Barrio de los Callejones sin Salida

Alec le devolvió la mirada a su amigo, ceñudo.

-Claro, a mí me han descrito el lugar, pero eres tú el que ha vivido en una herrería toda la vida, ¿esto parece una? - comentó pasando la mirada a lugar.

Cuando la puerta se abrió se aclararon las dudas del tremor, al ver al ulterano frente a sí. No pudo evitar examinarlo fijándose en las similitudes y diferencias entre ambos, los huesos también sobresalían por la piel del veterano y el patrón de su cabeza también era distinto. Volvió a mirar a Kolja, si Zircón estaba allí dama Temple también debía de estar cerca. Alec carraspeó ligeramente para aclararse la garganta y se adelantó un poco.

-Tú eres Zircón, ¿verdad? - preguntó algo nervioso dándose cuenta en seguida que la pregunta había sido estúpida.- Vale, pregunta estúpida, por lo que me han dicho solo somos dos tremores en la ciudad así que sí eres él - se rascó la barba nervioso.- Verás yo había venido a... bueno a pedirte consejos si pudieras dármelos, mi amigo ha venido a ver a dama Temple.

>>Me llamo Alec, soy de la Tierra y la verdad es que tengo algunos problemas con mi nueva forma - se frotó los ojos cansado.- No espero que me ayudes por amor al arte claro, si puedo hacer algo a cambio de esa ayuda lo haré - dirigió una mirada significativa hacia la herrería que necesitaba ser reparada.

Ante la respuesta de Alec Kolja señaló a las ruinas con la mano, como queriendo decir "¿Cómo quieres que sepa lo que eran antes de tal decadencia?"

De todas formas la cuestión se resolvió pronto cuando el trémor veterano abrió la puerta. Zircón no pareció mostrarse muy contento de verlos, lo cual hizo que Kolja levantase ligeramente la ceja. Hasta el momento había dado por hecho que gente con la misma transformación mostrarían camarería, que formarían grupos o algo por el estilo, pero a juzgar por la reacción del veterano no existía tal hermandad. El alemán se encogió de hombros, aceptando el hecho, y dejó que Alec hablara, al fin y al cabo él no necesitaba nada de Zircón.

Mientras el escocés se presentaba y explicaba la razón que le habían llevado a contactar con el otro trémor Kolja intentaba mirar por encima del hombro de este a ver si Dama Temple también salía a la puerta o si estaba siquiera allí. La cuestión se resolvió cuando Alec mencionó que el alemán había ido a visitar a la minotauro, momento en el cual Zircón llamó a su pareja la cual se acercó a la puerta.

-Buenas Dama Temple, me llamo Guthrum, Guthrum Völundr, terrestre como mi compañero ahí fuera- respondió después de seguirla al interior.- En cuanto a mi transformación soy algo llamado Sutr al parecer, como el rey de los gigantes del fuego en la mitología nórdica terrestre.

Kolja se tomó un momento para mirar a su alrededor, adivinando que se encontraban en lo que antes debió ser la cocina, aunque teniendo en cuenta el estado en el que se encontraba no podía estar seguro.

-Ah, si, el motivo de mi visita- dijo, al darse cuenta de que todavía no lo había mencionado.- Pues mire, yo en la tierra trabaja de herrero, en nuestra forja familiar, y esperaba poder seguir practicando ese oficio aquí en Rocavarancolia. Y bueno, cuando supe que Alec-señaló al joven trémor- iba a venir a hablar con su pareja le pregunté si podía venir yo también, para preguntarle a usted si aceptaría admitirme como aprendiz- explicó, de forma algo enrevesada.

-Entiendo que ahora mismo no posee su propia forja y que no me conoce de nada, esperaba quizás poder convencerla ayudando con la reconstrucción y cuando fuera posible hacerle una demostración de mis capacidades, a pesar de que no conozco los metales alienígenas que seguramente utilicen aquí, en La Tierra soy un experto en el oficio, a pesar de mi juventud- añadió rápidamente antes de que la minotauro pudiese rechazarle por los motivos obvios.

Alec asistió a la llamada de Zircón a la minotauro y como ésta apareció tras la puerta de la herrería. Al parecer y por lo que dijo el otro tremor sabían de antemano que estaban allí pero habían asumido que solo iban por Zircón.

Giró la cabeza hacia Kolja cuando este dijo su nuevo nombre, el escocés sabía que se estaba planteando el cambio pero no que iba a ser tan pronto. "Todos avanzan..." pensó mientras otra parte de su cabeza le daba vueltas al nombre nuevo. No le quedaba mal, ciertamente. Observó a su amigo adentrarse en el edificio un tanto intranquilo por perderlo de vista.

