Luna Alta

Shizel no había perdido el tiempo después de la fiesta. Saber que su objetivo, trabajar para el castillo como embajador, era posible, le había insuflado un nuevo empuje de energía. Renovó sus visitas a mundos vinculados, que había espaciado entre el torneo y sus planes de regreso a Idris, y se dejó ver más por Nubla como figura pública dando demostraciones de magia. Comenzó a pasar más horas en la biblioteca documentándose.

Giz le había dado señas de una persona a la que podía consultar, y a la que de hecho el idrino ya conocía. Mánia, la embajadora de Rocavarancolia en Libo que les había acompañado en la visita oficial.

En Rocavarancolia no había oposiciones. Shizel ya se lo esperaba, pero eso no significaba que no fuesen a probar su valía. La mención de honor en el torneo era buena publicidad, y también sus credenciales como mentalista, pero el skrýmir era consciente de que si alguien de obligaciones similares avalaba su candidatura el proceso sería mucho más fluido. Después de todo no era tan veterano en la ciudad y no disponía de los contactos de algunos.

Tras una mediación de Ka, que entre sus allegados era la que tenía un trato más cercano con la embajadora de Libo, había avisado de su intenciones el día anterior, enviando un lacayo grotesco con un mensaje. Había obtenido luz verde y ahora esperaba frente a un palacete en Luna Alta, a la espera de ser recibido.

La verja del jardín se abrió para Shizel, y con unos segundos de diferencia también el portón de entrada. Mánia aguardó en la puerta a que el idrino cruzase el camino de piedra que unía ambas entradas, y cuando lo tuvo delante lo saludó asintiendo con la cabeza, entrecerrando los ojos, la forma típica libense. Vestía de la forma más recatada que nadie le había visto, con una falda negra de tubo, una blusa morada transparente (con sujetador negro debajo) y tacones altos.

-Bienvenido.- dijo escuetamente. En su mirada había una nota de curiosidad.- Pasa, por favor.

La casa era oscura, de techos altos y ricamente decorada. En el recibidor había cuadros clásicos libenses, que conforme se adentraban en el palacete también se intercalaban con obras de la Tierra. Mánia condujo a Shizel hasta un solarium octogonal que daba a la parte delantera del jardín, cuyo mobiliario casi se limitaba a una mesa de desayuno, y a un lado un juego de sillones con una mesa baja de cristal, donde se sentaron. El jardín era una selva contenida, donde podían encontrarse tanto especies autóctonas rescatadas como de varios mundos con climas similares a Rocavarancolia. Desde ese ángulo se podía ver un pequeño invernadero en una esquina.

Mánia invitó a Shizel a ponerse cómodo, y ella misma cruzó las piernas acomodándose en el sillón. Hizo sonar una campanilla y al momento llegó Vlad con una bandeja metálica en la que traía una tetera humeante, vasos de cristal coloreado y pasteles. El íncubo también había elegido a conciencia su vestimenta, o Mánia la había elegido por él. Pantalones lisos, camisa negra bien abotonada con las mangas remangadas, el pelo recogido y sus encantos contenidos al mínimo.  Puso la bandeja en la mesa y sirvió el té, que tenía un aroma afrutado, dedicándole a Shizel una sonrisa torcida.

-Suficiente. Vete.- dijo Mánia, que se había dado cuenta del gesto del íncubo. Cuando se hubo ido empezó a hablar.- La verdad es que me sorprendió la petición de Karime. ¿De qué querías hablar?

Ver un edificio bien cuidado por aquella zona era un gusto, para variar. De la casa de Enredo y DL el idrino había visto demasiado del proceso intermedio como para que entrase limpiamente en esa categoría.

—Me interesa obtener un puesto como embajador en el castillo, de forma similar a la tuya —desde que se había vuelto skrýmir, tal vez por la psicología de la transformación en sí o quizá por haber pasado a tratar de forma continua con el conglomerado que era la sociedad de Rocavarancolia, Shizel tendía a decir las cosas con menos rodeos—. No se me ha ocurrido mejor persona a la que pedir asesoramiento que a ti. Tengo entendido que también perteneces a estas últimas cosechas —nunca se sabía con las transformaciones de la gente: Mánia bien podía tener cien años. Sin embargo la información de Giz le había corroborado lo contrario.

Mánia ladeó la cabeza. ¿Le estaba pidiendo ayuda? ¿A ella?

