Subterráneos

Tan pronto como me confío la sala se ve infestada por otro tipo de seres, más peligrosos si cabe que los anteriores… y un dragón. ¡Un dragón que ocupa casi toda la galería! Reacciono deprisa ante la nueva amenaza alzando el vuelo, pero el dragón me atrapa con sus fauces antes de que pueda llegar a levantar dos metros del suelo.

Aprieto los dientes. El ala perforada duele, duele mucho. “¡AAAGH!” Encima, el dragón me zarandea en su boca, debo salir ya de aquí, de aquí, ya… ¡Intangible, ya sé! Procedo a convocar lo mejor que puedo el hechizo y, después de unos intentos, logro al fin caer. Para evitar atravesar la roca, deshago el hechizo e intento frenar la caída con un hechizo de levitación cuando me falta poco para llegar al suelo. Evitada la caída, procedo a apartarme como pueda de la batalla para cubrirme tras mis amigos. Logro llegar perseguida por algunas criaturas, pero alguien detrás mío las despacha. Una vez estoy cubierta, procedo a curarme el ala derecha con un hechizo preventivo de curación nívea, seguido por uno de restauración para ayudar a cerrar la herida. Cuando se cierran las heridas, procedo a observar cómo está el campo y lanzarme hacia el frente más debilitado. Quiero matar a ese lagarto.

Cuando las criaturas más peligrosas fueron despachadas, las pocas que quedaban comenzaron a huir y se hizo el silencio en la galería. Silencio que fue inmediatamente roto por un temblor seguido de un derrumbe que provocó que una de las paredes de la sala donde se encontraba el grupo se viniese abajo y a través de ella comenzasen a entrar una suerte de nuevas criaturas. Tras la polvareda que se formó incialmente, el draco pudo ver como toda clase de seres de dispar naturaleza se lanzaban al ataque contra ellos. Una especie de zorros extravagantes parecían haberla tomado con Toima, por lo que Noel se acercó al ulterano, con el hacha en la mano y comenzó a tratar de ayudarlo a desembarzarse de ellos. Se colocó a unos pasos del argos y clavó el hacha en la espalda de uno de los seres. Varias zarpas y dientes rozaron en varias ocasiones distintas partes de su carne, provocándole un sinfín de rasguños y alguna que otra herida leve. Otra de estas criaturas saltó hacia él y el draco interpuso su brazo cubierto de plumas duras entre los dientes de la criatura y su cabeza, logrando así minimzar los daños del mordisco. Lanzó un torrente de plumas de sus alas en varias direcciones, tratando de acertar en el máximo número de objetivos posible. El tiempo que pudo ganar lo utilizó en conjurar un campo de fuerza, asegurándose de que fuese lo suficientemente grande como para cubrirlos a todos.

El draco estaba tratando de coger por sorpresa a uno de los hombres bestia deformados cuando del boquete en la pared emergió una criatura de envergadura y apariencia bastante más problemáticas. Lo que parecía ser una especie de dragón blanco entró en la sala y Noel arrugó la nariz al llegarle el repugnante olor que despedía la criatura.
-Creo que nos ha tocado el premio gordo -comentó mientras el ser se acercaba cada vez más.
El posterior bramido que emitió el engendro blanco hizo retumbar el suelo y Noel alzó ligeramente el vuelo con las garras cubriéndole los oídos y apretando los dientes debido al estruendo ensordecedor. El gigantesco ser no dio tregua y enseguida se lanzó al ataque. El draco vio como la cola de éste se dirigía peligrosamente hacia Wen y desde su posición en medio del aire lanzó un hechizo de inmovilización hacia el apéndice en cuestión. Con el hacha nuevamente en las manos, se lanzó para descargar un corte limpio hacia la mitad de la cola del ser, donde todavía no era tan gruesa, con la intención de cortársela y así eliminar uno de los recusos del ser. Al mismo tiempo, Noel maldijo interiormente por no haberse negado más convincentemente a que la vouivre los acompañase. Estaban sin duda ante seres muy peligrosos de los cuales no se desembarazarían con facilidad. Quiso decirle a Wen que huyese de allí en cuanto pudiera, pero sabía que la sugerencia no iba a ser bien recibida. Mientras descargaba el arma contra la criatura, pudo ver que Adara había sido atrapada por las fauces del dragón. Por suerte la ángel negro actuó con rapidez y se libró de su depredador.
-¿Estás bien, Adara? -gritó Noel para hacerse oír por encima del estruendo de la refriega, utilizando por primera vez en mucho tiempo el nombre de su maestra en lugar del título que él mismo le había conferido-. Deberíamos tratar de atraer toda la atención de Malaliento hacia nosotros por ahora, los demás tienen sus propios problemas -le dijo a la ángel negro acercándose a ella.

