Torreón Maciel (Archivo III)

Recuerdo del primer mensaje :

Después de andar un rato acabamos llegando al edificio del que hablaban. Era un edificio de tres plantas, aunque parecía que fuera a haber cuatro, solo que donde debería estar ésta había una especie de esqueleto empotrado. Al principio era un edificio que parecía seguro, pero según me acercaba iba cambiando de idea. Había algo en él que no me gustaba, aparte del esqueleto.Me acerqué el primero. No sabía si el resto se habían quedado parados o solamente habían frenado un poco, pero no me importaba. Solo me importaba encontrar un sitio seguro donde pasar la noche. Abrí la puerta despacio, sin fijarme en ella apenas, solo quería saber como estaba el interior. Al abrirse ésta produjo un leve chirrido, que a lo mejor el resto no escuchaba, pero yo sí. Entré dentro. En cuanto puse un pie dentro me vino un olor a polvo que me hizo toser. Todo estaba oscuro. Apenas veía un paso por delante de mi. En cuanto puede me apoyé en una pared para tener un sistema de referencia. Miré a mi alrededor. Fui notando como me acostumbraba a la penumbra. Cuando veía medianamente bien vi que el interior estaba en bastante buen estado "Parece que no está tan mal al fin y al cabo" Me dije mientras lo observaba todo. Entonces di media vuelta y salí fuera.

- Está bastante bien por dentro. Les dije desde la puerta. Fue en ese momento cuando me fijé en que una de las cadenas del portón estaba rota, y que había pintadas. Pero no le di importancia. Cada vez estaba más cansado y quería encontrar un lugar seguro donde dormir, y ese torreón era el edificio más seguro que me había parecido ver en toda esta maldita ciudad. - Está muy oscuro, tened cuidado de no chocaros con nada. Les advertí. "No me puedo creer que este edificio con un esqueleto encima sea lo más seguro que hayamos visto en esta ciudad" Me repetía una y otra vez asombrado de que pudiera haber ciudades tan horribles.

Busqué con la mano algo donde sentarme mientras todos entraban. Estaba muerto de cansancio. Llevaba sin dormir desde esa mañana, y no es que hubiera dormido especialmente bien. Su mano encontró una silla. La sacudió un poco y se sentó en ella, sumido en sus pensamientos.

Cuando veo que los cosechados tienen intención de salir y dejan sus descubrimientos mágicos aparcados, me decepcionan un poco y mi curiosidad por ellos se desvanece casi al completo. Me hacía ilusión verles dar los primeros pasos con el libro de hechizos, no los ultimos de su vida por las calles. De todas formas, decido preguntar.

-¿Y ahora? ¿Los seguimos o vamos a otra cosa?-lo cierto es que tampoco hay nada mejor que hacer, así que cualquier cosa es buena para matar el aburrimiento, incluso aunque sea seguir a los cosechados y tragarme una incursión poco fructífera para ellos por no haber sido más inteligentes y haber continuado con lo que estaban. << Al menos puede que compruebe de primera mano si mis apuestas han sido acertadas o no >>.


Al final, decidimos volver de vuelta a Serpentaria. Parece ser que nuestro primer ejercicio de espionaje ha durado bastante menos de lo que me esperaba, aunque suficiente para mi gusto.

(Sigue en Serpentaria).

Me alegra saber que a Matt le sirvieron los cristales... junto al resto del grupo. Ahora mismo se acaban de ir unos cuantos del torreón; vete a tu a saber donde, creo haberles oído algo de la biblioteca.

... que tranquilo se ha quedado el torreón... es en momentos así en los que me doy cuenta de cuan grande es el mundo y que pequeño soy yo...

Bueno; creo que es hora de ver de que trata el libro que traje. Espera un momento.

- ¿Quien anda ahí? ¿hola?

Nada, imaginaciones mías; pensé que había alguien más por aquí, será alguno de esos pajarracos del infierno. Bueno, en fin. Saco el libro del boquete donde le dejé y le abro por la primera página.

"Magia barata para aprendices - Por..." El nombre está borroso.

Dejo mi estaca de madera a un lado y meto algún cristal más al largo trozo de tela que tengo atado al cuerpo..

En la siguientes páginas salen fotos de Sepalians y otros seres en diferentes posturas y una serie de palabras raras. En la siguiente sale la foto de un "algo" con un aspecto que no podría definir, es redondo, es muy arrugado, es... ugh, ojalá no lo vea nunca.

