Luna Alta

Mánia llegó con una extraña sensación de derrota, a pesar de haber conseguido lo que quería... Más o menos. Aprovechando la Luna Roja y el revuelo con los recién transformados, había recuperado sus sandalias de oro macizo y algunas cosas que se había dejado en el torreón. Decidió dejar atrás la lencería, pues tampoco era suya, y podría venirle bien a alguna pobre damisela que quisiera huir de la horteridad y el mal gusto.

Después de un baño que de nuevo tuvo que prepararse ella sola (Vlad estaba fuera por alguna razón) se vistió de forma sencilla y empezó a preparar el viaje. Hizo la lista de cosas que necesitaba, la coartada que utilizaría y los hechizos que le harían falta para mantenerla. Algunas debía comprarlas y eso no le hacía especial gracia. Luego vació completamente su armario y seleccionó la ropa que se llevaría. Nada de oro, lo que dejaba fuera muchas de sus joyas y complementos. Nada de orejas de gato y nada de calaveras con cuernos, emblemas de la nobleza y los andróginos. Por suerte el rojo y el violeta no estaban vetados, y había conseguido muchas prendas de tela de rejilla y cuero que podía usar. Se haría con algo de dinero de Libo para comprar ropa nueva.

-Necesitaré una casa también.- pensó en voz alta- Un apartamento sencillo estará bien, y...

¿Y qué haría con Vlad? Se había acostumbrado a su compañía y a sus atenciones ¿Se lo llevaría? << ¿Y si no quiere venir?>> pensó, preocupada. Había tomado a Vlad por un complemento más, como un bolso o una espada que te llevas de viaje, pero llevárselo a su tierra natal durante un tiempo indefinido... Se sentó en la cama con su lista en el regazo, esperando a que el íncubo llegase.

Vlad franqueó las rejas del jardín del palacete. Cruzó las estancias en busca de su ama, que hacía las maletas, empacando aparentemente todo lo imprescindible, lo cual significaba, en términos de Mánia, una cantidad considerable de objetos.

-¿A dónde vamos?- inquirió el conde, enarcando una ceja. Su ama le contó rápidamente la reunión del consejo y lo que a Libo concernía. Sopesó la situación detenidamente.

Ahora mismo podía recibir clases del nigromante y comenzar su entrenamiento de verdad. Acceder a poder de verdad. Lo había deseado desde la salida de la Luna… Pero ahora había algo más importante. Había edificado una vida alrededor de alguien, y le parecía poco leal dejarla ahora. Además, no tenía intención de quedarse solo en aquel agujero: Le costaría acostumbrarse a no ir recogiendo ropa y recolocándola.

-Bueno…-suspiró, encogiéndose de hombros- Supongo que tendré que guardar esto…

Seguidamente, se retiró los cintos que le unían a sus múltiples armas e introduciéndolos en uno de aquellos sacos mágicos que desafiaban las leyes de la física.

-¿Cuándo nos vamos? Cuénteme el plan, por favor.-dijo mientras iba recogiendo metódicamente, con la habilidad que da la experiencia, y empacando todo para la travesía.

Mánia oyó llegar a Vlad y se puso en pie rápidamente. Estuvo a punto de decirle que no se iban, que se marchaba ella sola, pero el íncubo parecía decidido a irse con ella.

-Vlad... No tienes que venir si no quieres. Tendré... Estoy en parte traicionando a mi tierra... o salvándola, no lo sé, el caso es que no es algo que quiera hacer en compañía. Yo..- no sabía cómo continuar, pero Vlad seguía empacando cosas.

Suspiró, y le contó su plan. Se haría pasar por estudiante, tenía una poción para sumarle edad por si no podía ocultar sus quince años. Pasaría un tiempo en la Capital, evaluando el entorno y haciendo viajes esporádicos a otras zonas. Allí prepararía su informe y su plan, debidamente pulido, y luego regresaría a Rocavarancolia.