La galería queda en relativo silencio por unos instantes, que Gael aprovecha para recuperar la espada que blandía poco antes. Se había quedado atrapada entre una serie de cadáveres, así que volvió a su forma expuesta. La tomó con tan solo dos dedos, asqueado por los fluidos que cubrían su filo y empuñadura. Limpió rápidamente lo justo y necesario contra su ropa y regresó junto a los vlakais para evaluar sus daños. Apenas había echado un simple vistazo, y con el primer examen tuvo que conformarse, pues una pared comenzó a derrumbarse y una nueva horda de seres la atravesó. Se abalanzan sobre el grupo sin una pizca de miedo, y pronto el fuego fatuo se vio rodeado por hombres bestia que realizaban hechizos. Había claramente algo raro en ellos. No perdió tiempo y regresó a la posesión de los maltrechos cuerpos para ganar protección ante sus ataques. Pero de ese modo perdía toda su fuerza ofensiva. Trató de alzar el vuelo para observar mejor a sus atacantes, estaban totalmente descoordinados y no parecían ni saber bien qué hacían. El aprendiz de nigromante se dio cuenta enseguida de cuál era su naturaleza. Tuvo que trazar rápidamente un plan, uno de los vlakai no consiguió elevarse debido a sus alas destrozadas, y el otro no podría sostenerse mucho más.

Se dejó caer sobre sus atacantes y regresó a la forma expuesta para alzar rápidamente un escudo mágico alrededor de sí mismo. No pareció engañarlos ni por un instante retirando la posesión, localizaron el fulgor azulado enseguida. Apretando los dientes, el fuego fatuo decidió que era hora de despilfarrar magia, y comenzó a convocar una llamarada oscura. Una lengua fulgurante se materializó llevándose por delante a un pequeño grupo de bestias y calcinando sus cuerpos. Un horrible hedor a quemado inundó la galería. El instante de desconcierto causado fue vital para recuperar su espada de debajo de uno de los vlakais. La blandió entre él y las criaturas sin dejar de hilar un nuevo hechizo con la mano izquierda. La primera embestida fue acompañada de otra llama, esta vez un hechizo de menor nivel pero que también causaba quemaduras. No podía permitir que sus reservas mágicas se vieran reducidas a nada como la última vez.

Mientras clavaba, desgarraba, esquivaba y renovaba sus defensas mágicas, una nueva criatura ensombreció a todo lo que allí había. Un dragón, un verdadero dragón, pensó en un primer momento. Incluso en medio de la batalla, se imaginó poseyendo el enorme cuerpo, le encantaría quedárselo. Era blanquecino, pestilente… pero tenía varias características anómalas para su especie. Ocupado en su lucha no podía detenerse a admirar la criatura, pero se percató de que más bien parecía una quimera, y no se alegraba precisamente de la presencia de los transformados allí abajo. Por el rabillo del ojo Gael veía cómo atacaba a sus compañeros que se encontraban más cerca, y deseó poder librarse de los insistentes hombres bestia y los demás pequeños monstruos para poder ir a ayudar. Le embestían por cualquier flanco, y aunque había tomado medidas contra la magia, no podía esquivar golpes que no veía venir. Como podía, iba convocando llamas que alejaban momentáneamente a las bestias para después abrirse paso a espadazos.

Giz sintió que había desperdiciado un tiempo (y esfuerzo) valioso al cerrar una de las entradas en cuanto vio derrumbarse una pared cercana. Estaba claro que aquí los túneles no permitían el paso a las alimañas, sino que eran las propias alimañas las que los abrían para pasar.

