Barrio Quemado

El churumbel devolvió un leve asentimiento como respuesta al gesto tranquilizador del neoyorquino. Lo cierto es que la sonrisa calmada de Rick logró desvanecer parte de sus nervios. Al menos hasta que todos se dispusieron a ayudar a la desconocida.

No pudo hacer otra cosa que permanecer a un lado intrigado y miedoso a partes iguales. Sus amigos no dudaron en sacar a la chica de los escombros mientras que él a penas se internó con disimulo en el edificio. Si alguien preguntaba diría que estaba vigilando que a las cestas no le salieran de pronto patas de avestruz y éstas salieran corriendo despavoridas por las callejuelas.

No obstante, más allá de los susurros que traía el viento, el silencio de la ciudad era sepulcral y ni siquiera sus intentos por aislarse le impidieron escuchar lo que la joven tuvo que decir.

El pájaro poseía un grupo, al igual que Karin. Su mente no podía comprender si eso era bueno o malo por el momento. ¿Quizás pudieran contarle a sus compañeros lo que Sutileza hizo a Serena?

No tardó en obedecer las palabras de Airi, la preocupación del sanaí le instó a que arrastrara los pies hacia la entrada mientras que su corazón se disparaba cargado de dudas y bombeando con un ritmo tan vertiginoso que solo su propia curiosidad podía satisfacerle.

—Encantadu... yo soy Aniol —el temblor de su voz podía confundirse por la excitación propia de quien se alegraba al contar con un nuevo integrante pero cualquiera que le conociera lo suficiente podía adivinar que en realidad estaba luchando por silenciar sus propios demonios. En sus ojos había miedo por mucho que sus labios perfilaran una sonrisa—. ¿Hay... más niños en tu refugio? —una pregunta que tiempo atrás, como tantas otras cosas, habría tenido importancia, pero que ahora se entremezclaba con la sensación de peligro. Con tan solo diez años empezaba a comprender que camuflarse con el color gris de los adultos a veces podía mantenerlo vivo y que aquel cabello verde no era un pelo de fantasía. Tal vez le recordara al musgo de un bosque húmedo y cruel.

Agarrando uno de los cascotes, Damian atendió a la que se hizo llamar Karin con una sonrisa complacida por su buena vibra, expresión que ensanchó cuando la chica le regaló otra sonrisa y una respuesta aunque no conclusiva, aderezada con agradecimientos.

—¡No hay de qué! ¡Te echamos un cable! —sonriendo siguió a Rick, la nueva parecía maja.

Pero no todo eran buenas noticias. Karin empezó a explicar la situación que la envolvía a ella y, aparentemente, a su grupo. Damian se puso algo más serio, teniendo en cuenta la nueva información que llegó a sus oídos. No solo eran ellos, conque había más como ellos.

Sin embargo al que nunca contó como un ser vivo y ni siquiera como algo humano por mucho que hablase, otra vez fue el foco del desastre y encima con más gente detrás suyo. Damian apretó los dientes, frustrado de tener a ese puto pollo una y otra vez en su vida. Encima tenía que aparecer y joder la vida de los demás, ¿quién puñetas se creía que era el pajarraco feo ese?

Entre las reacciones del resto, Damian sujetó la funda de su arma con una expresión de enfado pero algo compungida pues, por lo que ha dicho, lo tenían cerca. Siempre arrastraba esa sensación, esa espina extraña de que cada vez que veía a ese pájaro algo dentro de él le hacía tener escalofríos, una suerte de mecanismo de supervivencia que le hacía recordar a la pelirroja y como acabó. Quería dejarlo tieso pero eso le ponía nervioso.

La chica salió de entre los escombros y la viga, estaba sucia y con rasguños pero mas allá de eso estaba entera. Daba pasos en círculos, escuchándola de nuevo y soltando bufidos por la nariz. A veces miraba por su alrededor, no había ruido pero había gente dedicada a putear las cestas con comida y no sabía como de cerca estaban. Ese desconocimiento le llevó a estar algo apurado con la situación. Puto pollo.

