Torreón Letargo (Archivo V)

La excursión al cementerio dejó una impresión indeleble en el intara, y las numerosas cuestiones que le surgieron a raíz del encuentro con dama Poda le atormentaron a todas horas en las semanas siguientes. El ulterano se negaba a dejarse dominar por el pánico, pero en el fondo le asustaba la gran incógnita que les deparaba el futuro, y la tensión que sentía por ese motivo agravaba su insomnio hasta extremos insanos. Le sobrevinieron mareos en más de una ocasión durante aquel largo mes, y unas extrañas taquicardias que el rubio achacó a la falta de sueño se empezaron a hacer frecuentes en su día a día.

Sekk trató aún así de mantener su rutina, y continuó relacionándose con sus compañeros como hasta el momento. Siguió instruyendo a Irianna y Varsai en combate cuerpo a cuerpo, cuidando el huerto y midiéndose en combate con Kimbra y cultivando amistades con sus compañeros. Con Roaxen, que había salido de su aislamiento contra todo pronóstico, no intercambio más que unas pocas palabras, pero no dejó de tener un ojo siempre puesto en él por precaución. Confiaba en su compatriota y estaba casi seguro de que era lo bastante inteligente para evitar problemas, pero una parte de si se resistía a bajar la guardia frente al xolnita.

Algunas noches el muchacho lograba dormir del tirón, pero en esas ocasiones las pesadillas le acosaban y siempre se despertaba con el corazón en un puño. No solía recordar aquellos sueños. En una ocasión, sin embargo, el intara despertó con la destrucción que había causado en su hogar grabada a fuego en la memoria, y aquella extraña pesadilla le perturbó sobremanera. Salió de la habitación con paso indeciso y gesto ausente para despejarse, encontrándose al cabo de un rato con Irianna en la planta baja. Al parecer ella también había tenido una pesadilla, y cuando pusieron en común lo extraño de sus sueños llegaron a la conclusión de que aquello no había sido algo normal. La idrina le hizo notar el punto en común que tenían ambos sueños y planteó la posibilidad de que fuera una jugarreta de su subconsciente en respuesta a la realidad que les había revelado dama Poda, pero el intara no estaba muy convencido.

También tuvo tiempo para estudiar y repasar una y otra vez el libro de poemas que había sacado de la biblioteca tiempo atrás. La conversación que habían mantenido con la anciana en el cementerio le había dado una nueva magnitud al texto, y el intara había dejado de considerarlo una simple recopilación de prosa con la que pasar el rato. Había mucha información escondida en aquellos versos, y a medida que desenterraba fragmentos, ayudándose del libro de historia para rellenar lagunas, la incertidumbre del ulterano iba en aumento. No era capaz de compartir aquello con sus compañeros, a pesar de todo, y aunque tuvo muchas oportunidades no llegó a sacar el tema.

Pasaba muchas noches en la azotea, observando el cielo nocturno como si buscara algo, y a veces se le podía ver acuclillado en el patio, murmurando cosas para sí mismo mientras hacía cálculos sobre el polvo que se apresuraba a borrar cuando alguien se acercaba. Parecía estar esperando algo, y ese momento llegó unos días después del encuentro que habían tenido sus compañeros con aquella extraña gárgola.

Sekk estaba en el salón, recostado en un sillón con los ojos cerrados. Trataba de conciliar el sueño sin demasiado éxito, pero cuando le llegaron las exclamaciones de sus compañeros desde el patio renunció a la idea y se pusó en pie con esfuerzo. Su mirada era sombría cuando alzó la vista hacia aquel punto luminoso que rompía la monótona negrura del cielo.
—”La aparición de la Emisaria es la primera señal de su llegada… “ —recitó con voz profunda un fragmento de su libro, apoyándose en el marco de la puerta sin apartar la mirada de la estrella. Quería hacerlo, pero era incapaz—. No queda mucho tiempo para que la Luna Roja brille sobre la ciudad, y a medida que se vaya acercando al planeta el cielo se llenará de estrellas —informó a los demás con seriedad. Sus ojeras daban aún más gravedad a su expresión.

Varsai pensaba que la estrella era bonita pero que se veía muy solitaria ahí arriba. Cuando la idrina habló la varmana reflexionó sobre sus palabras, se preguntó si realmente eso sería posible, que un astro sólo se viese en determinados días del año.