Cerró los ojos unos segundos tratando de sentir las vibraciones de su amigo y solo los abrió cuando lo tuvo localizado, aún necesitaba concentrarse mucho para aquello.

Alec bufó cuando Zircón mencionó a Biblios.

-Deberían despedir a ese bibliotecario, molesta más de lo que ayuda - expresó con acidez, luego suspiró y se frotó los ojos.- Disculpa, no quería insinuar que tuvieses que ser mi maestro ni nada por el estilo, cualquier consejo o ayuda que me puedas dar créeme que será bien recibida - expresó con voz cansada.- Y mi ofrecimiento de ayuda es porque no me cuesta nada no porque crea que realmente necesitáis mi ayuda, si tú puedes dedicar una hora de tu tiempo a aconsejarme a mí no me cuesta usar un par de las mías para lo que necesitéis.

>>Además, así podría conocer algunos de mis límites - comentó mirándose las manos, aún no se había acostumbrado a lo grande que era su cuerpo nuevo.- Es que... es frustrante, provoco terremotos sin querer, he tenido más de un problema con la cubertería al comer, he roto vasos por aplicar demasiada fuerza, he destrozado mi cama con los huesos, me distraigo con suma facilidad con las vibraciones que llegan a mi cerebro... y lo peor es que siento como si esto debiera ser así, como si éste fuera el cuerpo que siempre debí tener. Creo que me estoy volviendo loco - terminó diciendo rascándose con fuerza el cuello.

Aunque no fuera lo más adecuado en la ciudad en la que estaba, a Yttria le gustaba desviarse para ir a los sitios, sobre todo tomando caminos menos concurridos. Pasear a solas era agradable, y aunque siempre iba armada y con las protecciones listas, tampoco iba precisamente alerta. En el próximo viaje a la Tierra se agenciaría un reproductor de música, pero mientras tanto disfrutaría del silencio interrumpido por sus pasos. No encontrarse con nadie era agradable.

Y tal vez precisamente por todo eso, en cuanto oyó ruidos entre los escombros se puso alerta. No sonaban a criatura peligrosa, pero ¿cuántas criaturas peligrosas había que fingieran no serlo antes de comerte? Bastantes, ya desde las casas carnívoras que habían tenido cerca en la cosecha. Comenzó a preparar un hechizo de aturdimiento, porque tampoco quería que si era una criatura genemágica viniera detrás el dueño a pedirle una indemnización si la mataba, y siguió andando, con mucha más cautela.

Ni siquiera bajó la guardia cuando de las ruinas apareció un gato negro, casi en los huesos y que maullaba lastimeramente. No le atacó, pero tampoco rompió el hechizo. Si era algo genemágico, lo mismo era venenoso o algo peor, así que iba a ser precavida aunque llevase protecciones encima.

Solo cuando el gato se le acercó y le pudo mirar mejor rompió el conjuro. Daba igual si era una criatura mágica o no, porque en aquellas condiciones ni siquiera sabía como seguía vivo. Se agachó lentamente para no asustarle, mientras mentalmente entraba en pánico. ¿Qué se hacía en esos casos? Ella tenía una tarántula en un terrario, era lo que sabía cuidar. No gatos de la calle en unas condiciones deplorables, que a saber cómo habían acabado así.
—Eh…¿Pspspsps…? —era el sonidito con el que se llamaba a los gatos, ¿no?
A ver si con suerte se acercaba lo bastante para poder cogerle y llevarle a donde el atlante aquel, el veterinario. Le conocía de llevar a su tarántula anteriormente, y creía saber poder llegar a su clínica sin perderse demasiado teniendo en cuenta el barrio en el que estaba.
—Venga, chiquito, no quiero hacerte daño —extendió el brazo humano cuando el gato se acercó lo bastante, acariciándole con suavidad. Sólo cuando vio que se iba a dejar coger lo hizo, dirigiéndose al Barrio de los Callejones sin Salida.

El cartel de la clínica de Edén no tardó en aparecer, y llamó a la puerta casi con desesperación. No es que supiera demasiado de cuidar gatos, pero estaba bastante segura de que aquel seguía vivo casi de milagro.
«Por favor, que esté en casa…»

-Ramiro, por favor, ya hemos hablado de esto -dijo el atlante mientras machacaba lenta, pero metódicamente, un puñado de hierbas en su mortero mientras el susodicho revoloteaba sobre su cabeza, no pareciendo ser partícipe en absoluto de la conversación-. No puedes enfadarte porque otros colibríes vengan al jardín a alimentarse. Es tu casa antes que la de ellos, sí, pero eso no hace que tengas más derecho a comer que ellos -continuaba mientras añadía otro puñado de hierbas distintas al mortero-. Rocavarancolia tiene tan poca vegetación... Sería una pena que perdiéramos diversidad porque no sabes compartir.