—¡Mhm! ¡Te vienes un momento y, no se, como han dicho ya buscamos a tus colegas cuando podamos! —asintió y ofreció sin saber por qué y por pura impulsividad. Le bailaban los dedos en la empuñadura—. Eh... Yo-yo me llamo Damian, el gusto es mío —dejando a un lado los nervios levantó una rápida mano para presentarse, tan fugaz como su mirada que no permanecía quieta, desconcentrada por un nervio que no podía controlar. ¿Y si el pollo estaba más cerca?—. ¿En nada nos vamos ya cagando leches? —alzó las cejas al dirigirse al resto, estirando una mueca apurada. No quería estar ahí, ya le había pillado más respeto a los animales desde aquella mañana.

Connor hizo caso omiso a los agradecimientos de la que se presentaba como Karin, mientras seguía empeñado junto a sus compañeros en mover aquella pesada viga de madera. La chica estaba jodidamente atrapada entre los escombros y lo más probable es que no pudiera caminar, pero hasta que no estuviera todo despejado no podían saberlo. El motero tenía muchas dudas, sumado a la desconfianza característica que sentía ante cualquier puñetera cara nueva. Fue cuando la desconocida habló que parte de la fuerza de Connor se desvaneció durante unos segundos: dejó de empujar la viga para solo mantenerla entre sus manos. Un grupo. Pertenecía a un puto grupo y fue atacado por otro... Aquello le puso algo nervioso y Connor frunció el ceño mientras seguía escuchando. Eso no era bueno ni de puta coña. No fue hasta que mencionó a ese "pájaro escamoso" que los ojos de Connor se abrieron como platos, sin llegar a digerir bien la noticia y buscando con la mirada al resto. ¿Ese cabrón hijoputa con alas no era entonces un puto monstruo? ¿O sí lo era pero ese grupo estaba tan loco como para tratar con él? Fuera como fuera ahora la situación con ese pájaro era más peligrosa... Porque ahora sabían que no andaba solo.

-Mierda...- Murmuró entre dientes a la par que una fuerza renovada le instaba a terminar con aquella situación y sacar a Karin de allí. Pronto lograron sacarla de debajo de la viga de madera con cuidado y bajo las indicaciones de Räg, pero Connor no se molestó en tratar de ver cómo estaban sus heridas al ver que algunos de sus compañeros ya se molestaban en hacerlo. En cambio fue a la entrada del edificio donde había dejado en el suelo la maza y la recogió, para luego echar un vistazo al exterior con el rostro ceñudo mientras Aniol se metía un poco más adentro. En el exterior no veía a nadie a la vista, pero eso no significaba que no hubiera nadie... Connor se volvió adentro para seguir escuchando las palabras de Karin.

No tenía las piernas rotas pero no podía andar. No sabía dónde estaba su grupo porque los había perdido, pero tampoco sabría donde estaban los atacantes como era obvio. No sabía NADA que les pudiera ser útil en aquellos momentos, pero parecía que ahora tenían que cargar con ella y llevársela de allí. Por su parte Connor no estaba seguro de una mierda. ¿Era seguro ayudarla sabiendo lo que ahora sabían? Hasta entonces solo habían sufrido las putadas del pájaro... ¿Y si por ayudar a Karin aquel grupo entero iba en su contra? Una parte de él no tenía miedo de que fuera así, la otra recordaba que sobrevivían con niños.... Entonces, ¿por qué cojones algunos de sus compañeros eran tan firmes con llevarla de vuelta al torreón o buscar a sus compañeros más tarde? Por segunda vez en aquel día, pensó que esa situación con los Wyverns habría sido mucho más fácil.

-Connor-. Se presentó de forma escueta mientras echaba un rápido vistazo hacia la entrada. Su expresión era ceñuda, incómoda y tensa. El motero dio un paso hacia adelante antes de responderle a Damian.- Si, nos vamos de aquí cagando leches pero...- Connor dirigiría la mirada hacia el resto de compañeros.- No estoy muy seguro de toda esta mierda, que lo sepáis. Más nos vale que no nos vean ayudarla o vamos a tener un problema peor que el puto veneno...- En aquel instante le daban miedo mucha cosas: el peligro de una represalia, el peligro de que ese grupo estaba ahí fuera cazando a gente.... Pero sobre todo tenía miedo de decir con claridad lo que pensaba, joder... Que creía que lo mejor era dejarla allí después de saber lo que sabían, que no merecía la puta pena preocuparse tanto por esa desconocida. Tenía miedo de lo que pudieran pensar de él por dar aquella opinión. Y aún así tenía que decirlo de alguna forma. -Creo que todo esto es correr un puto riesgo...que no deberíamos...-  Murmuró con la vista fija en sus compañeros y saltando de uno a otro. Finalmente suspiró con cansancio y se encogió de hombros, luego dirigió la mirada hacia Karin mientras le seguía hablando a sus compañeros. -Pero si soy el único que piensa así la cargaré en la puta espalda... Tampoco estamos para discusiones ahora, joder...-

