Acantilados

El brugho metió un saltito en el sitio al ser interpelado, ahogando un grito de susto en su garganta. No lo había escuchado ni olido.

-No me asustes así -pidió mirando al brujo, mirándolo con reproche y sintiéndose avergonzado por su tonta reacción. Eso le pasaba por no estar mas atento.

Sonrió ampliamente cunando lo vio sentarse a su lado, dispuesto a contarle, con la ilusión que llevaba sintiendo desde que se lo dijeron lo de la fiesta pero el piromante lo distrajo al hablar de su dibujo: un cielo al atardecer plagado de estirges.

-Gracias -murmuró con timidez bajando la vista hacia su dibujo- Me gusta mucho dibujar y últimamente solo hago runas. Ya me parece verlas volando alrededor mio- levanto la vista al escucharle hablar de que escribía- Tienes que enseñarme algo y así yo te enseño todos los dibujos que hice -añadió como oferta con una sonrisa traviesa. Todos no, tenia uno de el, un boceto apenas de una de las veces que estudiaron en la biblioteca, pero ese no se lo enseñaría.

-Oh y sobre lo de antes -dijo no olvidándose de que se había quedado a medias con lo anterior, su humor mejorando exponencialmente conforme hablaba- Me han invitado a una fiesta, a mi y a mis amigos. Y tengo muchas ganas de ir - añadió mirando al piromante al caer en algo. El también era su amigo ahora y a el no le habían dicho nada de no poder llevar a alguien mas- Ven conmigo Zmey, seguro te divertirás y así puedo presentarte a mis amigos -añadió el brugho mirándolo atentamente con una sonrisa ilusionada. Le había hablando a sus amigos un poco de el durante ese tiempo, pero nunca había llegado a presentarlos, aquella era también una buena oportunidad.

-Trato- aceptó, arrepintiéndose casi al instante. La verdad es que llevaba muchísimo tiempo sin escribir nada, y lo poco que conservaba era de su época de cosechado, o de antes de ''morir''.

<< Me moriría de vergüenza si viera eso...>> pensó. Tal vez podría intentar sacar algo antes de que se vieran la próxima vez, claro que no esperaba que fuese mucho mejor.

Sonrió al ver el entusiasmo de Evelhan al hablar, contagiándose un poco de su alegría. La sonrisa se apagó cuando recibió la invitación.

-Eh, no estoy muy seguro, no soy muy bueno con la gente y, no se, a lo mejor molesto- dijo, jugueteando nervioso con el colgante que llevaba al cuello- Quiero decir, que no conozco a mucha gente, y no quiero ser un lastre, ¿tal vez sería mejor si vas con tus amigos?

No recordaba la última fiesta a la que había ido. Los de Letargo habían hecho algun encuentro en la playa, pero todo formaba parte del pasado.

Parpadeo al escucharle decir que molestaría en la fiesta. No veía porque lo haría, el tampoco era muy bueno con la gente, así que tal vez era por eso. pero en un fiesta era para divertirse y disfrutar, conocer gente, tomar algo.

-Sino querían que invitaran a gente aparte de nosotros, lo habrían dicho. Si dicen algo te protegeré-dijo Dhelian  entrecerrando los ojos, siendo mas graciosos que amenazante ver al daeliciano decir aquello. Aunque bien podría ser real sus palabras. Suavizo su expresión al mirarlo, sonriendo

-Te presentare a mis amigos y así ya conocerás a mas gente. Ademas ya conociste a Dama Onyx en la puerta del burdel aquella vez - añadió con una sonrisa picara y una suave risa asomando a sus labios, sabiendo que  se acordaría, mas tras el shock que había sido para ambos verse así esa vez- Les caerás bien a todos, seguro.- añadió mirándolo, intentando convencerlo.

-No tienes motivos reales para negarte y tu también eres mi amigo -añadió Evelhan osbervandolo, mientras una estirge bajaba y se posaba junto a el- ¿O no lo eres acaso? Ven, sera divertido.

Zmey no tuvo más remedio que soltar una carcajada. Le enternecía la idea del ghoul protegiéndole. Parecía que no le iba a quedar más remedio que ir, ya que, aunque sabía que Evelhan se conformaría si decía claramente que no le apetecía, también sabía que estaría torturándose toda la noche por no haber aceptado.

La verdad era que, tenía ganas de ir. Había permanecido demasiado tiempo aislado, encerrado en una misma habitación, acosado por pesadillas, deseando morir. Incluso antes de su intento de suicidio, se pasaba los días entrenando y sufriendo el silencioso desprecio de Yoel. Le hacía falta divertirse, y conocer gente nueva. Dhelian y sus amigos podrían ser un nuevo comienzo.

