Barrio de los Callejones sin Salida

Eitne no entendía lo que estaba pasando a su alrededor, la tormenta de su pierna lo eclipsaba todo. Entre los ramalazos de dolor, los únicos pensamientos que sobrevivían eran los peores y el daeliciano solo sabía llorar a gritos cada vez que sentía aquella lengua lijar la carne, el músculo y el hueso. Los arroyuelos de sangre azul que corrían por su pierna se mezclaron con su orina y el horror de saberse muerto.

La voz lejana de Adru le devolvió una chispa de esperanza, pero todo se perdió tras un movimiento brusco. La gravedad lo reclamó y el niño no supo si sintió antes el chasquido en la rodilla o el daño. El choque contra el suelo le cortó la respiración y boqueó con la cara llena de lágrimas, mocos y babas. Cuando volvió el aliento, volvieron los gritos. El niño logró enderezarse lo suficiente como para ver el trozo de rótula en el suelo y su pierna abierta, limada; pendiente de lo poco que el monstruo no pudo devorar.

Le ardió el cuerpo. Se le arrugó la cara y su último grito se convirtió en un chillido agudo, pristino y tan, tan largo que acabó desmayándose. Creyendo que moriría, Eitne se privó.

El latigazo llegó de improviso y Adru no pudo ni amagar un intento de esquivarlo, centrada por completo en liberar a Eitne. La sinhadre fue arrojada con brusquedad lejos del daeliciano, mientras gritaba “¡Nooo, ayudadlo!” Ocupada en un principio con recuperarse del golpetazo y tratar de levantarse del suelo lo más rápido posible, el devenir de los acontecimientos resultó muy confuso para ella, mareada incluso debido a la brecha que se le había abierto en la cabeza. La edeel, colocando una mano sobre la cabeza para tratar de detener inútilmente la sangre que discurría desde la herida y bajaba por su mejilla, un ojo medio cerrado para evitar que el líquido entrase en él y apenas pudiendo mantener el equilibrio, solo fue consciente de lo que estaba pasando cuando escuchó el grito agónico de Drusar.
—No… ¡No!
Se cayó al suelo al intentar un movimiento brusco que no le era posible realizar en su situación y la impotencia se apoderó de ella. Eitne se había librado del monstruo, pero su pierna estaba destrozada. Tan solo pudo observar con horror al resto de sus compañeros, deteniéndose especialmente en Neil que estaba completamente en shock. Las palabras de Pelusa le hicieron ponerse en movimiento por fin, acercándose primero a Neil para colocarle su mano no ensangrentada sobre el hombro.
>>Tienes que ser fuerte para poder curar a Eitne cuando lleguemos al torreón. Vamos a llevar a Guille entre los dos —le dijo tratando de aparentar firmeza—. Se acercó entonces al pequeño humano y le sujetó de la mano como había hecho el día que lo habían encontrado junto a Mike y Hiss—. Dale la otra mano a Neil. Vamos, tenemos que llegar cuanto antes.
Adrune dejó caer sus bucles delante de su rostro para ocultarlo lo máximo posible. Mientras se ponían en marcha, lágrimas comenzaron a discurrir por su mejilla y gotas ensangrentadas caían al suelo delante de ella de vez en cuando.

Neil estaba en shock. Paralizado, sin nadie que le dijera qué hacer o cómo actuar, solo podía quedarse ahí, mirando como Nime y Guille eran lanzados contra una pared, y Eitne era mordido en la pierna y arrastrado de esta. Los gritos de Eitne hacían eco en su mente y se mezclaban con las imágenes de aquel sueño en el que los colaespinas habían intentando devorar el cadáver de Adru.

Las puertas comenzaron a sonar, Drusar se lanzó a liberar al daeliciano consiguiéndolo, pero cayendo por una grieta en mitad de la lucha. De repente, todo quedó en silencio para Neil. Las lágrimas se agrupaban en sus ojos mientras era incapaz de quitar la vista de la grieta por la que había desaparecido Drusar.

La mano de su edeel en su hombro le sacó del shock y le permitió apartar la vista de aquel terrible punto y fijarse en lo que ocurría a su alrededor. La voz de Adru y de Pam sonó lejana en su mente, pero cuando Guille le cogió de la mano fue como si la presión en sus oidos desapareciera y por fin oyera todo con claridad. Entonces, la mente del aurva funcionó de nuevo. Neil sabía que pararse en aquel momento sería contraproducente y no tenía tiempo para realizar el hechizo potente de curación, pero Eitne sangraba mucho y después de lo inútil que había resultado ser su presencia, Neil tenía que hacer algo.