Lo que entró por el agujero fue algo así como una gran fuente de recursos. Una fuente de recursos asesinos, puntualizando. La mayoría de esos seres apestaban a genemagia y por tanto, interesaban al asreniano. Especialmente los zorros gigantes que amenazaban a Toima y más tarde el dragón blancuzo. Sin embargo, con los primeros especímenes habían entrado unos seres humanoides que Giz no había tenido demasiado en cuenta hasta que un intenso dolor escaló su pierna y vio las rocas que aprisionaban su pie derecho. Un cosquilleo en la gola le advirtió de la naturaleza mágica de su particular cepo y de lo que vendría después. Se volvió intangible justo a tiempo de evitar un derrumbe aún más problemático que el que le había pillado el pie y se alejó cojeando a una zona alejada de bichos.

Se volvió tangible nuevamente y, tras alzar varias barreras a su alrededor, se concentró en curarse. Soltó varias maldiciones en lo que duró el conjuro para soldar los huesos y luego se incorporó con energías renovadas, gracias a los hechizos aleatorios que trataban de echar abajo sus defensas.

Sin descuidar sus defensas, se acerco al tumulto de hechiceros de cuarta y fue petrificando temporalmente a todo aquel que se le cruzaba por delante. Cuando veía que tenía suficientes para montarse su propio puestecillo de esculturas, fue desmoronando sus cabezas con hechizos de impacto, mientras dirigía con más o menos puntería algunas bolas de luz azul eléctrico contra los que intentaban aproximarse.

En un arranque de perfeccionismo, aunque sobretodo por el bienestar de sus fosas nasales, Giz barrió el olor a carne quemada producido por las llamaradas de Gael, instaurando en la zona un aroma mezcla de distintas plantas. Después conjuró varias llamas brillantes a su alrededor y silbó varias veces en dirección al fuego fatuo, que parecía tener problemas con los seres más menudos y persistentes. Con un poco de suerte, atraería a alguno de esos bichos y lo dejarían un poco más tranquilo.

Seguía esperando una oportunidad para recoger muestras, pero ya se hartaría cuando hubiera acabado todo este jaleo.

El dragón no pareció necesitar que lo convencieran acerca de centrar su atención en Adara y Noel. Especialmente este último, pues el golpe fue tan repentino que el draco ni siquiera gritó debido a la impresión mientras era lanzado sin contemplaciones y con violencia contra una de las paredes de la sala. El impacto contra la roca llenó su cuerpo de aún más arañazos y heridas con el añadido de un contundente golpe en la cabeza. Inmediatamente después, Noel cayó pesadamente al suelo y durante varios segundos el draco fue un amasijo dorado y negro completamente inmóvil, tiempo que tardó en recuperar la consciencia tras recibir de lleno el efecto de la conmoción.

Cuando abrió de nuevo los ojos lo hizo de golpe e intentó levantarse, perdiendo el equilibrio en el intento y sintiendo un fuerte dolor en la cabeza que le hizo llevarse una garra a la zona afectada mientras emitía algunos quejidos y apretaba los dientes. La garra volvió a su campo de visión cubierta de sangre, procedente de una brecha que era lo que le había provocado la breve pérdida del conocimiento. El mechón de plumas más claras estaba ahora casi totalmente teñido de rojo y el reguero de sangre comenzó a deslizarse por el cuello y los hombros del draco. Noel quiso conjurar algún hechizo de curación pero el aturdimiento que sentía era tal que no atinó a finalizar el proceso. Tampoco lograba levantarse, por algún motivo su pierna izquierda no parecía querer funcionar correctamente. Fue entonces cuando se fijó a donde había ido a parar su hacha, que se encontraba en su mano cuando el dragón lo lanzó por los aires. El arma estaba clavada en su pierna por alguna suerte de cruel casualidad.
-Mierda... - maldijo de forma casi ininteligible y trató de arrancársela de un tirón seco.
Lo consiguió con inesperada facilidad. Había tenido la fortuna de que el arma apenas se había hundido en la carne debido a la presencia de plumas duras en la zona donde estaba clavada instantes antes, quedándose el filo atrapado entre las plumas e impidiendo que el accidente fuese más grave. Volvió a intentar levantarse, quedándose primero arrodillado en el suelo. Fue ese momento en el que uno de los pocos cánidos que quedaban con vida aprovechó para arremeter contra él. Noel sacó fuerzas de flaqueza, más debido a la rabia que sentía por verse en ese estado que porque realmente le quedasen fuerzas, y, gruñendo, descargó un golpe con el hacha manchada con su propia sangre hacia el animal. El engendro recibió un contundente corte y murió casi en el acto un par de metros más allá. Ese último esfuerzo lo dejó exhausto y bajó el hacha pesadamente, apenas siendo capaz de sujetarla.

