Torreón Letargo (Archivo V)

Sekk echó un vistazo a la cajetilla de tabaco con la que el humano jugueteaba nerviosamente sin comentar nada, preguntándose cuánto le iban a durar aquellos cigarrillos.
—Algo —respondió, encogiéndose de hombros y apoyando la barbilla sobre sus brazos cruzados. A pesar de lo poco que dormía el intara no se sentía excesivamente cansado, pero en sus periodos de inactividad tendía a abstraerse tanto que parecía caer en una suerte de trance y eso le preocupaba un poco.
—Seguro que si, Jace. Le traeran sano y salvo, ya veras —murmuró el rubio, tratando de convencerse a sí mismo además de al neoyorquino.

Ocuparon el resto del tiempo hasta que los demás volvieron en hablar de nimiedades, tratando de distraerse para no pensar en lo peor, y cuando les vieron en la distancia descendieron para bajarles el puente. El intara solo tuvo que verles las caras para saber que algo no había salido bien, pero no encontrar a Ziack en el grupo fue lo que confirmó su suposición. La historia que relataron sus compañeros le dejó sin palabras, pero el saber que habían corrido peligro y no había estado allí para ayudarles le llenó de frustración. Al final el aviano había muerto, atraído al parecer hacía una suerte de trampa que le instó a arrojarse al vacío, y los demás habían estado a punto de correr su misma suerte por salir en su busca.

Aún no había encontrado palabras de consuelo cuando el capellán apareció en escena, bajando las escaleras con parsimonia y una sonrisa en la cara. El discurso que soltó a continuación hizo que el chico palideciera completamente. Luego estalló.

Sekk se movió por reflejo, sin nisiquiera pensarlo, y en cuanto el xolnita terminó de hablar le cruzó la cara con un potente puñetazo. Roaxen cayó al suelo desmadejado, como un muñeco desarticulado, y algunos de sus dientes repiquetearon contra el piso instantes después.
—Cierra la puta boca —masculló en un susurro forzado, apretando los puños con fuerza. Le habría golpeado de nuevo ignorando el hecho de que ya estaba inconsciente si Jace no se hubiera interpuesto entre los dos adivinando sus intenciones. El gesto del americano le hizo recuperar la cordura y, consciente de lo impulsivo que había sido, fue incapaz de mirar a nadie a la cara tras ello.

Huyó hacia la azotea avergonzado consigo mismo, sin mediar palabra, y una vez arriba tuvo que contenerse para no gritar de rabia. Aún estaba cabreado con el capellán y una parte de él deseaba bajar de nuevo para terminar lo que había empezado, pero sabía perfectamente que había actuado mal y empezaba a odiarse por ello.
—Maldita sea —murmuró para sí, aferrándose al borde de una almena con fuerza mientras trataba de normalizar el ritmo de su respiración.

A pesar de esforzarse por pensar en positivo, Jace no era el mejor en ello. Ni siquiera podía engañarse a sí mismo para pensar que todo estaría bien.
—Sí. Claro. Las últimas veces que hemos salido no nos ha ido tan mal, ¿no? —flashback: gusanos.
La conversación con Sekk le relajó un poco, pero su mano parecía tener vida propia y no dejaba de tamborilear sobre la caja de cigarros de forma nerviosa. Siempre lo hacía. Durante el divorcio de sus padres, en su primer concierto, en el funeral de su padre... Se había vuelto una maña tan común en él como la de alguien que está acostumbrado a morderse las uñas.

Al verle aparecer a los demás, Jace bajó como un rayo, y confirmando lo peor, Ziack no estaba.

«Al menos no llegué a pillarle cariño...»
Se mordió la lengua. No era lo más adecuado de decir en voz alta, y tampoco pensarlo. Por supuesto, la historia completa no era mucho más agradable.
Jace había aprendido a no ser escéptico. Siendo honestos, en la tierra le llegan a decir que existe un perrocóptero y se lo habría creído. Las voces (o más bien, la voz) de Rocavarancolia le sonaban tan extremadamente real que no quería oír más del tema.
Y luego estaban las hienas. ¿Qué demonios hacían bichos de su planeta allí?

