Barrio Quemado
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Rocavarancolia Rol
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- Rocavarancolia Rol
Barrio Quemado
02/08/11, 06:46 pm
Recuerdo del primer mensaje :
Antes en llamas, ahora solo es un barrio de escombros y cenizas azotado eternamente por una molesta brisa que arrastra los gritos lastimeros de los que una vez sufrieron allí.
- Muffie
Ficha de cosechado
Nombre: Szczenyak o Colmillo
Especie: vittya zawodny
Habilidades: Habilidad mental, habilidad manual y orientación
Re: Barrio Quemado
11/10/23, 05:12 pm
El desayuno no duró mucho más. Colmillo estuvo lo suficientemente espabilado, entre el sueño y la melancolía, para escuchar las palabras de Rick y sonreírle de vuelta, aunque no prestó atención al resto de conversaciones. Podía parecer poca cosa que el humano dijera que aunque no eran familia podía contar con él, pero hacía tiempo que el vittya había comenzado a aferrarse con uñas y dientes a cualquier muestra de amabilidad. Ninguno de ellos sustituiría nunca a su familia, pero esos gestos al menos podían permitirle no sentirse tan solo.
Aunque Szczenyak había tenido la intención de ofrecerse para limpiar los platos, parecía que la tarea estaba totalmente cubierta, así que decidió salir a refrescarse un poco con el agua del pozo para terminar de despertarse por completo, ya que pronto saldrían a una excursión a por más comida y esta vez había decidido unirse. Hasta el momento, Colmillo no se había unido a ninguna de las salidas, ya fuera por el miedo que todavía le quedaba en el cuerpo por culpa del monstruo o porque su nocturno horario le había hecho despertarse siempre cuando ya el grupo había salido. Pero hoy estaba despierto y listo al momento y, por mucho que no le gustara la idea, no podía dejar tampoco que otros se ocuparan de la parte más peligrosa del trabajo mientras él se quedaba tranquilamente durmiendo en el torreón.
Desconfiando de su habilidad con el arco y por lo inseguro que todavía se sentía con una ballesta en las manos, Colmillo se terminó decantando por una lanza para que le acompañara en la salida, sabiendo por la experiencia previa de sus compañeros, que incluso si no era el mejor usándola, era mejor que nada.
Aunque no hubo amenazas ni accidentes en el tiempo que les llevó llegar al punto donde estaban las cestas, Colmillo no pudo evitar mantenerse en tensión, con todo el pelo erizado, sin dejar de pensar que podrían encontrarse con monstruos a cada esquina. E incluso a pesar de eso y de las advertencias de sus compañeros, los gritos susurrados por el viento consiguieron que un escalofrío de terror le recorriera el cuerpo.
“Villancicos…” repitió en su mente al escuchar a Aniol, estremeciéndose al pensar que aquello podía ser algo tan habitual en la Tierra que hasta le habían dado nombre.
-Joder, démonos prisa. No quiero estar aquí ni un puto segundo más -dijo mientras cogía una de las cestas, sin querer perder el tiempo si quiera en echar un ojo a su interior.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Re: Barrio Quemado
11/10/23, 06:31 pm
Nohlem le sostuvo la mirada a Aniol cuando le respondió con una expresión entre lo ligero y lo tirante. Sus labios se convirtieron en una línea, una sonrisa de lo más suave antes de mirar arriba como si necesitase un momento para pensar. Y eso hizo en realidad. De alguna forma esa tontería de damas y bodas sin voluntad le hizo pensar en Kahlo, y por una fracción de segundo el tema se le antojó serio, demasiado serio. En su mundo unos pocos afortunados se casaban por amor. Todos, por deber. Claro que eso un niño de otra especie no tenía porqué saberlo.
—Hmm... ¿Y sabes si ellos quieren? —le dijo, rompiendo el contacto visual al ponerse las gafas—. No siempre es bonito casarse.
Nohlem no cogió el mapa, o tal como lo veía él, el papel con un revoltijo de líneas al tuntún sobre blanco. Como para que la responsabilidad de darle sentido cayera sobre él. Ah no, ni de broma. Él necesitaba ambas manos para el arco, por si surgía algo a lo que disparar. Claro.
Nohlem era curioso, siempre lo había sido. Se había metido en diversos problemas por ello, y en parte era el motivo por el que se estaba uniendo a las salidas. Una voz dentro suya, desenterrada pero no pública, quería saber que nuevos horrores aguardaban para ellos. Criaturas imposibles, fantasmas, cosas en las que hasta hace poco más de una semana solo creía cuando la oscuridad en su casa se volvía demasiado intensa. Quizás por vergüenza el varmano miraba poco hacia atrás. De vez en cuando giraba el rostro, apenas unos centímetros, esperando así captar cualquier sonido o imagen con el rabillo del ojo. La sensación de estar siendo observado era mayor a más se alejaban del torreón y estaba seguro de que había ojos clavados en su nuca, pero bien podrían ser de quienes marchaban detrás suya. Era lo lógico.
En Varmania la ausencia era vida. Las plantas tomaban lo que era suyo por naturaleza y nadie se lo impedía, el agua se abría paso con el abandono y el bosque se llenaba de sonidos. Murmullos leves, el clamor bajo pero constante de los animales. Rocavarancolia era otro tipo de ausencia. Hueca. Falsa. Espeluznante no por su vacío, sino por lo que caía entremedias. No estaba viva, no estaba muerta, era la carcasa de un cadáver que contra todo orden natural amenazaba con levantarse. Viviendas completamente vacías, estructuras calcinadas, la suela de un zapato abandonado y no más restos de su dueño. Resquicios que hablaban de lo que hubo, de lo que aún había. La ciudad estaba suficientemente rota para saberla antigua, tan rota que parecía reciente.
Las voces de sus compañeros entorpecían que encontrase algo bajo ese silencio, algo que con certeza no quería encontrar. Entonces llegaron los gritos. Era la segunda vez que hacían ese recorrido y el susto palidecía en comparación a la primera experiencia, pero no por eso estaba curado de espanto. Con la repetida excusa de ser el arma a distancia no se molestó en coger cesta. El instinto de supervivencia (también llamado morbo) le pedía buscar entre las ruinas a quienes gritaban, pero antes de que las esquinas y las sombras tomasen formas inexistentes sus ojos se desviaron a Connor como si este fuera un salvavidas.
—Mira lo que le pasó a esta gente por fumar demasiado —respondió entre dientes, sintiéndose horrible por bromear delante de la desgracia. No obstante, igual que quien canta su mal espanta (o en este caso, quien silba) Nohlem se sintió un poco mejor por exhalar una risa—. Vas a tener que aprender a fumarte otra cosa. ¿Has probado con los melocotones? ¿Y si te fumas la cesta en sí? La desmenuzamos en hebras y… No sé, no parece mal material, puestos a…
Un aullido arrastrado por el viento le hizo callar. “Lo pillo. Me callo.”
—Vámonos, sí —continúo tras Colmillo en voz baja, temiendo de repente que incluso los silbidos más suaves fuesen cebo suficiente. Un pequeño remolino levantó una montaña de cenizas sobre un tejado, y a Nohlem le costó demasiados segundos apartar la mirada y poner un pie tras otro—. Vámonos.
Las canciones habían desaparecido de su cabeza. Recordaba las melodías, el contexto de lo que iban, pero las rimas ya no tenían sentido. Incentivado por Aniol e Ethan, en un ambiente que fundía lo alegre de la música con los espeluznante del escenario, como si quisiera boicotearse un poco más, una voz, la suya, empezó a cantar en su cabeza.
“Cómo sabrás que viene el moloch...”
—Hmm... ¿Y sabes si ellos quieren? —le dijo, rompiendo el contacto visual al ponerse las gafas—. No siempre es bonito casarse.
Nohlem no cogió el mapa, o tal como lo veía él, el papel con un revoltijo de líneas al tuntún sobre blanco. Como para que la responsabilidad de darle sentido cayera sobre él. Ah no, ni de broma. Él necesitaba ambas manos para el arco, por si surgía algo a lo que disparar. Claro.
Nohlem era curioso, siempre lo había sido. Se había metido en diversos problemas por ello, y en parte era el motivo por el que se estaba uniendo a las salidas. Una voz dentro suya, desenterrada pero no pública, quería saber que nuevos horrores aguardaban para ellos. Criaturas imposibles, fantasmas, cosas en las que hasta hace poco más de una semana solo creía cuando la oscuridad en su casa se volvía demasiado intensa. Quizás por vergüenza el varmano miraba poco hacia atrás. De vez en cuando giraba el rostro, apenas unos centímetros, esperando así captar cualquier sonido o imagen con el rabillo del ojo. La sensación de estar siendo observado era mayor a más se alejaban del torreón y estaba seguro de que había ojos clavados en su nuca, pero bien podrían ser de quienes marchaban detrás suya. Era lo lógico.
En Varmania la ausencia era vida. Las plantas tomaban lo que era suyo por naturaleza y nadie se lo impedía, el agua se abría paso con el abandono y el bosque se llenaba de sonidos. Murmullos leves, el clamor bajo pero constante de los animales. Rocavarancolia era otro tipo de ausencia. Hueca. Falsa. Espeluznante no por su vacío, sino por lo que caía entremedias. No estaba viva, no estaba muerta, era la carcasa de un cadáver que contra todo orden natural amenazaba con levantarse. Viviendas completamente vacías, estructuras calcinadas, la suela de un zapato abandonado y no más restos de su dueño. Resquicios que hablaban de lo que hubo, de lo que aún había. La ciudad estaba suficientemente rota para saberla antigua, tan rota que parecía reciente.
Las voces de sus compañeros entorpecían que encontrase algo bajo ese silencio, algo que con certeza no quería encontrar. Entonces llegaron los gritos. Era la segunda vez que hacían ese recorrido y el susto palidecía en comparación a la primera experiencia, pero no por eso estaba curado de espanto. Con la repetida excusa de ser el arma a distancia no se molestó en coger cesta. El instinto de supervivencia (también llamado morbo) le pedía buscar entre las ruinas a quienes gritaban, pero antes de que las esquinas y las sombras tomasen formas inexistentes sus ojos se desviaron a Connor como si este fuera un salvavidas.
—Mira lo que le pasó a esta gente por fumar demasiado —respondió entre dientes, sintiéndose horrible por bromear delante de la desgracia. No obstante, igual que quien canta su mal espanta (o en este caso, quien silba) Nohlem se sintió un poco mejor por exhalar una risa—. Vas a tener que aprender a fumarte otra cosa. ¿Has probado con los melocotones? ¿Y si te fumas la cesta en sí? La desmenuzamos en hebras y… No sé, no parece mal material, puestos a…
Un aullido arrastrado por el viento le hizo callar. “Lo pillo. Me callo.”
—Vámonos, sí —continúo tras Colmillo en voz baja, temiendo de repente que incluso los silbidos más suaves fuesen cebo suficiente. Un pequeño remolino levantó una montaña de cenizas sobre un tejado, y a Nohlem le costó demasiados segundos apartar la mirada y poner un pie tras otro—. Vámonos.
Las canciones habían desaparecido de su cabeza. Recordaba las melodías, el contexto de lo que iban, pero las rimas ya no tenían sentido. Incentivado por Aniol e Ethan, en un ambiente que fundía lo alegre de la música con los espeluznante del escenario, como si quisiera boicotearse un poco más, una voz, la suya, empezó a cantar en su cabeza.
“Cómo sabrás que viene el moloch...”
- Harek
Ficha de cosechado
Nombre: Rick
Especie: Humano
Habilidades: Puntería, habilidad mental y carisma
Re: Barrio Quemado
14/10/23, 01:12 am
El mapa llamó la atención del algunos del grupo, aunque nadie se veía capaz de seguir rellenándolo. Rick lo entendía, por ello tampoco le dio demasiada importancia e incluso bromeó siguiendo la respuesta del motero devolviéndole una leve sonrisa: -Dibujar no es que sea mi fuerte, pero se intenta. Gracias por la confianza.- Estaba abierto a que el resto colaborara en él y no tendría problema si lo hacían más adelante, aunque entendía que por ahora recaería sobre todo en Kalna y él. De momento el mapa servía lo justo para llegar hasta las cestas y algún que otro sitio cercano por un camino o dos como mucho, pero poco a poco ocuparía mucho más espacio. Siempre había pensado que la planificación y la información ayudaba mucho a conseguir la victoria, entendiendo esto sobre todo para resolver un caso y en una ciudad como aquella cualquier ventaja por pequeña que fuese podía ser crucial a sus ojos.
