Luna Alta

Varsai asintió a las palabras de la bruja según ésta iba hablando.

"¿Qué hay peor? ¿Tortura?" preguntó en parte curiosa en parte horrorizada.

El hecho de que el príncipe fuese mayor llenó a la licántropa de pesar.

"Esperaba que fuese un poco de mi edad. Habría estado bien tener a alguien con quien hablar. Pero supongo que habrá otras chicas ¿no?" expresó a la bruja un poco titubeante.

Se rió cuando la pregunta que había hecho descolocó a Mánia. Ciertamente ambas habían dado por hecho el maquillaje pero podía ser peliagudo.

"Una foto, hacía mucho que no veía una. Siempre quise una cámara pero me gusta más pintar. Las fotos son un poco impersonales aunque reflejen mejor la realidad." le comentó a la libense mientras miraba la fotografía. "Una pintura tiene más... sentimiento del artista, me parece más especial.".

"Bueno, ahora que tenemos solucionado lo del "maquillaje"... ¿pasamos a las reverencias?" preguntó deseosa de empezar.

A Mánia se le escapó una sonrisa torcida.

-¿Tanto tiempo en Rocavarancolia y no sabes todas las cosas que hay que son peores que la muerte?

Debía reconocer que Libo no podía superar a Rocavarancolia en creatividad, por eso le sorprendía aún más que Varsai le hiciera esa pregunta.

Se sintió un poco mal por su decepción cuando le dijo que el príncipe era un hombre maduro y se apresuró a arreglarlo:

-No te preocupes, están las sobrinas de la Reina Madre, creo que hay alguna más cercana a nuestra edad. Y por supuesto los otros andróginos que son deidades vivientes como serías tú, podrás relacionarte de igual a igual -le aseguró.

Mánia llevaba tiempo sin ver al resto de andróginos salvo Ilol, podía aprovechar para ponerse al día. Podrían hacer una fiesta nocturna con dulces.

-Oh, ¿te gusta mi cámara? -preguntó con una gran sonrisa. La alzó para que Varsai pudiera verla mejor. -Me la regaló Vlad, la trajo de su mundo. Tienen modelos más modernos pero a mi me gustaba esta.

Había versiones mágicas de las cámaras de fotos pero a Mánia le fascinaba la tecnología tanto como la magia. Tuvo la oportunidad de visitar la Tierra en una ocasión antes de que los nombraran cosechadores a ella y a Vlad y quedó enamorada. Ya solo podía conseguir cosas de alli en el mercado.

-Lo de las reverencias es sencillo cuando tienes un rango tan alto. El saludo normal es un asentimiento de cabeza y parpadeo lento -Le hizo una demostración -Las reverencias a personas de alto rango son más pronunciadas y en presencia de la Reina Madre tienes que tocar el suelo con la frente. Bueno, nosotras no, podemos hacer el saludo normal. Creo que no hay nada más que debas saber... -se quedó pensando -Ah, no mires fijamente a nadie a los ojos mucho rato. Nunca. Es señal de desafío, alguien podría creer que te ha ofendido.

"Sí, si que las sé... pero trato de evitar esos temas en la medida que puedo. No me gusta hablar de ello, no con la gente que tuve en la cosecha" se excusó pensando en Roaxen y en la noche de su Luna.

Varsai se alegró al escuchar que habría más gente de su edad con la que poder hablar, si la única persona que le podría hablar hubiera sido Mánia la licántropa se había sentido decepcionada. Era bueno escuchar lo contrario. Las orejas de la leoparda se movieron acorde a su estado de ánimo.

"Es bonita sí" le dijo a la bruja en respuesta a su pregunta sobre la cámara. "Aunque tenía entendido que la tecnología no funcionaba muy bien aquí en la ciudad" inquirió con curiosidad.

"Pues sí que es sencillo" comentó cuando la libense le explicó el funcionamiento de las reverencias. La licántropa se terminó el té y charló con la embajadora un rato.