-Sí, bueno, llevo cuatro años en la ciudad- empezó a echar cristales de miel al té, algo nerviosa- Pero no sé en qué podría ayudarte. Yo simplemente presenté ante el Consejo la propuesta de alianza con Libo y preparé el proyecto, acabar como embajadora tan solo fue, por así decirlo, un daño colateral.

Dio vueltas al té con una cucharilla. Se sentía un poco torpe en aquella situación. No es como si ella hubiese tenido alguna preparación para llegar a embajadora, se había empeñado en algo y lo había conseguido, tan simple como eso. Aunque, si lo pensaba detenidamente, su posición privilegiada antes de ser cosechada sí que le había dejado unos conocimientos del funcionamiento de su propio mundo y unos contactos que no tenía cualquiera. Se llevó al cuchara a la boca.

-¿De qué mundo habías pensado ser embajador? Creo que en realidad lo único que te haría falta sería un conocimiento en profundidad de la cultura de ese mundo y contactos. Que personas influyentes de ese mundo confíen en ti, que crean tus palabras... o que las teman. Depende de qué tipo de relación tenga Rocavarancolia con el mundo en cuestión.

—Cualquier información me sería de ayuda —la tranquilizó—. De qué clase de habilidades o hechizos tienes que hacer uso diariamente, qué tipo de encargos  y de información suelen pasar por tus manos. Me ayudaría mucho saber lo máximo posible sobre lo que tendría que hacer. Tengo preparación como mentalista— añadió.
¿El germen inicial de la alianza había partido antes de tener un embajador? Un orden curioso de los acontecimientos, pero saberlo le insufló ánimos. Nada en Rocavarancolia era ortodoxo. Aquella falta de protocolo establecido podía funcionar en su favor.

—Me gustaría visitar cuantos más mejor aunque fuese por periodos cortos de tiempo —confesó con sinceridad—. ¿Lo ves factible, aunque tuviera que delegar algunas obligaciones en otras personas? —se esforzó por cerrar el rango de posibilidades por si Mánia mostraba escepticismo—. Si tuviera que elegir, preferiría apariciones públicas antes que infiltraciones —admitió de mala gana—. De modo que Irraria o Nubla son mis dos mejores apuestas si se me pidiera un mundo vinculado de referencia, imagino. La magia es mi especialidad y podría usarla de forma pública —y en Nubla ya le conocían. Había vuelto a dejarse ver.

Lo que sí tenía claro era que deseaba tomar un papel más activo en la política de la propia Rocavarancolia, sin relegar sus funciones a los mundos vinculados bajo su cargo. Pretendía con el tiempo llegar a ser una de las figuras asignadas a las relaciones públicas del castillo, pero comprendía que para eso tendría que probar su valía primero en otros campos.

Mánia se llevó un dedo a los labios, pensativa.

-Con el mentalismo ya tienes mucho campo cubierto, facilita muchísimo el trabajo. A diario hechizos de cambio de apariencia y logománticos los que más. Búscate un buen estilista o empápate bien de los protocolos estéticos, del mensaje que das con tu aspecto según en qué mundo estés y lo apropiado para cada evento porque seguramente tengas que estar presente en muchos. También de almacenamiento, organización, etc, para los documentos y la información en general. Consíguete un secretario o te volverás loco. Si no fuera por Vlad yo me olvidaría incluso de comer.- cogió un pastelito de hojaldre y se lo llevó a la boca distraidamente- Ah, sobre la comida y la bebida; pociones para la tolerancia al alcohol, antiácidos, tónicos de digestión rápida. Y hechizos reconstituyentes, todo el rato.- dejó su vaso a un lado para mirar a Shizel fijamente- Recuerda que nunca, nunca, deben verte cansado. Para la mayoría de los mundos vinculados no somos personas, somo dioses, entes mágicas, criaturas milagrosas, y ese es el aspecto que debemos tener siempre. Ni el frío ni el calor debe afectarnos, no sucumbimos a las enfermedades, no tenemos sueño...

Si al final elegía Nubla, allí más que en ningún sitio debía mantener la fachada de dios, o al Consejo le daría un ataque.

—¿Te importa? —a media enumeración Shizel vio necesario invocar un lacayo grotesco que pudiese reproducirle luego con fidelidad la lista de hechizos que le estaba aconsejando Mánia. El idrino quedó así libre para reflexionar sobre ésta.

Parecía un ritmo agotador, pero el skrýmir se obligó a sí mismo a recordar que la magia cubriría todo eso. No podía permitirse echarse atrás ahora.

—Pondré anuncios —esbozó una sonrisa ante la mención de que necesitaría un secretario. Estaba de acuerdo; cuando se embebía con su magia en la cosecha Saren y DL habían tenido que recordarle que durmiera regularmente.