La libense se ofreció a encargarse durante la salida. Agradecido, el neoyorquino le tendió el folio y su lápiz propio que sacó del bolsillo del pantalón, no pensaba que fuera a apuntar algo en su libreta durante la salida. -Muchas gracias- le dijo para luego añadir -Si quieres a la vuelta puedo hacerte el relevo, tampoco quiero cargarte con todo el trabajo.- Confiaba en ella y había sido toda una suerte que el dedo roto no le hubiera afectado para dibujar, pero la multitud de calles tan parecidas que había por el camino ya le habían dado algún que otro quebradero de cabeza al pasarlas al papel. Si a la libense le pasaba igual, veía justo que pudieran ir descansando por si la suerte decidía joderles el día.
Con la puerta abierta, se despidieron del resto y salieron en dirección al punto de las bañeras. Durante el camino, Rick fue rotando por el grupo, quedando cerca de la delantera a veces y otras cerca de Kalna por si le surgía alguna duda con algún apunte. Entró en las conversaciones que se iban haciendo para amenizar la caminata, aunque sin quitar del todo la atención a sus alrededores por si acaso debía actuar. -(Mejor ser precavido)- No negaba que sentía algo de curiosidad por saber como había acabado el asunto entre la chica y Ethan, pero ni se sentía con la confianza para preguntar ni era el mejor momento. Se quedaría como un misterio sin resolver por el momento.
Un tiempo después las ruinas a su alrededor empezaron a cubrirse con una capa de cenizas, indicando que estaban llegando a su destino. Era la segunda vez que estaba allí, pero el ambiente seguía dándole escalofríos. El problema no era pensar qué había podido causar un incendio tan grande, sino por qué los gritos y quejidos que traían el viento seguían allí, esperando en vano a que alguien ponga fin a un dolor eterno. No parecía haber ningún peligro en la zona, pero no hacía falta para que el chico quisiera irse pronto de allí.
Acabaron frente a las cestas al fin, y Rick no tardó en coger una de ellas mientras una tonadilla que se le hacía conocida salía de Aniol. Se giró para ver al grupo, acomodándose la cesta en el brazo. Sí, el sentimiento de incomodidad allí parecía que era compartido por la mayoría. Buscando alguna forma de destensar el ambiente, estuvo a punto de seguir con ánimo los comentarios de Nohlem, pero el intento se esfumó en cuanto el varmano paró de repente. -Sí. En cuanto carguemos con todo esto nos vamos.- añadió simplemente, serio.
Necesitaba algo para calmar los nervios que se estaba abriendo pasó por él y, la verdad, la idea de la música no sonaba nada mal. Mientras se preparaban para marcharse de allí, la mente del neoyorquino intentaba rescatar unas letras que ahora habían perdido su significado. Podía probar a pronunciarlas, pero era como recitar algo que había memorizado sin entender. Al menos podía seguir el ritmo, eso seguía intacto. El chico iría tarareando mentalmente la primera canción que se apareció por su cabeza. Justamente una de las favoritas de Bob.
In the desert you can remember your name, 'cause there ain't no one for to give you no pain...
La libense se ofreció a encargarse durante la salida. Agradecido, el neoyorquino le tendió el folio y su lápiz propio que sacó del bolsillo del pantalón, no pensaba que fuera a apuntar algo en su libreta durante la salida. -Muchas gracias- le dijo para luego añadir -Si quieres a la vuelta puedo hacerte el relevo, tampoco quiero cargarte con todo el trabajo.- Confiaba en ella y había sido toda una suerte que el dedo roto no le hubiera afectado para dibujar, pero la multitud de calles tan parecidas que había por el camino ya le habían dado algún que otro quebradero de cabeza al pasarlas al papel. Si a la libense le pasaba igual, veía justo que pudieran ir descansando por si la suerte decidía joderles el día.
Con la puerta abierta, se despidieron del resto y salieron en dirección al punto de las bañeras. Durante el camino, Rick fue rotando por el grupo, quedando cerca de la delantera a veces y otras cerca de Kalna por si le surgía alguna duda con algún apunte. Entró en las conversaciones que se iban haciendo para amenizar la caminata, aunque sin quitar del todo la atención a sus alrededores por si acaso debía actuar. -(Mejor ser precavido)- No negaba que sentía algo de curiosidad por saber como había acabado el asunto entre la chica y Ethan, pero ni se sentía con la confianza para preguntar ni era el mejor momento. Se quedaría como un misterio sin resolver por el momento.
Un tiempo después las ruinas a su alrededor empezaron a cubrirse con una capa de cenizas, indicando que estaban llegando a su destino. Era la segunda vez que estaba allí, pero el ambiente seguía dándole escalofríos. El problema no era pensar qué había podido causar un incendio tan grande, sino por qué los gritos y quejidos que traían el viento seguían allí, esperando en vano a que alguien ponga fin a un dolor eterno. No parecía haber ningún peligro en la zona, pero no hacía falta para que el chico quisiera irse pronto de allí.
Acabaron frente a las cestas al fin, y Rick no tardó en coger una de ellas mientras una tonadilla que se le hacía conocida salía de Aniol. Se giró para ver al grupo, acomodándose la cesta en el brazo. Sí, el sentimiento de incomodidad allí parecía que era compartido por la mayoría. Buscando alguna forma de destensar el ambiente, estuvo a punto de seguir con ánimo los comentarios de Nohlem, pero el intento se esfumó en cuanto el varmano paró de repente. -Sí. En cuanto carguemos con todo esto nos vamos.- añadió simplemente, serio.
Necesitaba algo para calmar los nervios que se estaba abriendo pasó por él y, la verdad, la idea de la música no sonaba nada mal. Mientras se preparaban para marcharse de allí, la mente del neoyorquino intentaba rescatar unas letras que ahora habían perdido su significado. Podía probar a pronunciarlas, pero era como recitar algo que había memorizado sin entender. Al menos podía seguir el ritmo, eso seguía intacto. El chico iría tarareando mentalmente la primera canción que se apareció por su cabeza. Justamente una de las favoritas de Bob.
In the desert you can remember your name, 'cause there ain't no one for to give you no pain...
- LEC
Ficha de cosechado
Nombre: Kalna, hija de Mánide
Especie: libense, del imperio
Habilidades: Automotivación, nociones de lucha, valor.
Re: Barrio Quemado
14/10/23, 06:37 pm
No le tenía miedo a la ciudad ni a lo que pudiera encontrar en ella, pero no por eso deseaba encontrarse problemas en aquel momento. Había ido para probarse a sí misma, y aunque ardía en deseos de hacerlo sabía que no estaba en las mejores condiciones para ello. En un par de semanas más, cuando el dedo estuviera curado del todo, sería otra cosa. No pensaba limitarse a salir a por comida en una ida y vuelta rápida, y es que Kalna sentía la necesidad de explorar las ruinas, de encontrar cosas útiles como aquel libro. Y si nadie más iba a querer hacerlo, no iba a tener problemas en hacerlo sola.
De hecho, la exploración les vendría bien para seguir completando poco a poco el mapa que Rick y ella habían empezado. Estaba demasiado incompleto como para ser de mucha utilidad por el momento, y es que a más supieran de la ciudad más podrían completar trazados de calle y determinar que zonas podían resultar más seguras, o en cuales había sitios relevantes. De momento, y dado que nadie pareció querer colaborar en seguir con aquello, se ofreció a ayudar a Rick con él.
No participó en conversaciones, exceptuando algún comentario sobre el mapa con el neoyorkino, y es que si no era necesario preferí ir centrada dibujando y fijándose en los callejones, por si acaso algo decidía atacarles. Incluso el tema del melocotón había pasado a un segundo plano, aunque no lo había olvidado, y alguna vez lanzó una mirada a Ethan y Connor y las risitas que se traían. «Hombres», pensó, aunque podía haber sustituido esa palabra por “humanos” y para ella hubiera tenido el mismo sentido.
Aquel barrio no parecía peligroso, pero no por ello a Kalna le gustaba. Las ruinas llenas de una ceniza que debería haberse llevado ya el viento nocturno, o tal vez alguna lluvia (si es que en aquel sitio llovía), o que las autoridades deberían haber limpiado. Los gritos y lamentos venían de todas partes y de ninguna, y solo hacían que se mantuviera en alerta continua. La última vez nada les había atacado, pero ya conocía un monstruo al menos que había llorado, y no tenía ganas de comprobar si esos lamentos pertenecían a otro tan pronto.
Cogió un par de las cestas, mientras le pasaba el mapa a Rick de vuelta para que siguiera completándolo. Había algunas calles nuevas dibujadas, y el inicio de callejones que no seguían al no saber con exactitud hacia donde continuaban. Al menos les podría servir por el momento para saber en qué cruces tenían que girar si se perdían y no podían seguir a la bañera.
Aniol no tardó en mostrar ganas de volver, y no podía culpar al niño de querer volver a la seguridad del torreón. No sabía qué era un villancico, ni esa canción de lo que fuera Frozen que decía Ethan, pero se sintió más cerca de ellos viendo que no era la única que echaba de menos la música. Hubiera dado un dedo (o el brazo entero) por volver a tener su radio y por volver a bailar pasodobles en su salón. En su cabeza empezaron a sonar los primeros compases de una de sus marchas militares favoritas, y tuvo que resistir el impulso de tararear.
Sigue en el Torreón Sendar
De hecho, la exploración les vendría bien para seguir completando poco a poco el mapa que Rick y ella habían empezado. Estaba demasiado incompleto como para ser de mucha utilidad por el momento, y es que a más supieran de la ciudad más podrían completar trazados de calle y determinar que zonas podían resultar más seguras, o en cuales había sitios relevantes. De momento, y dado que nadie pareció querer colaborar en seguir con aquello, se ofreció a ayudar a Rick con él.
No participó en conversaciones, exceptuando algún comentario sobre el mapa con el neoyorkino, y es que si no era necesario preferí ir centrada dibujando y fijándose en los callejones, por si acaso algo decidía atacarles. Incluso el tema del melocotón había pasado a un segundo plano, aunque no lo había olvidado, y alguna vez lanzó una mirada a Ethan y Connor y las risitas que se traían. «Hombres», pensó, aunque podía haber sustituido esa palabra por “humanos” y para ella hubiera tenido el mismo sentido.
Aquel barrio no parecía peligroso, pero no por ello a Kalna le gustaba. Las ruinas llenas de una ceniza que debería haberse llevado ya el viento nocturno, o tal vez alguna lluvia (si es que en aquel sitio llovía), o que las autoridades deberían haber limpiado. Los gritos y lamentos venían de todas partes y de ninguna, y solo hacían que se mantuviera en alerta continua. La última vez nada les había atacado, pero ya conocía un monstruo al menos que había llorado, y no tenía ganas de comprobar si esos lamentos pertenecían a otro tan pronto.
Cogió un par de las cestas, mientras le pasaba el mapa a Rick de vuelta para que siguiera completándolo. Había algunas calles nuevas dibujadas, y el inicio de callejones que no seguían al no saber con exactitud hacia donde continuaban. Al menos les podría servir por el momento para saber en qué cruces tenían que girar si se perdían y no podían seguir a la bañera.
Aniol no tardó en mostrar ganas de volver, y no podía culpar al niño de querer volver a la seguridad del torreón. No sabía qué era un villancico, ni esa canción de lo que fuera Frozen que decía Ethan, pero se sintió más cerca de ellos viendo que no era la única que echaba de menos la música. Hubiera dado un dedo (o el brazo entero) por volver a tener su radio y por volver a bailar pasodobles en su salón. En su cabeza empezaron a sonar los primeros compases de una de sus marchas militares favoritas, y tuvo que resistir el impulso de tararear.
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- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.
Re: Barrio Quemado
16/10/23, 01:57 am
Airi no pudo ayudar con la limpieza después del desayuno debido a la insistencia de Kalna, pero al menos pasó el tiempo aireando las sábanas y haciendo las camas hasta que aparecieron los navíos en el horizonte. No necesitaba prepararse de ninguna forma particular para su primera salida en una semana. Normalmente se bastaría con lo puesto, pero dado que iban bastante lejos tomó una vara de madera que pudiera servirle, más que nada, de apoyo. Llevar el arco le parecía una pérdida de tiempo: no sabía usarlo ni rápido ni de forma apropiada, así que sería inútil ante cualquier imprevisto. Al menos la vara podía ganarle algún segundo para salir corriendo, con suerte.
Resultaba sorprendente cómo iba normalizando la inseguridad que sentía en aquella ciudad, pero al acercarse el momento de salir sus manos temblaban. Trató de ocultarlo aferrándose con fuerza a la vara y se despidió de los que se quedaban. Atravesar la puerta principal y verse al descubierto en la calle era muy diferente de salir al patio, donde le acunaban los muros. Todavía recordaba algunos de los lugares por los que habían pasado el primer día, pero se tomó una ruta diferente, alejándole de lo que conocía y avivando la llama del miedo.