Las palabras del ulterano la sacaron de sus pensamientos. La estrella tenía un nombre, aunque la niña no entendía bien de qué podía ser emisaria, ¿de la luna? ¿Acaso una estrella precedía la aparición del resto?

"¿Entonces habrá más estrellas en el cielo cuanto más cerca esté la luna?"

Pensó que sería un buen dibujo si podía pintarlas. Miró a Sekk fijamente y luego volvió a escribir.

"¿Estás bien? No tienes muy buena cara." tenía cara de preocupación.

Aún cogida por la sorpresa disfruto viendo como va reaccionando el resto ante la nueva estrella,en esta ciudad las cosas son difíciles de explicar, así que el hecho de que sea un único punto de luz tililando en la noche no se queda atrás.>>¿Por qué ahora? ¿Qué ha cambiado?<<

Rasqa en cambio muestra su inquietud, le contesto al parquio en el cual se va viendo como cambia de unos días para otros, sus escamas empiezan a tornarse en un morado, no ha cambiado de color por completo pero va cubriendo esa gama poco a poco.
-Por dios no digas esas cosas- le digo levantando la cabeza de nuevo, sin poder dejar de mirar el astro que a medida que lo contemplo más empieza a gustarme. >>Fascinante ¿Una luz en la oscuridad?, no lo creo, pero sería bonito pensar que trajese cosas buenas<<.

Irianna comienza a teorizar el tema y yo por mi parte prefiero no calentarme la cabeza, no porque se algo malo o poco interesante sobre lo que la Idrina habla, sino porque que mirar las estrellas brillar en la noche es uno de mis mayores pasiones, aún recuerdo en el instituto cuando no profundizábamos mucho en temas de astronomía, era decepcionante tener que volver a casa sin haber entrado mucho en ello, así que prefiero no saber qué es ni por qué viene.
Pero Sekk ajeno a mis pensamiento recita en voz alta alguna que otra frase de su libro, y es ahí cuando se me vuelve a estropear las ilusiones. >>Nada, que aquí no puede crecer un árbol sin indicar alguna catástrofe.<<
-Entonces esta es la primera pero no la última -comienzo a decir con voz apagada y derramando toda la ilusión que tenía al suelo mientras miro a Varsai, sin intentar disimular la decepción continúo cruzándome de brazos. -si esa estrella augura que la Luna Roja se acerca ya no me parece tan bonita como antes, que irónico que un  espectáculo de luces tan chulo como el que se supone que vendrá anuncie algo tan horrible.

Estoy bastante pasmado, no hay ninguna estrella en todos estos meses y ahora aparece una, no dejo de mirarla. Escucho la teoría de Irianna y puede ser cierta, en este mundo ilógico tiene su coherencia. Es entonces cuando llega Sekk con su mala noticia. La estrella es la Emisaria y esta ahí para avisarnos de la llegada de la Luna. ¡Maldita sea! ¿¡Es que no existe nada bueno en este puñetero lugar!? ¡Casi todo lo que hay aquí está destinado a matarnos o amargarnos la vida! ¿Cómo pude aceptar para ir a semejante mierda?

Suspiro enfadado, pensé que teníamos más tiempo aunque está claro que me equivoqué. Supongo que es algo inevitable, la Luna llegará y con ella las transformaciones. En Rocavarancolia no hay posibilidad de ganar, si no mueres trágicamente te vuelves un monstruo. De todas maneras no podemos rendirnos, puede que exista una solución y si esta existiera no me perdonaría no haberla encontrado.

-Maldita sea, debe haber un modo de evitarlo. Por favor Sekk busca en tu libro, tiene que existir alguna manera de no transformarse. ¡Quizá exista un hechizo!- Hay que intentarlo, no podemos cruzarnos de brazos mientras ese astro infernal se nos acerca. En este momento odio más que nunca a la ciudad, pero sobre todo odio al malnacido que me trajo aquí. Si lo tuviera delante no sé lo que le haría.

Aún así algo me dice que será difícil salvarnos de lo que se nos viene encima.

Rasqa se encogió de hombros cuano Ruth le reprendió. Podía no repetirlo, pero no dejar de pensarlo. El parqio se había mantenido exceptico a todas las historias de su religión hasta que había llegado a la ciudad y había visto la magia. Estaban en la tierra muerta de unos dioses muertos y les habían traído para heredarla. Cada vez tenía más claro que la Luna les iba a bendecir con algo increíble y lo que les acababa de explicar Sekkeh solo se lo reafirmaba.

