Luna Alta

Wen no tarda en bajar por lo que riendo malvadamente en respuesta a la alusión de mi arena salimos del burdel con Onrlu. Wen sigue sin querer montarse conmigo en el dragón por lo que caminamos los cuatro en dirección al desierto. Normalmente solía ir desde Serpentaria por lo que al salir desde el burdel tenemos que tomar la ruta por luna alta con sus estrafalarios palacetes.

Mi creación no parece gustarle tanto a Onrlu como los fennecs o el ave. Cada vez que le miro esta mirando al dragón desde la protección de su dueña por lo que no puedo reprimir una carcajada al acercar un poco a mi figura y ver la reacción del lobo. -Pero si no hace nada tonto. Mira, acércate.- Le digo tendiendo la mano y agachándome para que el lobo se acerque un poco. De la bolsa sale un torrente de arena que al impactar contra el suelo forma uno de los lobeznos que, sin haberlo preparado previamente, se parece bastante a Onrlu. -Bueno, toma un amigo mas de tu tamaño anda. Aunque este grandullón es un cachico de pan. ¿A que si cosica bonica?- Digo como si a un perro mimado me estuviese dirigiendo mientras le acaricio la cabeza haciendo que mueva la cola de lado a lado. La cola choca contra el suelo haciendo temblar los adoquines a su alrededor por el peso y la velocidad del coleteo.

-¿Lo ves? Si es que es mas salao el desgraciado.- Le digo a Wen sonriendo. De entre el ruido de los coletazos puedo escuchar el tintineo de algo metálico que no se corresponde a nada arenoso por lo que paro y alzo la mirada hacia donde proviene el ruido para ver una especie de cosa acercándose a nosotros. -¿Qué mierda es eso? Wen, coge al lobo- Le digo a Wen mientras que de forma instantánea el lobezno de arena se acerca a nosotros para que Onrlu le siga sin que mire al visitante.

El revoloteo metálico provenía de una figura no muy alta con el pelo blanco. Ese pelo y, sobretodo, ese color de piel me ha conseguido producir un escalofrío que nunca había sentido antes. De haber podido sudar ahora mismo estaría empapado en un sudor frío. Delante nuestra, un proyecto de fantasma se encontraba acercándose ante nosotros. 

La chica se acerca lentamente pareciendo hasta insegura. De manera casi automática y sin pensarlo agarro a Wen de la cintura poniéndome entre ella y la caminante de pelo albino y piel rosácea que, al hablar, hace que mis dos figuras se pongan delante nuestra al instante. El lobezno ha erizado su espalda mientras que mi dragón nos tapa casi al completo al extender las alas y enseñar los dientes mientras que con las uñas araña el suelo.

Wen no borró su sonrisa a pesar del nerviosismo de Matt. No cogió al lobo, pero este sí que se acercó a su dueña al notar la tensión y, empatizando con su dueña, su pelaje se erizó cuando la vio. La sonrisa de la vouivre se cortó de sopetón como si alguien le hubiera tapado la boca y sus ojos se abrieron como platos. Enna, la niña azúcar glass. Estaba ahí, enfrente de ellos y estaba viva. En el fondo, Wen siempre había deseado que no hubiera superado la criba.

Al oir su nombre salir de sus labios algo en la británica hizo “crack” y todo cambió. Era como si todo lo que había avanzado, todo lo que había aprendido y evolucionado se hubiera esfumado con un susurro. La mirada fría y seria de Wen, a juego con su actitud, eran la de la niña huérfana que fue en un pasado.

La vouivre maldijo por lo bajo al brujo por haberse interpuesto entre ambas. “Es mía.” Le advirtió en su mente al californiano y actuó como lo hubiera hecho de cosechada. Se impulsó gracias al movimiento del brujo y le dio la vuelta para volverse a poner de frente a la niña, a la que pilló de sorpresa en dos zancadas gracias a que el dragón ocultó su movimiento. Enna no había tenido tiempo de reaccionar a las figuras de Matt cuando un filo helado acariciaba su garganta. Wen tenía agarrada a la niña con un brazo mientras con el otro sujetaba la navaja en su cuello.

- ¿La recuerdas? - le susurró amenazante.-  Me prometí que la próxima vez que te viera sería para terminar lo que no fuimos capaces de empezar. Convénceme de que no lo haga. - le retó con los ojos negros del odio, la rabia y la ira.

Wen hace gala de su mitad ofidia con su finta. Sin darme tiempo a decir nada pasa por el lateral de mi dragón y de dos pasos esta con un cuchillo sobre la desgraciada de Enna. La chica no tarda en soltarse de la presa de la chica por lo que previniendo un ataque preparo a mis criaturas para el ataque.

