Torreón Letargo (Archivo V)

Hizo lo mejor que supo por los huesos del intara, aunque a media conjuración su concentración se vio severamente puesta a prueba ya que sabía que algo no iba bien en los dormitorios, donde se encontraba Rasqa. ¿Era aquello… fuego? La idrina no estaba del todo segura, era la primera vez que sentía una llama en medio de la niebla al fin y al cabo, pero era la única explicación posible para la información que le llegaba. Se apartó de Sekkeh justo cuando Varsai llamaba su atención.
—Lo sé… Pero debería ir a buscar a Kimbra, está en la azotea y no se ha movido desde que hemos llegado —se mordió el labio, insegura sobre qué hacer, hasta que su vista se posó en Ruth, que se encontraba al lado del sofá donde Roaxen había depositado a Sekkeh—. ¿Puedes ir tú a ver qué pasa en el dormitorio de los chicos? Voy a ver cómo se encuentra Kimbra y la traeré aquí, después me reuniré contigo allí.

Cuando empezó a subir las escaleras, el humo se hizo visible entre la niebla y la lacustre dirigió una mirada preocupada hacia el cuarto mientras seguía subiendo. Un rugido de Devoss llegó a sus oídos y se dio todavía más prisa. <<El torreón es de piedra>> se dijo. Tenía que comprobar que la krabelinense no se encontraba malherida. Rápidamente subió la azotea en cuanto alcanzó el último piso, conocedora de la posición exacta de la hija de lunas.

Al principio su visión la asustó, ya que su amiga se encontraba completamente cubierta de sangre. Se dio cuenta enseguida de que aquella sangre no podía ser la suya, puesto que había visto el líquido plateado salir de las heridas de Kimbra en más de una ocasión. Se apresuró a limpiar la mayoría de la sangre con hechizos de limpieza y comprobó que no parecía herida una vez libre del fluido. Sus cuernos y sus manos transformadas en garras llamaron su atención, pero no era el momento de detenerse en aquellos detalles. Aplicó un hechizo vigorizante y el efecto casi inmediato que tuvo en la hija de lunas le confirmó que su estado no era grave, dando signos de movimiento.
—Kimbra, soy yo, Irianna… ¿Te encuentras bien?
Mientras esperaba su respuesta, no dejaba de atender a los movimientos del cuarto de los chicos.

Aún con el enfado me permito taladrar a Roaxen con la mirada sin dejar achacarme por ningún momento y haciendo acopio de todas mis fuerzas por no continuar discutiendo, a pesar de que me haya ignorado totalmente, cosa que también es de esperar por su parte. En un acto espontáneo e inconsciente casi estoy a punto se sentarme en una de las sillas pero consigo recordar  lo fatal que podría resultar si lo hiciera, además debe se ser muy incómodo hacerlo con la cola, voy a tener que acostumbrarme a ella, lo quiero o no la nueva extremidad supone algo de peso hacia atrás así que debe de ser un gran reto correr como lo hacía antes, otra pequeño obstáculo más.

La voz de la Idrina me saca de mis pensamientos, una vez termina de recolocar los huesos rotos de Sekk como puede decide actuar y controlar la situación, la cual anda algo desbordada, así que me pide ayuda a mí, y accedo.
-Por supuesto, antes intenté localizarla pero nada de nada- le digo extrañada, preguntándome como es posible que sepa que pasa algo en ambos lugares mientras observo los nuevos y claros ojos de Irianna- iré a ver.

Al pie de las escaleras me paro en seco, notando a la vez un extraño olor a quemado, pensativa e instándome a pensar rápido me deshago de las chanclas para que no  molesten a los nuevos pies de reptil que han surgido con la Luna, chasqueo asqueada y empiezo a subir notando un ligero balanceo a hacia atrás pero logrando mantenerme firme, cuando escucho el rugido de Devoss se me acelera el corazón y no tardo ni tres segundos en encajarme en la puerta, esta despide una serpiente de humo que se va deslizando por el principio de los pasillos. >>¿Pero qué cojones?<<

