Plaza de los Colaespina
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Rocavarancolia Rol
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- Rocavarancolia Rol
Plaza de los Colaespina
02/08/11, 06:15 pm
Recuerdo del primer mensaje :
Plaza pequeña y rectangular rodeada de casas abandonadas donde los colaespinas han hecho sus madrigueras. Allí aterriza una de las bañeras de suministros.
- Seth
Ficha de cosechado
Nombre: Connor
Especie: Humano
Habilidades: Fuerza bruta, inmutabilidad, rapidez mental
Re: Plaza de los Colaespina
17/07/23, 05:05 pm
Connor siguió observando a aquellas ratas, completamente concentrado en sus gruñidos animales y en sus movimientos, esperando que sus compañeros fueran a recoger las cestas. Sin embargo el caos no tardó en aparecer cuando escuchó un sonido detrás suya. El canadiense se dio la vuelta en apenas un segundo, completamente alerta y con la maza preparada por si se trataba de algún peligro. Su corazón algo más desbocado por la sorpresa y el aumento de la adrenalina. Pero lo que vio a sus pies fue una... lanza. Una puta lanza que había sido arrojada, y que si hubiera estado unos pasos más atrás ahora la tendría bien clavada en el cuerpo. Solo dos personas habían traído lanzas, y una de ellas estaba a su lado. Así que era bastante obvio quién la había cagado de esa manera. <<Serena>>. Pensó el motero mientras su rostro se iba deformando por la rabia y la mala hostia, antes de hablar.
-¡ME CAGO EN LA PUTA! ¡¿QUIERES MATARME, JODER?!- Gritó fuera de sí al ser plenamente consciente de lo cerca que había estado realmente de no contarlo. Lo primero que pensó fue en que había sido premeditado, pero no lo parecía por su rostro. Al estar de espaldas a las ratas pudo ver cómo Räg, Rick y Damian se encargaban de las cestas o de tirarle comida a las alimañas para distraerlas, o cómo Abel tiraba una piedra en su dirección o alertaba de sus espinas. Pero en aquel momento estaba tan enfadado que podía permitirse un par de segundos más con la pelirroja.- ¡¿ERES GILIPO-?!- Antes de que pudiera terminar la frase unos sonidos llamaron su atención y el canadiense se dio la vuelta rápidamente, alertado por aquella novedad junto a Ethan y Kalna. La situación se había salido de control, y aquello sí lo había puesto algo nervioso y descentrado. Pero no tardó en recuperar la concentración cuando vio el origen de los ruidos. Tres figuras aparecieron, seguidos por muchas más de aquellas alimañas. Traían consigo el resto de la colonia. Y ahora eran muchas más ratas. -¿Qué cojones son esas cosas?- Dijo en voz alta y los ojos abiertos como platos de la sorpresa, mientras daba instintivamente un paso atrás al ver los cuerpos monstruosos de aquellos extraños. Aquello sí le infundió miedo en el cuerpo. Uno de ellos tenía rasgos felinos como Nohlem pero su cuerpo era distinto, otro parecía un jodido insecto y el último era una masa grotesca con colmillos. Dos de ellos huyeron y aprovechando que las ratas se habían centrado en los monstruos el grupo echó a correr.
Connor iba justo detrás de sus compañeros que llevaban cestas, a la izquierda de Ethan y con la vista fija de vez en cuando en Damian. A pesar de que en su cabeza solo existía una palabra "CORRE", no se quitaba de la cabeza la imagen de aquellos putos monstruos. Más pronto que tarde pudo escuchar cómo aquellas ratas empezaban a seguirlos, y el motero se lamentó de nuevo en lo poco que llevaba en la ciudad de no tener su maldita pistola. Su corazón bombeaba con fuerza y su respiración era agitada por la carrera, mientras usaba todas sus fuerzas en seguir moviendo las piernas con velocidad. Fue entonces cuando escuchó un sonido característico, la típica andanada de flechas que salían en las películas. Connor solo tuvo tiempo de pensar una cosa:<<Las putas espinas que dijo Abel...>>-¡CUBRIROS, HOSTIAS!- Fue capaz de decir antes de girar la cabeza hacia atrás movido por el instinto de supervivencia, a tiempo de ver la lluvia de espinas que se acercaban a ellos. Una de ellas se aproximaba peligrosamente hacia su espalda, y en aquellos escasos segundos que tuvo Connor se giró bruscamente con un quejido de esfuerzo, y movió la maza contra la espina. El motero tuvo éxito y pudo ver cómo el proyectil desviado salía disparado hacia atrás como si de un Home Run se tratase, pero antes de que pudiera hacer nada más dio un traspiés. Correr a esa velocidad y darse la vuelta de forma brusca tenía sus riesgos, y Connor dio varios tropezones e incluso tuvo que poner ambas manos en el suelo para recuperar el equilibrio.- ¡HIJAS DE PUTA!- Gritó con más rabia de la que tenía antes cuando pudo ponerse de pie.
Las andanadas de espinas seguían produciéndose, y Connor seguía corriendo junto a los demás intentando recuperar el terreno perdido por haberse dado la vuelta y casi caerse. El canadiense se cubría como podía la cabeza y la nunca con su mano y la maza cuando escuchaba aquel ruido, y aunque algunas de ellas pasaron lo bastante cerca para hacerle muy leves rasguños en los brazos, lo cierto es que la adrenalina no le hizo darse cuenta de ello. Tras una andanada más Connor se giró plenamente, consciente de que si no lo hacía alguna se le acabaría clavando tarde o temprano. Su sospecha se confirmó cuando tuvo que poner la maza delante de su rostro rápidamente para desviar una de ellas, con el ceño fruncido por la concentración y el esfuerzo. Pudo desviarla con su maza justo a tiempo, aunque esta vez no salió despedida hacia atrás sino que siguió hacia delante pero con la trayectoria cambiada. Connor pudo girarse correctamente esta vez sin tropezones, al estar atento a ello, y siguió corriendo junto a sus compañeros.
Aún así el motero tuvo la suerte de que la mayoría de espinas fueron a caer en otras direcciones, como
por ejemplo en los cuerpos de sus compañeros. Desde su posición de atrás podía ver que algunos no habían tenido tanta suerte como él, pero poco podía hacer más que seguir corriendo. Connor no estaba acostumbrado a correr a tanta velocidad ni por tanto tiempo, puede que tuviera buena forma física, pero si quería llegar rápido a cualquier sitio tenía su puñetera moto para ello. Así que ya empezaba a notar cómo sus piernas pesaban más y a sus pulmones le faltaban más aire de la cuenta. Afortunadamente dejaron de escuchar a las alimañas y el grupo frenó, Connor por su parte entre jadeos cansados. Se inclinó hacia delante, apoyando ambas manos en las rodillas e intentando recuperar el aliento. Varias gotas de sudor caían desde su frente al suelo, mientras que su cabeza bombeaba como si de repente fuera a explotar. Tras varios segundos así se incorporó aún jadeante y observó la calle que habían recorrido, buscando que aquellas alimañas no los siguieran.
-Joder... cabronas de... mierda...- Diría como buenamente podía, costándole formular las palabras y la vista clavada en el cielo gris. Se sentía extraño. Había salido de muchas situaciones de muerte desde que estaba en la banda, pero aquello era jodidamente diferente. Si habían estado tan cerca de no contarlo contra aquellos ratas de mierda el primer día...¿qué pasaría si de repente a los putos gusanos de la grieta les daba por salir? Por primera vez desde hacía muchísimo tiempo se sentía... abrumado. Las palabras de Ethan lo sacaron de aquel trance y observó al resto de sus compañeros. Solo Räg, Serena y él se habían librado de las espinas, mientras que el resto tenían algunas clavadas superficialmente y otros como Rick o Kalna con heridas más preocupantes. Su mirada se desvió hacia Damian, preocupado por el pequeño, pero pronto lo dejó estar al ver que estaba bien atendido con el británico, además el lagarto estaba a su lado. Aún así no le gustó nada ver que también había salido herido.
Connor se acomodó el chaleco mientras terminaba de recuperarse, y de repente abrió los ojos por la preocupación. Con el ceño fruncido dejó la maza en el suelo y se quitó con prisas el chaleco. Con una mirada que inspeccionaba cualquier centímetro del cuero fue dándole la vuelta a la prenda, en busca de agujeros o rasguños en ella.
