Luna Alta
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Rocavarancolia Rol
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- Rocavarancolia Rol
Luna Alta
02/08/11, 06:35 pm
Recuerdo del primer mensaje :
Barrio cercano a Rocavaragálago. Es una de las zonas de Rocavarancolia donde las calles están en mejor estado, generalmente con un aspecto casi lujoso. La mayoría de casas son grandes y están bien decoradas, en no pocos casos dignas de llamarse palacios, con pocas viviendas que sigan en ruinas. Cerca del centro del barrio se encuentra el famoso Palacete.
- Fundador
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Re: Luna Alta
08/08/11, 10:11 pm
Una armadure reposa contra una pared. Junto a ella cuelgan unos cuernos granates. En el tro extremo hay una gran chimenea y en el suelo se adivina lo que una vez fuera la piel de un gran mamífero. Aún quedan algunos muebles con platos, cubiertos, instrumentos para coser, algunas herramientas, cuerdas, varios trapos y en un baúl una capa negra bien doblada.
- Red
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Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tiene
Re: Luna Alta
08/08/11, 10:29 pm
Hay varias cosas en la habitación ... veo objetos de utilidad, de primera necesidad, pero hay tres objetos que destacan ...
Cojo uno de los trapos con la mano del "bate" y con cuidado de no tocar la capa la dejo sobre la mesa ...
A continuación meto en el baúl los objetos de primera necesidad, platos cubiertos, instrumentos de costura, las herramientas, cuerdas y el resto de los trapos, sobre ello pongo la piel de animal doblada ... le cedo dos cuchillos de la cubertería a Nia y con el escudo por delante me acerco a la armadura y a los cuernos, junto a los que e dejado la capa ...
Toco todo con el palo e intento percibir si están encantados por un hechizo, o si serán peligrosos ... necesitamos la ayuda posible para sobrevivir en esta ciudad ... siempre con el escudo por delante espero los resultados de mi observación ...
Elliot me cubre las espaldas junto con Nia ...
Cojo uno de los trapos con la mano del "bate" y con cuidado de no tocar la capa la dejo sobre la mesa ...
A continuación meto en el baúl los objetos de primera necesidad, platos cubiertos, instrumentos de costura, las herramientas, cuerdas y el resto de los trapos, sobre ello pongo la piel de animal doblada ... le cedo dos cuchillos de la cubertería a Nia y con el escudo por delante me acerco a la armadura y a los cuernos, junto a los que e dejado la capa ...
Toco todo con el palo e intento percibir si están encantados por un hechizo, o si serán peligrosos ... necesitamos la ayuda posible para sobrevivir en esta ciudad ... siempre con el escudo por delante espero los resultados de mi observación ...
Elliot me cubre las espaldas junto con Nia ...
- Leonart
Ficha de cosechado
Nombre: Reina Tomoe
Especie: Humana, Asiática
Habilidades: Punteria, Reflejos, Oido Musical
Re: Luna Alta
08/08/11, 10:33 pm
Nia mira los cuchillos alucinada. Eran casi tan grandes como los que usaba su padre para descamar el pescado y parecian bastante afilados y puntiagudos.
-Bien, ahora si vienen tipos malos les sacaré un ojo...-dice riendo.
<<Cuidado no te lo vayas a sacar tú.>>
-Bien, ahora si vienen tipos malos les sacaré un ojo...-dice riendo.
<<Cuidado no te lo vayas a sacar tú.>>
- Fundador
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Re: Luna Alta
08/08/11, 11:03 pm
Vacuum tocó la armadura con el palo pero no sucedió nada. Tampoco cuando agarró el casco y lo levantó. Parecía una buena armadura. Curiosamente no estaba nada oxidada. ¿Debería llevársela?
Aviso: si no volvéis, ya os "volveré" yo XD, así que tranquilos.
Aviso: si no volvéis, ya os "volveré" yo XD, así que tranquilos.
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tiene
Re: Luna Alta
08/08/11, 11:13 pm
No parece que pase nada, es una buena armadura, y no esta oxidada ... ¿le pertenecerá a alguien? ... no se que hacer ...
Miro a mi alrededor indeciso ... podría sernos útil, pero aun así ... ¿que pinto yo con armadura? ... son demasiados factores a tener encuenta ... al final decido desmontarla y ponerla sobre la mesa, cojo la capa negra y envuelvo toda la armadura en un atillo ...
-Creo que ya estamos - les digo a Elliot y a Nia - ...
(No seas malo Biblios T.T)
Miro a mi alrededor indeciso ... podría sernos útil, pero aun así ... ¿que pinto yo con armadura? ... son demasiados factores a tener encuenta ... al final decido desmontarla y ponerla sobre la mesa, cojo la capa negra y envuelvo toda la armadura en un atillo ...
-Creo que ya estamos - les digo a Elliot y a Nia - ...
(No seas malo Biblios T.T)
- Leonart
Ficha de cosechado
Nombre: Reina Tomoe
Especie: Humana, Asiática
Habilidades: Punteria, Reflejos, Oido Musical
Personajes : Nia: Nayade
Toima: Argos Magnetico
Kudryavka: Vánara
Basilisco de Un Solo Ojo Cizaña
Lorenzo: Centauro
Reina: Cosechada
Heridas/enfermedades :- Heridas:
Re: Luna Alta
08/08/11, 11:18 pm
Nia frunce el ceño, confusa.
-¿QUEEE? ¿Nos vamos a llevar esto?-dice señalando a la armadura.
-¿QUEEE? ¿Nos vamos a llevar esto?-dice señalando a la armadura.
す 争 基 ま
べ は づ す
て 欺 い 。
の 瞞 て
戦 に い
— Poema de Despedida Japonés (Anónimo, Sin Datar)
べ は づ す
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— Poema de Despedida Japonés (Anónimo, Sin Datar)
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tienePersonajes :
● Vacuum: Hado infernal originario de la Tierra.
● Saren: Selkie roc idrino.
● Keiriarei: Kitsune de nueve colas ulterana.
● Sekk: Berserker ulterano.
● Remilo: Brujo del cobre irrense.
● Qwara Khumalo: Ifrit sudafricana.
Re: Luna Alta
08/08/11, 11:45 pm
Nia me pregunta que si nos la vamos a llevar ... y me hace pensar ... ¿para que? ... ¿que pinto yo con armadura? ...
-No lo se - digo alejándome del atillo - ...
<<¿Por que me la quiero llevar? - pienso confuso - ... ahora no la necesito, y volveré a por ella>>
Me acerco al baúl que llene al principio con los utensilios de primera necesidad y Elliot agarra el otro extremo ...
-Vamonos Nia - digo dejando la armadura desmontada atrás, y poniendo a Nia a mi lado - ...
Salimos por la puerta con cuidado y sin hacer ruido ...
Continua en la Sede de los Taumaturgos.
-No lo se - digo alejándome del atillo - ...
<<¿Por que me la quiero llevar? - pienso confuso - ... ahora no la necesito, y volveré a por ella>>
Me acerco al baúl que llene al principio con los utensilios de primera necesidad y Elliot agarra el otro extremo ...
-Vamonos Nia - digo dejando la armadura desmontada atrás, y poniendo a Nia a mi lado - ...
Salimos por la puerta con cuidado y sin hacer ruido ...
Continua en la Sede de los Taumaturgos.