Quería hablar, relajar el ambiente y animar al resto, pero los únicos comentarios que se le venían a lo poco que le funcionaba del cerebro por el impacto eran del tipo «¡Ah, hienas! ¿Sabéis que se comen a sus presas vivas? Una vez vi en internet como se comían a una cebra de abajo para arriba durante más de media hora y la cebra seguía moviendo la cabeza...»
Sí. Perfecto para animar la fiesta.
Pero por lo visto lo que le faltaba a la fiesta era Roaxen. El neoyorquino seguía demasiado ocupado tratando de quitarse a la cebra moribunda de la mente, por lo que no le dio tiempo para cabrearse como lo hizo el rubio.
Había experimentado por carne propia como eran los puñetazos del chaval, y sabía que por poder, podría haber reventado casi literalmente a Roaxen en ese mismo momento, motivo por el que decidió intervenir. Ponerse en medio no era la decisión más inteligente (no quería perder las paletas), pero sabía que no le golpearía a él. Alzó levemente un brazo para detener el puño de Sekkeh en caso de que volviera a alzarse, pero por suerte no sucedió.

—Yo también quiero cargarme a Roaxen, pero creo que es mejor que lo hagamos en otro momento, ¿vale?— el ulterano salió disparado, seguramente de nuevo a la azotea. Antes de seguirle, se giró al xolnita, lanzando una mirada despectiva al cuerpo inconsciente de este.—Podéis probar a ponerle los colmillos de la hiena que habéis traído.

Señaló hacia la cocina con la cabeza, donde Kimbra despellejaba a uno de los bebés de Harley Quinn.

—Tienen una de las mandíbulas más fuertes de la Tierra. Quizás así deje de ladrar tanto, o se le infecten las encías y deje de hacerlo de todas formas.

Lanzó una mirada cabizbaja al resto, para seguir los pasos de su compañero y reencontrárselo justo donde habían empezado. Se quedó a cierta distancia, viendo de brazos cruzados como este gritaba para desahogarse. Jace sabía por experiencia personal que lo mejor era no intervenir hasta pasado cierto rato. En lo que vio que se obligaba a calmarse, se acercó.
No dijo nada, porque honestamente no sabía que decir. Apoyó ambos brazos en el borde, sacó la cajetilla de cigarrillos de nuevo y en lugar de uno, cogió dos. Se metió el primero en la boca, y el segundo se lo tendió al rubio.

—Nunca te he preguntado si has fumado alguna vez. Quizás te haga falta.

El parqio no dudó en enseñarle los dientes al xolnita en cuanto abrió la bocaza para variar. No se lanzó a morderle porque se consideraba un xeno decente, aunque la idea le había tentado hasta que Sekkeh lo dejó completamente noqueado de un puñetazo. Su atención voló directamente a los dientes que habían saltado.

—Esa ha sido buena —soltó tras una carcajada algo áspera.

De haber tenido ganas de mear, Rasqa habría rociado completamente el puro rostro de Roaxen como gran travesura; pero después de todo el ejercicio físico y el desgaste emocional, lo que más le pedía el cuerpo era comida. Por lo que tan solo dedicó un siseo al Roaxen inconsciente antes de dirigirse a la cocina. Su primera idea fue curiosear las cestas, pero no pudo evitar que su atención virara hacia la krabelinense y sus labores de despellejamiento. El parqio saltó a la encimera y se acercó al cadáver de aquella bestia con cuidado.

—¿Puedo probar?—preguntó a Kimbra, más por asegurarse de que no se cruzaba con el machete al dar un bocado que por cortesía.

Estaba a punto de replicarle a Ruth su “os lo dije” cuando Roaxen entró en escena. El discurso subsecuente a la misma dichosa frase eclipsó por completo lo dicho por la humana y la idrina tan solo podía escuchar al xolnita escupir veneno sintiéndose cada vez más y más impotente. No tenía fuerzas para cantarle las cuarenta a aquel individuo tan mezquino que tenía por compañero de torreón y se estaba apoderando de ella una sensación muy desagradable  que le hacía hervir por dentro al tiempo que se notaba desfallecer.

Pronto le quedó claro que cualquier cosa que hubiera sido capaz de hacer habría pasado desapercibida por completo en comparación con la medida drástica por la que optó Sekkeh. No sintió lástima alguna por el capellán al presenciar el doloroso golpe que recibió por parte de su compatriota, aunque no pudo evitar apretar los dientes al escuchar el particular sonido del puño al impactar con la mandíbula que indicaba que Roaxen había perdido algo más que la dignidad con el golpe.

