Torreón Maciel (Archivo II)

Recuerdo del primer mensaje :

Llegue al torreon seguido de Hannah que extrañamente parecia preocupada por mi, pero eso ya daba igual esto era ridiculo, estaba encerrado en una pesadilla de la que no podia despertar, asi que ¿Que mas daba si me mataban o no? Asi despertaria no? JAJAJAJAJAJJAJAJA
-Asi que este es el torreon......
Entre dentro de este, estaba en un estado bastante malo, no queria imaginarme que habia pasado ahi y menos lo que iba pasar, pero que mas daba total esto era ridiculo, no podia estar pasando...o si?
-HAANNAH! Lo hemos encontrado-dije

Vladimir entró por la puerta del torreón justo a tiempo para poder escuchar la conversación entre el reptil y la señorita Lahey, que, cómo no, degeneró en una discusión casi nada más iniciarse. Se mantuvo apoyado contra una de las no muy seguras paredes, atendiendo a los burdos signos de desprecio poco o nada disimulados que se intercambiaban fieramente ambas damiselas. Las miraba con curiosidad desganada y frío desprecio, cómo el que le arranca las alas a una mosca sólo para ver qué pasa. Le resultaba vagamente entretenido contemplar una muestra de odio tan apasionado cómo primitivo. Aunque las hubiera cambiado gustosamente por un buen libro, que resultaba, si bien menos realista y directo, mucho más poético.

Al rato, hastiado ya del primitivo duelo entre el mamífero y el reptil, se separó de la pared y se acercó al grupo. Cuando estuvo entre ambas mujeres, se encaró a Caillech, con buen cuidado de no darle la espalda a Hannah, tanto por cortesía cómo por precaución. Miró directamente al reptil a los ojos, sin gesto desafiante en su mirada, pero con el mismo deje de desprecio desganado y convicción de superioridad. Aunque Vlad era especialmente alto, tenía que alzar la vista para poder mirar a la muchacha. A la mayoría de las personas de entre el común de los mortales les costaría mantener ese aire altivo ante un ser dotado de una cola prensil, garras, colmillos y diez centímetros de ventaja sobre él. Pero para al Conde Ibrahimovich no. No es que le hubieran enseñado que él era superior. Le habían hecho saberlo. Lo tenía más claro que el resultado de 2+2. Ese era el férreo axioma en el que sustentaba todos sus conocimientos sobre la vida. Y, por mucho que se estuviera tambaleando dicho pilar, seguía siendo un axioma, leñe.

-Saludos, señorita. Témome que no he tenido el placer de que nos presentaran. Permítame que tome la iniciativa. Soy el Conde Vladimir Ibrahimovich Tepes, procedente de Rumanía, región de la Tierra. –dijo con tono seguro y perfectamente correcto. Estaba un poco cansado de repetir la misma frase una y otra vez, pero tenía la esperanza de no tener que hacerlo en un futuro reciente. Seguidamente la tomó de la mano escamosa con delicadeza y la besó con cuidado, procurando hacerle comprender con sus refinados ademanes que aquel era un gesto respetuoso de cortesía, aún por el deje desapasionado de su mirada. Tras esta rápida sucesión de movimientos estilísticos que había convertido en mecánicos por su repetición, volvió a mirarle a los ojos, y continuó hablando.

-Ruégole que termine cuanto antes con esta infructuosa discusión, pues, en mi opinión, hay demasiadas tareas que realizar cómo para derrochar nuestro precioso tiempo en discursos sin fundamento. Mire el lado positivo, señorita, tenemos dónde resguardarnos. Ahora podremos ir en busca del tan preciado sustento. No se sulfure tanto por la tardanza que pueda degenerar este pequeño descanso en nuestra empresa en la búsqueda de los víveres pues, si no me equivoco, su metabolismo reptiliano no debe de exigirle consumir comida más que un par de veces a la semana. Nosotros, en cambio, tenemos cómo costumbre saludable comer tres veces por día. Así que, cómo será capaz de deducir, no pretendemos demorarnos más de lo estrictamente necesario en nuestra búsqueda. Así que le sugiero que abandonen las dos sus diferencias hasta que demos por terminada nuestra tarea inmediata, que no es si no apresurarnos en encontrar las bañeras voladoras.