- Leonart
Ficha de cosechado
Nombre: Reina Tomoe
Especie: Humana, Asiática
Habilidades: Punteria, Reflejos, Oido Musical
Personajes : Nia: Nayade
Toima: Argos Magnetico
Kudryavka: Vánara
Basilisco de Un Solo Ojo Cizaña
Lorenzo: Centauro
Reina: Cosechada
Heridas/enfermedades :- Heridas:
Re: Luna Alta
08/08/11, 11:51 pm
-Vale...-dice guardando sus cuchillos y correteando detras de ellos.
Continua en la Sede de los Taumaturgos.
Continua en la Sede de los Taumaturgos.
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— Poema de Despedida Japonés (Anónimo, Sin Datar)
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- Administración
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Re: Luna Alta
16/10/11, 12:58 pm
Dama Liviana llega con Jack a una amplia calle llena de escombros. La bruja se mete entre algunos cascotes que parecen desordenados entre los cuales hay una puerta metálica que abre con una llave. Cuando el vampiro la sigue se da cuenta de que aquello que los cascotes rodean es un pequeño patio con algunos cactus de colores. Frente a éste hay un alto edificio de madera oscura bastante ornamentado y de líneas rectas y delgadas.
Dama Liviana entra apresuradamente en la pequeña mansión.
-Espérame ahí -le dice al vampiro.
Al cabo de unos minutos, vuelve a salir con un libro en los brazos. Está lleno de marcapáginas con anotaciones. Se lo tiende a Jack.
-Es un manual de magia de oscuridad muy centrado en el sigilo y la ceguera -le explica-. Haz caso de las anotaciones. Ah, y ten esto -le tiende una cuerda de la que cuelga una pequeña máscara de metal con los rasgos borrosos y difuminados-. Tengo que acudir al Castillo con el Consejo, la noche que viene explícame todos tus progresos y te enseñaré brisas que te podrán guiar cuando seas humo.
La bruja emprende entonces el vuelo hacia arriba para desaparecer en la lejanía en dirección Oeste.
Dama Liviana entra apresuradamente en la pequeña mansión.
-Espérame ahí -le dice al vampiro.
Al cabo de unos minutos, vuelve a salir con un libro en los brazos. Está lleno de marcapáginas con anotaciones. Se lo tiende a Jack.
-Es un manual de magia de oscuridad muy centrado en el sigilo y la ceguera -le explica-. Haz caso de las anotaciones. Ah, y ten esto -le tiende una cuerda de la que cuelga una pequeña máscara de metal con los rasgos borrosos y difuminados-. Tengo que acudir al Castillo con el Consejo, la noche que viene explícame todos tus progresos y te enseñaré brisas que te podrán guiar cuando seas humo.
La bruja emprende entonces el vuelo hacia arriba para desaparecer en la lejanía en dirección Oeste.
- Jack
Ficha de cosechado
Nombre: Tawar
Especie: Repobladore de la montaña
Habilidades: Artesanía, habilidad manual y resistencia
Personajes :
● Jack: Vampiro de humo terrícola.
● Atol/Skarog: Helión libense.
● Alice/Onyx: Onycemante terrícola.
● Tesón/Eterno: fantasma roquense, sin magia.
● Sinceridad: Argos magnético roquense de Tierra Bruja.
● Pefka: Lenguaraz hijo de Luna Kepryna.
● Tawar: Repobladore de la montaña
Unidades mágicas : 12/12
Síntomas : Pérdida gradual del miedo a salir al exterior. Al regresar de algunas salidas tendrá jaquecas, que aumentarán en intensidad cuanto más tiempo haya pasado fuera.
Armas : Jack: dos espadas. Magia.
Atol: lanza, espada y escudo. Magia.
Alice: magia y onyces. Espada o arco.
Sinceridad: arco, jabalinas, espada/lanza y escudo.
Pefka: lo que pille, normalmente machete y arco
Humor : Os falta bosque, gigantes
Re: Luna Alta
16/10/11, 01:39 pm
Llegamos a una calle bastante ancha pero llena de escombros. Toda la maldita ciudad está así, diantre, ¿cómo lo permiten los del Consejo? No lo entiendo... Pero Dama Liviana se cuela entre los cascotes y la sigo con premura, no vaya a perderme. Pero entre los escombros hay un patio y frente a este se erige un edificio de oscura madera con mucha decoración. Pero tengo que andarme con cuidado, si no quiero pincharme con los extraños cactus. La mujer entra en la estructura y me dice que espere. Al rato vuelve con un libro repleto de marcapáginas. Lo tomo en mis manos y lo miro, curioso. Dama Liviana me habla y asiento cuando termina. Mientras me da la extraña máscara respondo, agradecido:
-Muchas gracias. Aprendo rápido y quiero aprender, así que más rápidamente aprenderé.
Se despide de mí citándonos la noche próxima y se marcha volando, hacia el Castillo, morada del extraño Consejo que no hace nada por su ciudad...Excepto instruirnos, ¿pero para qué? Dudo que seamos los primeros y únicos cosechados... Y no parece que los anteriores ayudasen mucho a la ciudad... En fin, a casa, que está saliendo el sol. Al final no he podido cazar nada, maldita sea... Eh, espera, tengo el libro... Lo abro con cuidado y paso las páginas, buscando algo que me cubra del sol, aunque sea unos minutos, loo suficiente para atrapar un colaespina con el látigo y entrar en el burdel, aunque será demasiado arriesgado, el sol está saliendo... Pero el hechizo es demasiado largo y complejo, así que cierro el libro, lo ato a mi cinturón y retomo la forma de humo para volver al Burdel. Pero necesito pasar por la plaza, estoy sediento y la garganta la noto como llena de arena...
(Sigue en la Plaza de los colaespinas)
-Muchas gracias. Aprendo rápido y quiero aprender, así que más rápidamente aprenderé.
Se despide de mí citándonos la noche próxima y se marcha volando, hacia el Castillo, morada del extraño Consejo que no hace nada por su ciudad...Excepto instruirnos, ¿pero para qué? Dudo que seamos los primeros y únicos cosechados... Y no parece que los anteriores ayudasen mucho a la ciudad... En fin, a casa, que está saliendo el sol. Al final no he podido cazar nada, maldita sea... Eh, espera, tengo el libro... Lo abro con cuidado y paso las páginas, buscando algo que me cubra del sol, aunque sea unos minutos, loo suficiente para atrapar un colaespina con el látigo y entrar en el burdel, aunque será demasiado arriesgado, el sol está saliendo... Pero el hechizo es demasiado largo y complejo, así que cierro el libro, lo ato a mi cinturón y retomo la forma de humo para volver al Burdel. Pero necesito pasar por la plaza, estoy sediento y la garganta la noto como llena de arena...
(Sigue en la Plaza de los colaespinas)
No Hope. No Dreams. No Love.
My Only Escape Is Underground
My Only Escape Is Underground
- InvitadoInvitado
Re: Luna Alta
24/04/12, 08:49 pm
Mánia abrió los ojos en la penumbra y lo primero que vio fue un dosel ajado. Estaba en una cama, bastante grande, en una habitación circular de techo alto. Por un instante pensó en los edificios de Libo, pero entonces recordó << Rocavarancolia...>> La cosecha, la criba, la Luna Roja, todo eso había ocurrido, pero ¿hacía cuánto? ¿Cuánto tiempo llevaba en aquella cama? << ¿Cómo he llegado aquí>> Se preguntó. La cama que recordaba era la de aquel burdel, y la última noche registrada en su memoria era la que pasó con...
-¿Vlad? -llamó
Tenía la boca seca y pastosa, como si llevase semanas sin beber, y el estómago le rugía demandando alimento. Al incorporarse, toda su columna crujió, vértebra por vértebra, y las viejas sábanas que cubrían su cuerpo fueron apartadas. Estaba vestida, para su alivio, con un camisón negro y sencillo << Soso>> que le llegaba a los pies y que casi le hizo tropezar al intentar levantarse.