En realidad podría ser cualquiera pero ahora mismo solo se me ocurre alguien pueda haber quemado por accidente algo, y ese sin duda no es más ni menos que Rasqa.
-¿Pero que estáis haciendo? ¿Qué ha pasado aquí?- ya tengo suficientes problemas como para tener que lidiar con esto, primero llega Sekk malherido a saber por qué, de Sigrún no tengo ni la más remota idea, luego preguntaré por él, y ahora se nos queman los muebles. Pero hay algo que me sorprende al ver la posición de ambos, no parecen querer huir, más bien los gruñidos del holandés parecen ir directamente hacia el parquio el cual parece fascinado con algo, ¿Están encarándose?.- ¡Pero venga salid de ahí!, ¿Qué leches hacéis parados y mirándoos así?- pregunto temiendo que igual se habrían abalanzado el uno contra el otro de no ser porque he llegado a tiempo.- Vamos- vuelvo a decir repasando en mi mente si hay algún hechizo que conozca del que poder poder partir para amainar el fuego, como para rematar la faena una llama danzante se enciende en la punta de mi cola.

En cuanto el hechizo vigorizante la recorrió, Kimbra abrió los ojos. Luego, parpadeó confusa. Por un momento, se encontró desorientada, sin saber qué hacia ahí o qué había pasado, pero en cuanto vio la esplendorosa Luna de nuevo, imponente sobre ella, el recuerdo del horrible dolor volvió a su mente y, con él, todo lo ocurrido aquella noche.

La voz de Irianna llegó clara a sus oídos, como si apenas unos instantes atrás no hubiera sido inundada por un intenso dolor. Sus ojos, de grandes pupilas, colores intensos y ausencia de esclerótica, la miraron. A simple vista, no parecía que hubiera sufrido ningún cambio, pero tampoco podía fiarse de su percepción actual. Su vista volvió a la Luna.

- ¿Te has parado a observar, Irianna, la preciosa Luna que ha aparecido sobre nuestras cabezas? Una promesa largamente esperada y finalmente cumplida. En mi opinión cuenta con una belleza increíble. ¿Tiene Idris lunas, Irianna? ¿Son tan hermosas como esta? En Krabelin hay dos bellas lunas, como ya sabrás. Una plateada y otra dorada. Nunca había visto una luna tan intensamente roja.

Clavó sus ojos en los de Kimbra en cuanto esta los abrió, su esclerótica se había vuelto del mismo color de sus iris… No, más bien era como si sus iris se hubiesen agrandado hasta ocupar todo el globo ocular. El conjunto con las pupilas dilatadas dotaban a la nueva mirada de la krabelinense de un aire inquietante. La lacustre sujetó a la hija de lunas de sus brazos para ayudarla a levantarse mientras escuchaba lo que tenía que decirle. Ante la mención del gran astro rojo, la idrina alzó la vista hacia el cielo empañado por la espesa niebla, que por algún motivo se había dispersado justo para que pudiese observar mejor el cuerpo celeste que aquella noche presidía sobre Rocavarancolia.
—En Idris también hay dos grandes lunas pero no creo que sean tan hermosas como las de Krabelin. Y desde luego la Luna Roja no tiene nada que envidiarles —se mostró de acuerdo.
Lo sentía verdaderamente así. Además, para la idrina el hecho de que la niebla hubiese invadido el paisaje tan solo añadía belleza al ambiente. El fenómeno meteorológico siempre le había gustado, pero desde que se había sumergido en aquel banco de niebla había sido como darse cuenta de que nunca la había apreciado lo suficiente. Aunque todavía no entendía muy bien el motivo de aquellas sensaciones.
>>Deberíamos bajar, Kimbra —se apresuró a añadir—. Creo que Rasqa ha incendiado algo en los dormitorios y estábamos tratando las heridas de Sekkeh —le comunicó.

Rasqa se había quedado dentro de la pira que había improvisado y que llamaba mucho más su atención que los rugidos del tigre cobarde. El fuego le acariciaba el nuevo cuerpo como nadie lo había hecho nunca. El calor era agradable y el humo, un regalo para sus fosas nasales. El parqio no quería pelear, solo que Devoss le dejara en paz, disfrutando de aquel fuego. Pero no solo no se fue, sino que acabó atrayendo a más gente. Por suerte, Ruth también ardía gracias a la luna y el moloch esperaba que participara.

—¡He prendido un par de cosas! —explicó Rasqa eufórico a la recién llegada—.¿No te llama el fuego a ti también? —la pregunta era seria— ¡Ven aquí, Ruth! ¡Acércate! —la pila de objetos ardiendo sobre la que se alzaba el parqio se desmoronó bajo su peso y Rasqa soltó una carcajada ahumada al caer, contagiado de una alegría que no había vivido nunca—. ¿Puedes traer más madera?