Antes de irse volvió a mirar a la mujer y preguntó: "¿Una última cosa que deba tener en cuenta antes de nuestro viaje?"

-Hay trucos para que funcione -respondió Mánia al comentario de Varsai sobre la tecnología.

Se quedó pensativa, repasó mentalmente todos los preparativos necesarios para el viaje y qué debía saber Varsai. Realmente mientras estuviera con ella todo iría bien, si surgían problemas podía solucionarlos en el momento y tenía un par de trucos bajo la manga para las emergencias.

-Creo que está todo. Vamos a acabarnos los dulces. ¿Quieres otro té?

Terminaron de merendar con tranquilidad, charlando de cosas superficiales. Mánia resolvió algunas dudas menores durante la conversación pero la mayor parte del tiempo intentaba hablar de cualquier otra cosa divertida. Llegó la hora de que Varsai se marchara y ella misma la acompañó a la puerta. Le gustaba tener visitas, aunque no lo reconociera tan a menudo como debería. Esperaba que esa incursión a Libo fuese divertida.

Trama de los sueños:

Mánia fue arrancada de su sueño de forma violenta. Sintió cómo el sudor le empapaba el cuerpo y le pegaba el camisón a la piel, luego la torre de sombra inundó su mente.
Chilló, como no había chillado en años, y se incorporó en la cama buscando a tientas algo a lo que agarrarse. Su dormitorio estaba vacío y en silencio, las cortinas del dosel estaban corridas y ella estaba limpia y seca. Se palmó el pecho y notó el corazón acelerado.

-¡Vlad! -gritó. El íncubo no solía alejarse mucho de su lado cuando dormía salvo que tuviera asuntos importantes, y siempre avisaba cuando iba a estar fuera de casa. Mánia gateó por el colchón para asomarse fuera de las cortinas; ni una nota en la mesilla de noche, ni un mensaje grabado en la figurita hechizada que le había regalado. Aquello era muy raro.

Tiró de la cuerda junto al cabecero para llamar a sus criados, pero pasaron los segundos y ni siquiera oía sus pasos en los pisos inferiores. Saltó fuera de la cama. Todo en su habitación parecía en orden: habían recogido el desastre de papeles y notas que había dejado la noche anterior, se habían llevado la taza de infusión y sustituído por una copa de agua como hacían todas las noches y su aguamanil estaba dispuesto para que pudiese lavarse la cara nada más despertarse. Se asomó a la ventana. El jardín estaba igual de vacío y fuera no se oía ni el graznido de las estirges. Mánia sabía que algo estaba muy mal. Salió del dormitorio.

-¡Vlad! ¿Dónde estás? ¿Por qué no me responde nadie?

Los pasillos estaban impolutos, sin embargo no había señales de ninguno de los criados ni del íncubo. Registró toda la casa y nada. Volvió a su cuarto para buscar el dispositivo que usaba para comunicarse con Vlad a distancia pero tampoco funcionó. Su angustia se iba haciendo más y más grande. El silencio la envolvía y la asfixiaba.

No se vistió, ni siquiera se maquilló, salió en camisón del palacete y dio la vuelta al jardín en un último intento por encontrar a sus sirvientes, luego, viendo que no servía de nada, se echó a las calles de la ciudad.

Trama de los sueños


Lo primero que había hecho tras salir de la tienda era echar a volar para poder tener una imagen panorámica del estado de la ciudad, y lo que vi… no tenía sentido. Solo por los gritos que había escuchado sabía que probablemente había sucedido algo gordo, pero ni siquiera mis peores predicciones alcanzaban el nivel de lo que sucedía ante mí.

La ciudad entera estaba sumida en el caos. Explosiones, destrozos, incendios… mirara donde mirara no me encontraba con otra cosa, incluso más porque en varias zonas estaban sucediendo cosas que ni siquiera lograba comprender. Barrios enteros que de repente ya no tenían sentido, callejones sin salida donde no tenían que estar…
No pude seguir mirando, ya que en ese momento avisté  una criatura voladora que se acercaba hacia mí a toda velocidad desde abajo: una estigre, supuse por la silueta, aunque era bastante más grande que una estigre normal. Bueno, no importaba. Estando en forma de humo no iba a ser capaz de herirme ¿no? Salvo porque entonces me di cuenta de algo más.