—Entonces si llego al castillo sin más... ¿me escucharán? —le costaba creerlo. ¿Concedían audiencias a cualquiera? —. ¿Algún miembro del Consejo en especial del que tenga que estar avisado entonces? Solo he llegado a conocer personalmente a las que dieron el discurso en mi cosecha.

A Mánia le hizo gracia que el chico estuviese incluso tomando notas. Esbozó una sonrisa divertida al ver aparecer al lacayo.

La última pregunta del idrino se la pensó bien. Realmente ella no creía que fuesan a ponerle ninguna pega. Aquel chico estaba mil veces más preparado que ella, en todos los aspectos y muy locos debían estar los del Consejo para rechazarlo.

Aun así, mejor ir sobre seguro.

-Yo te recomendaría llevar un proyecto a largo plazo para sacar algo que pueda interesar a la ciudad. Por ejemplo, si a Garoni le propones algo que vaya a reportar beneficios económicos para la ciudad lo tienes en el bolsillo. No hay demasiados planes en marcha actualmente para con los mundos vinculados y les gustará tener a alguien que ponga cosas en marcha. Y sí, uno de los beneficios de ser ciudadano de Rocavarancolia con todos los honores es que puedes solicitar audiencia con el Consejo cuando quieras y ellos tendrán que atenderte... Salvo que estemos en crisis pero no es el caso.

Buena indicación. Shizel no tenía experiencia directa con las finanzas (no habría heredado nada hasta terminar sus estudios), pero sí un trasfondo importante en aquel campo. Tal vez sí pudiera hacer algo más que llegar con las manos vacías.

—Excelente. Creo que no me podrían haber asesorado mejor —le dedicó una sonrisa agradecida a la libense—. Si tengo suerte tal vez nos veamos más a menudo. Me aseguraré entonces de devolver la invitación, y luego la escolta a un mundo vinculado. Disfruté mucho de Libo durante la recepción.  

El skrýmir no alargaría su estancia mucho más después de aquello. Tras despedirse de Mánia pondría rumbo a la biblioteca, para ultimar su preparación.

Los meses habían pasado aburridos para Tap, pero su situación en la ciudad se había afianzado poco a poco. Conocer a Quemaduras había sido sin duda una bendición para el repoblador translúcido. El demonio del fuego no solo le aguantaba los estallidos de mal humor, sino que se los devolvía cuando le ocurrían a él, de tal manera que la relación entre ambos solo se afianzaba y cogía fuerza. De tal manera, que tanto el Tap como Quem le estaban cogiendo el gustillo a las discusiones que mantenían entre ellos. Los gritos acababan en carcajadas y ataques de risa como no le había ocurrido nunca a Tap durante su cosecha. Daba gracias a diario.

Los repobladores habían ido acondicionando la casa poco a poco. Se trataba de un palacete enorme y les sobraba sitio suficiente para renovar su aspecto cada poco tiempo. Tap se beneficiaba tanto de las ventas de veneno en el local del tatuador que comenzó a especializarse en la fabricación alquímica de venenos más variados. Una de las habitaciones de la casa pronto se convirtió en un caos de marmitas, frascos, básculas y cajones desordenados a rebosar de ingredientes más o menos vivos y peligrosos.  

Otra sala muy importante para él era la de entrenamiento. Otra habitación caóticamente ordenada en la que el poltergeist guardaba de su armadura acondicionada para la posesión, su cuerpo demiúrgico y una gran variedad de armas y objetos con los que podía maniobrar. Tap entrenaba sus capacidades de posesión casi a diario, aumentando su fuerza y afinando las posesiones múltiples que tanto le habían costado al principio.

El principal problema del poltergeist era que se aburría facilidad de todo. Quem le había prohibido aparecer por su establecimiento en calidad de dependiente, después de que espantara a varios gigantes, y Tap usaba su tiempo libre en pasear por la ciudad y matar ratas si estaba de especial mal humor. El poltergeist podía perdonar, podía controlarse incluso, pero no olvidaba.

La noche en la que acababa la criba, Tap había subido cuatro marmitas al tejado, las cuatro llenas de un líquido verde bastante espeso que burbujeaba y emitía un humo denso. Cuatro cucharas removían sendas ollas al mismo ritmo, girando en el sentido de las agujas del reloj.  Quem revoloteaba alrededor, inquieto, eufórico. Encendido. De vez en cuando pasaba la mano por los calderos para mantener la temperatura.