-Tengo que presentarme ante la reina y explicarle en qué situación se encuentran, tengo que convencerlas de que acepten el trato o... Será un desastre, Vlad, un verdadero desastre, yo no quiero luchar contra mi gente, pero si aquí sospechan que puedo traicionarles...

Como si temiera que pudieran escucharles, se calló y comprobó las ventanas y los rincones de la habitación.

-A veces, señorita.- comenzó a decir Vlad, sin parar de hacer preparativos.- las soluciones heroicas clásicas, cómo elegir un bando y combatir hasta la muerte, se quedan en simple apariencia. Sería una bonita historia para contar a las generaciones futuras cómo cayó sobre una pila de cadáveres mutilados de enemigos, pero en la práctica… ¿a quién habría servido? No a Rocavarancolia, que se encontraría con un mundo desolado y no aprovechable. Tampoco a Libo, que sólo se quedaría con el orgullo de haber resistido hasta el mismo final. Y, desde luego, tampoco les habría hecho mucha gracia a los integrantes de la susodicha pila de cadáveres. ¿Por qué hacer un sacrificio supererogatorio fútil y estéril cuando se puede mediar con la palabra para no derramar una gota de sangre de tus hermanos? Así lo veo yo. No está traicionando a nadie, ama. Los está salvando. Y yo debo ayudarla… ¿No se lleva las plataformas de oro? En mi opinión, demasiado pesadas, pero dado que la gravedad no es un problema relevante en nuestra situación…

Vlad elevó las piezas de vestuario a las que apelaba, mirándola con gesto tranquilo. Lo habían educado para ser educado, heroico y herrumbrosamente anticuado. Pero nadie le había dicho en ningún momento que tuviera que ser estúpido.

Mánia se quedó mirando al íncubo con la cabeza ladeada durante todo su discurso. Hbaía captado sus intenciones y habia despejado sus dudas << Puede que sí me venga bien traérmelo>> Le ayudaría, sobretodo a resistir como una ciudadana más, en un apartamento normal y sin la posibilidad de ver a Madre ni su antogua casa...

Vlad le preguntó sobre las plataformas de oro y Mánia se percató de algo.

-¡No sabes casi nada de las costumbres de mi mundo!- Tenía que explicárselo todo en un tiempo record para irse cuanto antes.- Bueno, el oro podía llevarlo cuando era andrógina, pero el pueblo llano no puede. Tú... puedes pasar perfectamente por un ciudadano de la Capital si te ocultamos los cuernos y la cola...

Se sentó y le habló con detalle del protocolo que debía seguir en Libo como hombre, las tareas propias de su sexo que debía desempeñar, la forma de dirigirse a ella y a otras mujeres. Por suerte era en esencia como se había estado comportando hasta ahora, así que no habría problema. Lo único que faltaba era conseguirle el disfraz (tenía un hechizo para eso) y hacerse con dinero de Libo. En una noche estarían instalados y habrían comenzado a trabajar...

Giz llegó bastante entusiasmado a la misión. Mientras que la anterior había sido muy de ir a saco cazando bichos (lo cual además era un desperdicio de material para él), esta pintaba mucho más interesante. El asreniano había venido preparado (o eso creía) para la ocasión, encantando el poncho para evitar desastres mortales, dentro de lo que él podía prever.

Dama Aroma los recibió en la entrada para explicarles los últimos detalles, sobre la luz y lo que debían y no debían hacer dentro. Giz la observó con curiosidad, intentando descifrar el por qué de su peculiar forma de desplazarse. Lo que más le llamaba la atención era su sentido del olfato y, en otros momentos en los que no tenía modales, habría preguntado si se había hechizado la nariz para tener tal capacidad de percepción olfativa. Por otro lado estaba la venda. Sabía que dama Aroma se orientaba con la nariz pero... ¿La venda para qué? Si estaba ciega no necesitaba taparse los ojos y si no lo estaba, ¿para qué hacerlo? Al asreniano solo se le ocurría que fuera algo así como un adorno o, en todo caso, un reto personal. A pesar de que no veía útil llegar a tal extremo con un desafío así. <<Perder la vista no compensa>>.