Kimbra asintió a las palabras de Irianna cuando esta habló de las lunas de Idris dejándose levantar sin poner resistencia como una autómata, pero no dio muestras de haber escuchado la información que le proporcionó sobre Rasqa y Sekkeh. Kimbra en ningún momento apartó la mirada de la luna.

- Tan intensamente roja- siguió murmurando- como la sangre sobre la que me he recostado- dijo, levantando su garra hacia la luna como había hecho con anterioridad, sólo que esta vez esta no estaba cubierta de ningún fluido.

Kimbra frunció el ceño mientras observaba su mano, levantando la otra a su vez para también observarla. La sangre ya no las cubría, pero aún seguían ahí las quebradas garras y las uñas afiladas. Al percatarse de eso, la krabelinense alzó sus manos para tocarse los costados de la cabeza en los puntos que anteriormente tanto le había dolido, pero no llegó a ellos, ya que chocó con dos protuberancias óseas que salían una a cada lado de la cabeza. Con cuidado de no chocar sus nuevas uñas, deslizó la yema de los dedos por sus nuevos cuernos. Luego dejó caer los brazos y miró a Irianna.

- ¿Podrías decirme qué aspectos físicos de mi persona han cambiado?- le pidió mirándola fijamente.

Ignorando los rugidos de Devoss me acerco al parquio con los nervios totalmente desatados, contemplando como Rasqa arde entre las llamas sin inmutarse si quiera, y notando un gran temor en el pecho al ver la excitación con la que mira la pira ardiente sobre la que posa su mirada, su forma de observar con fascinación como se consumen los muebles es bastante preocupante, y me quedo muda cuando me habla, alzando levemente las cejas y tapándome las vías respiratorias con la chaqueta del brujo para que el humo no atosigue mis pulmones. Ladeo la cabeza hacia un lado, estupefacta por su entusiasmo, y mordiéndome el labio, le niego con la cabeza mostrando ahora algo más de determinación.

-No- respondo bruscamente, sin hacer esfuerzos en la voz para que no se note la decepción y cansancio que siento, paso la mirada de las hogueras hacia él sucesivamente, y me aparto de un respingo cuando el montón quemado sobre el que estaba sentado se desprende.- No me llama, ¿Debería?- resoplo con frustración apretando los puños, no me quedan fuerzas para seguir aguantando este tipo de cosas.- dime, ¿Qué pretendes?- las ganas de chillarle no disminuyen, así que una vez más vuelvo a reñir como una histérica, si continúo así voy a volverme loca.- ¿No lo entiendes? ¿Es que quieres quemar la habitación o qué?, Sekk está inconsciente y de Kimbra yo no tengo ni puta idea, y para colmo te subes a divertirte un rato, no seas igual que Jace y te largues por ahí mientras el resto tenemos problemas, para esto ya, me cago en..., todo sale mal, ¡Cómo te voy a traer más madera!- le digo cruzándome de brazos.
Tras unos segundos contemplando con irritación el cuarto decido que debo actuar, hacer algo...>>¿Pero qué?<<, estoy tan perdida y es tan mal momento para esto que no sé por dónde empezar, así que primero intento relajarme, ignorando el escozor en los ojos.
-Necesito a más gente, ahora mismo no sé que hacer ¿Vale?, veamos, dudo que exista un hechizo para hacerlo desaparecer ¿Puedes invertirlo?- le pregunto con vanas esperanzas y depositando toda mi fe en que algo salga bien.

???