Se dijera lo que se dijera Connor seguiría la estela que marcaran el resto de sus compañeros. No estaba de acuerdo con ayudarla y todo lo aprendido con los Wyverns le decía que era un puto riesgo preocuparse tanto por esa desconocida. Pero justamente se trataba de eso: ya no estaba con los Wyverns. Y para algunos aspectos le gustara o no... Tenía que moverse en la misma dirección que ellos.

Solo pudo ver la reacción de algunos y escuchar las palabras de Airi y Connor, pero no era complicado imaginarse el impacto que había tenido la noticia en todos. Las semanas pasadas habían sido tensas por culpa de los planes de Sutileza para fastidiarles, ahora que sabían que había todo un grupo iban a tener que replantearse mucho, empezando por la idea de capturarlo. ¿Sería posible siquiera? De momento tenían otras cosas más importantes allí mismo, pero Rick se guardó todas sus dudas para luego.

-Claro- respondió a la petición de Karin, acercándose al momento a la piedra y dejando a la chica sentada con mucho cuidado, soltándola solamente cuando ya estaba apoyada en el sitio. El neoyorquino le dejó algo de espacio ahora que estaba libre, atento para cuando quisiera levantarse. Asintió a los ánimos del mjörní, añadiendo: -Es complicado reaccionar en situaciones así.- Y si no que le preguntaran a ellos, que empezaban a estar demasiado acostumbrados a lidiar con el peligro inminente, acabara siendo real o un susto como esa noche.

Se cruzó de brazos cuando la chica respondió a su pregunta, frunciendo un poco el ceño con la otra parte de su explicación. Después de que les estuvieran fastidiando las cestas no le extrañaba en absoluto que hicieran algo similar con el resto de bañeras, pero seguían siendo malas noticias. -Exacto- contestó a la duda de Räg. Lo más lejos que habían ido en esa dirección era a la plaza donde les atacaron las ratas con púas y realmente no había tanta distancia hasta su torreón. También estaba en lo correcto de qué probablemente su hogar estaba más cerca, aunque desde luego no tanto como Nohlem y Ethan lo estaban vendiendo. Tampoco es que pensara corregirles cuando Karin se encontraba tan angustiada y la idea le parecía bien.

-Yo soy Rick- se sumó amigablemente a los saludos levantando brevemente la mano. Ya que el británico la estaba examinando por si tenía alguna herida grave aprovechó para fijarse desde donde estaba, aunque si las había no parecía que fueran visibles. Tal como había mencionado, tendrían que esperar a llegar al refugio para asegurarse de sus daños.

De momento estaba de acuerdo con las propuestas del grupo, aunque aquello cambio en cuanto el motero expresó su opinión de todo aquello. El neoyorquino se cruzó de brazos, con una expresión más seria y extrañada a medida que Connor hablaba. Podía entender el peligro que representaba ese nuevo grupo, pero si Sutileza estaba con ellos como mínimo seguramente supieran de su existencia a esas alturas. Desde luego era extraño que no les hubieran intentado dañar tan directamente desde los primeros encontronazos, aunque tal vez la flecha de Nohlem hubiera influido para que el pájaro y su grupo fueran con más cautela con ellos. En cualquier caso, aunque ayudar a alguien solo y herido les pusiera en una situación vulnerable, era un riesgo que correría incluso si tenía que hacerlo solo. Todos allí estaban igual de jodidos, no iba negarle la ayuda a otra superviviente que lo necesitaba y menos cuando parecía tener buenas intenciones, al fin y al cabo ya lo habían hecho con Aria.

Que Connor cediera lo tranquilizó y no llegó a decir nada al respecto, aunque probablemente su expresión había sido suficiente para hacerse una idea. Se giró hacia Karin y dijo con calma: -En cuanto estés lista deberíamos marcharnos- Probablemente cuanto antes volvieran menos posibilidades tendrían de llevarse una terrible sorpresa, aunque tampoco quería presionarla hasta que se recuperara un poco de haber estado atrapada.