Irianna se quedó petrificada en su asiento, sin atinar a moverse tras haber presenciado la violenta escena, incapaz de reaccionar con humor tal y como lo habían hecho Rasqa o Jace. No podía negar que comprendiese por qué Sekkeh había imprimido tanta fuerza en el golpe que había dirigido contra el rostro de Roaxen, pero no podía evitar pensar que el intara se había propasado. No obstante, no era quien para juzgarle ya que en el fondo e ignorando toda razón le hubiese gustado ser ella misma quien le hubiera saltado los dientes a aquel xenófobo irrespetuoso al que finalmente se acercó para ayudar.

¿Por qué le ayudaba? Ni ella misma lo tenía claro, pero probablemente ni siquiera alguien como Roaxen se merecía que lo dejasen allí tirado tras haber recibido un golpe de tal magnitud. O igual simplemente se pasaba tanto de buena que era tonta. No importaba, la lacustre no se sentía capaz de hacer ninguna otra cosa en aquellos instantes y necesitaba ocupar su mente con algo. Buscó rápidamente en su memoria el hechizo adecuado y comenzó a conjurarlo arrodillada cerca del cuerpo inconsciente del xolnita para después aplicarlo sobre su cabeza. Un hechizo vigorizante que debería servir. si bien no para lograr que volviese en sí enseguida, acelerar el proceso. El cansancio que le sobrevino tras ejecutarlo le hizo sentarse directamente en el suelo y deslizarse lo que pudo lejos de Roaxen mientras esperaba a que este volviese en sí.

—Devoss —llamó a continuación reuniendo las fuerzas que le quedaban—. Acércate para que pueda echarle un vistazo a tu herida, debería poder hacer algo por ella por poco que sea.
Conocía su límite y sabía que todavía podía hacer un puñado de hechizos más antes de agotarse por completo, aunque la fatiga que sentía debido a todos los acontecimientos del día se sumaba a la que provocaba el propio uso de magia y no estaba segura de cuánto podría aguantar. Pero daba igual, cualquier cosa era mejor que revivir en su cabeza una y otra vez como Ziack se arrojaba al vacío y volver a escuchar lo que Ruth había denominado “la voz de Rocavarancolia” haciendo eco en su mente.
<<No hay ningún lugar seguro>>.

Entonces apareció Roaxen. Y empezó su discursito. ¡Maldito sea! Tenemos demasiados problemas como para que el pelimorado se convierta en otro. ¿ Nos está recriminado que hemos echo mal el intentar salvarle? No hay derecho, el no ha ido a la “misión”, no puede hablar como si fuera un principito.

He llegado a pensar que no volvería a meter la pata, pero es un caso perdido. El mundo es injusto, este más aún. Tendría que haber sido Roaxen quién se hubiera tirado por el puente. Así no tendríamos que aguantar más tonterías. Intento contenerme, pero como siempre me es imposible.

-¡ Serás ca......!- No me da tiempo a decir nada más, pues Sekk hace algo maravilloso... ¡Le propina un puñetazo! El capellán cae al suelo totalmente dormido.-Se la merecía de hace tiempo.- Hacia tiempo que tendría que haberla recibido, supongo que esta es la gota que colmó el vaso. No entiendo como puede existir gente así. La idrina se arrodilla para curar al imbécil.

¡Error! Yo lo dejaría tirado en el mismo suelo que se ha comido. Irianna me dice que me acerque para que me cure la herida.- Ni hablar Irianna, tu también estas herida y se te ve cansada, esperaré a que tu te sanes y entonces iré yo.- No voy a permitir que me cure a mi antes.

Frunzo el ceño con la ocurrencia del parquio. >>Que Kimbra haya conseguido matar a alguna no significa que podamos volver a hacerlo y que no nos despellejen en el intento<<.
Sin embargo guardo silencio, haciéndome una trenza improvisada, aprovechando el cambio de peinado para darle mayor movimiento a los dedos que se habían quedado agarrotados al sujetar con fuerza la daga.
Solo levanto la cabeza al escuchar a Roaxen hablar, con ese tono despectivo tan particular suyo, también pronuncia un “os lo dije” pero con un significado totalmente diferente al mío, o al menos, bastante exagerado con lo que yo quería decir, al principio me muestro totalmente tranquila, intentado ignorar aquellas frases que tan hirientes suenan en los oídos.
Pongo los ojos en blanco ante sus gestos dramáticos. >>Nunca voy a acostumbrarme a él, está claro<<.
Una vez menciona el perno decido que es bastante, no puedo describir la impotencia de tener que esperar a que acabe su ridículo y patético discurso.
>>Si el ambiente está tenso en el torreón, no es más que por tu comportamiento, pedazo de maleducado<<.

