Torreón Letargo (Archivo V)

Obviamente, Kimbra no llegó a entender el por qué de aquella actitud, pero aun así se quitó la toalla del pelo para cubrirse el cuerpo. Puesto que no sabía exactamente qué parte de su cuerpo debía cubrir e Irianna ya se había ido en busca de otra toalla para ella, la engendro decidió que debía cubrirse aquellas partes del cuerpo que su ropa cubría ya de por sí, deducible ya que no había recibido queja alguna por estar “poco cubierta”, pero la toalla no daba de sí. En un principio, cubrió su pecho así como lo hacía su top, pero la parte de abajo quedaba descubierta, por lo que volvió a intentarlo con idénticos resultados. Cuando Irianna volvió, se encontró con una krabelinense extendiendo la toalla frente a ella con las manos y mirándola con el ceño fruncido.

- ¿Qué partes de mi cuerpo debo cubrir exactamente?- cuestionó, preguntándose además por qué su desnudez podía resultar molesta y la de Rasqa, por ejemplo, no.

Cuando volvió con la otra toalla se encontró a una Kimbra nuevamente confusa. Irianna volvió a sentir un acceso de culpabilidad: sentía que estaba siendo un dolor de muelas con aquel asunto. Colocó la toalla que llevaba en sus manos bajo uno de sus brazos y se acercó para sujetar la que la hija de lunas sostenía ante sí.
—Yo te ayudo —se ofreció mientras empezaba a colocarla alrededor del cuerpo de la krabelinense.
En unos instantes Kimbra tenía la toalla colocada y la idrina se estaba cerciorando de que la punta que estaba asegurando entre el cuerpo de esta y la toalla no se caería fácilmente.
—Así es como nos la colocamos cuando salimos del baño y tenemos que ponernos a la vista de otra gente —le explicó a continuación—. La idea es que cubra el pecho y… los genitales. S-Supongo que para ti debe ser una tontería, pero no lo es para nosotros. Si te sirve de referente, yo nunca he visto a ninguna otra persona completamente desnuda, no tan de cerca al menos… Antes de verte a ti, quiero decir —añadió con una risa nerviosa.
Le tendió entonces la toalla para el pelo y esperó a que la hija de lunas terminase de enroscársela para acceder, por fin, al torreón.

- En Krabelin- comenzó a decir, una vez la toalla estuvo asegurada alrededor de su cuerpo-, los únicos que cubrimos nuestro cuerpo somos los Hijos de Lunas. Al ser los únicos que podemos salir al exterior de Bakaiar, necesitamos cubrir nuestro cuerpo para protegernos del agresivo clima.

La Hija de Lunas seguía sin desentrañar qué habría llevado a aquella sociedad a considerar útil y necesaria la idea de la desnudez como algo solo permitido en un ambiente privado.

La engendro terminó de enrollarse el pelo con la toalla y se encaminó al interior del torreón. Una vez en la herrería, Kimbra cogió un arco pequeño y que se veía bastante usado y se lo tendió a la idrina para que esta lo probara y, así, comprobar si la tensión de la cuerda era la adecuada.

Lo único que realmente comprendió de la respuesta de Kimbra era que en Krabelin el clima era muy agresivo. Aunque también sobreentendió que los hijos de lunas no eran la única especie inteligente que habitaba el planeta. Se guardó su pregunta acerca de qué era Bakaiar para otro momento, no obstante, ya que por fin iban a buscar su arco.

Una vez en la armería, la idrina esperó a que la krabelinense escogiese el arma adecuada para ella. Recogió el arco que le tendía, que a su ojo no presentaba diferencias evidentes salvo las del desgaste con el que ella acababa de devolver al arsenal. Irianna le dio un par de vueltas al arma en las manos e intentó imitar el movimiento de disparar una flecha, tensando la cuerda con sus dedos índice y corazón de la mano derecha: no se atrevía a colocar un proyectil real por miedo a provocar alguna clase de catástrofe, se sentía demasiado patosa con un arma en las manos.
—¿Qué tal lo ves? No sé si lo estoy cogiendo correctamente… —confesó esbozando una sonrisa avergonzada.