Pese a todo, el sepalian que me trajo aquí me aseguró que aquí podría hacer magia, así que por probar no pierdo nada.

Espera un momento... Cojo el libro y la estaca - ¿Hay alguien ahí? y nada más decir eso, me oculto tras un mueble viejo que hay cerca; ser pequeño tiene sus ventajas.

... Nada; pensé que había oído algo. Nada, estoy loco.

Cojo el libro y lo abro por donde estaba; intento imitar a los seres que aparecen en el libro mientras recito lo que dicen. En uno de esos movimientos, me clavo los artefactos que tenía en la tela en el cuerpo; se iluminan mientras se llenan de sangre repobladora; no me duele demasiado, pero es frustrante. Sigo con los esparajismos.

... Nada; juraría que el ambiente se onduló por un momento... ¿estoy por el buen camino? ... bueno, en mi antigua tierra dividíamos los estudios en Teoría y Práctica... vamos a iniciar con teoría...

- Yo no le he puesto Maciel, el torreón se llama así. - le aclaró a Matt mientras cruzaban la cicatriz.

Wen avanzó por las calles alerta y con paso firme, siguiendo el mapa de su mente, lo que facilitó que el camino se hiciera más corto que las anteriores veces. Cuando vislumbraron el torreón a la vuelta de la esquina, se relajó levemente. “Por fin Maciel, me merezco un descanso.” Pensó aliviada.

Lo primero que hizo al entrar al torreón fue darse un pequeño festín de cecina y queso, con el que recuperó fuerzas para estar en activo todavía un rato antes de dormir. Y, aunque necesitaba un baño, había decidido aprovechar los últimos resquicios de luz leyendo y memorizando una vez más los mapas, posponiéndolo para el día siguiente de madrugada. Ni siquiera salió al patio a ver de nuevo sus apuntes de ceniza en el suelo y decidió subir a su habitación donde se fumaría un cigarro tranquilamente mientras leía de nuevo el mapa. Además, había tenido una idea para “escribir” sus apuntes, ya que no veía fácil el encontrar papel y bolígrafo.

La imagen que tuvo ante sus ojos cuando abrió la puerta no fue precisamente una bonita estampa que ver antes de ir a dormir. La sangre cubría las paredes y las tripas de un pobre desgracias, el suelo. El lagarto que se le había insinuado el primer día la miraba con una sonrisa macabra, divirtiéndose por su propia travesura. El cadáver del chico gris de las cartas descansaba a su lado, inmóvil, con un cigarro consumido en la boca.

Tras unos segundos de shock inicial, sacó con rapidez su arco, lo que hizo que su mochila callera al suelo con un estruendoso sonido; lo cargó con una flecha y disparó sin apenas pensar. Solo una palabra resonaba en su mente, como si de una orden gravada en video se tratara “Sobrevive. Sobrevive. Sobrevive,…”

La flecha golpeó el costado de Resizsan mientras él avanzaba advertido por el ruido de la mochila de Wen. El ranta agarró su brazo con todas sus fuerzas y sonrió. Estaba clavándole las uñas a Wen cuando ambos vieron a Kaethe pasar cerca. La nublina tardó en reaccionar ante la escena. Pero a Res también le extrañó haberla pasado por alto antes. Intentó atraparla a ella también y en el esfuerzo perdió la presa sobre Wen, aunque logró inmovilizar a Kaethe. La cosechada quedó en silencio, son una mueca de preocupación en la cara.

No tuvieron ningun contratiempo, el viaje de vuelta fue tranquilo y no tardaron en divisar el torreón a lo lejos. Nasher cogió algo de comida y agua y bajó corriendo al sótano para ver a Lief. El chico tenía un aspeco horrible, su pierna estaba muy hinchada y había cogido un tono morado muy feo, ennegrecido en algunas partes. Nasher inspeccionó la herida con preocupación y volcó sobre ella el cuenco de agua. Eso pareció calmar el dolor, así que Nasher dejó al varmano con el libro nuevo y subió a por más agua y un paño.