-¡Hijas de puta!- Susurró con gesto enfadado, al ver cómo uno de los laterales había sido arañado. Aquella prenda era demasiado especial para él y prefería salir herido antes que el maldito chaleco. Con el ceño fruncido y una cara de muy mala hostia se lo puso de nuevo y recogió la maza del suelo.- Tenemos que largarnos de aquí. Esos bichos de mierda podrían seguirnos.- Dijo con tono molesto señalando el camino recorrido con el arma. Después se dirigió hacia Kalna y Rick.- ¿Podéis moveros? Esas heridas no tienen muy buen aspecto, joder-.
Tras esto Connor le echaría una rápida mirada de desprecio y enfado a Serena, antes de centrarse de nuevo en lo que tuvieran que decir el neoyorquino y la libense. Aún no se le había olvidado aquel tiro errado de la pelirroja, pero sabía que no era el momento de hablarlo. Ahora tocaba recuperar fuerzas y seguir corriendo hasta el torreón. <<El primer día... El puto primer día...>>. Pensó el motero mientras el peso de los acontecimientos iba aplastándole poco a poco.
-¡ME CAGO EN LA PUTA! ¡¿QUIERES MATARME, JODER?!- Gritó fuera de sí al ser plenamente consciente de lo cerca que había estado realmente de no contarlo. Lo primero que pensó fue en que había sido premeditado, pero no lo parecía por su rostro. Al estar de espaldas a las ratas pudo ver cómo Räg, Rick y Damian se encargaban de las cestas o de tirarle comida a las alimañas para distraerlas, o cómo Abel tiraba una piedra en su dirección o alertaba de sus espinas. Pero en aquel momento estaba tan enfadado que podía permitirse un par de segundos más con la pelirroja.- ¡¿ERES GILIPO-?!- Antes de que pudiera terminar la frase unos sonidos llamaron su atención y el canadiense se dio la vuelta rápidamente, alertado por aquella novedad junto a Ethan y Kalna. La situación se había salido de control, y aquello sí lo había puesto algo nervioso y descentrado. Pero no tardó en recuperar la concentración cuando vio el origen de los ruidos. Tres figuras aparecieron, seguidos por muchas más de aquellas alimañas. Traían consigo el resto de la colonia. Y ahora eran muchas más ratas. -¿Qué cojones son esas cosas?- Dijo en voz alta y los ojos abiertos como platos de la sorpresa, mientras daba instintivamente un paso atrás al ver los cuerpos monstruosos de aquellos extraños. Aquello sí le infundió miedo en el cuerpo. Uno de ellos tenía rasgos felinos como Nohlem pero su cuerpo era distinto, otro parecía un jodido insecto y el último era una masa grotesca con colmillos. Dos de ellos huyeron y aprovechando que las ratas se habían centrado en los monstruos el grupo echó a correr.
Connor iba justo detrás de sus compañeros que llevaban cestas, a la izquierda de Ethan y con la vista fija de vez en cuando en Damian. A pesar de que en su cabeza solo existía una palabra "CORRE", no se quitaba de la cabeza la imagen de aquellos putos monstruos. Más pronto que tarde pudo escuchar cómo aquellas ratas empezaban a seguirlos, y el motero se lamentó de nuevo en lo poco que llevaba en la ciudad de no tener su maldita pistola. Su corazón bombeaba con fuerza y su respiración era agitada por la carrera, mientras usaba todas sus fuerzas en seguir moviendo las piernas con velocidad. Fue entonces cuando escuchó un sonido característico, la típica andanada de flechas que salían en las películas. Connor solo tuvo tiempo de pensar una cosa:<<Las putas espinas que dijo Abel...>>-¡CUBRIROS, HOSTIAS!- Fue capaz de decir antes de girar la cabeza hacia atrás movido por el instinto de supervivencia, a tiempo de ver la lluvia de espinas que se acercaban a ellos. Una de ellas se aproximaba peligrosamente hacia su espalda, y en aquellos escasos segundos que tuvo Connor se giró bruscamente con un quejido de esfuerzo, y movió la maza contra la espina. El motero tuvo éxito y pudo ver cómo el proyectil desviado salía disparado hacia atrás como si de un Home Run se tratase, pero antes de que pudiera hacer nada más dio un traspiés. Correr a esa velocidad y darse la vuelta de forma brusca tenía sus riesgos, y Connor dio varios tropezones e incluso tuvo que poner ambas manos en el suelo para recuperar el equilibrio.- ¡HIJAS DE PUTA!- Gritó con más rabia de la que tenía antes cuando pudo ponerse de pie.
Las andanadas de espinas seguían produciéndose, y Connor seguía corriendo junto a los demás intentando recuperar el terreno perdido por haberse dado la vuelta y casi caerse. El canadiense se cubría como podía la cabeza y la nunca con su mano y la maza cuando escuchaba aquel ruido, y aunque algunas de ellas pasaron lo bastante cerca para hacerle muy leves rasguños en los brazos, lo cierto es que la adrenalina no le hizo darse cuenta de ello. Tras una andanada más Connor se giró plenamente, consciente de que si no lo hacía alguna se le acabaría clavando tarde o temprano. Su sospecha se confirmó cuando tuvo que poner la maza delante de su rostro rápidamente para desviar una de ellas, con el ceño fruncido por la concentración y el esfuerzo. Pudo desviarla con su maza justo a tiempo, aunque esta vez no salió despedida hacia atrás sino que siguió hacia delante pero con la trayectoria cambiada. Connor pudo girarse correctamente esta vez sin tropezones, al estar atento a ello, y siguió corriendo junto a sus compañeros.
Aún así el motero tuvo la suerte de que la mayoría de espinas fueron a caer en otras direcciones, como
por ejemplo en los cuerpos de sus compañeros. Desde su posición de atrás podía ver que algunos no habían tenido tanta suerte como él, pero poco podía hacer más que seguir corriendo. Connor no estaba acostumbrado a correr a tanta velocidad ni por tanto tiempo, puede que tuviera buena forma física, pero si quería llegar rápido a cualquier sitio tenía su puñetera moto para ello. Así que ya empezaba a notar cómo sus piernas pesaban más y a sus pulmones le faltaban más aire de la cuenta. Afortunadamente dejaron de escuchar a las alimañas y el grupo frenó, Connor por su parte entre jadeos cansados. Se inclinó hacia delante, apoyando ambas manos en las rodillas e intentando recuperar el aliento. Varias gotas de sudor caían desde su frente al suelo, mientras que su cabeza bombeaba como si de repente fuera a explotar. Tras varios segundos así se incorporó aún jadeante y observó la calle que habían recorrido, buscando que aquellas alimañas no los siguieran.
-Joder... cabronas de... mierda...- Diría como buenamente podía, costándole formular las palabras y la vista clavada en el cielo gris. Se sentía extraño. Había salido de muchas situaciones de muerte desde que estaba en la banda, pero aquello era jodidamente diferente. Si habían estado tan cerca de no contarlo contra aquellos ratas de mierda el primer día...¿qué pasaría si de repente a los putos gusanos de la grieta les daba por salir? Por primera vez desde hacía muchísimo tiempo se sentía... abrumado. Las palabras de Ethan lo sacaron de aquel trance y observó al resto de sus compañeros. Solo Räg, Serena y él se habían librado de las espinas, mientras que el resto tenían algunas clavadas superficialmente y otros como Rick o Kalna con heridas más preocupantes. Su mirada se desvió hacia Damian, preocupado por el pequeño, pero pronto lo dejó estar al ver que estaba bien atendido con el británico, además el lagarto estaba a su lado. Aún así no le gustó nada ver que también había salido herido.
Connor se acomodó el chaleco mientras terminaba de recuperarse, y de repente abrió los ojos por la preocupación. Con el ceño fruncido dejó la maza en el suelo y se quitó con prisas el chaleco. Con una mirada que inspeccionaba cualquier centímetro del cuero fue dándole la vuelta a la prenda, en busca de agujeros o rasguños en ella.
