Barrio de los Mil Dioses

La idrina casi no podía creer que hubiesen dado con él tan pronto, pero el alivio no le duró demasiado. En cuanto Ziack echó a correr huyendo de ellos, Irianna lo llamó mientras ella misma iniciaba una carrera en su dirección.
—¡Regresa! ¡Es peligroso que vagues solo por la ciudad!
El enderth hizo caso omiso a sus advertencias y a las de cualquier otro y continuó escapando de ellos como si se tratasen de sus carceleros. <<¿Es así cómo nos ve? Tal vez debí haberle preguntado en alguna ocasión qué le preocupaba…>> se lamentó la chica mientras se mordía el labio tanto por el nerviosismo como por el esfuerzo. Su resistencia había aumentado un poco desde su llegada a Rocavarancolia, pero para cuando alcanzaron aquel área desconocida ya comenzaba a faltarle el aire.

Al enderth parecía sucederle lo mismo y se había detenido a recuperar el aliento cerca de un gran edificio de piedra circular.
—Ziack, espera… No te vayas, no queremos hacerte daño. —Se sentía extraña diciéndole aquello a alguien quien ni siquiera habría imaginado hasta aquel instante que podría pensar eso de ellos.
El enderth había comenzado a recular hacia atrás hasta que chilló e inició una nueva carrera que finalizó en un muro. La idrina no tardó en oír lo que había provocado aquella acción de Ziack: cuatro animales de tamaño medio y que no tenían aspecto de ser precisamente amistosos se acercaban a ellos a paso ligero. Entre gruñidos, emitían un sonido extraño que se parecía escalofriantemente a una risa.
>>Ziack, tenemos que huir, ven con nosotros.

Había sido un último intento a la desesperada de hacer recapacitar al enderth mientras, con el corazón latiéndole a mil por hora, Irianna empuñaba su arco y lo tensaba con una primera flecha. Las manos le temblaban al efectuar el disparo, pero apuntó de todas formas a la criatura que encabezaba aquel grupo de alimañas, tratando de apuntar a una de sus patas. <<Que salga bien, por favor>>. Soltó la cuerda.

1-10: acierto
11-30: acierta pero no en la pata
30-100: meeec :]

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'Dado de 100 caras' : 61

Rasqa había contemplado la escena desde el aire, calibrando la situación. Aquellos bichos eran casi de su tamaño y los ruidos que emitían le inquietaban demasiado. No se fiaba de aterrizar, pero tampoco quería dejar vendidos a sus compañeros. Que Ziack huyera de ellos no decía nada bueno de él y Rasqa valoraba más al conjunto que formaban quienes le buscaban que al propio pichón fugitivo, con el que apenas había hablado. En todo momento, el parqio había sabido que para él lo importante era la salida, no Ziack.

La flecha de Irianna fue el detonante que necesitó para saber que la situación no era favorable para los suyos y Rasqa hizo lo que mejor sabía: hacer un poco de bulto. Descendió unos metros y comenzó a volar en círculos sobre las hienas, cual ave carroñera, con las alas extendidas y una de sus patas delanteras aferradas a la daga que llevaba al costado gracias a un cinturón ligero.

El reptil cogió aire y rugió con fuerza, esperando que aquello les acobardara. Si las cosas empeoraban, Rasqa estaba listo para lanzarse puñal en garra contra aquellas bestias. Ya había cazado mamíferos en las islas y el parqio se creía capaz de abatir en solitario a uno de ellos.

Entonces apareció un problema más en este extraño mes y medio. Cuatro hienas. Bastante furiosas y gruñendo ( o riendo). Instintivamente doy un salto hacia atrás, para alejarme de su posición. -¡Joder, hienas! Este sitio tiene cada vez menos lógica.- Mi confusión llega a su limite ¿Es que aquí nada tiene sentido?

