Plaza de los Colaespina

Tras la marcha del espantapájaros y la visión de las cestas ya colocadas en el centro de aquella plaza, lo único que Pam logro escuchar fue el sonido de las pisadas del grupo y sus respiraciones. Ni el correteo previo de aquellas criaturas con espinas ni su visión por ningún lado. <<Esto no es normal, no pueden haber desaparecido>> suspicaz creyó estar imaginando aquel extraño silencio absoluto por lo nervios, pero cuando Milo y el el resto puso sus temores en palabras, empezó a inquietarse.

¿Le estaban robando comida a aquellos roedores y ni se dignaban a mostrarse? Algo realmente malo ocurría ahí. Era de conocimiento común que todo animal se esconde de algo realmente peligroso y ellos estaba claro por la vez anterior, que no le suponían ningún peligro. Pam estaba mas que dispuesta a decir que cogieran las cestas y se largaran de allí pero ya, pues no quería averiguar que o quien era, el causante de que ahí no se escuchara ni un alma.

Incomoda miro alrededor, sobresaltándose cuando aquella figura de rojo apareció de la nada. Pam se pegó mas al grueso del grupo sosteniendo con firmeza la espada en sus manos, no transmitiéndole confianza alguna. Tal vez el hecho de flotar y que los restos por lo que pasaran se pudrieran ayudaba mucho en eso. << No tengo idea de como cojones hace eso, pero si eso consigue hacerle a un pobre fruta no quiero averiguar lo que haría con un ser vivo...>> sus pensamientos yendo mucho mas rápido que sus acciones, sin siquiera saber como era que mantenía aun la compostura y no estaba huyendo despavorida metiendo gritos cual desquiciada.

Se sentía como un pobre ratoncilllo frente a una serpiente, medio paralizada en el lugar ante aquella espeluznante visión. Esa capucha roja, porque ni siquiera se veía que había debajo, podía ser mas rápida que todos ellos cuando ni siquiera parecía necesitar andar para moverse. Y lo que menos deseaba era que se fijara en ellos y decidiera verlos mas de cerca.

A la mierda con las cestas, a unas malas se comía los hierbajos del huerto.

No lo pensó mucho mas. En cuanto el sentido de supervivencia supero a su terror, Pam retrocedió todo lo rápido que pudo en tal silencio que sus latidos eran dolorosos en sus oídos, intentando mantener un distancia segura entre ella y aquel ser, resistiendo la tentación de correr hasta no salirse de su campo de visión. En serio no quería averiguar cuan rápido podía ser y al parecer sus compañeros tampoco parecían querer averiguarlo.

Rena había seguido avanzando hacia las cestas hasta que la figura encapuchada entró en su campo de visión. No hicieron falta muchas demostraciones para dejar claro que aquel bicho eran malas noticias, pero retrocedió los pasos que le quedaban, cubriéndose con el escudo y clavando la mirada en él.

-Coge todo lo que puedas y sal por patas.- le dijo a Ain.- Yo te cubro.

No tenía mucha idea de cómo iba a cubrir al humano, ella no es que tuviera mucha experiencia luchando con señores que levitan y pudren cosas, pero tenía la esperanza de poder hacer algo. Le fue pasando las cestas que tenía más a mano, mientras le hacía una seña con la cabeza al resto del grupo, que estaba en el otro lado de la plaza. << Corred.>> decía con la mirada.

Rena me había adelantado en la formación, había estado tan pendiente de escuchar algo que no me había dado cuenta de que el resto casi no nos seguía. Cuando la irrense llegó donde las cestas el motivo de aquel silencio, la figura se acercaba a nosotros flotando. En un principio me puse en guardia pero cuando al pasar al lado de la fruta la pudrió un escalofrío me recorrió la espalda dejándome paralizado con el escudo en alto. Mis pensamientos iban demasiado rápido pero mi cuerpo no respondía a absolutamente nada. < ¿Qué es esa cosa? ¿Qué mierda me está pasando?> nunca me había paralizado el miedo, quería irme de ahí pero mis piernas no reaccionan, solo podía mirar a la capucha roja y la podredumbre que dejaba a su paso

La voz de mi compañera me hizo girarme y poner en orden mis pensamientos, <Las cestas, si> me acerqué a ellas soltando la lanza, ni siquiera pensé en usarla aunque de poco habría servido ante aquel ser. Cogí las cestas que pude sin cuidado de que se cayese nada. Y me empecé a alejar. Por un momento mi mente se aclaró lo suficiente para darme cuenta de una cosa.

