Torreón Letargo (Archivo V)

En cuanto Sekkeh aceptó su propuesta, Kimbra no tuvo nada más que decir al respecto y comenzó enseguida con las enseñanzas. Primero, la engendro le habló de las plantas que había cultivado, describiéndolas y exponiendo sus teorías sobre las posibles características de estas, puesto que no conocía la mayoría, asemejándolas, si era necesario, a plantas que si conocía. La Hija de Lunas le explicó al ulterano los distintos métodos y procesos que conocía para el cultivo, exponiéndole a su vez los distintos tipos de fertilizantes que conocía y que podía crear. Kimbra no dudó en enseñarle, además, los materiales que llevaba en sus bolsas y que podían ser utilizados en el oficio del cultivo, por lo que al intara no le costaría percatarse de que los conocimientos de Kimbra sobre los vegetales y hierbas iban más allá de su mero cuidado y recolección.

La engendro en ningún momento habló más de la cuenta. Ella explicaba lo justo y necesario, siempre teniendo en cuenta el desconocimiento de su interlocutor, pero obviando inconscientemente algunas cosas sobre las que el ulterano tuvo que preguntar. Preguntas a las que la engendro contestaba siempre de forma clara y concisa. A su vez, Kimbra prestaba atención en silencio todo lo que el intara le decía sobre trabajo en equipo y lo comparaba a lo que ella había visto en su mundo buscando las semejanzas y diferencias.

Así, pasaron horas hasta que las explicaciones, al menos las iniciales, y el trabajo estuvieron terminados.

Irianna se giró genuinamente sorprendida justo a tiempo para ver como el ulterano se perdía escaleras arriba después de haber dicho aquellas palabras. Se había esperado alguna queja, incluso aunque el resultado de aquella absurda apuesta había sido claro desde el mismo principio, y le sorprendió que el xolnita admitiese que se había equivocado sin añadir nada más. Le hizo gracia la huida de este pero, no obstante, agradecía no tener que permanecer más tiempo en la cocina a solas con Roaxen, y una sensación de alivio la invadió cuando el silencio absoluto se apoderó de la planta baja. Una vez hecha la cena, por fin podía buscar a la krabelinense, quien no se encontraba muy lejos.

La idrina dejó caer el trapo que tenía en la mano sobre la encimera y se dirigió primero hacia las mazmorras en busca del arco que le había parecido más adecuado aquella mañana y también de un carcaj con algunas flechas que se colgó del hombro. Irianna descendió las escaleras de vuelta a la primera planta mientras se sentía estúpidamente como la protagonista de alguna historia de ficción sobre una cazadora experta en el manejo del arco… Solo que ella no tenía ni la más remota idea sobre el uso de aquel arma, ni de ninguna ya de paso.

—Kimbra —llamó la atención de la hija de lunas cuando atravesó la puerta del patio—. Me gustaría que me enseñases a manejar el arco. ¿Crees que este es adecuado para mí? —añadió tendiéndoselo y descolgándose el carcaj para dejarlo a su lado en el suelo.

Sorprendida por el repentino suceso del extraño olor, hago una mueca de asco. Nunca me ha llamado la atención esa comida, y menos su horrible fragancia. En casa a penas comprábamos de eso, solo si a Imre se le apetecía algún día para hacerme de rabiar. Cosa que conseguía a menudo, a pesar de su edad.

Apoyada contra la pared me deslizo hacia el suelo, en cuclillas y con los codos abiertos. Contemplo la estancia con desaprobación.
>>¿Y esta parte? ¿Para qué sirve?.<<. Entiendo el salón, cocina, azotea, e incluso la armería. Pero no este lugar. ¿Qué uso tendrá?.
Inspecciono el suelo buscando cualquier cosa útil que pueda servirme, algo, una linterna, por difícil que parezca, es lo más acertado que se me ocurre. Pero tal y como sospecho no hay nada en este lugar. >>Maldita sea<<
Me levanto y sacudo el pantalón con energía, y también la camisa de tirantes. Con un leve crujido consigo empujar la puerta de una de las celdas, en concreto la de en medio. Paso los dedos por los barrotes comparando su aspecto con el resto de la habitación. >>Las celdas están nuevas. ¿A qué se debe este desacuerdo con el resto de mobiliario?. O bien han reglado unas anteriores que estaban en mal estado, o las han construido recientemente. Aquí ha habido actividad.<<.
Cuando estoy apunto de largarme descubro una sorpresa que impide mi marcha. En la pared de cada celda hay...grilletes. Trago saliva con un pequeño picor en la garganta. >>¿Qué sería una celda sin grilletes?. <<. Pero esto vuelve a replantearme de nuevo el enigma del nuevo descubrimiento. >>No pienso amarrar a nadie a esa cosa, puede que sea exactamente, lo que quieren que hagamos. No voy a darle ese gusto a Doce.<<