- ¡Un momento!- exclamó, con voz ronca por la congoja-. Solo hasta que lleguemos- murmuró como excusa mientras realizaba rápidamente el hechizo de sanación superficial, esperando que ayudara en algo.

En el momento en el que Noel le preguntó dónde iban, la frase de Resizsan se repitió en su mente "creo que se ha perdido de camino al torreón".

- En el Barrio de los Callejones sin Salida. Conozco el lugar. Sé dónde está. Era una calle en la que nos perdimos en varias ocasiones las primeras veces que íbamos a por las cestas.

Mientras hablaba, Wen había comenzado a vestirse y a coger sus armas alertando a Ornlu que hasta el momento había estado revolviéndose inquieto en su cojín a los pies de la cama. Wen ingnoró al lobo mientras salía por la puerta confiando en que Noel iba a seguirla. La vouivre sabía que racionalmente no debería afectarle tanto un sueño, pero no podía evitar ver una y otra vez en su mente la imagen de Nasher desangrándose en el suelo.

Corriendo todo lo que sus piernas le permitieron llegó a la calle con al que había soñado comprobando, para su desgracia, que su pesadilla había sido real y el cadáver de Nasher se estaba desangrando en el punto exacto en el que había soñado que ocurría.

- ¡No!- gritó alertada, tirándose al lado del cadáver intentando reanimarlo sin éxito-. No tiene sentido- comenzó a balbucear-. Yo lo maté hace años. Lo maté durante la cosecha. No puede haber vuelto. ¡No tiene el poder para volver!- gritó alterada sin querer terminar de creerse la muerte de su amigo y compañero de cosecha.

El draco siguió a la vouivre sin hacer más preguntas. Apretaron el paso una vez llegaron al laberíntico barrio y el sueco corrió tras Wen, que parecía saber exactamente hacía dónde ir. A lo lejos se adivinaba una figura tirada en el suelo y el corazón le dio un vuelco. No podía ser.

Los gritos de la británica dejaron claro que, de alguna forma, lo era y Noel se detuvo de golpe a unos cuantos pasos del cadáver con la mirada fija en la sangre que lo rodeaba. Había algo que no encajaba en aquella sangre, pero no era capaz de pensar qué era. Tampoco comprendía el significado de las palabras de Wen. Nada de aquello importaba en ese momento: el hecho de haber encontrado el cuerpo de Nasher, sin vida, era mucho más absurdo que cualquier otro detalle insignificante. No podía ser. Pero era.
Durante unos segundos que parecieron una eternidad tan solo los ojos del draco se movieron, su mirada vagando sobre la delirante escena que tenía delante. La vista se le había comenzado a nublar ligeramente y escuchaba los gritos de Wen como si estuviese muy lejos de ella. El propio barrio a su alrededor se había desdibujado, como si la vouivre todavía estuviese soñando y él se hubiese adentrado en su subconsciente en uno de los peores momentos. No; eso era lo que había ocurrido: una pesadilla se había hecho realidad, en el peor de los sentidos.

Reaccionó buscando algo en sus bolsillos. Con una garra temblorosa sacó el comunicador y lo activó sin despegar la vista de la terrible escena que tenía delante. La afectada voz del draco saldría por los aparatos comunicadores que tenían todos los habitantes del cuchitril, Vac, Jack, Matt… y el propio Nasher, a quién no atinó a excluir de la comunicación y por tanto pudo oír claramente su propia voz justo delante de él.
—Despertad, es urgente. —La sien le palpitaba y cada vez veía con menos claridad. Esperó a recibir confirmación de casi todos antes de continuar: no quería tener que repetir lo que venía a continuación—. Es Nasher… Él… Está muerto.
Cuando lo dijo finalmente en voz alta y se escuchó a sí mismo pronunciar aquellas fatídicas palabras comenzó a aclararse su visión: las lágrimas que se habían comenzado a formar corrieron por su mejilla.
>>Esperadme en la puerta.