Aunque estuviesen en tensión y vigilantes, se formaron grupos que hablaban de vez en cuando para que el tiempo no pareciese pasar tan despacio. Airi se quedó en la retaguardia la mayor parte del viaje, no sabiendo dónde incluirse, y batallando el pánico por su cuenta. Buscar la presencia de depredadores en las llanuras de su hogar era diferente a estar pendiente de los recovecos de las ruinas, de donde sabía que podía salir de todo, y no solo animales. Era imposible no pensar en los horrores que habían conocido mientras sus sentidos buscaban indicios de vida entre los escombros.
Alcanzaron a su destino sin incidentes, probando un día más que la ruta era segura. Ni las alimañas se peleaban por las cestas en aquel lugar, pero Airi podía ver por qué. No importó que le hubiesen preparado mentalmente para lo que iba a encontrarse, no era comparable a vivirlo en persona. Cuando los primeros ecos de lamentos llegaron a sus oídos todo su cuerpo se tensó, cerrando sus canales auditivos por instinto. La ceniza se arremolinaba a su alrededor con cada ráfaga de viento, y este parecía más el último aliento de decenas de torturados que simple brisa. De los edificios no quedaban más que cimientos tiznados, lo que hacía evidente que los sonidos no procedían de nada vivo. Nada podía vivir allí.
Airi trató de mantener la calma, razonando que aquello solo podía ser un efecto mágico, un engaño, aunque uno sin una razón de ser lógica. Podría no haberlo creído hasta hacía una semana, pero ahora tenía claro que la magia era capaz de muchas más cosas de las que elle, su tribu, o cualquier nómada sabía.
Deseaba dejar atrás aquel lugar siniestro, por lo que no perdió el tiempo con palabras ni lamentos. Aferró una cesta sin revisar siquiera su contenido y volvió sobre sus pasos, echando de menos la falsa seguridad del torreón y no sentirse expueste. Durante el camino de regreso se quedaría cerca de Szczenyak, y usaría por momentos la vara para cargar la cesta al hombro y no terminar con los brazos entumecidos. Con sus pensamientos plagados de voces de agonía, la vuelta se le haría aún más larga.
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Resultaba sorprendente cómo iba normalizando la inseguridad que sentía en aquella ciudad, pero al acercarse el momento de salir sus manos temblaban. Trató de ocultarlo aferrándose con fuerza a la vara y se despidió de los que se quedaban. Atravesar la puerta principal y verse al descubierto en la calle era muy diferente de salir al patio, donde le acunaban los muros. Todavía recordaba algunos de los lugares por los que habían pasado el primer día, pero se tomó una ruta diferente, alejándole de lo que conocía y avivando la llama del miedo.
Aunque estuviesen en tensión y vigilantes, se formaron grupos que hablaban de vez en cuando para que el tiempo no pareciese pasar tan despacio. Airi se quedó en la retaguardia la mayor parte del viaje, no sabiendo dónde incluirse, y batallando el pánico por su cuenta. Buscar la presencia de depredadores en las llanuras de su hogar era diferente a estar pendiente de los recovecos de las ruinas, de donde sabía que podía salir de todo, y no solo animales. Era imposible no pensar en los horrores que habían conocido mientras sus sentidos buscaban indicios de vida entre los escombros.
Alcanzaron a su destino sin incidentes, probando un día más que la ruta era segura. Ni las alimañas se peleaban por las cestas en aquel lugar, pero Airi podía ver por qué. No importó que le hubiesen preparado mentalmente para lo que iba a encontrarse, no era comparable a vivirlo en persona. Cuando los primeros ecos de lamentos llegaron a sus oídos todo su cuerpo se tensó, cerrando sus canales auditivos por instinto. La ceniza se arremolinaba a su alrededor con cada ráfaga de viento, y este parecía más el último aliento de decenas de torturados que simple brisa. De los edificios no quedaban más que cimientos tiznados, lo que hacía evidente que los sonidos no procedían de nada vivo. Nada podía vivir allí.
Airi trató de mantener la calma, razonando que aquello solo podía ser un efecto mágico, un engaño, aunque uno sin una razón de ser lógica. Podría no haberlo creído hasta hacía una semana, pero ahora tenía claro que la magia era capaz de muchas más cosas de las que elle, su tribu, o cualquier nómada sabía.
Deseaba dejar atrás aquel lugar siniestro, por lo que no perdió el tiempo con palabras ni lamentos. Aferró una cesta sin revisar siquiera su contenido y volvió sobre sus pasos, echando de menos la falsa seguridad del torreón y no sentirse expueste. Durante el camino de regreso se quedaría cerca de Szczenyak, y usaría por momentos la vara para cargar la cesta al hombro y no terminar con los brazos entumecidos. Con sus pensamientos plagados de voces de agonía, la vuelta se le haría aún más larga.
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- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivación
Personajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: Barrio Quemado
29/04/24, 01:07 pm
Efectivamente, apenas quedaba nada. Los suministros eran tan limitados como pobres así que la idea de hacer el desayuno se convirtió más bien en fingir que ellos tomaban algo mientras los niños terminaban sus raciones. El ambiente gris no ayudaba pues no se sentía con las mismas fuerzas que de costumbre para tratar de animar al resto. Apenas lograba centrar su vista en el horrendo té que se había hecho, ya ni siquiera contaba con leche para paliar el mal sabor así que solo le quedaba un regusto amargo para acompañar la misma atmósfera.
Bebiendo apenas a sorbos escuchó las opciones que daba Airi, pues irónicamente sus gustos eran bastante contrarios. Claro que los puercoespines gigantes le daban miedo, era agotador llevar al límite la carrera para no recibir más flechazos, el problema es que mientras un peligro era real, el contrarío se le hacía expectante. El barrio quemado era mucho más tranquilo, claro, si podías lograr ignorar la enorme cantidad de susurros agónicos que moraban las calles. Era una mierda, la costumbre les había llevado a valorar aquel que les parecía menos aterrador, como si debido a la otra alternativa se convirtiera de golpe en una opción agradable.
-Las calles quemadas están bien por mi. -Respondió distraído, pues siendo honesto, le había vendido bien que estuviera más lejos. Al menos podrían tomar un poco de aire, porque con tanto evento malo el torreón se estaba empezando a quedar minúsculo.
Mientras la conversación siguiera Ethan tomaría unas tijeras y una hoja de papel pintada anteriormente de azul que había arrancado del recetario mágico. Llevaba días haciendo eso ante la falta de folios, por lo que se iba turnando en pedirle a sus compañeros hechiceros si le podían hacer el favor de decorar las que iba obteniendo del libro. Así lograba mantenerse entretenido y ahora, cortandolas en finas tiras se dedicaba a hacer pequeñas estrellas.
Eran tan sencillas y simples de hacer que mientras la conversación se mantuviera su pequeño rinconcito iría creciendo en figuritas. Las estaba haciendo ya de forma mecánica, para poder mantener sus pensamientos ocupados en una actividad menos desastrosa hasta que tuvieran que partir. Una vez recogida la mesa y limpiado los platos bajó a por armas junto al resto.
Aprovechó ese sutil momento de intimidad mientras recogía el cinturón maltrecho donde llevaba la daga y la lanza para acercarse a Damian con un puñado de las estrellas que había hecho antes.
-Hey, peque ¿Podemos hablar un momento? -Era curioso como se había habituado a ver al joven cargando un cuchillo en las salidas. En cuanto el italiano estuviera cerca se iría agachando para enseñarle la nueva adquisición. -Mira, he hecho mini estrellas fugaces y como has tenido una noche regulinchi he pensado que te mereces alguna.
Había cinco pequeñas figuras en total, de un tono azul cían. Ethan se las ofrecía de buena fe para que pudiera pillarlas todas y se las guardase como gustase pues al menos como eran diminutas costaría más que se arrugas metidas en bolsillos.
-Solo tienes que susurrarle tu deseo en bajito y la estrella te lo guardara. Tienes hasta cinco oportunidades pero… hm, si quieres, puedes regalarle alguna a otras personas, como tu prefieras!
No comentó nada más porque quería darle esa decisión al pequeño, tras el mal trago se merecía tener un detallito ni que fuera para sí mismo, así que tras revolverle el pelo como un gesto afectuoso subió de vuelta a la puerta. Sabía que lo que estaba regalando no eran más que falsas ilusiones ¿Pero qué podía hacer a esas alturas? La sensación de seguridad no era más que ingenuidad, el querer protegerlo un capricho y las promesas de que volverían a casa una esperanza ambigua en la que poder resguardarse. La situación era una mierda y ahora mismo, estaba demasiado cansado para tratar de pensar lo contrario.
Durante la salida Ethan encontraría cierta paz en la leve brisa y el baño de luz apagado que les regalaba el sol. La tensión estaba allí, como siempre, solo que estaba empezando a vivir tanto con ella que encontraba hasta tranquilizador los callejones que ya reconocían. Era una familiaridad impuesta creer que como ahí todavía no los había atacado nada podían estar ligeramente seguros. El problema vino más bien cuando las ruinas dieron paso a los escombros y volvieron a encontrarse pisando las cenizas de lo que fuera que hubiera sucedido en aquel barrio. El olor a quemado impregnaba el aire dejando que los lamentos marchitos taladraran su mente de forma desagradable. Los aborrecía precisamente porque no venían de ningún lugar en específico, porque no había cadáveres, ni origen. Estaban allí presentes como una tumba viva o como una amenaza latente.
Sabía que no debía hacerlo y aún así empezó a tararear en bajo, apenas un susurro para si mismo. Quería apoyarse en algún sonido ajeno a los gritos, y si bien no podía cantar lo suficiente alto como para cubrirlos, al menos encontraba cierta armonía en poder expresar parte de sus deseos. Las cestas al menos ya estaban a la vista así que mientras pasaba la lanza de una mano a otra buscó a Connor con la mirada como hacía siempre que estaban fuera.
Al menos por hoy podrían abastecerse tranquilos.
Bebiendo apenas a sorbos escuchó las opciones que daba Airi, pues irónicamente sus gustos eran bastante contrarios. Claro que los puercoespines gigantes le daban miedo, era agotador llevar al límite la carrera para no recibir más flechazos, el problema es que mientras un peligro era real, el contrarío se le hacía expectante. El barrio quemado era mucho más tranquilo, claro, si podías lograr ignorar la enorme cantidad de susurros agónicos que moraban las calles. Era una mierda, la costumbre les había llevado a valorar aquel que les parecía menos aterrador, como si debido a la otra alternativa se convirtiera de golpe en una opción agradable.
-Las calles quemadas están bien por mi. -Respondió distraído, pues siendo honesto, le había vendido bien que estuviera más lejos. Al menos podrían tomar un poco de aire, porque con tanto evento malo el torreón se estaba empezando a quedar minúsculo.
Mientras la conversación siguiera Ethan tomaría unas tijeras y una hoja de papel pintada anteriormente de azul que había arrancado del recetario mágico. Llevaba días haciendo eso ante la falta de folios, por lo que se iba turnando en pedirle a sus compañeros hechiceros si le podían hacer el favor de decorar las que iba obteniendo del libro. Así lograba mantenerse entretenido y ahora, cortandolas en finas tiras se dedicaba a hacer pequeñas estrellas.
Eran tan sencillas y simples de hacer que mientras la conversación se mantuviera su pequeño rinconcito iría creciendo en figuritas. Las estaba haciendo ya de forma mecánica, para poder mantener sus pensamientos ocupados en una actividad menos desastrosa hasta que tuvieran que partir. Una vez recogida la mesa y limpiado los platos bajó a por armas junto al resto.
Aprovechó ese sutil momento de intimidad mientras recogía el cinturón maltrecho donde llevaba la daga y la lanza para acercarse a Damian con un puñado de las estrellas que había hecho antes.
-Hey, peque ¿Podemos hablar un momento? -Era curioso como se había habituado a ver al joven cargando un cuchillo en las salidas. En cuanto el italiano estuviera cerca se iría agachando para enseñarle la nueva adquisición. -Mira, he hecho mini estrellas fugaces y como has tenido una noche regulinchi he pensado que te mereces alguna.
Había cinco pequeñas figuras en total, de un tono azul cían. Ethan se las ofrecía de buena fe para que pudiera pillarlas todas y se las guardase como gustase pues al menos como eran diminutas costaría más que se arrugas metidas en bolsillos.
-Solo tienes que susurrarle tu deseo en bajito y la estrella te lo guardara. Tienes hasta cinco oportunidades pero… hm, si quieres, puedes regalarle alguna a otras personas, como tu prefieras!