Edén fue sorprendido de su monólogo cuando su puerta fue golpeaba de forma fuerte y repetida. Sin perder el tiempo, ya que parecía urgente, pero a su velocidad habitual, porque no podía ser de otra manera, el daeliciano dejó a un lado el trabajo que estaba haciendo y se dispuso a abrir la puerta.

-Esta conversación no ha terminado -advirtió señalando al colibrí, aunque este parecía haberse decidido por merendar el néctar de una de las flores que había en el pecho del atlante, siendo completamente ignorante de las acusaciones que se le estaban lanzando-. Oh, buenos días querida Yttria. ¿En qué puedo ayudarte? ¿Le ha pasado algo a Maexxna?

Gracias a los cielos que Edén estaba en casa. Su amabilidad solía ser algo incómoda, poco acostumbrada a sociabilizar y a las conversaciones de ascensor, pero en aquel momento casi lo agradecía. Estaba nerviosa y preocupada por el pobre animalico, y ella tenía tan poca idea de cuidados que solo empeoraba la situación.
—No, está perfectamente. Es que… bueno, me acabo de encontrar a este gatito y tiene muy mal aspecto —le dijo, mientras se lo enseñaba.

El animal estaba acurrucado entre los brazos de la bruja, hecho una bola y apenas sin hacer ruido. Yttria sabía que estaba mal, pero no hasta qué punto, y confiaba plenamente en que Edén pudiera ayudarle.

Hasta que Yttria no levantó un poco los brazos para que el atlante pudiera verlo mejor, Edén no se había dado cuenta del gatito que la bruja traía. Y no era para menos. El pequeño felino no era precisamente pequeño por edad. Parecía tan delgado y maltratado como si no hubiera sido simplemente abandonado, sino que hubiera estado en algún lugar sin posibilidad de salir y sin que nadie lo alimentara o cuidara.

-La pobre criatura -se lamentó el daeliciano, mientras lanzaba un rápido hechizo de diagnóstico inicial a la vez que se apartaba de la puerta para dejar espacio a la bruja-. Pasa, pasa. El pequeño ha tenido suerte de que lo encontraras, pero debemos darnos prisa para que esa suerte no termine ahí y su rescate no haya sido en vano.

Con un gesto de su mano le indicó a Yttria la mesa sobre la que dejar al animal y con un gesto de la otra mano levitó los materiales con los que había estado trabajando para que no ocuparan un espacio ahora necesario.

-¿Puedes decirme algo sobre cómo o dónde lo encontraste? Necesito saber a qué ha estado expuesto recientemente y el pobre no tiene tiempo para hechizos de diagnóstico más minuciosos -indicó sin dejar de moverse, recogiendo distintas herramientas y recipientes.

Ramiro, alterado por el cambio de ánimo, revoloteó nervioso sobre Yttria.

Siguió a Edén al interior de la casa, dejando al gato en la mesa. No hacía falta que el atlante le recordara la mucha suerte que había tenido encontrándolo, pero que hasta él estuviera preocupado la ponía nerviosa de verdad. Se mordió el labio con nerviosismo, mientras su mano izquierda buscaba las pulseras de la derecha y las hacía girar en la muñeca. A veces aprovechaba para golpearlas entre ellas, asegurándose de absorber las vibraciones evitando que hicieran ruido, sin querer desconcentrar al veterinario mientras trabajaba.

—No muy lejos de Luna Alta, pero en una zona aún bastante ruinosa. Estaba entre unos escombros… —frunció el ceño —. Se acercó a mí, no parecía estar asustado.
No sabía por qué lo había hecho, si por desesperación para no morir o porque había tenido contacto con gente antes y les tenía confianza, pero supuso que era información que le podría venir bien al atlante. Igualmente estaba decidido que si Edén era capaz de salvarle se lo iba a quedar. Aquel animalito había decido confiar en ella, y no iba a traicionarle. Miró al colibrí dar vueltas por encima de ella, casi con tanto nerviosismo como ella.

Esperaba que pudieran salvarle, de verdad. A Yttria podían no gustarle las personas, y tener muchos problemas para socializar, pero le gustaban los animales. Prefería los reptiles y los arácnidos, sí, pero no iba a rechazar un gato, y menos aún si era negro.