Rápidamente una flecha silba por el aire, por desgracia la idrina no acierta al animal, pero es lo que necesitábamos, una señal. Debido a su movimiento salgo de mi ensimismamiento y me pongo a la defensiva. Mientras, Rasqa vuela alrededor de las hienas, estaba rugiéndoles, no les estaba atacando, pero estaba claro que lo haría sin problemas.

Agarro fuertemente la lanza, hasta que los nudillos se me vuelven blancos. No pienso quedarme tampoco de brazos cruzados, si una de ellas se abalanza sobre alguien debo estar preparado. Intento tranquilizarme...pero claro, ¡¿ Quién puede conseguirlo en tales circunstancias?!

Enseguida noto que me arden los pulmones, paro y jadeó un poco doblándome por la mitad y apoyando las palmas de las manos sobre las rodillas. >>Mierda, me estoy oxidando<<.
Enseguida pillo el juego que hay que seguir para atraer al enderth, realmente no encaja con lo que siento por dentro, que son unas ganas impresionantes de chillarles a Ziack, pero, si no actuamos de forma tranquilizadora, solo provocaremos que vuelva a reaccionar con miedo, y puede que esta vez, le perdamos de vista.

A lo lejos distingo algo nuevo, cuatro sombras, bestias, animales, peligro. >>¡Hay que correr pero ya¡<<.
-Un momento...-digo clavando la vista en las fieras que emiten pequeños quejidos, parecidos a risas, quizás divirtiéndose al pensar lo sabrosos que estaremos cuando nos hinquen el bocado.- esas...¿Son hienas? ¿Osea, hienas aquí? -pregunto con alarma en la voz, en dirección hacia Sigrún y Devoss, pues desconozco y dudo que se den esa clase de animales en los otros mundos.
Maldición, lo que nos faltaba.
Comienzo a perder los nervios y vuelven a sudarme las manos.
Me adelanto para volver a llamar al enderth, esta vez casi como una orden, debía notar que estaba hablando totalmente en serio.
-¡Ziack, esto no es un juego, vuelve aquí¡ -grito lo suficientemente bajo para intentar llamar su atención, y no la de las hienas.- después si quieres hablamos que ha pasado, pero vuelve -repito ahora más calmada.

Me sitúo al lado del holandés y trago saliva, venga, que el entrenamiento con Jace haya servido de algo. Alzo las dos manos con las dagas preparadas. No debo dudar.
-¡Hay que estar preparados¡.
Veo como una flecha de Irianna se pierde en la distancia y rezó para toque la carne, pero el tiro es errado. No importa, seguro que a la siguiente acierta.
Si las mantenemos a raya mientras esperamos a que Ziack vuelve, puede que lo consigamos

Varsai siguió al resto y vio al enderth entrar en lo que parecía un callejón sin salida, se alegró pero esa alegría le duró poco cuando observó que se acercaban unos animales que no supo identificar, y no parecían acercarse con ganas de jugar precisamente.

La niña preparó rápidamente una flecha mientras se terminaban de acercar pero ante de disparar se quedó quieta mientras apuntaba. Al principio cerraba un ojo cosa que corrigió gracias a la ayuda de Kimbra, también disparaba precipitadamente sin detenerse a apuntar. Esta vez no fue así, en cuanto cogió la postura que solía usar para practicar midió la distancia y trató de calcular dónde estaría la hiena. Respiró hondo y soltó la flecha a la vez que la respiración.

Sin pararse a pensar ni ver dónde terminaba la flecha preparó otra.

*1-35: acierta.
*36-100: falla.

