Torreón Letargo (Archivo V)

Tras comprobar que el parquio no puede invertir las llamas me planteo si yo misma tengo alguna clase de dominio sobre él, pero parece que de momento no doy con la fórmula adecuada al plantearme para qué sirvo, lo que más me llama la atención hasta ahora es el poder quemar las cosas con el contacto físico y el no sentir dolor alguno con mis propias llamas, lo segundo no es problema pero lo primero es algo que me gustaría poder controlar, sin duda la idea que ir prendiendo algunas cosas que toque no es agradable, para mí el esplendor de la Luna no es más que una maldición tejida sobre mi cuerpo, así que aún sigo sin entender cuál puede ser la parte positiva de todo esto, sólo hemos salido del cascarón, eso es lo que está claro, pero no quiere decir que me guste mi nueva forma.

Relajo los hombros con alivio al ver llegar a la Idrina, pero entorno los ojos al descubrir que lo hace sola, sin embargo no parece mostrar síntomas de preocupación por la krabeliense sino por lo que Rasqa acaba de hacer, así que sobreentiendo de inmediato que la hija de Lunas debe de encontrarse bien, o al menos que ha sido encontrada.

Como era de esperar Irianna también se posiciona en contra de las llamas, yo le dirijo al parquio una mirada convertida en una lanza de enfado.
-¿Cómo que qué nos pasa? ¿Estamos haciendo algo mal al replicarte por hacer arder los muebles?, piénsalo un poco y deja de decir estupideces, sea locura o no la hoguera la haces fuera- digo con tono seco, secundando la idea de Irianna y volviendo a mirarle con cierto reproche- no te nos indignes tú.

Cuando se acerca Varsai casi sonrío ante la mención de campamento improvisado, pero sobre todo con lo de poder dormir.
-De todas formas yo no podría ni aún sobre miles de colchones blandos. ¿Alguien me explica como voy a hacerlo con el pelo en llamas?.- les digo mirándolos directamente a los ojos, la pregunta estaba lejos de la broma.

De repente entra Ruth, pero el licántropo no le presta atención. Tenía la mirada puesta en el moloch, no solo le había devuelto el rugido sino que estaba pasando de él y eso le cabreaba mucho. Era una completa locura que actuara de esa forma. Sentía que conforme pasaban los minutos iba perdiendo el control, todos esas situaciones le estaban sacando de quicio. Afortunadamente llegó Irianna, y puede que convencido o presionado el parqio dejó de quemar muebles.

Eso fue una buena noticia, pues el tigre se tranquilizó al ver que el pirómano había desistido en su extraña tarea. Aún así no estaba del todo cómodo, obviamente. Sus sentidos mejorados eran una hoja de doble filo. Bueno porque percibía ventajosamente el mundo con mayor nitidez, y malo porque debido a esto el olor del humo le molestaba muchísimo. Sin embargo se aguantó como podía ya que no quería dejar a sus compañeros tirados. <<Como Jace>>. Ahora que lo pensaba el humano se dio cuenta de la falta de consideración que había tenido, no era el mejor momento para irse de copas con sus nuevos amiguitos cuando los demás lo estaban pasando tan mal.

Cuando Varsai subió las escaleras el tigre casi ni se enteró, pues el hedor que despedía la hoguera era tan fuerte que le enturbiaba el olfato. La varmana se puso a llorar y Devoss no pudo evitar sentir lástima, al fin y al cabo seguía siendo una niña aunque tuviera la apariencia de una leopardo de las nieves. Se acercó a ella y le lamió la cara para consolarla ya que no quería verla tan triste, aunque sabía que en un día tan aciago como ese la felicidad duraba poco. Le pareció buena la sugerencia de la idrina, dudaba de que alguien pudiera cerrar los ojos y dormirse en paz.

Así que se sentó junto a sus compañeros mientras miraba como el fuego consumía la madera. Hizo caso omiso de las preguntas de la demonio porque no sabía la respuesta, de todas maneras no podía hablar así que era inútil intentarlo. Lo único que quería era que esa maldita Luna desapareciera de nuevo.