El ruido al principio pasó desapercibido, seguramente algo que se habría caído, pero los golpes se repitieron y acabaron preocupando a Nasher. Venían del piso de arriba. Subió corriendo las escaleras y su nariz percibió olor a sangre... y a vísceras. Apretó el paso tanto como pudo, temiéndose lo peor, notando como se intensificaba el hedor conforme se acercaba a la habitación de Wen. Allí estaba el cadáver de Dys... y el ranta. Ignoró a Wen, pasándola de largo y le propinó una patada al ranta para alejarlo de Kaethe. Había dejado sus armas abajo, salvo por el cuchillo tallado, del que se olvidó por completo. Empujó a Kaethe para sacarla de la habitación. Estaba furioso. Pero no realmente con el ranta, estaba furioso consigo mismo. El sabía lo que era, lo sabía y no se lo había dicho a nadie, había decidido confiar en él, lo había tomado por inofensivo, y lo había pagado caro. Apretó los dientes con rabia.

Su primero tiro apenas dañó al lagarto. Intentó lanzar otra flecha, pero Resizsan la agarró del brazo antes de que Wen tuviera tiempo para echar la mano a su carcaj. Intentó soltarse de su agarre forcejeando, a pesar de que cuanto más se movía más se clavaban las uñas del ranta en su piel y mayor era el dolor. Soltó el arco y, en un último forcejeo aprovechando la aparición de Kaethe, se liberó de su agarre.

Al ver su arco fuera de su alcance, sacó la navaja de su bota y se abalanzó contra el lagarto esquivando a Nasher, que había rescatado a Kaethe de las garras de Resizsan. Apenas pensó, solo actuó y no se dio cuenta de lo que hacías hasta que todo estuvo hecho. La hoja de su navaja se había hundido en el estomago del ranta hasta la empuñadura.

Tan solo habían pasado unos segundos, que a Wen le habían parecido años, en los que se había quedado mirando fijamente como la sangre salía de la herida aun con la navaja clavada, cuando alzó los ojos. El lagarto le devolvió la mirada sonriendo. La ira recorrió a Wen de tal manera que, esta vez totalmente consciente, hincó más el arma en su estomago dándole un rápido giro, para incrementar la herida y el dolor, y se quedó con la vista fija en esa cuenca vacía y ese ojo gris que le devolvía la mirada.

Resizsan abrió mucho los ojos y tosió sangre ante el golpe de Wen. Cuando ésta retorció la navaja, trató de agarrar la mano que la sostenía y la arañó.
-Me da igual, no podrás huir del ruido -murmuró sólo a oídos de su asesina, plantando su rostro junto al de ella. Luego volvió a toser sangre, más fuerte y a mala idea. Las gotas rozaron la cara de la inglesa antes de que Res cayera al suelo en medio de un charco rojo.

Wen retiró bruscamente su navaja del estomago de Resizsan, que cayó en un charco de su propia sangre. Sin apartar los ojos de su víctima y aun con la respiración agitada, restregó su mejilla con el dorso de su mano, la cual aun sostenía la navaja ensangrentada.

Siguió mirando al ranta tendido en el suelo un buen rato, ignorando las posibles reacciones de Nasher, Kaethe o cualquiera que pudiera haberse acercado y, cuando su respiración se normalizó, saltó al lagarto con naturalidad y agilidad, recogió de su escondite los únicos objetos que nunca llevaba encima y la ropa que ahí guardaba, y volvió a saltarlo, como si simplemente fuera un montículo en el camino. Recogió su arco, sus flechas y su mochila, todavía sin mirar a sus compañeros de torreón, y salió de la habitación.

Subió un cubo de agua tras otro al baño, ignorando en todo momento al resto del grupo y el dolor de su cuerpo y arañazos, dijeran lo que dijeran, hiciesen lo que hiciesen, doliera lo que doliera; con su arco, carcaj y mochila a la espalda, donde guardaba todas sus pertenencias y su navaja ensangrentada envuelta en una camiseta. Cuando por fin la bañera estuvo llena, atrancó la puerta de la habitación con una silla y se metió en la bañera sin quitarse la ropa. “Que nadie se atreva a molestarme.”

Llevaba horas a remojo, ella y toda su ropa, la cual aun llevaba puesta, pero no frotó las manchas de sangre en ningún momento. Solo se mantuvo ahí, en el agua, quieta, recordando una y otra vez el momento en el que había clavado su navaja en el vientre de Resizsan, como este le había escupido y las palabras que le había dicho. Entre sus manos sostenía la navaja aún ensangrentada. “Su sangre. La sangre de Resizsan. La sangre de un lagarto, si, pero también la de una persona. Yo lo he matado.” Pensaba continuamente en su cabeza. “No podrás huir del ruido” le había murmurado el ranta al oído.