Kimbra observó a Irianna tensar el arco, contenta por entrar en un terreno dentro de su domino y que, por lo tanto, no le creaba confusión alguna. Tras la pregunta de la idrina y al ver su postura y colocación de la mano, la Hija de Lunas se posicionó tras ella y la rodeó con los brazos para sujetar el arco con ella y así enseñarle la posición exacta.

- Tu pecho puede resultar una incomodidad en los disparos rápidos- le informó aun posicionada tras ella.- Una opción sería cortarlo o aprender a tirar de una forma algo más incómoda. Aunque tu especie tiene la piel blanda- reflexionó para sí.- Seguramente podrías comprimirlo con algún tipo de prenda prensadora.- Entonces se volvió a posicionar frente a ella y añadió:- Deberías levantar un poco más los brazos.

<<¿Mi pecho?>> pensó cuando la krabelinense lo nombró como un problema para el uso del arco. Sí, sabía que no era precisamente una ventaja a la hora de usar un arco pero… <<¿¿Cortarlo?? ¿En Krabelin harán eso cómo si tal cosa?>>. No pudo evitar cruzar el brazo libre sobre el pecho instintivamente: era doloroso solo de pensarlo.
—Creo que… con vendarlo es suficiente si realmente lo necesito —replicó dejando escapar una risa nerviosa. Aquel sí se le antojaba un consejo mucho más razonable—. De momento no creo que haga ninguna falta; para aprender lo básico, digo. Pero mejor volvamos al patio para continuar.

Las dos regresaron a la planta de arriba y salieron al patio, aunque una vez allí la idrina se dio cuenta de que necesitaban algo más y dejó de nuevo el arco al cuidado de la hija de lunas mientras subía a buscar una de las dianas que había visto en la última planta. Lo cierto era que allí había más espacio para practicar, pero por ahora el patio serviría y prefería disfrutar un rato más del aire libre. De todos modos iba a ser una lección corta la de ese día, pues pronto anochecería y ya no podrían continuar.

—Veamos, me dijiste que alzase más los brazos... —recapituló una vez estuvo de vuelta y la diana convenientemente colgada—. ¿Así o me he pasado?

La niña se quedó pensativa con las palabras del parqio, todo lo que estaba diciendo era cierto pero Varsai ni se lo había planteado desde ese punto de vista.

"Puede que no tengan ningún predador natural, ¿eso es posible no?"

La joven varmana no lo sabía a ciencia cierta, pero suponía que eso era posible. También se alegraba mucho de que no le hubiese hecho nada a Rasqa.

"Supongo que sí arden también de día. Y no estoy segura de que me gustase comerme uno, aunque puede que sepan bien.
Pueden esconderse en edificios oscuros durante el día, pero si quieres atrapar uno creo que tendrás que intentarlo por la noche, y si necesitas ayuda puedo intentar echarte una mano, lo cierto es que siento curiosidad por ver cómo son de cerca."

Un rato después se despidió del parqio pasándole la mano por la cabeza a modo de caricia y diciendo que quería ver a Irianna. La razón era que quería enseñarle el dibujo para ver qué le parecía hasta ahora, la idrina le caía bien, en cierto modo le recordaba a su hermano y quería buscar su aprobación ya que parecía que le gustaban los dibujos.

Varsai bajó buscando a la chica y terminó dando con ella en el patio, allí también estaba Kimbra. Llamó la atención de Varsai que Irianna sostenía un arco de los que había visto en la armería. La niña sólo los había visto ilustrados en los libros y ninguno nunca de cerca. Sabía para qué servía y si tenía que elegir un arma ella quería hacer eso. Realmente no se veía a sí misma sosteniendo una de aquellas pesadas espadas. Se acercó a las chicas y cuando tuvo su atención le mostró a la idrina el dibujo y a Kimbra le escribió.