Cortó la comunicación, sintiéndose incapaz de dar más detalles en aquel momento y se acercó finalmente a Wen y el cadáver del asreniano. Se agachó y puso una mano sobre el hombro de la vouivre. La hubiese abrazado, pero no pretendía apartarla de Nasher.
—Voy a conducir a los demás hasta aquí, ¿te quedas tú vigilando que no le pase nada?
Tras recibir respuesta afirmativa Noel hizo una última cosa antes de irse: buscó dónde estaba el comunicador de Nasher, lo desactivó y lo guardó junto al suyo propio. Alzó el vuelo, apretando los dientes de rabia tratando de evitar que las lágrimas le empañasen la visión mientras volaba  y aceleró todo lo que pudo una vez ascendió por encima de los edificios más altos de la zona. Alguien había sentenciado su vida aquella noche además de Nasher.

Sigue en el Cuchitril.

Wen miraba el cadaver de Nasher sin entender lo que había ocurrido. ¿Cómo podía ser? ¡Resizsan estaba muerto! ¡No podía haber matado a Nasher! Pero así era. La británica en ningún momento se planteó la posibilidad de que el asesino hubiera sido otro y que aquello hubiera sido únicamente una gran coincidencia. Ella sabía con toda exactitud que había sido él por imposible que pareciera, de la misma manera que había sabido que el cadaver de Nasher se encontraba ahí a pesar de que lo había visto en un sueño.

Perdida en la bruma del miedo y la tristeza, respingó cuando Noel llamó al grupo y oyó lo que les decía en un tétrico eco que combinaba la voz de Noel con la del comunicador de Nasher y el suyo propio. Aunque Wen seguía medio en shock, fue capaz de asentir cuando el draco le dijo que iba a buscar a los demás y observó de forma vaga cómo le quitaba el comunicador al cuerpo.

Por un momento quiso pararle y pedirle que se quedara, ¿y si Resizsan volvía? ¿Y si cuando Noel y el resto volvían en de vez de uno se encontraban con dos cadáveres? Pero al final no lo hizo. Resizsan se lo había dicho. Todavía no era su turno. Primero iba a matar a Kae y a Matt antes de disfrutar matándola a ella. Resizsan planeaba gozar a su ritmo de algunas muetes antes de la suya.

Había asentido a Giz con vehemencia y ya se disponía a alzar el vuelo, pero Gael los detuvo con una idea mejor. Una vez él y Adara aparecieron en el barrio y en el escaso intervalo desde este hecho hasta que el asreniano y el fuego fatuo les siguieron se dio cuenta de que podría haberles pedido que se teletransportasen hasta allí a través del comunicador. Una muestra más de que tenía la cabeza completamente ida el que no se hubiese dado cuenta de aquella opción, mucho más segura. El draco no tenía claro que su aturdimiento tuviese únicamente que ver con el descubrimiento del cadáver de Nasher… A fin de cuentas aquella noche no había dormido, al igual que muchas otras noches. Y las pesadillas… Bueno, allí estaban Gael y Giz. No había tiempo que perder, tenían otras pesadillas de las que ocuparse en aquel momento.

Los instó a seguirle y, esta vez sí, echó a correr en dirección al lugar. Para su alivió, una vez giraron la última esquina, vio a Wen sola con el cuerpo del kitade y completamente ilesa. Apretó el paso hasta llegar a su lado, aunque evitando tapar el cuerpo de Nasher de la vista del resto: cuanto antes pasasen por la horrible impresión inicial, mejor. Esa vez sí, abrazó a la vouivre pasándole un brazo por los hombros y observó como los demás se acercaban. Había metido una mano en un bolsillo instintivamente y al tocar cierto objeto pequeño se preguntó por qué se lo había llevado en primer lugar. Lo sacó y observó el comunicador de Nasher en la palma de su mano.
—Era el suyo —se lo tendería a Giz cuando este estuviese en condiciones de recogerlo—. No lo utilizó, pero funciona perfectamente… Lo más probable es que lo hayan matado en un mundo vinculado. ¿Estaba en una misión, no es así? La sangre, además… No es reciente del todo —eso era lo que había llamado su atención al respecto, pero que hasta aquel momento no había sido capaz de pensar en ello—. Alguien se tomó la molestia de traerlo hasta aquí y…
Había cerrado el puño con el que había sujetado el comunicador de Nasher con fuerza. Dedicó una mirada a Wen, inseguro acerca de cómo continuar. Ya había dicho lo poco que había comprendido bien: que la británica había soñado aquello.