El breve discurso fue articulado con la educación inmaculada que le era acostumbrada al Conde. Era imposible reprocharle ni una de sus palabras por su encadenación, pues habían sido todas cuidadosamente escogidas para ser suaves cómo el terciopelo, al igual que el tono. Aunque este último tenía cierto deje peculiar, aunque no por ello menos característico para aquellos que hubieran tenido el “placer” de oírlo hablar anteriormente. Era ese tono que convertía el discurso en un mero envoltorio bonito en el que ocultar el imperativo severo que le estaba lanzando con refinada educación a la señorita. El mensaje que realmente tenía proyectado enviar era mucho más simple: No perdáis el tiempo con gilipolleces fútiles, cerrad el pico y moved el culo. Pero para el conde aquello era tremendamente descortés y vulgar. Además, prefería decirlo de forma más refinada y gastar saliva extra que soltar el torrente de barbaridades de sopetón y arriesgarse a convertirse en la cena de aquel ser que la naturaleza había dotado de una mayor capacidad depredadora.

Vlad estaba acostumbrado a tratar con fieras. Por lo general con un rifle y a una distancia prudencial, pero no era la primera vez que se encaraba a una bestia a los ojos. No le asustaba ni le inquietaba, pero tampoco era idiota.

-Si me disculpan, señoritas, iré a ver si obtengo equipamiento adecuado para nuestra tarea.

Sin demorarse un segundo más, se dio la vuelta y se apresuró a descender de forma elegante y segura las escaleras.

Cuando al fin llegó al arsenal, una parte de sí dio las gracias al cielo con todas sus fuerzas. Y eso lo sorprendió enormemente, porque era ateo. Al menos para sus adentros. Se le daba bien guardar las apariencias delante del cura, de sus padres, de los conocidos… Era un verdadero alivio poder prescindir de todo aquel birlibirloque inútil ahora.

Volviendo al tema de las armas, se apresuró a tomar un estoque y echárselo al cinto, junto con una daga de parada. Lo desenvainó con desenvoltura y se colocó en la posición de combate que le habían enseñado a tomar en esgrima, comprobando la calidad del acero, el punto de equilibrio a los cuatro dedos de la guarnición, y examinando el arma en general con ojo experto. Una vez satisfecho, la envainó y prosiguió su búsqueda.

Intentó inútilmente encontrar una ballesta, que era lo más parecido a un rifle que esperaba encontrar por aquellos lares. Para su decepción, todo esfuerzo fue infructuoso. Al parecer, las ballestas habían sido tecnología punta allá por la Edad Media. Y por Rocavarancolia todo tipo de tecnología denominada “puntera” era absolutamente arcana para los habitantes. Sólo había que echar un vistazo al panorama para descubrirlo. Muy a su pesar, tomó un arco compuesto y un carcaj. Había tirado pocas veces con arco y, aunque tenía su excelente puntería de su parte, le llevaba tiempo preparar el tiro y cerciorarse de que iba a dar en el blanco. No se sentía seguro con aquel chisme. Pero, en fin, no había otra cosa.

Se puso el arco y el carcaj a la espalda, el estoque y la daga al cinto y ascendió de nuevo a la superficie, preparado, dentro de lo que cabía esperar, para enfrentarse a lo que fuera que les esperara fuera.

Se apoyó contra el marco del portón, esperando a que todos estuvieran preparados. Tenía la sensación de que no iba a ser un paseo por el parque.

Cuando la señorita reptiliana estuvo dispuesta a guiarlas, se le quedó mirando a la espera de que saliera para seguirle.

Una vez mas calmado, me dirigi a ver que hacian los demas, habia quedado en ridiculo delante de los demás, aunque eso no era nada nuevo...
Noel parecia haber encontrado armas, fui a verlas, todos ya se habian abastecido, por mi parte cogi algo parecido a una daga de tamaño medio-grande
Una vez hice eso me dirigi hacia donde estaban todos y los segui a donde estaban las bañeras
(Sigue donde vayais y siento lo del minipost, me tngo q ir a cenar el proximo lo hare mas grande TAT )

Me levanto con un poco más de energía, he aprovechado el tiempo que ha tardado Vladimir en presentarse otra vez para descansar un poco más. Tengo que limitarme un poco, no puedo ponerme a correr como un loco sin saber a donde voy. Lo recordaré para próximas situaciones.
Alcanzo a Caillech cuando va a subir las escaleras y le sigo. Un análisis superficial de los pisos superiores revela absolutamente nada. Unos cuantos muebles viejos y ropa usada, a lo sumo. Y algunos objetos de poca importancia. Esto sería un aceptable lugar para vivir si estuviera un poco mejor dispuesto, cosa de la que nos encargaremos más tarde, cuando tengamos algo que llevarnos a la boca.