—TAP, TAP, TAP, TAP, TAP, TAP, TAP—le pinchaba, impaciente—. ¿Cuánto demonios te queda? Vale que la luz de la luna sea el ingrediente principal de ese veneno y que la luna solo salga una vez al año y que sea muy importante para nuestro bolsillo y que blablablablabla…

>>¿TE QUIERES CALLAR, CAGA-ANSIAS? TRATO DE CONCENTRARME. Si no remuevo al ritmo…

—Que sí, que sí, que lo sé. Si no remueves al ritmo, el contenido de tus cacerolas se echaría a perder —refunfuñó, arrugando la cara en dirección a las cucharas—. Pero jolines, ¿no oíste lo que te dije? ¡Hay alguien de los míos! ¿Cuándo vamos a poder ir a visitarle? ¡Tengo tanto que enseñarle!

>>¡Que te calles!

Aquella discusión duró hasta la mañana siguiente y los vecinos podrían escuchar perfectamente los gritos y las carcajadas finales de Quemaduras.

Por fin llegó DL y Enredo subió a Wyck a la habitación, lo dejó sobre la hamaca y ordenó a las enredaderas que lo mecieran suavemente hasta que el animal se durmiese.

Mientras el cambiante se duchaba el brujo ultimó los detalles, recogió su báculo e hizo levitar la tarta que había hecho. La casa de la embajadora no estaba muy lejos pero aún así protegió el dulce con barreras para que no le pasara nada.

Se pusieron en marcha, Enredo iba vestido con su usual ropa negra y su cinturón repleto de esferas con sus enredaderas. Según se acercaba al lugar se empezó a poner nervioso.

-Espero que todo vaya bien, no quiero llevarme mal con los vecinos - dijo más para sí que otra cosa.

Asintió hacia DL cuando se plantaron frente a la puerta y tocó el timbre.

Mánia había llegado a la conclusión de que enviar a Vlad a recibir invitados era demasiado agresivo y podía incomodar a la gente, por eso se había hecho con un tercer y apuesto juguete nigromántico, limpio y bien vestido, para ocuparse de esa tarea. El criado obviamente no pronunció palabra, abrió la cancela y, después de saludar con una reverencia hizo un gesto a Enredo y Dédalo para invitarles a entrar. Los condujo dentro del palacete. En el recibidor Mánia aguardaba de pie junto a las escaleras, con el íncubo a un lado como una oscura torre. Su influencia estaba bien controlada, y su ropa era sobria, pero elegante. Mánia llevaba un atuendo de muñeca: un corsé negro con escote de corazón y una torera con mangas de globo, de cuello cerrado ceñido por un lazo de terciopelo. Llevaba el pelo recogido y adornado con una diadema de púas metálicas. Su maquillaje era muy sencillo, todo negro mate.

-Bienvenidos. No acabo de comprender la razón de vuestra visita pero será un placer teneros para el té.- saludó. Miró la tarta que flotaba al lado del brujo con ojos golosos, pero disimulando.- ¿Hay algo que queráis colgar en el guardarropa?

Que una criatura nigromantica les abriera le sorprendió por un momento, no es como si fuese la primera vez que encontraba una, pero por lo que sabia de su vecina solía estaba acompañada del incubo que había visto en la Sede alguna vez. <<Bueno, que el no abriera un alivio>> miro de reojo a su acompañante pensando en su timidez natural. Si había sido bueno que no les abriera, ni el sabia lidiar demasiado bien ni con esa transformación ni con la de súcubo.

Siguieron al sirviente, encontrando finalmente con la menuda figura de Mania, a la que conocía de oídas por Karime, acompañada del mencionado incubo. Miro a este por unos momentos antes de volver sus ojos a la anfitriona.

-No es necesario por mi parte, gracias - indico sonriendo a la oferta de si tenia algo que colgar y tras pensarlo un momento, viendo ahí la tarta flotante, añadió- Si lo ve conveniente, puede usar este té, lo traje personalmente desde ulterania -indico llevando las manos a su bolsa sin fondo sacando la cajita de madera con filigranas donde llevaba las mencionadas hiervas del té, de olor ligeramente fuerte si estaba muy concentrado pero de sabor dulzon, extendiendoselas a Mania- Mi nombre es Dédalo, vivimos al final de la calle  - se presento sonriendo.