Giz ayudó con los teletransportes pertinentes y apareció junto a sus amigos, todavía flotando. Aceleró mediante el hechizo de vuelo para mantenerse al ritmo del resto hasta que vislumbró a Wen a lo lejos, junto al cadáver. Frenó conscientemente y retrasó tanto como pudo aquel encuentro fatídico. Cuando llegó, el último, se agachó y observó el desastre que era Nasher. Tenía varias marcas de dientes, como si hubiese sido marcado como presa por algún animal enorme (¿o un trasgo?) y heridas que, a bote pronto, le parecieron fruto de arañazos.

El goliat cerró la gola, sabedor de que no había nada a lo que aferrarse, y se llevó la mano a los ojos, que amenazaban de nuevo con llorar. Su mano izquierda buscó la de Nasher, y la apretó con fuerza. Tomó consciencia de cómo la poca calidez que aún conservaba se escapaba del cuerpo de la quimera y dejó que calentara su propia mano; como si tratara de guardar algo suyo en forma de recuerdo efímero.

Cuando soltó la mano, más fría que antes, dejó que se fueran con ella varias esperanzas, cada una de un futuro posible, imposibles ya todos, en el que Nasher seguía con él. Finalmente se levantó y dejó que sus amigos hicieran el trabajo sucio. No quería estudiar el cadáver de alguien a quien había querido tanto.

Fue inevitable que caminara hacia Wen y abriera los brazos bajo su poncho para abrazarla. Quiso decirle algo bonito, reconfortante, o al menos seguir las normas de educación de la Tierra cuando ocurría algo así. Pero todo lo que le salió decir fue la verdad:

—Lo siento mucho, Wen.

Aunque Wen sintió que sus amigos se acercaron no se movió hasta que sintió el abrazo e Noel. Casi automáticamente se recargó sobre el draco y miró angustiada hacia sus amigos. De forma ausente, le escuchó hablar sobre su teoría sobre su asesinato. Wen no dijo anda hasta que Giz se le acercó y le abrazó. Wen le devolvió el abrazo con fuerza.

- No, yo lo siento- dijo con la voz tocada-. Es mi culpa. Lo ha matado porque yo lo maté a él. Es mi culpa y él quería que yo supiera que lo era- le dijo con la cara escondida en el poncho del asreniano.

Gael trató de ir lo más rápido que pudo, luchando contra los nervios para no volverse un amasijo de torpeza. Ver a lo lejos las dos siluetas, Nasher muerto, Wen viva, le produjo unas sensaciones muy contradictorias. El alivio por comprobar que no era una emboscada para Wen chocó con el puñetazo que era verificar definitivamente que Nasher ya no estaba entre ellos.

Una vez cerca no supo cómo actuar. Mientras Giz se despedía del cuerpo, Gael no quiso mirar. Ya no era Nasher, ya no lo era. Trató de transmitirle fuerzas a Wen dándole un apretón en el hombro y finalmente se adelantó hacia el cadáver poniéndose los guantes. Notó las cosas que indicó Noel al examinarlo de cerca. Era posible que le hubiesen tenido alguna clase de trampa.
—Los mordiscos probablemente son anteriores a lo que lo mató —dijo, señalando el agujero que sangraba profusamente en mitad de su pecho. La poca sangre que quedaba en su cuerpo aún intentaba salir a través de él; los mordiscos, en cambio, ya habían sido taponados por coágulos. El problema era que la profundidad de las heridas no era equiparable y podía llevar a error—. Aun con los mordiscos es obvio que quien haya sido no ha intentado ocultar que era premeditado. O hablamos de gente con muchos recursos, o de algún suicida. —El fuego fatuo apretó los dientes. Aquello le olía a invitación a buscar al culpable, y no les quedaba otra que picar en el anzuelo si era así.

Aun mientras examinaban el cadáver pudo escuchar la extraña respuesta de Wen, y giró la cabeza con los ojos muy abiertos.
—¿De… de qué habla? —preguntó confuso. Noel no había mencionado aquello, pero tampoco parecía tener sentido. ¿Qué era lo que sabía la vouivre?—. ¿Wen?