- Huir del ruido…- susurró, hablando por primera vez desde que había llegado al torreón. Esas palabras no eran más que una advertencia vacía, no significaban nada para ella.

“Esta mañana he practicado con el arco y he leído los mapas. Esta tarde la he pasado en la biblioteca y es posible que pueda hacer magia.” Recordó los acontecimientos del día, ahora tan lejanos para ella. Miró su brazo: su antigua cicatriz ahora era rodeada y cruzada por unos horribles arañazos que todavía le dolían como si se los estuvieran haciendo en ese mismo momento. “El hechizo.” Recordó. “Quizás pueda cerrar los arañazos con él.” Dejó la navaja ensangrentada en el suelo, cerca del arco y las flechas, y cogió el cristal de su mochila. Intentó recordar. Forzó su mente a volver a esa tarde, a las páginas del libro y a recordar las palabras y los movimientos. Hubo varios intentos, pero ninguno surtió efecto. No pasó nada. No le importó. Simplemente se desvistió, todavía en el agua, y se puso a frotar las manchas de sangre de su ropa y piel, lo que no le fue muy difícil, pues no les había dado tiempo de secarse cuando se había metido a la bañera.

Observó su guante derecho, que era el que peor parado había salido en cuanto a sangre, cuando todas las manchas desaparecieron, vió los arañazos que Resizsan había hecho con su último aliento de vida. Gruño. Unas pequeñas lágrimas cayeron de sus ojos. Sus guantes, sus queridos guantes dañados por un depravado psicópata. Con un movimiento brusco hizo desaparecer las lágrimas de su cara. No más llantos, ya no era una huerfanita débil y asustada. Había matado a una persona, y, posiblemente, salvado a todo el torreón de una brutal muerte. No, no era débil.

Con la navaja ensangrentada en su mano, en la bañera y con toda su ropa a remojo, fumó durante horas, terminando definitivamente hasta el último de sus cigarros. “Un vicio, una debilidad.” Se dijo con la última calada de su vida.

- No más debilidades. - aseguró. Aunque, en el fondo, sabía que nunca podría deshacerse de sus verdaderas debilidades; pero, por ahora, eso bastaría.

No creyó que sería capaz de dormir, por lo menos, hasta la noche siguiente. “Hoy no quiero autobuses, ni niñas que me digan que voy a ir al lugar al que pertenezco. Hoy no.” Y, la verdad, tampoco se encontraba cansada, pero eso no fue suficiente para evitar que cerrara los ojos durante, al menos, una hora.

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Apenas se veía luz natural cuando Wen despertó y decidió salir de la bañera. Se vistió, colgó su mochila, arco y carcaj a su espalda, y tendió su ropa recién lavada en el patio. El sueño que había protagonizado esa misma noche le vino a la cabeza, pero rápidamente lo ignoró. “Nada de distracciones.” Se dijo. Se sentó en una silla de la cocina y ahí esperó, comiendo una pieza de fruta mientras consultaba en su libro de mapas algún lugar de la ciudad que pudiera explorar ese día y haciendo girar con una mano su navaja impregnada en sangre seca de ranta, a que alguno de sus compañeros de torreón hiciera acto de presencia. No le importo lo que estos podrían opinar de ella después de lo ocurrido la noche anterior.

No levantó la vista del libro cuando los primeros pasos irrumpieron en la habitación, simplemente habló mientras guardaba el libro en la mochila y la navaja en su bota, como siempre.

- Voy a explorar la ciudad. Si queréis acompañarme, sois bienvenidos.


Sigue en la Avenida de las Casas Carnivoras.

En su camino de vuelta al burdel, Dirke había conseguido moverse con relativa soltura y de momento iba bien sobre los patines. Bien, hasta que una roca traicionera decidió hacerle la zancadilla en un tramo de calle cercano al torreón Maciel. El alemán experimentó la caída a cámara lenta y casi pudo ver como el suelo se aproximaba despacio, para besarle con todas sus duras y pedregosas fuerzas en la cabeza. El terrón de chocolate y la bolsa con chucherías salieron rodando y Dirke se quedó durante unos instantes aturdido en el suelo. Se llevó la mano a la zona del golpe y resopló de dolor, se había hecho una buena herida ahí y le supuraba savia.