"¿Me enseñarías a disparar a mí también? Si no es molestia claro."

No quería molestar y más si se trataba de algo que sólo les concernía a ellas dos.

Ambas chicas volvieron al patio donde la idrina pudo disparar un par de flechas mientras Kimbra le iba corrigiendo la postura y la posición. La engendro se había vuelto a poner su ropa empapada y había dejado las toallas en la habitación que le había indicado la idrina cuando esta había subido a por la diana, así que todavía podía verse que hacía poco se había tirado agua por encima, a pesar de que su piel estuviera completamente seca. En aquel momento, apareció por la puerta la chica que no se comunicaba oralmente y se acercó a ellas mostrándole a la engendro un papel garabateado que Kimbra observó detenidamente, para luego mirarla de nuevo a ella. La chica parecía estar esperando algún tipo de reacción por parte de la engendro, pero la Hija de Lunas no conseguía deducir el qué, así que miró a la idrina esperando que ella le aclarara.

Con la guía de Kimbra pudo probar a realizar un par de disparos, que desde luego fallaron por mucho. La primera flecha se le cayó a escasos centímetros delante suya y, maldiciendo mentalmente su torpeza, se apresuró a recogerla y volvió a probar. El segundo disparo se parecía mucho más a un auténtico tiro, pero si la idrina se hubiese encontrado en medio de una lucha, lo más probable es que aquella flecha no hubiese caído ni dentro del campo de batalla. El tercer tiro se desvió menos, pero alcanzó menos distancia. Estaba tensando la cuerda con un cuarto proyectil cuando captó por su visión periférica una cabellera azul.

Bajó los brazos y sostuvo el arco con una sola mano cuando Varsai se acercó y le tendió su dibujo.
—Vaya, lo has completado. Parece que hay unas vistas estupendas desde ahí arriba, tengo que subir en otro momento —le dijo a la niña con una sonrisa antes de acercarse para devolverle el cuaderno.
Fue entonces cuando se fijó en el desconcierto de Kimbra. Aquella acción por parte de la hija de lunas comenzaba a resultarle familiar y podía distinguir en su lenguaje corporal cuando se encontraba confusa por algo.
<<No puede ser…>> pensó para sí en cuanto ató cabos.
—Kimbra… ¿no sabes leer? —le preguntó a la hija de lunas.

- No- contestó simplemente.- En Krabelin solo conocen el arte de la escritura y la lectura los Seguidores de Lakra a los cuales no pertenezco.- “Aunque estuve muy cerca de hacerlo.” Quiso añadir.

Ciertamente, la Hija de Lunas había estado muy cerca de conocer todas las artes de las que Ekatechs le había hablado, pero la extraña kepryna que la había traído ahí, dama Diurna, le había dicho que en ese lugar conseguiría un conocimiento mayor y, quizás, un dominio sobre la energía superior, por lo que no se arrepentía de su decisión.

Era peor de lo que pensaba. Según lo que había dicho Kimbra, la escritura ya se había inventado en su mundo, pero al parecer no estaba al alcance de todos los habitantes de Krabelin. Ese fue, para ella, uno de los mayores signos de que la civilización de la que provenía la hija de lunas estaba poco desarrollada. Podía comprender que la desnudez fuese natural para ellos, que no supiesen lo que era una toalla o un tenedor, pero la revelación de que Kimbra no sabía leer simplemente le pareció horrible. No era un horror como el de Roaxen, sino que más bien sentía auténtica lástima por la hija de lunas. Ella no podía concebir su vida sin la escritura, al fin y al cabo.  