Con gran esfuerzo se levantó, doblándose inmediatamente por la mitad la primera vez que consiguió mantenerse erguido, y miró por primera vez a su alrededor. Con la mente embotada, no fue capaz de discernir qué había sucedido en la galería durante los últimos minutos, pero le pareció que había muchos más escombros y de mayor tamaño que antes, además de menos alimañas. Tampoco se había dado cuenta hasta ese instante de que Wen estaba cerca de él en forma humana, quien probablemente había acudido en su ayuda.

Pero el dragón blanco seguía ahí.
-Ese cabronazo me las va a pagar -dijo a pesar de su estado y todavía con dificultades para moverse correctamente, permitiéndose una sonrisa afectada pero en la que a pesar de todo se podía entrever un tinte malicioso -Veremos cuál es el dragón que sobrevive.
Noel no tenía ni idea de como iba a dar si quiera dos pasos manteniéndose en pie, pero no mostró ninguna señal de tener intención de retirarse del combate.

Cuando los del cuchitril recibieron su primer trabajo, Wen se alegró porque sus amigos tuvieran por fin un medio de subsistencia y no pretendía inmiscuirse en sus negocios, pero cuando estos le dijeron que su primer trabajo sería en los subterráneos, a la británica le entró la curiosidad. Había pocos lugares de la ciudad que no había visitado y los subterráneos eran uno de ellos. Con ese argumento, junto al de que el despliegue de magia la ayudaría a recargar de sobremanera su rubí, convenció a sus amigos de que permitieran acompañarla, aunque solo fuera esa vez. Aunque, en el fondo, Wednesday sabía que la principal razón por la que quería acompañarlos era para asegurarse de que no les pasaba nada. Era plenamente consciente de que todos ellos eran totalmente capaces de defenderse a la perfección y que su presencia no mejoraría demasiado eso, pero tampoco lo empeoraría y así ella se sentiría más tranquila. Y, por nada del mundo, aceptaría la parte de la recompensa que ellos querían ofrecerle.

Gracias a las indicaciones del nigromante, no les costó demasiado llegar a la zona de los subterráneos que tenían que “limpiar”. Sus compañeros encendieron luces ya que, como le habían contado, existían alimañas fotofóbicas y ella se mantuvo alerta con su guadaña doble alzada. Las primeras alimañas no fueron demasiado difíciles de exterminar, pero cuando una bandada de vlakais, una cohorte de lagartos, dos quimeras y otras alimañas menores los atacaron la cosa comenzó a complicarse.

En un principio, la vouivre solo tuvo que preocuparse de los vaklais, que la atacaron directamente. Gracias a su manejo de la doble guadaña, y a la ayuda de Giz y Noel, pudo quitárselas de encima para cuando el resto del grupo ya había terminado. Ni siquiera tuvo tiempo de resoplar de alivio cuando un terremoto sacudió las paredes haciendo que una de ellas se fuera abajo. La cantidad de alimañas que salieron del hueco abierto le hizo darse cuenta a la británica que poco más podía hacer con sus armas y su escasa capacidad mágica, así que decidió convertirse en serpiente utilizando todo su cuerpo para luchar contra esas bestias y dejando que su rubí se cargara gracias al despliegue mágico, después de haber hecho un hechizo de protección.

Ni siquiera se dio cuenta de la aparición del dragón hasta que tuvo su cola a poco más de un metro. A pesar de que había cogido el vuelo para esquivarla, la extremidad del dragón habría arrasado con ella si no fuera por Noel, que la inmovilizó. Salvada de ese contratiempo, la vouivre se dedicó a enroscarse en alguna que otra alimaña, asfixiándolas o aplastándolas con su peso, hasta que su atención fue captada por una masa de plumas negras que impactó contra una de las paredes. “¡Noel!” se dio cuenta la británica al instante, que no dudó en ignorar a las alimañas y correr hacia el draco. El dragón, confundido por alguna ofensiva, arremetió contra una columnata que cayó sobre todos ellos obligándoles a protegerse. Por suerte, Wen, que ya se encontraba lo bastante cerca de Noel como para percatarse de la vulnerabilidad del draco en aquel momento, había evitado que las rocas cayeran sobre él gracias a un hechizo de desvío.