Y así, perdido en sus pensamientos y un poco ausente a lo que de verdad importaba, Giz tomó la iniciativa al pasar. El edificio era por dentro más imponente que por fuera. La entrada daba a un hall enorme con unas escalinatas de aspecto ostentoso que conducían al piso superior. El edificio tenía pinta de ser una vieja gloria.

Lo primero que hizo el asreniano ahí dentro fue abrir la gola. Lo segundo fue cerrarla. La cantidad de magia que percibió a la vez le pilló desprevenido y lo aturdió. Tras un par de segundos para recomponerse, la volvió a abrir, esta vez sabiendo lo que había. Se le pasó por la cabeza imitar a Aroma, cerrando los ojos y guiándose exclusivamente por lo que percibía con la gola, pero decidió que eso sería mejor para un día que quisiera suicidarse.

Ahora le parecía más entretenido e infinitamente más seguro curiosear los muebles. Se acercó hasta el más cercano y, a pesar del picor de su gola, decidió probar a abrir cajones. Fue trasteando y buscando aquellos donde la sensación que recibía era más intensa. Por un momento se olvidó de que la magia de los objetos era peligrosa y simplemente fue hacia ella como los mosquitos hacia la luz.

Por fin habían llegado al lugar de la cita en Luna Alta. No era un barrio que visitase muy a menudo, por lo que siempre se le iba la vista a los palacetes que tan típicos eran en aquella zona. Se había preparado cuanto había podido para la misión. Esta vez no dependían del físico, así que lo que necesitaba eran protecciones mágicas, y por supuesto reserva. Después de haber cosido toda la tarde para terminar la primera quimera, salió de noche a reponer magia de donde buenamente pudo: cadáveres putrefactos y recién degollados. Antes de salir se equipó con lo que pudo y dejó a su pequeña gata al cuidado de Yloh, que había aceptado encargarse de ella cada vez que se fueran mientras siguiera siendo tan pequeña.

El grupo se acercó a la peculiar nublina y Gael abandonó el cadáver de un colaespina que había conseguido la noche anterior para presentarse ante dama Aroma con un olor que pudiera reconocer. El bicho simplemente lo había traído para esconderse o curiosear desde él. Si activaba algún embrujo al menos podría huir del cuerpo, si aquello servía de algo. Escuchó a la nublina mencionarle y se sobresaltó, reconociendo enseguida que el mote no podía ser sino para él. «Ahora sí me va a entrar complejo de fuego de campamento». Después de atender a las instrucciones por fin se adentró todo el grupo en la casa. Incluso el muñeco de arena de Matt. «Me imagino que lo habrá traído también como el colaespina, de carne de cañón».

Para entrar siguió a Giz, pero una vez dentro preparó el sortilegio de intuición mágica, no quería caer directo en potenciales peligros. Malamente había llegado a afinarlo para distinguir nada, pero al menos no tocaría algo obviamente encantado o potencialmente peligroso. Por el rabillo del ojo vio como el asreniano abría cajones, y era hora de empezar a hacer algo más que quedarse quieto. No percibió peligro apartente de un armario empotrado, así que empezó por ahí, descorriendo la puerta con el hocico del animal al que ya había regresado.

Debido a la naturaleza de la misión que les habían encomendado, una cierta preparación contra posibles sortilegios dañinos era necesaria, y el draco había tomado algunas precauciones al respecto. Llevaba consigo algunos talismanes, así como alguna que otra runa de protección.

Noel nunca había estado en aquel barrio y se sorprendió al encontrarse las ostentosas edificaciones en relativo buen estado. Observó los detalles de la arquitectura mientras se encaminaban por las callejuelas hacia el lugar donde los esperaba la nublina. El edificio delante del cual se encontraba dama Aroma tenía un llamativo color verde y era bastante amplio.