Me gire en dirección a Rena –No te quedes ahí parada, ¡muévete!- Mi grito resonó en el silencio de la plaza. Me quedé esperando a la reacción de esta, sentía que debía salir corriendo pero debía compensar el haberme visto en esa situación. Y si la irrense no se movía no sabía si iba a ser capaz de ir a por ella.

Milo observó ceñudo como Rena y Ain seguían adelante ignorando su advertencia, demasiado nervioso como para decir nada. Él, sin embargo, permaneció clavado en el sitio, negándose a meterse de cabeza en aquella plaza silenciosa. Aún había comida en el torreón, por lo que podían aguantar perfectamente hasta el día siguiente, y si el irrense entendía eso sin necesidad de hablarlo con nadie no comprendía como los otros dos estaban tan obcecados con el tema. Rox permaneció a su lado, dándole la razón, pero la coreana dio un par de tentativos pasos hacia delante mientras sopesaba la idea de echarles una mano a sus compañeros. Mientras tanto Nime y Pam se habían dedicado a reunir munición para distraer a los ausentes rataspines.
—No creo que… —empezó el norteño con la intención de disuadir a los adelantados, pero su frase murió cuando la figura de rojo hizo su silenciosa aparición en la plaza.

El hacker, tensó como la cuerda de un violín, solo tardó un suspiro en decidir que no quería saber qué era aquella cosa, y en cuanto superó el estupor inicial empezó a retirarse en silencio. Apenas había dado un par de pasos cuando fue testigo de cómo una pieza de fruta que se había escapado de una de las cestas se pudría ante la proximidad de aquel ser, reduciéndose a un montón de pulpa negruzca a una velocidad imposible. El chico, con los ojos muy abiertos, extendió los brazos para asir a Rox y a Nime y tiró de ellas, siguiendo a Pam rápida y silenciosamente sin dar la espalda a la criatura.

Milo esbozó una sonrisa de incredulidad cuando se percató de que Rena y Ain se habían quedado atrás por las cestas, pero cuando el humano voceo de aquella manera el rostro del irrense se congeló en una expresión de rabia. El americano acababa de echar por tierra cualquier posibilidad de pasar desapercibidos.
—He visto irquins con mas cerebro que ese chico —susurró rabioso, desenfundando la espada con un movimiento engañosamente fluido de su brazo biónico. Sus conocimientos sobre armas blancas se limitaban a “ten cuidado que el filo corta” y “clavala por la punta”, algo que dada la situación no le servía de mucho.

Su instinto le decía que echara a correr ahora que habían alcanzado una esquina en la que poder perder de vista la plaza, pero una parte de sí mismo se negaba a abandonar a sus compañeros por muy estúpida que le pareciera su elección de prioridades en aquel momento, así que se agachó para recoger una piedra de buen tamaño con la mano libre y empezó a sopesarla con una mirada acerada. Milo se preparó apretando los dientes y empezó a balancear el peso de su cuerpo de una pierna a otra, esperando a que Rena y Ain se reunieran en la esquina con el grueso del grupo. Si el encapuchado decidía que era buena idea seguirles el irrense trataría de hacerle cambiar de opinión lanzandole la roca al agujero negro que tenía por cara.