—Kimbra… —dijo con tranquilidad al cabo de unos segundos de silencio, tras recuperarse de la noticia—. Déjame que te enseñe a leer a cambio de las clases de tiro, por favor —pidió sin más vueltas, colándose entonces en su tono un leve matiz de entusiasmo.
Para la idrina era impensable permitir que alguien continuase viviendo en el analfabetismo y además de ese modo se sentía mucho más útil al poder intercambiar conocimientos valiosos en lugar de solo recibirlos. Además, si no aprendía a leer nunca podría conversar con Varsai…

Se sobresaltó cuando se dio cuenta de que casi se olvida de que era su responsabilidad servir de intérprete entre la balera y Kimbra en aquellos momentos.
—Varsai te ha preguntado si puedes enseñarle también a ella a manejar el arco, por cierto —dijo con una sonrisa nerviosa mientras señalaba la hoja donde la varmana había escrito su petición.

A la balera le sorprendió la falta de respuesta de Kimbra que contemplaba el papel con extrañeza. No fue hasta que Irianna preguntó si la krabelinense sabía leer que Varsai no cayó en la cuenta de que eso fuese una posibilidad. Abrió mucho los ojos por la sorpresa, estaba tan acostumbrada a que todo el mundo la entendiese cuando escribía que aquello era una verdadera sorpresa, en Varmania ella había tenido que ir a clase para aprender todas aquellas habilidades básicas y al parecer en el mundo de Kimbra eso no se hacía a excepción parecía ser de unas cuantas personas.

Cuando la idrina se ofreció a enseñar a la krabelinense Varsai se señaló a sí misma varias veces y escribió rápidamente.

"Yo también quiero colaborar ¿puedo?"

Se lo enseñó a Irianna esperando una respuesta afirmativa. La niña quería echar una mano si era posible, siempre le había gustado ayudar cuando estaba dentro de sus posibilidades y en esta ocasión podía ayudar. También asintió varias veces dando énfasis a las palabras de la idrina cuando le dijo a Kimbra que la balera quería aprender tiro con arco. El cascabel subía y bajaba al son de la niña repiqueteando.

Kimbra se extrañó cuando Irianna le propuso enseñarle a leer, cuando ella tenía entendido el arte no era algo que se aprendiera sino que era un conocimiento con el que se te bendecía al colocar en tu cuello el amuleto de Lakra. La promesa de dama Diurna había sido adquirir conocimiento, pero nadie le había comentado que dicha adquisición fuera a ser diferente a la llevada a cabo por los Seguidores de Lakra.

- ¿Aprendéis las artes como aprendéis el manejo de las armas o los dones?- preguntó, viendo la oportunidad idónea para ello, ya que ambas chicas la estaban mirando.- ¿O acaso poseéis algún amuleto para ello?- preguntó esta vez, pensando que quizás sería una posibilidad, pero resultaba absurdo dadas las circunstancias.

En ningún momento contestó a la pregunta de Varsai trasmitida por Irianna, ya que para la engendro resultaba obvio que si podía enseñar a una podía enseñar a cuantos quisieran aprender.

En aquella ocasión le tocó el turno a ella de quedarse confusa, pues las preguntas de Kimbra la desconcertaron por completo. ¿Qué eran los dones? Y, sobre todo, ¿cómo se aprendía a leer y escribir con…?
—¿Un amuleto? Me temo que no sé de qué hablas… Tanto la escritura como la lectura se aprenden mediante la tutela de otra persona que ya las conozca, sí. ¿Qué me dices, querrás aprender? Varsai también quiere ayudar —añadió con una sonrisa tras dirigir su vista hacia lo que la varmana le indicaba que leyera, volviendo enseguida su atención hacia la hija de lunas—. Nunca podrás comunicarte con ella de forma directa si no aprendes al menos a leer, además.