El conde en su demoníaca forma, leía sentado junto a la ventana, valiéndose de la poca luz que entraba a través de los cristales.
-Vlad, ¿qué haces? ¿dónde estamos?- demandó con voz ronca por la sed. Al intentar andar hacia él las piernas de fallaron, entumecidas. y tuvo que quedarse sentada. -¿Cuánto tiempo llevo durmiendo?
Se sentía a la vez cansada y rejuvenecida, podía sentir el poder recorriéndole todo el cuerpo, pero llevaba demasiado sin moverse. Tenía unas irrefrenables ganas de correr, de saltar, de trepar, y eso se notaba en el tic inquieto de sus pies, y en sus manos crispadas, aferradas a las mantas.
-¿Vlad? -llamó
Tenía la boca seca y pastosa, como si llevase semanas sin beber, y el estómago le rugía demandando alimento. Al incorporarse, toda su columna crujió, vértebra por vértebra, y las viejas sábanas que cubrían su cuerpo fueron apartadas. Estaba vestida, para su alivio, con un camisón negro y sencillo << Soso>> que le llegaba a los pies y que casi le hizo tropezar al intentar levantarse.
El conde en su demoníaca forma, leía sentado junto a la ventana, valiéndose de la poca luz que entraba a través de los cristales.
-Vlad, ¿qué haces? ¿dónde estamos?- demandó con voz ronca por la sed. Al intentar andar hacia él las piernas de fallaron, entumecidas. y tuvo que quedarse sentada. -¿Cuánto tiempo llevo durmiendo?
Se sentía a la vez cansada y rejuvenecida, podía sentir el poder recorriéndole todo el cuerpo, pero llevaba demasiado sin moverse. Tenía unas irrefrenables ganas de correr, de saltar, de trepar, y eso se notaba en el tic inquieto de sus pies, y en sus manos crispadas, aferradas a las mantas.
- Vlad
Ficha de cosechado
Nombre: Yrfylltabgemesh Ftethvajranotz Graktholontir
Especie: Auro
Habilidades: Nociones de Lucha, Artesanía, Puntería.
Re: Luna Alta
24/04/12, 09:55 pm
Vlad leía tranquilamente las viejas y carcomidas páginas del diario de Sir Havran Métvola, que resistían de forma antinatural el paso del tiempo, bajo la luz del ventanal de la torre, aprovechando los últimos rayos de luz mortecina que el sol agonizante dejaba tras de sí cómo sangre que se diluye en el agua. Ya estaba a punto de morir el astro rey, rodando hacia el precipicio del horizonte cómo una cabeza cortada. Estaba ya apunto de bajar en busca de unas velas cuando, sin previo aviso, algo se movió en la habitación.
Fue un movimiento intuido, detectado a través del rabillo del ojo. El conde llevaba demasiado tiempo acostumbrándose al silencio sepulcral de su morada y se estaba volviendo hipersensible a cada sonido del palacete. Los correteos de las pequeñas alimañas con las que convivían casi habían llegado a hacerse ecos en las solitarias estancias de su silencioso hogar.
Se giró presto a comprobar que era aquello que perturbaba la paz de su morada, desenfundando a medias una de sus nuevas dagas, adquiridas en el torreón Letargo, con bizarra curvatura y guarda de pinchos. Su expresión pasó de hostil y decidida a la sorpresa en un segundo cuando hoyo su nombre pronunciado por una voz dulce cómo la miel.
Al girarse, pudo ver levantarse de la cama a la pequeña y pálida niña que llevaba dos meses velando. La observó dar sus primeros pasos en mucho tiempo, titubeante, cubierta por aquel camisón negro. Se quedó absorto contemplando aquella aparición angelical cubierta por aquel manto de falsa inocencia virginal.
Escuchó sus preguntas una a una y, tras respirar hondo, cerró el libro y se levantó para poder arrodillarse ante la muchacha sentada en la cama, poniéndose a su altura. Y, desde allí, contempló sus grandes ojos violetas que hacía tanto que no observaba.
-Buenas tardes ama. Estaba velando su sueño, cómo llevo haciendo desde hace algún tiempo. Estamos en un palacete que he decidido restaurar dentro de lo posible para hacerlo habitable… ¿cuánto ha dormido? Bueno… digamos que si mis cálculos son correctos… unos dos meses, aproximadamente. Día arriba, día abajo. Espero que haya descansado.
Tras decir esto, se apresuró a posar sus labios sobre la frente de Mánia, dejando allí un beso.
-Supongo que tendrá hambre, señorita. He estado preparándome para esto… Voy a adecentar la casa un poco. Me temo que me ha pillado un poco por sorpresa que se despertase a estas horas. Espere aquí, si tiene la bondad, mientras preparo algunas cosas.- dijo con tono alegre, mientras movía la cola tras de él por encima de su cabeza cómo muestra de felicidad.
Raudo, se apresuró a descender por las escaleras y cruzar los pasillos hasta llegar al comedor, dónde rápidamente retiró el polvo, casi hiperactivo, y preparó la larga mesa para dos comensales con la cubertería de plata que había encontrado en el palacete y la vajilla que había robado de su vecino.
Tras esto, corrió a la cocina, dónde preparó unos cuantos manjares un tanto improvisados con los ingredientes que había obtenido durante aquellos dos meses. Los filetes de colaespina eran lo suficientemente gruesos cómo para alimentar a una señorita que llevaba dos meses sin probar bocado. Y la verdad es que él se había estado privando un poco para aquella ocasión. Se había abstenido de comer tanto cómo hubiera querido, previniendo que tendría una nueva boca que alimentar antes o después, y conseguir el doble de sustento para ambos no sería fácil. Tomó un poco de aquella calabaza silvestre que crecía en el jardín y la preparó en sopa en uno de los pucheros con agua, mientras que hacía a la plancha los filetes, aliñándolos con la poca sal que había podido conseguir. No tardó mucho en tenerlos preparados, ya que, por los mordiscos de sus hombros, supuso que a su ama le gustaba la carne poco hecha. La sirvió con un poco de aquella rúcula silvestre que crecía entre el follaje en un esfuerzo por darle un toque elegante al plato. Era impresionante cómo se desarrollaban las cualidades culinarias durante un par de meses de independencia y una buena cantidad de hambre perruno.
Tras servir ambos platos en la mesa y asegurarse casi frenético de que ningún cubierto estaba fuera de lugar o desalineado con el resto o, en general, que la mesa estaba lo suficientemente elegante para la ocasión, descendió a todo trapo hasta la bodega, dónde tomó la única botella de vino que se había podido costear con todos los ahorros de sus pillajes, obviando por vez primera los cadáveres de los contribuyentes para aquel pequeño lujo, postrados en el frío suelo desnudos y en pose sugerente.
Subió a toda prisa al comedor, dónde sirvió con una muy poco habitual sonrisa de estúpido entusiasmo el licor en las copas de cristal fino que no se había encontrado rotas, que mostraban formas geométricas muy elegantes. Se sentía especialmente orgulloso de haber sido capaz de limpiarlas sin partirlas en mil pedazos.
Por último, encendió los candelabros de plata que había obtenido de sus vecinos con una serie de hechizos de fuego operados a toda prisa, para luego centrarse en recuperar la compostura serena para ir a buscar a su ama escaleras arriba.
-La cena está lista, ama. –Anunció al entrar en la habitación de la torre, para tomar en brazos con extremo cuidado a la chiquilla y conducirla escaleras abajo hasta el comedor.