No comentó nada más porque quería darle esa decisión al pequeño, tras el mal trago se merecía tener un detallito ni que fuera para sí mismo, así que tras revolverle el pelo como un gesto afectuoso subió de vuelta a la puerta. Sabía que lo que estaba regalando no eran más que falsas ilusiones ¿Pero qué podía hacer a esas alturas? La sensación de seguridad no era más que ingenuidad, el querer protegerlo un capricho y las promesas de que volverían a casa una esperanza ambigua en la que poder resguardarse. La situación era una mierda y ahora mismo, estaba demasiado cansado para tratar de pensar lo contrario.
Durante la salida Ethan encontraría cierta paz en la leve brisa y el baño de luz apagado que les regalaba el sol. La tensión estaba allí, como siempre, solo que estaba empezando a vivir tanto con ella que encontraba hasta tranquilizador los callejones que ya reconocían. Era una familiaridad impuesta creer que como ahí todavía no los había atacado nada podían estar ligeramente seguros. El problema vino más bien cuando las ruinas dieron paso a los escombros y volvieron a encontrarse pisando las cenizas de lo que fuera que hubiera sucedido en aquel barrio. El olor a quemado impregnaba el aire dejando que los lamentos marchitos taladraran su mente de forma desagradable. Los aborrecía precisamente porque no venían de ningún lugar en específico, porque no había cadáveres, ni origen. Estaban allí presentes como una tumba viva o como una amenaza latente.
Sabía que no debía hacerlo y aún así empezó a tararear en bajo, apenas un susurro para si mismo. Quería apoyarse en algún sonido ajeno a los gritos, y si bien no podía cantar lo suficiente alto como para cubrirlos, al menos encontraba cierta armonía en poder expresar parte de sus deseos. Las cestas al menos ya estaban a la vista así que mientras pasaba la lanza de una mano a otra buscó a Connor con la mirada como hacía siempre que estaban fuera.
Al menos por hoy podrían abastecerse tranquilos.
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Personajes : ●Ruth: Humana (Israel)
Demonio de Fuego
●Tayron: Humano (Bélgica)
Lémur
●Fleur: Humana (Francia)
Siwani
●Aniol: Humano (Polonia)
Unidades mágicas : 03/12
Síntomas : Querrá salir más del torreón. En ocasiones, aparecerán destellos de luz a su alrededor que duran un instante.
Status : KANON VOY A POR TI
Humor : Me meo ;D
Re: Barrio Quemado
29/04/24, 06:43 pm
—Nu... nadie más... —fue todo lo que le respondió a Räg en voz queda. La mente del niño se encontraba claramente en otra parte, quizá buscando algún saliente al que encaramarse ante la gran montaña que le suponía hablar ahora mismo con Damian. No le pasó inadvertido sus miradas, como tampoco la manera en la que buscaba saber su opinión cuando propuso salir a por cestas.
En ninguna de las ocasiones se vio capaz de interrumpir su mutismo mientras el desayuno escaso y amargo les acompañaba. Se sentía incapaz de decir nada apropiado, era como si la discusión de anoche hubiera puesto un muro de llamas entre ambos.
Ahora, en cambio, navegaban entre las cenizas de un barrio quemado. El polaco caminó sin despegar su atención de los escombros y con la seguridad de encontrarse cerca de Nohlem. El aire taciturno que le embriagaba no superaba la fuerza de la brisa que portaba sus propios gritos lastimeros.
Aniol pestañeó con los ojos aguados y sirviéndose de su voluntad para no agarrarse de nuevo al brazo del granta como un niño pequeño. Incluso los susurros molestos le parecían mejor alternativa que su propio silencio.
En ninguna de las ocasiones se vio capaz de interrumpir su mutismo mientras el desayuno escaso y amargo les acompañaba. Se sentía incapaz de decir nada apropiado, era como si la discusión de anoche hubiera puesto un muro de llamas entre ambos.
Ahora, en cambio, navegaban entre las cenizas de un barrio quemado. El polaco caminó sin despegar su atención de los escombros y con la seguridad de encontrarse cerca de Nohlem. El aire taciturno que le embriagaba no superaba la fuerza de la brisa que portaba sus propios gritos lastimeros.
Aniol pestañeó con los ojos aguados y sirviéndose de su voluntad para no agarrarse de nuevo al brazo del granta como un niño pequeño. Incluso los susurros molestos le parecían mejor alternativa que su propio silencio.
"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."
"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."
"Deja Que Tu Fe Sea Más Grande Que Tus Miedos."
"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carismaPersonajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Barrio Quemado
29/04/24, 09:07 pm
No esperaba que el desayuno fuera tan pobre. Lo bueno es que después de dos meses cambiando su dieta por una más humilde el varmano había dejado de sufrir el hambre como antaño. Es decir, sí, era una mierda, pero entre sustos y nuevas costumbres desayunar a veces era más una obligación que una necesidad. Tenía el estómago tan cerrado que incluso de haber comida suficiente habría preferido no probarla. Antes que con hierbas se hinchó el buche de agua, pues mejor eso que el mejunge con el que algunos se empeñaban en insultar al té.
Fue el propio Damian quien propuso primero salir a por comida. Le alegraba verle participar con normalidad incluso si la propuesta no era del todo positiva… o bueno, quien era él para pensarlo. El refugio presionaba tras tantos malos tragos, y si bien puede que les protegiera de algo físico, estaba claro que mentalmente les estaba haciendo pedazos. No justificaba que los niños quisieran salir en plena madrugada, pero hasta cierto punto lo entendía. Si tan solo pudieran volver al palacio… Maldita fuera la no compartida reticencia.
En realidad fuera no se sentió tan bien como le hubiera gustado. Sin duda la compañía y la luz del sol hacían su trabajo, un vistazo atrás al lúgubre torreón bastó para sentirse liviano pues realmente creía que había algo empozoñando el lugar, pero ni con esas podía justificar el hediondo silencio. Igual que los jardines nocturnos del salón de baile, aquello no era más que una extensión de la misma bola de nieve en la que estaban atrapados. Y aún así, Nohlem inspiró profundamente el aire fresco del exterior. Quizás si inhalaba lo suficiente terminaría intoxicándose de su falsa sensación de libertad.
El tacto de su arco, por otro lado, sí que le calmaba. La madera que de su hombro colgaba se le antojaba más real que la mitad de cosas que sus ojos veían -y eso que ya había normalizado la bañera flotante-, y el susurro rasposo que emitía contra sus palmas mucho más agradable que los lamentos que el viento empezaba a traer consigo. Durante el camino estuvo entretenido con su “música”, como talismán que ataba su cordura. Las armas blancas nunca le harían sentir tan seguro como un carcaj lleno de flechas. La cercanía de Aniol también ayudaba, pues sentirse responsable del pequeño mantenía firmes sus pies en la tierra. Cuando la bañera descenció y tocó el suelo, el granta se quitó el arco para tenerlo preparado.
—Ya está —murmuró, mirando alrededor mientras se acercaban. Ya habían tenido encuentros de sobra con el condenado pájaro para saber que ese era su momento favorito del día. Ya tenía que estar jodidamente aburrido.
Fue el propio Damian quien propuso primero salir a por comida. Le alegraba verle participar con normalidad incluso si la propuesta no era del todo positiva… o bueno, quien era él para pensarlo. El refugio presionaba tras tantos malos tragos, y si bien puede que les protegiera de algo físico, estaba claro que mentalmente les estaba haciendo pedazos. No justificaba que los niños quisieran salir en plena madrugada, pero hasta cierto punto lo entendía. Si tan solo pudieran volver al palacio… Maldita fuera la no compartida reticencia.
En realidad fuera no se sentió tan bien como le hubiera gustado. Sin duda la compañía y la luz del sol hacían su trabajo, un vistazo atrás al lúgubre torreón bastó para sentirse liviano pues realmente creía que había algo empozoñando el lugar, pero ni con esas podía justificar el hediondo silencio. Igual que los jardines nocturnos del salón de baile, aquello no era más que una extensión de la misma bola de nieve en la que estaban atrapados. Y aún así, Nohlem inspiró profundamente el aire fresco del exterior. Quizás si inhalaba lo suficiente terminaría intoxicándose de su falsa sensación de libertad.
El tacto de su arco, por otro lado, sí que le calmaba. La madera que de su hombro colgaba se le antojaba más real que la mitad de cosas que sus ojos veían -y eso que ya había normalizado la bañera flotante-, y el susurro rasposo que emitía contra sus palmas mucho más agradable que los lamentos que el viento empezaba a traer consigo. Durante el camino estuvo entretenido con su “música”, como talismán que ataba su cordura. Las armas blancas nunca le harían sentir tan seguro como un carcaj lleno de flechas. La cercanía de Aniol también ayudaba, pues sentirse responsable del pequeño mantenía firmes sus pies en la tierra. Cuando la bañera descenció y tocó el suelo, el granta se quitó el arco para tenerlo preparado.
—Ya está —murmuró, mirando alrededor mientras se acercaban. Ya habían tenido encuentros de sobra con el condenado pájaro para saber que ese era su momento favorito del día. Ya tenía que estar jodidamente aburrido.
- ♪♫♬:
- Seth
Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mentalPersonajes :
● Devoss: Humano (Países Bajos) Licántropo Tigre
● Maila: Humana (Hawaii) Bruja de la Arena
●Connor: Humano (Canadá)
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Sufre episodios de insomnio. Tendrá episodios de vértigo postural, más frecuentes al levantarse tras dormir, que pueden durar desde minutos a varias horas.
Re: Barrio Quemado
30/04/24, 10:44 am
Connor se mantuvo en silencio durante el resto de la conversación y sin saber qué más podía decirle a Damian. Como siempre, tendía a pensar que sus compañeros eran mucho mejores que él para esa clase de cosas, por lo que se limitó a observar con interés preocupado al italiano y asentir cuando hiciera falta. Estaba cansado, jodidamente cansado... Y ni siquiera tenía que ver con el puto sueño que no había podido conciliar y que revelaban sus marcadas ojeras. Estaba cansado y amargado de que el miedo o el puñetero peligro siempre llamara a la puerta sin invitación alguna, sin darles ni un maldito respiro entre asalto y asalto. Era asfixiante y agotador... En un principio el torreón le había parecido ese puñetero refugio que los separaría de la puta mierda de fuera. Pero esa "puta mierda", como había decidido llamarlo, se colaba por las ventanas y las puertas para recordarles dónde estaban. Porque el torreón era seguro, sí, pero pertenecía a esa ciudad de cabrones y eran ellos quienes lo habían tenido que construir. Y las pesadillas de Ethan y Damian le habían recordado que ni dentro de esos muros serían capaces de tener algo cercano a una tranquilidad duradera... ¿Cómo tenerla? Si sobrevivían aquel maldito año todos irían directos al puto manicomio, joder...
Por suerte Damian pareció encontrarse mejor a medida que las palabras iban calando en él. Sus lágrimas terminaron por cesar y la promesa de un buen desayuno pareció aliviar un poco aquel ambiente lúgubre. Pero como todo últimamente, aquello era otra jodida mentira. Les faltaba comida en todos los putos frentes y la necesidad de salir aquel día a por más era apremiante. Connor se recostaría en el sofá con una mano detrás de la cabeza a modo de almohada, con actitud solitaria y sin romper lo que parecía un voto de silencio, decidiendo que comieran mejor los críos y que él podía esperar a cuando volvieran a por las cestas. Sus ojos se mantuvieron cerrados casi todo el tiempo, buscando y suplicando un breve descanso a su vista pero que se le escapaba entre los dedos como una puñetera anguila...
-Tampoco tengo ganas de ver a esas hijas de puta, así que...- Rompió por primera vez su silencio hacia Airi y posicionándose a favor también de evitar a las ratas, con un tono entre cansado y molesto. Con un bufido observaría a Ethan recortar aquellas jodidas figuritas de colores... Colores que se encargaban ellos de marcar con magia y que le cansaba más que cualquier jodido entrenamiento. Si aquel día el británico le pedía colorear más tenía muy clara cuál iba a ser su respuesta.... "NO, JODER."
El grupo no tardaría en ponerse en marcha tras aquel casi inexistente desayuno. El motero recogió su ya familiar maza de la armería para caminar junto a Ethan como hacía siempre que salían, no sin antes dedicarle un escueto pero firme apretón de hombro a Damian. Ahora se arrepentía un poco de no haber dicho más, pero tampoco quería sacar un tema que ya parecía muerto y enterrado. Por otra parte, la ciudad permanecía en un silencio que casi parecía invitarles a bajar un poco la guardia y disfrutar del camino, al menos hasta que llegaron a las calles quemadas y a sus puñeteros lamentos... Lamentos que no procedían de ningún lugar pero que llegaban de todas partes, arrastrados por el viento y colándose entre ventanas rotas y fachadas derruidas. Connor cruzó una mirada con Ethan antes de volver la vista hacia el grupo en general, sobre todo hacia el polaco y el italiano, y luego a la bañera que descendía poco a poco. Una vez que tocó tierra, Connor se encaminó hacia ella con un suspiro cansado y empezó a mirar entre las cestas buscando restos de ese puto veneno que aquel pájaro cabrón a veces les solía echar encima.