No pronto, el xolnita habia decidido ignorar a la humana. Ni tenia ganas ni las fuerzas para discutir y, al principio, le fue tarea facil, pero cuando mencionó su nacionalidad se puso tenso, muy tenso e inconscientemente le clavó las uñas a Sekkeh, hundiendolas con rabia en su muñeca. Finalmente cuando se fue, seguido de la felina gigantesca, los dos escaleras arriba que, por lo visto, algo estaba haciendo Rasqa y que habia un fuego. Poco podia importarle al ulterano, cuando este se dio cuenta que se habia quedado a solas con el intara inconsciente.
Se percató de la herida que le habia causado con las uñas. Nuevas y negras uñas, sin el esmalte precioso con el que llegó a la ciudad. Con un hechizo y algo de culpabilidad, limpió y curó la herida, para despues percatarse que ya estaba todo, al menos, todo lo que podia hacer por su cuenta.
Dubiditativo, miró hacia la escalera, las voces seguian en pleno griterio y supuso que aun no bajarian, asi que, naturalmente, su ojo se desvió hacia el intara. Podria haberse dado cuenta antes, pero el ulterano tenia sus puntos de atractivo que le podrian hacer pasar por un ser apuesto. Quizás más ahora, tras su transformación que, a primera vista, le habria transformado en un musculoso pero enfadado ser. Inconscientemente separó sus labios, como queriendo decir algo, mientras su mente funcionaba más rápidamente que su cuerpo una vez más.
Habia estirado el brazo y en esos momentos se encontraba pellizcando suavemente su biceps, ahora notablemente crecido, retiró la mano con el tiempo, cuando se cansó de aquello, la reposó contra su hombro. Parecia todavia inconsciente, aunque el contraste le hacia parecer dormido. Indefenso.
-Oh Sekkeh, cuan injusta es la vida.-se lamentó en voz baja.- Las cartas que se nos han repartido en esta, al menos, han sido de todo menos merecidas. Miranos ahora mismo: Yo, antes puro y perfecto y ahora mirame, una alimaña sacada de una pesadilla y tu, antes tan tosco y bruto, y ahora tan refinado y… mejorado. Sin duda la suerte te sonrie a ti, camarada.-
Su mano habia encontrado sus pectorales entonces y, sobresaltado por aquello pegó un pequeño salto, percatandose de lo que hacia. Sin duda, aquello era de lo más raro, sobretodo para el xolnita. Suspiró y, entonces, el pelo hosco del intara le llamó su atención. Siempre le habia despertado algo de curiosidad mezclada con preocupación y asco al ver el maltrecho mutilaje que su compatriota causaba a su pelo sin motivo aparente.
No deseaba sino verselo largo, aun color rubio arena, podiria quedar notablemente mejor con su ahora, mejorado porte. De nuevo, se vio estirando la mano con curiosidad y alcanzó un mechon de este. Tan maltratado y herido y, sin embargo, sin respuesta, sin vida. Anormal como era, le acercaba más a los xenos que a las personas, pero, aunque le habia costado en un principio, el xolnita habia acabado asociandolo al intara y, quizás en base a su anormalidad, el ulterano habia empezado a asociarlo a la imagen del intara.
-No, no le quedaria tan bien despues de todo, pero, la curiosidad de, al menos, verle una vez así…-suspiró y soltó el mechón, percatandose de que una vez más su curiosidad se estaba transformando en algo más.-¿Pero que estoy diciendo? Si acaso, en orden de anormalidad, me presento el primero, tantas cosas que ahora no entiendo, tantos peligros, tantas mentiras por seres queridos…-
Tamborileó sobre el sofá unos instantes, mientras su mirada caia hacia al suelo.
-Tan solo espero que estes bien una vez que te levantes.-le informó con algo de preocupación.-Aun espero que me acompañes de vuelta a casa.-le exigio con severidad, penetrandole con su ojo.-Al menos, es lo minimo que puedes hacer por mi despues de este susto repentino.-replicó.

Llevaba ya un rato asi, hablandole en una voz normal, como si fuera participe de una conversación, aunque tan solo monologaba, pero, sin embargo, todo aquello que decia, lo sentia así y, tambien habia estado sintiendo tener una conversación más honesta, tanto con el como Irianna. Si los demás querian tener prejuicios contra el, le daban bien igual. Desde el principio estaban perdidos y condenados en su estupidez y el xolnita lo supo en cuanto no captaron su interes. Quizás Jace podria llegar a ser una persona algun dia. No lo sabia. Ahora que no tenia cabeza, quizás por fin empezase a tener algo. Suspiró.
No era sino un cobarde, incapaz de, por una vez, decir cosas buenas hacia los demás. No solo era costoso, sino que su mente se bloqueaba. Tantos años aprendiendo a explotar las debilidades, los deseos, los miedos, las rabias, los aihnes, la desesperación… Y ni un solo dia para saber como dar las gracias apropiadamente.
Sentia que, como dos polos iguales, aquel concepto se le repelia. Se le escapaba de las manos. ¿Gratitud? ¿Por haberle salvado la vida? ¿Acaso debia agradecer el oxígeno que respiraba por no colapsarle los pulmones y por permitirle procesarlo? ¿Acaso debia agradecer sus alimentos o al agua que bebia por poder convertirlo en energia? Sentimientos. Quizás era lo que los diferenciaba. Las personas, o en este caso, los xenos, tienen sentimientos. Al igual que una mascota que es reprendida esta triste y cuando es elogiada feliz, pero sentimientos al fin de al cabo.
¿Acaso lo que tenia era que aprender a leerlos, procesarlos y trabajarlos, no para el bien negativo de la persona sino para el bien común entre ambos?

