no puedo rivalizar con esa cola>>

Si no estaba claro que tendría que enfrentarla, ella se encargó de aclarármelo. <<¿Quizá solo tenga que evitar que me mate?>> pensé, contrariado, mientras decidía a bajar a la arena. Por suerte, en cuanto llegué mis ojos se pararon en un montón de armas cerca. <<¡Bien! Cambio de planes: evitar que me mate y ¿matarla? Ya veremos>> Me acerqué al muestrario con la idea clara: un escudo cometa enganchado al brazo izquierdo, una lanza y una espada que colgué de la correa.

<<Bien. Ahora mente fría. No tengo el problema de sincronizar uñas y armas, así que mejor. Vigila la cola y las espadas. Si puedo cortarla, mejor. Mide sus puntos fuertes y débiles mientras dure la lanza (que será poco), y cuidado. Mucho cuidado. A por ella>>

-¿Hay alguna regla para el duelo?-inquirí mientras me ponía frente a ella.

Respondió y asentí lentamente. <<¿Trata de no morir? Descuida>> No me dio tiempo a ponerme de lado pero por suerte su ataque fue al flanco izquierdo, directo al escudo. Luego volvió reptando para golpear el derecho, sin mucho tiempo a otra cosa que bloquearle con la lanza. Luego reculé rápidamente enarbolando mi arma en su dirección. Caminaba de lado y de espaldas, con el escudo cubriendo frente e izquierda. <<Demasiado rápida. Necesito sitio, que no me arrincone contra las estacas ni gradas. Nada de quedarse quieto>> En cuanto hubo cierta distancia, volví a acercarme con el escudo por delante, las rodillas flexionadas y la lanza cogida por arriba, de forma que la punta apuntaría al suelo mientras el escudo cubriría torso, brazo y pierna derecha. Buscaba la cola, por supuesto. Pero no le quitaba ojo de encima a las espadas.