-De acuerdo, tú ganas.- cedió, tras comerse bastante la cabeza.- Dime donde quieres que vaya y cuando.

<< Es por tu bien>> se dijo.

Dhelian le miro feo al escuchar su carcajada a su costa, pero no se lo tomo a mal. Espero a que se pensara el ir sin insistirle de nuevo hasta que no le dijera. No iba a obligarle, pero si quería que fuera. Sonrió ampliamente al ver que aceptaba, levantándose de la roca.

-Ven a Serpentaria, puedes ir conmigo y mis amigos, si te da tiempo de conocerlos un poco antes de estar en todo el barullo de al fiesta -añadió diciéndole cuando seria el día. Se había dicho no obligarle sino quería, pero el había aceptado ir así que si cambiaba luego de opinión no iba a aceptarlo, porque inicialmente dijo que si. Era una forma rara de pensar pero era factible para el brugho- Y si cambias de opinión en el ultimo segundo no pasa nada, te llevare a cuestas, que puedo a pesar de lucir así -añadió Evelhan señalando su propio cuerpo, que a decir verdad con esa imagen de crió no daba ni para levantar una maza. Que engañosa era su apariencia.

Sinceridad

Pues tampoco era para tanto. La vista estaba bien siempre y cuando omitieras los barcos naufragados entre las rocas, aunque aquellas cosas aparentaban haber sido magníficas en comparación con lo que tenían en Roca Sagrada. Tampoco sabía que serían esas torres que destacaban más allá, todas al borde del acantilado. Lo que sí tenía claro era que no bajaría a bañarse con esas olas y esas piedras que parecían bastante afiladas, aunque quizá podría bajar a buscar conchas para sus colgantes.

Lo haría más tarde, si el grupo al final se reunía con ella. No quería distraerse tanto si estaba sola en un lugar tan vasto. Ya arriesgaba bastante con haber venido sola y ahora al sentarse al borde del acantilado mientras esperaba a los demás. Y, ay, los demás... Sobre la serpiente gigante y su grupo no podía pensar peor. Los nublinos estarían pirados y no tendrían remedio, pero le chocaba mucho que los demás se dejaran llevar por ellos. <<Todos volaos, todos locos. Tienen menos sentido común que los del Coro>>


Tesón

El fantasma estaba harto. No pudo viajar a Roca Sagrada por una cosa estúpida de que no podía ir solo hasta pasar un año y, a pesar de lo que le habían dicho en otros sitios, no le apetecía vagar por las corrientes marinas a la espera de acabar en su mundo. Pero sí que sabía de los naufragios y para él no pasaron desapercibidos ya que pasaba largas horas recorriendo los acantilados. Al menor signo en la lejanía de que un navío se acercaba, solía lanzarse en su dirección a ver si, por un casual, eran roquenses. Pero de momento no tenía suerte. No se le ocurrió pensar que las pobres embarcaciones roquenses no resistirían las condiciones de alta mar ni siquiera en su propio mundo, mucho menos si se perdían y entraban en las Ungidas. <<¡ncidas>> Ungidas. <<¡Uncidas, diantre! ¿O era Ungidas? Bah, lo que sea>>

Claro, a veces además de presenciar los naufragios también se cruzaba con gente. A veces saludaba, pero casi nunca. No se podía fiar de que algún loco le encerrase con magia por mero gusto. Pero lo que nunca, jamás, en su no-vida, pero ni pensarlo, se habría esperado era ver no solo plumas sino un cuerpo claramente roquense. Hembra. Estaba sentada al borde del acantilado. Conservaba las alas... y su atuendo le habría llamado la atención si recordara las diferencias entre el Coro y los que vivían desperdigados lejos del área de influencia de esos chiflados.

Se acercó con todo el sigilo del que disponía: todo el cuerpo sumergido en la roca del acantilado excepto lo justo de la cabeza para poder ver. Mientras, pensó en si le hablaría o si se dejaría ver. <<Podría probar... lo que quería hacer en Roca Sagrada: hablarle desde el suelo y que piense que es el Acantilado... ¿Provocaré otra religión y empezarán a llamar a este sitio Acantilado Sagrado?>> El pobre había tenido hacía tiempo una epifanía: creía a pies juntillas que algún fantasma había iniciado las creencias de su mundo al hablarles desde la piedra, oculto en el suelo o en algún sitio. La idea de poder empezar algo así él mismo... le aterraba por todos los motivos por los que podría salir mal y resultar en la extinción de sus congéneres.