>>Aquí ha debido de haber gente anteriormente, ¿Por qué si no harían las celdas?. Quizá se han visto obligados a encarcelar a alguien. O por ejemplo, ¿Por qué tendrían ropa humana en los baúles?.<<.
Subo las escaleras con la cabeza gacha, con la incertidumbre de mostrar una nueva pieza en este rompecabezas gigantes. No, de momento no, debo ir a lo mínimo. Por ahora y solo de momento, debo investigar en solitario. Al menos en el interior del torreón.
Una vez en el cuarto de baño, quito mi vestido blanco del tendedero, y me lo coloco en el hombro para sujetarlo. Ahora que lo pienso los volantes son un poco exagerados. >>Ya me encargaré de eso otro día.<<. Como ahora mismo me apetece vestimenta ligera, guardo mi antigua ropa en uno de los baúles que arrastro hasta situarlo en medio de la cama de Varsai, y la propia mía.

Percibo la ausencia del pescado quemado y decido dejarme caer por la cocina. Todo está desierto. >>¿Se habrán marchado a la nueva expedición?. A investigar ese edificio cercano, distinto al resto.<<.
Pero, creo que esta torre es lo suficientemente amplia como para que andemos cada uno por su cuenta sin cruzarnos a veces.
De todas formas el silencio me inquieta y me interno en el salón. Me acomodo en una de las sillas y me tiro del tirante izquierdo de la camiseta, para que está en paralelo con el otro. Al parecer se me  habría bajado antes.
En la cocina he visto comida preparada seguramente por Irianna, o Sekk. Me tienta comer sola, pero mi estómago aún no pide alimento. Por lo que permanezco un rato sentada. Midiendo cada centímetro de mi alrededor.
Entonces ocurre. Me paso la mano por la frente. Esto es lo que buscaba.
>> ¿Como es que nadie lo había visto?. Me incluyo.<<.
Sobre la pared detecto varias letras casi uniformes, están en mal estado y peor escritas. Si no hubiese bebido de la fuente obviamente no entendería ni de tres cuartos a la mitad, pero me alegro de haberlo hecho, quizá era un paso más para entender esta pista.
Avanzo hasta solo encontrarme a una distancia de cinco centímetros de la pared. Se ve tan mal que debo concentrarme demasiado e interpretar. >>Puede tratarse de un mensaje.<<.
Obtengo un pequeño momento de felicidad al descubrir la primera parte de la frase. “Os dejo solos. No os...”.  >>¿No os qué?. Está bastante claro que se dirige a nosotros. ¿Pero quién? ¿Y qué quiere decir?.<<.
Empiezo a suponer que el resto de la oración es que no nos movamos.
>>¿Hay qué esperar?. ¿A Doce?.<<.
Demasiadas preguntas sin respuesta.

Kimbra no era muy de irse por las ramas con conversaciones amenas, y desde el primer instante se dedicó a instruir al intara en el arte de la agricultura y en sus diversas materias sin distracciones. Sekk prestó atención diligentemente, procurando no interrumpirla en la medida de los posible, pero la krabeliense a veces daba por sentado cosas que el ulterano desconocía y, confundido, preguntaba para comprender mejor, sin que pareciera preocuparle quedar como un ignorante. Él, por su parte, trató de enseñarle a la muchacha como funcionaba el trabajo en equipo, poniéndole algunos ejemplos y mostrándoselo prácticamente con la tarea que tenían entre manos, pero no era algo sencillo de explicar. Era un concepto demasiado básico, algo con lo que todo el mundo crecía, y ponerlo en palabras se le antojaba complicado.

Después de unas cuantas horas, cuando ya habían acabado por el momento con el huerto, Sekk estaba bastante satisfecho con los conocimientos adquiridos. Kimbra, sin embargo, se mostraba tan neutra como de costumbre, y su rostro no le proporcionaba ninguna pista acerca de su impresión sobre las lecciones intercambiadas. Poco podía hacer aparte de proseguir al día siguiente, así que se sacudió la tierra de los pantalones y se dirigió a la hija de las lunas con una leve sonrisa.
—Ya hablamos mas tarde, Kimbra. Voy a ver si hay que poner la mesa para la cena —le informó, acompañando sus palabras con un gesto de despedida de la mano mientras se alejaba.