Los poseídos, que hasta el momento solo habían atacado a Giz y Gael, comenzaron a arremeter contra Toima y ella, retrasando de nuevo el avance de Wen hacia Noel. La vouivre, rápidamente, realizó un hechizo para reforzar el campo de fuerza del draco y se enfrentó a los poseídos que en ese momento la atacaban. Para evitar que se acercaran y la retrasaran más en su camino, Wen sacó su arco y apuntó a toda cabeza de poseído que veía. Gracias a la saliva escupida por el dragón, por fin la británica consiguió llegar a Noel, que intentaba levantarse a duras penas, para luego despotricar contra el dragón.

- Tranquilízate, tigre, para decirle cual es el escamoso que manda aquí primero tienes que dejarme que te cure. - se permitió bromear la vouivre mientras realizaba una serie de hechizos con el fin de curar todas las heridas del cuerpo del sueco y que recuperara fuerzas.

Gracias a Nassandra, el derrumbe que provocó el dragón había pillado al asreniano con el hechizo de intangibilidad casi a punto. Sin embargo, Giz no fue consciente de lo peligrosa que podía llegar a ser esa bestia hasta que no vio lo mal que había escapado Noel de sus ataques. Entonces decidió darse prisa y acudir en ayuda de sus compañeros.

Lo primero fue deshacerse de los pocos poseídos que aún no habían salido huyendo y las alimañas más menudas, a quienes despachó con sortilegios de aturdimiento más o menos moderados. Como vio que Noel estaba siendo atendido por Wen, Giz corrió directamente hacia la mole blanca. Con toda la seguridad que le confería el hecho de que no podría tocarle un pelo, se plantó entre él y sus compañeros (y, aún así, no demasiado cerca). El dragón no tardó en recuperarse, volvió a atacar y acabó expulsando un líquido repugnante por la boca. Giz se puso manos a la obra y levantó un campo de fuerza reforzado con un hechizo de respaldo. << Escupir es de mala educación >> pensó con un gesto torcido por el asco que le producía el líquido verde estancándose frente a él y, finalmente, conjuró una racha de aire, intentando imprimirle la suficiente fuerza como para mover el vómito de vuelta a su dueño.


PD: Siento la cutrez, pero no me sale nada mejor después de que se me borrara el original :'D

El dragón no se hace esperar y golpea bestialmente a un distraído Noel, quien impacta contra la pared y queda tendido en el suelo, por suerte no inconsciente. Al instante, algunos de mis compañeros se dirigen a ofrecer cobertura al herido, quedando yo para cubrirles de las alimañas. Golpeo a diestro y siniestro todo aquel que se me acerca, rebano cabezas y otros miembros con las alas… pero, eso sí, sin perder nunca de vista al dragón, esperando una oportunidad…

Y esta se presenta. La gran bestia, ensañada tanto con hombres bestia como con los cosechados, echa la cabeza para atrás como preparada para expulsar algo. Al instante me lanzo a la carrera, en dirección al monstruo y sin dar opción a que nadie me detenga. Antes de poder llegar al gran reptil, este escupe un líquido extraño por la boca. Aunque no parece tan peligroso como el fuego, delata por el efecto en las criaturas que alcanza que no es precisamente beneficioso. Convoco el hechizo de intangibilidad para pasar entre el aliento y al instante de hacerlo lo retiro, poco antes de saltar al lomo del ser ayudada por las alas –aunque la izquierda me cuesta un poco más de mover–.

Aterrizo torpemente en un lugar no alcanzado por el aliento que Giz ha devuelto al dragón. Sin dar tiempo a reaccionar al monstruo, me dirijo a la parte superior del lomo, justo bajo el cuello, y empiezo a perforar su carne con el ala que no fue herida. A pesar de que le costará más alcanzarme aquí, no me confío y estoy atenta a sus movimientos.