Sólo iba ataviado con sus pantalones, las botas y los cintos, pero no tenía más ropa, ni mucho menos un traje de gala, y los únicos atavíos que había podido encontrar era aquel camisón negro que llevaba puesto Mánia.
Fue un movimiento intuido, detectado a través del rabillo del ojo. El conde llevaba demasiado tiempo acostumbrándose al silencio sepulcral de su morada y se estaba volviendo hipersensible a cada sonido del palacete. Los correteos de las pequeñas alimañas con las que convivían casi habían llegado a hacerse ecos en las solitarias estancias de su silencioso hogar.
Se giró presto a comprobar que era aquello que perturbaba la paz de su morada, desenfundando a medias una de sus nuevas dagas, adquiridas en el torreón Letargo, con bizarra curvatura y guarda de pinchos. Su expresión pasó de hostil y decidida a la sorpresa en un segundo cuando hoyo su nombre pronunciado por una voz dulce cómo la miel.
Al girarse, pudo ver levantarse de la cama a la pequeña y pálida niña que llevaba dos meses velando. La observó dar sus primeros pasos en mucho tiempo, titubeante, cubierta por aquel camisón negro. Se quedó absorto contemplando aquella aparición angelical cubierta por aquel manto de falsa inocencia virginal.
Escuchó sus preguntas una a una y, tras respirar hondo, cerró el libro y se levantó para poder arrodillarse ante la muchacha sentada en la cama, poniéndose a su altura. Y, desde allí, contempló sus grandes ojos violetas que hacía tanto que no observaba.
-Buenas tardes ama. Estaba velando su sueño, cómo llevo haciendo desde hace algún tiempo. Estamos en un palacete que he decidido restaurar dentro de lo posible para hacerlo habitable… ¿cuánto ha dormido? Bueno… digamos que si mis cálculos son correctos… unos dos meses, aproximadamente. Día arriba, día abajo. Espero que haya descansado.
Tras decir esto, se apresuró a posar sus labios sobre la frente de Mánia, dejando allí un beso.
-Supongo que tendrá hambre, señorita. He estado preparándome para esto… Voy a adecentar la casa un poco. Me temo que me ha pillado un poco por sorpresa que se despertase a estas horas. Espere aquí, si tiene la bondad, mientras preparo algunas cosas.- dijo con tono alegre, mientras movía la cola tras de él por encima de su cabeza cómo muestra de felicidad.
Raudo, se apresuró a descender por las escaleras y cruzar los pasillos hasta llegar al comedor, dónde rápidamente retiró el polvo, casi hiperactivo, y preparó la larga mesa para dos comensales con la cubertería de plata que había encontrado en el palacete y la vajilla que había robado de su vecino.
Tras esto, corrió a la cocina, dónde preparó unos cuantos manjares un tanto improvisados con los ingredientes que había obtenido durante aquellos dos meses. Los filetes de colaespina eran lo suficientemente gruesos cómo para alimentar a una señorita que llevaba dos meses sin probar bocado. Y la verdad es que él se había estado privando un poco para aquella ocasión. Se había abstenido de comer tanto cómo hubiera querido, previniendo que tendría una nueva boca que alimentar antes o después, y conseguir el doble de sustento para ambos no sería fácil. Tomó un poco de aquella calabaza silvestre que crecía en el jardín y la preparó en sopa en uno de los pucheros con agua, mientras que hacía a la plancha los filetes, aliñándolos con la poca sal que había podido conseguir. No tardó mucho en tenerlos preparados, ya que, por los mordiscos de sus hombros, supuso que a su ama le gustaba la carne poco hecha. La sirvió con un poco de aquella rúcula silvestre que crecía entre el follaje en un esfuerzo por darle un toque elegante al plato. Era impresionante cómo se desarrollaban las cualidades culinarias durante un par de meses de independencia y una buena cantidad de hambre perruno.
Tras servir ambos platos en la mesa y asegurarse casi frenético de que ningún cubierto estaba fuera de lugar o desalineado con el resto o, en general, que la mesa estaba lo suficientemente elegante para la ocasión, descendió a todo trapo hasta la bodega, dónde tomó la única botella de vino que se había podido costear con todos los ahorros de sus pillajes, obviando por vez primera los cadáveres de los contribuyentes para aquel pequeño lujo, postrados en el frío suelo desnudos y en pose sugerente.
Subió a toda prisa al comedor, dónde sirvió con una muy poco habitual sonrisa de estúpido entusiasmo el licor en las copas de cristal fino que no se había encontrado rotas, que mostraban formas geométricas muy elegantes. Se sentía especialmente orgulloso de haber sido capaz de limpiarlas sin partirlas en mil pedazos.
Por último, encendió los candelabros de plata que había obtenido de sus vecinos con una serie de hechizos de fuego operados a toda prisa, para luego centrarse en recuperar la compostura serena para ir a buscar a su ama escaleras arriba.
-La cena está lista, ama. –Anunció al entrar en la habitación de la torre, para tomar en brazos con extremo cuidado a la chiquilla y conducirla escaleras abajo hasta el comedor.
Sólo iba ataviado con sus pantalones, las botas y los cintos, pero no tenía más ropa, ni mucho menos un traje de gala, y los únicos atavíos que había podido encontrar era aquel camisón negro que llevaba puesto Mánia.
¿Qué es más divertido que matar a un bebé en una batidora?
- InvitadoInvitado
Re: Luna Alta
24/04/12, 11:43 pm
-¿¿Dos meses??- exclamó Mánia incrédula, prácticamente ignorando el beso de Vlad.
¿Cómo había podido dormir dos meses? Recordaba haberle pedido al íncubo usar sobre ella un hechizo de parálisis para poder recuperar magia, pero era imposible que el hechizo hubiese durado tanto << He perdido demasiado el tiempo>> se quejó mentalmente. Tampoco hizo demasiado caso a la mención del palacete, pues la mención de la comida le hizo olvidar todo lo demás. Dos meses sin comer era mucho tiempo, y sentía como si su estómago hubiese empezado a devorarse a sí mismo...
Cuando Vlad dejó la habitación para ir a preparar la cena, Mánia aprovechó la ocasión para explorar. Ya que iba a esperar, al menos etaría entretenida. La estancia era circular, pequeña, de techo muy alto. Estaba bastante limpia, pero se notaba que había estado abandonada ddurante mucho tiempo. No tenía demasiado mobiliario; una cama garnde con dosel, que ocupaba la mayor parte de la habitación, un arcón a los pies de esta, un pequeño tocador y la mesa con la silla bajo la ventana donde el íncubo había estado leyendo. Mánia inspeccionó todos los cajones, escondites y recovecos del cuarto, sin dejarse ni un solo rincón por explorar, ni una mota de plvo por examinar. Le costaba andar, pues además de los músculos entumecidos la falda del camisón le molestaba, aun así era incapaz de estarse quieta. Se preguntó si no habría una habitación más grande para ella en el palacete, pero fue echar un vistazo por la ventana y tener por seguro que era perfecta para ella. Estaba sin duda en la estancia más alta dle palacete, y desde allí tenía una vista preciosa de las montañas y de parte de la ciudad, ahora devorada por las tinieblas. Se sentó en la silla y apoyó la barbilla sobre los codos, admirando el paisaje y balanceando las piernas que no le llegaban al suelo. Una araña saltó desde el marco de la ventana y sorprendió a la muchacha, que le dio un manotazo en pleno vuelo y la mandó al suelo. No tuvo tiempo para sorprenderse de sus propios reflejos, fijó la vista en el insecto y este echó a arder. Así aprendería a asustarla, así aprendería a intentar atacar a la señora de la torre... Subiendo los pies a la silla y abrazándose las piernas Mánia se echó a reír como una niña.