“Oh… Tenía que estar envuelta en llamas. ¡Como no! En serio... ¿Por qué? ¿Qué sentido tien… Mira da igual.”
No tenía sentido malgastar mi tiempo intentando entenderlo, me limité a maldecir mi suerte y a cabrearme. No tenía ganas de usar un hechizo de levitación, así que me recompuse encima de la criatura y me dejé caer. Aprovechando el impulso que me dio la gravedad, le propiné una patada en la cara con toda la fuerza y mala leche que había acumulado por tener que estar en aquella situación, patada que vino acompañada de un hechizo de impacto cortesía de las runas de mi bota. Sentí el crujido de su cráneo justo antes de que mi golpe la mandara despedida por donde había venido, pero el enfado me impidió alegrarme mucho.
Volví a hacerme polvo para evitar hacerme papilla y seguí buscando desde las alturas signos de vida o rastros de otros ciudadanos, pero no encontré nada que no fueran monstruos, fantasmas, o situaciones indescriptibles que parecían salidas de alguna pesadilla espantosa, hasta que un grito llamó mi atención. A diferencia de los otros este no se trataba del un chillido de dolor, o del aullido de alguna abominación. Sino el de un nombre. Corriendo por una calle pude ver a una persona en camisón que parecía estar buscando a alguien. No la reconocí al principio, ya que solo la había visto una vez en la sede, y de eso hacía ya tiempo, pero era la única persona que había visto hasta ahora dentro de aquel caos, así que decidí descender y aterrizar a unos metros de distancia para que me viera venir.

–Hola. Se que es improbable pero… ¿Tienes alguna idea de lo que está pasando?– Si me preguntaba por la persona que estaba buscando le diría la verdad: Que no había visto a nadie más desde que había empezado… aquello.

Por si todo aquello no fuera suficiente, mi enfado anterior ahora se había marchado para dejar en su lugar tensión y algo de miedo, porque desde que había puesto los pies en el suelo había empezado a sentir que alguien o algo me observaba desde las sombras.

Una nube de polvo apareció en el cielo, flotando de forma antinatural. La nube tomó forma humanoide y en cuanto puso los pies en el suelo todo el escenario cambió, como si hubiesen accionado un interruptor. De pronto, el silencio dio paso al puro caos; bestias imposibles acechaban por todas partes, se oian gritos desgarradores y lamentos, explosiones, derrumbes.

Mánia saltó en el sitio como un gato asustado y giró sobre sí misma, mirando a todas direcciones.

-¿Qué está pasando? -susurró, y el recién llegado le hizo la misma pregunta. La bruja negó con la cabeza -No lo sé, me desperté en mi habitación y todos mis sirvientes y mi íncubo habían desaparecido. Todo parecía desierto hasta que has llegado tú. -Siguió con la mirada un puercoespín cubierto de limo que rodaba por la calle paralela. Entonces recordó -La torre. ¿Viste una torre negra?

Asentí ante la respuesta que me dio, aunque más para mi mismo que otra cosa porque en realidad seguía tan perdido como al principio. Al mismo tiempo empecé a mirar a mi alrededor un poco nervioso. No veía nada particularmente alarmante, al menos más de lo habitual, pero la sensación de que me observaban no solo no se había ido, sino que iba creciendo cada vez más. No fue hasta que me preguntó por la torre que salí de mi paranoia, de golpe además. Cierto, la torre… se me había olvidado.

–Si, la vi. Justo al despertar. –Respondí. –Entonces… ¿tú también la viste?

Justo en ese momento sentí un escalofrío recorrer mi espalda, y lo vi: por el rabillo del ojo, una sombra, observando desde una esquina. Me giré de golpe apuntando con los guanteletes y… Nada. La esquina estaba vacía, como si todo hubiera sido mi imaginación.