Toima

El ulterano se dispuso a enfrentarse al siguiente desafio de los subterraneos. La amenazadora ristra de dientes que aquellos cánidos demostraban rivalizaba con la enorme y afilada sonrisa del albino que, con sumo gusto, comenzó a hacer girar por encima de su cabeza aquella bola de metal tan mortifera. El cráneo del primero que se abalanzó contra él dio buena cuenta de su letalidad, hendiendole contra el suelo, muerto. Mientras, su mano izquierda y mechones procedieron en degollar a uno, incapacitar a otro y acuchillar a otro antes de que lograran posar sus zarpas en su piel. El ulterano soltó un puñetazo en todo los morros de aquel que trató de morderle el pelo que a su vez se movio, a modo de esquiva para evitar ser mordido.
El ulterano no tuvo mucho tiempo para avisar a los demás de aquel ser que se acercaba a gran velocidad hacia ellos hasta que apareció. Un lagarto estirado y enorme, más grande que cualquier otro que habia visto, de aparencia blancuzca, aliento pestilente y ciego. El ulterano alzó el brazo derecho mientras este estaba siendo mordido por uno de aquellos perros. Se liberó rapidamente del animal destripandole insitu y despues abrió y cerró la mano, comprobando los daños. La mayoria de la fuerza la habia absorvido la cota y el guantelete, pero unos moratones de aspecto serio le dejaron claro que aquello no habia sido una caricia.
Logró ver como Adara se libraba de la enorme bestia blancuzca a tiempo de que le partiera en dos y entonces, una de las alimañas decidio poner su atención en él. Sacio las ansias del animal con acero perforandole el craneo. Agachandose a recoger el cuchillo, pudo acabar con la vida de otro de los perros que habia intentado morderle la cabellera por detrás, como si no le hubiera visto hace tiempo. Con más muerte, acabó con el último de los perros y dejandose llevar por la furia asesina, el ulterano se abalanzó contra el dragon, acuchillando su carne blanca, lo suficiente como para hacer un agujero grueso en el costado, donde Toima veia que podia alcanzar órganos más vulnerables. A continuación, sin dar tiempo a reaccionar al dragón introdujo lo que parecia una esfera metálica negruzca con una mecha dentro y encendio la mecha con una cerilla que sacó de su bolsillo. Leyendo los movimientos del reptil, se tiró al suelo para esquivar el zarpazo que se abalanzó sobre él y entonces rodó sobre este a tiempo de ponerse a cubierto de la explosión.

El bicho tiene recursos. Y yo parezco estúpido. Si yo llevo escudos, por qué no los llevaría él? Magia gastada inútilmente, ¡bravo!>> Pero he dado en el clavo: tengo que destrozarle las patas, todas, no las cabezas. En el mejor de los casos, sin las lombrices que realizan los gestos de hechizos las cabezas solo podrán morderme. <<Y si puedo quemar los muñones para prevenir, mejor>> Antes de nada, ejecuto un rápido escudo térmico para protegerme de la cada vez más atenazante temperatura.

Su siguiente acción bloquea todos mis pensamientos, además de la creciente temperatura del pasaje. Miro sin temor los escombros que me lanza y me dispongo a esquivarlos valiéndome de mi velocidad y agilidad entrenadas. Algunos me han impactado en los brazos protegidos con la armadura pero sin mayores problemas que algún moratón. <<La pega ahora son los campos de fuerza que ha levantado... No podré acercarme a las patas... Pero si repele mis hechizos y no puedo atacarle físicamente... ¿Qué hago?>> Desgaste. Así, decido ejecutar uno de dispersión seguido de otro lanzazo mágico tras el que echo a correr hacia la bestia, dirigiendo mis dos hechizos y mis ataques en llamas a sus patas, buscando acabar con todas las lombrices posibles. Una y otra vez.

A Noel cada vez le costaba más caminar, la cabeza comenzó a palpitarle debido a la herida y el aturdimiento no cesaba. Pero no tuvo que esperar mucho para que alguien acudiese en su ayuda. Escuchó las palabras de Wen y se rió ligeramente, todo lo que su estado le permitía.
-Entonces tendrá que ser Giz porque ni esa cosa ni yo tenemos escamas -respondió al comentario mientras volvía a llevarse una garra a la herida sangrante de la cabeza- Lo siento si digo muchas tonterías, pero creo que tengo una buena excusa. ¿Curarse? Sí, eso... sería conveniente -finalizó con cierta dificultad.
Se sentía cada vez más mareado y probablemente de no haber recibido ayuda se habría desvanecido nuevamente. La vouivre curó sus heridas más preocupantes y se sintió mucho mejor. Aunque al desaparecer buena parte del dolor en la cabeza se percató de lo mucho que le dolían también la pierna y el resto del cuerpo, hasta ahora eclipsados por la brecha y el aturdimiento que esta le provocaban. <<Ya tendré tiempo de quejarme luego>>, pensó el draco mientras su amiga finalizaba los hechizos pertinentes.
-Gracias -le dijo a Wen con una sonrisa-. Ya soy libre para matar a ese desgraciado, ¿no? -bromeó justo antes de alzar el vuelo, pues por suerte sus alas no habían sufrido apenas daños, y volver al grueso de la batalla.