Los dioses al otro lado del cielo les habían dado la espalda y ahora que empezaba la cuenta atrás para la Luna, comenzaban a interesarse de nuevo por quienes iban aquel páramo lleno de bestias.

—¿De verdad lo queréis evitar? —Rasqa no les entendía, su concepción de monstruos no llevaba trazas de cosas tan horribles como las de los bípedos.

La respuesta a su pregunta llegó mucho antes de lo que esperaba y se giró al escuchar la voz de Sekkeh detrás de ellos. Su hipótesis no había ido tan desencaminada al fin y al cabo, aunque seguía sin comprender qué podía causar un fenómeno como aquel. Siempre que el cielo estuviese despejado deberían poder verse las estrellas que se encontrasen lo suficientemente cerca de aquel planeta como para que su luz viajase hasta allí… Sacudió figuradamente la cabeza: no iba a poder encontrar una respuesta a aquello salvo tal vez rebuscando durante semanas en la biblioteca. Decidió centrarse simplemente en lo que tenía ante sí.

<<La Emisaria…>. Era un nombre adecuado. Anunciaba la llegada de lo que parecía ser el acontecimiento más importante del año en Rocavarancolia. Pero, ¿qué significaba para ellos? Los comentarios de sus compañeros le dieron respuesta a esa pregunta: para Ruth y Devoss era un mal presagio, para Rasqa probablemente representaba que se acercaba algo que esperaba con ganas.

¿Qué significaba el cuerpo celeste para Irianna?  Su postura hacia lo que se les había revelado no se parecía a la de sus compañeros humanos, pero tampoco compartía el entusiasmo del parqio. Para la idrina aquella estrella era un prólogo a un nuevo capítulo de la historia de su vida en el que podía suceder cualquier cosa. Sí, sin duda si tuviera que describir sus sentimientos al respecto aquellas habrían sido las palabras elegidas.
—Probablemente no sepa la respuesta a esa pregunta hasta que aparezca la Luna Roja —le respondió finalmente a Rasqa sin dejar de clavar su mirada en la titilante Emisaria.
Al fin y al cabo, desconocer el cauce que iba a seguir una historia podía resultar tan aterrador como emocionante.

Kimbra retomó sus tareas en cuanto llegó al torreón, sin dejar de reflexionar sobre la información adquirida gracias a la conversación mantenida con dama Poda. Cuidó del huerto, realizó sus acostumbradas lecturas y se acostó temprano, como cada día.

Ella, a diferencia de la mayoría de sus compañeros, tenía una visión más positiva de la supuesta transformación que iban a sufrir, pues Kimbra todavía confiaba en que se le concedería ese conocimiento y sabiduría prometidos, y si eso requería ciertos cambios en su fisionomía, no podía resultar algo tan terrible. La idea de adquirir mayor poder le atraía tanto como la de conseguir por fin una meta en su vida. “Además, dama Diurna me prometió que, llegado el momento, podría volver y recuperar a Ámarok” se dijo, y es que, efectivamente, añoraba enormemente a su kerlax.

Durante aquellas semanas, la krabelinense se dedicó a sus quehaceres comunes: practicó magia, aunque le resultaba más complicado de lo que parecía resultarle a Irianna o Sigrún, y cuidaba el huerto, siempre en compañía de Sekkeh, con el que entablaba conversaciones bastante interesantes en opinión de la engendro. Además, seguía enseñando el uso del arco y los matices de la caza tanto a Irianna como a Varsai, quienes seguían enseñándole a leer y escribir. Kimbra había encontrado en la lectura una gran fuente de conocimiento, por lo que solía pasar bastante tiempo leyendo los libros que pedía prestados a sus compañeros, así como muchas de las historias que Irianna escribía, las cuales le resultaban muy interesantes y curiosas.

Aquel día se decidió hacer una salida exploratoria a la que Kimbra se unió, como siempre. Últimamente, la necesidad de seguir una dirección en concreto le asaltaba incluso cuando no tenía planeada ninguna salida y realmente era algo que inquietaba a la Hija de Lunas. El lugar elegido para visitar fue una calle abarrotada de formaciones rocosas talladas representando distintos seres. Kimbra no reconocía la mayoría de representaciones, pero algunos se le hicieron familiares, por lo que advirtió a sus compañeros de la posibilidad de que estos fueran entes peligrosos haciendo uso de un logrado camuflaje. Muchos de ellos manifestaron sus inquietudes y opiniones sobre el lugar, pero dicha conversación no pudo avanzar más debido a la aparición de una estatua en movimiento, confirmando sus sospechas. Kimbra adoptó una posición defensiva, cagando su arco aunque manteniéndolo bajo. La estatua no parecía hostil, pero debía ser precavida.