Cuando Vlad volvió a por ella, lo primero que hizo fue quitarle una de las dagas que llevaba y rajarse la falda del camisón para que dejara de molestarle. Quedó un poco por encima de la rodilla, y ya cómoda dejó que Vlad la llevase en brazos hasta el comedor. Había filetes, poco hechos, y sopa de calabaza (o eso parecía) Comió con ganas, dejando a un lado los modales, y se bebió la copa de vino de un trago, demasiado rápido para alguien que no estaba acostumbrado a tomar alcohol.
-¿No tienes agua?- le pidió, dejando la copa a un lado algo empachada por la comilona.- ¿Y dulce? Hace mucho que no tomo dulce...
Lo más dulce que había tomado desde que la cosecharon aparte de la sopa de calabaza que acababa de engullir fueron unas peras grandes que venían a menudo en las cestas. Los frutos que usaba para maquillarse estaban buenos, pero eran muy ácidos...
-Espera...
Buscó compulsivamente alguna superficie reflectante donde mirarse, y vio con horror que no llevaba nada de maquillaje
-¿¿Y mis pinturas?? ¿¿Dónde están mis pinturas??
¿Cómo había podido dormir dos meses? Recordaba haberle pedido al íncubo usar sobre ella un hechizo de parálisis para poder recuperar magia, pero era imposible que el hechizo hubiese durado tanto << He perdido demasiado el tiempo>> se quejó mentalmente. Tampoco hizo demasiado caso a la mención del palacete, pues la mención de la comida le hizo olvidar todo lo demás. Dos meses sin comer era mucho tiempo, y sentía como si su estómago hubiese empezado a devorarse a sí mismo...
Cuando Vlad dejó la habitación para ir a preparar la cena, Mánia aprovechó la ocasión para explorar. Ya que iba a esperar, al menos etaría entretenida. La estancia era circular, pequeña, de techo muy alto. Estaba bastante limpia, pero se notaba que había estado abandonada ddurante mucho tiempo. No tenía demasiado mobiliario; una cama garnde con dosel, que ocupaba la mayor parte de la habitación, un arcón a los pies de esta, un pequeño tocador y la mesa con la silla bajo la ventana donde el íncubo había estado leyendo. Mánia inspeccionó todos los cajones, escondites y recovecos del cuarto, sin dejarse ni un solo rincón por explorar, ni una mota de plvo por examinar. Le costaba andar, pues además de los músculos entumecidos la falda del camisón le molestaba, aun así era incapaz de estarse quieta. Se preguntó si no habría una habitación más grande para ella en el palacete, pero fue echar un vistazo por la ventana y tener por seguro que era perfecta para ella. Estaba sin duda en la estancia más alta dle palacete, y desde allí tenía una vista preciosa de las montañas y de parte de la ciudad, ahora devorada por las tinieblas. Se sentó en la silla y apoyó la barbilla sobre los codos, admirando el paisaje y balanceando las piernas que no le llegaban al suelo. Una araña saltó desde el marco de la ventana y sorprendió a la muchacha, que le dio un manotazo en pleno vuelo y la mandó al suelo. No tuvo tiempo para sorprenderse de sus propios reflejos, fijó la vista en el insecto y este echó a arder. Así aprendería a asustarla, así aprendería a intentar atacar a la señora de la torre... Subiendo los pies a la silla y abrazándose las piernas Mánia se echó a reír como una niña.
Cuando Vlad volvió a por ella, lo primero que hizo fue quitarle una de las dagas que llevaba y rajarse la falda del camisón para que dejara de molestarle. Quedó un poco por encima de la rodilla, y ya cómoda dejó que Vlad la llevase en brazos hasta el comedor. Había filetes, poco hechos, y sopa de calabaza (o eso parecía) Comió con ganas, dejando a un lado los modales, y se bebió la copa de vino de un trago, demasiado rápido para alguien que no estaba acostumbrado a tomar alcohol.
-¿No tienes agua?- le pidió, dejando la copa a un lado algo empachada por la comilona.- ¿Y dulce? Hace mucho que no tomo dulce...
Lo más dulce que había tomado desde que la cosecharon aparte de la sopa de calabaza que acababa de engullir fueron unas peras grandes que venían a menudo en las cestas. Los frutos que usaba para maquillarse estaban buenos, pero eran muy ácidos...
-Espera...
Buscó compulsivamente alguna superficie reflectante donde mirarse, y vio con horror que no llevaba nada de maquillaje
-¿¿Y mis pinturas?? ¿¿Dónde están mis pinturas??
- Vlad
Ficha de cosechado
Nombre: Yrfylltabgemesh Ftethvajranotz Graktholontir
Especie: Auro
Habilidades: Nociones de Lucha, Artesanía, Puntería.
Re: Luna Alta
06/05/12, 06:55 pm
Vlad observó atentamente cómo su ama devoraba la comida que había cocinado tan deprisa, y se alegró de que tuviera tanta hambre cómo para no percatarse de los pequeños fallos que había cometido con las prisas de la preparación. Se sirvió un par de copas de vino que bebió con tranquilidad mientras la chiquilla se terminaba de saciar su hambre lobuna. Deleitándose con los juegos de luz de su piel, bañada por los claroscuros de las fatuas llamas de las velas, erectas en sus fastuosos candelabros.
-¿Algo dulce…?- repitió, pensativo, ante la pregunta de su ama. Algo tenía preparado, creía recordar.- Un segundo, mi señora.
Se levantó rápidamente para marchar hacia la cocina de nuevo, moviendo la cola de un lado a otro, inquieto. Finalmente encontró una bandeja de plata, cubierta por una tapa semicircular. Allí estaba, el postre. Lo tomó con cuidado casi reverencial y la llevó de nuevo al salón, dónde Mánia estaba teniendo un pequeño ataque de nervios a causa de la desaparición de su maquillaje.
-Tranquilícese, ama.- comenzó a decir en tono apaciguador, mientras dejaba la bandeja ante ella.- Ya habrá tiempo de conseguir sus cosméticos, no se apure. Entre tanto… le he traído lo que me pidió.
Y, sin más dilación, destapó las viandas. Habría recurrido al manoseado tópico del “voila” francés. Por suerte para él y para la literatura, había olvidado el galo, así que se conformó con descubrir en silencio los escarchados corazones violetas, del tamaño de una manzana pequeña. Guiado por habladurías, había ido hacia la llamada Torre Leprosa, en busca de aquellos supuestos manjares, consciente de que en su hogar no habría nada dulce que ofrecerle a su ama cuando despertase. No había sido tarea fácil abrir en canal a aquellas molestas y ágiles criaturas, del tamaño de un perro, sólo armado con sus dos dagas y su machete. Había sido capaz de matar a cinco antes de que acudieran en bandada a devorarlo, y se vio obligado a huir, abrumado por la aplastante horda de piel blancuzca, provista de colmillos y garras afiladas cómo crueles cuchillas chillonas. Los cadáveres de sus enemigos vencidos aún pendían de ganchos en el sótano, abiertos y congelados con el mismo hechizo con el que había conservado aquellos bocados.
-Tengo entendido que están especialmente buenos. Supongo que sus propietarios también lo sabían, porque combatían cómo condenados para evitar que se los quitara. No fue cosa fácil y… bueno, son para usted.- dijo algo nervioso, poco acostumbrado a hacer regalos, mientras se rascaba la nuca, mirando al suelo.