Sekk despertó de forma brusca, liándose con la manta que el xolnita le había echado por encima en su afán por librarse de ella. Estaba confuso, su respiración era muy agitada y no recordaba nada de lo que había ocurrido, pero se sentía como si le hubiera pasado un tractor por encima. No estaba herido, sin embargo, o al menos él no notaba nada, pero necesitó unos segundos para tranquilizarse.
—¿Qué me ha pasado? —le preguntó a su compatriota cuando se percató de su presencia—. ¿Qué es lo que te ha pasado a ti? —preguntó unos segundos después, cuando distinguió el nuevo apéndice del capellán. A pesar de lo chocante del hecho no se le notaba alterado: estaba cansado y hacía tiempo que se había convencido de que la Luna les cambiaría.

El brillo del astro se filtraba por las troneras del torreón, lo cual sumado al extraño banco de niebla que había invadido el edificio dotaba a la escena de un tinte irreal, pero antes de que la cizaña le pudiera contestar el berserker captó el olor a humo. Visiblemente preocupado se puso en pie y olisqueó el aire, enfilando las escaleras algo tambaleante para encontrar el origen del incendio. Cuando alcanzó el dormitorio de los chicos abrió la puerta con brusquedad.
—¿Pero qué… ? —masculló con los ojos abiertos de par en par, buscando apoyo en la pared más cercana mientras trataba de asimilar lo que estaba viendo. Dos felinos enormes, Rasqa cubierto de pinchos ardiendo, Ruth con la piel roja y el pelo en llamas e Irianna sin cambios aparentes, todos ellos frente a una enorme fogata hecha con los muebles y rodeados de aquella espesa niebla.

Se deslizó por el muro hasta el suelo y se quedó allí sentado, tratando de convencerse de que todo aquello tenía una buena explicación. Unos segundos después se percató de que faltaba gente.
—¿Dónde están los demás? —preguntó por fin. Aunque asumiera que el tigre y el leopardo de las nieves fueran alguno de sus compañeros seguían sin cuadrarle los números.

Varsai se sentía mal, y desde luego los comentarios de sus compañeros no ayudaban. En ese arrebato de debilidad general el animal tomó el control de su cuerpo. El lametón de Devoss terminó por despertar al leopardo, se levánto y se estiró, sus ojos convertidos en rendijas.

Se acercó al fuego y dio una vuelta alrededor de éste disfrutando del calorcillo que emanaba. El animal no tenía pensamiento racional, eso era trabajo de su parte varmana que no estaba disponible, el leopardo sin embargo estaba de buen humor por el ambiente distendido que había y quería jugar.

Se lanzó contra el tigre cayendo los dos al suelo, mordió juguetonamente la oreja del felino y luego huyó moviendo la cola provocadoramente. Se subió al armazón de una de las camas y desde allí lanzó un bufido al humano que sonó a: "¿A que no me pillas?".

Dio un salto y pasó otros dos armazones para ir a caer en un tercero que crujió bajo su peso amenazando con romperse, pero no lo hizo. El felino se estaba divirtiendo, por primera vez desde que habían surgido sus instintos animales se sentía libre, y es que su parte racional no hacía más que restringirlo, y por eso no pensaba parar. Ni siquiera se percató de la entrada del ulterano en la habitación.

Rasqa sonrió ante la actitud de Irianna. Por fin una persona que se daba cuenta de que aquella hoguera suya era inofensiva. El parqio se acercó a la hoguera, se hizo un ovillo junto a ella y posó la cabeza sobre la piedra, para maravillarse con la cercanía de las llamas. Había algo mágico en el contoneo del fuego, algo se escondía en el crepitar que Rasqa no era capaz de descubrir. Echaba algo en falta, algo que hiciera de aquel fuego no una maravilla, sino la perfección hecha llama. El parqio sentía la necesidad de alimentarlo, pero sabía que sus compañeros se interpondrían a él y no le interesaba discutir. Por lo que no le quedó más remedio que acallar su instinto y dejar que su obra se extinguiera. Sin embargo, el humo que ocupaba toda la habitación y se escabullía por la puerta y el ventanal bastaba para gratificarlo.

—Tiene que ser interesante dormir sobre un colchón que arde —fue su respuesta a Ruth. El parqio alzó la cabeza al ver entrar a Sekkeh. <<¿Veis?>>. Pensó divertido. Le encantaba tener razón. Sekkeh era fuerte, más aún ahora que la Luna le había bendecido. Sobre lo que preguntó...— Ni idea —respondió, devolviendo la mirada a las llamas.

Lo que tenía claro es que si Irianna descansaba junto al fuego, tranquila, Kimbra solo podía estar viva. No tenían motivos para preocuparse aquella noche.