Enna alza la manos a su cara por lo que temiéndome algún ataque hago que la figura del lobezno explota formando dos nubes de arena que impactan contra las manos de la daeliciana sellándolas en su interior. Alejo las nubes descubriendo la cara de la chica rosa para ver extrañado como esta llorando como una magdalena. La chica balbucea unas cosas que me cuesta entender entre tanto sollozo. La imagen de una Enna llorona me descuadra completamente, me resulta absolutamente imposible concebir eso. 

El recuerdo de lo vivido en las mazmorras, la sonrisa de la chica asesina y de Kaethe tapando el cuerpo de Cira me hace pensar en lo que he llegado a odiar a esa persona, por llamarla de alguna manera. Saliendo de detrás de mi dragón le hablo de la manera mas seca que puedo intentando dar a entender que el solo hecho de dirigirme a ella me diese asco. -Si pudiese escupir ten pon seguro que te escupiría a la cara Enna. ¿Por que demonios sigues viva?- Mientras le hablo y me acerco a la chica mi dragón se encuentra detrás mía caminando a la par que yo mientras que recoge las alas. A cada paso que da mi figura araña el suelo por donde pasa mientras que sus ojos arenosos no quitan ojo de la chica maniatada enseñando los dientes. A decir verdad me encantaría que de una dentellada le arrancase la garganta a la zorra dulce. Sus lagrimas de cocodrilo no pueden engañarnos como hacia ya un año.

Wen no hizo caso a los susurros de la daelicina al pensar que eran imaginaciones suyas ya que la Enna que ella conocía nunca pediría perdón. Cuando esta se deshizo de su agarre, Wen guardó la navaja mientras pegaba un salto atrás y sacó el arco en su lugar con rápidos movimientos con el que le apuntó a la cabeza.

- Conoces el número de horas que entrenaba a diario, sabes que no fallaré. - le advirtió completamente seria.

Wen no supo si se sorprendió cuando Enna comenzó a llorar o no llegó a hacerlo. La vouivre recordaba a la niña azúcar glass como una maestra del disfraz que sabía hacerse pasar por una niña inocente que no era ni de lejos, por lo que ni se inmutó.

- ¿No lo volverás a hacer, Ennakhai? - escupió su nombre con saña.- ¿Pretendes que nos lo creamos? ¿¡Qué hiciste cosas horribles!? ¿¡Quieres que te cuente las cosas horribles que hiciste!? - casi gritó de odio.- No vengas haciéndote la niña buena con nosotros, Ennakhai, no nos la volverás a colar.

Matt no liberó sus manos y Wen no bajó el arco. Recordaba a dama Puntada de la puerta del Palacete, en la fiesta para Libo. Aunque la vouivre pudo captar la diferencia de actitud amenazante, no se intimidó. Enna tenía una deuda con ellos y estaban en pleno derecho para reclamar, al menos, una explicación convincente.

- No. - determinó la británica con sequedad.- Si que importan, sus crímenes importan. No solo fue asesinato, pues no tendría sentido que reclamáramos su cabeza por algo tan mundano y careciente de importancia en una ciudad como esta. Reclamamos lo que nos pertenece por un delito de traición. Creo, sinceramente, que en un mundo como este donde cuesta tanto depositar tú confianza en alguien, la traición es el crimen más condenable. - expuso.

Wen sabía mucho sobre confianzas y traiciones ya que vivía bajo la constante amenaza de estas. Le había costado mucho confiar en su gente y una traición por su parte acabaría por matarla. Wen había estado con Nasher cuando descubrió la mentira y mientras lo sufría en silencio. Ennakhai fue la razón por la que Nasher quiso tirarse al abismo y Wen lo sabía. La niña azúcar glass no se merecía que la protegieran.

Las palabras de la daeliciana hacen que arrugue la frente ante sus afirmaciones. La chica intenta zafarse de mis agarraderas arenosas, cosa absolutamente imposible. Tentado de destrozar cada hueso de las manos de Enna una voz se alza entre las nuestras. 

Dama Puntada, aquella mujer casi albina con un parche en el ojo y muñequitos adorablemente amenazadores se encaminaba directamente hacia nosotros. -¿Aprendiz?- Digo extrañado intentando estar paralelo a Wen. Los conejos de la demiurga no parecen nada simpáticos, no se parecen en nada al oso de peluche de la fiesta, ni siquiera la propia Dama Puntada parecía la misma. Ante la petición de liberar a la chica solo puedo negar con la cabeza y dejar la arena en su lugar mientras que el dragón se coloca a mi derecha relajadamente sin parar de mirar a los conejos de la demiurga. 

Mi creación tiene las alas endurecidas por si fuese necesario adelantarlas para ser utilizadas de mampara de protección si fuese necesario. -¿Demiurgo? ¿Me estas diciendo que esa mujer puede dotar de vida lo inerte?- Digo casi soltando una carcajada al pensar lo impropio que me es ver a una Ennakhai como una persona que disfruta dando vida a lo inanimado. -¿Quieres decirme que has sobrevivido gracias a la ayuda de Dama Puntada?- Digo preguntando de manera despectiva a la joven daeliciana. Dentro de mi ser mi alma gritaba y gritaba intentando que preguntase, a una respetada Dama Puntada, como puede ser posible que haya cogido a una asesina así como discípula. 

