Luna Alta

Entre las numerosas bromas sobre su bufanda y la buena recepción general de los demás ante su idea, a Adam se le subieron mucho los ánimos. Aunque fuese algo raro, no le agradó mucho ese contacto breve de Kolja pero se lo tomó bien, al fin y al cabo más que su maestro es su colega.

—Y yo también, este bigote me pone de los nervios —respondió a Kolja. Su corta barba le gustaba pero el bigote nunca fue de su agrado—. Quizás debería cortar un poco las puntas, me gustaría tener el pelo más presentable, parezco una fregona —añadió conservando un buen humor que parecería iba a durar todo el día—. Y el pelo largo es para que la bufanda no me reconozca por si está viva, lo mismo está buscando a quien la creó —terminó por decir acompañado de una de sus mayores carcajadas.

Después de aquella agradable tertulia Adam se fue a preparar su equipo acostumbrado para las salidas: su espada y su inseparable escudo, aparte de protecciones varias. El ruso salió con muchas ganas, impaciente por otro baño en ese palacete tan lujoso. Una de las bañeras pasó inusualmente cerca de ellos pero Adam prefirió no centrarse mucho en ello.

—Si no son muchas no creo que al dueño…

La oscuridad provocada por la sombra de la bañera hizo que Adam interrumpiese su respuesta a Kahlo y desviase su atención al objeto volador, colocado justo sobre ellos. Por desgracia, no fue lo único que avistó. Lo único que pudo soltar fue un breve grito ahogado antes de actuar.

—¡Mierda el lagarto, el lagarto! ¡Arriba! —avisó lo más alto que se pudo permitir al susurrarlo, con su mano temblorosa en el mango de su espada y agarrando el escudo con fuerza. ¿Por qué diablos aquel psicópata andaba paseando por el aire? El lagarto estaba haciendo magia, pero lo que de verdad no alcanzaba a asimilar era el hecho de encontrarse con él tan de pronto, no teniendo el cuerpo preparado para su simple presencia. De un paso rápido se acercó lo más que pudo al ochrorio, siendo lo primero que pensó en aquella situación.

Distraída y en su propio mundo, la nipona se movía independiente de sus alrededores. Ese estado de absentia mental que le permitía evitar chocarse con los demás, no tropezar con objetos en el suelo y recordar cómo usar escaleras y poco más. No sabia lo que le dolía, pero mientras estaba en el torreón no podia evitar sentirse así. La parsimonia de cada día, el miedo por las noches, le dejaba seca de toda emoción. Se movería como una autómata por la mañana, haría excusa de su desayuno y se prepararía con los demás para salir. Lo sabia entonces. El salir le haría despertarse. La adrenalina era algo con lo que podía contar en estos días.

Al dar el primer paso ya lo sentía, los pelos de la nuca erizados, el pelo desigual recogido en un moño, el peso del carcaj a la cadera y la sensación del arco en la mano.

'Esto no es normal' se decía. Y no lo era. Armados, niños salían de nuevo a la ciudad. El animo era optimista. Solo iban a aquel lugar con las plantas y a coger comida, un propósito totalmente inocente, pero nada lo era en la ciudad. Reina intentaba que no se le notasen los nervios y se mantenía ojo avizor a cualquier cosa que les podría saltar de un callejón, al tornar un edificio. La bañera sobrevolándolos la sobrecogió tanto como a los demás y al principio, notó aquella figura andando por el aire y no le atribuyó mérito alguno, todavía procesando que era. No fue hasta que Adam lo mencionó que su cerebro volvió a funcionar y procesó lo que estaba viendo.

Dejó su opinion en el aire, pero contrario a sus palabras tenia una flecha en la mano.
—Dejémosle coger lo que quiera, seria mejor evitar una confrontación.—

Su ofrecimiento no obtuvo la respuesta esperada pero por lo menos Kradko accedió a comer algo más. Aunque sabía que tenía que tener paciencia, Luci se sentía apenado. Le preparó los arenques con la ayuda de Kahlo y una vez acabaron de desayunar se prepararon para salir.