Durante todo el encuentro, Kimbra se mantuvo en la retaguardia, sin nada que añadir a la conversación y sin dejar de controlar todos los frentes por los que los peligros pudieran aparecer. Cuando todos decidieron volver, la estatua les obsequió con una piedra que Kimbra observó extrañada y luego guardó cuidadosamente. Fuera lo que fuera, ella tenía entendido que un regalo debe ser recibido y atesorado, ya que se trata de un acto llevado a cabo con buenas intenciones, deseos y cariño, por lo que no le pareció aceptable que algunos de sus compañeros se deshicieran del regalo enseguida.

Kimbra siguió con su rutina sin alteraciones durante los siguientes días. Se encontraba preparándose para dormir cuando la improvisada reunión del grupo en el patio llamó su atención y se unió a ellos dirigiendo su mirada hacia el lugar al que estaban observando. Una estrella había aparecido en el siempre oscuro cielo del lugar. Kimbra no había visto muchas veces en su vida las estrellas, pues escasas eran las ocasiones en las que salía al exterior por la noche en Krabelin, y la mayoría de esas escasas ocasiones el cielo se encontraba encapotado por lo que le resultaba imposible verlas. Sekkeh les explicó que, según el libro que él tenía, la aparición de aquella estrella anunciaba la proximidad de la Luna Roja y que, a partir de aquel momento, más estrellas aparecerían en el cielo.

- Yo tampoco comprendo por qué deseáis evitar el cambio que supuestamente trae la nombrada Luna- informó tras la pregunta de Rasqa-. ¿Acaso no deseáis conocimiento, sabiduría y poder? De ser ese el caso, no comprendo vuestros motivos para haber aceptado venir a este lugar. ¿Os prometieron algo diferente a vosotros?

Roaxen Tenvrai

No fue mucho el tiempo que pasó desde que declararon publicamente la falta de cordura, el torreon se volvió un hervidero de sandeces de transformaciones, brujas y monstruos. Roaxen Tenvrai no podia creer la estupidez de aquellos niños que, ciegamente creian todo aquello. Lo aquejaba a la credulidad con la que acceptaron la susodicha magia. Por su parte, el capellán aprendió a que no debia temerles tanto como en un principio y tan solo se distanciaba de ellos (por asi llamarlo, ya que nunca fue ni habia sido cercano con el grupo) cuando el tema de la condenada luna roja salia a la luz. La inmensa barbarie que era declarar que un astro, de color rojo, iba a transormarles a todos mediante un proceso mágico, que bien podria haber resultado risible si fuera un inocente infante quien decia aquellas palabras, se volvió una realidad tan fea y simiesca como quienes lo propagaban.

Pensó que aguantaria la sarta de sandeces que con tanto esfuerzo repartian la discordia, desesperacion y, para algunos, la esperanza. Pero no fue así. La realidad nunca es como uno la desea y eso no era excepción para Roaxen Tenvrai. Sabia que, pronto, las cosas se iban a caldear y poner aun más feas. La traición de Sekkeh Reikayame tan solo fue la primera de muchas loadas desgracias. Pero no iba a quedarse sentado esperando a que alguno de aquellos brutos, en un acceso de locura asesinara a otro desgraciado por la noche y le usasen de cabeza de turco. No, el capellán no tenia ni una sola gracia de ser linchado publicamente por aquellos meros villanos alienigenas. el prosperaria, como muchos otros heroes en gestas, el tendria el placer de atravesar sus craneos a espada, polvora y fuego. Pero, para ello, necesitaba sobrevivir.

Y fue por eso que Roaxen Tenvrai se vio arrinconado a tomar una única solución: Salir al exterior.