Personalmente estaba un poco verde en esos asuntos ceremoniosos de etiqueta social, daba igual cuantos años llevara en la ciudad, ni con cuanta agente de diferentes mundos hubiese tratado, aun le ponían nervioso en el fondo. Por ello intentaba recordar lo que había escuchado de Enredo, o del propio Shizel alguna vez, porque no quería ir molestando a nadie porque si, menos a alguien de bastante importancia en la ciudad como era su anfitriona.

Enredo respiró aliviado al ver que el que abría la puerta no era el íncubo. Había leído sobre ellos y las influencias que podían ejercer sobre la gente aunque nunca había tratado con ninguno en persona. La criatura nigromántica no era nueva para él, había visto más por la ciudad. Siguieron al sirviente y pronto llegaron al recibidor.

El brujo paseó la mirada por la habitación admirando la decoración y no tardó en ver a la dueña de la mansión. Y de ella su mirada pasó al ser que tenía al lado con curiosidad. Quizá tardó demasiado en despegar su mirada del íncubo pero no perdió detalle de las palabras dichas por la mujer.

-En realidad no hay ningún motivo concreto - explicó apartando la mirada hacia su anfitriona.- Sólo sentía que era correcto presentarnos a los vecinos más cercanos - hizo un gesto para indicar que estaba bien y no necesitaba hacer uso del guardarropa.- Mi nombre es Enredo, soy el dueño de la clínica médica que está calle abajo - se presentó.- Traigo una tarta casera para acompañar al té, espero que sea de vuestro agrado - dijo con una sonrisa para luego callar y dar paso a la respuesta de la dueña.

La bruja supuso que sería una costumbre de su mundo, o tal vez de su país en concreto pues Vlad compartía mundo de origen con Enredo y también se había sorprendido con la visita. Le sonaban vagamente sus nombres. Sí que había oído algo de una clínica que había abierto recientemente, pero no tenía más detalles.

-Todas las tartas son de mi agrado- respondió al comentario del brujo, alzando un poco la barbilla en gesto altivo, como si hubiese dicho algo de lo que sentirse orgulloso. Le hizo una seña al íncubo para que la recogiera, y aceptó el té que Dédalo le ofrecía, abriendo la bolsita para olerlo. Sonrió complacida- Vlad lo preparará todo. Haz también otra tetera de té de rosas de Libo- le dijo a su secretario, a continuación avanzó por una galería, haciéndole una seña a sus invitados para que la siguiesen.

El solarium se había convertido en el lugar favorito de Mánia para recibir invitados de manera informal. Era agradable, y el tiempo de Rocavarancolia nunca afeaba las vistas, al menos en opinión de la bruja. Les ofreció asiento en un juego de sillones dispuestos alrededor de una mesa baja de cristal. Se cruzó de piernas en cuanto se sentó, permitiéndose inspeccionarlos con curiosidad.

-Aún no vive mucha gente en este barrio, aunque en realidad aún no vive mucha gente en ningún sitio de la ciudad- comentó, por sacar tema de conversación- Imagino que sois los de la clínica. Abristeis hace poco, ¿verdad?

Dirigió otra mirada fugaz a Vlad cuando este se alejo, aliviado al ver que a Manía le gustaban los obsequios de ambos. Personalmente Dédalo estaba ahí por Enredo, conocer a los vecinos no le era un inconveniente, pero tampoco tenía mucha idea de que pretendía su compañero exactamente. Si es que había alguna <<Conociéndole, probablemente no >> pensó el cambiante siguiendo a la libense, tomando asiento y viendo admirativamente la disposición y decoración del lugar. Ellos eran uno sosos en comparación, sin duda.

-Con los refugios se hace difícil el tomar la decisión de irse, pero a nivel personal...tratar con las nuevas cosechas, con sus escándalos y explosiones incluidas, empezaba a suponer un problema, sin contar el espacio...sobretodo al bajar las escaleras. Entretenido pero ajetreado y algo peligrosos a veces -comentó Dédalo sonriendo con humor, pues aunque llevaba bien estar rodeado de gente, mas que bien, cada día en la Sede con la cosecha posterior a la suya, era cuidarse casi de forma permanente de que algo no explotara, de acabar arrollado por nagas o acosado por clingers urticantes- Y tienes razón, abrimos hace poco, aunque realmente el medico es el -indico señalando a Enredo con un gesto- Yo no trabajo en la clínica en realidad. - añadió con soltura, siendo de conversación fácil.

-¿Lleva mucho tiempo viviendo aquí? No vimos realmente, tal y como dice, muchos vecinos por la zona - pregunto interesado, pues por lo que sabia Manía llevaba algún tiempo en la ciudad antes de que ellos llegaran.