Luci vestía su combinación habitual de jersey a modo de vestido, leotardos y botitas, a las que además le había cambiado los cordones por unos más coloridos hechos a partir de prenda viejas. Llevaba el pelo recogido en una coleta, lo tenía bastante largo y por el momento no pensaba cortárselo, quería ver cuánto podía dejarlo crecer. Por último, como ya se estaba convirtiendo en costumbre, llevaba una espada y un cuchillo al cinto. Caminar con el peso de las armas se le había hecho extraño al principio pero ahora le daba una extraña sensación de seguridad. Llevar escudo todavía le dejaba moratones.

Iba en medio de la comitiva, protegido por el grupo. Estaba de buen humor, iban a un sitio que adoraba, casi el único de toda la ciudad, y además gracias a la magia no habían tenido que dejar a nadie atrás. Pero, como no podía ser de otra forma, su burbuja de optimismo no tardó en romperse. Había oído los cánticos del espantapájaros y no le había prestado mayor atención, ni siquiera cuando la sombra de la bañera los cubrió, hasta que Adam abrió la boca. Luci podía verlo, tan claro que no sabía si era el miedo lo que le había agudizado la vista. El maldito lagarto asesino. Volando. Volando como si estuviese hecho de aire. El daeliciano se puso pálido y por inercia se acercó a los más mayores buscando protección.

-Deberíamos escondernos -susurró -Bajo un saliente o algo, para que no nos vea…

Había muchas casonas con porches y techados estrafalarios que podían usar para ocultarse.

Aunque no se la veía muy convencida, Kradko accedió a comer algo más. Era algo, y tal vez más adelante, si la niña quería podían volver a hablar de aquello. Tras acabar de desayunar, Amira cogió sus armas y salió con el resto de sus compañeros. Habían hecho aquel camino más de una vez y nunca había pasado nada, pero salir desarmada era algo que la francesa ni se planteaba.

La conversación se le hacía interesante. Adoraba el palacete. Los baños de lujo, poder peinarse en un tocador bonito y no usando un hechizo reflectante que ya ni podía usar, o en el escudo a modo de espejo que les había hecho Alec. Incluso cosas que no solía hacer en la Tierra, como pintarse las uñas, se le antojaban deseables en aquella ciudad.
—Oh, estaría bien. Además seguro que ahora hay nuevas variedades que podemos llevarnos —comentó con entusiasmo ante la idea de llevarse plantas.

Al principio ni siquiera se dio cuenta de que había alguien más. Fueron las palabras de Adam, al que tenía al lado (y del que tenía que alejarse un par de pasos de vez en cuando, cuando se daba cuenta de que estaba más cerca de lo que debería) las que le hicieron mirar hacia arriba y ver a la bañera…y a Setenta y siete.

Amira agarró la empuñadura de la espada con fuerza, mientras apretaba los dientes. Le llenaba de rabia verle por ahí, andando por le aire felizmente como si la ciudad fuera suya y no hubiera matado o mutilado a nadie. Accedió a la idea de Luci de esconderse bajo un saliente y se dirigió bajo uno, sin dejar de observar al lagarto. Si bajaba y se acercaba a ellos, iba a necesitar de todo su autocontrol para no querer ir a atacarle

Alyssa estaba dividida entre compartir el entusiasmo del grupo y la tensión que sentía por ser la primera vez fuera del torreón desde hacía tanto tiempo, así que se había metido lo más hacia el centro del grupo que había podido y dejaba que los más “veteranos” se encargaran de llevar las riendas del viaje.

Uno podría pensar que estaría más atenta, que vería las cosas antes que alguien más calmado por estar revisándolo todo nerviosamente, pero no fue así. Asociado como tenía las bañeras a símplemente comida y no a una amenaza prácticamente ignoró las que les pasaba por encima, hasta que escuchó a Adam advertirles del peligro.

No había visto en persona al reptil desde el día de la cosecha, cubierto de sangre. Le había aterrado entonces, y seguía haciéndolo ahora. Más, incluso, porque la última vez no hacía magia, y ahora sí.
Alyssa no había podido empezar a hacer magia hasta hacía poco y el único hechizo que conocía era el mismo que Setenta y siete estaba utilizando para ascender por el aire. Ahora bien, sabía lo suficiente de ese hechizo en particular para saber que solo los dos, o tres mejores con magia de su torreón eran lo bastante buenos para levantar a una persona normalita, mucho menos la mole que era el Kievek.