La chica no se hizo esperar y enseguida llamó su atención con unas palmadas. Noel sonrió jocosamente cuando oyó el mote que había elegido para Gael, preguntándose con curiosidad si a él ya le habría puesto alguno y cuál sería. Era evidente que la bruja estaba impaciente porque comenzasen, así que el grupo no se hizo esperar y se adentró en el palacete.

Utilizando el mismo hechizo de intuición mágica que el fuego fatuo, el cual había repasado el día anterior ya que no le había dado demasiada importancia en su momento, se acercó al primer rincón donde percibió una extraña vibración que no supo interpretar con mucha precisión, localizar hechizos no era precisamente lo que mejor se le daba.

Encima de una mesita algo desvencijada, se encontraba una lámpara que titilaba con una extraña luz verdosa. No se veía ninguna vela ni nada parecido en su interior. El draco permaneció observando el objeto sin saber muy bien qué hacer.

He aquí el palacete. Su aspecto es tan bonito que parece incluso más amenazante de lo que me había imaginado, teniendo en cuenta las trampas mágicas de su interior. Creo que está claro que quien se va a llevar el mayor peso de la misión va a ser Giz, más especializado en la magia que cualquiera de los demás. Aun así, asesorada por el asreniano, vengo bien preparada con amuletos de protección y, además, diversas runas de cosecha propia. El estudio del lenguaje rúnico defensivo puede empezar a dar sus frutos hoy… bien, bien.

Entro justo detrás de Noel y le imito al realizar el hechizo de intuición mágica. Estuve practicando con él y recuerdo más o menos la sensación, pero nunca es lo mismo que usarlo en una situación real… ¡la cantidad de magia que hay aquí! Agh, no me he concentrado, otra vez a realizar el hechizo... Espera, ¿puerta? Ya la hemos liado, ¿qué pasa aq- ¡Agh! Casi me muerdo la len… ¿subiendo, cayendo, qué? Oh, viva mis refl… ¡Mierda! ¡Giz! Me desciendo de nuevo a toda velocidad y consigo alcanzar al reptil a media caída. Pesa poco, pero voy demasiado rápida. Frenar, frenar… ¡la pared! Desvío mi vuelo-caída hacia ella y, con las piernas, freno lo que puedo y me impulso de nuevo en una posición más horizontal, apretando a Giz contra mí y endureciendo las alas para protegerle. Impacto. En parte nos arrastramos y en parte rodamos. Choco contra la pared de cara, protegida por la cúpula que he formado con las alas. Suelto al asreniano como puedo. Está casi intacto, pero no sé si se puede decir lo mismo de mí. Me duele todo el cuerpo, sobre todo las alas. Voy a intentar incorporarme… oh, no, mejor no. Estoy mareada.


[NOTA: Adara está herida, pero no demasiado. Más que nada son contusiones y rozaduras del aterrizaje, nada demasiado serio. La parte más dañada son las alas, donde ha recibido los golpes más serios.]

Se dio cuenta de lo que había hecho tarde. Oyó el sonido brusco de la puerta al cerrarse, giró la cabeza para mirar y sintió como sus pies perdían el contacto con el suelo. Apenas le dio tiempo a pensar nada. Lo siguiente fue ver como un puñado de abalorios que había cogido subían hacia arriba... o caían hacia abajo. No tenía muy claro hacia dónde tiraba la gravedad, y no lo empezó a entender hasta que vio que él se precipitaba hacia el techo con ellos.

Por suerte para el asreniano, Adara lo atrapó en el aire y lo cubrió con las alas. Tras un par un par de vueltas, ambos aterrizaron con un buen porrazo sobre su nuevo suelo. A Giz apenas le dolió el golpe, mientras que Adara parecía mareada.

-Lo siento... Ha sido cosa mía-se disculpó a Adara mientras la ayudaba a incorporarse, aunque bien podría haberse disculpado con todos-. Trae, que te curo los raspones-acercó las manos a las alas del ángel negro y fue sanando las heridillas.