-Vamos a darnos prisa con esta mierda...- Murmuró con impaciencia mientras empezaba a sacar las cestas de dos en dos y las dejaba en el suelo para que le ayudaran a buscar, seguro por la vigilancia constante de Nohlem y su arco. De nada servía desandar todo el camino recorrido con aquella comida si después descubrían que no podían darle ni un puto bocado.
Por suerte Damian pareció encontrarse mejor a medida que las palabras iban calando en él. Sus lágrimas terminaron por cesar y la promesa de un buen desayuno pareció aliviar un poco aquel ambiente lúgubre. Pero como todo últimamente, aquello era otra jodida mentira. Les faltaba comida en todos los putos frentes y la necesidad de salir aquel día a por más era apremiante. Connor se recostaría en el sofá con una mano detrás de la cabeza a modo de almohada, con actitud solitaria y sin romper lo que parecía un voto de silencio, decidiendo que comieran mejor los críos y que él podía esperar a cuando volvieran a por las cestas. Sus ojos se mantuvieron cerrados casi todo el tiempo, buscando y suplicando un breve descanso a su vista pero que se le escapaba entre los dedos como una puñetera anguila...
-Tampoco tengo ganas de ver a esas hijas de puta, así que...- Rompió por primera vez su silencio hacia Airi y posicionándose a favor también de evitar a las ratas, con un tono entre cansado y molesto. Con un bufido observaría a Ethan recortar aquellas jodidas figuritas de colores... Colores que se encargaban ellos de marcar con magia y que le cansaba más que cualquier jodido entrenamiento. Si aquel día el británico le pedía colorear más tenía muy clara cuál iba a ser su respuesta.... "NO, JODER."
El grupo no tardaría en ponerse en marcha tras aquel casi inexistente desayuno. El motero recogió su ya familiar maza de la armería para caminar junto a Ethan como hacía siempre que salían, no sin antes dedicarle un escueto pero firme apretón de hombro a Damian. Ahora se arrepentía un poco de no haber dicho más, pero tampoco quería sacar un tema que ya parecía muerto y enterrado. Por otra parte, la ciudad permanecía en un silencio que casi parecía invitarles a bajar un poco la guardia y disfrutar del camino, al menos hasta que llegaron a las calles quemadas y a sus puñeteros lamentos... Lamentos que no procedían de ningún lugar pero que llegaban de todas partes, arrastrados por el viento y colándose entre ventanas rotas y fachadas derruidas. Connor cruzó una mirada con Ethan antes de volver la vista hacia el grupo en general, sobre todo hacia el polaco y el italiano, y luego a la bañera que descendía poco a poco. Una vez que tocó tierra, Connor se encaminó hacia ella con un suspiro cansado y empezó a mirar entre las cestas buscando restos de ese puto veneno que aquel pájaro cabrón a veces les solía echar encima.
-Vamos a darnos prisa con esta mierda...- Murmuró con impaciencia mientras empezaba a sacar las cestas de dos en dos y las dejaba en el suelo para que le ayudaran a buscar, seguro por la vigilancia constante de Nohlem y su arco. De nada servía desandar todo el camino recorrido con aquella comida si después descubrían que no podían darle ni un puto bocado.
- Isma
Ficha de cosechado
Nombre: Damian
Especie: Humano itaiano
Habilidades: Agilidad, dibujo, espontaneidad
Personajes :- Adam Petrov: Humano ruso (1.85m)/Pegaso (Cuarto de Milla)
- Damian: Humano italiano (1.35m)
Síntomas : En ocasiones se desconcentra con más facilidad. Sufrirá de vez en cuando migrañas con aura.
Armas :- Adam: Cimitarra y cuerpo de caballo. La incomodidad
- Damian: Dientes
Daga
Status : muñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñones
Humor : ajjaj- Adam Petrov: Humano ruso (1.85m)/Pegaso (Cuarto de Milla)
Re: Barrio Quemado
30/04/24, 07:50 pm
El italiano estuvo esperando en la puerta, dando pasitos alrededor de mientras en su cara, algo más animada, aun tenía ese resquemor. No fue algo sencillo procesar que todo aquello fue un sueño demasiado realista y la cabeza le hacía runrun con aquellas imágenes tanto terroríficas como tristes. Era todo un sueño, nada que echarle importancia porque nada de eso era real pero…
En uno de sus momentos dubitativos, algo desconectado del resto del mundo, le pilló de sorpresa que Ethan le dijese de hablar. Giró la cabeza con curiosidad, asintiendo en un sonoro “sí” con la boca cerrada. Lo que su amigo le enseño le hizo abrir la boca llevándose toda la sorpresa.
—¡Estrellitas! —al principio estaba algo reticente a pillar alguna, ya se las había cargado bastante como para repetir un cigarros de Connor, segunda parte. Sin embargo, Ethan de buena gana estaba ofreciéndoselas así que pilló una, dos, tres… Las cinco estrellas una por una terminaron en su posesión, mirándolas mientras escuchaba como funcionaban—. ¡Dan deseos GUAAAOOOO, que guay que guapoooo! E- Gracias por darme una cosa tan guapísima —le sonrió enseñando con orgullo la mella enorme en el lugar de su paleta, pensando en los deseos y, sobre todo, ya supo a qué persona regalarle una y, si eso, dos. Aun tenía un pequeño resquemor pero no quería estar así para siempre.
Estuvo esperando uno por uno a los que iban a aventurarse y cuando bajó el puente, apoyó su mano en el arma para empezar la aventura.
Necesitaban comida, para eso debían adentrarse otra vez en el sitio ese de los grititos que daban por culo. También estaba plagado de cenizas, un sitio la mar de desagradable pero por tal de que tuviesen chicha que llevarse a la boca eso rentaba mucho para el crío. Sin embargo, por mucha valentía ciega que tuviese, algún que otro grito de dolor le llegaba a sorprender e incluso lse le erizaban los pelos de la nuca, torciendo el gesto con desagrado. No había nada ni nadie, solo ruido y mucho polvo asqueroso, solo era eso. ¿Habrían puesto altavoces para meter canguelo?
Por fin había bajado el tinglado en forma de bañera flotante, tocando el suelo. Damian se frotó las manos, listo para llevar cositas a casa. Aparentemente no había rastro del pajarruco de los cojones, era un buen momento.
—¡Dame, dame! —mientras bajaban las cestas, Damian se llevó un par de ellas a los hombros, eran un par que no pesaban ni mucho ni poco, podría con ellas todo el camino y en eso estaba confiado—. ¡Equipao! ¡Os espero! —dando un pequeño baile, meneandose de izquierda a derecha, declaró su impaciencia.
En uno de sus momentos dubitativos, algo desconectado del resto del mundo, le pilló de sorpresa que Ethan le dijese de hablar. Giró la cabeza con curiosidad, asintiendo en un sonoro “sí” con la boca cerrada. Lo que su amigo le enseño le hizo abrir la boca llevándose toda la sorpresa.
—¡Estrellitas! —al principio estaba algo reticente a pillar alguna, ya se las había cargado bastante como para repetir un cigarros de Connor, segunda parte. Sin embargo, Ethan de buena gana estaba ofreciéndoselas así que pilló una, dos, tres… Las cinco estrellas una por una terminaron en su posesión, mirándolas mientras escuchaba como funcionaban—. ¡Dan deseos GUAAAOOOO, que guay que guapoooo! E- Gracias por darme una cosa tan guapísima —le sonrió enseñando con orgullo la mella enorme en el lugar de su paleta, pensando en los deseos y, sobre todo, ya supo a qué persona regalarle una y, si eso, dos. Aun tenía un pequeño resquemor pero no quería estar así para siempre.
Estuvo esperando uno por uno a los que iban a aventurarse y cuando bajó el puente, apoyó su mano en el arma para empezar la aventura.
Necesitaban comida, para eso debían adentrarse otra vez en el sitio ese de los grititos que daban por culo. También estaba plagado de cenizas, un sitio la mar de desagradable pero por tal de que tuviesen chicha que llevarse a la boca eso rentaba mucho para el crío. Sin embargo, por mucha valentía ciega que tuviese, algún que otro grito de dolor le llegaba a sorprender e incluso lse le erizaban los pelos de la nuca, torciendo el gesto con desagrado. No había nada ni nadie, solo ruido y mucho polvo asqueroso, solo era eso. ¿Habrían puesto altavoces para meter canguelo?
Por fin había bajado el tinglado en forma de bañera flotante, tocando el suelo. Damian se frotó las manos, listo para llevar cositas a casa. Aparentemente no había rastro del pajarruco de los cojones, era un buen momento.
—¡Dame, dame! —mientras bajaban las cestas, Damian se llevó un par de ellas a los hombros, eran un par que no pesaban ni mucho ni poco, podría con ellas todo el camino y en eso estaba confiado—. ¡Equipao! ¡Os espero! —dando un pequeño baile, meneandose de izquierda a derecha, declaró su impaciencia.
- Harek
Ficha de cosechado
Nombre: Rick
Especie: Humano
Habilidades: Puntería, habilidad mental y carismaPersonajes :- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
- Rick: humano, neoyorquino
- Erknest: humano, italiano/inglés Kamaitachi
Síntomas : A veces tendrá ataques de claustrofobia. Sus irises dejan de ser círculos perfectos, y en ocasiones sus ojos serán brevemente fosforescentes en la oscuridad.
Armas :- Rick: Sable y arco
- Erknest: "Espada legendaria" y cuchillas de aire
Status : The journey never ends
Humor : Cualquier cosa me vale.
- Chromsa/Padre Foresta: campesino ochrorio Brujo de las hojas marchitas/Fauno cabra
Re: Barrio Quemado
01/05/24, 12:50 am
-Está bien. Vamos a ver que tenemos y preparamos algo chulo- dijo calmado con un poquito de ánimo para el pequeño. No le había pasado desapercibido las miradas y el silencio entre los niños, pero poco podía hacer para ayudar a solucionar aquello. Lo ocurrido esa noche todavía seguía fresco y, si ya tenían que lidiar con las advertencias del resto, se imaginaba que el enfado entre ellos también les pesaba. -(Al final son niños, supongo que acabarán perdonándose tarde o temprano)- pensó, convenciéndose a la vez que recordaba lo hablado horas atrás.
El grupo no tardó en bajar y empezar con un muy escueto desayuno. La mañana anterior el neoyorquino se había fijado de que necesitaban traer más cestas pronto, pero había calculado erróneamente que les daría al menos para empezar ese día. -(Tal vez nos pasamos con el desayuno de ayer)- intentó buscarle un motivo a lo poquísimo que tenían ahora en las alacenas, aunque ya daba igual. Con lo que tenían prepararon algo para los niños y poco más, aunque al menos quedó vistoso con las formas de conejo, un intento de darle un toque especial a una comida escueta.
-Lo veo bien- respondió a la pregunta de le sanaí para luego apurar lo que quedaba de un triste vaso de agua, que debía apañárselas para llenar su estómago hasta que volvieran de abastecerse. Tal como había mencionado Connor, vérselas con esas ratas no le apetecía en absoluto luego de todo lo ocurrido, así que el barrio de cenizas era la mejor opción. Un paseo para despejarse no le vendría mal y tal vez tuvieran suerte y Sutileza no les rondara ese día. Al menos el cansancio se vio desplazado por una pequeña luz por parte de Damian, al que el chico le dedicó una levísima sonrisa. Habían aprendido la lección a pesar del buen susto que se habían llevado todos.
El neoyorquino fue rápido a por su arco y su sable y poco después ya estaban poniéndose en marcha hacia el punto donde descargaban las bañeras. Con la de veces que habían caminado hasta allí más o menos se había quedado con el camino y, como iba a ser una salida corta, prefirió dejar el mapa en el torreón. Con el arco en mano, Rick avanzó atento a que estuvieran siguiendo la ruta correcta y a sus alrededores, como de costumbre pendiente por si descubrían algún peligro. Durante la marcha estuvo en silencio, intentando disfrutar de la calma que les rodeaba por el momento mientras intentaba no pensar en las quejas de sus tripas. En una de las conversaciones mentales que tuvo para alejarlas, cayó en la cuenta de que no les vendría nada mal encontrar más cosas. Por el momento aún con las contadas exploraciones no habían dado con nada como el recetario-grimorio del faro, aunque a esas alturas se conformaba con más papel o cualquier otra cosa que les sirviera mínimamente.