Caillech parece oír algo, algo así como a Noel gritando lo que a primera impresión me parecen incoherencias, pero una vez escucho con atención resulta ser la noticia de un hallazgo excepcional. Corro tras ella cuando baja apresuradamente las escaleras para comprobarlo. Me cruzo con Vladimir por el camino, y le cedo el paso, tras lo cual bajo yo.

Accedo a la sala cuyas paredes están cubiertas de armas. Y el suelo y parte del techo. Es una selección increíble, mucho más real que la imagen mental que me había ido haciendo por el camino. La belleza de algunas piezas concretas me distrae del conjunto unos instantes, hasta que decido que no soy digno de llevarlas. Y con eso quiero decir que no podría ni levantarlas. Creo que ni siquiera arrastrarlas con dificultad por el suelo. Necesito algo ligero, y de cuyo uso tenga al menos una ligera idea. Debe ser por esa lista de motivos por lo que mis pasos me llevan sin darme yo mucha cuenta hacia un soporte de aspecto alargado, como el arma que lo ocupa.
Es una lanza. Una lanza plateada, simple, con algunos ornamentos sobre la base de la punta y el extremo contrario. Me atrevo a levantarla. No pesa demasiado, un poco más que mi actual palo. La termino de extraer del soporte, dejando mi vara en su lugar, no vaya a ser que se enfade el arsenal por dejar un hueco libre.
Pues me ha gustado, es elegante, ligera y de largo alcance, y en situaciones como la de antes me sirve para apoyarme. Creo que me la quedo.

Resuelto el tema de la defensa personal, al menos de momento decido permanecer en el torreón. Quizá luego encuentre algún tipo de armadura para complementar. Ya hay gente en busca de las bañeras, y de poco voy a servir si no aguanto el cruzar un par de calles. Tampoco es que me haya recuperado mucho. Seré más útil si me quedo e intento limpiar esto un poco. O colocarlo. O iluminarlo. Tendré que tratar el tema con Hannah, aunque no me haga mucha gracia la idea, viendo lo irascible que está últimamente. De momento, subo a la planta baja y espero a que la gente termine lo que tenga que hacer.

Después de escuchar el discurso en silencio, decidí seguir al grupo, a pesar de que la presencia de Caillech me disgustara. Según lo que habían dicho esos tipos que parecían haber nacido de entre las plantas, este lugar no era lo que se conoce como un sitio acogedor y no soy lo suficientemente estúpido como para quedarme a solas. <<En buen momento firmé…>>.

Nada más llegar al torreón, compruebo que mi compañera de raza ya había tenido tiempo de discutir con los tipos blandos y descamados. Su altura, su tono de voz… no parecía ayudarle en su discurso. Los chicos, en general, la miraban más asustados que realmente convencidos de sus palabras. Todos excepto el pequeño gruñón con bultos en la zona del pecho, que parecía ser el único que no hablaba desde el miedo, sino desde la ira. <<Tendré que hablar con ella…>>. Pues está claro que nosotros éramos minoría. Somos dos contra un buen puñado y no sé ella, pero yo si muero, quiero que sea porque la ciudad no me ha considerado lo suficientemente bueno para ella y no porque mis compañeros han decidido hacerse un abrigo con mi piel mientras dormía acabando de un tajo con el miedo que les impone un ser que desconocen.

Cuando la mayoría de ellos se alejan del edificio dispuestos a encontrar comida, decido entrar a inspeccionar. Lo primero que me sorprende es la estructura del edificio en sí, jamás había visto algo así. En la tribu vivíamos prácticamente en cuevas u otros sitios de origen natural y no sentimos nunca la necesidad de edificar de la misma manera que aquí. Lo segundo que me sorprendió era que dentro del lugar había varias plantas, unidas entre sí por unos pasillos cuyo suelo daba pequeños saltos con desniveles para unir entre sí cada una de las partes. La decoración parecía de madera en su mayoría, aunque también pude ver varios objetos aparentemente artesanales del mismo material frío que me encontré en las mazmorras. <<Necesito aprender más sobre este lugar…>> pienso fascinado. La forma en la que había evolucionado Rocavarancolia era totalmente distinta de la de Asrena.