Quedaban ya muy pocas alimañas a parte del dragón. Noel las ignoró, aprovechando que desde el aire no podían alcanzarlo, y se dirigió todo lo rápido que su estado le permitía hacia el enorme reptil, después de que Giz los protegiera de su saliva. Pudo ver que Adara se le había adelantado y se encontraba a lomos del ser, utilizando sus alas para dañarlo. Ahora que ya no se sentía tan mareado se dio cuenta de dos cosas. Le había costado muy poco cercenarle la cola y el dragón presentaba unos cortes en una de sus alas que sin duda le resultaban familiares. Habían sido producidos por sus plumas, indicando que había sido con aquella extremidad con la que lo había enviado contra la pared. Su piel, carente de escamas como había dicho antes, parecía verdaderamente vulnerable. Sin pensárselo más, lanzó una buena ráfaga de plumas de sus alas, apuntando al mismo punto que estaba siendo ya castigado por Adara.

Lo que le hizo detenerse fue la intervención del argos. Vio como el ulterano, en cuestión de segundos, se abalanzaba contra un costado del dragón e introducía un artefacto explosivo tras haber abierto un agujero en la carne del ser. Tras el instante que tardó en procesar lo que estaba viendo, el draco se acercó a Adara y tiró de su brazo, ya que la ángel negro desde su posición no había visto lo que el argos había hecho.
-¡Sal de ahí inmediatamente! -gritó para tratar de que lo oyesen también el resto de sus compañeros- ¡Y poneos a cubierto todos, Toima ha puesto un explosivo!
Maldijo internamente al ulterano por no haber pensado si quiera en advertirlos. ¿En qué estaba pensando, además? Un explosivo en aquella sala subterránea... Fue entonces cuando se dio cuenta de que faltaba una columna en la sala. Los escombros que había visto al recuperar la consciencia encajaron en la ecuación. Una explosión en aquel momento podría ser fatal. Por suerte el resto de sus compañeros sí lo tuvieron en cuenta y hechizo de protección lanzado por Gael que aisló al dragón no se hizo esperar. Aún así, Noel decidió tomar una precaución extra, pensando en que no sólo la explosión en sí, sino en que la reverberación del sonido también podría provocar un derrumbe, a parte de dejarlos con un buen dolor de oídos, y conjuró un hechizo de insonorización cubriendo al reptil blancuzco. Una vez lanzado el cojuro se alejó todo lo posible del ser que ahora era una bomba de relojería y se colocó cerca del resto de sus compañeros, esperando el desenlace de los acontecimientos.

Los poseídos al principio no parecían querer dar su brazo a torcer. Algunos iban cayendo, pero otros escapaban con vida de las estocadas y las llamaradas y buscaban el modo de atacar de forma más efectiva. A modo de despiste, Gael se desplazó de un cadáver a otro, recuperando magia en el proceso. Cuando se encontró en un hombre bestia que pudiera levantarse se abalanzó de nuevo sobre la espada que había tenido que dejar caer y siguió embistiendo, procurando ahora no perder detalle de la pelea que tenía lugar no muy lejos contra el dragón. El precio a pagar era olvidar la defensa, pero cuando el cadáver no aguantase más daños podría cambiar a otro.

Por el rabillo del ojo pudo ver como Noel salía despedido. Al volverse para asegurarse de que su amigo estaba bien recibió una embestida de un hombre bestia que lo desestabilizo, y mientras caía escuchó cómo la sala parecía empezar a derrumbarse. Solo alcanzó a ver cómo una columna se desplomaba, y también a Wen cerca de donde acababa de caer de mala manera Noel. «Menos mal» pensó. Antes de que pudiera asegurarse de que todos sus compañeros se podían hacer cargo de la situación, tuvo que pensar en su propia supervivencia. Pero él lo tenía fácil. El derrumbe hizo que, momentáneamente, sus atacantes estuviesen más ocupados en huir, y él aprovechó a escabullirse rodando. Pudo ver la piedra que lo aplastó antes de que cayera. Atrapó el cuerpo desde las piernas hasta la cintura y Gael no lo abandonó hasta que la situación se volvió estable de nuevo. Ya en su cuerpo, apartó la mirada de la sangrienta escena y recuperó a tirones la espada, atrapada entre los dedos todavía calientes. Después miró alrededor para comprobar la situación de amigos y enemigos.