Las cenizas y los llantos les dieron la bienvenida como habitualmente a esa parte de la ciudad. Seguía sin acostumbrarse al mal rollo, pero había aprendido a dejarlo en un segundo plano por su salud mental, ya fuera ocupando su mente con alguna canción o las últimas teorías o bien, si todo parecía seguro, empezando alguna conversación con quien tuviera cerca. Esa vez fue lo primero y no tuvo que mantenerlo mucho hasta que vieron aparecer las cestas.
Rick vigiló en un primer momento los alrededores en busca del pájaro o cualquier otra cosa, pero por suerte todo seguía tranquilo. -(Menos mal)- se sintió un poco más aliviado mientras se iba acercando a la comida. Antes de pillar nada, se fijo con cuidado en el contenido por si notaba algún signo de veneno, pero de nuevo todo parecía correcto. Satisfecho, empezó a guardar su arma y ayudar a cargar las provisiones. -Bueno, pues vamos de vuelta al torreón- dijo al aire con una cesta ya en la mano.
El grupo no tardó en bajar y empezar con un muy escueto desayuno. La mañana anterior el neoyorquino se había fijado de que necesitaban traer más cestas pronto, pero había calculado erróneamente que les daría al menos para empezar ese día. -(Tal vez nos pasamos con el desayuno de ayer)- intentó buscarle un motivo a lo poquísimo que tenían ahora en las alacenas, aunque ya daba igual. Con lo que tenían prepararon algo para los niños y poco más, aunque al menos quedó vistoso con las formas de conejo, un intento de darle un toque especial a una comida escueta.
-Lo veo bien- respondió a la pregunta de le sanaí para luego apurar lo que quedaba de un triste vaso de agua, que debía apañárselas para llenar su estómago hasta que volvieran de abastecerse. Tal como había mencionado Connor, vérselas con esas ratas no le apetecía en absoluto luego de todo lo ocurrido, así que el barrio de cenizas era la mejor opción. Un paseo para despejarse no le vendría mal y tal vez tuvieran suerte y Sutileza no les rondara ese día. Al menos el cansancio se vio desplazado por una pequeña luz por parte de Damian, al que el chico le dedicó una levísima sonrisa. Habían aprendido la lección a pesar del buen susto que se habían llevado todos.
El neoyorquino fue rápido a por su arco y su sable y poco después ya estaban poniéndose en marcha hacia el punto donde descargaban las bañeras. Con la de veces que habían caminado hasta allí más o menos se había quedado con el camino y, como iba a ser una salida corta, prefirió dejar el mapa en el torreón. Con el arco en mano, Rick avanzó atento a que estuvieran siguiendo la ruta correcta y a sus alrededores, como de costumbre pendiente por si descubrían algún peligro. Durante la marcha estuvo en silencio, intentando disfrutar de la calma que les rodeaba por el momento mientras intentaba no pensar en las quejas de sus tripas. En una de las conversaciones mentales que tuvo para alejarlas, cayó en la cuenta de que no les vendría nada mal encontrar más cosas. Por el momento aún con las contadas exploraciones no habían dado con nada como el recetario-grimorio del faro, aunque a esas alturas se conformaba con más papel o cualquier otra cosa que les sirviera mínimamente.
Las cenizas y los llantos les dieron la bienvenida como habitualmente a esa parte de la ciudad. Seguía sin acostumbrarse al mal rollo, pero había aprendido a dejarlo en un segundo plano por su salud mental, ya fuera ocupando su mente con alguna canción o las últimas teorías o bien, si todo parecía seguro, empezando alguna conversación con quien tuviera cerca. Esa vez fue lo primero y no tuvo que mantenerlo mucho hasta que vieron aparecer las cestas.
Rick vigiló en un primer momento los alrededores en busca del pájaro o cualquier otra cosa, pero por suerte todo seguía tranquilo. -(Menos mal)- se sintió un poco más aliviado mientras se iba acercando a la comida. Antes de pillar nada, se fijo con cuidado en el contenido por si notaba algún signo de veneno, pero de nuevo todo parecía correcto. Satisfecho, empezó a guardar su arma y ayudar a cargar las provisiones. -Bueno, pues vamos de vuelta al torreón- dijo al aire con una cesta ya en la mano.
- TakGM
Ficha de cosechado
Nombre: Airi
Especie: Sanaí
Habilidades: Habilidad manual, memoria, imaginación.Personajes :
● Gael/Koval: fuego fatuo terrícola.
● Kin: demonio raigaurum irrense.
● Ayne: anima sinhadre.
● Eara: sinhadre sin esencia.
● Nime: demonio mineral libense.
● Iemai: cercana, fallecida.
● Airi: sanaí.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Tendencia a alargar sus baños. Tiene episodios de disociación esporádicos cuando sale al patio.
Armas :
● Gael/Koval: espadas rectas, maza y quimeras.
● Kin: alfanje y guan dao.
● Ayne: sable.
● Eara: ballesta de repetición.
● Nime: dagas.
● Airi: vara y arco.
Status : (ノ☉ヮ⚆)ノ ⌒*:・゚✧
Re: Barrio Quemado
01/05/24, 05:34 pm
Nadie se opuso a su primera opción, así que al cabo de un rato y tras recoger los platos estaban camino al barrio espeluznante. Airi solo se preparó con ropa cómoda y cogió su vara habitual para ayudarse en el camino y a cargar las cestas. Dudó si llevar el arco consigo, pero al final consideró que solo sería peso muerto cuando todavía no se veía en posición de acertar un tiro en pocos segundos.
Durante la caminata estuvo pendiente de los niños sin decirles nada, preocupade como lo estaban otros por su relación fría desde lo que había ocurrido la noche anterior. Airi pensaba que Aniol había dormido en la otra habitación al verle aparecer con Nohlem tras los gritos de Damian, algo que le había aliviado. Estaba segure de que poco a poco podrían limar sus diferencias, y de momento de poco servía que los forzasen a hablar o nada parecido. Cuando quisiesen ayuda o la necesitasen estarían allí para ellos.
Durante la caminara fue despertando el hambre que le sanaí creía que no tenía después del susto de aquella mañana. La visión de los navíos a lo lejos en el cielo casi le hacía salivar, pensando en que si todo iba como debería, pronto estaría saboreando alguna pieza de fruta que llenase ese molesto agujero en su estómago.
Mientras las cestas descendían miró a su alrededor, y al cielo. Prestó especial atención a los sonidos de su entorno y esperó con la vara agarrada con manos sudorosas. No tenía por qué pasar nada, y menos si llegaban antes que las alimañas, de las que aquella zona casi estaba libre, probablemente porque allí no había nada más que los lamentos que llevaba el aire. Por otro lado, aquel día si había cestas a bordo del navío, así que todo parecía ir bien. Cuando las tuvieron delante, tampoco parecía que nadie las hubiese tocado aún.
—¡Perfecto! Vamos —soltó con nerviosismo mientras colocaba un par de cestas haciendo equilibrios en los extremos de la vara. No quería entretenerse. Estaban tan bajos de provisiones que no podían arriesgarse a perderlas.
Sus deseos se vieron frustrados cuando una llamada le hizo pararse en seco. Sus pies se detuvieron para oír mejor, tratando de diferenciar aquel sonido nuevo entre tantos otros ecos de lamentos.
—¿Hay alguien ahí? ¡Ayuda, por favor! —pedía una voz femenina, amortiguada al provenir del interior de algún edificio cercano—. ¿Podéis oírme?
Su tono de urgencia se entrecortaba con quejidos, como si el dolor le estuviese impidiendo respirar correctamente.
Durante la caminata estuvo pendiente de los niños sin decirles nada, preocupade como lo estaban otros por su relación fría desde lo que había ocurrido la noche anterior. Airi pensaba que Aniol había dormido en la otra habitación al verle aparecer con Nohlem tras los gritos de Damian, algo que le había aliviado. Estaba segure de que poco a poco podrían limar sus diferencias, y de momento de poco servía que los forzasen a hablar o nada parecido. Cuando quisiesen ayuda o la necesitasen estarían allí para ellos.
Durante la caminara fue despertando el hambre que le sanaí creía que no tenía después del susto de aquella mañana. La visión de los navíos a lo lejos en el cielo casi le hacía salivar, pensando en que si todo iba como debería, pronto estaría saboreando alguna pieza de fruta que llenase ese molesto agujero en su estómago.
Mientras las cestas descendían miró a su alrededor, y al cielo. Prestó especial atención a los sonidos de su entorno y esperó con la vara agarrada con manos sudorosas. No tenía por qué pasar nada, y menos si llegaban antes que las alimañas, de las que aquella zona casi estaba libre, probablemente porque allí no había nada más que los lamentos que llevaba el aire. Por otro lado, aquel día si había cestas a bordo del navío, así que todo parecía ir bien. Cuando las tuvieron delante, tampoco parecía que nadie las hubiese tocado aún.
—¡Perfecto! Vamos —soltó con nerviosismo mientras colocaba un par de cestas haciendo equilibrios en los extremos de la vara. No quería entretenerse. Estaban tan bajos de provisiones que no podían arriesgarse a perderlas.
Sus deseos se vieron frustrados cuando una llamada le hizo pararse en seco. Sus pies se detuvieron para oír mejor, tratando de diferenciar aquel sonido nuevo entre tantos otros ecos de lamentos.
—¿Hay alguien ahí? ¡Ayuda, por favor! —pedía una voz femenina, amortiguada al provenir del interior de algún edificio cercano—. ¿Podéis oírme?
Su tono de urgencia se entrecortaba con quejidos, como si el dolor le estuviese impidiendo respirar correctamente.
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Personajes :
● Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
● Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
● Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
● Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
● Lethe: Horus, enderth.
● Rägjynn: mjörní.
● Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.
Armas :
● Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
● Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
● Irianna: arco y estoque.
● Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
● Lethe: arco y lanza.
● Rägjynn: jō.
● Naeleth: arco, sai y báculo.
Status : Gin: do the windy thing.
Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.
Re: Barrio Quemado
01/05/24, 06:11 pm
Por su parte, la decisión de qué desayunar fue sencilla: ante la escasez de provisiones el mjörní simplemente se llevó un plato con algunos grillos para comérselos fuera de la vista del resto. A aquellas alturas sabía que a la mayoría le desagradaban hasta ese punto y no quería incomodar a nadie. Se sentía un poco afortunado ser de los pocos que comiese insectos como parte integral de su dieta, pues eran lo único que abundaba cuando empezaba a escasear la comida; y al mismo tiempo la mayoría no quería ni verlos, así que no tenía que sentirse culpable por servirse una cantidad decente de ellos.
Tras el pequeño respiro que fue ver el intercambio entre Ethan y Damian, el segundo muy ilusionado con el bonito regalo que le estaba haciendo el británico, no había más tiempo que perder y muy pronto todos estaban listos para salir en busca de provisiones. Rägjynn no era una excepción y esperaba con su jō a que alguno de los que se quedaban bajase el puente.
El camino fue tranquilo, aunque no en el interior del mjörní, quien estaba completamente alerta todo el tiempo. La tranquilidad también era un concepto relativo en aquel lugar tiznado por una catástrofe, donde el viento arrastraba unos espeluznantes lamentos sempiternos como si las alamas de las víctimas del fuego permaneciesen atrapadas en el suceso. Al menos, nunca habían mostrado ser peligrosos, aunque eso no los hacía más agradables. Al igual que muchos de sus compañeros, Räg intentaba ahogar su sonido tarareando canciones en su mente o enfocándose en las acciones que hacía de forma innecesariamente de tallada: dos pasos al frente, un pequeño desvío a la derecha para evitar una montaña de escombros, apretar un poco más el paso a la vista de las provisiones… Y, por supuesto, observar alrededor frenéticamente. Sabía que todos sentían la misma tensión ante la posibilidad de la aparición de Sutileza, y el peso de la incertidumbre se sumaba a la ya de por sí cargada atmósfera de aquel lugar.
Pero aquel día no había rastro de él. Räg cogió un par de cestas y, en cuanto se aseguró de que todo seguía bien, echó a andar junto al resto del grupo, estando pendiente especialmente de los niños. Por un breve instante se creó la ilusión de un viaje breve sin incidentes: habían llegado, recogido las provisiones y se iban… Sin embargo, parecía que la ciudad tenía otros planes aquel día, aunque no fueran los que estaban anticipando.
La voz que parecía pertenecer a una chica joven salía de algún lugar cercano y el mjörní se detuvo enseguida al escucharla. Sin pensarlo mucho, se acercó al lugar del que provenía: uno de los tantos edificios ruinosos. Lo hizo caminando despacio, pendiente de su entorno, y cuando estuvo lo suficientemente cerca decidió dejar sus cestas en el suelo a su lado por si necesitaba conjurar algún hechizo. No tenía claro que ninguno de los que conocían fuese a servir para nada, pero también necesitaba las manos libres en caso de tener que recurrir a su arma. De hecho, ante ese pensamiento, empuñó el jō y se asomó a un agujero que permitía ver el interior.