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'Dado de 100 caras' : 75

Mientras Kimbra seguía realizando sus trabajos en el huerto, una de las habitantes del torreón, Vorela, salió para informar que otro de los habitantes, Ziack había desaparecido. Kimbra no le dio mucha importancia a este hecho, en la Ciudad Kievek siempre desaparecían personas, bien muertos en combate, bien muertos en el exterior, bien porque habían decidido unirse a los Nombrados, por lo que las desapariciones nunca eran un hecho en el que reparar. Aun así, decidió ayudar a sus compañeros en la búsqueda que emprendieron, tanto dentro del torreón como fuera de este más tarde al percatarse de que, definitivamente, no se había escondido dentro del edificio. La razón de esto fue que la engendro, por las acciones de sus compañeros, consideró que estos si le daban importancia a la desaparición de Ziack y quiso resultarles útil en la medida en la que esto fuera posible.

Rápidamente se prepararon y salieron en busca del desaparecido, con la clara intención de traerlo de vuelta, pero ciertamente Kimbra nunca creyó encontrarlo tan pronto, ni tener que correr tras él, y mucho menos dar con crías de bestia en mitad de esa ciudad de piedra. “La progenitora estará cerca, sino lo está la manada” pensó la krabelinense cargando su arco al instante y girando en derredor al grupo buscando la más que probable amenaza mayor, mientras sus iris cambiaban del plata y dorado al rojo intenso. Al no ver ningún indicio de esta, la krabelinense decidió centrarse en la amenaza inminente esperando que la posibilidad de una amenaza mayor nunca llegara y apuntó su arco con decisión para luego hacer una señal inconscientemente a nadie en particular de la que luego se arrepintió. Ámarok no estaba ahí para cubrirla. Disgustada por su inútil acción, apuntó decididamente a una de las crías, que sus compañeros humanos habían llamado hienas, para luego disparar sin siquiera inmutarse.


1-80: Hiena para cenar
81-100: Otra vez será

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'Dado de 100 caras' : 2

No salió bien. Los nervios la traicionaron y su disparo fue incluso peor de lo que cabría esperar. La idrina maldijo para sí mientras intentaba preparar rápidamente una segunda flecha, aunque al menos su acción había servido para poner al resto en movimiento. Kimbra, por suerte, no falló la suya haciendo una clara demostración de su mayor habilidad como tiradora. La flecha de la krabelinense detuvo la carrera de aquella hiena, pero el resto seguía avanzando hacia ellos sin importarles el destino de su compañera. Al observar a Rasqa volando, Irianna entonces tuvo una idea y abandonó el movimiento de sacar la flecha del carcaj para dejarla donde estaba: necesitaba ambas manos para conjurar.

El hechizo de levitación se aplicó justo a tiempo, pues una hiena ya le había dado alcance y sus dientes se cerraron bajo la suela de sus botas mientras la idrina se elevaba en el aire.
—¡Voy a intentar desviar su atención junto con Rasqa! Vamos a intentar huir cuanto antes —dijo a sus compañeros a escasos centímetros sobre sus cabezas.
Disparar desde el aire no sería sencillo ya que no tenía la soltura necesaria para desplazarse fluidamente con aquellos medios, pero al menos la seguridad de que los animales no podían alcanzarla hizo que el temblor de sus extremidades disminuyese. La idrina dispararía tres proyectiles, uno a cada hiena, lo más deprisa que pudiese y descendería de cuando en cuando para colocarse al alcance de las hienas y que estas intentasen ir a por ella para después volver a elevarse inmediatamente.

Su puntería mejora ligeramente gracias a que ya no le tiemblan tanto las manos.
1-37: acierto
38-100: fallo

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'Dado de 100 caras' : 19, 26, 33

Rasqa continuó acosando a las hienas con poco más que su imagen en las alturas, considerando la situación y alegrándose de la buena puntería tanto de Kimbra como de Irianna. Sin embargo, al ver que el plumoso seguía huyendo de ellos, le dieron ganas de descalabrarlo vivo.

—Como no le ayudemos lo van a tullir aún más—escupió exasperado antes de devolver la atención tomar una decisión estúpida. <<Nosotros tenemos más motivos para romperle las patas>>—. ¡Tened cuidado!—pidió al grupo, que parecía estar lidiando con decencia contra las otras tres.