No en vano, esperaba que el otro torreon Maciel, tambien lleno de criaturas desdeñosas, no hubiera sufrido los accesos de locura que habian surgido en Letargo, quizás podria empezar de nuevo ahí, aunque dentro de su ser lo dudaba, despues de su abrasivo primer contacto con la infecta criatura, pero al menos pensó que podia durar lo suficiente, meses con un poco de suerte, y asi tener un refugio para la que seria la noche más plagada de locura: La noche en la que la Luna Roja por fin se alzase en el cielo. Asi lo decian el libro de historia. Su fetichismo hacia el astro era incomensurable, todo se hacia por y para su nombre y, la salida de este astro anualmente causaba nada más y nada menos que puro Caos. Bestias salian a las calles, monstruos lanzaban fiestas, drogadictos, borrachos, prostitución. Infectas herejias que yacen en el corazón de todas las personas, salen a bailar bajo la horrenda luz carmesí del astro en una orgia de destrucción, apostatismo y profanación.

No sucumbiria. No, el iba a prosperar y enterraria a todos los demas.

O al menos, eso era lo que se decia a si mismo.

Aquella noche todo iba a estar listo: imploró a los heroes de lo antiguo, santiguó sus prendas y preparó un hatillo para llenar de comida. La historia no recordaria aquel hecho; un capellan huyendo, como un hecho valiente, pues aunque traidor y sucio gitano intara fornicador, seguia siendo un hijo de Ul y era el y no otro quien debia condenarle. No merecia ser abandonado a la lujuria y a la herejia. Pero su decisión de ser así, era finita. No la habia tomado por capellan, por religioso o por militar. Necesitaba sobrevivir, costase lo que costase. Se repetia aquello una y otra vez cada noche para darse fuerzas mientras contemplaba la foto que portaba consigo.

Asi es como fue el principio de la muerte de Roaxen Tenvrai.

La niña se alegró de que esa estrella no fuese la última que pintase el cielo de Rocavarancolia, se preguntó cada cuanto tiempo aparecerían las estrellas y si todas serían tan bonitas como aquella.

Varsai se sentía somnolienta por lo que se despidió de la gente y subió a la habitación a dormir. No tardó en dormirse y en soñar que surcaba el cielo salpicado de estrellas sobre una ciudad de magia y maravillas.

Muestro con la mirada una gran desaprobación ante las preguntas de Rasqa y Kimbra. Que la Luna nos vaya a transformar es malo, como bien dijo Dama Poda algunos podríamos hasta morir en el proceso.- Por supuesto, Rasqa. Esa Luna no va a traer más que problemas- Le digo al parqio sin dejar de mirar a la estrella. Ante la pregunta de Kimbra le respondo: -Ahora mismo solo deseo volver a casa, a mí  me prometieron aventuras. Mi vida no es que fuera divertida, era una rutina agobiante. ¿Cómo no iba a aceptar? Pero está claro que no tendría que haber elegido esa opción.-

Bostezo debido al profundo sueño que tengo.-Bueno yo me voy a dormir, hasta mañana chicos.- Mientras voy subiendo las escaleras medito sobre este nuevo hallazgo. Es sorprendente como una buena noticia como la primera estrella en un cielo “muerto”  acabe siendo un mal augurio. Rocavarancolia vive para matarnos o cómo mínimo destrozar nuestras vidas, lo cierto es que se le da bastante bien.<< Dios mio, espero que el libro de Sekk se equivoque.>>

Sin duda estaba por llegar, y aunque no quiera admitirlo es bastante probable que no podamos hacer nada para cambiar que la Luna Roja salga y nos cambie a todos, así que yo mismo niego con la cabeza al holandés cuando el pobre ruega una salvación, una forma de escapar de aquí, de evitar ser monstruos grotescos.
-Estaría bien Devoss, no digo que no exista un conjuro para evitar o disminuir la influencia del astro pero no creo que sea algo que esté en el libro de Sekk, ni ahí ni en ningún lugar a nuestro alcance, parece que los ciudadanos quieren que mutemos -le intento explicar desde mi punto de vista, algo asqueada por tener que escupir una verdad dolorosa- así que dudo mucho que nos dejen opción a escapar de esto. ¿Para qué traernos si nos dan la solución en papel?.-luego contemplo como el parquio y también Kimbra expresan sus dudas respecto a nuestras opiniones.
Aquel era un tema bastante complicado, en varias ocasiones he contemplado en silencio como alguno de mis compañeros casi parecen abrazar la llegada del fin del año, no con todos es así y por supuesto en ningún momento les he vuelto a contradecir desde el cementerio, pero ya que me han preguntado directamente voy a contestar.
-Sinceramente, no solo quiero evitarla, me gustaría poder huir de aquí y escapar, pero no es posible-les digo encogiéndome de hombros y pasándome un mechón de pelo por detrás del pelo, luego le contesto a Kimbra pasando la mirada del ojo dorado al plateado constantemente- Nunca fue eso lo que pedí, mis intenciones no fueron en ningún momento alcanzar el poder ni la sabiduría, me temo que fui con rumbo fijo hasta aquí con otros motivos, y aunque deseara ser más fuerte o poderosa no me parece un precio prometedor el estar al borde de la muerte o tener más extremidades -suspiro cansada, casi terminando la frase en un bostezo, lo último lo suelto mirando con dureza a la Emisaria, como si con aquella lanza de frialdad pudiese hacer algo para que todo aquello desaparezca, tardo un poco más al acabar, Imre me salta a la cabeza- A mí me prometieron una vida diferente a la de mi mundo, allí no me iba demasiado bien, estuve dispuesta a abandonar a mi hermana por tal de cambiar un poco las cosas para nada, pero eso ya no importa, yo solo quiero regresar allí.