-¡Hijas de puta!- Susurró con gesto enfadado, al ver cómo uno de los laterales había sido arañado. Aquella prenda era demasiado especial para él y prefería salir herido antes que el maldito chaleco. Con el ceño fruncido y una cara de muy mala hostia se lo puso de nuevo y recogió la maza del suelo.- Tenemos que largarnos de aquí. Esos bichos de mierda podrían seguirnos.- Dijo con tono molesto señalando el camino recorrido con el arma. Después se dirigió hacia Kalna y Rick.- ¿Podéis moveros? Esas heridas no tienen muy buen aspecto, joder-.
Tras esto Connor le echaría una rápida mirada de desprecio y enfado a Serena, antes de centrarse de nuevo en lo que tuvieran que decir el neoyorquino y la libense. Aún no se le había olvidado aquel tiro errado de la pelirroja, pero sabía que no era el momento de hablarlo. Ahora tocaba recuperar fuerzas y seguir corriendo hasta el torreón. <<El primer día... El puto primer día...>>. Pensó el motero mientras el peso de los acontecimientos iba aplastándole poco a poco.
- Trish
Ficha de cosechado
Nombre: Serena
Especie: Humana
Habilidades: Astucia, agilidad y habilidad manual
Re: Plaza de los Colaespina
17/07/23, 09:20 pm
Serena tenía una mínima esperanza de que nadie relacionara la lanza que había caído junto a Connor con ella, pero un par de segundos bastó para que esta se esfumara por completo. Incluso en mitad de la sorpresa y el miedo que flotaban en el ambiente no tardó en ser consciente de las miradas de reproche que estaba recibiendo, y si bien alguno de sus compañeros la miraba con simple confusión, otros como Kalna la estaban matando con la mirada.
—Oye, que solo intentaba ayud... —La frase se perdió en el aire cuando los gritos de Connor hicieron que se sobresaltara.
Abrió los ojos ante lo que estaba escuchando y no pudo evitar retroceder unos pasos a pesar de la distancia que la separaba del chico. Entendía que pudiera estar algo molesto por el error que había cometido, pero la ira de su mirada y la expresión de su rostro eran mucho más de lo que había podido imaginar. Vio de reojo cómo los demás cogían las cestas o distraían a las ratas y se odió a ella misma por quedarse paralizada sin hacer nada para ayudar. Sin embargo, Connor seguía observándola con ese odio y rencor en la mirada, hasta que volvió a dirigirse a ella con un vulgar insulto. «Si lo llego a saber intento que la lanza te caiga encima» pensó, tratando de transmitirle el mismo desprecio. Esta vez no iba a permitirse llorar, ya le había costado un corte en el pie en la última ocasión y no estaba dispuesta a volver a sentirse así de vulnerable, y menos aún en una situación como aquella. No hubiera tenido ningún problema en disculparse por el peligro que había generado, pero tras ver la reacción de Connor no pensaba acercarse a él.
En cuestión de segundos, sin embargo, cualquier pensamiento que pudiera seguir en su mente se desvaneció al escuchar que los gruñidos de las alimañas se multiplicaban con la llegada de tres nuevos enemigos. No es que subestimara el peligro de las primeras ratas, pero la llegada de los nuevos seres hacía que se sintiera mucho más amenazada. Sus ojos se detuvieron en un de ellos, quizá porque las alas de insecto que salían de la espalda de aquel monstruo conseguían que la imagen del ser fuera lo más escalofriante que había visto hasta el momento. Por suerte, no fue la única que pensó así, y por fin todos se pusieron de acuerdo en salir de allí cuanto antes.
Serena no dudó en comenzar a correr, sin encontrar problemas para situarse al principio del grupo al haber estado más alejada de la zona de las cestas. Agradeció que sus piernas respondieran sin ningún tipo de problema y se concentró en no dar ningún paso en falso y caer al suelo, lo cual no le hubiera sorprendido con la suerte que había tenido desde que había llegado. No fue consciente de lo que estaba pasando hasta que escuchó los primeros gritos de sus compañeros y se permitió un segundo para mirar hacia atrás y confirmar sus sospechas: las ratas habían iniciado una persecución y las espinas, que antes recorrían sus colas, salían disparadas hacia ellos sin ninguna tregua. Aumentó todavía más la velocidad, ignorando los pinchazos que le daba el pie y tratando de tener siempre a algún compañero detrás para que no le alcanzaran las espinas. Había podido ver a Kalna utilizando un escudo y a Connor desviando espinas con la maza, por lo que no le quedaba otra opción que aprovechar la defensa de sus compañeros.
Tras unos minutos huyendo, pararon de correr al asegurarse de que habían dejado atrás a las ratas. Serena se concedió unos instantes para recuperar el aliento y tranquilizarse, aprovechando para examinar su propio cuerpo y asegurarse de no estar herida. Pero la calma duró poco al observar a los demás y ver que no habían corrido la misma suerte que ella. La mayoría tenían multitud de cortes a lo largo del cuerpo, aunque tuvo que ahogar un grito y obligarse a disimular la reacción que le produjo observar las heridas de Kalna y Rick.
—¿Creéis que podéis seguir hasta el torreón? —preguntó tratando de apartar la vista de las heridas y la sangre—. Dejad que os ayudemos, no creo que sea muy buena idea quedarnos aquí.
—Oye, que solo intentaba ayud... —La frase se perdió en el aire cuando los gritos de Connor hicieron que se sobresaltara.
Abrió los ojos ante lo que estaba escuchando y no pudo evitar retroceder unos pasos a pesar de la distancia que la separaba del chico. Entendía que pudiera estar algo molesto por el error que había cometido, pero la ira de su mirada y la expresión de su rostro eran mucho más de lo que había podido imaginar. Vio de reojo cómo los demás cogían las cestas o distraían a las ratas y se odió a ella misma por quedarse paralizada sin hacer nada para ayudar. Sin embargo, Connor seguía observándola con ese odio y rencor en la mirada, hasta que volvió a dirigirse a ella con un vulgar insulto. «Si lo llego a saber intento que la lanza te caiga encima» pensó, tratando de transmitirle el mismo desprecio. Esta vez no iba a permitirse llorar, ya le había costado un corte en el pie en la última ocasión y no estaba dispuesta a volver a sentirse así de vulnerable, y menos aún en una situación como aquella. No hubiera tenido ningún problema en disculparse por el peligro que había generado, pero tras ver la reacción de Connor no pensaba acercarse a él.
En cuestión de segundos, sin embargo, cualquier pensamiento que pudiera seguir en su mente se desvaneció al escuchar que los gruñidos de las alimañas se multiplicaban con la llegada de tres nuevos enemigos. No es que subestimara el peligro de las primeras ratas, pero la llegada de los nuevos seres hacía que se sintiera mucho más amenazada. Sus ojos se detuvieron en un de ellos, quizá porque las alas de insecto que salían de la espalda de aquel monstruo conseguían que la imagen del ser fuera lo más escalofriante que había visto hasta el momento. Por suerte, no fue la única que pensó así, y por fin todos se pusieron de acuerdo en salir de allí cuanto antes.
Serena no dudó en comenzar a correr, sin encontrar problemas para situarse al principio del grupo al haber estado más alejada de la zona de las cestas. Agradeció que sus piernas respondieran sin ningún tipo de problema y se concentró en no dar ningún paso en falso y caer al suelo, lo cual no le hubiera sorprendido con la suerte que había tenido desde que había llegado. No fue consciente de lo que estaba pasando hasta que escuchó los primeros gritos de sus compañeros y se permitió un segundo para mirar hacia atrás y confirmar sus sospechas: las ratas habían iniciado una persecución y las espinas, que antes recorrían sus colas, salían disparadas hacia ellos sin ninguna tregua. Aumentó todavía más la velocidad, ignorando los pinchazos que le daba el pie y tratando de tener siempre a algún compañero detrás para que no le alcanzaran las espinas. Había podido ver a Kalna utilizando un escudo y a Connor desviando espinas con la maza, por lo que no le quedaba otra opción que aprovechar la defensa de sus compañeros.