Ahora cavilaba sobre dónde conseguir aquellos cosméticos que su ama tanto necesitaba. Había gastado todo su dinero en el vino, y quizás tardara en conseguir más. El truco de prostituirse y apuñalar le había funcionado un par de veces, pero sabía que la suerte no lo iba a acompañar siempre. En aquella ciudad habitaban monstruos más fuertes y más inteligentes que él, y de cruzarse con uno de ellos, sabía que la artimaña le podía costar cara. Quizás podía volver a negociar con el muchacho tuerto del burdel, aunque ese aire calculador no le gustaba en absoluto. Conocía esa expresión perfectamente: Había sido la que él usaba antes de que la Luna lo dotara de aquella perversa impulsividad. Quizás debiera informarse del precio de sus fluidos antes de volver a recurrir a él cómo intermediario. Un sexto sentido, del que normalmente está dotado todo aristócrata que se precie, le decía que le estaban engañando. Quizás fueran las reminiscencias aún presentes de su paranoia. De una forma u otra, tendría que sacar dinero de algún sitio…
-¿Algo dulce…?- repitió, pensativo, ante la pregunta de su ama. Algo tenía preparado, creía recordar.- Un segundo, mi señora.
Se levantó rápidamente para marchar hacia la cocina de nuevo, moviendo la cola de un lado a otro, inquieto. Finalmente encontró una bandeja de plata, cubierta por una tapa semicircular. Allí estaba, el postre. Lo tomó con cuidado casi reverencial y la llevó de nuevo al salón, dónde Mánia estaba teniendo un pequeño ataque de nervios a causa de la desaparición de su maquillaje.
-Tranquilícese, ama.- comenzó a decir en tono apaciguador, mientras dejaba la bandeja ante ella.- Ya habrá tiempo de conseguir sus cosméticos, no se apure. Entre tanto… le he traído lo que me pidió.
Y, sin más dilación, destapó las viandas. Habría recurrido al manoseado tópico del “voila” francés. Por suerte para él y para la literatura, había olvidado el galo, así que se conformó con descubrir en silencio los escarchados corazones violetas, del tamaño de una manzana pequeña. Guiado por habladurías, había ido hacia la llamada Torre Leprosa, en busca de aquellos supuestos manjares, consciente de que en su hogar no habría nada dulce que ofrecerle a su ama cuando despertase. No había sido tarea fácil abrir en canal a aquellas molestas y ágiles criaturas, del tamaño de un perro, sólo armado con sus dos dagas y su machete. Había sido capaz de matar a cinco antes de que acudieran en bandada a devorarlo, y se vio obligado a huir, abrumado por la aplastante horda de piel blancuzca, provista de colmillos y garras afiladas cómo crueles cuchillas chillonas. Los cadáveres de sus enemigos vencidos aún pendían de ganchos en el sótano, abiertos y congelados con el mismo hechizo con el que había conservado aquellos bocados.
-Tengo entendido que están especialmente buenos. Supongo que sus propietarios también lo sabían, porque combatían cómo condenados para evitar que se los quitara. No fue cosa fácil y… bueno, son para usted.- dijo algo nervioso, poco acostumbrado a hacer regalos, mientras se rascaba la nuca, mirando al suelo.
Ahora cavilaba sobre dónde conseguir aquellos cosméticos que su ama tanto necesitaba. Había gastado todo su dinero en el vino, y quizás tardara en conseguir más. El truco de prostituirse y apuñalar le había funcionado un par de veces, pero sabía que la suerte no lo iba a acompañar siempre. En aquella ciudad habitaban monstruos más fuertes y más inteligentes que él, y de cruzarse con uno de ellos, sabía que la artimaña le podía costar cara. Quizás podía volver a negociar con el muchacho tuerto del burdel, aunque ese aire calculador no le gustaba en absoluto. Conocía esa expresión perfectamente: Había sido la que él usaba antes de que la Luna lo dotara de aquella perversa impulsividad. Quizás debiera informarse del precio de sus fluidos antes de volver a recurrir a él cómo intermediario. Un sexto sentido, del que normalmente está dotado todo aristócrata que se precie, le decía que le estaban engañando. Quizás fueran las reminiscencias aún presentes de su paranoia. De una forma u otra, tendría que sacar dinero de algún sitio…
¿Qué es más divertido que matar a un bebé en una batidora?
- InvitadoInvitado
Re: Luna Alta
07/05/12, 06:13 pm
Mánia miró con ojos golosos las chucherías que Vlad le presentaba. Cogió uno entre sus manos, y lo mordió sin hacer la más mínima mueca por el frío. Estaban deliciosos, de un dulzor almibarado que no llegaba a empalagar. Mánia lamía y sorbía los cristales de hielo en los que los corazones se fragmentaban. Tan solo acabó uno, y se llevó otro más en su paseo por el castillo.
Pidió a Vlad que le hiciese una visita guiada por lo que sería su nuevo hogar. El palacete no era muy grande, al menos no para lo que Mánia conocía de Libo, siendo propiedad de la alta nobleza, pero las habitaciones eran amplias, de techos altos y esa esencia orgullosa e imponente que le trajo gratos recuerdos de su mundo. También estaban bastante limpias para lo viejo que era el edificio.
-Has hecho un buen trabajo...- comentó lo más alto que su orgullo le permitía
El sótano fue la primera parada. Servía de bodega y alparecer también de despensa... de la forma más macabra imaginable. Había varios cadáveres repartidos, entre ellos los de los dragones cuyos corazones le habían servido de postre. Mánia decidió ignorar esos y buscar el más fresco de las criaturas de sangre roja. Un colaespina fue el elegido; lo desgarró con las uñas y se empapó los dedos con su sangre para pintarse la cara. Dos líneas rojas bajaban de sus ojos, y en las comisuras de sus labios teñidos de carmesí asomaban un par de colmillos dibujados. Un resultado tosco, como los primeros intentos en el torreón Letargo, pero válido a ojos de la chiquilla.
-Servirá, por ahora, pero no tardes en conseguirme maquillaje... -dijo observando su reflejo en una botella vacía.
Aparte del comedor y una pequeña cocina, había un gran salón con un piano que ni siquiera sonaba; varias habitaciones en los pisos superiores todas ricamente decoradas y que aun mantenían restos de sus antiguos propietarios, y un suntuoso baño. Mánia supuso que los retretes estarían fuera, y al asomarse a una ventana para comprobarlo vio entre la vegetación un adosado para el servicio. El jardín era una selva, y las plantas habían engullido incluso las estatuas, que se adivinaban bajo el musgo. Iban a necesitar bastante tiempo y magia... << Pero eso ya no es problema mio>> pensó felizmente, subiendo las escaleras a saltitos. Tener a alguien tan dispuesto a complacerla como Vlad le había devuelto gran parte de su antigua mentalidad de muñequita mimada de la nobleza.
Además de la torre en la que ella dormía había una más. Era un poco más grande y sus paredes estaban cubiertas de estanterías que casi llegaban a techo. Apenas conservaban la mitad de los libros que debían haber albergado, y entre los títulos Mánia solo encontró novelas históricas y biografías aburridas.
-Se han llevado todos los libros interesantes- se quejó.
Miró hacia arriba y vio, justo encima de las estanterías, una hilera de ventanucos por los que de día entraría algo de luz, aunque probablemente no la suficiente para iluminar toda la estancia. Mánia sonrió de forma pícara y saltó sobre un sillón para impulsarse. Trepó por las estanterías rápidamente y sin echar de menos siquiera sus garras, y llegó a la altura de los ventanucos. Tuvo que valerse de un hechizo para abrirlos, pero logró salir al exterior sin problema, pues era bastante menuda a pesar de lo estrecho del hueco.