Mientras Yttria hablaba, Edén no había perdido tiempo en lanzarle un hechizo estabilizador inocuo, pero poco potente, que reforzó cuando la bruja nombró Luna Alta como el lugar en el que encontró al gato, considerando que al ser una de las zonas menos peligrosas de la ciudad, podría permitírselo.

-Si se te acercó confiado probablemente se trate de un gato doméstico, pero claramente su dueño murió hace tiempo y no había nadie más que pudiera encargarse de él -consideró el daeliciano sin dejar de trabajar, no queriendo siquiera plantearse las otras opciones.

Domar a un animal era crear un vínculo con dicho animal y, en algunos casos, una relación de dependencia. Que hubiera personas que domaban animales para convertirlos en juguetes que les entretendrían por un rato, para luego abandonarlos sin preocuparse en lo más mínimo por su bienestar era de las pocas cosas que podía enardecer el enfado del pacífico atlante.

-Por suerte para él, es fuerte y resistente y no dudo que vaya a salir adelante sin problema -comentó al ver cómo el animal respondía positivamente a sus intentos de estabilizarle, dándole mayor margen para que el veterinario pudiera desgranar una a una todas las heridas y problemas que tuviera el gato.

Su nerviosismo no iba a decrecer fácilmente, pero sabía que el animal estaba en buenas manos y confiaba plenamente en el atlante, mirando como realizaba hechizos sin perder tiempo. Se lo iba a callar, pero a Yttria no le parecía que la muerte de alguien fuera precisamente el motivo más claro para abandonar a un gato. La gente en la Tierra lo hacía todo el rato, cuando se aburrían de ellos o cuando dejaban de ser cachorros y crecían más de la cuenta; cuanto arañaban los muebles o cuando no actuaban tal y como los dueños querían.

Le parecía idealista no plantearse que en una ciudad tan cruel como era Rocavarancolia nadie abandonase a un animal cuando dejara de parecerle mono. Si se lo callaba era porque no quería interrumpir a Edén, y porque bastante carga mental tenía ya pensando en el pobre gatito que posiblemente solo sobreviviría porque ella había tenido ganas de dar un desvío.

—¿De verdad? —no es que dudase de Edén, pero le tenía pánico a que hubiera sido todo demasiado tarde y solo hubiera salvado al gato el tiempo suficiente para verle morir. Al menos las palabras del veterinario le daban esperanzas.
Desde luego si sobrevivía iba a necesitar un nombre, así que más le valía empezar a pensar uno.

Aunque tenía la capacidad para seguir una conversación a la vez que trabajaba en su más reciente paciente, Edén no dejó de mirar al pobre gatito en ningún momento, un poco preocupado de que algo se le hubiera escapado y fuera fatal.

-Creo firmemente que con un poco de trabajo saldrá adelante, pero no será fácil, Yttria -le advirtió mientras valoraba su nivel de desnutrición-. Va a requerir de atención y cuidados continuos. Claramente ha estado sin acceso a alimento ni la posibilidad de conseguirlo por sí mismo bastante tiempo y su cuerpo se ha adaptado a ello en consecuencia, por lo que no será prudente alimentarlo de forma normal por el momento y necesitará de alguien pendiente durante todo el día para alimentarlo poco a poco y ayudar a que su estomago se acostumbre a una nutrición adecuada. Además, es posible que requiera de ciertas curas que también necesiten de atención constante -explicó con sus manos flotando por encima del animal revisando sus heridas más superficiales-. Te comunico todo esto, Yttria, porque aunque tú has encontrado al animal, no eres responsable de él. No al menos que quieras serlo. Si lo deseas, puedes dejar al gatito aquí conmigo. Yo puedo cuidarlo hasta que se recupere y conozco a alguien especializada en animales que puede encargarse de él o encontrarle un nuevo hogar, ya que no va a ser posible para él volver al mundo salvaje si es que alguna vez perteneció a él. Aunque ciertamente ella está más especializada en animales de gran tamaño, pero seguro que podrá hacer una excepción con nuestro pequeño amigo.

Edén sabía que Yttria sería una gran dueña para el pequeño gato, pero no iba a ser quien forzara una relación no deseada. Si la bruja quería mantener al gato, el atlante le enseñaría cómo cuidarlo y su tratamiento, si decidía que su intención había sido solo salvarlo y no quedarse con él, Edén se encargaría de buscarle un buen hogar.

Frunció el ceño ante las palabras de Edén y luego miró al gato. Ya había supuesto que no iba a ser fácil devolverle a la salud cuando le había visto, tan escuchimizado que apenas se mantenía en pie solo. Yttria tenía tiempo y ganas de sobra para cuidarle, y aunque la magia curativa nunca había llamado su atención lo bastante como para ponerse a estudiarla siempre podía aprender uno o dos hechizos básicos si con eso ayudaba al gatito. Por poder hasta podía aprender los complicados, pero eso llevaría un tiempo del que tal vez no disponía.