-¡Jodén!-exclamó en voz alta. Sabía que la herida cerraría sola, pero eso no le quitaba el dolor en ese momento.

Conforme se levantaba y buscaba con la vista la comida que había perdido con el golpe, fue consciente de algo. Estaba justo frente al torreón dónde se hospedaban los nuevos cosechados y los rumores de las plantas del cementerio no aclaraban demasiado lo pacíficos que eran. Todo lo contrario. Y Dirke ahora mismo era como una bombilla en mitad de una habitación a oscuras, cualquiera desde las almenas con una puntería decente, o incluso peor, podría ser capaz de apuntar al alemán con un arco o cualquier cosa arrojable. << No me matarían, ellos no. Pero el consejo... Si me disparan podría contar como intervención >>.

Sin darse tiempo a recoger los dulces, se puso en pie y salió pitando. << Se tendrán que apañar con los que guardé en la mochila >> se convenció a sí mismo mientras se alejaba.

Sigue en el Burdel de Dama Espasmo.

De camino al torreón Wedn me explica que se llama Maciel, que lo ha leído en el libro que escogió de la biblioteca. Avanzamos a pasos rápidos por las calles y la cicatriz. "Por lo que veo nadie quiere quedarse en las calles cuando anochece."

Al llegar al torreón subo directamente a unos de los baños y comienzo a prepararme un baño reparador. Mientras me baño veo unas extrañas marcas rojizas en la zona del hombro. -¿Y esto? Bah, me habré rozado con algo- Repaso con la mano la zona enrojecida y me sumerjo en el agua. Al sacar la cabeza comienzo a escuchar ruidos pero no les doy importancia. Termino de bañarme y me visto con unos pantalones anchos mientras aun chorreo agua. Cojo mis vaqueros y mi camiseta y la lavo con el mismo agua. -Quiero un suavizante. Y un detergente. Y una lavadora. Y alguien que me lave la ropa.- Digo mientras me río y froto la ropa. - Tanta magia tanta magia y no pueden poner un par de enchufes para la lavadora.- Mientras que sacudo los pantalones me pongo las ropas húmedas en el hombro y bajo a tender la ropa cuando veo a Nasher y Kaethe en el pasillo enfrente de la puerta de Wedn. -¿Que pasa? ¿Que hacéis? - Me acerco a ellos pero ninguno contesta -¿Wedn?- Al asomarme por la puerta la imagen que veo hace que me caiga de culo. -¿Que coño ha pasado aquí? ¿Donde coño está Wedn?¿Lo ha echo ella?-

La simple imagen de Wedn destripando al pobre chico y al lagarto me puso los pelos de punta. "Matt ella no haría eso, no puedo imaginármela haciendo eso." Kaethe me mira y me dice que no ha sido Wedn y me explica todo lo que ha pasado. -¿Pero donde esta ella ahora?- Kaethe me dice que ha subido y que es mejor dejarla sola por lo que cierro la puerta intentando tapar esa pequeña orgia de sangre y visceras y bajo a tender la ropa. "¿Que cojones está pasando Matt? Por lo que veo no te puedes fiar de nadie. No te separes de tus dagas mucho. Por cierto ¿Donde coño están? Mierda los he dejado en el cuarto." Subo las escaleras y voy a mi cuarto tirándome en la cama a lo saco de harina cayendo a 15 metros. "Hora de dormir Matt."

Las primeras luces hacen que me despierte. Adormilado me levanto de la cama y bostezo mientras me estiro lo que hace que me pierda el equilibrio y me caiga de culo en la cama. "Ostias, he dormido como una puta marmota. Con dos muertos en la habitación de al lado puedo dormir como si nada.. ¿Matt que esta pasándote hijo mio?". Veo el libro de la biblioteca y como aun no escucho a nadie comienzo a leerlo un poco.