Fuera hacía viento y frío, y estaba oscuro, pero a Mánia le encantó poder respirar aire fresco de nuevo. Llevaba mucho tiempo encerrada y estaba deseando salir, explorar el nuevo territorio donde se habían asentado y sobretodo probar su nuevo poder. Caminó agachada por el tejado, con cuidado de no resbalar con las tejas sueltas, y se encaramó al remate metálico de la torre.
-Desde aquí se ve todo el barrio!!- dijo ilusionada, mirando en todas direcciones. Era difícil distinguir edificios en la oscuridad, no había demasiadas luces, pero sí que podía decir cuáles estaban enteros y cuáles reducidos a escombros.- ¿Tendremos vecinos?- No le agradaba mucho la idea, pero ¿hacía cuanto que no se relacionaba con nadie más que sus compañeros...? o más bien ¿hacía cuánto que no se relacionaba con nadie aparte de Vlad? Tenía curiosidad y avidez por caras nuevas.... Quería ver las nuevas dimensiones de Rocavarancolia...
Pidió a Vlad que le hiciese una visita guiada por lo que sería su nuevo hogar. El palacete no era muy grande, al menos no para lo que Mánia conocía de Libo, siendo propiedad de la alta nobleza, pero las habitaciones eran amplias, de techos altos y esa esencia orgullosa e imponente que le trajo gratos recuerdos de su mundo. También estaban bastante limpias para lo viejo que era el edificio.
-Has hecho un buen trabajo...- comentó lo más alto que su orgullo le permitía
El sótano fue la primera parada. Servía de bodega y alparecer también de despensa... de la forma más macabra imaginable. Había varios cadáveres repartidos, entre ellos los de los dragones cuyos corazones le habían servido de postre. Mánia decidió ignorar esos y buscar el más fresco de las criaturas de sangre roja. Un colaespina fue el elegido; lo desgarró con las uñas y se empapó los dedos con su sangre para pintarse la cara. Dos líneas rojas bajaban de sus ojos, y en las comisuras de sus labios teñidos de carmesí asomaban un par de colmillos dibujados. Un resultado tosco, como los primeros intentos en el torreón Letargo, pero válido a ojos de la chiquilla.
-Servirá, por ahora, pero no tardes en conseguirme maquillaje... -dijo observando su reflejo en una botella vacía.
Aparte del comedor y una pequeña cocina, había un gran salón con un piano que ni siquiera sonaba; varias habitaciones en los pisos superiores todas ricamente decoradas y que aun mantenían restos de sus antiguos propietarios, y un suntuoso baño. Mánia supuso que los retretes estarían fuera, y al asomarse a una ventana para comprobarlo vio entre la vegetación un adosado para el servicio. El jardín era una selva, y las plantas habían engullido incluso las estatuas, que se adivinaban bajo el musgo. Iban a necesitar bastante tiempo y magia... << Pero eso ya no es problema mio>> pensó felizmente, subiendo las escaleras a saltitos. Tener a alguien tan dispuesto a complacerla como Vlad le había devuelto gran parte de su antigua mentalidad de muñequita mimada de la nobleza.
Además de la torre en la que ella dormía había una más. Era un poco más grande y sus paredes estaban cubiertas de estanterías que casi llegaban a techo. Apenas conservaban la mitad de los libros que debían haber albergado, y entre los títulos Mánia solo encontró novelas históricas y biografías aburridas.
-Se han llevado todos los libros interesantes- se quejó.
Miró hacia arriba y vio, justo encima de las estanterías, una hilera de ventanucos por los que de día entraría algo de luz, aunque probablemente no la suficiente para iluminar toda la estancia. Mánia sonrió de forma pícara y saltó sobre un sillón para impulsarse. Trepó por las estanterías rápidamente y sin echar de menos siquiera sus garras, y llegó a la altura de los ventanucos. Tuvo que valerse de un hechizo para abrirlos, pero logró salir al exterior sin problema, pues era bastante menuda a pesar de lo estrecho del hueco.
Fuera hacía viento y frío, y estaba oscuro, pero a Mánia le encantó poder respirar aire fresco de nuevo. Llevaba mucho tiempo encerrada y estaba deseando salir, explorar el nuevo territorio donde se habían asentado y sobretodo probar su nuevo poder. Caminó agachada por el tejado, con cuidado de no resbalar con las tejas sueltas, y se encaramó al remate metálico de la torre.
-Desde aquí se ve todo el barrio!!- dijo ilusionada, mirando en todas direcciones. Era difícil distinguir edificios en la oscuridad, no había demasiadas luces, pero sí que podía decir cuáles estaban enteros y cuáles reducidos a escombros.- ¿Tendremos vecinos?- No le agradaba mucho la idea, pero ¿hacía cuanto que no se relacionaba con nadie más que sus compañeros...? o más bien ¿hacía cuánto que no se relacionaba con nadie aparte de Vlad? Tenía curiosidad y avidez por caras nuevas.... Quería ver las nuevas dimensiones de Rocavarancolia...
- Vlad
Ficha de cosechado
Nombre: Yrfylltabgemesh Ftethvajranotz Graktholontir
Especie: Auro
Habilidades: Nociones de Lucha, Artesanía, Puntería.
Re: Luna Alta
07/05/12, 09:56 pm
Vlad siguió de un lado a otro a Mánia, apuntando mentalmente las nuevas tareas durante su devenir por el palacete. Libros y maquillaje. Aquello lo llevaba a la misma tesitura planteada anteriormente: Necesitaba dinero. Cuanto antes. Quizás debiera recurrir al invocador de demonios, aunque recelaba por naturaleza de él. Ahora, recapacitó, era parte de ese grupo de criaturas que se hombre se dedicaba a subyugar alegremente, y se debería andar con cuidado. Quizás debiera ir a recabar información sobre su transformación más concienzudamente antes de volver a encararse a él.
Sumido en estos pensamientos de carácter económico, hizo una reverencia ante Mánia ante el discreto reconocimiento, alagado.
-Vivo para serviros, mi señora.- dijo con voz aterciopelada, antes de seguirla a toda prisa hacia la pequeña biblioteca de la torre.
Contempló la lúgubre estancia bajo la tenue luz de las velas. Las estanterías estaban medio vacías, víctimas del saqueo, como un mausoleo profanado. Aquella visión dañaba los ojos rasgados de Vlad, en cuya vida los libros habían sido el único divertimento que lo sacaba de aquella burbuja de esfuerzo extenuarte diario impuesto por sus progenitores. Además, ahora la palabra escrita no sólo era un pasatiempo, sino un poderoso medio para sobrevivir en un medio hostil y desconocido, lleno de misterios e incógnitas cuyas respuestas sólo se hallaban plasmadas entre tapas de cuero.
El conde estaba terriblemente sumido en aquellos pensamientos. Quizás fuera por eso por lo que tardó demasiado en percatarse de que su ama estaba saliendo por la ventana. Alarmado y sacado de las profundidades de su psique de un golpe seco con ecos de silencio, se apresuró a seguirla, ejecutando atropelladamente un conjuro de levitación. Unos segundos después, salía volando a través de la ventana, flotando delante de Mánia, que disfrutaba de las magníficas vistas nocturnas sin aparentar ser consciente del tremendo peligro que corría pendiendo de aquel borde metálico y oxidado.