Luci sugirió esconderse para que no les viera. Alyssa dudaba bastante que el grupo, expuesto como estaba en medio de la calle, tuviera muchas posibilidades de pasar desapercibido, pero no tenía ninguna idea mejor. Acompañó a Amira hacia el saliente que la francesa ya había encontrado. Si no estuviera tan asustada tal vez le habría llamado la atención el contraste entre su estado y el de la otra chica, pero ahora mismo tenía otras preocupaciones en mente.

No tardó mucho en coger el bastón habitual y algo más de abrigo y se dirigió luego de vuelta al salón para esperar al resto. Poco después todo el grupo se puso en marcha hacia el Palacete. Las salidas siempre le gustaban, pero el recuerdo del agua caliente de la bañera del Palacete le daba un motivo para alegrarse aun más. Además, iba a aprovechar como otros para cortarse el pelo y recortarse los bigotes.

El camino fue tranquilo para la mayoría, aunque Chromsa tuvo algunos problemas. Se alegraba de poder ver plantas por donde meses atrás solo había escombros sin mucha diferencia de color, pero... había algo que lo llamaba a no acercarse demasiado ni a la hierba que crecía entre algunos adoquines del camino. Por ello, el ochrorio caminaba un poco tenso, cercano a Adam por si aparecía algún peligro y evitando con recelo estar cerca de alguno de los bordes de la calle.

Estaban cerca de su destino cuando Kahlo propuso coger más plantas para el torreón. -Bueno, podría estar bien. Todavía...- empezó a contestar cuando Adam lo interrumpió llamando la atención de todos hacia algo que tenían encima. Chromsa observó una mancha que, por su velocidad, reconocía como una de las bañeras, pero acercándose a ella había otra que avanzaba bastante más rápido. No fue hasta que el resto mencionó de qué se trataba que al ochrorio le entró un escalofrío. Encontrarse con Setenta y Siete era de por si un gran problema,  pero ver su capacidad para la magia lo hacía aun más aterrador. Ya no solo por el hecho de que la tuviera, sino porque flotar por el aire quedaba restringido a aquellos con poderes como los de Kahlo o él. La única cosa en la que podía sobrepasarle ahora ya no les servía de nada. -Santa Acromía, ayúdanos- consiguió decir aterrado.

Luci encontró rápido un escondite al que comenzaron a dirigirse. Antes, pudo fijarse como Adam se le acercó preparado para lo que pudiera pasar, pero Chromsa tenía claro que enfrentarse al lagarto no era una opción viable. -¡Vamos, no es seguro quedarse al descubierto!- le dijo al terrestre intentando convencerlo para ir al escondite con el resto. Si se resistía intentaría llevárselo a la fuerza, aunque esperaba que no fuera necesario.

Ya escondido, el ochrorio solo esperaba que Setenta y Siete no los hubiera visto o, si no era el caso, al menos los dejara en paz esta vez. Le daba miedo lo que podría hacerles teniendo varios antecedentes, pero le aterraba un poco más que Adam saliera herido. Sabía que estaba entrenado para protegerlos a todos y por ello era de los que más daño podrían recibir en un enfrentamiento contra lo que fuera, pero no quería que le pasara nada. -(No quiero perderte por un maldito lagarto asesino. Yo también te protegeré, Adam)- pensó.

Kolja se fue a ponerse su armadura en cuanto se vio que el plan de salir era aprobado por todo el mundo. Para aquella salida cogió su hacha normal y su arco y carcaj. Antes de salir cogió la fruta que había dejado apartada, se la comería por el camino si ya había remetido el maldito síntoma de la ceniza.

Como siempre, se posicionó a la cola del grupo, protegiendo la retaguardia. Ver el torreón de los sendarios y los destrozos causados por el camaleón aquel le había puesto alerta de nuevo, por lo que iba en guardia, con una mano posada en el mango del hacha. Todo fue bien, llegaron hasta el barrio de las casas ornamentadas sin nada que destacar. Bueno, quizás una cosa. Adam andaba entre el grupo, cuando en realidad se suponía que con su escudo fuese delante o protegiendo un flanco, otra cosa que tendría que mencionarle. También se fijo en que, a parte de Amira que por alguna extraña razón se le acercaba y alejaba constantemente, iba al lado de Chromsa y por un segundo se sintió celoso. Parecía que su alumno se había buscado un nuevo maestro, con el que había hecho muy buenas migas.