Un golpe de calor me me agita. >>Dios Santo ¿Cuánto hace que no pienso en Imre?<<, me siento disgustada a más no poder, siempre he sabido que la dejé tirada, no se merecía aquello a pesar de nuestras diferencias, todo este tiempo lo he sabido pero supongo que es más duro decirlo en voz alta. La ciudad no nos va a cambiar cuando pase un año, sino que en cierta forma ya lo ha hecho, me he sentido capaz de decirlos de lo cobarde que fui en su momento al aceptar, incluso tengo amigos, ese es un hecho tan importante que empiezo a plantearme si siquiera si soy la misma desde el primer día, y obviamente la respuesta es un no rotundo.
-Voy a acostarme, hasta mañana.

Rasqa veía sentido a lo que decían los terrestres, pero a la vez le parecía un posicionamiento poco eficaz. <<¿Cómo te proteges de que te mate una Luna?>>. No se podía, o al menos él no veía cómo. Desde que estaba en la ciudad, Rasqa había aprendido a abordar sus temores desde un flanco diferente y tratar de frenar una muerte inevitable no le parecía la mejor de las opciones que tenían. <<¿Qué me va a matar la Luna? Pues que me mate>>. Si era lo que le había tocado, era un final inevitable. Pero ante la duda, Rasqa prefería prepararse para acoger el poder que le brindaría si sobrevivía.

—Pssst... Pesimistas —se burló de ellos con una sonrisa de lado a lado—. Todo va a estar bien y tendréis que darnos la razón a Kimbra y a mí, ya lo veréis.

El parqio tenía de todo menos sueño en  aquel momento. Volvía de cuando en cuando la vista de nuevo a la Emisaria y sus ideas fantaseaban de nuevo con los dioses. <<No puede ser tan malo>> se dijo mientras la gente se abría paso a las habitaciones. Él prefirió quedarse un rato más en el patio, charlando con quienes quedaran, antes de mudarse a su cama.

Irianna podía comprender perfectamente el miedo a morir. Entendió algo mejor a los humanos cuando se explicaron y respondieron a la pregunta de Kimbra, pero para ella adoptar una actitud como la suya no servía para mucho. Lo que no entendía, en definitiva, era por qué Ruth y Devoss siempre parecían estar enfadados por todo.
—A mí no —respondió a la pregunta de Kimbra—. Miseria Nombre me prometió que obtendría un poder para el que estaba destinada. Supongo que se refería a lo que nos explicó dama Poda.

<<Casi lo había olvidado…>> se dijo para sí misma. Lo cierto era que la idrina no había aceptado la propuesta del cosechador con tanta facilidad por aquella promesa de poder. Sus motivos eran más mundanos, más enfocados a dejar atrás un infierno. <<¿Y no he cambiado, tal vez, un infierno por otro?>> se preguntó con cierto humor negro. En realidad la respuesta a aquella pregunta no le importaba. Puede que así fuera, pero eran infiernos distintos y la lacustre se decía que al menos en aquel otro tenía el beneficio de la incertidumbre. Lo que había dejado atrás solo le habría deparado miseria, dolor y probablemente una vida que odiaría. Al menos allí, en la ciudad tan cruel como milagrosa, se le abría la posibilidad de la elección.

Irianna permaneció un rato más junto al parqio y cualquiera que prolongase su estancia en el patio antes de decidir que ya iba siendo hora de acostarse. <<Poder… ¿Me permitirá ese poder eliminar todas mis debilidades>> fue su último pensamiento antes de conciliar el sueño.