–Juraría que he visto… No importa. – Dije mientras relajaba mi postura. –Será mejor que nos movamos a un lugar más seguro. ¿La biblioteca? Quizás allí podamos averiguar algo sobre esa torre, y el lugar está protegido de forma parecida al panteón real. Si hay más gente en nuestra situación es posible que también vayan allí.
Además, quería marcharme de aquel lugar cuanto antes, pero eso no lo dije.

"Aquella sombra, ¿y si era…?"
Aparté aquel pensamiento de mi cabeza a la fuerza. Había sido mi imaginación, tenía que serlo. En cuanto me fuera de allí seguro que me calmaría y volvería a pensar con claridad.


Sigue en la Biblioteca Mágica

Mánia dio un respingo cuando el vampiro apuntó en una dirección con su guantelete e invocó dos cuchillas de magia ácida en sus manos. Por suerte no parecía ser nada.

-Sí -respondió la bruja -Solo la vi un segundo, pero me invadió una sensación desagradable, como un escalofrío que me avisaba de que algo iba horriblemente mal. Luego me desperté en mi dormitorio pero no había nadie en casa. Todos mis sirvientes, mi íncubo, todos han desaparecido.

La sensación que le provocó la visión de la torre no se había ido del todo; seguía presente, de forma más diluída, en todo lo que les rodeaba, y la sensación de que algo iba mal persistía.

Ir a la biblioteca le pareció una buena idea, no quería permanecer más tiempo en la calle. Una cabeza cortada con varios ojos que no dejaba de chillar se estrelló cerca de ellos para alejarse rodando inmediatamente después. Si no fuera por el mal presentimiento y porque Vlad estuviera desaparecido Mánia estaría disfrutando del caos. Ni siquiera la Luna Roja ofrecía tales espectáculos.

-Mejor que nos vayamos.

Quemaduras llegó a la casa tan rápido como se lo permitió el hechizo de levitación. El pequeño repoblador había caído presa de la pesadilla, como el resto de la ciudad, pero había tenido la suerte de ser rescatado de su establecimiento. Una de las muchas personas que colaboraba con el consejo se había acordado de la casa de Gar y un asreniano azul que daba repelús le ayudó a despertar. No tenía claro si su pesadilla contaría como sueño húmedo para los humanos, pero desde luego, había más agua en ella de la que jamás querría volver a ver.

Su urgencia, sin embargo, no provenía del regusto amargo que le había dejado aquello, sino por Tap. Ni él ni ninguna de sus posesiones habían aparecido en el salón del trono, Quemaduras sabía a ciencia cierta que muy, muy pocos habitantes se acordarían de él en un momento así, pero para el demonio del fuego, el poltergeist era esencial: la mitad de su colmena.

—¿Tap? ¿Me oyes?

El demonio de fuego buscaba con las brasas de sus ojos cualquier objeto que Tap soliera poseer. Peluches, cacharros mecánicos, juguetes articulados, piezas de armadura… Quem los zarandeaba todos con la esperanza de que el poltergeist se manifestara en su forma incorpórea. Si pudiese llorar, probablemente lo haría. ¿Cómo podría despertarlo el velador si no podía tocarlo?

—¡Malahierba! ¡Haz el favor de despertarte donde sea que estés!

Revisada la planta superior, levitó hasta el sótano que el poltergeist utilizaba como trastero y como método rápido de recarga mágica. Desde la puerta, se podían ver desde muebles, instrumentos variados, armas y objetos decorativos hasta piedras, pedazos de madera y telas rasgada. Desde lo más útil a lo más inútil, todo amontonado de forma caótica. A Quem le gustaba porque dentro de aquel caos se formaban bolsillos de un tamaño que le recordaba a sus panales y porque, de alguna forma, el desorden se convertía en algo divertido con Tap.