Sekkeh se despidió de Kimbra y la engendro se acercó al agujero en el suelo del que sus compañeros sacaban el agua con la intención de hacerse con un recipiente en el que poder lavarse. En Krabelin nunca había necesitado lavarse intencionadamente, ya que para realizar los cuidados a las bestias, llenar los estanques y lavar sus objetos personales, entre otras acciones, tenía que entrar por completo en más de una ocasión a las venas de Bakaiar, por lo que no requería de una higienización a mayores. La Hija de Lunas se quitó sus armas y bolsas dejándolas en el suelo para solo quedar con la ropa y así aprovecharía para lavarla por encima también y se tiró el primer cubo por encima. En ese momento, la krabelinense oyó su nombre de boca de la idrina y se dio la vuelta para mirarla.

- Es un arma adecuada a tu contextura, aunque no a tu fortaleza- le indicó la engendro-. Para conseguir tensar de forma eficaz ese arco y, por lo tanto, optimizar tus disparos, deberías comenzar practicando con un arco de tensado menor.

Al acercarse más para escuchar la respuesta de Kimbra pudo fijarse mejor en lo empapada que estaba. Podía deducir que se había echado agua por encima, supuso que para lavarse. No era difícil imaginarse que, dado el escaso desarrollo tecnológico de Krabelin, probablemente la forma que tenían de asearse era más rudimentaria. Se planteó hablarle a la hija de lunas sobre la bañera, pero si se enfrascaban en otra conversación cultural probablemente el objetivo original caería en el olvido. Se lo comentaría más tarde o al día siguiente.

—Bien, en ese caso, ¿me acompañarías a elegir uno? Es que no estoy muy segura de saber…
La hija de lunas se mostró de acuerdo pero cuando dio unos pasos la idrina la detuvo.
—Espera, no entres así al torreón, pondrás el suelo perdido —le dijo esbozando una leve sonrisa—. Voy a buscarte una toalla, espérame aquí.

Al cabo de unos instantes, la chica regresó del interior del torreón con una toalla en la mano y se la tendió a la hija de lunas. Esta, no obstante, permaneció inmóvil y observando desconcertada lo que la idrina le tendía.
—Eh… es una toalla, está hecha de un material absorbente y si te la frotas por el cuerpo estarás seca enseguida… Bueno, excepto el pelo que cuesta mucho más —le explicó tras suponer el porqué de la extrañeza de la krabelinense—. Te puedo ayudar si no estás segura… —añadió no demasiado convencida. A ella probablemente no le hubiese hecho mucha gracia la propuesta, aunque si se ponía en el lugar de la hija de lunas es posible que la cosa cambiase.

La engendro estuvo de acuerdo en la proposición de la idrina y se dispuso a cumplirla cuando esta la paró y le dijo algunas cosas que la Hija de Lunas no entendió. Aun así, esperó a que Irianna volviera. Cuando lo hizo le entregó una especie de tela o manta de un material desconocido para ella. La engendro observó el objeto llamado toalla intentando desentrañar su utilidad, pero no fue necesario, ya que la misma idrina le explicó su funcionamiento.

- ¿Quieres que quite el agua de mi cuerpo?- preguntó aun más confusa.- Entonces debería volver a hidratarme necesariamente, no sería una acción eficaz- le explicó, pues su concha necesitaba de mucha agua para mantenerse en optimas condiciones.

Se quedó confusa con la respuesta de Kimbra, pero ello le hizo fijarse mejor en su piel. A pesar de que su pelo y su ropa estaba empapada y en esos momentos el charco alrededor de la chica no dejaba de crecer, evidencia de que acababa de echarse el agua hacía escasos momentos, la piel en cambio parecía casi seca. Se veía diferente a simple vista, pero Irianna no se había atrevido a examinarla fijamente de cerca por simple educación, aunque en aquella ocasión no pudo evitarlo. La piel de la krabelinense era muy porosa y, en general, tenía un aspecto que le recordaba a algo. <<Una esponja>>.
—Ah, uhm… ¿Tu piel absorbe el agua con facilidad? —preguntó mientras se toqueteaba un mechón de pelo con cierto nerviosismo. No estaba muy segura de aquella conversación—. Yo también necesito hidratarme bien, pero la piel no absorbe toda el agua y la que sobra pues… Bueno, ya sabes, gotea tal y como pasa ahora mismo con tu pelo y tu ropa. ¿Es diferente en tu caso? Ya que tienes el cuerpo seco podrías simplemente intentar pasarte la toalla por la ropa y el pelo hasta que dejen de gotear tanto. Es más difícil secarse eso con una toalla, pero algo hará…

Kimbra asintió ante la pregunta de la idrina, cuestionándose a sí misma si aquella pregunta se debía a que, por el contrario, su piel no absorbía, lo que ella misma le confirmó cuando siguió hablando. Irianna entonces le sugirió que se secara el pelo y la ropa para evitar llevarla goteando por ahí. Kimbra entonces pensó que lo más eficaz y razonable sería usar la toalla para secarse solo el pelo y quitarse directamente la ropa para evitar gotear, ya que era la finalidad de toda aquella acción, así que procedió a ello. De un momento a otro, Kimbra quedó completamente desnuda, habiendo dejado su ropa extendida en el suelo, y se encontraba envolviendo su pelo alrededor de la toalla, ya que le había parecido la forma más adecuada de secarlo.