Fantasma y Sinceridad
Pero la cosa es que llegó a la altura de su paisana: atravesado en la pared del acantilado, justo debajo de ella. Si movía los brazos, sus patas le "rozarían" sin saberlo. Sacó el pico lo justo para poder hablar:

—¡Hace...

La roquense no necesitó oír una sola palabra más. Pegó una especie de salto hacia delante, desde la posición sentada, y frenó la caída con las alas. En cuanto se alejó de la pared de piedra unos metros, apuntó hacia esta con la lanza. Pero allí no había nadie. <<Otro maldito lagarto invisible... No me jodas>>

—¡... buen día, ¿no?

<<¿Q-qué?>> Reconoció la voz al instante. Apenas le dio tiempo a empezar a pensar en que tenía a un roquense delante.

—No te asustes, hembra. Soy de tu mundo. Roca sagrada, ¿verdad? Pues yo soy un Acantilado Sa...

Sinceridad no podía ni quería creerlo, aunque aquello podía ser devastador para su cordura.
—¡No sigas! ¡Ni te atrevas! ¡CÁLLATE! —exclamó mientras agarraba la lanza con fuerza y se acercaba como si fuera a pinchar el punto de la roca del que salía la voz. Había visto algo moverse.

Aquello al fantasma le sentó como... Mal. Pero se lo tenía merecido. Y se apresuró en arreglarlo.
—¡Vale, vale, perdón! ¡Perdón! ¡Calma! Ya sabía que no era buena idea, ya lo sabía...

Después, asomó solo la cabeza y parte del torso. También mostró las manos, desnudas, con las palmas abiertas. Y la punta de los pies. Sinceridad pudo ver perfectamente sus plumas... y que no era del todo sólido. Tragó saliva. Aquello era un macho roquense. No vio nada que le identificara como nómada o del Coro... Ni que llevara armas. El otro, por su parte, hizo un par de deducciones rápidas: aquella hembra no tenía ni idea ni de magia ni de fantasmas y seguramente fuera una cosechada. <<Tengo que andarme con ojo o acabaré en otra celda>>

—¡No te voy a hacer nada! No podría: atravieso lo que toco. Hacía mucho que no veía roquenses... —siguió con cierta nostalgia, pero recuperó la compostura por su propio bien. No quería tentar demasiado a la suerte, ya podía sentir los ojos del Consejo vigilando—¡Me alegro de haberte conocido. Ya nos veremos. Mi deseo es Eterno y no, no soy del Coro. ¡Buena suerte!

Sinceridad, que se obligaba a aletear para no caer, atendió a aquello como si acabara de tener la alucinación más cafre y surrealista de su corta vida. Le vio presentarse con una inclinación de cabeza, le escuchó hablar con el ceño fruncido mientras intentaba decidir si aquello era un delirio, una pesadilla, o la pura realidad; y finalmente le vio despedirse y presentarse con un deseo de lo más llamativo. No, mal: le vio despedirse y atravesar la pared hacia dentro del acantilado. <<Y también sonrió. Pero parecía una sonrisa triste...>> No volvió a oírle ni verle. Con un hálito de valentía o locura, se acercó a la piedra y dio varios golpes con la lanza por si aquello era una entrada secreta, pero era bastante sólida.

—Qué... no tiene...

SinSentido. Aquello era una locura. Desorientada y muy confundida, se esforzó para volver al borde del acantilado, donde se sentó a recuperar el aire (aunque lo hizo a unos metros de donde había aparecido el extraño roquense). Parecía... Humo... No, menos que eso... Como niebla. ¡Eso! Pero la voz era la de un roquense... Y tenía el mismo cuerpo y todo. ¿Qué acabo de ver?>>

—Respira. Ten la lanza a mano y respira. Si era niebla, no puede hacerte nada. Respira.

Los demás, si es que seguían vivos y acababan allí, la encontrarían caminando arriba y abajo, dando golpecitos en el suelo con la lanza, con el ceño fruncido. Pensaba en todo lo que acababa de ver, pero no le veía sentido. Había una forma de entenderlo, pero no le daría la razón a los fanáticos ni aunque le hicieran comerse sus propias plumas.

Mientras, unos metros por debajo, su congénere aguardaba. Quería confirmar que era una cosechada. Pero también tenía curiosidad: ¿qué hacía allí? Estaba claro que tenía el porte de una Cazadora, pero <<cosechados deambulando solos por la ciudad... No lo entiendo... ¡Pero no puedo ayudar, que se apañe!>> Y lo cumpliría. Haría cualquier cosa para evitar volver a aquella maldita celda.

Por fin llegaban a la costa después de un incomodo paseo, por él se hubiera separado del resto del grupo, pero se lo impedía el que fueran al mismo lugar.