Pamplinas. Pamplinas sensibleras.

No era sino Roaxen Tenvrai Viil Ordante. Una de las mayores y más prestigiosas personas de Ulterania, con un futuro brillante y una carrera prometedora abordo de los diferentes campos, gracias a su increible genio y su arduo trabajo, el ulterano podia asegurarse una larga y prospera vida. Un gran estratega y un gran amante, le esperaba de vuelta en casa su futuro.

Pero, en verdad, hacia ya tiempo que el xolnita no se sentia Roaxen Tenvrai. Como, si con los eventos de aquella noche aciaga en la que perdio mano y ojo, que, al caer por aquel terraplen, Roaxen Tenvrai se hubiera quedado adentro del estómago de la bestia y, con su muerte, este hubiera muerto. Ya no sabia que esperar de su futuro, pues se habia convertido en una bestia, una bestia y un mutante, de la noche a la mañana, por asi decirlo. ¿Podria volver? ¿Aun le quedaba alguna oportunidad de volver a su pasada vida?

Podia ser.

Pero todo era incierto.

Se retiró de la cercania de Sekkeh y se sentó en un sillón contiguo, antes de taparle con una manta cercana, a la espera que los demás bajasen, sumido en sus pensamientos.

Kimbra parecía encontrarse en alguna clase de trance del que no era capaz de sacarla. No podía culparla: ella misma se sentía tentada a permanecer en aquella azotea contemplando la Luna a través de la niebla, pero simplemente no podía. Prefirió no preguntarle nada acerca de la sangre y antes de que pudiera decirle nada, la hija de lunas le formuló una nueva pregunta.
—Tienes cuernos que se curvan hacia arriba y tus ojos han cambiado —le informó—. Ahora toda tu esclerótica es dorada y plateada y tus pupilas son mucho más grandes. Además, tu aspecto general es… distinto. Te noto algo demacrada. —No se había fijado en aquel detalle hasta que la krabelinense le pidió que enumerase sus cambios—. Las garras ya las has visto. Todos parecéis haber cambiado tanto excepto yo…  Me dicen que tengo los ojos más claros —dejó escapar una risa casi imperceptible —. Pero yo sé que algo más ha cambiado y pienso averiguar qué es.

Nuevo movimiento dos plantas más abajo le hicieron ponerse tensa.
>>Tengo que bajar antes de que se produzca alguna catástrofe. Búscame en los dormitorios o la planta baja si necesitas algo.
Kimbra no parecía dispuesta a moverse de allí pero tampoco herida, por lo que la idrina decidió que, una vez comprobado este hecho, lo más apremiante era el fuego. Descendió rápidamente de la azotea y volvió a llevar sus pasos apresurados hacia el dormitorio, al que le conducían tanto la niebla como el humo.

La lacustre ya tenía una idea aproximada de lo que se iba a encontrar al llegar, pero ello no impidió que se sobresaltase al contemplar las llamas tan de cerca.
—¡Rasqa! ¿Por qué estás quemando el dormitorio? El fuego es peligroso y no… —Le costaba encontrar la forma de explicar algo que debería ser obvio para cualquiera—. ¿Es que quieres que nos quedemos sin refugio? —Añadió a continuación con más firmeza en su tono de voz—. Detén esta locura y ayúdanos a extinguir el fuego.
La niebla a su alrededor le hizo pensar que tal vez podía utilizar un hechizo para acabar con las llamas, pero la primera medida que tomó fue lanzar sobre sí misma un hechizo ignífugo.