Quem se adentró en la maraña, trepó patas de mesa, se coló bajo mantas y ropas rotas, trepó un par de cuerdas y llegó hasta uno de los bolsillos de aire favoritos de Tap: sobre el asiento de felpa de una silla blanca, cubierto por un tapiz viejo con motivos religiosos a los que ya nadie rendía culto. El cuerpo demiúrgico del repoblador descansaba sobre la silla, apagado y con las extremidades colgando en una pose que sería dolorosa para cualquiera menos Tap.

—¿Estás ahí? Dime que sí, por favor...

El demonio del fuego agarró una de las manos de metal de aquella creación y alzó su temperatura lo suficiente para que resultara molesta al poltergeist. Por suerte para ambos, la torre había perdido buena parte de su poder por aquel entonces, perdidos los pactos, y el calor creciente fue suficiente para que un poltergeist dormido recuperara la conciencia.

Tap abandonó el regalo de dama Hálito y se expuso frente a Quemaduras. Su cuerpo diminuto, translúcido, subía y bajaba como si aún pudiera respirar, como si jadeara asustado. Lo primero que hizo fue mirarse las manos, pero también habría llorado si su cuerpo se lo permitiera. Giró su cabeza con nerviosismo, haciendo un barrido del lugar en el que estaba y, cuando tuvo la certeza de que todo iba bien, corrió hacia el demonio de fuego. Su cuerpo se hizo tangible el tiempo suficiente como para que ambos se dieran un abrazo que fue a la vez grande y diminuto.

>>¡Qué horror, Quem, qué horror! Estaba atrapado en Letargo, sentí que pasaban años y años y… ellos me… ¡Por la Flora!

Quem le acarició la nuca, dibujó con su dedo un símbolo en la frente de Tap y se separó antes de que su temperatura corporal hiriera al poltergeist. Los dos repobladores se miraron y solo entonces comenzaron a asimilar lo sucedido, solo cuando se aseguraron de que ambos habían vivido para contarlo.

—Mi sueño fue encantador —bromeó—. Poco más que una ducha. En medio del mar. Con dragones marinos.

El demonio del fuego rio con nerviosismo, su espalda emitió un par de silbidos que ayudaron a romper lo extraño de aquel instante. Ambos se sentaron sobre la felpa del escondrijo en mitad de una marabunta de trastos y se contaron todo, celebrando con su mutua compañía la suerte que habían tenido de sobrevivir.

Como parecía que se quedaban personas suficientes en el torreón la enderth fue en busca de su lanza y salió junto con el resto. No se le ocurría nada útil que hacer en el torreón y ahora que ya habían asegurado la comida no veía problema alguno en explorar una zona nueva: una zona verde además. No creía que fuesen a sacar comida de ahí, o más bien ella se iba a negar a recoger cualquier cosa que no reconociese, ya que no se fiaba de que otros alimentos fuera del suministro no fuesen tóxicos o no aptos para el consumo, pero iba a agradecer enormemente el cambio de aires.

El camino hacia allí resultó bastante monótono por un buen rato: a pesar de que estaban atravesando calles el paisaje no cambiaba mucho respecto a lo que ya conocían. No obstante, la enderth pronto apreció un cambio. Uno poco sutil, porque los edificios que de pronto se encontraban en buen estado. No solo eso: algunos eran claramente más grandes; se podía intuir incluso aunque tuviese que compararlos con ruinas.

—Qué cantidad de adornos pone esta gente en sus fachadas… —fue su primer comentario. Mordaz, como no podía ser de otro modo.
No obstante, Lethe sentía cierta fascinación por aquella arquitectura tan sólida y adaptada a otro tipo de espacios a los que no estaba acostumbrada.  Era algo nuevo y, más allá de las tallas meramente decorativas, probablemente sí que resultasen bastante prácticos para una ciudad como aquella. No tardó mucho en vislumbrar parte de aquello que había visto el daeliciano desde lejos: césped. Incluso la copa de un árbol. Sin decir palabra se adelantó un poco, acelerando inconscientemente el paso, y contempló desde más cerca aquel jardín. En él había un huerto en un rincón, en el que crecía algo parecido a coles o lechugas.
>>Este es más grande que el tuyo, ¿eh? —le dio un codazo Chromsa mientras componía una ligera sonrisa jocosa.
La enderth se mantendría firme en su negativa de recoger comida, sobre todo porque estaba claro que aquel huerto pertenecería a alguien, pero de vez en cuando sus ojos se posaban sobre los cultivos, alternando con observar la casa a la que pertenecían. Seguía alerta después de todo: no quería encontrarse con el dueño de la casa bajo ningún concepto.