Como estaba más despejado que las zonas residenciales no tardó en ver algo a lo lejos a Sinceridad. Parecía nerviosa a ojos de Barael, pero dada la situación no le extrañó. Se acercó a ella y silbó para que se diera cuenta de que estaban  ahí.

Pocas veces había visto el mar, las rutas pastoriles no solían ir mucho por costa salvando algunas que se aproximaban a pueblos costeros, mayoritariamente para hacer trueques con estos. Recordaba una vez que había intentado nadar junto a los niños de por allí, con nefastos resultados, por lo que no se acercó demasiado al borde aunque llegado un punto vio el cementerio de barcos que había debajo. Como no, había historias de estos transportes por agua en los cuentos sobre rocavarancoleses pero observar en vivo tales obras de la manufactura era todo un espectáculo para la vista del nublino, desde pequeñas naves de madera hasta armatostes metálicos enormes en oxidación, había muchísimos tipos de diseño y materiales empleados ahí. Esto hizo que se acercase al borde a observar, ya completamente ajeno a los demás.

Observó que desde la playa podría examinarlos más de cerca así que se apresuró a encontrar por donde bajar sin saltar hasta que dió con un sendero entre las rocas.

Sigue en bahía de los naufragios

Le gustaba bromear. Aquella ciudad en ruinas necesitaba más bromas y menos monstruos. Y le gustaba ver a sus compañeras reírse con ella. O los del torreón. Lo importante era reírse de vez en cuando. Igualmente bien se tomaron la idea de salir a explorar por la costa, así que en cuanto las tres estuvieron satisfechas con el desayuno y preparadas, salieron.

Por el camino, en el cual no era difícil perderse porque solo tenían que seguir los acantilados, la roquense vio necesario avisar a Lebra sobre el fantasma que se había encontrado allí.

—No sé si Mónica se acuerda o si lo conté al final, pero en estos acantilados, un poco más al norte, una vez me salió al encuentro un nativo de mi mundo. Era translúcido y atravesaba todo lo que tocaba, como si estuviera hecho de humo. Inofensivo aparentemente. Lo cuento por si lo veis de refilón o algo, a saber.

Al menos le pareció más inofensivo que la caída contra las rocas del mar o las sombras que se veían bajo el agua de vez en cuando. O que cualquier monstruo de los que habían visto en la ciudad o en sus pesadillas.

—Desde el faro recuerdo haber visto ruinas de algo parecido más al norte, sigamos a ver... —señaló "acantilado arriba".

Acabar de desayunar y salir fue cosa de un momento. Íñigo Montoya y Rapunzel se quedaron en el faro, dispuestos a hacer quién sabe qué, así que antes de salir Mon tuvo la precaución de esconder una de sus pastillas de jabón.

Al rato se encontraba paseando por los acantilados con sus compañeras en medio de una amena charla, tratando de obviar las alturas y bueno… la posible caída, aunque no podía evitar echarle alguna mirada al agua y a los barcos que cubrían su superficie.

—Ay, creo que no estaba prestando atención si lo contaste. ¿Te encontraste un fantasma? ¿Dijo algo sobre este lugar? —preguntó, preocupándose un poco. Puede que no pudiera hacerles daño, pero quién sabe.

Asintió a la sugerencia de seguir y trató de apartarse un poco más del borde. Por si acaso.

Los motes:

La roquense negó con la cabeza a ambas. No sabía si era un fantasma real o una mala broma ni les dijo nada útil sobre la ciudad.

—Tan solo se presentó como paisano mío y dijo su deseo... —miró a la nublina para explicarle—: Lo que llamáis nombre, para nosotros es un "deseo" y por eso yo me llamo Sinceridad, la que nunca miente...

<<O "la que no debería mentir". Tengo que hablarles de eso en serio>>, pensó, algo preocupada. Por suerte, la conversación siguió y se distrajo de ese asunto. La broma de la nublina le descolocó al principio pero se echó a reír al pillarla.

—Chica, no te disculpes, me ha hecho gracia. A veces desearía haber venido a esta ciudad cuando no estaba destrozada... pero entonces me pregunto si no estaría aún más poblada por monstruos... —aventuró mirando en derredor. Después, miró a una y otra—. ¿Os habríais quedado en casa si os hubieran dicho la verdad sobre este sitio? —les preguntó. Para ella, la respuesta no era tan obvia si la promesa de Mike fue sincera.

Las ruinas del siguiente faro asomaban por el horizonte, pero ese apenas levantaba dos plantas del suelo, o, al menos, la pared de estas. El resto parecía haber sido cortado en diagonal y haberse derrumbado tiempo atrás acantilado abajo.