Y aceleró en el aire tras Ziack y la hiena que se lo quería comer. El parqio desenfundó el cuchillo, descendió hasta situarse más o menos a la altura de la hiena y se cernió sobre ella tal y como había aprendido en las Islas: lanzando una fuerte dentellada al cuello que, en esta ocasión, iría acompañada de un intento de puñalada en el costado. Sabia que a aquella velocidad acabaría rodando, por lo que al saltar, plegaría las alas contra su cuerpo amortiguar daños.

Varsai observó con fastidio como la flecha fallaba e iba a estrellarse contra un muro cercano. Soltó la segunda con esperanzas de acertar esta vez y después se paró a mirar brevemente en derredor mientras sacaba una tercera flecha del carcaj.

Irianna levitaba sobre las hienas y demostró tener mejor puntería que la niña acertando las tres flechas que dirigió a las hienas desde el aire. Kimbra también hizo gala de sus habilidades como cazadora.

La balera vio moverse algo por el rabillo del ojo y dirigió allí su atención para encontrarse con una de las bestias a punto de atacar a Devoss, sin detenerse a pensar mucho Varsai disparó la tercera flecha con intenciones de hacer recular al animal y que no saltase sobre el humano.

1-35: Acierta.
36-100: Falla.

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'Dado de 100 caras' : 69, 5

La flecha, como era de esperar para una cazadora experimentada como ella, dio en el blanco, aunque para su disgusto no mató a la hiena, sino que solo la dejó gravemente malherida, gracias también a otro disparo certero de Irianna, dándole a esta la oportunidad de retirarse apresuradamente viendo su muerte cercana. A la engendro le hubiera gustado perseguirla al tratarse de una caza segura, pero en aquel momento no se trataba de conseguir piezas para el abastecimiento, sino de salvar a sus compañeros del ataque de las crías de bestia.

Kimbra evaluó durante algunos segundos el campo de batalla para tomar una decisión sobre su próximo movimiento. Una de las hienas, la que no contaba por el momento con ninguna herida, comenzó a perseguir a Ziack, siendo esta perseguida a su vez por el parqio, por lo que Kimbra la anuló de su objetivo inmediato, al igual que ocurrió con la segunda hiena, al considerar que, dadas sus heridas, podía ser derrotada entre Varsai y Devoss, si el humano conseguía reaccionar a tiempo. Por su parte, la Hija de Lunas se centró en la tercera y última de las hienas.

Cargando una flecha y tensando el arco con rapidez, Kimbra consiguió que su disparo fuera certero y terminara de debilitar a la tercera cría de bestia, para luego abalanzarse sobre ella, machete en mano, con la intención de degollarla de un solo movimiento. El iris de la krabelinense no dejó en ningún momento el color carmesí.

El caos se desató, había empezado la lucha. Todo era confusión, incluso el enderth salio huyendo, perseguido por una de las hienas y el parqio detrás de esta. Las flechas salían disparadas cruzando el aire, algunas se perdían y otras encontraban carne que atravesar. Y yo sin saber que hacer, esta situación se me hace rara, me quedo inmóvil, quizás por miedo, o quizás por lo estúpido que parece que haya hienas en este planeta.

Sea por lo que sea consigo moverme, y no es por un motivo cualquiera. Al principio eran cuatro hienas, pero en mi desconcierto había perdido de vista a una. Entonces escucho los gruñidos del animal , instintivamente me agacho y ruedo sobre el suelo, y así ponerme de cara a mi atacante. Sonrío al ver que esta herida. No voy a dejar que me ataque, los demás están luchando y yo no voy a quedarme paralizado. No debo ser el eslabón débil.

Así que me pongo en posición, no he sobrevivido a un escarabajo gigante para morir por una bestia carroñera. Doy un paso para atrás, para después intentar golpear a la hiena en la cabeza con un movimiento hacia adelante.