Hoy era el día de joderle los planes a Rena, y la irrense estaba pidiendo a gritos la cabeza de sus compañeros en su mente. No tenía ni idea de si el encapuchado había oido a Ain, pero no iba a quedarse a averiguarlo. Se echó la cesta que ya tenía en la mano al hombro y echó a correr, dándole una patada en el culo al humano de camino. << Es la última vez que me juego la vida por un capullo al que acabo de conocer.>> pensó con fastidio. ¿Qué parte de ''Yo te cubro'' no había entendido?

Dieron un rodeo a la plaza para evitar al pavo de la capucha. Por suerte el resto del grupo había sido listo y había huido cuando tocaba. Se habían detenido en un callejón y hacia allí fueron. Rena echaba los pulmones por la boca, en parte por la carrera en parte por la tensión.

-Vale... vale...- jadeó cuando los alcanzaron.- ¿Nos sigue?

Como estaba hablando no se dio cuenta enseguida del silencio. Aunque era raro que los rataespines no hubiesen acudido al festín, Nime se inclinaba más a pensar que habían tenido suerte y que estaban ocupados, o que habían sido más lentos. Su primer pensamiento fue, por tanto, que si cogían las cestas y salían corriendo, habrían conseguido una victoria fácil, mientras que a los animales les quedaría a modo de consuelo todo lo que ellos no pudiesen cargar.

Cuando los demás empezaron a comentar lo antinatural de la situación Nime estuvo a punto de intervenir para preguntarles por qué no cogían sin más lo que querían y se marchaban cuanto antes, mostrándose de acuerdo con Rena. No le dio tiempo a hacerlo porque, lamentablemente, sus compañeros habían estado en lo cierto. Al principio solo le pareció una persona flotante, algo extraño en Libo pero que, quizá, en Rocavarancolia era perfectamente normal, o eso había deducido la niña tras conocer a los rocavarancoleses que hablaron el primer día. Solo se dio cuenta de que algo extraño sucedía cuando vio una pieza de fruta cambiar de color. No apreció bien qué pasaba, porque su vista a cierta distancia no era la más precisa, pero fue entonces cuando se dio cuenta de que aquel ser había ido dejando una casi inapreciable estela oscura en el suelo. Le daba mala espina, y ni siquiera sabía poner en palabras por qué.

Aunque Nime se había quedado embobada mirando aquella capa roja, al sentir el tirón de Milo reaccionó dejándose llevar. Cuando giró la cabeza para ver qué pasaba a su espalda vio que no todos estaban huyendo, pero para ella lo que habían hecho Rena y Ain había sido valiente. Cuando los alcanzaron les dedicó una sonrisa, pero era evidente que no era el mejor momento para ponerse a hablar de ello. Probablemente nadie se tranquilizaría hasta que se escondiesen en el torreón, y apenas habían dejado atrás la plaza aún. La niña se preguntaba de qué habían huido realmente y qué intenciones tenía. Era demasiado raro como para no pensar en ello.

Los pasos de Rox no fueron más allá, no por falta de valor, sino por la falsa sensación de tranquilidad que poco a poco le hacía pensar que realmente estaban a salvo. Sus compañeros más adelante no parecían necesitar ayuda, y si de verdad todo estaba bien, podrían acercarse después a ayudarles a cargar las cestas cuando se lo pidiesen.

Por supuesto, las cosas no duraron así más de medio minuto.

No se fijó en el nuevo personaje en escena hasta que el irrense dejó una frase en el aire. Al girar la cabeza para ver que le sucedía, animarle a que continuase la frase y asustarse de lo tenso que se había puesto, Rox trató de seguir su mirada. Vio a la criatura de capa roja justo en el momento en el que la manzana, que antes había sido del mismo color que su vestimenta, terminaba arrugada y seca como una pasa a sus pies.
Lo primero en lo que pensó fue en un dementor (con más sentido de la moda que sus compañeros), y la idea fue más que suficiente como para dejarle helado en el sitio, asustado de que aquello que había hecho con la fruta pudiera hacerlo con su cara. Fue el repentino tirón de la sudadera a su espalda el que le sacó del shock, conteniéndose mejor de lo que esperaba de pegar un grito y dar un bote del susto, sintiendo el corazón lo suficientemente ruidoso como para alertar a cualquier rataspín de la zona. Por un momento creyó que había sido otro encapuchado, pero por suerte solo había sido Milo. Les siguió algo más despacio, pendiente lo que sucedía detrás y siendo muy consciente de que estaban dejando a Rena y a Ain.
El grito del humano fue el que le hizo detenerse del todo, volteándose con los ojos muy abiertos mientras se llevaba ambas manos a la cara por reacción, rezando porque la tierra se los tragase. En lo que los dos rezagados echaron a correr, Rox procuró salir del campo de visión del ser todo lo posible, sin desenvainar su espada al pensar que correr con unas tijeras era de por sí bastante peligroso como para intentar hacerlo con una cimitarra.