Una vez se dirige a mí empiezo a levantarme desafiante, suficientemente cabreada como para empezar a insultarle allí mismo, el agotamiento de la salida no va a interceder en un lujo como este, insultarle y decirle la verdad de una vez por todas es el mejor consuelo que puedo tener.
>>Ziack no se merecía mucho, es cierto, pero tampoco se merece esto.<<
Le muestro una sonrisa forzada, divirtiéndome a mí misma al imaginarme las cosas que le iba a decir una vez acabase de hablar, él era el risible. >>No sé que es peor, que me entren ganas de asfixiarle mientras duerme o tener que contener una risa amarga por las estupideces que suelta.<<

Siento un alivio cuando deja de emitir sonido, iba a hablar, sin respeto alguno, el mismo que él ha demostrado por el enderth segundos antes, pero Sekk se me adelanta, con un puñetazo tan certero y justo que tengo que reprimir mis ganas delante de todos de gritar un >>!Toma ya!<<.
Roaxen cae casi fulminado en el suelo, no me fijo si se ha dado un gran golpe en la cabeza o no, pero tampoco es que me importe demasiado, lo único que lamento de la violencia de Sekk es no poder replicarle yo, pero hay tiempo, siempre se puede esperar a que despierte.

-Sí, en algún momento iba a pasar, hay otras maneras de cerrarle la boca que no sea a hostias -le digo al intara, no como un reproche -pero para que engañarnos, no habría otra que fuera más justa. -comento resoplando de satisfacción.

La mezcla de enfado y tristeza aún siguen en mi cuerpo, pero no puedo hacer otra cosa que observar como Irianna empieza a curar al xolnita. >>Que tonta.<<
-No merece que le ayudes y lo sabes -digo con frialdad, mirándola con ojos neutros, intentando no pagarla con nadie, pero el tono de voz me traiciona. -Es decisión tuya, pero no entiendo porque tienes que estar sanando a los que no se lo merecen. ¿Por qué lo haces?. -pregunto con verdadera curiosidad, intentando suavizar un poco el tono, y consiguiéndolo a medias.
Escucho con atención a Devoss, y corroboro su idea.
-Sí, primero deberías cuidarte ese pie, yo puedo intentar el hechizo con Devoss, no creo que estés en condiciones para seguir usando magia, y menos aún, malgastarla. -escupo mirando el cuerpo inconsciente del ulterano, el cual no tardaría en despertarse.

>>¿Es lo mejor que sé hacer?, ¿Incordiar y juzgar a los que lo han dado todo contra las hienas cuando yo no he sido capaz de defenderles?.<<.

Me siento al lado de la Idrina, calmando mis nervios, sea lo que sea que conteste Irianna, tanto como si permite que yo cure al holandes o no, necesitaré su ayuda para recordar algún que otro gesto, y en el fondo, tampoco me parece bien dejarla allí sola.
>>Lo primero que debe de ver Roaxen no es su cara, que sea la mía.<<

<<Nononono>> repetía en su cabeza mientras Devoss se negaba a permitirle ocuparse de sus heridas. Necesitaba mantener su atención en algo externo y el humano se lo estaba denegando al obligarla a ocuparse de sí misma. No verbalizó la negativa, no obstante, pues sabía que al holandés no le faltaba razón y se encontraba demasiado fatigada incluso para insistir.
—Yo solo tengo un rasguño… —dijo, en cambio, mientras examinaba el brazo donde una de las hienas le había propinado un zarpazo.

Estaba a punto de explicar por qué no podía ocuparse de su otra lesión cuando Ruth se dirigió a ella. La idrina casi no se podía creer que le estuviese recriminando el haber ayudado a Roaxen y se limitó a mantener un silencio tácito que al parecer la humana no entendió indirecta de que no deseaba mantener aquella conversación, hasta que le hizo la pregunta.
—Porque yo no soy como él —respondió simplemente tras dedicar una mirada fugaz al cuerpo inmóvil de Roaxen.