Tras unos minutos huyendo, pararon de correr al asegurarse de que habían dejado atrás a las ratas. Serena se concedió unos instantes para recuperar el aliento y tranquilizarse, aprovechando para examinar su propio cuerpo y asegurarse de no estar herida. Pero la calma duró poco al observar a los demás y ver que no habían corrido la misma suerte que ella. La mayoría tenían multitud de cortes a lo largo del cuerpo, aunque tuvo que ahogar un grito y obligarse a disimular la reacción que le produjo observar las heridas de Kalna y Rick.
—¿Creéis que podéis seguir hasta el torreón? —preguntó tratando de apartar la vista de las heridas y la sangre—. Dejad que os ayudemos, no creo que sea muy buena idea quedarnos aquí.
- Sevent
Ficha de cosechado
Nombre: Abel
Especie: Humano español
Habilidades: Intuición, imaginación y velocidad
Re: Plaza de los Colaespina
18/07/23, 11:29 am
Las ratas parecían estar cada vez más alteradas, tirar la piedra no había sido la decisión más inteligente. En cualquier caso, la situación empeoró con creces cuando tres figuras misteriosas aparecieron en medio de la plaza. Abel se tensó y apretó con fuerza su arma, pensando enseguida que se tendrían que enfrentar a más enemigos. Sin embargo, cuando se dio cuenta del desagradable aspecto que tenían estos seres, se sobresaltó de tal forma que casi deja caer su espada en el sitio.
- ¿Qué… Qué son esas cosas? – preguntó totalmente perplejo y retrocediendo poco a poco, sin esperar respuesta alguna.
En cambio, fue Kalna la que se dirigió a él por un motivo totalmente diferente, la joven guerrera le pedía el escudo para defenderlos de las ratas monstruo. Abel se desprendió de este con suma facilidad, como si le estuviese ardiendo en las manos, lanzándolo hacia Kalna con vigor. No pudo discernir a donde había aterrizado el escudo, ya que inmediatamente había echado a correr sin mirar atrás, huyendo de los enemigos y encabezando junto con Serena, quien también había salido disparada, la retirada.
Inconscientemente, las lágrimas brotaron de sus ojos con intensidad, así como los mocos de sus orificios nasales. Por tanto, no podía ver con claridad hacia donde se dirigía. y sus veloces y amplios pasos también eran torpes y descontrolados, lo que casi provoca su caída en varias ocasiones. Todo ello empeoró cuando noto un dolor seco en el hombro derecho y, pocos segundos después, en el trozo de piel más cercano a su ojo izquierdo y en el dorso de la mano derecha. Primero, logró mirarse la mano y se sorprendió al ver una nueva raja llena de sangre que ahora la partía por la mitad. Alterado, inspeccionó su cara con su otra mano, manchándola con una mezcla de sangre y pelos sueltos.
El chico estaba aterrorizado y no entendió lo que estaba pasando hasta que inspeccionó su hombro y encontró la púa que tenía clavada en este; los monstruos no solo podían atacar con sus espinas, sino que también podían lanzarlas a distancia. ¿De verdad esta era la primera de sus pruebas? ¿Era su segundo día ahí y ya estaban siendo perseguidos y empalados por monstruos? La imagen de Ethan y Connor, los que se habían acercado más a la comida, siendo atravesados se le volvió a venir a la cabeza y su estomago fue invadido por unas fuertes ganas de vomitar. Se quiso girar para comprobar que estaban bien y que todas esas imaginaciones eran absurdas, pero había perdido el control de su cuerpo, que ahora solo le permitía correr y llorar.
Mientras corría no podía dejar de culparse, ya que siempre había deseado ir a un mundo mágico, abandonar la triste realidad de su hogar y vivir aventuras. De hecho, esa idea era la que había conseguido que saliese del torreón y estar allí, pero ahora se sentía tonto e infantil, ya que todo era tan diferente a como se lo había imaginado y desprovisto de la magia y la pasión propias de la ficción. En definitiva, se estaban jugando la vida y, con cada nueva espina que le hería o se clavaba en su piel, era más consciente de la terrorífica realidad a la que se enfrentaban.
No supo bien ni donde ni cuando, pero finalmente el grupo consiguió perder de vista a sus enemigos. Lo primero que Abel hizo al parar fue comprobar con elevada angustia sus heridas. Tenía bastantes, incluso pudo notar varias espinas clavadas en sus piernas y en sus antebrazos, pero, por suerte, no le hacían demasiado daño e incluso algunas de las púas estaban clavadas de forma tan superficial que cayeron sin necesidad de arrancarlas. Aun así, la visión de sus propias heridas y las de los demás le hacían tener escalofríos, ya que pudo comprobar que la mayor parte del grupo estaba en la misma situación, incluso el niño.
- Estamos bien... Creo - le contestó a Ethan sobre las heridas y también a Damian, ya que los tres se encontraban en la misma situación. Sin embargo, Abel, quien apenas podía hablar, no daba la sensación de ser el más confiable para comprobar la gravedad de las heridas.
Aunque estaba algo más tranquilo ahora que habían dado esquinazo a las ratas, las lagrimas se seguían deslizando de tanto en tanto por los ojos de Abel, sobre todo al ver la grave situación de Rick y Kalna. Finalmente, intentó respirar hondo para calmarse. Los resultados de dicho ejercicio no fueron los más exitosos esta vez, pero sí lo suficiente para poder ofrecerles ayuda.
- Pedidme lo que necesitéis… - dijo en voz muy baja, casi inaudible, mirando hacia los objetos que habían estado cargando estos dos hasta ahora.
Era perfectamente consciente de que Kalna estaba así por haberse quedado atrás para protegerlos a todos y no podía olvidar que Rick le había ayudado antes a cruzar el puente y que siempre había sido amable con él. Aun estando emocionalmente tan mal, no quería centrarse solo en sus problemas y dejar de lado a dos compañeros que habían hecho tanto por el grupo.
Con la mala pinta que tenían esas heridas, no estaba seguro ni de que sus dos compañeros estuviesen en condiciones de llegar al torreón. De hecho, estaba de acuerdo con Connor y Serena en que no podían quedarse allí mucho tiempo más, por lo que tenían que hacer todo lo posible para agilizar la marcha y hacer lo posible por ayudarles, no quería ni pensar en lo que podría ocurrir si las ratas los alcanzaban. Así que, a pesar de estar visiblemente afectado y constantemente al borde del llanto, no iba a permitirse detenerse ahora.
- ¿Qué… Qué son esas cosas? – preguntó totalmente perplejo y retrocediendo poco a poco, sin esperar respuesta alguna.
En cambio, fue Kalna la que se dirigió a él por un motivo totalmente diferente, la joven guerrera le pedía el escudo para defenderlos de las ratas monstruo. Abel se desprendió de este con suma facilidad, como si le estuviese ardiendo en las manos, lanzándolo hacia Kalna con vigor. No pudo discernir a donde había aterrizado el escudo, ya que inmediatamente había echado a correr sin mirar atrás, huyendo de los enemigos y encabezando junto con Serena, quien también había salido disparada, la retirada.
Inconscientemente, las lágrimas brotaron de sus ojos con intensidad, así como los mocos de sus orificios nasales. Por tanto, no podía ver con claridad hacia donde se dirigía. y sus veloces y amplios pasos también eran torpes y descontrolados, lo que casi provoca su caída en varias ocasiones. Todo ello empeoró cuando noto un dolor seco en el hombro derecho y, pocos segundos después, en el trozo de piel más cercano a su ojo izquierdo y en el dorso de la mano derecha. Primero, logró mirarse la mano y se sorprendió al ver una nueva raja llena de sangre que ahora la partía por la mitad. Alterado, inspeccionó su cara con su otra mano, manchándola con una mezcla de sangre y pelos sueltos.
El chico estaba aterrorizado y no entendió lo que estaba pasando hasta que inspeccionó su hombro y encontró la púa que tenía clavada en este; los monstruos no solo podían atacar con sus espinas, sino que también podían lanzarlas a distancia. ¿De verdad esta era la primera de sus pruebas? ¿Era su segundo día ahí y ya estaban siendo perseguidos y empalados por monstruos? La imagen de Ethan y Connor, los que se habían acercado más a la comida, siendo atravesados se le volvió a venir a la cabeza y su estomago fue invadido por unas fuertes ganas de vomitar. Se quiso girar para comprobar que estaban bien y que todas esas imaginaciones eran absurdas, pero había perdido el control de su cuerpo, que ahora solo le permitía correr y llorar.