—No... No lo sé. Pero no me quiero quedar a averiguarlo. —no había despegado las manos de la cara, como si pudiese escapársele un grito en cualquier momento y estuviera haciendo lo posible por contenerlo. Echó a andar de espaldas, lanzando vistazos a la esquina por si Dementor Rojo volvía a aparecer—. Vayámonos ya... por favor. Seguro que ya sabe que estamos aquí.

Sintió ganas de pegarle a Ain, cuando lo escucho gritar y si hubiese tenido pelo se lo habría arrancado a tiras por la exasperación. Todos intentando alejarse en silencio y el muy idiota gritaba.

Sus ojos asustados no se despegaron ni un segundo de aquella capucha roja, temiendo incluso parpadear como si al hacerlo aquella cosa apareciera repentinamente junto a ella. Y ahí lo noto, no mucho antes de que consiguieran darle esquinazo, sintiendo su estomago contraerse. Aquella cosa le había mirado....juraba que lo que fuese que estuviera cubierto por esa capucha roja había mirado en su dirección. <<No, no, no...no me mires...no te fijes en mi>> suplico Pam aterrada, sin poder articular su deseo en voz alta. Se sintió aliviada cuando la cosa aquella pareció volcar su atención sus compañeros, solo un poco como si el dejar de tener esa capucha mirando en su dirección le quitaran un enorme loza de encima. Algo estúpido realmente porque aquel ser parecía aun perseguirles independientemente de eso.

La aparición de Rena y Ain consiguió darle el empuje suficiente para no quedarse paralizada y devolverle la vida a sus piernas. Se metieron en el callejón todo lo rápido que pudieron perdiendo finalmente de vista al capucha roja. Mientras el resto intentaba recuperar el aliento, Pam dejaba escapar todo el aire de sus pulmones no dándose cuenta que había estado reteniendo el aliento durante todo ese tiempo.

-Si, hagamos lo que Rox d...- no llego a terminar a la frase cuando sintió el sudor frio cubriendo su espalda bajo el poncho cuando la capucha roja doblo la esquina dándoles encuentro. Su miedo incrementando igual que el numero de seres yendo a por ellos. Pam parpadeo, sus ojos irritados por no haber conseguido parpadear en todo ese tiempo por puro nerviosismos.

No debió hacerlo, debió aguantar, pues en el lapso de tiempo en el que sus ojos dejaron de ver el mundo a su alrededor, uno de aquellos seres había llegado hasta su lado. La capucha peligrosamente cerca de su cuerpo. Pam se sobresalto cayéndose de culo por el susto, sujetando la espada frente a ella con manos temblorosas, impulsándose con los pies apara alejarse e intentando levantarse. <<¿porque yo?...¡dejame en paz! ¿¡Somos seis, por que te acercas a mi!?>> pensó sin lograr articular en voz alta todo su miedo y frustración, su garganta totalmente cerrada al punto de ni conseguir gritar. Su valor estaba abandonándola.

Pero aquel ser no le prestaba atención pese haberse colocado a su lado, no, miraba a Milo, su atención puesta en el. ¿Tenia algún tipo de inteligencia y podía comunicarse? No tenia idea y la verdad con el miedo que tenia tampoco quería tomarse la molestia de averiguarlo, mantendría su sed de conocimiento bajo llave para otro momento donde no tuviera peligro de convertirse en cadaver. La prioridad ahora era lograr salir de allí entera, y a poder ser, con sus compañeros a la cola.