<<No puedo ser más tonto...>> se dijo a sí mismo, abochornado por haber metido la pata de tal manera. Sin embargo, decidió no martirizarse e intentó arreglar el estropicio. Miró al suelo, que ahora era su techo, y buscó al resto de sus compañeros. Solo Matt y dama Aroma habían escapado del rango del hechizo.

-¡Ey!-los llamó-. Cuidado si avanzáis, mirad lo que...-se dio cuenta de lo obvia que estaba siendo su advertencia y la dejó en el aire. Con todo y, aunque era mejor prevenir que curar, en el fondo le picaba cierta curiosidad científica por saber qué pasaría con el maniquí de arena de Matt ante el cambio gravitatorio.

Seguidamente, dejando de nuevo sus pensamientos a un lado, usó un hechizo de levitación y subió hasta el suelo, buscando la baldosa que había activado. Se quedó mirándola durante un buen rato, con los brazos cruzados y flotando bocabajo (o bocarriba), hasta que la gran pregunta le surgió por fín: <<¿Cómo narices se desactiva esto?>>. Se preparó mentalmente el sortilegio de levitación por si alguien lo necesitaba y volvió a pulsar la baldosa.

Llegamos a un barrio lleno de casas bastante ostentosas por lo que me paro un poco a verlas por el camino. "Vaya aquí debía de vivir la clase guay de rocavarancolia." Pienso mientras veo un palacete enorme de piedra azul celeste de tres plantas.

Me incorporo de nuevo al grupo y al cabo de unos cien metros encontramos a Dama Aroma esperándonos en la entrada de un palacete que en sus tiempos mozos debía de ser bastante bonito. Dama aroma nos explica mas o menos como es la casa y nos recalca que no debemos romper ni quemar nada refiriéndose a Gael que había dejado su colaespina cuando se dirigió a él. Era la primera vez que veía un colaespina. La única vez que lo vi fue en el bestiario que cogí de la biblioteca cuando estaba en Maciel. "Interesante bicho." Me pierdo un poco la conversación de Dama Aroma y cuando vuelvo a ella nos esta deseando suerte y elevándose hacia la casa.

"Bueno, Allá voy." Pienso mientras cojo aire y los chicos comienzan a entrar. Miro al muñeco que esta a mi lado y con un gesto algo teatral hago que vaya delante. -Tu primero.- Entro en la casa y me sorprende que todo este tan bien iluminado. Puedo ver como los chicos comienzan a toquetear cosas y abrir armarios por lo que decido comenzar a explorar de manera segura el cuarto con los chicos. Hago que el muñeco se acerque a un escritorio y comience a abrir cajones y, a decir verdad, me asombro a mi mismo por la soltura que tengo para mover el muñeco. "Parece que esté vivo y todo." El armario que estaba mirando Gael comienza a abrirse y cerrarse rápidamente lo que me hizo parar el muñeco y fijarme pero una luz inunda el cuarto proveniente de la lampara que miraba Noel que hace que retroceda un poco cuando Giz dice algo pero un ruido a mi espalda me sobresalta y hace que me gire corriendo para ver como la puerta se ha cerrado sola pero no me da tiempo a reponerme del susto cuando escucho golpes a mi derecha pudiendo ver boquiabierto como los chicos están en el techo. -Esto...¿Hola?- Giz desciende al suelo y toca una baldosa mientras me acerco un poco para ver si los chicos están bien.

Ante la acción de Giz la habitación vuelve a volverse del derecho con el consiguiente reclamo de la gravedad.
Los cuchitrileros que aún están a ras de techo por una razón u otra* oyen un par de golpecitos en la cristalera adyacente. Cuando se giran ven a dama Aroma, quien les está llamando la atención desde fuera. Les ha estado observando, aunque no por medios convencionales: ya que en ningún momento se ha quitado la venda, es evidente que ha estado contemplando la escena a través del hechizo de niebla mágica o alguno similar.

"Ya os dije que esto estaba plagado", oyen su voz telepática todos los presentes, con un deje divertido. "Parecéis un poco perdidos, así que os daré alguna pista, ¿os parece?"