Kolja se quedó aquella vez a la cola del grupo, mirando constantemente hacia los lados y hacia atrás, para ver que nada los sorprendiese. Mientras andaba se volvió a fijar en los edificios que le rodeaban. Aún estando en ruinas, se podía apreciar los distintos tipos de arquitecturas, como si cada persona hubiese construido su propia casa según la de su mundo. Aquella ciudad debía haber sido caótica incluso antes de acabar en ruinas. Kolja se descubrió pensando en los trabajos que había desempeñado cada persona, si habían tenido familia y, sobretodo, por que habían decidido quedarse en aquella ciudad después de completar la dichosa prueba. Sin embargo, pronto empezaron a dejar atrás las casas en peor estado, y según se acercaban al parque que había visto Luci, las casas empezaron a estar en mejor estado y a aumentar de tamaño. Aquel debía haber sido el barrio rico de la ciudad y parecía que sus habitantes lo habían defendido con mucho más interes que el resto de la ciudad, aun sí al final no había servido de nada. Cuando Lethe comentó la cantidad de adornos, en un tono mordaz, Kolja no pudo más que darle la razón. Las fachadas estaban decoradas con grabados y cada una de ellas parecía una autentica obra maestra de arquitectura y artesanía. Tenía mucho interes de verlas por dentro, pero esperaría a la vuelta para sugerirlo, ya que se notaba lo mucho que algunos de sus compañeros querían ver aquella zona verde. Sin embargo, la idea de explorar el interior pronto desapareció de su mente, al señalar la pájaro un evidentemente bien cuidado huerto. La verdad, tenía sentido que la gente que quedase en aquella ciudad se alojase en las mejores casas que había.
-Mejor no tocar el huerto, en todo caso. No sabemos como reaccionará la persona a la que pertenezca esta casa y ya tenemos suficientes problemas con monstruos no inteligentes, imaginaos si esta casa pertenece a aquella momia. Desde luego, no parecía muy amable que digamos- advirtió.

Alec fue observando a su alrededor las construcciones que se veían. No podía menos que quedar anonadado porque todo aquello se hubiese destruido. Lo que había pasado en la ciudad debía ser realmente malo si todavía estaba en aquellas condiciones. Algunas de las cosas no tenían precisamente pinta de ser recientes.

Pronto quedó claro que los edificios más enteros debían estar habitados como se podía deducir por el huerto. Alec frunció el ceño, muchas de las plantas que había allí no las reconocía aunque otras sí.

-Bueno, no hace falta mucho para que cualquier huerto gane al del torreón. Apenas hay espacio para cultivar nada - dijo tranquilamente.

-Oye Kolja, no sé de donde piensas sacar la madera, pero espero que no incluya desmantelar ninguna de las mansiones que hay aquí - comentó con una sonrisa.

-¿Cuál es el plan si nos encontramos con alguien? - preguntó curioso.

La enderth observó de reojo a Kolja. Ahí estaba: diciendo cosas sensatas otra vez. Por una parte rodó los ojos disimuladamente porque estaba bastante segura de que nadie necesitaba que le recalcasen lo obvio excepto a su entender, paradójicamente para aquel instante, el propio Kolja. Decidió simplemente dejarlo estar con un leve suspiro. En su lugar giró ligeramente la cabeza hacia Alec con un gesto difícil de descifrar, pero lo que se le pasaba por la cabeza era si el humano entendía el sarcasmo. Lo cual dejó claro que sí, al usarlo él mismo después. <<Mamíferos>> fue su conclusión.