La idrina no tenía ningún problema en hacer de intérprete, pero desde luego aprender a leer y escribir no era tan complejo como estudiar un nuevo idioma y que las dos chicas no pudiesen entenderse mutuamente sin una tercera persona de apoyo le parecía una problemática innecesaria teniendo en cuenta lo fácil que era de solucionar. No estaba segura de cuánto tiempo le llevaría enseñar a Kimbra a leer, todo dependía de la capacidad de la krabelinense para retener nuevos conocimientos y de su propia habilidad enseñando, de la cual no estaba del todo segura, pero no creía que demasiado. Escribir llevaría más tiempo, pero Irianna pensaba enseñarle también una vez la hija de lunas hubiese dominado la lectura lo suficiente.

Aunque no lo pretendiera, lo que decía Irianna respondía afirmativamente a su primera pregunta, pero, según sus propias palabras, no conocían nada sobre amuletos. Kimbra se preguntó como conseguiría la idrina enseñarle a leer y escribir sin energía superior, aun así asintió a su propuesta, dando a entender que aprendería el arte de la lectura, aunque fuera por aquel método tan rudimentario.

Varsai sonrió a la idrina por lo que ella entendía como una respuesta afirmativa a su ofrecimiento de ayuda. No entendía lo que quería decir Kimbra con eso de los dones y los amuletos, ¿como se aprendía a leer por medio de un amuleto? Te daban suerte, ¿acaso en su mundo llamaban amuletos a otra cosa?

"Yo aprendí a leer y a escribir en el colegio y era obligatorio.
Voy a ayudar con la cena ¿venís?"

Y escrito lo cual la varmana se fue a ver si podía echar una mano con algo. Se olvidó de lo del tiro con arco por ese día, ya le insistiría a la krabelinense otro día, si todo iba bien las tres iban a estar el tiempo suficiente juntas como para sacarle una respuesta afirmativa.

Irianna sonrió complacida ante la respuesta afirmativa de Kimbra y leyó la respuesta de Varsai antes de empezar a recoger las flechas que había desperdigado por el patio en sus infructuosos intentos. Se les había ido el tiempo conversando y las últimas luces del día apenas penetraban tímidamente en la cada vez más creciente oscuridad.

—Claro, yo también aprendí en el colegio, pero Krabelin no parece precisamente un lugar donde haya un sistema educativo —bromeó en tono amable—. Ya hice la cena antes… —Se detuvo a media frase, preguntándose si debía explicar el “incidente” con Roaxen. Probablemente para Kimbra tan solo resultase una historia confusa y de todas formas no quería que pareciese que se reía del ulterano, por lo que optó por callar—. Pero habrá que volver a calentarla, hace ya un buen rato de eso.
Las tres chicas regresaron al interior del torreón y se encontraron con la mesa ya puesta. La idrina se dirigió primero a la armería para guardar el arco y el carcaj y subió enseguida para cenar y probar aquellas verduras desconocidas que había utilizado como acompañamiento del pescado.

Más tarde y con el estómago lleno, la chica salió al patio una última vez, aunque no se alejó demasiado de la puerta entreabierta tras de sí. Observaba el cielo, percatándose de que estaba completamente despejado pero no se veía un solo cuerpo celeste en él. Desde luego no había rastro de ninguna luna, mucho menos roja, pero la falta de estrellas era lo más extraño de todo. Sus pensamientos no eran tan catastrofistas como los del xolnita, pero aquel cielo no le gustaba: carecía de belleza y la hacía sentirse, de alguna manera, desamparada.

Pero cuando se fue a dormir, mientras se deslizaba entre las mantas, recordó que estaba fuera del alcance de Veril y la sensación de desamparo fue sustituida por un alivio abrumador que tan solo era un espejismo. Recordar que ya no se encontraba a su alcance conllevaba pensar en las consecuencias que no parecían dispuestas a solucionarse simplemente por saberse a planetas de distancia de él. Tan solo esperaba que aquella jaqueca de la que no había sido consciente hasta que no intentó relajarse para dormir desapareciese pronto.