Las bestias que quedaban reanudaron su ataque sin pensárselo dos veces, aunque ya eran muchas menos que originalmente. Habiéndose alejado considerablemente del grupo, Gael regresó a donde estaban los demás elevándose en el aire tanto como pudo. Junto a Wen y Toima contribuyó a repeler los nuevos ataques, que le distrajeron hasta el punto de no darse cuenta de que el dragón empezó a soltar una sustancia con muy mal aspecto sobre todos ellos. Se prometió darle las gracias al bueno de Giz cuando todo aquello hubiera terminado.

Ya prácticamente se habían retirado todos los enemigos, pero todavía quedaba suficiente de lo que dar cuenta. Viéndose más libre, Gael ascendió de nuevo en el aire buscando un cuerpo con el que poder ayudar a encargarse del dragón. Pero mientras ojeaba a toda prisa entre los muertos oyó un grito de Noel que lo alertó. Al volverse vio al draco tratando de apartar a Adara, y más abajo en la piel del dragón algo oscuro incrustado en un corte. No podía creer lo que veía. «¿A quién se le ocurre? ¡Joder, joder! ¿Es que quiere enterrarnos a todos aquí abajo?». A punto de una parada cardíaca, Gael empezó a conjurar un hechizo de contención alrededor del dragón, cubriéndolo por completo y suplicando que fuese lo suficientemente resistente para no ceder ante una bomba del calibre que fuera la que puso ese loco. Mientras terminaba el hechizo avanzó hacia los demás pensando en algún plan de emergencia. De todas formas todavía cabía la posibilidad de que el artefacto no estallase.

El fuego fatuo desapareció de nuevo. Su espada cayó al suelo haciendo repicar piedra contra metal, y como reaccionando a esa imitación de campanada varios cadáveres se irguieron, algunos con extremidades colgando, cortes desfigurantes o quemaduras. Lo que pretendía era levantar una barrera extra de carne muerta delante de sus compañeros, pero ni siquiera sabía si le daría tiempo o sería realmente necesario, lo hacía sin pensar.

Alguien me grita, pero no logro entenderle bien. Levanto la cabeza y me giro en dirección a la voz... ¿Noel? ¿Que salga? ¡Coño una bomba, este chico está loco de remate! Al instante, salto del dragón y me alejo de él lo más rápido que me permiten las piernas.

El miembro 'Lupin' ha efectuado la acción siguiente: Número Aleatorio

'Dado de 100 caras' : 31

La táctica de desgaste va funcionando y, aunque siga lanzándome explosiones que logro esquivar a toda velocidad, además de con escudos mágicos y de temperatura, sus embites mágicos van disminuyendo en cantidad y calidad bajo mis golpes y hechizos. <<Ya no hay tanta mano para tanta cabeza, ¿eh?>> Tras el último de mis ataques, me permito un segundo para buscar una de mis petacas y vaciarla de un vigorizante trago, a tiempo de ver cómo cesan sus ataques mágicos para luego lanzarse con todo su cuerpo contra mí, las bocas listas para descuartizar lo que pillen.

Será aire lo que muerdan. Antes de responder a su carga preparo tres veloces y cargados hechizos de dislocación y los voy lanzando uno a uno a tres de sus bocas, buscando fracturarle las mandíbulas y que, al menos, uno de en el blanco. Cuando acabo, me deshago en humo y asciendo al techo huyendo velozmente de sus mordeduras, para ir a su retaguardia con cierta distancia necesaria para lo siguiente que tengo en mente.

Aprovechando el fuego aún activo de mis dos cuchillas, preparo una racha de viento y la lanzo contra la criatura, logrando el torbellino de fuego que buscaba. La ráfaga de aire me impulsa hacia atrás pero mantengo el sitio de lado e inclinado, además de que así evito mayores daños si la bestia carga de nuevo. La pega es que empiezo a estar cansado por no haber estado luchando así nunca antes, ya que no es como con Norou -solo fuerza bruta y agilidad- sino magia y concentración. <<Esto tiene que acabar pronto o tendré que dejar al bicho a su suerte y largarme>>