Se retiró un poco cuando Giz se acercó para abrazar a Wen y prestó atención al examen del cadáver que llevó a cabo Gael. El propio draco observó los mordiscos de los que hablaba el fuego fatuo.
—¿Crees que alguien pudo aprovecharse de que estaba siendo atacado por alguna criatura para arrinconarlo? —Teorizó. Sabía que Nasher no se hubiera dejado atrapar con facilidad y los indicios de una lucha en la que tuviera que atender a varios frentes tenían sentido—. Sea como sea va a pagarlo muy caro. Aunque nos lleve mucho tiempo para asegurarnos de no caer en una trampa —dijo como respuesta a las conclusiones de Gael y Adara al respecto.

Wen habló entonces, volviendo a realizar afirmaciones bastante crípticas. ¿Quién era “él”? ¿A quién decía Wen que había matado…? Le vino entonces a la memoria lo que la vouivre había dicho cuando descubrieron el cadáver de la quimera sensorial. Había dicho que lo había matado durante la cosecha. El draco y posiblemente todos los demás presentes también conocían aquella historia. La británica les había hablado de cómo un ranta mató a uno de sus compañeros y luego ella había tenido que matarlo.
—¿Qué ocurrió en tu pesadilla? —Añadió tras la pregunta del fuego fatuo, acercándose de nuevo a ella y al goliat—. Cuéntanoslo, por favor, está claro que es una pista importante.
Él había oído a Wen gritar en sueños, despertarse desconsolada y temerosa de la muerte de Nasher. Y a continuación le había conducido hasta el lugar exacto donde hallaron su cadáver. Nada de aquello era una coincidencia y estaba claro que alguien había irrumpido en el subconsciente de la vouivre con la intención de causarle aún más daño tras haber asesinado a su amigo. Necesitaban que les contase todo lo que pudiera recordar, incluso si era doloroso.

Cuando acabó el abrazo, Giz se quedó cerca de Wen. Todas las preguntas que quería hacerle ya fueron formuladas por sus amigos y simplemente esperó a que ella misma lograra ordenar sus ideas para responderles. El goliat sabía que, fuera lo que fuese lo que pasaba por la mente de la vouivre, ella no tenía la culpa. Mientras esperaba, él mismo fue hilando todo lo que tenía: a la muerte de Tsusu se le sumó la de dama Estribo; a eso, las pesadillas que todos tenían y las dificultades para dormir, que afectaban incluso a sus experimentos. Estaba ocurriendo algo grande y terrible, Giz lo sabía, y su preocupación por Wen fue en aumento: ¿Y si planeaban atacarla en sueños y un día se la encontraban como a la dullahan? Giz no quería perder a nadie más.

Negó con la cabeza levemente y, sin querer, acabó fijando la mirada de nuevo en Nasher. Apretó los labios y frunció el ceño. No lo dijo en voz alta, pero estaba de acuerdo con Noel: Giz quería que el autor del crimen pagara por todo. El odio que se iba fraguando en sus entrañas no tardaría en superar al que llegó a sentir por Rodar, pero de momento no era suficiente para eclipsar la pena. El goliat volvió a secarse los ojos y, en esta ocasión, buscó un punto muerto en las fachadas más cercanas.

Mientras esperaba respuestas, no pudo preguntarse qué sería lo siguiente que harían: ¿despedirse de Nasher o perseguir cualquier pista que Wen pudiera darles? Giz necesitaba lo primero, pero prefería con toda su alma lo segundo.

Wen se separó suavemente del abrazo de Giz y miró con tristeza a sus amigos. Sabía que no iban a tacharla de loca por lo que iba a decir porque al fin y al cabo aquello era Rocavarancolia y que un muerto asesinara a alguien años más tarde de su propia muerte no era tan descabellado, al igual que un tercero soñara con ello.

- Al principio todo era igual a aquel día, pero cuando llegué a mi habitación en el torreón el cadáver a los pies de Resizsan no era aquel nublino, sino Tsusu. Había muchos más cadáveres, pero solo pude reconocer a Tsusu. Él empezó decir que había vuelto para acabar conmigo, que Tsusu solo era el primer paso y que tras él iban a ser los demás. Entonces aparecieron las imágenes de Kae y Mattt y volvieron a desaparecer. Pero luego apareció Nasher. Y él no desapareció. Se acercó a Resizsan y él lo mató sin que yo pudiera hacer nada. Él mismo lo dijo, ya está muerto, ¡no puedo volverlo a matar! Luego el escenario cambió y de repente estábamos aquí y Nasher estaba justo ahí, en ese mismo sitio. Por eso supe dónde estaba, reconocí el lugar. Puede que parezca una locura. Sé que solo ha sido un sueño, pero sé que ha sido él. No sé cómo, pero ha sido él. Y lo hace para hacerme daño. Me lo ha dicho. Ellos solo son entremeses, yo soy el plato principal.