"La mayoría de hechizos anclados aquí son de un solo uso", les explica. "Si lo detonáis una vez se considerará desactivado, por ejemplo ése de la lámpara. Hay otros que sí son de uso continuado, pero esos suelen incluir un circuito, una runa o algún objeto clave al que están vinculados. Si lo destruís o inutilizáis dicho vínculo de algún modo, lo habréis desactivado." Suspiró. "Esos objetos sí que os dejo cargároslos, qué remedio"

"Para otros no hace falta complicarse tanto... Los hay que son muy delicados". La nublina sonrió y volvió a dar golpecitos al cristal. "Por ejemplo, si abrís cualquier ventana de esta sala el de la baldosa no funciona. Pero para desactivarlo de una vez por todas sí que tendréis que apañároslas: si seguís pisándola el suelo seguirá cambiando."

"No todo es así de fácil, porque algunos hechizos pueden ser un poco... dañinos"- la pausa antes de aquella palabra resultó un poco inquietante-. "Pero para eso tenéis escudos, ¿no?", se encogió de hombros. "Vuestro trabajo termina cuando Paraguas aquí presente- señaló a Giz- rastree el edificio de cabo a rabo y no quede una miguita de magia anclada."

*[que estén volando o levitando aún en el techo, aunque esté todo del derecho ya]

El armario que había abierto le dio un susto tal que le hizo retroceder, no sin llevarse un buen topetazo en el morro. Más allá brilló una repentina luz, y después todo fue caos por unos instantes. No llegó a sentirse levitar por la poca importancia que le daba a flotar o apoyar los pies, pero al volverse del revés la habitación cayó a plomo siendo a medias consciente de los intentos de los demás por caer de la mejor forma posible. Salió del colaespina enseguida y se elevó hasta el suelo que hacía de techo.
-¿Estáis todos bien? -preguntó. Adara parecía necesitar ayuda, pero nada que Giz no pudiese arreglar en un instante.

Desde donde estaba podía ver la puerta y sorprendentemente al otro lado los demás se encontraban del revés, o del derecho, más bien. <<Esto es confuso, maldita sea>>. Pero como no había tiempo que perder, trató de seguir con la tarea aun en aquellas circunstancias, y reactivó el hechizo buscando alguna fuente mágica. La concentración que le exigía le jugó una mala pasada, porque cuando todo se volvió patas arriba una vez más, lo cogió desprevenido. El colaespina, que estaba justo debajo, le cayó encima y lo empujó contra el suelo dándole un buen golpe. Soltó un quejido y se lo quitó de encima.
-La próxima vez intenta avisar -le dijo a Giz mientras se masajeaba las zonas doloridas.

Resonó un golpeteo en la cristalera. Gael ascendió hasta la ventana para ver de qué se trataba, pero antes de llegar a verla, la propia dama Aroma les habló directamente en sus cabezas dando nueva información y consejos. <<Ya podías haber empezado por ahí>> pensó resoplando. A la nublina parecía gustarle verlos en aquella tesitura -y por supuesto seguir usando motes, aunque reconocía casi haberse reído con el último-.

-¿Esto lo causa esa baldosa que estabas tocando? -preguntó acercándose a Giz-. ¿Sirve si se quita la baldosa? Si no acaba empeorando, cualquiera sabe con esta casa, parece la del terror de cualquier parque de atracciones.
Le pareció sentir entonces la presencia de magia a su espalda con un extraño cosquilleo. Se acercó tanteando con sus sentidos, que acabaron por llevarlo hasta la que el creyó que era la fuente, un baúl sin tapa, cubierto de polvo y telarañas. En su interior guardaba varias muñecas de porcelana descoloridas, despeinadas y agrietadas. A muchas les faltaban pedazos, y en aquel estado a Gael le parecieron más tétricas que de costumbre. <<Ni de coña toco ahí>> pensó antes de poseer el maltrecho colaespina para hurgar en el baúl con el hocico.