Finalmente abrió el pico para responder a la pregunta de Alec, casi sin dejarle terminar la frase.
—Correr. Muy rápido y en dirección contraria. Ese es mi plan, al menos —se encogió de hombros—. A lo mejor no está bien que yo lo diga, pero creo que es un plan maestro. Os doy permiso para copiarlo —añadió en tono neutro y sin mirar a nadie más.

El camino fue bastante tranquilo para el grupo. Chromsa, que se encontraba cerca de Kradko, iba observando las calles por las que iban pasando para hacerse un mapa mental que les permitiera volver sin perderse. La tarea no era del todo sencilla cuando no había nada que diferenciara bien una calle de la otra. Entre esa monotonía se le pasó un pensamiento y, después, le preguntó a la insecto: -Kradko, ¿te gustan los collares? Estaba pensando que si encontramos más madera aun podría ayudarte a hacer uno para ti, si quieres. Me se algunos modelos bastante bonitos que podrían gustarte.-

Pasado un rato notó que los edificios estaban en buen estado y el ochrorio se sorprendió ante aquello. -(¿Habrá alguien viviendo en estas casas? Desde luego parecen acogedoras)- pensó. Por otra parte se le ocurrió fugazmente que, teniendo en cuenta el asesinato de ayer, no estaba del todo seguro de querer encontrarse con los habitantes de la ciudad.

Siguieron avanzando hasta que Lethe se adelantó un poco y mientras acercaba un poco más rápido, Chromsa se fijó en los tonos verdes que empezaba a ver más adelante. Ya más cerca comprobó que se trataba de un huerto bien cuidado, con algunas plantas que no llegaba a identificar. Estaba pensando en la buena cosecha que sacaría el dueño de ese huerto cuando Lethe le llamó la atención y el ochrorio contestó con una afirmación y una carcajada. El comentario de Alec por otra parte no se lo tomó tan bien; no es que le hubiera molestado porque lo que decía el terrestre era cierto, pero era un pequeña espinita que se le había clavado en ese momento. Sería pequeño, pero estaba decidido a sacarlo adelante lo mejor que se pudiera. Al comentario de Kolja, que lo encontró sensato, contestó: -Desde luego. No es algo bonito que aparezca alguien y te robe la cosecha a la que tanto esfuerzo y cariño le has puesto.-

Alec preguntó entonces qué hacer en caso de peligro y Lethe dio sin rodeos su propuesta. El ochrorio no pudo evitar que le saliera una sonrisa ante la respuesta y dijo: -Creo que te lo voy a copiar entonces, si no te molesta. Últimamente todo al que nos encontramos que no es del torreón no es que sea muy amigable.- Aun teniendo en cuenta eso, Chromsa quería creer que en aquella ciudad había un poco de bondad o, al menos, alguien que no fuera a matarlos a primera vista.

Una vez perdieron el torreón de vista Luci se hizo consciente del riesgo que estaba corriendo al salir de su refugio. El miedo trató de superar a su emoción inventándose cientos de situaciones horribles y peligros acechando destrás de cada ruina. No se atrevía a sacar conversación, pues ninguno de sus compañeros parecía por la labor, así que permaneció callado, pendiente de sus pasos para no tropezarse con ningún cascote suelto. Pasaron calles y calles hasta que los edificios se hicieron lo bastante grandes como para tapar la luz del sol, y entonces Luci miró hacia arriba.

Desde luego esa parte de la ciudad no se parecía en nada al resto. Seguía siendo caótica, pero estaba en mucho mejor estado y había muchas casas en buen estado; casas magníficas. Luci ignoró todos los caserones siniestros con gárgolas en las fachadas para centrarse en los palacios de cuento, con sus hiedras en los muros y sus torres picudas y sus vidrieras de colores. Era mágico. Había montones de estilos arquitectónicos que no se parecían a nada que hubiese visto en su mundo. Los colores seguían siendo menos vivos que en Delicia pero estaban ahí, había color y belleza por primera vez en la ciudad.