El ofrecimiento de la humana, no obstante, sí le pareció adecuado y asintió cuando dijo que se encargaría ella de Devoss.
—En realidad no puedo hacer mucho por mi pie, no conozco ningún hechizo que sirva para arreglar torceduras. Pero supongo que puedo utilizar el hechizo térmico para enfriar la zona y bajar la hinchazón que seguro que tiene…  —reflexionó más para sí misma mientras comenzaba a quitarse la bota correspondiente.
Todavía ni siquiera había examinado la zona afectada, pero algunos movimientos al caminar le producían un dolor bastante intenso y estaba segura de que no se equivocaba al suponer que se encontraría con una buena hinchazón.

Roaxen Tenvrai

Poco tiempo tuvo el capellán para que su sonrisa se desvaneciera mientras Sekk se abalanzaba sobre el, guarda baja y todo, fue instantaneo: Cayó rendido al instante, inconsciente y en una postura más que indigna.
Y entonces todo negro.

Roaxen Tenvrai odiaba el color negro. No era sino el color de los derrotados y de la tristeza y verguenza, cosas todas ellas extremadamente negativas para el xolnita. Cuando por fin se espabiló, se encontró en el suelo por algún motivo. Aquel sucio suelo lleno de polvo, ácaros y suciedad de los inmundos xenos con los que compartia torreón. Se incorporó de inmediato, con el ceño fruncido y muy ofuscado.
Fue entonces que un aluvión de sensaciones le atacarón. Se mareó un poco porque se le habian caido las gafas y ahora veia bien poco. Antes de que pudiera ponerse a buscar sus gafas un inmenso dolor le achacó en la mandibla izquierda. Un bulto molesto sobresalia en la zona y solo con rozarlo soltaba una descarga de dolor por el sistema nervioso del ulterano. Sin poder tomarse un respiro, notó que parte de su dentadura faltaba, piezas que habian sido extraidas por la fuerza y otras que se habian quebrado.
Nerviosamente, surcó con la lenga por su boca mientras el sabor a sangre: A su propia sangre. Torpemente, manoteó por el suelo por las gafas y, cuando las encontró, se incorporó en el sitio, pegando su espalda contra la pared. Mientras le temblaban las piernas, habló o más bien, gritó con voz chillona.

-¿¡Qu- Que diablos me ha pasado!? ¿¡Que mehabeis hecho, sucios Xenoides!?-el ominioso sabor de su propia sangre le puso aún más nervioso. Un fragmento de una de sus piezas mentales salio de su escondrijo y topó con su lengua. Roaxen Tenvrai escupió con debilidad a la palma de su mano. Contuvo un chillido al ver su propio perlado diente recubierto en su propia sangre. Soltó un gorgojeo incoherente antes de volver a chillar.-¡MI PRECIOSA DENTADURA! ¿¡CUAL DE VOSOTRAS ALIMAÑAS DE VERTEDERO HA OSADO COBARDEMENTE DEJARME INCONSCIENTE USANDO TACTICAS PROPIAS DE UN COBARDE PARA DESTRUIR MI ESTIMADO PORTE Y ENSUCIAR MI APARIENCIA CON MI PROPIA Y NOBLE SANGRE!?-

Roaxen Tenvrai estaba histerico. Habia desenvainado su sable y lo sacudia como un majadero mientras que empujaba más su cuerpo contra la pared, casi como una rata arrinconada. El capellan estaba tan histerico como asustado por no saber lo que habia pasado y verse rodeado de enemigos.

Dado que Kimbra llevaba a cabo su trabajo de forma cuidadosa con la intención de no dañar la piel más de lo que ya estaba, solo llevaba un tercio de la pieza cuando Rasqa se acercó con la intención de probarlo.

- No creo conveniente el catar la carne de esta bestia sin haberle realizado antes un tratamiento básico. No conocemos ni su procedencia ni las posibles enfermedades que ha podido contraer, por lo que resultaría peligroso no hacerlo- explicó mientras continuaba con su labor-. Una vez llevado a cabo el tratamiento y su preparación sí que resultaría interesante realizar una cata con el fin de determinar la textura y sabor de la carne y así poder establecer una receta adecuada a la misma.

Kimbra siguió realizando su trabajo de forma eficiente, mientras pensaba que esta era la primera vez que tenía una conversación en la que solo estuviera implicado Rasqa y ella misma y que, por lo tanto, aquel momento se presentaba como su mejor oportunidad para realizarle al parqio una cuestión que hacía varios días venía rondándole la cabeza.

- Rasqa. ¿Podría realizarte una pregunta?- preguntó escuetamente sin apartar la mirada de su trabajo y, tras recibir una contestación afirmativa, prosiguió:- ¿Tú conoces la razón por la que se te permite estar en presencia de los habitantes del torreón sin ningún tipo de vestimenta que cubra tu cuerpo y a mí no se me esta permitido?