Kimbra atendió a las palabras de Irianna atentamente y en silencio, rozando con sus nuevas garras cada uno de los lugares que la idrina nombraba, intentando ser cuidadosa, ya que todavía no había aprendido a manejar y calcular las distancias con ellas. Cuando Irianna habló de su imperceptible cambio, la krabelinense puso mayor atención en él, percatándose de que, efectivamente, el color de sus ojos se había aclarado. Finalmente, asintió hacia ella cuando dijo que debía irse y se giró de nuevo hacia la Luna, observándola.

Kimbra siguió acariciándose los cuernos mientras miraba la luna. Le habría gustado saber el color de estos, pero había olvidado incidir sobre ello en su pregunta a Irianna, por lo que tendría que desconocerlo por un tiempo más. La engendro estaba segura que no solo su físico había cambiado, sino que también lo había hecho mentalmente, solo que o bien todavía no había sido consciente de ellos, o bien estos todavía no habían sido completados. Aun así, si que se había percatado que sentía cierta nostalgia por la sangre desaparecida y deseaba volver a impregnar su coraza de ella tan pronto como pudiera.

Decidida ya a volver con el grueso del grupo y descubrir cuales habían sido sus cambios, Kimbra, aun reticente por perder la visión de la luna, se encaminó al interior del torreón, donde siguió los sonidos hasta uno de los dormitorios donde se encontró a Irianna junto a Rasqa, Ruth y Sekkeh, todos ellos con notables cambios, aunque algo más sutiles en el caso del ulterano, al que se le percibía un aumento considerable de musculatura. Junto a ellos también se encontraban dos bestias. Kimbra hizo amago de ponerse en guardia, incluso sus ojos cambiaron su color al rojo intenso, pero en cuanto su olfato reconoció levemente a los animales como Varsai y Devoss, su cuerpo se tranquilizó. La Hija de Lunas quiso preguntar por todos los cambios que sus compañeros habían sufrido a la vez, pero ante la confusión se limitó a inclinar la cabeza, golpeando así su cuerno contra el quicio lateral de la puerta. La cabeza de la krabelinense vibró y esta se sujetó su nueva cornamenta con las manos, rozándose las uñas una contra otra de forma desagradable.

- Debo familiarizarme con mis nuevos apéndices cuanto antes- comentó confundida por el golpe.

Ante la pregunta, desvió su mirada hacia Ruth, concretamente a su pelo que ardía con tanta intensidad como la hoguera.
—Supongo que usando el hechizo ignífugo. En el libro de magia se explica cómo anclar hechizos a un objeto, yo puedo ayudarte con eso —le aseguró.
El comentario de Rasqa al respecto sumado a aquel campamento improvisado parecían indicar que fuese lo que fuese en lo que se había convertido el parqio estaba estrechamente ligado con el fuego al igual que sentía que le sucedía a ella misma con la niebla. Dicho pensamiento le hizo comprender un poco mejor lo que había movido a Rasqa a montar aquel desbarajuste, aunque seguía desaprobando el hecho de que hubiera elegido precisamente aquel lugar y aquellos objetos como materiales. La idrina no tenía ni idea de cómo podía hacer que la niebla saliese de Letargo, tal y como había sugerido el brujo que parecía ser el caso, pero la idea de hacerlo le producía una especie de rechazo instintivo. Sabía que no era justo, al fin y al cabo ella tenía alguna clase de capacidad extrasensorial relacionada con aquel banco neblinoso pero para el resto solo era una molestia y por ello la habría eliminado de saber cómo, pero se sentía anormalmente a gusto con su presencia.

Gracias a la niebla, de hecho, supo que se acercaban tanto Sekkeh como Kimbra, alegrándose de que el ulterano estuviese lo suficientemente bien como para moverse por sí mismo, aunque con cierto miedo a que se repitiese el episodio que le había llevado a estrangular a Sigrún. De hecho, se preguntó, ¿cómo se sentiría el intara al respecto? Nadie lo culpaba por lo sucedido, al fin y al cabo el humano había sido el primero en intentar atentar contra sus propias vidas tras confesar haber hecho lo propio con Vorela, pero…
—Kimbra está bajando de la azotea ahora mismo —respondió a su pregunta un tanto desconcertada por la normalidad que aparentaba el intara en aquellos instantes—. Jace… se ha ido. Al parecer había alguien más que sufrió el mismo cambio que él y ha ido a que le expliquen… bueno, es largo de explicar. Creo… creo que te fuiste del torreón antes de ver cambiar a nadie así que no lo sabrás, pero ellos son Devoss y Varsai —le informó señalando al tigre y la leopardo. Había mucho, mucho más que explicar, pero la idrina no quería saturarlo con información. Finalmente lo observó dubitativa antes de preguntar—. ¿Tú te encuentras bien?