Mientras corría no podía dejar de culparse, ya que siempre había deseado ir a un mundo mágico, abandonar la triste realidad de su hogar y vivir aventuras. De hecho, esa idea era la que había conseguido que saliese del torreón y estar allí, pero ahora se sentía tonto e infantil, ya que todo era tan diferente a como se lo había imaginado y desprovisto de la magia y la pasión propias de la ficción. En definitiva, se estaban jugando la vida y, con cada nueva espina que le hería o se clavaba en su piel, era más consciente de la terrorífica realidad a la que se enfrentaban.
No supo bien ni donde ni cuando, pero finalmente el grupo consiguió perder de vista a sus enemigos. Lo primero que Abel hizo al parar fue comprobar con elevada angustia sus heridas. Tenía bastantes, incluso pudo notar varias espinas clavadas en sus piernas y en sus antebrazos, pero, por suerte, no le hacían demasiado daño e incluso algunas de las púas estaban clavadas de forma tan superficial que cayeron sin necesidad de arrancarlas. Aun así, la visión de sus propias heridas y las de los demás le hacían tener escalofríos, ya que pudo comprobar que la mayor parte del grupo estaba en la misma situación, incluso el niño.
- Estamos bien... Creo - le contestó a Ethan sobre las heridas y también a Damian, ya que los tres se encontraban en la misma situación. Sin embargo, Abel, quien apenas podía hablar, no daba la sensación de ser el más confiable para comprobar la gravedad de las heridas.
Aunque estaba algo más tranquilo ahora que habían dado esquinazo a las ratas, las lagrimas se seguían deslizando de tanto en tanto por los ojos de Abel, sobre todo al ver la grave situación de Rick y Kalna. Finalmente, intentó respirar hondo para calmarse. Los resultados de dicho ejercicio no fueron los más exitosos esta vez, pero sí lo suficiente para poder ofrecerles ayuda.
- Pedidme lo que necesitéis… - dijo en voz muy baja, casi inaudible, mirando hacia los objetos que habían estado cargando estos dos hasta ahora.
Era perfectamente consciente de que Kalna estaba así por haberse quedado atrás para protegerlos a todos y no podía olvidar que Rick le había ayudado antes a cruzar el puente y que siempre había sido amable con él. Aun estando emocionalmente tan mal, no quería centrarse solo en sus problemas y dejar de lado a dos compañeros que habían hecho tanto por el grupo.
Con la mala pinta que tenían esas heridas, no estaba seguro ni de que sus dos compañeros estuviesen en condiciones de llegar al torreón. De hecho, estaba de acuerdo con Connor y Serena en que no podían quedarse allí mucho tiempo más, por lo que tenían que hacer todo lo posible para agilizar la marcha y hacer lo posible por ayudarles, no quería ni pensar en lo que podría ocurrir si las ratas los alcanzaban. Así que, a pesar de estar visiblemente afectado y constantemente al borde del llanto, no iba a permitirse detenerse ahora.
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Re: Plaza de los Colaespina
18/07/23, 05:54 pm
Desgraciadamente, esa vez no había conseguido que Damian le hiciese caso y el pequeño le había seguido demasiado de cerca. Le tendió una de las cestas de todas formas: no era momento para reprender a nadie. Connor no parecía pensar lo mismo que él y estaba tratando de gritarle a Serena por su imprudencia con la lanza. No es que no entendiese el enfado del humano, pero más gritos y detenerse en algo que no fuera coger las cestas y salir huyendo le parecía que sobraba por completo.
Los roedores con espinas parecían empezar a agitarse y su plan solo había funcionado con algunos de ellos, por desgracia. Rägjynn tuvo que tomar un momento para sujetar su hakama en los agujeros de los laterales y esperar que no se soltasen de ahí, listo para echar a correr en cuanto fuese necesario. Como tenía aquellas ropas desde hacía poco tiempo no había pensado hasta ese momento en el uso de dichos agujeros. La camiseta le abultaba sobre el pecho completamente fuera de su sitio y medio abierta, pero no se iba a parar a colocarla aunque pudiera ser incómodo y quizás entorpecerle.
—No te detengas, Damian, ya te alcanz… —le estaba diciendo al pequeño mientras se colocaba el hakama torpemente, teniendo que maniobrar con las cestas en la mano.
Se vio interrumpido por voces. Si su especie hubiera tenido orejas estas se habrían levantado ante una repentina conversación en la distancia que no esperaba en absoluto. Tres voces que decían cosas que no tenían demasiado sentido para él se aproximaban, y no pudo evitar girarse para observar a sus dueños. Tres personas muy extrañas, una de ellas de enorme tamaño y aspecto muy intimidante, seguida de otro que tal vez si no fuese por el agravio comparativo podría pensar lo mismo de él, y un tercero que parecía alguna clase de insecto gigante… Tal vez si no estuviesen en la situación en la que estaban le habría llamado mucho más la atención la mención a la magia, o al hecho de que parecía que estaban finalmente encontrando a más habitantes de aquella ciudad. Pero los desconocidos, que no estaba haciendo ningún amago de dirigirse hacia ellos, no venían solos: más de aquellos “colapesina” como los habían llamado les acompañaban. Muchas más de las que habían estado tratando de evitar hasta ese momento.
El mjörní observó horrorizado a sus compañeros antes de empezar a correr en dirección contraria. Nadie parecía necesitar que le dijesen lo obvio. Una vez más un sonido le hizo ponerse en alerta: lo que parecía alguna clase de proyectil atravesando el aire a gran velocidad. Rägjynn no sabría cómo lo hizo, pero se apartó justo a tiempo para evitar que una de aquellas espinas atravesase el costado de su caja torácica. Girándose para ver el terrible espectáculo de proyectiles que aquellas criaturas les estaban disparando, alzó una de las cestas sobre su cara, logrando una vez más por una suerte que no se creía ni él que la espina dirigida a aquella zona se topase con el mimbre de la cesta, encajándose en ella y evitando que se dañase. No era su intención quedarse para poner a prueba su suerte, aunque tuvo que detenerse de nuevo cuando empezó a escuchar los gritos de sus compañeros, y particularmente de Damian que le seguía muy de cerca.
—¡Oh, no! ¡No te pares si puedes, Damian! ¡Te quitaremos esa espina cuando estemos lejos de aquí! ¿Puedes seguir, verdad?
Él mismo se habría ocupado de ayudar al pequeño a moverse, pero no podía porque cargaba con la comida.
Para mayor desgracia, su suerte no se había extendido precisamente al resto de sus compañeros, y la mayoría estaban siendo alcanzados también por diversas espinas. El mjörní estaba muy preocupado por ellos, pero sabía que necesitaban alejarse de allí lo antes posible o no iban a acabar solo con espinas clavadas. Alguna de ellas se clavó en las anchas mangas de su haori o le rozaron sus escamas en varios puntos de su cuerpo, provocándole tan solo rasguños. Algunos sangraban un poco, pero estaba en perfectas condicione si lo comparaba con los daños que habían recibido la mayoría.
Finalmente detuvieron su carrera. Rägjynn podía aguantar un rato corriendo sin cansarse demasiado, pero cargaba con dos cestas a rebosar de comida y además habían forzado considerablemente la marcha para alejarse lo más posible de aquellos peligrosos colaespinas. Por ello también jadeaba considerablemente y agradeció que detuviesen su carrera. Ese sentimiento fue sustituido de inmediato de nuevo por la preocupación, sobre todo en cuanto Ethan comenzó a preguntar por la gravedad de las heridas que tenían.
Connor y Serena eran los únicos que parecían haber salido prácticamente ilesos: la visión de la sangre proveniente de las heridas producidas por aquellas terribles espinas que se habían clavado sobre todo en brazos y piernas de los demás le estaba mareando un poco. Empezaba a hiperventilar, y se tuvo que decir a sí mismo que, por lo menos, nadie estaba herido en ningún punto vital y que todos habían sido capaces de salir corriendo de allí.