Rasqa se resistió a abandonar hasta que no fueron tres las personas (o dos personas y un animal) quienes se lo increparon. Y cuando salió caminando de las llamas lo hizo refunfuñando y con los ojos entrecerrados. Su espalda seguía ardiendo y, con ella, una fina columna de humo se elevaba desde sus fosas nasales. Le parecía increible que le pidieran ayuda para el ulterano, cuando él no podía hacer nada, y que nadie se hubiera preocupado por él cuando se estaba muriendo a solas en lo alto de la azotea.

—¿Se puede saber qué os pasa? Solo estaba divirtiéndome un poco. Y no puedo hacer nada por Sekkeh —se quejó. No le entendían, estaba claro. No veían lo que él sí en las llamas, nisiquiera Ruth—. Lo tenía todo bajo control... —giró el cuello para contemplar su obra de nuevo—. No es una locura, solo una hoguera —corrigió a Irianna.

Rasqa se sentó, contemplando absorto como el fuego lamía la materia muerta y la deshacía. Jamás se había detenido a observar ese proceso y sentía que había pasado toda su vida ajeno a una maravilla incomparable. Qué ciego había estado. Acercó la cabeza a las llamas, aspiró hondo y se giró a sus compañeros con gesto apenado.

—¿De verdad tenemos que extinguirlo? Se apagará solo de todas formas.

El moloch quería su fuego vivo.

Varsai salió tras la bruja pero se entretuvo en las escaleras. Subirlas como leopardo no era ni de lejos como subirlas como varmana, su visión estaba mucho más abajo y, cuando a mitad de camino miró hacia abajo, se preguntó cómo espectros iba a bajarlas sin caerse por ellas.

Entró en la habitación casi como una sombra silenciosa, lo único que la delató fue el sonido quedo del cascabel en su cuello. Cuando vio el fuego se encogió. Tenía el sentido del olfato abrumado y estaba cansada de discusiones, bastante tenía ya con su propio cuerpo, el cuerpo de Sekkeh, el enfado de Roaxen y ahora el incendio de Rasqa. ¿Qué sería lo siguiente? ¿Devoss devorando a Irianna? ¿Ruth prendiéndole fuego a las enredaderas de Letargo?

La situación superó a la licántropa que se tiró al suelo gimiendo y llorando, sólo quería un poco de normalidad. Se tapó la cara con las patas y se quedó allí tumbada sin poder hacer nada.

Irianna se permitió dejar escapar un suspiro ante las reclamaciones de Rasqa.
—“Solo es una hoguera” en el interior de un edificio y hecha con los colchones en donde dormimos, la ropa que utilizábamos… —Trató de hacerle entender sin, no obstante, alterarse ni emplear más sarcasmo del imprescindible.

La idrina permaneció a la espera de brazos cruzados mientras Rasqa se abstraía contemplando el fuego.
—Un día si quieres te llevo de acampada en Idris y hacemos hogueras —le propuso de mejor humor al comprobar que a pesar de todo el parqio accedía a detenerse—. Pero en el interior del torreón no, por favor.
Ante su última pregunta la idrina le dedicó una mirada cansada.
>>Es cierto que lo que se ha quemado ya no se puede recuperar. Muy bien, dejémosla que se extinga sola, pero ante la primera señal de que el fuego se descontrola o si vuelves a alimentarlo, la apagaré —le advirtió mientras recogía un cojín que el parqio todavía no había tenido tiempo de usar para alimentar el fuego y lo usaba para sentarse cerca de él.  

No tuvo mucho tiempo para contemplar las llamas cuando vio que Varsai subía las escaleras y alcanzaba el dormitorio. El comportamiento del felino la preocupó y desvió la mirada hacia ella.
—¿Te encuentras bien, Varsai? Acércate a nuestro pequeño campamento improvisado, me parece que la mitad de nosotros no va a poder dormir en una cama esta noche de todas formas —le dijo con cierto humor.
Lo cierto era que, de todos modos, Irianna lo último que quería en aquel momento era dormir. Se sentía demasiado llena de energía y una vez desvió su mirada de nuevo a las llamas pensó que la Luna debía de haberla vuelto loca, pues estaba convencida de que ningún otro día hubiese permitido que el parqio se saliese con la suya.