Roaxen Tenvrai

Como si fuera la campana de un reloj antiguo, Roaxen Tenvrai abrió los ojos a la más completa oscuridad. Cogio su hatillo. Se hallaba centrado en su proposito, tenia apenas dos minutos y medio para bajar abajo, listo, llenar el hatillo de toda la comida que pudiera y bordear el murete.
Y asi lo hizo, como habia planeado. Cogio las comidas más inoloras, que aguantasen más y que fueran de su agrado. Una vez listo el hatillo salió al patio con unas sillas, que colocó contra el murete, unas encimas de las otras para formar una suerte de escalera para bordear el muro. Habia calculado que tardaria alrededor de minuto y medio en llegar a la cima del muro, pero su pobre condición física, debilidad y la inestabilidad de sus escaleras hicieron que tardase más de lo que le hubiera gustado.

Una vez sobre el muro sentado a horcajadas sobre este, tiró de las sillas y las pasó hacia el otro lado, más hondo, debido al foso, creando una escalera descendiente esta vez. Sin mirar atrás en ningun momento, el capellán se vio en las abandonadas y tetricas calles de Rocavarancolia tan solo iluminado con el ocasional brillo de los murcielagos incandescentes, que atrapaban los ojos nerviosos del xolnita más de lo que seria seguro.
Sabia a donde tenia que ir y puso el pie en aquella dirección.

Sekk escuchó los comentarios de sus compañeros en silencio, sin añadir nada. A Varsai le dedicó un gesto que le restaba importancia a su estado, dando a entender que no le pasaba nada y que no hacía falta que se preocupara. Terminó revolviendole el pelo con una sonrisa antes de girarse hacia el holandes, al que miró con seriedad antes de negar suavemente con la cabeza.
—Dudo que se pueda evitar que una luna ilumine un planeta, Devoss —sentenció—, no al menos con lo que tenemos a mano en este torreón… En cualquier caso seguiré estudiando el libro, pero no creo que sea la solución acertada.

El intara no sabía que pensar acerca del cambio que les esperaba, pero en cierto modo había empezado a resignarse. Había sido su decisión venir a aquella ciudad, a fin de cuentas, y aunque no le habían dicho todo tampoco le habían mentido. Debía afrontar las consecuencias con la cabeza bien alta, no encogido de miedo en algún rincón. Lo que tuviera que ser sería, ahora solo quedaba esperar.

Se quedó en el patio conversando con sus compañeros un rato, pero poco a poco los demás se fueron yendo a dormir, y cuando se quedó solo él intento conciliar el sueño en el salón. No tuvo demasiado éxito, por lo que terminó subiendo a la azotea cansado de dar vueltas sin resultado. Afuera hacía fresco, pero se estaba bien, y con algo para leer Sekk pasó el rato. Unas horas más tarde el rubio detectó movimiento en el muro del patio, pero con aquella oscuridad era difícil distinguir nada.

En un principio lo achacó a su imaginación, pero tras observar con los ojos entrecerrados durante unos segundos logró distinguir por fin lo que estaba ocurriendo.
—¿Pero qué…? —masculló incrédulo, echando a correr en cuanto el xolnita saltó al exterior. Sekk bajo las escaleras como una exhalación, deteniéndose apenas unos segundos en la planta de los dormitorios para aporrear las puertas con fuerza antes de ir a recoger sus armas. Activó el mecanismo del puente con un golpe secó y regresó a la planta baja sin perder el tiempo, su pulso disparado por la adrenalina. Sus compañeros aún no habían bajado, pero imaginando que se habían despertado les puso al corriente de la situación a gritos y salió por la puerta a la carrera, dejando antes claro que pensaba adelantarse.

Apenas había pasado un minuto desde que el capellán se escabullera del torreón, por lo que no podía haberse alejado demasiado, y con ese pensamiento en mente el intara tomo la misma dirección. No podía permitirse alzar la voz, por lo que llamarle a gritos no era una opción, pero cuando le encontrara pensaba darle una buena tunda. ¿En que se suponía que estaba pensando? ¿Acaso quería morir devorado por algún depredador nocturno? Sekk estaba muy cabreado, pero en el fondo le preocupaba la seguridad de su compatriota, e inconscientemente empezó apretar el paso al no hacer contacto visual con el pelimorado.