—S… Sí, Damian —se acercó al pequeño, a quien Ethan estaba intentando animar y dar indicaciones en ese momento. Su intención era, simplemente, que como el niño parecía escucharle a él más que a otros, hiciese caso de lo que le decían—. Seguro que Connor puede llevarte si lo necesitas. Por lo menos, dale tu cesta a él —le pediría.
No tenía sentido que el niño, estando herido, cargase con una cesta cuando había personas que estaban prácticamente ilesas.
—¿Y vosotros? —se giró hacia Ethan primero que era el más cercano, pasando por Abel y, finalmente, las dos personas que más heridas mostraban—. Rick, Kalna… ¿Necesitáis ayuda?
Se mordió el labio con impotencia: una vez más estaba pensando en lo útil que sería poder curarse con magia en ese momento. Si alguien se encontraba lo bastante cerca podría oírle murmurar algo inteligible que pronto moriría por completo en su garganta: ni siquiera podía empezar a intentarlo porque no recordaba su propio idioma.
Los roedores con espinas parecían empezar a agitarse y su plan solo había funcionado con algunos de ellos, por desgracia. Rägjynn tuvo que tomar un momento para sujetar su hakama en los agujeros de los laterales y esperar que no se soltasen de ahí, listo para echar a correr en cuanto fuese necesario. Como tenía aquellas ropas desde hacía poco tiempo no había pensado hasta ese momento en el uso de dichos agujeros. La camiseta le abultaba sobre el pecho completamente fuera de su sitio y medio abierta, pero no se iba a parar a colocarla aunque pudiera ser incómodo y quizás entorpecerle.
—No te detengas, Damian, ya te alcanz… —le estaba diciendo al pequeño mientras se colocaba el hakama torpemente, teniendo que maniobrar con las cestas en la mano.
Se vio interrumpido por voces. Si su especie hubiera tenido orejas estas se habrían levantado ante una repentina conversación en la distancia que no esperaba en absoluto. Tres voces que decían cosas que no tenían demasiado sentido para él se aproximaban, y no pudo evitar girarse para observar a sus dueños. Tres personas muy extrañas, una de ellas de enorme tamaño y aspecto muy intimidante, seguida de otro que tal vez si no fuese por el agravio comparativo podría pensar lo mismo de él, y un tercero que parecía alguna clase de insecto gigante… Tal vez si no estuviesen en la situación en la que estaban le habría llamado mucho más la atención la mención a la magia, o al hecho de que parecía que estaban finalmente encontrando a más habitantes de aquella ciudad. Pero los desconocidos, que no estaba haciendo ningún amago de dirigirse hacia ellos, no venían solos: más de aquellos “colapesina” como los habían llamado les acompañaban. Muchas más de las que habían estado tratando de evitar hasta ese momento.
El mjörní observó horrorizado a sus compañeros antes de empezar a correr en dirección contraria. Nadie parecía necesitar que le dijesen lo obvio. Una vez más un sonido le hizo ponerse en alerta: lo que parecía alguna clase de proyectil atravesando el aire a gran velocidad. Rägjynn no sabría cómo lo hizo, pero se apartó justo a tiempo para evitar que una de aquellas espinas atravesase el costado de su caja torácica. Girándose para ver el terrible espectáculo de proyectiles que aquellas criaturas les estaban disparando, alzó una de las cestas sobre su cara, logrando una vez más por una suerte que no se creía ni él que la espina dirigida a aquella zona se topase con el mimbre de la cesta, encajándose en ella y evitando que se dañase. No era su intención quedarse para poner a prueba su suerte, aunque tuvo que detenerse de nuevo cuando empezó a escuchar los gritos de sus compañeros, y particularmente de Damian que le seguía muy de cerca.
—¡Oh, no! ¡No te pares si puedes, Damian! ¡Te quitaremos esa espina cuando estemos lejos de aquí! ¿Puedes seguir, verdad?
Él mismo se habría ocupado de ayudar al pequeño a moverse, pero no podía porque cargaba con la comida.
Para mayor desgracia, su suerte no se había extendido precisamente al resto de sus compañeros, y la mayoría estaban siendo alcanzados también por diversas espinas. El mjörní estaba muy preocupado por ellos, pero sabía que necesitaban alejarse de allí lo antes posible o no iban a acabar solo con espinas clavadas. Alguna de ellas se clavó en las anchas mangas de su haori o le rozaron sus escamas en varios puntos de su cuerpo, provocándole tan solo rasguños. Algunos sangraban un poco, pero estaba en perfectas condicione si lo comparaba con los daños que habían recibido la mayoría.
Finalmente detuvieron su carrera. Rägjynn podía aguantar un rato corriendo sin cansarse demasiado, pero cargaba con dos cestas a rebosar de comida y además habían forzado considerablemente la marcha para alejarse lo más posible de aquellos peligrosos colaespinas. Por ello también jadeaba considerablemente y agradeció que detuviesen su carrera. Ese sentimiento fue sustituido de inmediato de nuevo por la preocupación, sobre todo en cuanto Ethan comenzó a preguntar por la gravedad de las heridas que tenían.
Connor y Serena eran los únicos que parecían haber salido prácticamente ilesos: la visión de la sangre proveniente de las heridas producidas por aquellas terribles espinas que se habían clavado sobre todo en brazos y piernas de los demás le estaba mareando un poco. Empezaba a hiperventilar, y se tuvo que decir a sí mismo que, por lo menos, nadie estaba herido en ningún punto vital y que todos habían sido capaces de salir corriendo de allí.
—S… Sí, Damian —se acercó al pequeño, a quien Ethan estaba intentando animar y dar indicaciones en ese momento. Su intención era, simplemente, que como el niño parecía escucharle a él más que a otros, hiciese caso de lo que le decían—. Seguro que Connor puede llevarte si lo necesitas. Por lo menos, dale tu cesta a él —le pediría.
No tenía sentido que el niño, estando herido, cargase con una cesta cuando había personas que estaban prácticamente ilesas.
—¿Y vosotros? —se giró hacia Ethan primero que era el más cercano, pasando por Abel y, finalmente, las dos personas que más heridas mostraban—. Rick, Kalna… ¿Necesitáis ayuda?
Se mordió el labio con impotencia: una vez más estaba pensando en lo útil que sería poder curarse con magia en ese momento. Si alguien se encontraba lo bastante cerca podría oírle murmurar algo inteligible que pronto moriría por completo en su garganta: ni siquiera podía empezar a intentarlo porque no recordaba su propio idioma.
- Harek
Ficha de cosechado
Nombre: Rick
Especie: Humano
Habilidades: Puntería, habilidad mental y carisma
Re: Plaza de los Colaespina
18/07/23, 07:46 pm
El destino estaba a punto de reírse del neoyorquino por su deseo.
Tenían todas las cestas, solo quedaba huir con cuanto antes de aquella plaza. Entendía completamente el enfado de Connor con Serena, pero esa discusión podían tenerla de camino o cuando llegaran al refugio. Lo importante era irse. Sin embargo, antes de que pudiera dar los primeros pasos por el camino de vuelta, otros ruidos llamaron la atención del chico. Con los ojos abiertos de par en par y un miedo creciendo a pasos agigantados por lo que estaba viendo, dejó escapar: -No me jodas...- Un grupo tan o más grande de ratas estaban acercándose, aunque lo más extraño eran las tres figuras que iban delante. Ninguna parecía ni humana ni de la especie de alguno de sus compañeros, parecían monstruos sacados de alguna pesadilla. Se puso en tensión con la llegada de todos ambos, pero cuando hablaron Rick entendió que no parecían ser hostiles. Las ratas en cambio no frenaban. -¡Vámonos! ¡Ya!- gritó una última vez antes de echar a correr. Lo poco que llegó a escuchar antes de salir de la plaza lo guardaría en su memoria para más tarde. No sabía a qué se referían con "intervención", pero ahora mismo no tenía tiempo para pensarlo.
En la persecución no miró atrás en ningún momento. Solo serviría para que se pusiera más nervioso si veía que se acercaban. De momento los chillidos de las alimañas venían de detrás y a cierta distancia, pero no podían bajar el ritmo. Corría con todas sus fuerzas, agarrando firmemente las cestas para que no se cayeran por el camino. El corazón le latía con fuerza y luchaba para que su respiración se mantuviera estable. Si iban a tener que correr mucho rato, lo necesitaba.