—¿Ho-hola? ¿Qué sucede? —comenzó a preguntar con nerviosismo.
Uno de los principales motivos por los que se había acercado primero era porque no quería alzar la voz, ni que la otra persona lo hiciera. Pudo ver a través del hueco el rostro de una chica que parecía humana o libense, aunque tenía la piel de un tono distinto al de sus compañeros.
La chica pareció sentir alivio enseguida al escuchar la voz de otra persona.
—¡Sí que había alguien, menos mal! No sé si me ves, pero estoy atrapada bajo los escombros. Creo que me he roto algo y me da miedo intentar moverme por si el edificio se sigue derrumbando —explicó con cierta angustia en su tono—. Hay… Hay una entrada lo suficientemente grande por uno de los laterales.
Cualquiera que se acercase a donde había indicado podría confirmar que efectivamente era tal y como lo habían oído: verían a una chica gorda, de pelo verde y piel amarillenta. Se encontraba sepultada bajo una montaña de escombros, incluida una enorme viga que parecía haberle caído justo sobre las piernas.
Tras el pequeño respiro que fue ver el intercambio entre Ethan y Damian, el segundo muy ilusionado con el bonito regalo que le estaba haciendo el británico, no había más tiempo que perder y muy pronto todos estaban listos para salir en busca de provisiones. Rägjynn no era una excepción y esperaba con su jō a que alguno de los que se quedaban bajase el puente.
El camino fue tranquilo, aunque no en el interior del mjörní, quien estaba completamente alerta todo el tiempo. La tranquilidad también era un concepto relativo en aquel lugar tiznado por una catástrofe, donde el viento arrastraba unos espeluznantes lamentos sempiternos como si las alamas de las víctimas del fuego permaneciesen atrapadas en el suceso. Al menos, nunca habían mostrado ser peligrosos, aunque eso no los hacía más agradables. Al igual que muchos de sus compañeros, Räg intentaba ahogar su sonido tarareando canciones en su mente o enfocándose en las acciones que hacía de forma innecesariamente de tallada: dos pasos al frente, un pequeño desvío a la derecha para evitar una montaña de escombros, apretar un poco más el paso a la vista de las provisiones… Y, por supuesto, observar alrededor frenéticamente. Sabía que todos sentían la misma tensión ante la posibilidad de la aparición de Sutileza, y el peso de la incertidumbre se sumaba a la ya de por sí cargada atmósfera de aquel lugar.
Pero aquel día no había rastro de él. Räg cogió un par de cestas y, en cuanto se aseguró de que todo seguía bien, echó a andar junto al resto del grupo, estando pendiente especialmente de los niños. Por un breve instante se creó la ilusión de un viaje breve sin incidentes: habían llegado, recogido las provisiones y se iban… Sin embargo, parecía que la ciudad tenía otros planes aquel día, aunque no fueran los que estaban anticipando.
La voz que parecía pertenecer a una chica joven salía de algún lugar cercano y el mjörní se detuvo enseguida al escucharla. Sin pensarlo mucho, se acercó al lugar del que provenía: uno de los tantos edificios ruinosos. Lo hizo caminando despacio, pendiente de su entorno, y cuando estuvo lo suficientemente cerca decidió dejar sus cestas en el suelo a su lado por si necesitaba conjurar algún hechizo. No tenía claro que ninguno de los que conocían fuese a servir para nada, pero también necesitaba las manos libres en caso de tener que recurrir a su arma. De hecho, ante ese pensamiento, empuñó el jō y se asomó a un agujero que permitía ver el interior.
—¿Ho-hola? ¿Qué sucede? —comenzó a preguntar con nerviosismo.
Uno de los principales motivos por los que se había acercado primero era porque no quería alzar la voz, ni que la otra persona lo hiciera. Pudo ver a través del hueco el rostro de una chica que parecía humana o libense, aunque tenía la piel de un tono distinto al de sus compañeros.
La chica pareció sentir alivio enseguida al escuchar la voz de otra persona.
—¡Sí que había alguien, menos mal! No sé si me ves, pero estoy atrapada bajo los escombros. Creo que me he roto algo y me da miedo intentar moverme por si el edificio se sigue derrumbando —explicó con cierta angustia en su tono—. Hay… Hay una entrada lo suficientemente grande por uno de los laterales.
Cualquiera que se acercase a donde había indicado podría confirmar que efectivamente era tal y como lo habían oído: verían a una chica gorda, de pelo verde y piel amarillenta. Se encontraba sepultada bajo una montaña de escombros, incluida una enorme viga que parecía haberle caído justo sobre las piernas.
- Raven
Ficha de cosechado
Nombre: Ethan
Especie: Humano
Habilidades: Buen oído, valor y motivaciónPersonajes : Ethan: Humano, Ingles/Japonés 1.75
Síntomas : En ocasiones, se le desenfocará brevemente la vista. El amuleto curativo se carga el doble de rápido a su contacto y además es más eficaz si lo usa sobre sí mismo.
Armas : Ethan Lanza partesana y una daga
Status : Ciego y cojo, el chiste se cuenta solo.
Re: Barrio Quemado
01/05/24, 10:12 pm
Obviamente no podía ser tan fácil, nunca lo era.
Ethan estaba esperando a escasos metros de las cestas, apoyado paciente sobre su lanza. Los susurros agónicos seguían persistiendo sin tregua pero al menos, ahora que veía la obtención de comida como todo un éxito, podía ocupar parte de su mente ideando nuevas recetas de comida. Así fue al menos hasta que una voz mucho más viva y clara llegó a sus oídos. Su primera reacción fue miedo abandonando su pose relajada para apuntar el arma en dirección al ruido, luego fue confusión pues aún no bajando del todo su única defensa decidió acercarse junto al lagarto.
- Räg espera no sabemos que-
Entonces llegó la preocupación, como una maza tan fuerte y pesada que sintió el aire abandonar sus pulmones. Observando por encima de su compañero se encontró con la silueta enterrada de lo que parecía ser una mala broma. No era un monstruoso pájaro de escamas oscuras y voz angelical, ni el contorno ennegrecido de una calavera coronada con ojos, lo que tenía enfrente no era más que una chica joven, como ellos, como Aria cuando le tocó vagar sola por aquella horrenda ciudad.
Era humana.
Debido a la impresión inicial Ethan no se mantuvo más tiempo tratando de concretar la imagen visual. No fue hasta que siguió sus órdenes que se encontró con una piel enfermizamente amarilla y un pelo extrañamente verde. Poco importaba cuando lo que estaba en juego era la vida de esa desconocida. En una ciudad plagada de monstruos no pensaba simplemente abandonar a otro como ellos, no cuando eran tan pocos y no había ningún peligro a la vista.
-Ah, ehm, hola, vamos a intentar sacarte, trata de mantenerte todo lo calmada que puedas, ¿Vale?
Los cascotes era una problemática, pero lo que más impresión le dio fue la viga que dejaba atorada ambas piernas. Quizá fue una curiosa empatía, un miedo tan natural como era el que pudiera perder ambos miembros o el mero hecho de que parecía el objeto más peligroso que decidió ir primero hacía allí. Saltó torpemente de entre los cascotes sueltos para poder ir al lado más alejado y dejando la lanza tirada tomó por ambos costados la viga. Notó al momento la fuerza contraría, el peso era demasiado para una sola persona y por mucho que pudiera rascar un par de centímetros simplemente no podría hacerlo solo, suerte para él que no lo estaba.
-¡Chicos, Connor! ¡Necesito ayuda! -Se interrumpió con un gruñido en forma de lamento. - Joder, no nos vamos de aquí sin ti, solo aguanta un poco más.
Definitivamente, la ciudad no iba a dejar de sorprenderlos.
Ethan estaba esperando a escasos metros de las cestas, apoyado paciente sobre su lanza. Los susurros agónicos seguían persistiendo sin tregua pero al menos, ahora que veía la obtención de comida como todo un éxito, podía ocupar parte de su mente ideando nuevas recetas de comida. Así fue al menos hasta que una voz mucho más viva y clara llegó a sus oídos. Su primera reacción fue miedo abandonando su pose relajada para apuntar el arma en dirección al ruido, luego fue confusión pues aún no bajando del todo su única defensa decidió acercarse junto al lagarto.
- Räg espera no sabemos que-
Entonces llegó la preocupación, como una maza tan fuerte y pesada que sintió el aire abandonar sus pulmones. Observando por encima de su compañero se encontró con la silueta enterrada de lo que parecía ser una mala broma. No era un monstruoso pájaro de escamas oscuras y voz angelical, ni el contorno ennegrecido de una calavera coronada con ojos, lo que tenía enfrente no era más que una chica joven, como ellos, como Aria cuando le tocó vagar sola por aquella horrenda ciudad.
Era humana.
Debido a la impresión inicial Ethan no se mantuvo más tiempo tratando de concretar la imagen visual. No fue hasta que siguió sus órdenes que se encontró con una piel enfermizamente amarilla y un pelo extrañamente verde. Poco importaba cuando lo que estaba en juego era la vida de esa desconocida. En una ciudad plagada de monstruos no pensaba simplemente abandonar a otro como ellos, no cuando eran tan pocos y no había ningún peligro a la vista.
-Ah, ehm, hola, vamos a intentar sacarte, trata de mantenerte todo lo calmada que puedas, ¿Vale?
Los cascotes era una problemática, pero lo que más impresión le dio fue la viga que dejaba atorada ambas piernas. Quizá fue una curiosa empatía, un miedo tan natural como era el que pudiera perder ambos miembros o el mero hecho de que parecía el objeto más peligroso que decidió ir primero hacía allí. Saltó torpemente de entre los cascotes sueltos para poder ir al lado más alejado y dejando la lanza tirada tomó por ambos costados la viga. Notó al momento la fuerza contraría, el peso era demasiado para una sola persona y por mucho que pudiera rascar un par de centímetros simplemente no podría hacerlo solo, suerte para él que no lo estaba.
-¡Chicos, Connor! ¡Necesito ayuda! -Se interrumpió con un gruñido en forma de lamento. - Joder, no nos vamos de aquí sin ti, solo aguanta un poco más.
Definitivamente, la ciudad no iba a dejar de sorprenderlos.
- Aes
Ficha de cosechado
Nombre: Aniol
Especie: Humano
Habilidades: habilidad manual, automotivación, olfato fino.
Personajes : ●Ruth: Humana (Israel)
Demonio de Fuego
●Tayron: Humano (Bélgica)
Lémur
●Fleur: Humana (Francia)
Siwani
●Aniol: Humano (Polonia)
Unidades mágicas : 03/12
Síntomas : Querrá salir más del torreón. En ocasiones, aparecerán destellos de luz a su alrededor que duran un instante.
Status : KANON VOY A POR TI
Humor : Me meo ;D
Re: Barrio Quemado
02/05/24, 09:36 am
Aniol observó con silencio desganado como Nohlem se quitaba el arco para prepararse. Se trataba de un gesto rutinario que de alguna manera le otorgaba seguridad, quizás por la fluidez de los movimientos del granta, tal vez por la promesa pasada de representar una defensa veraz y contundente.
No fue lo único que relajó el corazón desbocado del niño. Avistar la bañera con su correspondiente perorata era un bálsamo familiar que además le advertía que aquel bocado en el estómago no solo era producto de los nervios por Damian, sino que se encontraba hambriento.
Pero algo que se sobrepuso a los lamentos pusilánimes llegó a sus oídos, perturbándole de la misma forma que detuvo los pies de Airi. El polaco miró hacia varios lados con confusión antes de que Räg se dirigiera con éxito al lugar de dónde procedía la voz que pedía auxilio. No le sorprendió que Ethan no tardara en seguirle pretendiendo aunar refuerzos por lo que esbozó una mueca triste, su grupo se desvivía por ayudar siempre al que lo necesitaba y él se había portado tan mal con ellos...
Para entonces ya se había hecho a un lado, así estorbaría lo menos posible ante algo que requería cierta urgencia. Le dedicó una mirada de inquietud al varmano para después hacer lo propio con Rick. Todo le daba una pizca de miedo así que solo intercedió para recoger la cesta que el mjorní había colocado en el suelo en pos de tener ambas manos libres.
—Esta... para mí —desde su posición podía divisar los escombros pero no se adentró tanto por ninguna abertura como para vislumbrar a la chica atrapada.
¿Tendría hambre? ¿Sed? Su mente ya viajaba a mil por hora como el tren del "Polar Express" que recogía niños necesitados de todas las procedencias posibles. La llegada de Aria días más tarde les demostraba que era posible sobrevivir allí fuera si tenías suerte. Esperaba que la suerte fuera mejor amiga que él.