Acabé bajando a una de las plantas inferiores y descubrí una sala lleno de lo que parecían armas. El aspecto era similar a las pequeñas dagas utilizábamos en la Asrena para trabajar la piel y otras tareas, pero eran del mismo material frío al tacto y con un filo muchísimo mayor. <<¿Qué serán? ¿Dagones? Porque daga… usar ese termino para estos utensilios se me queda chico>>. Tras eso pasé la mano por una enorme maza y me fijé en unos arcos de madera curvados con los extremos unidos por una cuerda. Al principio me recordaron a algún tipo de instrumento, pero pronto descarté la idea, pues con una sola cuerda no se pueden crear sonidos suficientes. Finalmente decidí no agenciarme nada y salí de nuevo fuera, al patio. Me senté en el suelo, apoyado a la pared para esperar tranquilamente al resto del grupo, cuando vi que un insecto parecido a una cucaracha, pero de menor tamaño, pasaba por mi lado. Lo pillé rápidamente de una de sus patitas dispuesto a comérmelo para saciar un poco el hambre, pero al final acabé soltándolo. <<Esto no es el desierto, Giz>> me dije a mí mismo <<Antes de probar algo, asegúrate de que es comestible>>. Solté al insecto y dejé que se alejara.

Noel hace una llamada. Por lo visto, han encontrado armas. Todos se equipan y preparan salir. Yo, en cambio, me quedo, tal y como he dicho. A pesar de ello, bajo al sótano. Vaya, nunca había visto tantas armas juntas... Agarro un arco bastante grande, y trato de tensar la cuerda, en vano. Finalmente, escojo uno más pequeño, a juego con su carcaj con varias flechas. Sin embargo, no me atrevo a probarlo todavía, y sé que no lo haré hasta que no haya nadie en un kilómetro a la rotonda, puesto que podría cargarme a alguien, si es que la flecha no se vuelve contra mí misma, lo cual, siendo yo, no me resulta tan increíble. Pero lo tengo claro. No quiero un arma más directa, puesto que, a pesar de que mis pullas sí que lo son, preferiría no tener que acercarme mucho en una pelea real. De cualquier forma, si tengo tiempo siempre puedo aprender a usar algunas de esas espadas. Y algo me dice que voy a tener mucho tiempo...
Al parecer, algunos de mis compañeros también prefieren quedarse. Mejor. Aunque no lo admitiría nunca, me siento más tranquila con alguien que se quede conmigo en el torreón que, por cierto, va a necesitar una buena limpieza.
Por lo que he podido comprobar, a pesar de su deplorable estado alguna vez fue habitado. Solo que lo que antes pudieron ser cosas útiles para otros niños -la idea de que otras personas como nosotros hayan vivido lo mismo un tiempo antes y, sobre todo, si me planteo que no somos los primeros aún me resulta escalofriante- son ahora simples trastos tirados por en medio, que lo único que hacen es molestar.
Llego a la planta baja, en la que Alphonse espera, pensativo. Tampoco digo nada al llegar. Probablemente todos hayan sacado las mismas conclusiones que yo. No somos los primeros en llegar aquí, y quizás no seamos los últimos.

"Uff, estoy si que estaba lejos de narices". Hasta prácticamente la extenuación había corrido detrás del grupo siguiendo las bañeras, y ,teniendo en cuenta mi forma física, casi los pierdo de vista, aunque conseguí llegar hasta donde estaban entrando todos "coxxxxs, por fín un torreón donde pasar la noche y poder dormir relativamente seguros. Ahora toca ver como está por dentro, si tiene algún tipo de armería y los cuidados que hay que hacerle para hacerlo más habitable". Y entré justo en el momento en el que el conde, también llamado Vlad, se encaraba a Cailech para, según parece, detener una pelea entre ésta y el resto del grupo, los cuales parecían bastante amedrentados salvo Hannah, quien había tenido el valor de plantarle cara para defender sus ideas "lo de ésta chica son narices por no decir otra cosa, Cailech es tan grande que se la podría comer y estar digiriéndola una semana".

Con un cansancio abrumador en el cuerpo decido sentarme en el primer sitio que pillo a descansar un poco "Decían que este lugar era seguro para nosotros, pero hay que ver el horrible estado en el que está: primero está el esqueleto que tenemos en la azotea, gracias al cual no podemos subir a lo alto de la torre; después está esta deplorable entrada llena de pintadas por varios sitios; y para rematar está terriblemente sucio y desordenado"

Es descansando de la carrera cuando veo al resto separarse para explorar un poco el lugar, y al rato oigo a Noel afirmar que había encontrado armas abajo "Ahora seguro que podremos equiparnos mejor para hacer frente a los problemas que nos dará la supervivencia en esta ciudad". Así pues bajo el último para explorar y ver mejor lo que hay allí. Encuentro de todo, armas dispuestas en estanterías y paredes; colocadas por cualquier sitio que te pudieras imaginar; había cualquier arma que te pudieras imaginar: arcos de varios tamaños con carcajs, espadas cortas y largas, dagas, mazas, lanzas, hachas, algunos escudos, etc. Cualquier arma que pudieras imaginar estaba allí "fiuuuu, esto es una armería y no las que ví en la tierra". La verdad es que me había fijado en una espada de tamaño medio con una empuñadura y funda en azul clarito, pero dado mi forma física, me decido por una daga de tamaño medio y vuelvo a subir arriba.