Tras comprobar que el parquio no puede invertir las llamas me planteo si yo misma tengo alguna clase de dominio sobre él, pero parece que de momento no doy con la fórmula adecuada al plantearme para qué sirvo, lo que más me llama la atención hasta ahora es el poder quemar las cosas con el contacto físico y el no sentir dolor alguno con mis propias llamas, lo segundo no es problema pero lo primero es algo que me gustaría poder controlar, sin duda la idea que ir prendiendo algunas cosas que toque no es agradable, para mí el esplendor de la Luna no es más que una maldición tejida sobre mi cuerpo, así que aún sigo sin entender cuál puede ser la parte positiva de todo esto, sólo hemos salido del cascarón, eso es lo que está claro, pero no quiere decir que me guste mi nueva forma.

Relajo los hombros con alivio al ver llegar a la Idrina, pero entorno los ojos al descubrir que lo hace sola, sin embargo no parece mostrar síntomas de preocupación por la krabeliense sino por lo que Rasqa acaba de hacer, así que sobreentiendo de inmediato que la hija de Lunas debe de encontrarse bien, o al menos que ha sido encontrada.

Como era de esperar Irianna también se posiciona en contra de las llamas, yo le dirijo al parquio una mirada convertida en una lanza de enfado.
-¿Cómo que qué nos pasa? ¿Estamos haciendo algo mal al replicarte por hacer arder los muebles?, piénsalo un poco y deja de decir estupideces, sea locura o no la hoguera la haces fuera- digo con tono seco, secundando la idea de Irianna y volviendo a mirarle con cierto reproche- no te nos indignes tú.

Cuando se acerca Varsai casi sonrío ante la mención de campamento improvisado, pero sobre todo con lo de poder dormir.
-De todas formas yo no podría ni aún sobre miles de colchones blandos. ¿Alguien me explica como voy a hacerlo con el pelo en llamas?.- les digo mirándolos directamente a los ojos, la pregunta estaba lejos de la broma.

De repente entra Ruth, pero el licántropo no le presta atención. Tenía la mirada puesta en el moloch, no solo le había devuelto el rugido sino que estaba pasando de él y eso le cabreaba mucho. Era una completa locura que actuara de esa forma. Sentía que conforme pasaban los minutos iba perdiendo el control, todos esas situaciones le estaban sacando de quicio. Afortunadamente llegó Irianna, y puede que convencido o presionado el parqio dejó de quemar muebles.

Eso fue una buena noticia, pues el tigre se tranquilizó al ver que el pirómano había desistido en su extraña tarea. Aún así no estaba del todo cómodo, obviamente. Sus sentidos mejorados eran una hoja de doble filo. Bueno porque percibía ventajosamente el mundo con mayor nitidez, y malo porque debido a esto el olor del humo le molestaba muchísimo. Sin embargo se aguantó como podía ya que no quería dejar a sus compañeros tirados. <<Como Jace>>. Ahora que lo pensaba el humano se dio cuenta de la falta de consideración que había tenido, no era el mejor momento para irse de copas con sus nuevos amiguitos cuando los demás lo estaban pasando tan mal.

Cuando Varsai subió las escaleras el tigre casi ni se enteró, pues el hedor que despedía la hoguera era tan fuerte que le enturbiaba el olfato. La varmana se puso a llorar y Devoss no pudo evitar sentir lástima, al fin y al cabo seguía siendo una niña aunque tuviera la apariencia de una leopardo de las nieves. Se acercó a ella y le lamió la cara para consolarla ya que no quería verla tan triste, aunque sabía que en un día tan aciago como ese la felicidad duraba poco. Le pareció buena la sugerencia de la idrina, dudaba de que alguien pudiera cerrar los ojos y dormirse en paz.

Así que se sentó junto a sus compañeros mientras miraba como el fuego consumía la madera. Hizo caso omiso de las preguntas de la demonio porque no sabía la respuesta, de todas maneras no podía hablar así que era inútil intentarlo. Lo único que quería era que esa maldita Luna desapareciera de nuevo.

Sekk despertó de forma brusca, liándose con la manta que el xolnita le había echado por encima en su afán por librarse de ella. Estaba confuso, su respiración era muy agitada y no recordaba nada de lo que había ocurrido, pero se sentía como si le hubiera pasado un tractor por encima. No estaba herido, sin embargo, o al menos él no notaba nada, pero necesitó unos segundos para tranquilizarse.
—¿Qué me ha pasado? —le preguntó a su compatriota cuando se percató de su presencia—. ¿Qué es lo que te ha pasado a ti? —preguntó unos segundos después, cuando distinguió el nuevo apéndice del capellán. A pesar de lo chocante del hecho no se le notaba alterado: estaba cansado y hacía tiempo que se había convencido de que la Luna les cambiaría.