Pero tampoco tuvo mucho tiempo para pensarlo. Una de las bañeras se acercó justo por encima de ellos, con su peculiar capitán cantando los absurdos manjares que transportaba. Kolja alzó la mirada y se fijó en la figura que andaba hacia ella. En un principio pensó que se trataba de alguno de sus compañeros de otros torreones, pero era una persona muy alta. Solo aquel fryve o frivi o como fuese era de aquella estatura, pero le extrañaba que tuviese tanta capacidad mágica con la cantidad de armas que llevaba en su visita. Los de su grupo que podían hacer magia no solían llevar tanto armamento. Además, su torreón estaba en el otro punto de la ciudad, en el este.

Fue su pupilo (¿quizás expupilo?) el que primero se dio cuenta de quién era el asaltante de bañeras. Kolja soltó una maldición por lo bajo y por un momento pensó en descolgar su arco y acribillar a flechas a aquel malnacido, pero el hecho de que levitase tan tranquilo de aquella forma le puso nervioso. No había olvidado como acabó la cosa la última vez que quiso patearle el culo a alguien con magia, el jodido esqueleto lleno de mocos le había dejado completamente indefenso.

Así que soltando otra maldición se agachó, consciente de que su altura hacía que se le pudiese ver desde bastante distancia y corrió a parapetarse bajo el saliente de algún edificio o algunas ruinas. No pudo evitar ver que no era el único que miraba al lagarto con odio. El rusky y la francesa también parecían estar deseando lanzarse a por él. Con una tercera maldición se colocó detrás de ambos, preparado para agarrarlos en el caso de que alguno se le fuese la pinza e intentasen atacar al cabrón esclavizador y asesino, y mago.

Al ir por la calle y pensar en lo ocurrido antes de salir, le sabía un poco de no haber ayudado a preparar el desayuno, pero al menos había podido tener unos buenos arenques. Además, era su pago por haber sido interrumpida. Además de eso, también contribuyó a mejorar su ánimo el pensar que iban a visitar el palacete de nuevo.

Poco le iba a durar.

Cuando el resto llamaron la atención casi se queda paralizada en medio de la calle. «No…». Ahora que por fin había levantado algo la cabeza, aquello era lo último que quería ver. Aquel… Lagarto psicópata traidor asesino en serie. Por suerte, ver al resto moverse tan deprisa la impulsó a ella también. Por su lado, ella optó por meterse por la ventana de un edificio y observar desde dentro los avances del krabelinense.

La calma y las cosas buenas habían durado demasiado tiempo. A pesar de que no era realmente así, en cuanto que vio aquella aterradora figura flotante Lethe sintió de pronto que había bajado totalmente la guardia y que se había vuelto demasiado imprudente después de aquel largo tiempo de buena suerte. Sabía que no era un pensamiento racional porque en realidad no había dejado de ser precavida, pero aquella visión sobre sus cabezas hacía saltar una gran cantidad de alarmas en su interior. Ella lo había visto más o menos al mismo tiempo que Adam, precisamente porque no bajaba nunca la guardia y su primer instinto fue acercarse a Kradko y Qirra, las más pequeñas del grupo.

Se dijo que era normal querer proteger a dos niñas pequeñas y en gran parte se sentía responsable de que Kradko estuviese ahí en ese instante (ella la había convencido para salir), pero lo cierto era que la enderth estaba teniendo impulsos que, aunque había notado anteriormente, nunca le habían apremiado tanto como ese instante debido a que no se había vuelto a ver en una situación tal. Se descubrió a sí misma queriendo disparar una flecha al maldito reptil psicópata que estaba robando la comida como si nada. ¿Y si de pronto decidía adelantarse y dejarles sin comida a diario? Ese pensamiento le estaba quemando en su interior y sintió ganas de replicar a Reina, pero por suerte tenía cordura suficiente como para no cometer ninguna estupidez que hubiese sido digna de Kolja. De hecho, miró de reojo al mencionado y descubrió que no solo no estaba en proceso de lanzarse de cabeza si no que hacía caso de las sugerencias de los demás. Ella también estaba de acuerdo con que ocultarse era su mejor opción y, sin despegarse de las dos pequeñas, siguió al grupo hacia las ruinas.