Mientras tanto, Kimbra ya había alcanzado el cuarto y el sonoro golpe le hizo entonces dirigir su atención hacia ella, aunque no parecía haberse tratado más que de un pequeño problema con sus recién adquiridos cuernos, tal y como ella misma anunció. Irianna se levantó finalmente del cojín y se acercó a los que acababan de llegar. El humo había comenzado a ser una molestia y empezaba a notar los ojos algo llorosos.
—Será mejor que hablemos fuera, estar aquí dentro empieza a resultar incómodo y sofocante. Rasqa, te advierto que puedo ver lo que haces a través de la niebla, así que no te olvides de la condición que te puse —le dijo firmemente al parqio enfatizando su postura con un gesto antes de girarse de nuevo hacia Sekkeh y Kimbra.

Rasqa no le dio una respuesta a su pregunta, pero por suerte Irianna si tenía alguna idea del paradero de los demás. Sekk se giró hacia la puerta para ver entrar a Kimbra en cuanto la idrina hizo alusión a su inminente llegada, sorprendiéndose un poco al ver su nueva cornamenta y sus ojos.
—¿Estás bien? —se apresuró a preguntar cuando la krabeliense golpeo uno de sus cuernos con el marco de la puerta, poniéndose en pie con cierta dificultad y acercándose a echar un vistazo. No parecía haber sido un golpe doloroso, pero permaneció junto a ella para ofrecerle apoyo si se mareaba.

La ausencia de Jace llamó su atención, y su primer impulso fue salir en su búsqueda, pero permaneció quieto atendiendo a la lacustre.
—Estoy cansado —respondió, algo inseguro respecto a su respuesta, saliendo al pasillo cuando la albina lo propuso. El humo estaba cargando la atmósfera de la habitación y le empezaba a costar respirar—. No sé muy bien que ha pasado, lo último que recuerdo es que estaba hablando con Rasqa en la azotea, y creo que después me enfadé por algo… —murmuró confuso, pellizcándose a continuación el puente de la nariz—. Me parece que tengo fiebre —sentenció, notando por primera vez lo elevado de su temperatura corporal. Curiosamente no sentía ningún tipo de molestia al respecto.

Apartando estos pensamientos de su cabeza volvió a centrarse en lo importante: la suerte del americano.
—¿Sabéis dónde ha ido Jace? Saldré a buscarlo y lo traeré de vuelta, no creo que separarnos haya sido buena idea —comentó, sopesando el riesgo de una travesía nocturna. En ese momento cayó en algo y volvió a hablar—. ¿Qué hay de Sigrún? —inquirió, extrañado de que la bruja no le hubiera mencionado. El islandés no era santo de su devoción, pero eran compañeros al fin y al cabo.

No vio venir el placaje ni quién lo propinaba, sin embargo pronto descubrió que se trataba de la leopardo. El holandés no daba crédito a lo que veía. ¿Qué cojones hace? Cayeron al suelo (llevándose un mordisco juguetón) hasta que Varsai se levantó y se subió a un armazón. El tigre no estaba ni mucho menos para bromas en esas circunstancias. Entrecerró los ojos ante el comentario de su compañera, totalmente confundido y cabreado.

Él era el primero en reconocer que por su parte no debían estar tan preocupados como el resto, se habían convertido en dos poderosas bestias. Y lo mejor de todo era que podían cambiar de forma a voluntad. Devoss pensaba que sin contar el doloroso proceso y los instintos animales habían salido ganando en gran medida. Pero algunos de sus compañeros no habían tenido tanta suerte, y por eso mismo no era el mejor momento para celebrar lo que eran ahora. Bufó contestándole a la licántropa aireado: “Para Varsai, no es ni el momento ni el lugar, la Luna ha sido generosa con nosotros pero no todos nuestros amigos han sido tan afortunados.” Terminó dirigiéndole una larga mirada a la demonio de fuego. <<Rocavarancolia puede ser tan injusta...>>

Entró el berserker y el holandés se alegró en seguida. El intara era un hueso duro de roer y eso en la ciudad era una ventaja. Era algo distinto, se había vuelto más musculoso pero el licántropo no logró sacar a la luz más cambios. Cuando la idrina lo presentó el tigre miró al suelo pensativo. Tenía ganas de descubrir cómo controlar su transformación y hablar con sus amigos de lo ocurrido. Seguido de el rubio llegó una Kimbra con un nuevo aspecto, a parte de su demacrada cara lo que más llamaba su atención eran los cuernos que salían de sus sienes y sus adquiridas garras.