La respuesta de Irianna me resulta bastante insuficiente, eso es algo que todos sabemos y que sin duda está bastante claro. >>Precisamente ese es el problema, que tú no eres como él, pero a esta gente hay que tratarle de la misma manera, hay que pagarles con la misma moneda, con desprecio.<<
-Ya -es lo único que le comento al respecto, intentando evitar conflictos innecesarios con ella. -Yo tampoco sé de nada que te pueda mejorar el dolor, pero sí, eso es lo único que se me ocurre.
Devoss se sienta a mi lado, y con el ceño fruncido empiezo a recordar el hechizo, para mi suerte y comodidad ni siquiera es necesario pedirle a Irianna que me refresque la memoria, es uno bastante corto y fácil, me acerco varias centímetros a la cara del holandés y con el dedo trazo lentamente una línea imaginaria en el aire, como si estuviese rozando la herida con los dedos, a la vez que pronuncio las palabras en el orden correcto. Y al instante la herida comienza a desaparecer. >>Sanación superficial<<.
-Creo que ya está -le digo forzando al máximo una sonrisa.
Mi cansancio no es como el de la idrina, pero ya empiezo a notar un hormigueo casi imperceptible en la mano.

En silencio me dispongo a curar mi rodilla, noto el pequeño escozor causado por el desgarramiento de la piel con el suelo del territorio de las hienas. Pero no puedo, en seguida Roaxen recupera la consciencia , contemplo como se va incorporando dolorido con un nudo en el estómago, alarmada y esperando  a que estalle, y no tarda demasiado.
Me levanto con rapidez y una expresión furiosa en la cara, espero a que deje de aullar insultos.
-¡Ja! ¿Te indignas?. Te han pegado un puñetazo y era bastante merecido. ¿No recuerdas tu estúpido comportamiento de antes?. No me voy a andar con rodeos, estoy de acuerdo en que hemos sido bastante imprudentes, pero creo que no era la forma adecuada de decirlo Roaxen, tendrías que haberlo comentado en otro momento y menos aún a ver sugerido que Ziack tendría que haberse matado. -le digo apretando los dientes. -¡Podrías haberte ahorrado lo del perno¡ ¿Qué tal si te lo metes tu en la garganta y así dejas de insultarnos? -le digo mirándolo de arriba abajo

>>Puede que no esté siendo de ayuda, pero tenía que decirlo<<.
-¡No sé si tus ideas son buenas o malas, pero desde luego en ese plan nadie va a estar dispuestas a escucharlas¡

Retrocedo un poco al darme cuenta de que está blandiendo el sable a lo loco, con miedo, pero avanzo varios pasos ahora un poco más tranquila y segura.
-Si tan mal hacemos las cosas y tan bien las haces tú, no tienes más que ir con nosotros, para mí no tienes de qué quejarte cuando no has sido tú el que has estado apunto de morir. -avanzo más cerca, sacando un poco del coraje que las hienas me habían suprimido. -Adelante, golpéame, ¿Eso vas a hacer? ¿Aparte de ignorarnos a todos durante un mes vas atacarnos?. Pues adelante con ello, a ver si consigues sobrevivir tú solo, me gustaría verlo.

Me mantengo firme, con las manos en alto y un nudo en el pecho.>>No tengas miedo, no te va a hacer nada, lo considero lo suficientemente listo como para no tocarme.<<

Espero impaciente a que la israelita me cure la herida, cada vez me duele más, no quiero admitirlo pero es que duele bastante. Esa maldita hiena me dio un buen mordisco. Cuando Ruth empieza con el conjuro no puedo evitar sentir un pinchazo de envidia.

Si pudiera hacer magia no tendría que depender de nadie, rápidamente dejo de pensar en ello cuando llega el alivio. Un alivio que provoca contraste con esta locura. Cuando termina me toco la parte herida, milagrosamente no hay nada. Aunque por lo visto he perdido parte de ceja. No tengo derecho a quejarme, podría haber perdido el ojo.