La luz cegadora proveniente de la lámpara hizo que el draco se cubriera los ojos con un brazo y se diera la vuelta de forma instintiva a pesar de que no iba a servir de nada dado que el hechizo cubría toda la sala. Pero aunque no duró más que unos segundos, el sueco no tuvo tiempo prácticamente ni de comprobar que los golpes secos que habían empezado a oírse provenían del armario que estaba inspeccionando Gael cuando sucedió.

El draco se vio levitando a unos centímetros del suelo y miró hacia el resto de sus compañeros con cara inquisitiva. Pero eso es todo lo que tuvo tiempo de hacer antes de que la gravedad se volviese loca en una fracción de segundo y Noel se encontrase cayendo abruptamente hacia el techo. Se percató de que Giz podría necesitar ayuda, pero Adara fue más rápida. Sin embargo, debido a esto, su atención se desvió lo suficiente como para descuidarse de sí mismo y apenas tuvo tiempo de agitar las alas para evitar darse un buen porrazo contra el techo de la sala. Consiguió amortiguar el golpe en cierta medida pero cayó de culo de forma bastante dolorosa.

Maldiciendo por lo bajo se levantó del que ahora era el suelo para él y se cercioró de que el resto se encontraba bien. La ángel negro había salido peor parada que él, pero el asreniano ya se encontraba atendiendo sus heridas. Se fijó en que al fondo de la sala, junto a la puerta, Matt y dama Aroma se encontraban aparentemente del revés. Pero no tuvo tiempo de pensar en nada más cuando volvió a ocurrir.

En esta ocasión reaccionó inmediatamente y pudo sostenerse en medio del aire para evitar caer al suelo cuando la posición de los cuchitrileros en la sala volvió a la normalidad. Fue entonces cuando escuchó los golpecitos en una ventana cercana a donde se encontraba. Se giró hacia la acristalada abertura para encararse con dama Aroma, que les habló en su mente con cierta jocosidad para después darles unas instrucciones sobre qué hacer.
<<Está claro que nos dejó curiosear a propósito para su propia diversión>>, pensó el draco más divertido que molesto, y soltando una risilla ante el mote que había elegido para el goliat.

Como la nublina había dicho que el hechizo de la baldosa no se activaría al abrir una ventana, se acercó a aquella tras la cual les hablaba y la abrió.
-Así podremos intentar desactivarla sin que nos toque más las narices -comentó mientras descendía al suelo- Giz lo sabrá cuando lo hayamos logrado, supongo.
Se encogió de hombros ante la sugerencia de Gael de quitar la baldosa y decidió dejar a Giz esa parte para seguir explorando el resto del palacete con la intuición mágica. Detectó un hechizo cuando se acercó a un recargado tresillo de color verdoso al cual le faltaba un cojín. Descubrió que este se encontraba tirado a un lado en el suelo y decidió colocarlo en su lugar sin saber muy bien por qué sonriendo con diversión a pesar de que pensaba que tal vez no fuese lo más acertado.

Tras la intervención de dama Aroma, a Giz le quedó claro qué tenían que hacer, más o menos. Sin embargo le dejó con otras dudas y un pelín mosqueado.

-¿Cómo sabemos cuándo hay que romper o solo tocar? ¿Tenemos que arriesgarnos?-a Giz le parecía que la bruja lo que quería era divertirse, sino no tenía sentido que fuera tan escueta con las indicaciones. <<Conejillos de indias...>>. Eso y que ella misma debía tener facultades de sobra para hacer esto mejor que ellos-¿Y qué es un paraguas?-<<Más cosas humanas...>> a veces le resultaba un poco frustrante tener que lidiar con este tipo de trabas interculturales.

Hizo un mohín y volvió la vista a la baldosa, mientras intentaba barajar las opciones que tenía con ella.

-Espero que sirva romperla-comentó algo ausente, en respuesta tardía a Gael.

Seguidamente alzó el pie y, ayudado de un hechizo de impacto, partió la baldosa de un pisotón.