—No. Quiero quedármelo —respondió con decisión.
Probablemente fuera una tontería, pero aquel gato la había elegido a ella en cierto modo. Luna Alta no era un mal barrio, la gente no lo evitaba como podía hacer con otros, así que antes que ella tenían que haber pasado por allí muchas otras personas. Y ninguna de ellas se había preocupado por él, o él no se había acercado a ninguna de ellas. No entendía qué motivos habían hecho que fuera precisamente a ella a la que le maullase lastimeramente, a la que se acercase en busca de ayuda, pero había sido suficiente para decidir en ese momento que iba a quedárselo.
»No dudo de que podrías encontrarle una buena casa, pero… se acercó a mí, siento que es una señal.

Una sonrisa terrosa se estiró en la cara del atlante ante la seguridad de Yttria.

-Muy bien, así será -concluyó sin ceremonia y así la nueva familia del gatito fue elegida.

Tras algunos hechizos más, Edén consideró que, por el momento, el animal se encontraba fuera de peligro inmediato y procedió a preparar los ungüentos para las heridas más visibles y superficiales.

-Aún así -volvió a hablar mientras majaba hierbas-, el pequeño deberá quedarse al menos una noche aquí conmigo. No solo porque necesita estar vigilado en todo momento, sino porque prefiero ver cómo va evolucionando al menos la primera noche. Si lo deseas puedes quedarte aquí, pero imagino que querrás preparar tu hogar para tu nuevo compañero -divagó mientras untaba el primer ungüento en una de las patas del gato-. Si quieres, puedo darte una lista preventiva de lo que puede necesitar durante sus cuidados especiales para que ya lo tengas preparado.

Al pasar a la otra pata, Ramiro, que no se había atrevido a acercarse aún al gato, revoloteó un poco sobre su cabecita, como si estuviera observando con interés el trabajo de Edén.

-¿Ya sabes qué nombre le vas a poner?

Las pulseras seguían moviéndose y chocando entre ellas sin hacer sonido alguno. Hacía muchos años, cuando se había transformado, vibraba cada vez que absorbía su dominio, y en aquellos momentos estaba tan nerviosa que casi parecía que volviera a hacerlo de nuevo. Quería que aquel gato siguiera adelante, y aunque confiaba plenamente en Edén su lado más pesimista no podía evitar pensar lo contrario. El mundo, y más Rocavarancolia, era duro y cruel. El cómo había acabado el pobre animal lo demostraba; ¿por qué iba a ser amable ahora?

—Iré a preparar todo, sí. Dame…dame la lista —se le atragantaban las palabras. Había sido una decisión rápida, porque sabía que a más lo pensase más le costaría tomarla. Pero no se veía capaz de pasar allí la noche, preocupada y en vela, porque se sentiría culpable de molestar en el trabajo de Edén. La preocupación no iba a dejarle dormir igual, pero al menos en Serpentaria estaría sola sin molestar a nadie.

Ante el nombre sí dudó. Ninguno le lograba convencer demasiado; demasiados nombres de ficción que no le terminaban de pegar, palabras relacionadas con la noche o lo oscuro que sonaban demasiado genéricas… Podía pensárselo más, pero creía que darle un nombre cuanto antes era lo correcto. Y bueno, si iba a acabar tirando de clichés igualmente, porque sabía que acabaría pasando, al menos escogería el de otro gato negro de ficción.
—Salem.

Edén volvió a sonreir con amabilidad hacia la bruja, pero no dejó de majar hierbas y mezclarlas con distintos productos.

-Escribiré esa lista en cuanto termine de remendar a nuestro pequeño amigo -le indicó mientras untaba un poco de la pasta que había hecho sobre una pequeña herida en el costado del animal-. Ya no me queda mucho y en seguida estaré contigo. Si quieres, puedes esperar en mi cocina. Hay té y algunas pastas. Siéntete libre de servirte cuanto gustes -le indicó con un gesto de su cabeza y, como si hubiera sido una orden, Ramiro salió disparado volando hacia dicha cocina y comenzó a revolotear entre los gabinetes.

El atlante en cierta medida esperaba que un té tranquilizara a dama Yttria, pero parecía bastante nerviosa incluso después de que Edén le hubiera asegurado que por el momento se encontraba fuera de peligro, por lo que decidió distraerla con algo más.

-Salem es un nombre muy bonito, ¿significa algo en tu mundo? No logro discernir su origen.