Kimbra no dijo nada, aunque asintió ante su pregunta. No obstante, la krabelinense no recogió la toalla al instante e hizo algo que sobresaltó a la idrina: comenzó a desnudarse. Irianna se dio la vuelta enseguida, con un ligero rubor en las mejillas, aunque estaba claro que la única que veía la situación como una violación de la intimidad era ella y no la hija de lunas. No obstante, había algo que le preocupaba bastante más que tener a Kimbra desnuda tras ella e instintivamente intentó tapar a la hija de lunas con su propio cuerpo para evitar ninguna mirada indiscreta desde el interior del torreón. Solo de pensar en quedarse expuesta ella misma de aquella manera frente a sus compañeros –y desde luego pensaba específicamente en los de género masculino- le producía un malestar que por un momento incluso la mareó.

Giró la cabeza ligeramente para ver como Kimbra se enroscaba la toalla alrededor del pelo, sin duda la mejor forma de evitar que este gotease, pero estaba claro que la krabelinense no tenía ningún reparo en entrar así en el torreón. Irianna se mordió el labio inferior, completamente insegura sobre cómo afrontar la situación. Estaba claro que para la hija de lunas no era un problema, pero ella no podía simplemente dejar que la chica entrase desnuda al torreón.
—Oye, Kimbra… E-En realidad no puedo hablar por los demás, pero al menos para los idrinos es… extraño que alguien se pasee desnudo frente a nosotros y… Quiero decir, a mí no me molestas si para ti está bien <<no eres un hombre, al fin y al cabo>>, pero creo que no deberías entrar así al torreón…

<<Estupendo, con esa explicación seguro que le ha quedado muy claro>> suspiró para sí mientras se apartaba el pelo de la oreja con nerviosismo. En cualquier caso, trataría de convencer a Kimbra que se tapase con la toalla y le llevaría otra para enroscarse en el pelo si la necesitaba.

- ¿Te refieres a sin ropa?- cuestionó la engendro, confundida además por el hecho de que la idrina no la miraba directamente.- Creo que no te comprendo. Si me vuelvo a colocar la ropa, gotearé de nuevo- expuso, sin entender del todo lo que la idrina quería de ella.

A la engendro le hubiera gustado preguntar el por qué de esa extrañeza ante la vista de un cuerpo sin vestimentas, pero se lo reservó para sí y esperó a que Irianna resolviera aquella problemática.

Aquella no era la conversación más cómoda del mundo y desde luego si hubiera podido hablar con completa naturalidad sobre desnudez, ello se había esfumado en el último año.
—Sí, a eso me refiero… No hace falta que te la vuelvas a poner, pero puedes… cubrirte con la toalla. Verás, es que… En una sociedad como la que vengo yo resulta chocante ver a alguien desnudándose en público. Digamos que… se requiere mayor confianza para que no se vea como algo fuera de lugar, y aquí puede verte cualquiera… No sé qué pensarán los demás, es mejor… Es mejor que te cubras. Cúbrete con la toalla, te traigo otra para el pelo.
La idrina era consciente de que el concepto de pudo debía estar resultándole una estupidez a la krabelinense si para ella mostrar su cuerpo no tenía ninguna clase de connotación, como era evidente que no, pero Irianna era completamente incapaz de permitir que Kimbra siguiese expuesta, aun a sabiendas de que no estaba siendo totalmente consecuente con el respeto hacia otras culturas que pretendía cumplir. <<Pero para los demás es posible que sea parecido a como es para nosotros, no estoy cometiendo ningún error diciéndole que se tape>> se justificó, tratando de convencerse a sí misma que no solo lo hacía por los desagradables pensamientos que acudían a su mente imaginándose en el lugar de la hija de lunas.