Rena y Ain no tardaron en alcanzarles, pero el ser les seguía de cerca, y en cuanto lo tuvo a tiro Milo le arrojó la roca con todas sus fuerzas. El proyectil impacto justo en el rostro del encapuchado, pero la leve sonrisa que empezó a formarse en los labios del irrense se torció en un rictus de incredulidad cuando la piedra le atravesó sin causarle ningún daño. Maldijo en silencio y giró en la esquina para reunirse con los demás, contestando a la pregunta de Rena con un asentimiento de cabeza e instándoles a ponerse en marcha secundando la proposición de Rox.
—No puede ser —susurró el norteño al percatarse de que otros dos sinrostro habían aparecido algo mas adelante.

Antes de que pudiera comentar algo al respecto el primer ser les dió alcance, deslizándose silenciosamente a través del grupo para detener su movimiento junto a Pam. La mona del queso no era su objetivo, sin embargo, pues a pesar de que su cara estaba envuelta en sombras Milo estaba seguro de que le estaba mirando fijamente.
—Corred en dirección contraria. Yo les atraeré —dijo con voz firme, retrocediendo hacia los otros dos encapuchados sin apartar la vista del primero para ver si le seguía—. Nos vemos después... o no —sentenció con una sonrisa torcida, agachándose para recoger otra piedra y echando a correr hacia la entrada del callejón. Apenas había tenido unos segundos para pensar y quizás por eso su decisión no había sido la mas sensata, pero si conseguía atraer a los tres seres lo consideraría una victoria. Mejor él que el resto del grupo.

A Milo no se le había pasado por alto que el encapuchado que había recibido la pedrada se había detenido momentáneamente, así que decidió aprovecharse de ello y cuando casi estuvo a la altura de la pareja vestida de rojo le lanzó la roca al mas alejado. Al mas cercano le esquivó pegándose a la pared y le lanzó un tajo con su espada cuando pasaba a su lado, tocándole apenas con la punta del arma por no acercarse demasiado. Había visto lo que su proximidad le hacía a una pieza de fruta y no quería experimentarlo en sus propias carnes. Si lograba superarles y empezaban a perseguirle aceleraría su carrera y buscaría un sitio donde despistarles.

Lo único que les faltaba es que se pusiera a llover.

El coreano observó atónito como el encapuchado aparecía por el callejón, retrocendiendo hasta dar un traspiés por los propios nervios. Que hubiese otros dos "dementores" le hizo maldecir en voz baja, cosa que, teniendo en cuenta que el humano casi nunca soltaba malas palabras, decía mucho de la situación.
El corazón se le aceleró aún más al encontrarse tan de cerca al primer encapuchado en un abrir y cerrar de ojos. Ver a Pam caer al suelo hizo que su maquinaria se reiniciase, desenvainando la espada y acercándose a ella deprisa para ayudarla a levantarse y alejarla del fantasma. No despegó la mirada del ser mientras reculaba, colocando la espada delante de su cuerpo mientras se apartaba con la mona del queso.
—Corre.

A pesar de que esperaba que el resto hiciera caso a la orden de Milo, él no sería uno de los que se diese a la huida. Confiaba en sus piernas como para alcanzarles más adelante, pero no tanto en las de los demás, y menos si iban tan cargados. Apretó con fuerza el pomo de la espada para ocultar el miedo y lo mucho que le temblaban las manos, notando un chute de adrenalina según se acercaba con prisa a los otros dos encapuchados y seguía al irrense, vigilando la retraguardia.

—¡Llámame irquin si quieres, pero estás muy pirado si crees que vas a hacerlo solo!—resopló con fuerza, tratando sin resultado de sonreír para aliviar tensiones. En vez de usar una sola mano, cogió el arma con ambas para evitar que temblase tanto—. Además, no me hagas mucho caso pero CREO que se han mosqueado contigo.