Todo parecía ir bien (dentro de la situación, que no era buena precisamente), hasta que unos silbidos comenzaron a llegar por su espalda. Una la vio volar por encima de él y fue lo que confirmo para su desgracia las sospechas de él y las suyas. La púas de esos bichos eran un arma a distancia. Con un solo escudo estaban en una mala posición. Horrorizado ante los lanzamientos que no paraban de llegar siguió corriendo con la cabeza algo gacha, por si acaso. No sirvió de nada.
Un dolor punzante y repentino atacó su brazo izquierdo, con tanta fuerza que soltó la cesta que llevaba al instante. -¡AH!- gritó del dolor llevando instintivamente el otro brazo hacia la herida, sin poder agarrarla al tener la mano ocupada. La cesta hizo también ruido al chocar con el suelo, desperdigando todo su contenido mezclado. El impacto hizo que por unos segundos bajara la velocidad del neoyorquino. Error. Otra espina se clavó en su gemelo derecho por culpa de ello, aunque esta vez ahogo el grito en un quejido menos sonoro. -(Joder)- La comida que había perdido le dolía, las espinas también, pero si no era fuerte ahora todo iría a peor. Y no pensaba morir allí.
Con todas las fuerzas que pudo, ignoró los pinchazos y corrió con todas sus fuerzas. No tenía claro hacia donde iba, solo seguía a los que iban delante. La adrenalina le hizo ignorar los pequeños cortes que le llegaban desde atrás y los gritos del resto al correr su misma suerte. Solo tenía un objetivo: escapar, llegar al puente, al torreón, a cualquier sitio que fuera seguro.
No tenía claro cuanto pasó, pero cruzaron el puente y poco después pararon. Rick estaba hecho polvo de la carrera, casi sin aliento por todo el esfuerzo. Soltó las cestas en el suelo entre jadeos, llevándose las manos al estómago mientras recuperaba el aire. No tardó demasiado y entonces fue a comprobar sus heridas. La gabardina tenía cortes aquí y allá, aunque lo preocupante era la mancha de sangre que se estaba formando poco a poco en la manga izquierda. Se centró en la púa que tenía en la pierna. Se mentalizó antes de acercar la mano a ella y apretar los dientes. Después la sacó de un tirón, mitigando un pequeño quejido. Había notado que no se había clavado demasiado y tenía que comprobar una cosa más. Miró la punta, por si había algo más aparte de su sangre. No era el caso, por suerte. -(Al menos no parece que sean venenosas)- pensó un poco aliviado y la tiró a un lado.
El neoyorquino se permitió entonces centrarse en el grupo, también porque la mayoría lo estaba mirando a él y a Kalna. Era una vista lamentable ver a la mayoría con espinas clavadas. Las que más le dieron un vuelco al corazón fueron las de Damian, porque un niño hubiera tenido que pasar por eso, y Kalna, que sus piernas tenían tan buen aspecto como su propio brazo. Fue mirando a cada uno que le preguntó, con una levísima sonrisa para realzar su respuesta: -Estoy bien, puedo seguir hasta el torreón. No me voy a morir por esto, tranquilos.- El tono era neutro, con la pizca justa de seguridad (la poca que le quedaba) para intentar calmar la preocupación que pudieran tener. En cuanto llegara tendría que buscar algo con lo que curarse sobre todo la herida del brazo, pero dentro de todo lo malo seguían todos con vida. Al ofrecimiento de Abel contestó: -Puedo con una, pero estaría más seguro si alguien lleva la otra cesta. Solo si podéis con ella, no os esforcéis de más.-
-¿Estáis bien los demás?- preguntó aún cuando ya se había hecho y podía ver como estaban. Quería asegurarse del todo. -Si os hace falta descansar un momento no tengo problema en esperar, pero tendríamos que seguir pronto- dijo dándole la razón a Serena y Connor. No lo parecía, pero hasta que no estuvieran en el torreón todavía podía darse la mala suerte de que las ratas volvieran.
Tenían todas las cestas, solo quedaba huir con cuanto antes de aquella plaza. Entendía completamente el enfado de Connor con Serena, pero esa discusión podían tenerla de camino o cuando llegaran al refugio. Lo importante era irse. Sin embargo, antes de que pudiera dar los primeros pasos por el camino de vuelta, otros ruidos llamaron la atención del chico. Con los ojos abiertos de par en par y un miedo creciendo a pasos agigantados por lo que estaba viendo, dejó escapar: -No me jodas...- Un grupo tan o más grande de ratas estaban acercándose, aunque lo más extraño eran las tres figuras que iban delante. Ninguna parecía ni humana ni de la especie de alguno de sus compañeros, parecían monstruos sacados de alguna pesadilla. Se puso en tensión con la llegada de todos ambos, pero cuando hablaron Rick entendió que no parecían ser hostiles. Las ratas en cambio no frenaban. -¡Vámonos! ¡Ya!- gritó una última vez antes de echar a correr. Lo poco que llegó a escuchar antes de salir de la plaza lo guardaría en su memoria para más tarde. No sabía a qué se referían con "intervención", pero ahora mismo no tenía tiempo para pensarlo.
En la persecución no miró atrás en ningún momento. Solo serviría para que se pusiera más nervioso si veía que se acercaban. De momento los chillidos de las alimañas venían de detrás y a cierta distancia, pero no podían bajar el ritmo. Corría con todas sus fuerzas, agarrando firmemente las cestas para que no se cayeran por el camino. El corazón le latía con fuerza y luchaba para que su respiración se mantuviera estable. Si iban a tener que correr mucho rato, lo necesitaba.
Todo parecía ir bien (dentro de la situación, que no era buena precisamente), hasta que unos silbidos comenzaron a llegar por su espalda. Una la vio volar por encima de él y fue lo que confirmo para su desgracia las sospechas de él y las suyas. La púas de esos bichos eran un arma a distancia. Con un solo escudo estaban en una mala posición. Horrorizado ante los lanzamientos que no paraban de llegar siguió corriendo con la cabeza algo gacha, por si acaso. No sirvió de nada.
Un dolor punzante y repentino atacó su brazo izquierdo, con tanta fuerza que soltó la cesta que llevaba al instante. -¡AH!- gritó del dolor llevando instintivamente el otro brazo hacia la herida, sin poder agarrarla al tener la mano ocupada. La cesta hizo también ruido al chocar con el suelo, desperdigando todo su contenido mezclado. El impacto hizo que por unos segundos bajara la velocidad del neoyorquino. Error. Otra espina se clavó en su gemelo derecho por culpa de ello, aunque esta vez ahogo el grito en un quejido menos sonoro. -(Joder)- La comida que había perdido le dolía, las espinas también, pero si no era fuerte ahora todo iría a peor. Y no pensaba morir allí.
Con todas las fuerzas que pudo, ignoró los pinchazos y corrió con todas sus fuerzas. No tenía claro hacia donde iba, solo seguía a los que iban delante. La adrenalina le hizo ignorar los pequeños cortes que le llegaban desde atrás y los gritos del resto al correr su misma suerte. Solo tenía un objetivo: escapar, llegar al puente, al torreón, a cualquier sitio que fuera seguro.
No tenía claro cuanto pasó, pero cruzaron el puente y poco después pararon. Rick estaba hecho polvo de la carrera, casi sin aliento por todo el esfuerzo. Soltó las cestas en el suelo entre jadeos, llevándose las manos al estómago mientras recuperaba el aire. No tardó demasiado y entonces fue a comprobar sus heridas. La gabardina tenía cortes aquí y allá, aunque lo preocupante era la mancha de sangre que se estaba formando poco a poco en la manga izquierda. Se centró en la púa que tenía en la pierna. Se mentalizó antes de acercar la mano a ella y apretar los dientes. Después la sacó de un tirón, mitigando un pequeño quejido. Había notado que no se había clavado demasiado y tenía que comprobar una cosa más. Miró la punta, por si había algo más aparte de su sangre. No era el caso, por suerte. -(Al menos no parece que sean venenosas)- pensó un poco aliviado y la tiró a un lado.