Obviamente, Kimbra no llegó a entender el por qué de aquella actitud, pero aun así se quitó la toalla del pelo para cubrirse el cuerpo. Puesto que no sabía exactamente qué parte de su cuerpo debía cubrir e Irianna ya se había ido en busca de otra toalla para ella, la engendro decidió que debía cubrirse aquellas partes del cuerpo que su ropa cubría ya de por sí, deducible ya que no había recibido queja alguna por estar “poco cubierta”, pero la toalla no daba de sí. En un principio, cubrió su pecho así como lo hacía su top, pero la parte de abajo quedaba descubierta, por lo que volvió a intentarlo con idénticos resultados. Cuando Irianna volvió, se encontró con una krabelinense extendiendo la toalla frente a ella con las manos y mirándola con el ceño fruncido.

- ¿Qué partes de mi cuerpo debo cubrir exactamente?- cuestionó, preguntándose además por qué su desnudez podía resultar molesta y la de Rasqa, por ejemplo, no.

Cuando volvió con la otra toalla se encontró a una Kimbra nuevamente confusa. Irianna volvió a sentir un acceso de culpabilidad: sentía que estaba siendo un dolor de muelas con aquel asunto. Colocó la toalla que llevaba en sus manos bajo uno de sus brazos y se acercó para sujetar la que la hija de lunas sostenía ante sí.
—Yo te ayudo —se ofreció mientras empezaba a colocarla alrededor del cuerpo de la krabelinense.
En unos instantes Kimbra tenía la toalla colocada y la idrina se estaba cerciorando de que la punta que estaba asegurando entre el cuerpo de esta y la toalla no se caería fácilmente.
—Así es como nos la colocamos cuando salimos del baño y tenemos que ponernos a la vista de otra gente —le explicó a continuación—. La idea es que cubra el pecho y… los genitales. S-Supongo que para ti debe ser una tontería, pero no lo es para nosotros. Si te sirve de referente, yo nunca he visto a ninguna otra persona completamente desnuda, no tan de cerca al menos… Antes de verte a ti, quiero decir —añadió con una risa nerviosa.
Le tendió entonces la toalla para el pelo y esperó a que la hija de lunas terminase de enroscársela para acceder, por fin, al torreón.

- En Krabelin- comenzó a decir, una vez la toalla estuvo asegurada alrededor de su cuerpo-, los únicos que cubrimos nuestro cuerpo somos los Hijos de Lunas. Al ser los únicos que podemos salir al exterior de Bakaiar, necesitamos cubrir nuestro cuerpo para protegernos del agresivo clima.

La Hija de Lunas seguía sin desentrañar qué habría llevado a aquella sociedad a considerar útil y necesaria la idea de la desnudez como algo solo permitido en un ambiente privado.

La engendro terminó de enrollarse el pelo con la toalla y se encaminó al interior del torreón. Una vez en la herrería, Kimbra cogió un arco pequeño y que se veía bastante usado y se lo tendió a la idrina para que esta lo probara y, así, comprobar si la tensión de la cuerda era la adecuada.

Lo único que realmente comprendió de la respuesta de Kimbra era que en Krabelin el clima era muy agresivo. Aunque también sobreentendió que los hijos de lunas no eran la única especie inteligente que habitaba el planeta. Se guardó su pregunta acerca de qué era Bakaiar para otro momento, no obstante, ya que por fin iban a buscar su arco.

Una vez en la armería, la idrina esperó a que la krabelinense escogiese el arma adecuada para ella. Recogió el arco que le tendía, que a su ojo no presentaba diferencias evidentes salvo las del desgaste con el que ella acababa de devolver al arsenal. Irianna le dio un par de vueltas al arma en las manos e intentó imitar el movimiento de disparar una flecha, tensando la cuerda con sus dedos índice y corazón de la mano derecha: no se atrevía a colocar un proyectil real por miedo a provocar alguna clase de catástrofe, se sentía demasiado patosa con un arma en las manos.
—¿Qué tal lo ves? No sé si lo estoy cogiendo correctamente… —confesó esbozando una sonrisa avergonzada.

Kimbra observó a Irianna tensar el arco, contenta por entrar en un terreno dentro de su domino y que, por lo tanto, no le creaba confusión alguna. Tras la pregunta de la idrina y al ver su postura y colocación de la mano, la Hija de Lunas se posicionó tras ella y la rodeó con los brazos para sujetar el arco con ella y así enseñarle la posición exacta.

- Tu pecho puede resultar una incomodidad en los disparos rápidos- le informó aun posicionada tras ella.- Una opción sería cortarlo o aprender a tirar de una forma algo más incómoda. Aunque tu especie tiene la piel blanda- reflexionó para sí.- Seguramente podrías comprimirlo con algún tipo de prenda prensadora.- Entonces se volvió a posicionar frente a ella y añadió:- Deberías levantar un poco más los brazos.