Justo entonces veo a parte del grupo marcharse en pos de la comida, además de oir a alguien una recomendación sobre tener limpio el lugar.

-Chicos, ya que nos hemos quedado a adecentar un poco el lugar ¿por qué no vamos buscando las camas y prepanrándolas un poco para esta noche?- la pregunta había sido bastante inocente, con intención de que todos mantuviéramos la mente ocupada en algo y no en lo pasado (los recuerdos de la vida dejada atrás, que nos traerían nostalgia y nos harían más débiles, o las peleas hechas hasta ahora, que era mejor olvidar para crear una buena convivencia)-Si no os importa, yo voy subiendo para preparar el lugar para esta noche- y sin esperar respuesta, y con la esperanza de no haber provocado las iras de nadie, subo y me pongo a ordenar la torre.

Todos se marchan, y el torreón queda en silencio.
Vaya, al fin un poco de tranquilidad. Javier sube al piso superior, y no sé si decir que parece bastante contento de quitarse de enmedio o que simplemente intenta que no hayan muchas peleas. Sea como sea, le sigo con la mirada. Estoy segura de que puede medio adecentar el primer piso él solito, aunque, por si acaso, luego subiré a ver y echarle una mano si hace falta.
Vaya, tengo que admitir que el interior está hecho un desastre.
Salgo al exterior. Quizás podría buscar algo útil por el jardín... ¿Quién sabe? Igual incluso hay algún pozo y estamos haciendo el idiota yendo a la fuente...
Salgo al exterior, pensativa. Entonces, me sobresalto. Estoy a punto de gritar un: "¡Joder! ¡No recordaba que había más de una lagartija!" y, sin embargo, recordar a Caillet frente a mí, provocándome un escalofrío con su simple mirada, me hace callarme.
Observo que sujeta un insecto entre sus manos. Arrugo el ceño. Desde luego, ahora que el otro reptil, el de la mala ostia, no está aquí, no estoy dispuesta a dejar que me quiten el mando.
-¿Qué haces aquí, jugando con los bichos? -pregunto, con dureza-. Ahi dentro hay mucho que hacer como para que estés perdiendo el tiempo.

Me levanto y me quedo observando estupefacto al ser que me pregunta con bastante mal genio la razón por la que no estoy ayudando. Lo miro de arriba a abajo, pestañeo un par de veces con curiosidad y finalmente mi rostro adquiere una expresión tranquila.

-Eres el macho más chirriante que conozco-le digo sin ninguna acritud-. Me llamo Giz, que veo que con tanta orden en forma de pregunta se te ha olvidado preguntarme-sonrío con aparente amabilidad-. Y tú debes de ser Hannah, ¿no?-añado-. Los nombres que utilizáis son un poco confusos... No sé si eres macho o hembra...-Me da la sensación de que estoy hablando mucho y hago una pausa-. Perdona, es que me cuesta distinguiros entre vosotros... Sois todos demasiado iguales... ¿Te importa ayudarme con ello y explicarme como diferenciaros?-carraspeo-. Bueno, siempre y cuando no te importe olvidar por un rato ese mal genio y que no te asuste que te vaya a comer-le digo de broma antes de parar de nuevo para coger aire, pues no solía hablar tanto de golpe.

Sin embargo, pronto vuelvo a examinarla de arriba a abajo y suelto una sonrisilla, mostrándole los dientes.
-Además sois demasiado raros, tan blandos y con esas abultaciones tan raras en el pecho. ¿Son algún tipo de mecanismo de defensa? ¿Para atraer a las hembras a la hora de aparearse?-le pregunto sin dar muestras de pudor, señalándole al pecho con una simple actitud curiosa.