Varsai estaba soñando plácidamente cuando unos fuertes golpes la sacaron de su sueño a la fuerza. La niña abrió los ojos con mala cara y saltó de la cama dispuesta a darle un puntapié en la espinilla al idiota que la había sacado de su sueño. Hasta ahora los letarguinos nunca habían comprobado que la varmana tenía mal despertar cuando se hacía por la fuerza.

Antes de llegar a abrir la puerta oyó el puente levadizo bajando y frunció el ceño extrañada, aún era de noche, ¿por qué iba nadie a bajar el puente? Los gritos de Sekk le hicieron cambiar la expresión, del enfado pasó a la sorpresa y volvió a un enfado mucho mayor. <<Yo mato a Roaxen.>> ese fue el primer pensamiento homicida de Varsai.

Bajó como una exhalación por las escaleras dando gracias de su buena memoria para tener memorizada la colocación del torreón y no tropezarse con nada. No tardó en encender un par de antorchas y bajó con una a la armería donde cogió su arco y su carcaj.

Volvió a subir y esperó en el salón a que el resto se reuniese. La expresión de la niña bastaba para que todos vieran que estaba enfadada, y realmente podían dar gracias de que fuese muda. Tenía el pelo metido en la boca para calmarse, cosa que no funcionaba ni de lejos.

Había sido una situación diferente y especial, después de tanto tiempo todo había empezado a cambiar, la llegada de la Emisaria es esencial para demostrar que cada vez queda menos, toda se transforma y es diferente, nada volverá a ser como antes, para mal o para bien, pero aún la noche no había acabado, como de costumbre siempre pasaba algo que te provocaba estar atenta los siguientes días, en el momento en el que bajas la guardia...Rocavarancolia gana un punto.

Fui de las primeras en acostarme y con toda la confusión de los acontecimientos no me distraje con la mirada perdida a través de la ventana, sino que me había sumido en un sueño profundo del que ahora soy despertada con un sonido fuerte y rudo, abro los ojos de par en par y pego un salto tan alarmada que casi me caigo de la cama, presto atención al sonido con el miedo dominando todo el cuerpo poco a poco. >>¿Eso... es el puente? ¿Quién iba a pretender entrar a estas horas y cómo si solo se puede acceder con ayuda desde dentro?<<

Con los gritos de Sekk caigo en la cuenta de que lo veía al revés, nadie quería entrar, solo...salir, y nada menos que de noche.
Aún con los ojos cansados me incorporo con la explicación que el intara nos da desde la planta inferior.
-¡¿Que Roaxen ha hecho qué?!- es la primera queja que se me escucha decir aún desde la cama y con la sábana tapada hasta el pecho.
Inmediatamente desciendo las escaleras maldiciendo en la mente nuestra suerte y la cabeza del xolnita. >>Menudo estúpido...¿Cómo se le ha ocurrido irse a estas horas y con la única compañía que su poca inteligencia?<<

Resbalo casi al final de las escaleras debido a la velocidad vertiginosa con la que desciendo, cayendo de lateral sobre mi propia mano y medio aullando de dolor al haber tropezado.
-¡Maldita sea, esta me la paga!- farfullo convirtiendo el pánico en furia desmesurada y convenciéndome de una determinación que nunca antes había tenido, me incorporo ignorando la pequeña lesión y ahora con más cuidado pero no menos velocidad bajo a la armería refunfuñando entre dientes. Cojo las dagas con  energía y en menos de lo que canta un gallo me sitúo al lado de la varmana con el ceño ligeramente fruncido y con el vello de punta, sacudo la mano violentamente en un acto inútil de mitigar el dolor.
-Vale...- empiezo a decirle a la chica al ser de las primeras en actuar- parece que Sekk ya ha salido y no debería haberlo hecho él solo, voy a salir a buscarle a él- digo con la mirada en la puerta y casi estando en otro mundo del enfado, de hecho ni siquiera miro a Varsai cuando una chispa reluce en mi cabello cerca del flequillo- que quede claro que no voy a por Roaxen, a él... a él que le den.-y era totalmente cierto, aprecio muchísimo más al ulterano que a ese desgraciado, valoro mucho la valentía de Sekk para ir a buscarle, pero...por más que lo intente no dejo de pensar que realmente solo voy a ponerme en peligro por él, lo encontramos y volvemos, y si el señorito Tenvrai decide volver con nosotros a Letargo...deseará haberse quedado fuera, eso seguro.- no quiero que vuelva a repetirse lo de Ziack, no otra vez ¡Chicos daos prisa!.