Airi se sintió mal al escuchar la historia de Karin. Si a elle le hubiese pasado aquello estaría temblando de miedo, deseando reunirse con sus compañeros cuanto antes. No podía negarle ayuda, y aunque las preocupaciones que más tarde expondría Connor también pasaron fugazmente por su mente, no era capaz de plantearse dejarla allí. Incluso si no se podía reunir con sus compañeros, con ellos estaría bien el tiempo que fuese necesario. Nadie habían elegido estar allí, y ellos tampoco se conocían antes de aquel fatídico día que despertaron en el edificio ruinoso.

—Ah… Yo me llamo Airi —agregó tras la presentación de varios de sus compañeros. Primero el miedo al oír la llamada de socorro, y después el peso de su historia, Airi llevaba un rato sin sentirse en su propia piel. Desde luego estaba de acuerdo con recoger las cestas y marcharse de allí lo antes posible.

Cuando Connor habló, Airi miró en su dirección, y luego al suelo. A Karin no se atrevía. ¿Qué estaría pensando al oír aquello? Tal vez lo entendería, si su grupo se había enfrentado también al pájaro y los suyos habrían sufrido reveses que los volviesen desconfiados.
—Lo mejor será irnos cuanto antes —murmuró, solo para dar su opinión al respecto sin responder de forma directa. Miró fugazmente a la chica sentada, esperando que accediese sin problema a ser cargada por alguien que había mostrado dudas al respecto de llevársela.

Libre de la carga de la viga por fin, cuando sus compañeros empezaron a presentarse se movió con nerviosismo y buscó un hueco para encontrar su turno.
—Ah, yo soy Rägjynn… Perdón por no haberme presentado antes —se apresuró a añadir con algo de apuro.

Todos parecían dispuestos a ayudar a Karin… bueno, o casi todos. Connor expresó sus dudas en voz alta. No podía culparle por tratar el tema con cautela, pero le alivió que no se opusiese a la decisión de los demás: para el mjörní era impensable dejar allí sola a una persona herida a la que, además, acababan de atacar. Es más: apreciaba que a pesar de ello, el humano estuviese hasta dispuesto a cargar con la chica.

Sacó dos cosas más en claro: a varios no parecía gustarles la idea de ir en busca del grupo de Karin, y querían regresar al torreón cuanto antes. Lo segundo era incuestionable, él tampoco se sentía seguro permaneciendo allí más tiempo, aunque no quería meterle más prisa a la chica… Mientras veía como Ethan le ofrecía un trozo de tela para sus heridas, lamentó que el hechizo de limpieza del libro de cocina solo funcionase con la ropa: limpiarle sus prendas no era precisamente lo más urgente.
>>En el torreón podemos ayudarte a tratar tus heridas con agua caliente…
Era lo mínimo que podía ofrecer: al menos ahora sí podían modificar la temperatura del agua. Se preguntó si el grupo de Karin tendría acceso a hechizos y si conocían alguno distinto. Su duda no llegaría a ser formulada.

Después de que Rick le ayudase a sentarse sobre la piedra, Karin recogió el trozo de tela que le dio Ethan y se lo colocó alrededor de la que parecía la peor herida.
—Sois muy amables, de verdad —dijo con una sonrisa. A continuación fue escuchando las presentaciones de unos y otros, observando al -a sus ojos- tímido Aniol mientras le hacía una pregunta, y como Connor se estaba empezando a dirigir hacia el exterior del edificio—. Pues... sí, hay algún que otro niño. Uno de ellos creo que no os caería bien. Bueno, en realidad estoy bastante segura de eso —rio con suavidad. Su tono estaba cambiando sutilmente.

—¿Sabéis? En realidad Karin era una pringada —soltó de repente mientras se llevaba una mano a un bolsillo— Pero no sé si más que...
En ese momento, la carabesa estaba presionando un símbolo oculto en la roca sobre la que había pedido sentarse, al tiempo que se preparaba para activar otro símbolo que llegaba grabado en un papel en el interior de su bolsillo.

Ocurrió en un instante.