- ¿Macho chirriante? ¡¿Perdona?! -pregunto, con enfado y los brazos en jarras. Vaya, tengo que admitir que eso me molesta realmente. Al fin y al cabo, siempre he estado contenta conmigo misma. Algunos incluso lo llamarían feminismo. Sin embargo, cuando me da su explicación, me calmo ligeramente. Vale, pongamos que es solo eso. Al fin y al cabo, es un lagarto.
Me acuclillo a su lado:
-Bien, digamos que si al pobre Javier, el mismo que está limpiando él solito toda la planta superior, no le importa que estemos aquí sin hacer absolutamente nada, a mí menos aún.
-Déjame hacerte una aclaración, y espero que se te quede prontito porque no pienso repetirlo. Soy una "hembra", como tú dices. ¡Hembra! -durante unos segundos, me planteo cómo explicarle las diferencias entre macho y hembra en nuestra especie. Finalmente, termino contestando-: En primer lugar, no somos raros. Para nosotros los raros sois vosotros. Y no es que nosotros seamos blandos, sino que vosotros sois duros... -frunzo el ceño. Vaya, va a ser más dificil explicar ese concepto de lo que creía...- Y a esas abultaciones tan raras en el pecho, como dices tú, entre otros nombres reciben el de pechos, para nosotros. Y no es de muy buena educación que vayas señalando por ahí. Probablemente, los pechos sean la forma más obvia para ti de distinguir entre macho y hembra. Las hembras tenemos, los machos no. Claro, que también hay excepciones... Están los tipos a los que les sale michelines por todos lados y tienen al menos dos tallas más de sujetador que yo, y por otro lado las crías más planas que tablas de planchar, aunque esas suelen usar relleno y... -Me detengo. Vaya, por un momento, me he olvidado de lo que quería decir. Carraspeo, volviendo a recuperar un tono duro-. En fin, quédate con lo primero. Y también el pelo puede ayudarte. Las hembras solemos llevarlo más largo. Y ahí tienes las diferencias más importantes.
-¿Alguna duda? - "Aunque quizás no la responda", pienso. Uf, me siento como una profesora de parvulario.

Cuando me explica todo no puedo evitar soltar una sonora carcajada y echar a reír casi hasta llorar.
-Vaya, estaba totalmente equivocado...-digo una vez me he calmado un poco-. ¿La altura no quiere decir nada? Es que al ser tan bajitos.... Perdón, bajitas-rectifico rápidamente- creía que erais machos y no hembras. En nuestra especie, los machos somos bajitos y las hembras, como Cail, bastante más altas-le explico para que ella también nos pueda diferenciar-. Supongo que en vuestra especie la altura no significa lo mismo.

Me encojo de hombros y luego me quedo pensando. La verdad es que sí que tengo bastantes dudas, sobretodo por falta de vocabulario adecuado al lugar... <<¿Se enfadará si le pregunto?>>

-Pues ahora que lo dices sí que tengo dudas...-le digo-. He visto que hay varias armas abajo y me gustaría saber el nombre del material del que están hechos sus filos. Ese tan frío-intento explicarle-. Además hay algunas cuyo manejo desconozco y me preguntaba si me podrías ayudar con eso-le dedico una sonrisa amistosa-. Esto es para el bien del grupo, ¿no crees?-le digo, intentando ganarme su confianza y su ayuda. Está claro que a pesar de lo que grita y lo irritante que pueda resultar en un primer momento, en el fondo solo busca el bien del grupo.

Me entro en mis tareas de recolocación de muebles y demás, en apoyo a los esfuerzos de Javier por establecer un mínimo orden en ese nido de polvo que conforman los pisos superiores. Pero me veo ralentizado por el hecho de que estoy casi todo el tiempo pegado a las escaleras, escuchando la conversación que toma lugar en el piso inferior. Nunca viene mal intentar recopilar un poco de información de los alrededores y personas que me rodean.

Termino de arrastrar una cama al lugar que hemos acordado, y viendo que solo queda una y que Javier ya la alza de un lateral, me precipito hacia las escaleras para unirme a la ronda de preguntas que parece haber comenzado. Por el camino echo un vistazo al piso intermedio, que ya está un poco más utilizable al menos. Harán falta algunos trapos para eliminar la ingente cantidad de suciedad que se ha ido almacenando colocadamente en las esquinas hasta nuestra llegada. Llego a la altura de la calle -si es que eso de fuera se puede llamar calle- al tiempo que Giz, nombre que he capturado al vuelo hace unos minutos, expresa sus dudas sobre el armamento que hemos hallado en el sótano del lugar. Lo cual me recuerda que tengo que echarle un vistazo también, porque ahí abajo no solo había una armería repleta.

-A simple vista, diría que se trata de hierro. Dudo mucho que sea acero, porque en este lugar no parecen estar en las condiciones tecnológicas adecuadas para fabricar esa aleación. Es más, sospecho que no tienen idea de qué es el carbono...-detengo en seco mi verborrea. No me gustaría confundir con el tema de las aleaciones férricas. Tengo que ceñirme a la explicación básica.-Es hierro, como decía. Un metal bastante abundante, en la Tierra al menos, supongo que aquí también. Sus características más importantes son su dureza, su brillo metálico, y su capacidad para moldearse a altas temperaturas. Esto lo hace un material perfecto para crear armas, y cualquier cosa en general.