Lo que iba a ser una salida placentera se tornó en el comienzo de una pesadilla muy deprisa. La respuesta a medias de Chromsa, la alerta de Adam y finalmente la terrible visión de Setenta y Siete flotando con soltura hacia la bañera que tenían encima. Su corazón se saltó un latido, una pausa antes de retomar un ritmo aún más vertiginoso. No tuvo la reacción de hacer la mano hacia su espada, ni siquiera de pensar en un hechizo; al igual que en el primer día Kahlo se quedó en blanco. La diferencia es que esta vez no entró en shock, y si en otro momento hubiera salido corriendo sin mediar palabra preocupada únicamente por su propio bienestar ahora sus compañeros tiraban de ella. Por supuesto que marchó a esconderse antes de que Luci tuviese tiempo de acabar la frase, mas una pesa intangible atada a sus talones hizo que, dentro de sus movimientos acelerados, esperase a los demás. Incluso si no se volteaba fue haciendo pequeñas pausas para saberse dentro del grupo, evitando mirar a Setenta y Siete directamente en todo momento.

La varmana pegó por completo la espalda contra la pared del primer edificio con el que dieron. No se fijó en la hostilidad en el rostro de algunos pues antes que nada trataba de controlar su respiración. Había desenvainado su estoque y lo aferraba contra su pecho como en el saludo antes de un duelo, mas no era una señal de que estuviera lista para luchar, sino una plegaria. El rezo en sus labios eran todos los hechizos de defensa que conocía, los cuales recitaba sin emitir sonido alguno.

Como siempre que salía del torreón Alec iba en guardia martillo en ristre. No era su primera opción recurrir a la fuerza de sus brazos si no a la de sus piernas pero no de todos los problemas se iba a poder correr siempre.

Atendió a la conversación que se fue desarrollando con buen humor y tuvo que meter la putilla cuando pudo.

-Pues esa bufanda va a tener que recorrer mucho camino hasta una tienda de Rusia - se rió, claro que luego consideró otra opción.- A no ser que la hayas hecho tú claro, en ese caso estás jodido.

No tardaron en llegar a Luna Alta, aquella zona de casas y mansiones. El mapa les había revelado el nombre de aquel lugar y a criterio de Alec el nombre era adecuado.

Divisó la bañera de provisiones a lo lejos pero aquel día no tenían necesidad de comida. El objeto volador no tardó en pasarlos por encima y lo que vio detrás de la bañera lo dejó helado. El lagarto gigante andando por el aire. Cogió el martillo con más fuerza poniéndose en tensión.

Luci sugirió ocultarse antes de que los viese y a raíz de que era una buena idea todos parecieron querer seguirla, Alec no fue menos. Cubrió la retirada mientras se dirigía al refugio donde se habían metido los demás. Esperaba que el lagarto no los hubiera visto pero como no las tenía todas consigo no dejó su martillo.

-Hay que buscar una ruta para volver al torreón... - comentó en voz alta para que sus compañeros pudieran oírlo.

El miembro 'Zarket' ha efectuado la acción siguiente: Número Aleatorio

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'Dado de 100 caras' : 65

Mientras algunos de sus compañeros sugerían marchar a un escondite, Adam estuvo bloqueado por el terror y la culpa. No fue hasta que el ochrorio le imploró que se moviese cuando marchó a esconderse. Ya en el escondite se puso a temblar, estaba aterrorizado de que ese psicópata hiciese una carnicería. Debían huir, ni en un millón de años podrían con ese monstruo.

Con el escudo en su pecho y el mango de la espada agarrado Adam volteó para ver que Alec quedaba por llegar. No le dio tiempo a pedirle que viniese más rápido cuando el escocés recibió de lleno en la espalda una de las cestas. Además en mitad del pánico el ruso avistó a Setenta y siete en dirección a Alec, quien tenía una herida muy fea en la frente.

—¡¡ALEEEC!! —el ruso echo a correr para socorrer a su compañero. Desenvainó la espada en mitad del camino, pendiente a que ese maldito tenía toda la intención de llegar adonde Alec. Se alivió cuando llegó a su lado, seguía consciente. Si hubiese visto venir todo esto, Adam no hubiese ofrecido una estúpida excursión para darse un baño. Setenta y siete venía muy rápido y no quería abandonar a Alec, no le quedaba de otra que permanecer a su lado hasta que se levantase—. ¡Alec, levanta vamos! —imploró levantando el escudo con el miedo en el cuerpo de ver a Setenta y siete más y más cerca, agarrando la espada con su mano temblorosa y frustrado por ese sentimiento de no querer ayudarlo por no darle su mano.