No fue lo único que relajó el corazón desbocado del niño. Avistar la bañera con su correspondiente perorata era un bálsamo familiar que además le advertía que aquel bocado en el estómago no solo era producto de los nervios por Damian, sino que se encontraba hambriento.
Pero algo que se sobrepuso a los lamentos pusilánimes llegó a sus oídos, perturbándole de la misma forma que detuvo los pies de Airi. El polaco miró hacia varios lados con confusión antes de que Räg se dirigiera con éxito al lugar de dónde procedía la voz que pedía auxilio. No le sorprendió que Ethan no tardara en seguirle pretendiendo aunar refuerzos por lo que esbozó una mueca triste, su grupo se desvivía por ayudar siempre al que lo necesitaba y él se había portado tan mal con ellos...
Para entonces ya se había hecho a un lado, así estorbaría lo menos posible ante algo que requería cierta urgencia. Le dedicó una mirada de inquietud al varmano para después hacer lo propio con Rick. Todo le daba una pizca de miedo así que solo intercedió para recoger la cesta que el mjorní había colocado en el suelo en pos de tener ambas manos libres.
—Esta... para mí —desde su posición podía divisar los escombros pero no se adentró tanto por ninguna abertura como para vislumbrar a la chica atrapada.
¿Tendría hambre? ¿Sed? Su mente ya viajaba a mil por hora como el tren del "Polar Express" que recogía niños necesitados de todas las procedencias posibles. La llegada de Aria días más tarde les demostraba que era posible sobrevivir allí fuera si tenías suerte. Esperaba que la suerte fuera mejor amiga que él.
"Ya No Hay Fuego, Pero Sigue Quemando."
"Son Un Sentimiento Suspendido En El Tiempo, A Veces Un Evento Terrible Condenado A Repetirse."
"Deja Que Tu Fe Sea Más Grande Que Tus Miedos."
"¡Se Lo Diré Al Señor Santa!"
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carismaPersonajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Barrio Quemado
02/05/24, 03:13 pm
Su oído fue más rápido que su vista. Mientras sus ojos reparaban en las cestas que se iban repartiendo sus compañeros, sus orejas tiesas aguardaban por si aparecía un par extra de pasos, gruñidos o aleteos entre los lamentos fantasmales. Lo que no se hubiera esperado es que fuera una voz, tan humana y sincera como la de cualquiera. Nohlem se giró en su dirección tratando de dar con la fuente, arco por delante aún sin apuntar pues si algo había aprendido de aquel sitio es que hasta las voces bonitas podían ir pegadas a un ser hediondo. Su primera reacción bien enseñada fue la de no fiarse, el quedarse quieto en el sitio a pesar del socorro, (¿quién les decía a ellos que el pájaro cantor no había aprendido un nuevo tono?), con lo que sus compañeros se acercaron antes. Una de sus orejas apuntó atrás con desagrado, con miedo incluso por la rapidez que tuvo Räg en su reacción, una muralla de desconfianza que terminó por caer bajo su propio peso hasta dejar desnuda la empatía. El varmano, que había estado aguantando el aire, lo soltó.
—Mierda —masculló, acercándose al lugar. Su preocupación no iba solo con la desconocida, sino con sus palabras, "el edificio se sigue derrumbando". Suspiró otra vez, rápido y tenso por como Ethan se sumaba y buscaba más ayuda, momento en el que fugazmente se encontró con la mirada de Aniol, un espejo de la propia. "Mierda". Arrugó el morro, vista de nuevo al frente—. ¡Voy! —antes de andar a paso ligero se volvió al polaco—. Qué... Quédate aquí, ¿vale? Es peligroso —añadió mientras se echaba el arco al hombro, pidiéndole distancias con la mano aún si no hacía falta. En el fondo sabía que el crío y él estaban igual de acobardados. Lo cual... no hablaba muy bien de él.
Con otro hondo suspiro se pegó a la entrada, desde donde podía ver tanto los intentos de sus compañeros como la estructura y la chica atrapada en ella. Por todos los Santos y la savia de sus árboles, NO quería entrar ahí. Ojalá pudiera alegrarle el encuentro con otra superviviente, pero no estaba siendo el caso. Ni siquiera la efímera esperanza a que fuera varmana por su pelo verde duró mucho. Agachando la cabeza y con los ojos puestos en el techo (o lo que quedaba de él) se coló dentro, con mucha cautela y menos predisposición. Había dormido a cachos, estaba débil y sin desayunar, y aún con todo lo intentaría. Cuanto antes salieran de ahí, mejor.
—Santos —se quejó al hacer fuerza, otro intento con Ethan—. ¿Cómo te has quedado aquí?
Porque esa era otra. ¿Qué hacía ahí dentro? ¿Había sobrevivido sola? ¿Estaba esperando las cestas?
—Mierda —masculló, acercándose al lugar. Su preocupación no iba solo con la desconocida, sino con sus palabras, "el edificio se sigue derrumbando". Suspiró otra vez, rápido y tenso por como Ethan se sumaba y buscaba más ayuda, momento en el que fugazmente se encontró con la mirada de Aniol, un espejo de la propia. "Mierda". Arrugó el morro, vista de nuevo al frente—. ¡Voy! —antes de andar a paso ligero se volvió al polaco—. Qué... Quédate aquí, ¿vale? Es peligroso —añadió mientras se echaba el arco al hombro, pidiéndole distancias con la mano aún si no hacía falta. En el fondo sabía que el crío y él estaban igual de acobardados. Lo cual... no hablaba muy bien de él.
Con otro hondo suspiro se pegó a la entrada, desde donde podía ver tanto los intentos de sus compañeros como la estructura y la chica atrapada en ella. Por todos los Santos y la savia de sus árboles, NO quería entrar ahí. Ojalá pudiera alegrarle el encuentro con otra superviviente, pero no estaba siendo el caso. Ni siquiera la efímera esperanza a que fuera varmana por su pelo verde duró mucho. Agachando la cabeza y con los ojos puestos en el techo (o lo que quedaba de él) se coló dentro, con mucha cautela y menos predisposición. Había dormido a cachos, estaba débil y sin desayunar, y aún con todo lo intentaría. Cuanto antes salieran de ahí, mejor.
—Santos —se quejó al hacer fuerza, otro intento con Ethan—. ¿Cómo te has quedado aquí?
Porque esa era otra. ¿Qué hacía ahí dentro? ¿Había sobrevivido sola? ¿Estaba esperando las cestas?
- ♪♫♬:
- Seth
Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mentalPersonajes :
● Devoss: Humano (Países Bajos) Licántropo Tigre
● Maila: Humana (Hawaii) Bruja de la Arena
●Connor: Humano (Canadá)
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Sufre episodios de insomnio. Tendrá episodios de vértigo postural, más frecuentes al levantarse tras dormir, que pueden durar desde minutos a varias horas.
Re: Barrio Quemado
02/05/24, 07:15 pm
Las cestas estaban limpias de cualquier rastro de ese puto veneno, y por primera vez en aquella mañana Connor casi se permitió mostrar una leve sonrisa de satisfacción. No parecía que aquel pajarraco cabrón fuera a joderles el día y las calles eran seguras de momento, sin tener en cuenta los putos lamentos que el viento traía y que le hacían fruncir el ceño y obligarse a no escucharlos. Puede que estuviera cansado y de mal humor tras toda una noche sin dormir y aguantando gilipolleces, pero joder... Pensaba arreglar eso en cuanto volvieran al torreón y se comiera dos desayunos seguidos...
Sin embargo estaban en Rocavarancolia, ciudad de monstruos e hijos de puta. Así que no todo podía salir como uno quería.
Una voz femenina y suplicante sonó amortiguada por los muros ruinosos de un edificio y los propios lamentos característicos del lugar. Pero no hubo duda en que todos allí la habían escuchado. La primera reacción de Connor fue levantar la vista de las cestas con rapidez y alzar un poco la maza, más por instinto que porque pensara que tuviera a nadie encima suya. Sus ojos buscando el origen de la voz y su ceño fruncido. El peligro podía ser real, jodidamente real... Quizás lo sentía así porque a pesar de estar unos meses conviviendo con todos ellos y aprendiendo a confiar... Seguía siendo un puto desconfiado ante otras caras nuevas que no pertenecieran al grupo. El motero echó un rápido vistazo hacia las calles de atrás antes de seguir A Räg, Ethan y Nohlem con un bufido cansado. ¿Podían tener un puñetero momento de paz o siempre les iba a salir algo al paso, joder?
-Eh... Esperad, cojones...- Murmuró entre dientes mientras daba un par de pasos para acercarse a ellos, con la maza férreamente agarrada en su mano derecha y los nudillos blancos como el hueso, atento a cualquier cosa. La chica parecía humana, con una piel amarillenta y pelo verde que Connor obvió sin mucha importancia. Más lo era que estuviera jodidamente atrapada por una viga y diversos cascotes en un edificio que estaba a punto de derrumbarse. En ocasiones como esas donde veía a sus compañeros terminando por ayudarla, algunos más reticentes que otros en un inicio como Nohlem, no podía evitar pensar lo fácil que sería sobrevivir allí con los Wyverns: "Recoger las cestas y que ten por culo, desconocida..." Una cosa era recoger rápidamente a Aria de la puta calle y otra muy distinta entrar en ese edificio que se caía a cachos, joder... El motero terminó por soltar otro bufido cansado y negó con la cabeza en un intento por despejar aquellos pensamientos, frutos de la puta mala hostia y el cansancio acumulado. <<No estoy con los Wyverns... Y ahora todo es diferente>>. Dejó caer la maza al suelo.
Y después se acercó a ellos y ocupó un espacio vacío entre Räg y Nohlem, antes de empezar a tirar también de aquella enorme y pesada viga... Sus piernas bien posicionadas para ganar estabilidad.
-¿Y tú como te llamas, joder?- Se sumó a la ronda de preguntas con tono curioso pero sobre todo amargo y cansino. Un quejido de esfuerzo en aquella lucha contra la viga. Sus ojos se desviaron hacia sus piernas sepultadas por un instante. Esperaba que fuera capaz de andar, porque realmente estaba hasta los cojones de cargarse gente a la espalda como un puto saco...
Sin embargo estaban en Rocavarancolia, ciudad de monstruos e hijos de puta. Así que no todo podía salir como uno quería.
Una voz femenina y suplicante sonó amortiguada por los muros ruinosos de un edificio y los propios lamentos característicos del lugar. Pero no hubo duda en que todos allí la habían escuchado. La primera reacción de Connor fue levantar la vista de las cestas con rapidez y alzar un poco la maza, más por instinto que porque pensara que tuviera a nadie encima suya. Sus ojos buscando el origen de la voz y su ceño fruncido. El peligro podía ser real, jodidamente real... Quizás lo sentía así porque a pesar de estar unos meses conviviendo con todos ellos y aprendiendo a confiar... Seguía siendo un puto desconfiado ante otras caras nuevas que no pertenecieran al grupo. El motero echó un rápido vistazo hacia las calles de atrás antes de seguir A Räg, Ethan y Nohlem con un bufido cansado. ¿Podían tener un puñetero momento de paz o siempre les iba a salir algo al paso, joder?
-Eh... Esperad, cojones...- Murmuró entre dientes mientras daba un par de pasos para acercarse a ellos, con la maza férreamente agarrada en su mano derecha y los nudillos blancos como el hueso, atento a cualquier cosa. La chica parecía humana, con una piel amarillenta y pelo verde que Connor obvió sin mucha importancia. Más lo era que estuviera jodidamente atrapada por una viga y diversos cascotes en un edificio que estaba a punto de derrumbarse. En ocasiones como esas donde veía a sus compañeros terminando por ayudarla, algunos más reticentes que otros en un inicio como Nohlem, no podía evitar pensar lo fácil que sería sobrevivir allí con los Wyverns: "Recoger las cestas y que ten por culo, desconocida..." Una cosa era recoger rápidamente a Aria de la puta calle y otra muy distinta entrar en ese edificio que se caía a cachos, joder... El motero terminó por soltar otro bufido cansado y negó con la cabeza en un intento por despejar aquellos pensamientos, frutos de la puta mala hostia y el cansancio acumulado. <<No estoy con los Wyverns... Y ahora todo es diferente>>. Dejó caer la maza al suelo.
Y después se acercó a ellos y ocupó un espacio vacío entre Räg y Nohlem, antes de empezar a tirar también de aquella enorme y pesada viga... Sus piernas bien posicionadas para ganar estabilidad.
-¿Y tú como te llamas, joder?- Se sumó a la ronda de preguntas con tono curioso pero sobre todo amargo y cansino. Un quejido de esfuerzo en aquella lucha contra la viga. Sus ojos se desviaron hacia sus piernas sepultadas por un instante. Esperaba que fuera capaz de andar, porque realmente estaba hasta los cojones de cargarse gente a la espalda como un puto saco...
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