Espero no haber molestado en exceso con la interrupción.

-Si necesitas saber algo sobre un arma en concreto, cuando terminemos de colocar las cosas estaré encantado de informarte.

Y dicho esto, desaparezco como he llegado y regreso junto a Javier para encargarme de sacudir mantas y demás objetos susceptibles de ser despojados de polvo y suciedad. Tendremos que iluminar un poco.

Pienso la respuesta. En realidad, aparte del nombre de algunas de las armas y su uso por lo que sé de las películas y libros, no conozco gran cosa de los mismos. Sin embargo, estoy segura de que el material es hierro.
Voy a abrir la boca y, sin embargo, pego un respingo. Alphonse se ha acercado en silencio. Agradezco para mis adentros su interveción, atendiendo yo también a la explicación extensa y realmente completa.
Después, se marcha tan rápidamente como ha aparecido. Frente a Giz, me encojo de hombros:
-No puedo decirte más de lo que te ha dicho él... Es más. No podría haberte explicado ni una cuarta parte... - contesto, simplemente.

Asiento a Hannah con amabilidad y le pongo una mano en el hombro, pero la retiro rápidamente pues no sé si para los humanos el contacto físico es algo tan normal como para nosotros. Son tan contrarios a nosotros, que prefiero estudiarlos primero desde la distancia antes que meter la pata por asumir que algún comportamiento habitual en mí lo es también en ellos.

-Eh... voy dentro, que cómo me decías al principio, seguro que hay muchas cosas que hacer-digo tranquilamente, girándome y dirigiéndome al interior.

Una vez dentro, me quedo pensativo... Han hablado de limpiar, pero no sé exactamente el qué. La habitación apenas tiene un poco de polvo sobre los muebles, pero lo que es suciedad tampoco veo nada. Aspiro hondo y percibo un olor peculiar. Como tampoco sé muy bien qué hacer, sigo el rastro por los pasillos de desniveles hasta uno de los últimos pisos y compruebo que hay un enorme esqueleto al final, lleno de unas especies de nidos, con unos pájaros que no parecían muy simpáticos. No conozco mucho de este mundo, pero la impresión que da, por el tamaño del boquete es que el ser al que perteneció el esqueleto... <<¿Intentó colarse por el ai...>> Los chillidos de los pajarracos frena mis elucubraciones en seco y me hace dar media vuelta de forma precavida. Decido bajar a donde está el resto del grupo para informarles.

-Esto... chicos-digo en voz alta para llamar su atención-. Tenemos un problema anidando en el último piso. Hay un esqueleto de un bicho enorme anidado por unos pájaros que no parecen muy pacíficos...

Contemplo a Giz bajar con un rictus de profunda preocupación, dirigida a los inquilinos que ocupan el último piso. ¿Pájaros? No será para tanto. Excepto si son territoriales y agresivos, eso sería problemático. Y la convivencia pacífica la descarto rotundamente. Finalmente decido echar yo mismo un vistazo a la situación para elaborar un análisis en profundidad.

-Seguro que podemos solucionarlo.-digo, mientras comienzo a ascender por las escaleras de caracol.-Solo necesitamos pensar...

No necesito cruzar por completo la altura del suelo del último piso para notar como varios pares de ojos se clavan en mí, y de forma muy hostil. Muy, muy hostil. Ligeramente agresiva. No es una sensación agradable, así que bajo las escaleras lentamente mientras mantengo las miradas. Alcanzo a los demás cuando ya las he pedido de vista a todas. El efecto que ha causado sobre mí esa visión debe ser bastante perceptible.

-Eso... Eso no son pájaros. ESO no son pájaros.-remarco considerablemente la palabra "eso". Es la mejor definición que me viene a la mente.-Los pájaros no tienen esas pintas tan inquietantes. Es como una extraña mezcla de...

Me veo obligado a callarme, porque estoy empezando a hablar demasiado rápido y de forma incomprensible. Sea lo que sea eso, no es normal, parece peligroso y seguramente lo es. Sopeso durante unos instantes encerrarnos en el sótano hasta que vuelva la gente que sabe usar armas y pensemos qué hacer entre todos. Podría empezar por calmarme un poco y dejar de agarrar la lanza como si me hubieran pegado a ella con pegamento de contacto. Sí, será lo mejor.

Cuando por fin he conseguido serenarme y poner las ideas en orden, veo que Alphonse baja bastante nervioso, aferrando el palo ese con pincho de hierro como si le fuese la vida en ello. Parece que la impresión que han causado esos seres en él es mayor que la que me han causado a mí antes...