—Huy, yo sí me creo que haya fantasmas… ¿has visto todo lo que hay aquí? Lo raro sería que no hubiera —repuso la chica, escuchando atentamente lo del «deseo»—. O sea, que si te llamas Sinceridad tienes que ser sincera… es bonito. Pero las cosas como son, nadie puede ser sincero todo el tiempo— se encogió de hombros—. A veces tenemos que guardar algunos secretos.

Siguió caminando cuidadosamente, escuchando los chascarrillos de sus dos compañeras y dando su aprobación a dónde ir. Lo cierto es que el dónde daba un poco igual. Solo tenían que encontrar a los dos sinhadres.

En cuanto el tema viró a la ciudad no dudó en aportar su granito de arena. —Yo… no lo sé. A lo mejor me habría podido la curiosidad. Sé que a Jonás le habría encantado venir. Él es muy aventurero. Pero creo que daría igual lo que Doce Punto me hubiera dicho: nunca habría creído que esto existía de verdad. Creo que en realidad solo vine por él. Pero también creo que Doce Punto tampoco me mintió cuando me habló de Rocavarancolia… solo se guardó cosas. Por eso quiero encontrarlo.

«Porque además… me debe una cita» pensó dudosa. «Pero no ha venido a reclamarla. ¿Me engañó?» la cara de Mónica se contrajo por un rápido momento en un gesto de tristeza, aunque rápidamente la disipó moviendo la cabeza. «Nah. No debe saber dónde estoy. Y debe de estar muy ocupado. Seguro».

«… ¿Seguro?».

Los motes:

La roquense se guardó la última frase de Mónica al respecto de los secretos. Si hubiera estado infiltrada en alguna región del Coro, le habría parecido que la habían descubierto, pensó, pero no le dio mayor importancia que un simple comentario.

Le resultaba curioso oírla hablar del tal Doce Punto. ¿De verdad creía que le encontraría? Ella no quería encontrar a Mike, al menos no de forma tan imperiosa u obsesiva como la terrícola. Y tampoco sabía si le había mentido del todo. Sus compañeros sí que habían descubierto poderes sin igual, pero la magia se le escurría de los dedos, solo la lograba en sueños.

Iba a decir algo cuando una sombra en lo alto de las ruinas le llamó la atención. Era diminuta, pero le pareció distinguir un pico y unas alas. No le habría dado mayor importancia si no hubieran aparecido varias decenas de la nada. Sinceridad se detuvo y habló en voz baja al grupo mientras notaba cómo les miraban. No le gustaba ni una pluma.

—Eh... ¿Qué tal si damos la vuelta o damos un rodeo? No creo que haya sinhadres allí dentro...

Siendo sinceros, la atención de Mónica estaba algo dividida: cuanto más caminaban por allí más atenta estaba al suelo, por si acaso este se desvanecía debajo de sus pies, y no tanto a la conversación. Por eso no se dio cuenta del silencio hasta que resonó un graznido en el aire.

La chica levantó la vista justo a tiempo para ver salir a montones de pequeños seres alados del «faro». «Son tan pequeñitos» pensó primero, con una nota de ingenuidad. Después se impuso la razón al tiempo que Doña Plumitas hablaba, y un escalofrío la recorrió recordando cierta película.

—¿Habéis visto Los pájaros? —comentó con una nota de urgencia en la voz sin dejar de mirar a esas criaturas y forzando una sonrisa—. Supongo que no, pero solo tenéis que saber que pueden hacer mucho daño si se ponen todos en grupo y que da todo el miedo. Vámonos ya.

«Solo espero que estas criaturas no hayan visto nunca a Hitchcock».

Los motes:

Lebra y Mónica coincidieron en que lo mejor sería irse o, al menos, esquivar la torre y la zona circundante. Ya le habían explicado qué era una "película", así que dio por hecho que la terrícola se refería a otra de esas cintas. ¿Pero por qué verían cosas de animales peligrosos o incluso asesinos? ¿Qué entretenimiento podía tener eso? <<Le preguntaré más tarde u otro día>>

Pero antes, correría. O caminaría rápido, mejor, para no "alarmar" a las aves. <<¿No podrían ser todos los emplumados o alados inteligentes como yo? Debería ser su dios o algo así, ¡la única emplumada civilizada!>> Sonreía cuando giró hacia la izquierda, para pegarse más a los últimos edificios pegados a los acantilados, y, de nuevo más centrada, desanduvo el camino de vuelta a su faro. No quería que les siguieran, claro, pero al menos si lo hacían lo tendrían más difícil entre las calles <<a no ser que nos crucemos con algo peor>>