Cuando los miró a él y a la varmana sus ojos enrojecieron. El tigre sabía qué significaba aquello por lo que se puso tenso observándola por si le atacaba, afortunadamente pronto lo reconoció y no pasó nada.

Asintió con la cabeza al escuchar la propuesta de la bruja, el humo se estaba volviendo insoportable ya no solo para el olfato sino también para los ojos. Por lo que salió de esa maldita habitación aliviado de poder respirar aire puro.

Con un suspiro de irritación desvío la mirada hacia las llamas de la hoguera, ladeando algo la cabeza y observando con neutralidad el color del fuego y como va eliminando las cosas que el parquio ha decidido quemar, sólo levanto la cabeza cuando Rasqa vuelve a sacar uno de sus comentarios, obviamente orientados otra vez hacia las llamas, cosa que me parece totalmente extraña en él, jamás se ha comportado así. Me permito mirarle y alzar las cejas, pero no vuelvo a chistar nada, después de todo no es que haya dicho nada malo.

Miro a la Idrina con gratitud cuando esta propone una idea bastante interesante.
-Es cierto, no se me había ocurrido- contesto girándome ahora hacia la puerta de la habitación, de la cual proceden sonidos que indican que está subiendo alguien, en mi interior empiezo a rezar para que no se trate del xolnita, por suerte entran el intara y la hija de lunas, ambos visiblemente cambiados, el primero ha desarrollado considerablemente la musculatura y a la segunda le han salido cuernos a parte de haberle cambiado los ojos, ahora presenta un aspecto más inquietante, como el resto no parece haberse adaptado a los cambios. Por destino del azar casi todos nos hemos reunido en la habitación, y la carga que tenía en la espalda por la incertidumbre de saber si los dos estaban bien o no ha desaparecido.

Analizando con detenimiento a todos empiezo a pensar cuáles son los cambios de Irianna, y si es que la Luna aún no ha hecho mella, hay que estar preparada para cualquier cosa, por si ocurre algo parecido a lo de Sekk, al parecer él no recuerda nada, y puede que sea mejor así, no es necesario tener que mencionar aquella ira que le entró sin razón. No sé si me corresponde a mí o no tener que contarlo, por mi parte permanezco en silencio, saliendo de la habitación junto con los demás, moviendo la cola a mi paso para ir acostumbrándome a ella.

Sekk hace muy dos buenas preguntas, de las cuales a ninguna tengo respuesta.
-De Jace ni idea, pero es cierto...- falta alguien en la ecuación- ¿Y Sigrún?.- pregunto con curiosidad y pasando la mirada de los felinos al intara, >>¿No se estaban peleando? ¿Y estaba Sekk verdad?<<.

La idrina comprendió enseguida la actitud tranquila del intara cuando este afirmó que no se acordaba de lo que había hecho desde que había abandonado el torreón. La agresividad que desprendía Sekkeh en la avenida se había esfumado, fuese lo que fuese aquel arrebato que había tenido, ya no tenía efecto sobre él. El desconocido lo había llamado de una manera que ya no recordaba debido a que estaba más ocupada en aquel momento evitando un posible enfrentamiento, pero suponía que aquello era el nombre de lo que ahora era el ulterano.
—No recuerdas nada de lo que sucedió… —repitió la idrina más bien para sí mientras trataba de encontrar las palabras y el valor para explicarle a Sekkeh lo que había ocurrido en aquel lapso de tiempo.