Le daba igual que el irrense pudiera replicarle o perder el arma si tenía que usarla de arma arrojadiza llegados a cierto punto, lo único que le importaba era ganar tiempo y que todos saliesen de allí. Aprovechó la segunda pedrada al primer ser para situarse al lado del tercer encapuchado, imitando los movimientos del moreno y rozando con el filo de arriba a abajo a la capucha roja.

Con la carrera se me había aclarado un poco la mente, ya no estaba bloqueada, ahora solo me estaba insultando de mil maneras posibles <Como he podido ser tan imbécil> no sabía que era peor, si el hecho de no haber reaccionado pronto o el haberlo hecho gritando como un estúpido, aun sentía la mirada negra en mi nuca.

La carrera me costó más que de costumbre quizás por las cestas, el escudo o por que seguía teniendo las piernas entumecidas. Cuando les alcanzamos paré a tomar aliento, les habíamos perdido de vista. –Joder- dije por lo bajo, no podía repetir lo de hacía un momento. <Por suerte parece que estamos a salvo> y como de costumbre la ley de Murphy actuó en el peor momento posible. De nuevo apareció la capucha roja seguida de dos más. Sin que apenas pudiésemos reaccionar una de las figuras se coló entre nosotros haciendo caer a Pam y mirando fijamente a Milo.

La sonrisa del Irrense en ese momento se me quedo marcada. Un movimiento y un segundo después corría en dirección a las otras dos figuras <Loco hijo de puta> era una estupidez, pero al menos nos daría una oportunidad a los demás, algo que yo no había podido hacer. Rox también le siguió e hice ademan de pararle, pero ya se había alejado demasiado de mí. Intenté pensar rápido como solía hacerlo y no podía desperdiciar la oportunidad que nos habían buscado Milo y Rox. Mire hacia los tres que quedaban conmigo, esperaba que ninguno más saliese detrás de los otros dos. –Tenemos que aprovechar ahora- La voz me temblaba, pero al menos no había gritado, el shock inicial se me había pasadoasí que debía moverme rapido. Si el plan de Milo funcionaba bien podría salvarnos la vida

La maldita cosa de la capucha les seguía, y no tenían ninguna posibilidad de enfrentarla, como la pedrada fallida de Milo les confirmó. Para colmo, habían aparecido más. Verlos acercarse tanto le puso los pelos de punta, se aferró aún más fuerte al escudo.

El plan del irrense no era algo que Rena quisiese aceptar fácilmente, pero no tenían muchas más opciones, y no iba a echar por tierra el esfuerzo de un compañero por salvarles el culo. Le dio una palmada de ánimo en la espalda y se ajustó la cesta en el hombro.

-Muy bien, nos movemos.- coincidió con Ain.

No pudo sino apretar los dientes cuando vio que Rox también se marchaba. << Son más rápidos.>> trataba de consolarse en su cabeza << Podrán escapar, tienen posibilidades>> Echó a correr cerrando la marcha del grupo, lejos de los encapuchados.

—Llamarte irquin sería demasiado amable por mi parte, Rox. Que me sigas demuestra que eres mucho más estúpida que ellos —bromeo esbozando una amplia sonrisa cuando la coreana le dio alcance. No podía decir que no estaba agradecido por la compañía, pero en su opinión la chica estaba corriendo un riesgo innecesario, y cuando uno de los encapuchados empezó a seguirla a ella se confirmaron sus suposiciones de que aquello no había sido buena idea.
—Mierda, los otros dos han ido detrás del grupo. —maldijo sin detener la carrera. Era demasiado tarde para dar la vuelta, por lo que tendrían que confiar en que el resto se las apañara.

A ellos, sin embargo, se les iban a poner las cosas difíciles, pues apenas se habían alejado unos metros del callejón cuando el ser les empezó a seguir de cerca. Por el rabillo del ojo Milo observó como la criatura se mantenía a unos segundos de Rox siguiendola a un ritmo pausado, como si estuviera confuso, pero al final les dio alcance y se interpuso entre los dos letarguinos.
—¿Pero qué... ? —empezó a preguntar el norteño, cortándose en mitad de la pregunta cuando el encapuchado se le echó encima.