Una cadena de explosiones provenientes de un circuito rúnico oculto que se extendía alrededor de toda la casa a medio derruir y buena parte de sus alrededores hizo que el suelo cediese de golpe y, sin tiempo alguno a reaccionar, estaban cayendo. "Karin" levitó en el aire justo a tiempo para no correr la misma suerte, activando su propia runa preparada para ello.
>>Vosotros —finalizaría gritando desde la altura, aunque no era muy probable que le oyesen.

Los cosechados caen sin remedio en distintas direcciones. Durante la caída se deslizarán por varias paredes terrosas con pronunciados desniveles, volviendo a sentir como la gravedad les atrae cada vez, hasta  dar con un suelo cubierto de arena algunos metros bajo ellos: se encontraban de repente en una zona de los subterráneos de la ciudad. La arena acumulada en aquella zona evitaría que sus daños fuesen mortales, pero no iban a salir ilesos de aquello...

Evaluación de daños de la caída: a continuación se realizarán ocho tiradas de dados, cada una corresponderá a un cosechado en orden alfabético.

1. Airi
2. Aniol
3. Connor
4. Damian
5. Ethan
6. Nohlem
7. Rägjynn
8. Rick

Posibles resultados:

1 a 19: Magulladuras y/o raspazos en varias partes del cuerpo. En frío le dolerá particularmente una zona a elegir: un muslo, la cadera, las nalgas, un hombro o la espalda (contra lo que se haya golpeado más fuerte al caer). (Nohlem)

20 a 39: Lo mismo de arriba y además un corte o rascazo que sangre bastante. (Airi, Aniol, Connor)

40 a 54: Raspazos, contusiones y una luxación de hombro. (Ethan, Rägjynn)

55 a 69: Raspazos, contusiones y una luxación de tobillo. (Rick)

70 a 79: Raspazos, contusiones y un par de costillas rotas.

80 a 89: Raspazos, contusiones y un brazo roto. (Damian)

90 a 100: El cosechado se queda atrapado bajo una montaña de escombros, y además de heridas y contusiones varias, sufrirá una fractura en una de las piernas.

Además de estos resultados, el grupo se verá dividido en dos estancias amplias separadas por un desnivel que hace que estén a unos seis metros de distancia entre cada grupo. Los grupos (elegidos al azar) son los siguientes:

1. Aniol, Damian, Ethan, Rick

2. Airi, Connor, Nohlem, Rägjynn

Se encuentran en una galería muy amplia de los subterráneos. La luz del sol todavía les alcanza tenuemente desde el agujero y se encuentran en una penumbra que impide la oscuridad total. El primer grupo tiene una pared más cerca tras ellos y se pueden ver tres bifurcaciones que conducen a otras estancias. La vara de Airi, que se encontraba en el suelo, cayó en su lado.

El segundo grupo no puede ver qué hay tras ellos debido a una neblina con un tono verdoso que parece provenir desde las profundidades de la cueva.
A través de las galerías, de vez en cuando, llegan ecos de sonidos difíciles de identificar (¿tal vez de animales?), y de agua goteando.

El sonido que les llegará claramente será el grito de Rägjynn, mientras contemplan como de sus globos oculares comienza a salir sangre disparada en direcciones aleatorias.

Sigue en los Subterráneos

Este croquis es muy cutre, perdonen las molestias porque graphic dessign is my passion.

El miembro 'Giniroryu' ha efectuado la acción siguiente: Número Aleatorio

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'Dado de 100 caras' : 34, 25, 22, 88, 46, 8, 43, 65

Su padre decía que si en un problema no logras encontrar a quien culpar es porque no te estás esforzando lo suficiente. Por supuesto el hombre lo decía en tono de broma y a escondidas de su esposa pues si le oía le reprendería con un discurso solemne sobre “la responsabilidad de tus acciones”, pero bien visto era ella la primera en ver la culpa en todos menos en sí misma. Y Kahlo, de una forma u otra, broma o no, había bebido de esa mentalidad toda su vida. Esta vez tenía razón.

Nohlem, el culpable de todos sus males, acababa de quedar enterrado en ruinas junto al resto de su grupo. La imagen la sobrecogió tanto que necesitó agacharse en el tejado sobre el que se encontraba, creyendo que el impacto había llegado hasta ahí y era la estructura bajo sus pies la que temblaba. Se tapó la boca con las manos en una plegaria punzante y contuvo el grito, mas este rebotaba en su pecho como una pelota con demasiada energía. No podía creer que en cuestión de patéticos segundos hubiera visto morir a su hermano. Había pasado, finalmente había pasado, y aunque ser espectadora y aguardar era todo lo que podía hacer por él, aunque sabía que tarde o temprano podía pasar, como una tonta se había quedado a esperarlo.