-Alphonse, tranquilízate-le digo en un tono conciliador-. Lo primero que deberías hacer es soltar esa cosa punzante, o podrías herir a alguien sin querer con ese nerviosismo que traes entre manos....-le sonrío, intentando transmitirle la confianza que seguramente mi aspecto poco humano me resta al hablar-. Y sobre esos... "no-pájaros"... no sé, no me parecen demasiado peligrosos. No tienen un aspecto esperanzador, es cierto-<<yo tampoco para ellos>> tal vez en el fondo la razón por la que les intento convencer es más para ganarme su aprensión que por hacer un favor a los propios pájaros-, pero no nos han atacado desde el momento en el que hemos llegado y eso que hemos invadido el lugar donde ubican sus nidos. Somos algo así como unos parásitos...-hago una pausa. Últimamente me estoy excediendo al hablar. Jamás lo había hecho tan de seguido-. Tal vez si les proporcionamos alimento nos traten como invitados y no como invasores. ¿No os parece?

Para llegar a esta conclusión había pensado más en lo que yo mismo haría, pues no es que conozca el comportamiento de los bichos de la azotea, pero tampoco perdemos nada por intentarlo... Total, si nos quisieran echar deberían habernos atacado ya, puesto que además ahora faltan compañeros y el grupo es más vulnerable.

Por fin he llegado al torreón. Entro por el portón y llego hasta un patio enorme con una estatua en el medio.

- ¡Hola! ¡¿Hay alguien en casa!?

Me rio de mi propia ocurrencia. Esta no es nuestra casa. Me manoseo el pelo y me dispongo a subir por una de las escaleras, a ver si encuentro a alguien.

Entonces veo al humano gordito que se retrasó al llegar. Está de espaldas a mí. Le hablo, mientras pongo la mejor sonrisa que puedo.

- Hey.

El chaval se sobresalta y me mira raro. Supongo que está sopesando si devolverme el saludo (si es que a eso se le puede llamar saludo), cuando de repente, sale corriendo corriendo por detrás mio y me deja solo. << Habrá ido a llamar a los demás, seguro. Si es así, será mejor que le siga>>. Salgo por la puerto y sigo su olor, mientras me quito esa asquerosa sonrisa de la cara.

<< Espero que haya más de los mios. No quiero quedarme atrapado entre estos apestosos humanos>>.

Respiro profundamente mientras golpeo de forma intermitente el suelo con el extremo de la lanza, similar a un tamborileo nervioso de dedos. No pasa nada. No pasa naaaada. Puede que me haya precipitado con la impresión. Pensándolo mejor, se parecen a... ¿urracas? Pero aun así, siguen pareciéndome más grandes que un pájaro normal de la tierra. Me pongo muy nervioso frente a grandes aglomeraciones de carroñeros, depredadores y similares. Solo necesito calmarme un poco.
Además, si fueran TAN territoriales ya nos habrían atacado, ¿no? Sí, eso es. Me aferraré a eso de momento. Aun así, tengo la sensación de que tardaré en acostumbrarme a la presencia de nuestros "vecinos de arriba".

-Vale. Vale, perdón. No suelo perder la cabeza de esa forma.-explico a Giz.- Debe ser cosa de que no estoy acostumbrado a tratar con aves.

Doy unos pasos, solo para comprobar que puedo moverme con normalidad y a velocidad constante. Oh, sí, creo que podré bajar las escaleras sin mucho problema.

-2736594.-digo en un tono de voz entre medio y bajo.- 9, 9, 11, 4.-digo ahora, cambiando los números.- 15.-pronuncio en tono más bajo.- 6.-Finalizo con decisión.- Sí, seis.

A la mitad de la bajada, me doy la vuelta y miro hacia la pared, con aspecto de estar concentrado en algo. Muevo imperceptiblemente la vista hacia abajo y me vuelvo, mirando a Giz y a Hannah.

-Bajo al sótano. Tengo que revisar unas cosas.-les aviso, por si me necesitan para algo.- ¿Podríais salir al patio a ver qué le pasa al señor Javier? Me ha parecido oírlo correr. Y juraría haber oído a alguien gritar, pero...-hago una pausa, pensativo. Me ha recordado a lo que Giz nos intentó decir antes de beber del agua de la fuente. Juraría que ha dicho exactamente lo que él dijo. Termino por descartar la idea.- No es nada. ¿Podríais bajar?

Sin darles tiempo a contestar, me precipito hacia el sótano. Tengo que explorar a fondo el torreón.