Pillado por sorpresa el hacker no tuvo tiempo para reaccionar y el ser, rápido como el rayo, le atravesó el cuerpo a la altura de su hombro derecho. Milo sintió una fuerte sensación de hinchazón en la articulación y, con expresión rabiosa, le lanzó un tajo al agresor con su espada. Como era de esperar su ataque no tuvo efecto alguno sobre el encapuchado, pero en esta ocasión el irrense se percató de la película de óxido que cubría la hoja de su arma.
—Maldita sea —masculló, esquivando una nueva arremetida por los pelos y echándole un fugaz vistazo a su hombro antes de seguir recortando a la criatura. La piel se le había puesto de un enfermizo color amarillo, que pasó al rojo cuando le volvió a golpear en el mismo sitio al querer evitar que rozara su brazo biónico. No quería le oxidara el implante—. ¡No se te ocurra tocarle! —le grito a la medio australiana.

La criatura, incansable, no cesaba de atacarle, y aunque el chico tenía buenos reflejos de vez en cuando lograba alcanzarle. Milo, a pesar de todo, se cuidaba de mantener su prótesis bien alejada. Mientras bailaba con el encapuchado su mente trabajaba a toda velocidad, tratando de hallar una salida. ¿Por qué había dudado al seguir a Rox? ¿Acaso algo que ella había hecho le había provocado rechazo? Solo le había dado un golpe con la cimitarra...
—¡Rox, prueba a atacarlo con tu arma! —volvió a gritar, agachándose para esquivar un nuevo ataque y torciendo la boca cuando sintió el roce de la capa en su espalda—. Tal vez estoy equivocado, pero creo que antes lo asustaste... —bufó, rozándose la palma de su mano derecha al apoyarse en una pared para no perder el equilibrio.

Si Rox pudiera viajar en el tiempo, regresaría hasta esa misma mañana solo para patearse el culo. Se habría atado a la cama a sí mismo y a sus compañeros y les habría prohibido salir en lo que le quedase de existencia. Puestos a viajar, viajaría hasta el día que "aceptó" ir a esa ciudad para extrangular al personaje humeante que le había llevado hasta esa situación.

—¿Eh?... ¡Oye, no te pases! —rió con mucho nerviosismo cargado—. ¡Que ni siquiera sé lo que es un irquin!
Aunque fuera lo menos importante en aquel momento, el coreano quedó extrañado de forma notable por la decisión del irrense al tratarle de "ella". Tampoco era tan raro, ya que los rasgos del humano servían para ambos géneros por igual y la gente desconocida tendía a probar suerte con ellos, pero eso no quitaba que le dejase un reconcome de duda. De todas formas, ya tendría tiempo suficiente para preocuparse de eso en otro momento, quizás cuando hubiesen sacado todos el pie de la tumba.

—¡No fastidies! —se volteó unos segundos sin dejar de correr para observar como los otros dos encapuchados habían pasado de largo de su triste intento de distraerlos. La proximidad del tercero le heló la nuca, incitándole a acelerar mientras maldecía para sus adentros haber olvidado a hablar en coreano y no poder insultar y gritar en voz alta sin que le entendieran. Igualmente, el grito no se hizo de esperar, ya que en lo que el monstruo se interpuso entre ambos y se lanzó a por Milo, el humano pegó un buen bote.

La adrenalina hacía que notase la sangre bullir hasta la punta de sus dedos, habiéndose quedado petrificado esperando que Milo se quedase peor que la manzana podrida. Si bien el efecto no fue tan inmediato y drástico, Rox estuvo estupefacto el tiempo suficiente como para observar con horror como la piel del moreno cambiaba de color allí donde le rozaba el ser, así como de percatarse del estado de sus armas y los varios cadáveres de lo que parecían rataspines.