-¿Usted sabe como es en realidad esta mujer? Es la cosa mas pérfida, mentirosa, dañina y cancerígena que he conocido en toda mi vida. ¿Como puede una persona como usted dar cobijo a algo como ella?- En ese momento mi dragón hace estallar una baldosa al arañarla y desmenuzarla entre sus garras. Miro entonces a Enna con los ojos mas fríos y desalmados que jamas hubiese podido hacer. -¿Es así como sobreviste? ¿Te pegaste a otra huésped como la sucia sanguijuela que eres no?- Digo cruzándome de brazos y respirando hondo relajadamente. -¿Sabias que seguíamos vivos y cual era nuestra verdadera naturaleza? ¿O acaso vivías feliz como nosotros al darte por muerta?- Mis palabras intentaban parecer duras, nunca se me ha dado bien hacer de malo pero si no fuese por la intromisión de su, ahora maestra, las circunstancias serían muy diferentes a como han salido ahora. La mirada inquisitiva de Dama Puntada hacia mis grilletes improvisados de arena me hacen chasquear la lengua.

Las dos pelotas de arena se disuelven silenciosamente ascendiendo sobre el cuerpo de la chica. Al llegar a la altura del pecho los dos torrentes se unen y se alejan del pecho de la chica formando una creación improvisada parecida a un águila que, al terminar de despegarse de la chica alzando el vuelo, llena con unas partículas los ojos de la llorosa chica lila

Las palabras de Dama Puntada me siguen sin convencer. "¿Es acaso que ahora Enna es intocable? No.. solo ha sido un golpe de suerte. No creo que sea conveniente enfrentarnos a ella nosotros dos. Aunque tengo mucha arena no estoy seguro de tener el nivel suficiente como para batirme en un duelo de creaciones con ella." Pienso mirando a la mujer y a su vestidito rojo.

Enna parece ser que se intenta limpiar la arena que mi ave ha arrojado contra ella. Hago que algunos granos de arena se metan por dentro de la ropa y el pelo de la chica. Cierro los ojos y respiro profundamente negando con la cabeza mientras intento percibir las partículas ocultas en la chica. Creo que podré encontrarla si me lo propongo. La demiurga nos hace una amenaza oculta en sus palabras por lo que gruño y me acerco a Wen.

-Creo que deberíamos irnos.- Mascullo a Wen mirando fijamente a Dama Puntada. -Si lo que dices es cierto la Enna que conocemos murió en el acantilado donde la dejamos. Es mucho mejor dejarla vivir la vida de remordimientos por las muertes inocentes de nuestra cosecha.- En ese instante miro fijamente a Ennakhai y sonrío con un aire sombrío. -Como Cira. Por ejemplo.-

Wen bajó el arma, pero no la soltó. Ornlu se acercó a ella sin dejar de enseñar los dientes a la niña, pero desconcertado por el cambio en su ama. “Demiurga” pensó “La niña se ha convertido en demiurga. Su naturaleza es dar vida.” Wen no sabía si reír o llorar ante la ironía del asunto.

- El sentido del humor de la Luna cada día me sorprende más. - comentó mirando fijamente a la niña, ignorando a la demiurga tuerta.- Parece que al final has terminado teniendo que pagar por tus muertes.

Escuchó a la mujer en silencio con actitud impasible. Ella ya había sospechado de la psicopatía de la niña cuando ocurrió aquello y sabía de la empatía y el dolor del demiurgo, pero eso no hizo que su corazón se ablandara.

- Se lo que es un psicópata, dama, y lo que implica una transformación como la de demiurgo, pero nada de eso hará que olvide una traición a la confianza. No me acercaré a ella si eso es lo que quieres, pero tampoco quiero que ella se acerque a mí. No pienso poner un dedo sobre ella, pero confío en que la ciudad ponga a cada uno en su lugar, así que no seré yo la que le ponga impedimentos a esta cuando quiera matarla. - le dijo a la demiurga y luego se volvió hacia su aprendiz.- Has tenido suerte, Ennakhai, una suerte que en ninguno de los mundos que conozco o me quedan por conocer te hubieras merecido. Espero que tu sentido de la lealtad haya cambiado, porque en el momento en el que vuelvas a dar razones para merecer la muerte no dejaré que nadie se me adelante.

Dichas esas palabras, guardó su arco, hizo un movimiento en dirección a su lobo par que la siguiera y volvió por donde había venido.

- Vámonos, Matt, se me han quitado las ganas de ir al desierto. - dijo por encima de su hombro como si el encuentro con Enna nunca hubiera sucedido.

Sigue en el Burdel de Dama Espasmo.