El brillo del astro se filtraba por las troneras del torreón, lo cual sumado al extraño banco de niebla que había invadido el edificio dotaba a la escena de un tinte irreal, pero antes de que la cizaña le pudiera contestar el berserker captó el olor a humo. Visiblemente preocupado se puso en pie y olisqueó el aire, enfilando las escaleras algo tambaleante para encontrar el origen del incendio. Cuando alcanzó el dormitorio de los chicos abrió la puerta con brusquedad.
—¿Pero qué… ? —masculló con los ojos abiertos de par en par, buscando apoyo en la pared más cercana mientras trataba de asimilar lo que estaba viendo. Dos felinos enormes, Rasqa cubierto de pinchos ardiendo, Ruth con la piel roja y el pelo en llamas e Irianna sin cambios aparentes, todos ellos frente a una enorme fogata hecha con los muebles y rodeados de aquella espesa niebla.

Se deslizó por el muro hasta el suelo y se quedó allí sentado, tratando de convencerse de que todo aquello tenía una buena explicación. Unos segundos después se percató de que faltaba gente.
—¿Dónde están los demás? —preguntó por fin. Aunque asumiera que el tigre y el leopardo de las nieves fueran alguno de sus compañeros seguían sin cuadrarle los números.

Varsai se sentía mal, y desde luego los comentarios de sus compañeros no ayudaban. En ese arrebato de debilidad general el animal tomó el control de su cuerpo. El lametón de Devoss terminó por despertar al leopardo, se levánto y se estiró, sus ojos convertidos en rendijas.

Se acercó al fuego y dio una vuelta alrededor de éste disfrutando del calorcillo que emanaba. El animal no tenía pensamiento racional, eso era trabajo de su parte varmana que no estaba disponible, el leopardo sin embargo estaba de buen humor por el ambiente distendido que había y quería jugar.

Se lanzó contra el tigre cayendo los dos al suelo, mordió juguetonamente la oreja del felino y luego huyó moviendo la cola provocadoramente. Se subió al armazón de una de las camas y desde allí lanzó un bufido al humano que sonó a: "¿A que no me pillas?".

Dio un salto y pasó otros dos armazones para ir a caer en un tercero que crujió bajo su peso amenazando con romperse, pero no lo hizo. El felino se estaba divirtiendo, por primera vez desde que habían surgido sus instintos animales se sentía libre, y es que su parte racional no hacía más que restringirlo, y por eso no pensaba parar. Ni siquiera se percató de la entrada del ulterano en la habitación.

Rasqa sonrió ante la actitud de Irianna. Por fin una persona que se daba cuenta de que aquella hoguera suya era inofensiva. El parqio se acercó a la hoguera, se hizo un ovillo junto a ella y posó la cabeza sobre la piedra, para maravillarse con la cercanía de las llamas. Había algo mágico en el contoneo del fuego, algo se escondía en el crepitar que Rasqa no era capaz de descubrir. Echaba algo en falta, algo que hiciera de aquel fuego no una maravilla, sino la perfección hecha llama. El parqio sentía la necesidad de alimentarlo, pero sabía que sus compañeros se interpondrían a él y no le interesaba discutir. Por lo que no le quedó más remedio que acallar su instinto y dejar que su obra se extinguiera. Sin embargo, el humo que ocupaba toda la habitación y se escabullía por la puerta y el ventanal bastaba para gratificarlo.

—Tiene que ser interesante dormir sobre un colchón que arde —fue su respuesta a Ruth. El parqio alzó la cabeza al ver entrar a Sekkeh. <<¿Veis?>>. Pensó divertido. Le encantaba tener razón. Sekkeh era fuerte, más aún ahora que la Luna le había bendecido. Sobre lo que preguntó...— Ni idea —respondió, devolviendo la mirada a las llamas.

Lo que tenía claro es que si Irianna descansaba junto al fuego, tranquila, Kimbra solo podía estar viva. No tenían motivos para preocuparse aquella noche.