Y dudo que pueda regenerar ojos todavía. - Gracias, Ruth-. Le digo sonriendo.- Esto dolía de veras.-

Entonces Roaxen se despierta. No puedo evitar una sonrisa, al darme cuenta que le ha molestado mucho el puñetazo. Lo que me deja pasmado es la reacción de ella, es una chica valiente. Me incorporo y me sitúo a su lado. ¿Cómo se puede enfadar? Se lo tiene merecido y como dije antes tendría que haber recibido el golpe antes. Y encima se pone a dar espadazos al aire, como si fuéramos lo que hay ahí fuera. Se acabó, ya es hora de que el ulterano deje de hacer el idiota.

-¡ NO ROAXEN, NO! ¡TE HAS COMPORTADO COMO UN CAPULLO, NOS TRATAS COMO SI FUERAMOS ENGENDROS! ¡CUANDO EL ÚNICO MONSTRUO QUE HAY AQUÍ ERES TÚ! ¡PUEDE QUE FUERAS UN  NOBLE, PERO AQUÍ NO ERES NADA, SOLO UN ESTÚPIDO ENGAÑADO COMO LOS DEMÁS! ¡CREO QUE YA ES HORA DE QUE DEJES DE CREERTE SUPERIOR A NOSOTROS! ¿SABES QUE TE DIGO? ¡OJALÁ  HUBIERAS SIDO TÚ EL QUE HUBIERA MUERTO Y NO ZIACK!- Cuando acabo tengo que tomar aire rápidamente, pues lo he dicho todo de una vez y a gritos.

No se merece nada, ni la seguridad del torreón ni la comida.

Rasqa arrugó el rostro, algo decepcionado con la negativa. Le costaba entenderla porque en el archipiélago conocían perfectamente la carne que comían y no solían necesitar tantas precauciones. Aún así, aceptó la respuesta de Kimbra y dio un salto hacia las cestas. Antes de meter la cabeza entre los alimentos, el parqio le dio permiso para lanzarle una pregunta.


—¿De verdad te obligan a taparte? —preguntó sorprendido una vez desenterró la cabeza con un filete atrapado entre las fauces. Seccionó un pequeño cacho con los colmillos y depositó el resto en la mesa para comerselo poco a poco—. Pueff no fe... —tragó—. A mí nunca me han dicho nada al respecto... —Rasqa estaba dándole vueltas al tema y solo se le podía ocurrir un motivo—. ¿A lo mejor es porque tu cuerpo se parece más al de ellos y se han confundido? —el parqio se encogió de hombros antes de dar otro bocado a su comida post-trauma. Esta vez se lo tragó todo antes de continuar—. ¿Les has pedido volver a ir desnuda en alguna ocasión? No creo que pierdas nada por probar y si no les importara, te librarías de esos trapos incómodos.

Irianna apenas tuvo tiempo de descalzarse y examinar durante unos segundos la hinchazón de su tobillo cuando Roaxen volvió en sí, obligándola a arrepentirse de haberle lanzado el hechizo vigorizante mediante la sarta de exabruptos que salieron de su boca en forma de chillidos insoportables. La idrina se sintió tentada a lanzarle a la cara la bota que se había quitado y que tenía al alcance de la mano, pero sabía que solo serviría para que el xolnita volviese a regalarles una muestra más de su capacidad torácica acompañada del veneno que guardaba en la lengua.

Tanto Ruth como Devoss le replicaron casi tan exaltados como el propio Roaxen, sobre todo el holandés, pero la idrina se limitó a observar la situación sin decir nada hasta que ambos no callaron. Aquello era una locura. El ulterano había sacado su sable y lo blandía peligrosamente de un lado a otro y la lacustre comenzó a ponerse cada vez más nerviosa.
—Apartaos de él —les dijo a los humanos tratando de aparentar que no era un manojo de nervios mientras se levantaba del suelo por si era necesario reaccionar de alguna manera—. Roaxen Tenvrai, haz el favor de calmarte. Si lo haces tal vez pueda ayudarte en algo con las heridas de tu boca. Ninguno de nosotros te ha atacado. —Se había acercado con precaución hacia Ruth y la sujetó de los hombros tirando hacia atrás de ella. Por desgracia hacer lo mismo con Devoss iba a ser toda una odisea, por lo que se limitó a ocupar el lugar de la israelí tratando de mantener una postura relajada que el xolnita no pudiese interpretar como una amenaza en absoluto pero tampoco como una muestra de debilidad—. Baja el arma —exigió, luchando por evitar que su cuerpo temblase descontroladamente.