Cuando el polvo se apartó un poco pudo ver varias cosas, ninguna esperanzadora. Primero, que lo que ella había creído un derrumbamiento desde la distancia había resultado ser una trampa. Una sucesión de explosiones había abierto un boquete en el suelo, y por mucho que alzara el cuello ni su hermano ni su grupo eran visibles fuera de este. La ciudad estaba plagada de viejas runas que protegían lo que ya no quedaba, no era nada extraño, pero esta vez no era el caso. Eso fue lo segundo que comprobó. La desconocida que por descarte supuso era la primera “víctima” del desastre surgió levitando, y en medio de los sollozos del barrio quemado y el ruidoso silencio que precede a un accidente, con antinatural claridad, la oyó confesarse culpable.

Había un matiz abismal entre “muerto” y “asesinado”. No había sido una bestia ni las innumerables casualidades del destino, había sido la mano de otro cosechado. Haber sobrevivido a 77 no hacía la repetición menos sorprendente y repugnante. Aún estaba demasiado impresionada como para llorar debidamente, pero la ira es rápida y eficiente, más que la lógica. Mucho más. Sin pensar Kahlo alzó el vuelo, planeando sobre el profundo agujero no en busca de señales de su hermano, sino por quedarse con las caras de los desgraciados que habían orquestado aquello. Se situó mucho más cerca, sobre un techo bajo que le daba mejores vistas a la tan lamentable estampa, y en un arrebato de imprudencia la aparición hizo honra a su nombre; echó abajo el hechizo que la ocultaba. Los mató con la mirada, uno a uno, recreándose especialmente en la carabesa. Quería que al voltearse la vieran, quería que en el abrupto subir y bajar de su pecho y en las manchas de sus alas totalmente extendidas sintieran la amenaza, pero sobre todo quería apretarle el cuello a la principal culpable hasta que el metal de su prótesis rompiera tráquea y solo se oyera el sonido de su asfixia. No había sido la ciudad quien le había quitado a Nohlem, y eso era lo más insultante.

Pensó. Se dejó llevar por una imaginación que gritaba por ser realidad, pensó si realmente merecía la pena dejarse llevar, que viniera el consejo por ella, y quizás de haber traído su espada al final se hubiera animado al suicidio que era tal matanza. Nunca antes, ni siquiera con 77 o Varsai, había tenido tantísimas ganas de matar a alguien. Apretó la mandíbula, pues cuando menos lo necesitaba las lágrimas amenazaron por derramarse. Quería aguantar intimidante, pero en su estado era difícil. El dolor fue lo que frenó sus peores ideas, porque su péndulo de emociones oscilaba entre gritar y llorar, y en resistirse a que la segunda sucediera por puro orgullo es donde se le estaba yendo ahora toda la fuerza. Peor aún que la incapacidad de ayudar a un ser querido era la frustración de no poder vengarle, y es que para el caso Kahlo tenía demasiados culpables.

Esperaba de todo corazón que al menos uno de ese pútrido grupo viviera hasta la gloria de Luna. Ojo por ojo, alma por alma. No ya solo por Nohlem. Si habían sido capaces de matar a niños ella podía ser enterrada como Santa hiciera lo que hiciera.


Sendar seguía vivo. Les había oído mofarse de ellos. Se quedó lo justo para comprobar con angustia si Nohlem estaba entre los afortunados supervivientes (adjetivo irónico según como se le cruzara la respuesta), aunque no a que salieran. Ya había aprendido su lección. Era su mellizo, volvería a preocuparse, pero por hoy necesitaba marcar distancias de ese pasatiempo enfermizo. Tan pronto supo voló a la Serpiente de Seda, la antigüa boutique, para encerrarse en la planta de la que supuestamente era dueña los días o semanas que fuesen. En Serpentaria había demasiadas caras conocidas y no quería permitirse el lujo de mostrarse mal delante de nadie. Detestaba dar pena y no soportaría un solo pésame.

Además, como Zarpa se cruzase en su camino los próximos días estaba segura de que la mataría.
Que condena la suya, tener tan buena memoria y ser tan buena encontrando culpables.