Su vista vagó hacia Devoss y Ruth según se acercaban, esta última queriendo saber también el paradero de Sigrún. Kimbra también expresó su deseo de conocer lo que había ocurrido y la lacustre les dedicó una mirada preocupada a cada uno de ellos, deteniéndose en Sekkeh. Ella era la única que se encontraba presente que podía contar lo sucedido, comprendió enseguida.
—Sobre Jace solo sé que mencionaron algo de una taberna —decidió empezar por lo más fácil mientras reunía fuerzas para responder a la otra cuestión—. Sigrún está… él… —vaciló y se mordió el labio antes de seguir hablando. Suspiró y volvió a dirigir su vista hacia el intara. Tenía que decírselo cuanto antes—. Se ofreció a seguirte cuando abandonaste el torreón. Yo… no me fiaba del todo de él pero nunca imaginé… Cuando llegó la niebla pude sentir vuestra presencia, puedo sentir cosas dentro de la niebla por algún motivo; estabais rodeados de miles de criaturas de pequeño tamaño así que corrí hacia vuestra posición. Sigrún dijo… dijo que se iba a ocupar de ti con “sus niñas”. Confesó haber matado a Vorela utilizándolas. Usando aquellas criaturas invisibles repulsivas. No sé lo que eran, pero reptaron por encima de nosotros. —La idrina hizo una nueva pausa al notar el escalofrío que le sobrevino al recordar la desagradable sensación, haciendo tiempo antes de continuar con su historia—. Tú estabas fuera de ti. La Luna te afectó de forma diferente al resto a pesar de que tampoco hayas cambiado demasiado externamente. Cuando Sigrún trató de atacarnos… Le partiste el cuello.

La lacustre había cruzado un brazo hasta la base de su cuello inconscientemente al final de su relato y podía notar su ritmo cardíaco acelerado en la base de su muñeca. No pudo seguir manteniendo el contacto visual con Sekkeh y desvió su mirada hacia Devoss, ya que el tigre también había estado presente en el momento. No se había atrevido a decirle que después de dejar tirado al islandés como si se tratase de un juguete roto había dirigido su furia hacia Roaxen y ella.

Kimbra contestó afirmativamente a la pregunta de Sekkeh de si se encontraba bien asintiendo suavemente con la cabeza, controlando que los cuernos no chocaran contra nada, y dio un paso atrás para salir del marco de la puerta y así evitar futuros golpes.

Cuando Sekkeh manifestó sus dudas sobre lo ocurrido e indicó que deseaba conocer los sucesos que se habían dado, Kimbra también preguntó al respecto, ya que desconocía los problemas o inconvenientes que habían tenido sus compañeros el tiempo que ella había estado agonizando o inconsciente. La krabelinense escuchó atentamente las palabras de Irianna y se sorprendió cuando esta informó de que la muerte de Vorela había sido su culpa, pues ella no veía cómo podía haberlo hecho. Por lo visto, “sus niñas” habían resultado ser diminutas criaturas invisibles a sus ojos que le habían ayudado a cumplir su deseo.

Cuando Irianna dijo que Sigrún estaba muerto y que había sido Sekkeh quien había acabado con su vida, Kimbra tuvo la necesidad de preguntar dónde estaba el cadáver. Por alguna razón, algo dentro de sí le incitaba a buscarlo. Quería tener el cadáver ante ella, toquetearlo, desmembrarlo y recolocarle las extremidades. Pero, sobre todo, quería extraer los fluidos corporales del cadáver y pintarse el cuerpo con ellos.

Asombrada por su reciente necesidad, la Hija de Lunas sacudió la cabeza rápidamente sin acordarse de los cuernos y sintiendo algo de mareo debido al peso extra. La engendro era consciente que dichas sensaciones y necesidades podrían deberse a su nueva forma, pero prefirió concentrarse en otra cuestión por el momento. Más adelante seguramente decidiera consultarlo con alguno de sus compañeros.

A medida que Irianna le relataba lo ocurrido, la expresión de Sekk fue pasando de la expectación al horror, atravesando distintas fases de incredulidad y rabia, sobre todo al enterarse del destino de Vorela.
—¿Qué le partí el cuello? —murmuró completamente pálido, sus voz apenas un susurro y los ojos muy abiertos. No era la primera vez que acababa con la vida de alguien, ya lo había hecho antes obligado por las circunstancias, pero no recordar cómo había ocurrido se le antojaba aterrador e impersonal—. No puede ser...

Por lo que pudo deducir del relato de la idrina había perdido el control sobre sí mismo, con consecuencias fatales para el islandés, y al comprender que eso podía volverle a ocurrir cerca de sus compañeros dio inconscientemente dos pasos hacía atrás. Conteniendo las náuseas el berserker se apoyó en la pared, tratando de no perder el equilibrio, y con voz ligeramente tomada volvió a hablar.
—Necesito salir de aquí, tengo que… ¿Sabéis qué dirección tomó Jace cuando abandonó el torreón? —preguntó al final, tragándose la angustia. Fue la bruja la que le respondió, de forma un poco ambigua, pero con esa información fue suficiente y el berserker se marchó.