—¿Qué? ¿¡Estás de coña Milo!? ¡¿Y si te doy a ti?! —sujetó el arma con fuerza, temblando por causa de su respiración agitada, mientras giraba en torno a ambos en busca de un momento en el que atacar al encapuchado no pusiese en riesgo a su compañero. El mayor no tenía que decirlo dos veces, y aunque no le gustase en lo más mínimo la idea, la (cada vez mayor) posibilidad de que corriese la misma suerte que aquellos animales y la fruta le hizo comprender que no le quedaba otra que intentarlo.

En cuanto el irrense se agachó, Rox se interpuso entre ambos para tratar de darle al capucha roja con toda la hoja, esta vez sin miramientos que hiciesen del golpe un simple roce como hubo sido el tajo anterior. Si la espada se deshacía o quedaba inutilizable, al menos podría decir que lo había intentado.

Daba igual su intento de alejarse o que Rox mismo le ayude a retroceder, aquel ser no se separaba de ella y Pam empezó asustarse de verdad. Un segunda capucha se acercó tras el ataque de Milo imitando a su fiel sombra roja, pero con Ain.

<<Mierda, ¡dejad de perseguirnos ya!>> pensó frustrada. Su miedo incrementandose al ver a Rox corred en dirección contraria, hacia donde fue Mio, para enfrentarse a la tercera de aquellas cosas. Se han separado y siguen sin poder hace nada. Pam no se paró a esperarles, aunque si deseó que pudieran volver, y echo a correr junto al grupo.

Desesperada mira alrededor, buscando cualquier inspiración que la suerte decida darle para librarse de su acosador personal. La imagen del decenas de de esqueletos de rataespinas atravesó su campo de visión y se estremeció de pies a cabeza. <<¿Todo eso...lo hicieron estas cosas?>> aquella es una masacre y por un segundo la imagen de todo el grupo acabando de la misma forma le inquieto. No quedaba nada vivo. <<No...espera...¡hay vivas!>> Pam casi frena en seco por la sorpresa al notar el movimiento en el suelo. El solo hecho que hubiese supervivientes, eso si seguía la teoría que todo era obra de aquellas capuchas rojas, era un golpe de suerte.

Si era así, aquellas pequeñeces habían sobrevivido al paso de esos seres. ¿Como? No tenía ni la mas remota idea, igual que no tenía idea de porque las capuchas rojas habían decidido convertirse en las sombras de Ain y suya. <<Aun así no nos han dañado ¿por que?>> pensó Pam extrañada, pues era ese hecho y el que les persiguieran lo que le dejaba realmente confusa.

Podía ser una perfecta arma en la ciudad contra cualquier cosa, viva o no, pero ella no tenía las correas para dominarla así que prefería no arriesgarse a tenerla cerca. <<Si al menos supiera como matarla o como hacer que obedezca...>> era un pensamiento absurdo pero Pam era practica ante en situaciones estresantes. Aun así, no estaba tan loca como para intentar averigua si era posible.

No, no había forma de conseguir eso, era tan o mas peligroso que lo que haría a continuación, pero no tenia muchas opciones. Solo le pedía a la suerte estar de su parte.

-No se que quieres de mi...¡pero déjame en paz!! -exclamo Pam con toda la firmeza y autoridad que pudo reunir en un fútil intento de ver si podía escucharla. Apretó con fuerza una de las rocas de su delantal apuntándola hacia ella con clara intenciones de tirársela, esa y cuanta artillería hubiese en el bolsillo, en cuanto tuviera un momento oportuno para hacerlo. No parecía que fuese a dejarla en paz, en inicio, así que haría lo único que se le ocurría hacer, por que la otra opción que barajaba era aun mas peliaguda y necesitaría contar con la ayuda de Ain. <<Y eso solo sino consigo que se mosquee conmigo y me ataque...>> pensó Pam fastidiada, con el miedo apresando su garganta y sin ver muchas posibilidades que ir probando opciones, por mas arriesgado que fuera.