Roaxen Tenvrai

Resoplando, el capellan vio la escenita que los dos primitivos simios le montaron, ya bien fuera con falso coraje o por simple descerebradez de estos, el xolnita no estaba dispuesto a perdonarles su impertinencia. Con el sable alzado apunto de sajar sus expuestos cuellos, lo único que le detuvieron fueron las palabras de Irianna. Y no por ser ella sino por lo que habia dicho. Algo parecia ya más concluyente ante aquello que simplemente ejecutar a dos xenos inferiores.
-No podria importarme menos tus buenas voluntades, Irianna. He sido ultrajado, asaltado y violado públicamente enfrente de la plebe y ¿tú quieres que me calme?-escupió hacia el suelo.-No eres nada diferente al resto de parodias vivas que habitan en este mísero torreón. Pero si que podria usar un nombre...-se limpio la barbilla empapada en sangre para luego alzar su voz de nuevo.-¿¡Quien... me ha hecho... esto!?-ladró aquella pregunta amenazante. Todavia tenia el sable en mano y la poca paciencia que le quedaba estaba extinguiendose por hallar al culpable.

Estaba claro que Roaxen tenía un don. En aquella situación lo último de que se habría creído capaz la idrina era de ofenderse, teniendo en cuenta que había demasiadas propridades pro delante, pero el xolnita lo había logrado.
—Hablas como si me importase la consideración que me tengas. No te equivoques, Roaxen Tenvrai.
La lacustre en realidad no le hubiese contestado dadas las circunstancias, pero en aquellos momentos tan solo trataba de ganar tiempo para demorarse todo lo posible en contestar a su otra pregunta. Le había dicho que no había sido ninguno de ellos para evitar una catástrofe, pero tampoco podía delatar a Sekkeh así como así.
>>Y si… si quieres saberlo para otra cosa diferente que para hablar con esa persona no te lo voy a decir. Deja el arma, lejos, y entonces tal vez podamos hablar sobre lo ocurrido.
Irianna trató de sonar todo lo firme que pudo aunque otro idrino habría detectado inseguridad en su lenguaje corporal muchas más veces de las que le gustaría.

Roaxen Tenvrai

Y en otras situaciones, el xolnita si hubiera disfrutado de una arrea de palabras y puyas ida y vuelta, pero, agraviado, tenia asuntos más importantes a los que atender. Lentamente, volvió a alzar el sable por la punta y lo dirigio hacia el pecho de Irianna, quedando a tan solo pocos centimetros de este. Con una mano en la espalda, sujetando el puñal que llevaba al cinto, habló.
-Irianna eres una Necia. No estas en posición de negociar aquí.-los ojos azul cielo se clavaban depredadoramente sobre la lacustre, viendola como un trozo de carne en su camino. Y nadie se interponia en el camino de Roaxen Tenvrai.-Dame el nombre o lo lamentarás.-

Kimbra siguió con su trabajo mientras reflexionaba sobre la contestación de Rasqa. Ciertamente, cabía la posibilidad de que las similitudes fisiológicas de su cuerpo con el de los cuerpos de sus compañeros hubieran confundido a estos y sus inquietudes respecto a la desnudez hubieran sido extrapoladas a ella misma.

- Tu suposición me parece factible. Negociaré un posible permiso con Irianna más tarde- decidió finalmente la krabelinense e informó de ello al parqio al considerarlo lo correcto en aquella ocasión.

Kimbra había estado ignorando el alboroto del otro lado de la sala en pos tanto de su trabajo como de su conversación con Rasqa, pero los gritos desmedidos de Roaxen, Devoss y Ruth le habían hecho prestar algo de atención, la suficiente como para percatarse a la perfección de la clara amenaza que representaba el sable de Roaxen en el pecho de Irianna. La krabelinense no dudó en dejar el cuchillo con el que se encontraba desollando a la hiena en la mesa, coger su arco, cargar una flecha en él y apuntar rápidamente al ulterano mientras sus ojos se coloreaban de un intenso escarlata.

- Roaxen Tenvrai, retira tu endeble arma del pecho de Irianna- advirtió con parsimonia-. Como incentivo para ello te informo de que en este momento estoy apuntando a tu cuello con mi arco; que dada mi instrucción y mis capacidades mi disparo es certero; que soy una cazadora experimentada, y que tú te presentas como una presa fácil.

La krabelinense estaba completamente capacitada para dar muerte al ulterano si la ocasión lo requería y no estaba en sus intenciones permitir que hiciera ningún tipo de daño a la idrina ni a ningún otro de sus compañeros.