No era tan inconsciente como para salir desarmado, por eso se pasó por la armería por segunda vez aquella noche, demasiado conmocionado con lo que había hecho como para fijarse en si Roaxen estaba o no presente. Cogió un mandoble bastante ligero, o esa impresión le dio, y con el colgado a la espalda abandonó el torreón, perdiéndose bajo la lluvia con expresión sombría. ¿Acaso la Luna le había transformado en algo peligroso para sus compañeros?

Continúa en la Taberna del Mago Tuerto.

Al ver la cara de preocupación de la Idrina empiezo a preocuparme de verdad, las cosas no están saliendo demasiado bien, y aunque es verdad que la mayoría hemos sobrevivido hemos tenido bajas importantes, demasiado cercanas como para olvidarlas sin más, pero aún así, con todo lo negativo que ha rodeado a Letargo y Maciel desde que hemos llegado no pensaba que la pequeña suerte que poseemos se haya desvanecido, de forma que ni si me pasa por la cabeza lo que Irianna está a punto de decir, me espero más heridas, pero no aquello.

Con la primera frase desvío la mirada al intara, fijando los ojos en él y paseando la vista de arriba a bajo. >>¿Cómo que no recuerda nada de lo que sucedió? ¿Qué paso?<<
Cuando empieza a contar el relato asiento afirmativamente, es cierto que él fue a seguir a Sekk, y que también yo noté un comportamiento diferente en el islandés, pero no sé que tiene que ver una cosa con la otra, sin embargo, solo hay que escuchar el relato un poco más para poder enlazar las cosas. Abro los ojos sorprendida con la noticia, cosas invisibles, él las manejaba, y se cargó a Vorela, la asesinó a sangre fría, e intentó hacer lo mismo con Sekk.
-Díos mío- me permito decir cuando narra lo del cuello, no por decepción ninguna hacia el intara, sino confusa por el impacto y la importancia de tantas noticias a la vez, vuelvo a repasarle con la mirada, entendiendo por qué ha sido capaz de hacer algo así, y negando con la cabeza cuando parece estar abrumado, él se defendió de la muerte, ¿Acaso es malo eso?.

Me mantengo en silencio, contemplando como desaparece escaleras abajo, en un intento de salir de allí, arrugo la frente y miro a Devoss e Irianna con expresión de estar desorientada, pero enseguida me hago una idea clara sobre la opinión actual que tengo sobre Sigrún.
-Es mejor dejarle solo ¿No?, necesitará aclararse- comento respecto a Sekk- sólo hizo lo correcto, si hubiera intentado matarme quiero creer que yo hubiese hecho lo mismo- el humo y la niebla mezclados me resulta incómodo para establecer contacto visual, así que agacho la cabeza levemente- qué capullo y cobarde, que se pudra -digo escupiendo las palabras, y recordando todos los momentos vividos con él, aún me resulta extraño pero voy a empezar a acostumbrarme a los cambios en las personas, en la ciudad no tienes más remedio que adaptarte a esto, ¿Cómo es posible que no nos diésemos cuenta? ¿Siempre fue así o esto lo cambió?, si tengo algo claro es que su nombre no va a pertenecer a nuestros muros, muy a mi pesar no merece estar escrito al lado del de Ziack, y muchísimo menos del de Vorela.

Rasqa no tuvo mucho que decir sobre lo que les había narrado Irianna. Veía bien que Sekkeh hiciera lo que hizo y lo único que le preocupaba era su estado mental, pues parecía que el ulterano no recordaba nada de lo que había ocurrido. Sin embargo, el berserker había cogido tan rápido la puerta que Rasqa no tuvo tiempo de seguirlo. Tampoco sintió la necesidad, Sekkeh había cazado con el parqio y con Kimbra y se las podía valer solo antes de que la Luna se apareciera en el cielo. Estaría a salvo.

El parqio se aseguró de disfrutar de su hoguera hasta el último momento, aún cuando el resto de sus compañeros iban abandonando la habitación por el humo. Rasqa se sentía extasiado al respirarlo, entraba y salía por sus pulmones tal y como lo haría el aire puro. Mejor. No había tos, no había asfixia para él. La atmósfera turbia y el crepitar del fuego le relajaban. Rasqa se veía a sí mismo entre las llamas, veía su casa. El fuego y él se pertenecían el uno al otro. Y así, el moloch aguardó hasta que la hoguera menguó y se extinguió por si sola.