El debate sobre cómo podía haber muerto Nasher se vio interrumpido por la explicación de Wen respecto a lo que le había dicho a Giz. Para Gael resultaba confuso, ya que no tenía muy claros todos los detalles de la cosecha de la vouivre, y la propia narración era confusa por momentos. Pero aquello no era extraño, dado que se trataba de un sueño, y estos en Rocavarancolia podían ser muchas cosas. Por eso, lo extraño no era que Wen hubiese soñado con todo aquello sino el hecho de que alguien le chivase así lo que había pasado. A Gael no le cabía duda de que su compañero de cosecha no podía estar detrás de todo aquello, no como mano ejecutora. Nadie habría querido gastar la energía necesaria para traer de vuelta a la vida a alguien que no había ni llegado a transformarse, por lo que, si aún seguía entre ellos, cosa que también dudaba, no podía tener forma física.

—Alguien está jugando con tus recuerdos, Wen, alguien que busca venganza o... o lo mismo que pasó cuando nos atacaban los de Gar. —Gael se pasó una mano por el pelo mientras resoplaba. Las cosas se habían complicado rápidamente—. Deberíamos hablar con un soñador de confianza. Tal vez Seon. Esto no puede ser casualidad.

La muerte de Tsusu cada vez tenía más probabilidades de tener relación con la de Nasher y Gael notaba cómo le temblaban las manos. Si en lo que Wen había visto en sueños había parte de verdad, tanto ella como Kae y Matt corrían un grave peligro. Tenían que encontrar cuanto antes a los responsables, no podían perder ni un minuto. El fuego fatuo no quería ponerse nervioso de forma notable, aunque lo estaba, porque no podían dejarse llevar por el pánico en un momento como aquel. Agarró el comunicador con más fuerza de la que debería, dudando si tratar de contactar con Kae de nuevo. Y de Matt, encima, hacía tiempo que no sabían nada.

―Me voy a cagar en todos sus muertos… ―Susurro. Hijos de puta. ¿Van a por Wen? En serio, ¿después de toda esta mierda?

No, espera Adara. Quieta parada allí. Igual no es más que un intento de atraernos, de llevarnos a alguna clase de trampa, como están comentando. No tendría sentido que se hayan dedicado a matar a diestro y siniestro para llegar hasta ella. Ese no es un plan lógico: lo normal hubiera sido atacar primero, por sorpresa, a los más fuertes. No tiene puto sentido.

―Nos está provocando. ―Sí, eso parece más razonable―. Para mí no tiene otra explicación. ―Frunzo más el ceño, ahora sí estoy cabreada―. Quienquiera que sea tiene claro que vamos tras él y nos está provocando.

Aprieto el puño. Lo quiero muerto, muerto. Oh, si lo tuviera aquí: le reventaría la cara a hostias, le trepanaría las falanges de una en una y le removería los órganos hasta que pierda la consciencia de puro dolor.

―No sé qué coño quiere, pero vamos a encontrarle. ―Me levanto y me alejo unos pasos del resto mientras miro al aire―. ¡Y lo pagarás, te juro que te arrepentirás de todo! ¡Voy a hacer de tus tripas una soga en la que ahorcarte! ―Parezco una loca, pero necesitaba gritarlo. Ni puta idea de si le estoy hablando a alguien o solo al aire, pero me la pela.

Giz escuchó, sumido en completo silencio. No era capaz de externalizar todo lo que sentía, ni todo lo que le hubiera gustado decir. Pero coincidía con todos en que Wen no era culpable de nada y se aseguró de negar con la cabeza, para que al menos lo viera; coincidía con Gael en que alguien estaba jugando con fuego y en la urgencia de hablar con Seon o alguien con experiencia onírica; coincidía con Adara en que, fuera quien fuera el asesino, se merecía la peor de las muertes. Y así logró comunicarlo:

—Estoy de acuerdo con todos —logró articular. Tras varios segundos, volvió a hablar con un tono trémulo—. ¿Os importa que volvamos a casa? No sé si es muy seguro que permanezcamos aquí mucho tiempo.

Su pregunta nació del miedo, de la pena y de su faceta más instintiva como goliat.