Las primeras paginas hablan de pequeños monstruos y algunas alimañas que incluso parecen hasta monas. "Aii que cosina mas graciosa esa.. ¿Cosa"?. Digo mientras veo la imagen de un bicho pequeñito lleno de pelo. "Parece una pelusa." La idea de imaginarme una pelusa gigante en la ciudad hace que me salga una sonrisa acompañada de una risilla. Al pasar las paginas me detengo en la parte que habla de una especie llamada Gugacefas que por lo visto son medusas voladoras que en su capuchón esconden una bola de cristal con tallas que se asemejan a un rostro alargado con pinta humana. Comen magia cuando se acerca la luna.-Magia, estos bichos se alimentan de magia- Paso la pagina y veo una especie de lagarto llamado Drago de chiiimera que según una nota aparte son venenosos. -Habrá que tener cuidado con este bicho.- La siguiente pagina habla de hombres bestia. Según el autor del libro viven en los Subterráneos y huyen de la luz."Sabía que las noches no eran buenas. Yo paso de salir de party hard por aquí cuando caiga el sol". Mientras estoy inmerso en mi lectura ligera escucho pasos fuera por lo que decido dejar de leer e ir a buscar la ropa.

Bajo las escaleras y me encuentro a Wedn de frente preguntando que quien quiere salir con ella a explorar. -Pues si te esperas a que me vista voy contigo ¿Vale?- Digo señalando mi torso desnudo. Sin esperar respuesta cojo la ropa y me subo al cuarto a vestirme. Cojo el arco, el carcaj y las dagas. -Bueno, listo.- Bajo corriendo y alcanzo a Wedn. -Bueno.. ¿A donde vamos hoy señorita?- Al terminar la frase la rodeo sonriendo y salgo fuera del torreón. Al salir del torreón me tropiezo con una bolsita en el suelo. -¿Y esto?- Recojo la bolsa y la abro. -¡Ostias ostias Wedn Wedn mira esto! ¡GOMINOOOLAS!- Digo mirandola mientras oliqueo y me como una brea roja dejándola recolando de la boca. -¡Mmmmm! ¿Quieres algo?- Digo mientras le abro la bolsa para que coja lo que quiera.

El torreón olía a muerte. Los cadáveres se amontonaban entre los vivos, y algunos vivos olvidaban que todavía no eran cadáveres. Después de la muerte del ranta a manos de Wen, Nasher se había limitado a preparar los funerales. Inexplicablemente, tenía una nueva invitada en la ceremonia. Kaethe, junto con Enna que parecía haberse acostumbrado al rito, había comido como la que más, con una voracidad que, de no ser por el estado en el que había quedado Nasher le habría asustado de verdad. El cadáver del ranta fue sencillamente descuartizado y cremado. Si su alma quería ascender a Nassandra allá ella, pero no iba a permitir que la otra permaneciese con el grupo.

Después de aquella noche en la que el asreniano se había limitado a mirar fijamente una pared en lugar de dormir llegó un nuevo día, y con el objetivos a cumplir. Pasó la mayor parte de la mañana y la tarde en el sótano, con Lief, esforzándose inutilmente en aprender a leer... Su mente estaba atormentada por acusaciones, impidiéndole concentrarse debidamente en la lección. Además, el estado deplorable en el que se encontraba su amigo le hacía sentirse aun más culpable. Subía y bajaba todo el rato para enjuagarle la herida y tratar de calmar el escozor, en lo cual también estaba fallando estrepitosamente. Después de un convulso ataque de fiebre del varmano tuvieron que dejar la clase, y Nasher por fin estalló en gritos y golpes contra todo lo que encontraba, sintiéndose inútil e impotente.

No podía hacer nada para ayudar a sus amigos, no podía ser de utilidad para el grupo... Encima se había callado la identidad del ranta, no había advertido a los demás, había cerrado la boca y se había confiado como un completo idiota. Y Dys había muerto por su culpa, Dys estaba muerto porque él no había hablado... Podría haberlo evitado y sin embargo...

-Joder!!!!

Se dio un golpe seco en la cabeza contra un muro y se quedó allí, llorando a ratos en silencio a ratos a gritos. Incapaz de centrarse en nada productivo e incapaz de dejar de sentirse culpable por ello, atrapado en un círculo vicioso.

Tsusu se encontraba asustado; y últimamente se pasaba casi todo el día girando con su garrote de madera para evadirse del mundo.

Para el había sido un duro golpe ver el cadaver de Dys y el de Resizsan; verlos muertos... ¡ya eran tres los asesinados en lo que iba de estancia! Lo peor era que, según parecía, Resizsan había asesinado a ese pálido sepalian justo cuando el estaba en el piso de arriba intentando hacer magia, lo cual era muy frustrante.

Le había costado conciliar el sueño, y tras ello, se puso a empollarse el libro de "magia", sobre todo esa parte que intentó el otro día con un resultado un poco frustrante.