-Están mucho menos decoradas que las de mi mundo -respondió al comentario de Lethe, demasiado fascinado como para detectar el tono. ¿Por qué tenían que vivir en ese torreón tan feo existiendo casas mucho más decentes?

Se pararon frente al primer jardín. Las plantas eran verdes como en los mundos de sus compañeros, pero había más colores: en las flores, en los frutos, en las ramas… Había un huerto mucho más frondoso que el que tenían en el torreón y Luci no pudo evitar mirar a Chromsa con preocupación por si se sentía mal. El comentario de la pájara no le hizo gracia, por suerte al ochrorio sí.

-El nuestro solo necesita tiempo -dijo a pesar de todo. Se acercó todo lo que pudo a los barrotes de la reja que bordeaba la finca y buscó alguna figura en porche, o asomada a alguna ventana. Miró la cancela de entrada. -Hay un timbre. ¿Y si llamamos? Si vive alguien aquí a lo mejor podemos hacerle preguntas…

La idea de que la señora sin cara viviera allí le daba mucho miedo, sin embargo les habían abandonado en una ciudad desierta con poca o ninguna información y era la primera vez que estaban cerca de una posible fuente de información. Miró a sus compañeros, dubitativo.

Puede que el resto tuviera más asimilados los exteriores ruinosos de la ciudad, pero para Kahlo aquella salida distaba de aburrida. Las calles eran la cosa más horrenda que había visto jamás y el silencio sobrecogedor, pero después de días de confinamiento todo a su alrededor le provocaba curiosidad, incluso un puñado de ruinas y piedras desperdigadas por el suelo. La granta pasó el camino mirando de un lado a otro con la mano en el estoque, alerta a la par que ensimismada. A medida que se acercaban al punto verde que habían divisado desde el torreón los edificios fueron cambiando. La varmana observó las casas ligeramente boquiabierta, no porque le sorprendiera la arquitectura, sino porque parecían habitadas. El contraste respecto a las ruinas previas era notable.

—Si esto te parece mucho... —respondió a Lethe con desdén. La mayoría de viviendas de la zona palidecía al lado de la rica arquitectura varmana, especialmente si las comparaba a su hogar. Además, el mal gusto de algunas decoraciones le hacía arrugar el morro—. Les queda mucho que aprender.

Kahlo estaba muy de acuerdo en eso de no robar ni allanar moradas (por eso de ser ilegal) y menos gracia le haría aún jugársela en un mundo hostil. Tan solo esperaba que hubiera un jardín público, a las malas uno abandonado, y con suerte poder llevarse una flor o dos, semillas o lo que se terciase para darle vida al torreón. Que demonios, sinceramente se conformaba con pasear por ellos.

Se acercó a los barrotes igual que Luci para ver mejor el interior, cautelosa. La misma pregunta llevaba rondándole la mente desde hacía un rato. Quitando la noche que fue arrancada de su mundo y el discurso que les dieron al llegar, Kahlo no había tenido otro encuentro de primera mano con los habitantes de Rocavarancolia. Las calles estaban tan muertas que se le hacía extraño pensar que en toda la zona viviera alguien, y sin embargo aquel huerto demostraba que se equivocaba. Quizás dentro vivieran buenas personas. Quizás fueran como ellos, arrancados de sus mundos y forzados a quedarse, que con los años hubieran conseguido una vida más decente en lugar de sobrevivir persiguiendo bañeras y huyendo de monstruos.
Todas esas dudas bulleron en su interior, mirando al daeliciano de forma cómplice: ella también quería llamar.

—A lo mejor pueden ayudarnos... ¿Qué opináis?
Es posible que pecase de ingenua, pero la pelirroja lanzó una mirada esperanzada al timbre antes de mirar a los demás. Tampoco se sentía en el derecho de rebatir la decisión que tomase el resto, aquella era su primera salida y tenía menos experiencia que ellos fuera del torreón. La última palabra no era suya.