-Eh... Ama, creo que sería conveniente que bajara de ahí. La puedo coger y… bueno, llevarla a un lugar más seguro. El suelo, por ejemplo. Sí, el suelo sería una opción interesante. Además… tenemos cosas que hacer. Podríamos dar un paseo por la ciudad, si le apetece, e ir acostumbrándonos a los aires del lugar. ¿Qué le parece…?
Aunque Vlad de verás deseaba ver la ciudad y mostrársela más detenidamente a Mánia, gran parte del ofrecimiento tenía su por qué en el temor a que la muchacha se tronchara las piernas cómo palillos en la caída. Aunque tenía suficiente magia cómo para curarla, ver a su ama fracturada en el suelo, llorando de dolor, no estaba en su lista de cosas que visionar urgentemente.
Sumido en estos pensamientos de carácter económico, hizo una reverencia ante Mánia ante el discreto reconocimiento, alagado.
-Vivo para serviros, mi señora.- dijo con voz aterciopelada, antes de seguirla a toda prisa hacia la pequeña biblioteca de la torre.
Contempló la lúgubre estancia bajo la tenue luz de las velas. Las estanterías estaban medio vacías, víctimas del saqueo, como un mausoleo profanado. Aquella visión dañaba los ojos rasgados de Vlad, en cuya vida los libros habían sido el único divertimento que lo sacaba de aquella burbuja de esfuerzo extenuarte diario impuesto por sus progenitores. Además, ahora la palabra escrita no sólo era un pasatiempo, sino un poderoso medio para sobrevivir en un medio hostil y desconocido, lleno de misterios e incógnitas cuyas respuestas sólo se hallaban plasmadas entre tapas de cuero.
El conde estaba terriblemente sumido en aquellos pensamientos. Quizás fuera por eso por lo que tardó demasiado en percatarse de que su ama estaba saliendo por la ventana. Alarmado y sacado de las profundidades de su psique de un golpe seco con ecos de silencio, se apresuró a seguirla, ejecutando atropelladamente un conjuro de levitación. Unos segundos después, salía volando a través de la ventana, flotando delante de Mánia, que disfrutaba de las magníficas vistas nocturnas sin aparentar ser consciente del tremendo peligro que corría pendiendo de aquel borde metálico y oxidado.
-Eh... Ama, creo que sería conveniente que bajara de ahí. La puedo coger y… bueno, llevarla a un lugar más seguro. El suelo, por ejemplo. Sí, el suelo sería una opción interesante. Además… tenemos cosas que hacer. Podríamos dar un paseo por la ciudad, si le apetece, e ir acostumbrándonos a los aires del lugar. ¿Qué le parece…?
Aunque Vlad de verás deseaba ver la ciudad y mostrársela más detenidamente a Mánia, gran parte del ofrecimiento tenía su por qué en el temor a que la muchacha se tronchara las piernas cómo palillos en la caída. Aunque tenía suficiente magia cómo para curarla, ver a su ama fracturada en el suelo, llorando de dolor, no estaba en su lista de cosas que visionar urgentemente.
¿Qué es más divertido que matar a un bebé en una batidora?
- InvitadoInvitado
Re: Luna Alta
10/05/12, 10:16 pm
Mánia se había puesto la mano a modo de visera, algo aparentemente absurdo pues estaba todo oscuro, pero a sus ojos una luz le deslumbraba... Un destello tintineante, como llamas al viento. La niña buscó el origen del brillo y descubrió un grupo de murciélagos flamígeros revoloteando alrededor de las torres del palacete, chamuscando y cazando mosquitos. Mánia dedicó su atención a las criaturas, fascinada, e invocó algunas llamitas imitando las de las alas de los murciélagos, tratando de atraerlos. No funcionó, siguieron cazando, y Mánia bufó y volvió su atención al íncubo, que había salido a buscarla.
-Es un lugar seguro-se defendió,poniéndose en pie sobre las tejas, aún agarrada al pico metálico.- Me gustan los sitios altos...
Sus ojos buscaron las llamas del murciélago más cercano, que sí parecía atraído por sus juegos. Invocó más llamas haciéndolas bailar entre sus dedos, solo para comprobar que el murciélago simplemente estaba despistado... o más bien había descubierto los mosquitos que rondaban a la niña en busca de su sangre. Mánia aplastó uno en su muslo y bufó con fastidio.
-Podríamos explorar los otros palacetes... No parece que estén habitados la mayoría. A lo mejor hay ropa decente en alguno...
La costumbre de coger lo que necesitaba de cualquier edificio vacío le había quedado de su criba. Acostumbrada a tener todos sus caprichos sin pagar por ellos más que una sonrisa fingida, no se le pasó por la cabeza que pudiera haber mercados en los que comprar ropa, mucho menos que necesitaban dinero para conseguirla.
El murciélago finalmente se acercó lo suficiente a Mánia, y la chica no pudo resistir la tentación... Se soltó del pico y saltó para agarrar al pobre animal, cayendo sin remedio desde la torre. Abajo estaba el patio y, aunque algunas plantas frenaron ligeramente la caída, no evitó que aterrizase con un desagradable crujido de huesos. Logró ponerse en pie, milagrosamente, y miró la mano que sujetaba al murciélago, que estaba demasiado tieso... El animal había muerto de un infarto, al parecer, y ella se había partido ambas piernas y la cadera, además, tenía la mano destrozada por quemaduras y mordiscos, provocados por el murciélago en un intento desesperado por escapar.
-Se ha muerto- fue lo único que dijo, mirando al Vlad que aun seguía en lo alto de la torre. No sabía si le había oído pero... << Voy a gastar mucha magia si curo esto...>> -Vlad!! Baja aquí y cúrame!!- gritó.
-Es un lugar seguro-se defendió,poniéndose en pie sobre las tejas, aún agarrada al pico metálico.- Me gustan los sitios altos...
Sus ojos buscaron las llamas del murciélago más cercano, que sí parecía atraído por sus juegos. Invocó más llamas haciéndolas bailar entre sus dedos, solo para comprobar que el murciélago simplemente estaba despistado... o más bien había descubierto los mosquitos que rondaban a la niña en busca de su sangre. Mánia aplastó uno en su muslo y bufó con fastidio.
-Podríamos explorar los otros palacetes... No parece que estén habitados la mayoría. A lo mejor hay ropa decente en alguno...
La costumbre de coger lo que necesitaba de cualquier edificio vacío le había quedado de su criba. Acostumbrada a tener todos sus caprichos sin pagar por ellos más que una sonrisa fingida, no se le pasó por la cabeza que pudiera haber mercados en los que comprar ropa, mucho menos que necesitaban dinero para conseguirla.
El murciélago finalmente se acercó lo suficiente a Mánia, y la chica no pudo resistir la tentación... Se soltó del pico y saltó para agarrar al pobre animal, cayendo sin remedio desde la torre. Abajo estaba el patio y, aunque algunas plantas frenaron ligeramente la caída, no evitó que aterrizase con un desagradable crujido de huesos. Logró ponerse en pie, milagrosamente, y miró la mano que sujetaba al murciélago, que estaba demasiado tieso... El animal había muerto de un infarto, al parecer, y ella se había partido ambas piernas y la cadera, además, tenía la mano destrozada por quemaduras y mordiscos, provocados por el murciélago en un intento desesperado por escapar.
-Se ha muerto- fue lo único que dijo, mirando al Vlad que aun seguía en lo alto de la torre. No sabía si le había oído pero... << Voy a gastar mucha magia si curo esto...>> -Vlad!! Baja aquí y cúrame!!- gritó.
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