Tsusu cogió el libro y empezó a leerlo, a practicar mentalmente los esparajismos que hacían en el libro con la mano, intentaba pronunciar en voz baja.

- %$" "&· $&%·/&· ·&%·&5 $/&·... y ahora giro así las manos... bien; luego esto... y lo otro...


Tsusu se estaba quedando con la copla; así que se levantó; se clavó accidentalmente un cristal de esos que se iluminaban con la sangre, pues los tenía en una tela atada a la cintura; empezó a hacer los esparajismos y los movimientos y pronunciar las palabras y se onduló un poco el ambiente.

Lo que Tsusu tubo delante de el, fue una especie de "ente" esférico con muchas arrugas... Tsusu se quedó pálido, hiperventiló, sus poros eran un hervidero; cogió la estaca y huyó corriendo de la sala.

Nasher había estado descargando su frustración en el patio. Entrenar le relajaba, y en realidad había mejorado bastante en los pocos días de entrenamiento intensivo que llevaba, y eso logró subirle un poco el ánimo. Recogió los muñecos destrozados y los recompuso como pudo para dejarlos en su sitio, luego se refrescó con agua del pozo. Aunque se había acostumbrado a eso de tener agua en casa aun le parecía un milagro, y muchas veces se quedaba embobado mirándola.

Cuando acabó, entró de nuevo en el torreón y se dispuso a hacer la ronda. Durante sus horas de meditación y drama interno se le había ocurrido revisar el torreon cada cierto tiempo, varias veces al día, para asegurarse de que todos sus compañeros estaban bien. Ya subía las escaleras cuando vio bajar a Tsu, asustado.

-Ey, que ocurre?? Que has visto??

Contagiándose rápidamente por el miedo de su compañero, pero tratand de que no lo dominase, corrió en dirección de donde había venido para ver qué era lo le había asustado. Y se encontró con una habitación vacía y un libro tirado en el suelo.

-Tsu, aquí no hay nada!- le llamó. Cogio el libro dle suelo y pasó las páginas tratando de figurarse de qué trataba, aunque los dibujos le dieron una idea- ¿Es un libro de magia?- preguntó- Hmmm ¿Has conseguido hacer magia?

La respuesta del pequeñín, lejos de ser clara le confundió aun más. Seguía empeñado en la presencia de algún tipo de monstruo, incluso llegó a señalar una página de su libro frenéticamente como si eso lo explicase todo. Evidentemente, como Nasher no podía leer, no entendió una palabra del hechizo.

Con la llegada de Enna pasaron de la inexplicable aparición y Tsu les hizo una demostración de hechizos sencillos. Habló de un hechizo de llamas pero se negó rotundamente a realizarlo. Sin embargo, ese fue precisamente el que Nasher decidió llevar a cabo. Cogió uno de los cristales y lo cargó, abriéndose una vieja herida para llenarlo de sangre. Tardó unos minutos en parte por que el cristal estaba descargado, en parte porque Nahser se había quedado embobado mirando la luz. Era algo increíble; miles de motitas irisadas centelleando, mezclandose con el rojo de su sangre, tan vívido que desafiaba la realidad. Cuando el cristal se apagó, trató de leer el hechizo... y evidentemente no pudo. Por suerte, se necesitaban más signos que palabras, así que con seguir los dibujos del libro tendría que bastar. Nasher probó los símbolos en varias direcciones y en distinto orden, sentía el cosquilleo en la mano que le habían descrito, pero no funcionaba. Derrotado, le devolvió el libro y el cristal a Tsusu, que continuó su demostración.

-¿Tú que has conseguido?- le preguntó a Enna

Sentía envidia por sus compañeros, aunque más que envidia, era la rabia y la frustración que ya conocía que volvía a apoderarse de él. << No, no me puedo rendir, a lo mejor no lo estoy haciendo bien...>> Decidió dejarlo un rato y probar de nuevo más tarde. Fue a por agua y le bajó comida a Lief. Su herida y su fiebre iban cada vez peor, y encima ahora tenía que triturarle la comida para que pudiese comer....

-Lief no mejora...- informó cuando volvió con los otros dos. En realidad, parecía que el unico que le había prestado atención al varmano ultimamente era él. << Será por el olor?>> Puede, ese olor repulsivo que se había apoderado de él y que hacia difíciles hasta las buenas intenciones de Nasher.