Entonces, caminó hasta las brasas y los restos carbonizados de sus muebles y se tumbó sobre ellos. Todavía estaban calientes y, de alguna manera, sentía que agonizaban mientras se consumían. Sintiendo verdadera pena por el fuego muerto, Rasqa acercó sus fosas nasales a las brasas y aspiró con cuidado el aroma final. El olor de la madera quemada le daba la vida en aquellos momentos.


Rasqa no salió de la habitación hasta que hubo disfrutado lo suficiente de su pequeña obra de arte y, cuando lo hizo, fue por la ventana. Siguiendo el mismo camino por el que había salido el humo antes que él. Dio un par de vueltas a baja altura al torreón, maravillándose por el resplandor rojizo que proyectaba la luna sobre el paisaje. Sus pinchos se encendían y se apagaban descontrolados. El parqio finalizó sus vuelos alzándose hasta la azotea. Se encaramó a la cara externa del torreón, aferrándose a una de las almenas, y se sintió tan ligero que no sintió la necesidad de moverse de allí.

Kimbra estaba frente a él. Rasqa aprovechó aquel momento para prestar atención a lo que le había hecho la luna. Sus ojos habían cambiado, su cuerpo entero parecía demacrado y luego estaban esos cuernos. Al parqio le parecían preciosos.

—¿Cómo te sientes? —preguntó. La emoción se filtraba entre su voz ronca.

???

Se sobresaltó de sobremanera cuando el intara se tuvo en pie de pronto, peleandose con la manta que le habia puesto. Notandole confuso, no se sorprendio que empezase a preguntar, pero lo que si le chocó fue que tan pronto como empezó a procesar la situacion de su lugar y, advirtiera el jolgorio que ocurria arriba, con humo inclusive, se fuera a comprobarlo sin más sin anter permitirle explicar nada.
Muy ofuscado por aquella falta de modales, pero algo aliviado porque parecia que habia vuelto a su estado de mente natural, aunque obio que no recordase los sucesos que habian acontecido, el xolnita no le persiguio y, sin embargo, se puso en pie con un quejido.

Afuera llovia. Notaba la humedad rodando aquella zona y al torreón, el dolor de sus heridas se intensificaba por momentos y tambien lo hacia su mal humor. No queriendose quedar a la fiesa, el ulterano tan solo subio las escaleras para coger sus cosas y largarse del torreón. Si alguien le veia salir por la puerta, le llamaria la atencion que llevase el casco con el que vino a la ciudad, reconstruido en parte desde hacia ya un tiempo.

Bajo el pesar de la lluvia y acompañado sonoramente por su cojera, el xolnita abrió paso hacia la inestable ciudad, pensando que asi aclararia su mente y prioridades en aquel momento.

Sigue en Un Sitio Muy Oscuro

El leopardo perdió la batalla contra la lucidez en cuanto Devoss le echó la bronca. Varsai sabía que tenía razón, no era el mejor momento para dejar que su parte animal la controlase, tenía que ser fuerte, no sólo por ella, si no por todos sus compañeros.

Había visto morir a uno de ellos, no le había afectado tanto al saber lo que había hecho. Sekk estaba herido y Jace se había ido, aunque la niña estaba segura de que estaría bien, no sabía muy bien cómo, era algo instintivo.

En cuanto la gente empezó a marcharse de la sala Varsai decidió irse también y, como no sabía muy bien qué hacer decidió irse a la cama. Cuanto antes se le pasase la noche mejor.

Valiéndose de las fauces y los colmillos abrió la puerta de la habitación de las chicas, saltó sobre su cama y tras dar un par de vueltas para buscar posibles objetos que la incomodasen se tumbó. Se hizo un ovillo y se tapó con la cola de forma inconsciente. No tardó en dormirse.

Mientras dormía su cuerpo empezó a cambiar sólo. Primero el pelaje disminuyó, la cola fue desapareciendo y sus huesos se recolocaron de forma indolora volviendo a tomar su forma varmana, las orejas fueron lo último en desaparecer sustituidas por las suyas de siempre.

Cualquiera que entrase en la habitación encontraría a Varsai tumbada sobre la cama y desnuda. Sin taparse con las mantas, no las necesitaba.