El neoyorquino se permitió entonces centrarse en el grupo, también porque la mayoría lo estaba mirando a él y a Kalna. Era una vista lamentable ver a la mayoría con espinas clavadas. Las que más le dieron un vuelco al corazón fueron las de Damian, porque un niño hubiera tenido que pasar por eso, y Kalna, que sus piernas tenían tan buen aspecto como su propio brazo. Fue mirando a cada uno que le preguntó, con una levísima sonrisa para realzar su respuesta: -Estoy bien, puedo seguir hasta el torreón. No me voy a morir por esto, tranquilos.- El tono era neutro, con la pizca justa de seguridad (la poca que le quedaba) para intentar calmar la preocupación que pudieran tener. En cuanto llegara tendría que buscar algo con lo que curarse sobre todo la herida del brazo, pero dentro de todo lo malo seguían todos con vida. Al ofrecimiento de Abel contestó: -Puedo con una, pero estaría más seguro si alguien lleva la otra cesta. Solo si podéis con ella, no os esforcéis de más.-
-¿Estáis bien los demás?- preguntó aún cuando ya se había hecho y podía ver como estaban. Quería asegurarse del todo. -Si os hace falta descansar un momento no tengo problema en esperar, pero tendríamos que seguir pronto- dijo dándole la razón a Serena y Connor. No lo parecía, pero hasta que no estuvieran en el torreón todavía podía darse la mala suerte de que las ratas volvieran.
- LEC
Ficha de cosechado
Nombre: Kalna, hija de Mánide
Especie: libense, del imperio
Habilidades: Automotivación, nociones de lucha, valor.
Personajes :
● Dama Puente/Kaila: Maga logomante austriaca (1.60).
● Kaethe/Dama Sobras: Ghoul nublina (1.46).
● Yttria: Bruja percusionista canadiense (1.53).
● Amira/Cálamo : Valkyria francesa (1.63).
● Kalna : Libense, del Imperio (1.78).
● Nefer : Ammut hijo de luna Levyna. (1.85)
Síntomas : Su sangre adquiere un tono anaranjado y se espesa un poco. Es capaz de intuir con mayor facilidad cómo se van a comportar los animales con los que se encuentre.
Armas :
● Dama Puente/Kaila: Magia, báculo
● Kaethe/Dama Sobras: Daga, fuerza bruta
● Yttria: Arco, hacha, magia, mala leche, cucharillas y otros objetos metálicos.
● Amira/Cálamo: Espada corta, pegaso (shire)
● Kalna : Espada bastarda; lanza y escudo
● Nefer : Lanza, venenos
Status : One flesh, one end
Humor : Permanent resting bitch face
Re: Plaza de los Colaespina
19/07/23, 10:25 am
«Inútil». No había esperado que Ethan supiera como usar el arma, pero que ni siquiera siguiera instrucciones básicas era algo que ni se planteaba. Si hasta el día anterior no se había cuestionado nada todo aquello de que los hombres eran demasiado emocionales como para usar armas, ahora tenía la confirmación delante. Su expresión no cambió, y su vista se mantuvo fija en las ratas, alerta a cualquier movimiento que delatase que harían a continuación. Que aparecieran más había sido siempre una posibilidad, pero que lo hicieran acompañadas de estas tres figuras…
Por suerte Abel no tardó en “darle” el escudo, aunque había decidido que la mejor opción era tirarlo. Kalna empezaba a quedarse sin paciencia, y lo recogió del suelo rápidamente para protegerse con él. Guardó la espada mientras echaba un vistazo a aquellos tres. No se parecía a nada que conociera, y ninguno de sus compañeros parecía reconocerlo como algo de su mundo u otros que conocieran, a juzgar por las prisas que tenían todos para irse.
Empezó a retroceder despacio, con el escudo por delante. Era su deber proteger a todos aquellos hombres asustados, ¿no? Aunque fueran solo unos breves segundos, lo justo para darles tiempo para alejarse… Y luego echó a correr. Yendo la última era plenamente consciente de las carreras de sus compañeros, sin tener que limitarlas a ruidos de pasos, y al menos parecía que nadie se estaba quedando atrás. Lo que no esperaba era que las ¿colaespinas los habían llamado? se pusieran a dispararles con las púas.
Intentó bloquearlas con el escudo, porque al fin y al cabo era la última, y con suerte pararía la mayoría. En algún momento una se le clavó en la pierna, haciéndola soltar un gruñido. No sabía como de profundo había sido y no iba a pararse a comprobarlo, pero había dolido mucho más de lo que esperaba de algo superficial. Empezó a perder consciencia de lo que pasaba a su alrededor, de los gritos de sus compañeros. Tenían que salir de allí, tenían que…
Menos mal que no iba delante, porque se estaba guiando a base de seguir al resto. El dolor de más espinas clavándose en sus piernas no era bueno, nada bueno. No debería doler tanto a no ser que fuera algo peligroso, su sensibilidad al dolor había ido decreciendo lo bastante como para que aquello doliera menos y aún así… «No te pares ahora». No fuera a ser que si paraba no pudiera seguir andando, o que algún otro espinazo la obligase a hacerlo.
Solo se detuvo cuando lo hizo el resto, dejando el escudo en el suelo. Tenía algunas espinas clavadas, y al menos se sentía algo mejor habiendo sido útil. Lo primero que hizo fue mirarse las heridas, frunciendo los labios. Demasiado profundo. Si se las quitaba empezaría a sangrar demasiado. Era plenamente consciente, se lo habían enseñado en el ejército. Cuando terminó de explorarse echó un vistazo al resto. La mayoría parecían estar heridos, aunque eran heridas mucho más superficiales. No fue siquiera capaz de preguntar nada antes de tener a la mitad del grupo preocupados por ella y por Rick, cuyo brazo también había recibido un impacto profundo que parecía tan feo como los de sus piernas.
—Puedo andar bien, no os preocupéis —había sido demasiado en muy poco tiempo. No era mentira aunque doliese, pero lo que más importaba era que no la viesen como alguien débil. Daba gracias de que Nohlem no estuviera, porque era el único que sabría cómo funcionaban sus ojos y que podría darse cuenta de que sus pupilas ligeramente dilatadas reflejaban el miedo que había sentido—No siento tanto dolor como vosotros, puedo aguantar sin problema hasta llegar al torreón.
Cogió el escudo cuando retomaron el camino. Se quedaría la última, sin decir nada. No había hecho prácticamente nada de utilidad, tenía heridas que no tenían medios de curar y el peso en el pecho de haber decepcionado a su Madre el primer día en Rocavarancolia era todavía peor que cualquiera de las dos cosas anteriores.
Por suerte Abel no tardó en “darle” el escudo, aunque había decidido que la mejor opción era tirarlo. Kalna empezaba a quedarse sin paciencia, y lo recogió del suelo rápidamente para protegerse con él. Guardó la espada mientras echaba un vistazo a aquellos tres. No se parecía a nada que conociera, y ninguno de sus compañeros parecía reconocerlo como algo de su mundo u otros que conocieran, a juzgar por las prisas que tenían todos para irse.
Empezó a retroceder despacio, con el escudo por delante. Era su deber proteger a todos aquellos hombres asustados, ¿no? Aunque fueran solo unos breves segundos, lo justo para darles tiempo para alejarse… Y luego echó a correr. Yendo la última era plenamente consciente de las carreras de sus compañeros, sin tener que limitarlas a ruidos de pasos, y al menos parecía que nadie se estaba quedando atrás. Lo que no esperaba era que las ¿colaespinas los habían llamado? se pusieran a dispararles con las púas.
Intentó bloquearlas con el escudo, porque al fin y al cabo era la última, y con suerte pararía la mayoría. En algún momento una se le clavó en la pierna, haciéndola soltar un gruñido. No sabía como de profundo había sido y no iba a pararse a comprobarlo, pero había dolido mucho más de lo que esperaba de algo superficial. Empezó a perder consciencia de lo que pasaba a su alrededor, de los gritos de sus compañeros. Tenían que salir de allí, tenían que…
Menos mal que no iba delante, porque se estaba guiando a base de seguir al resto. El dolor de más espinas clavándose en sus piernas no era bueno, nada bueno. No debería doler tanto a no ser que fuera algo peligroso, su sensibilidad al dolor había ido decreciendo lo bastante como para que aquello doliera menos y aún así… «No te pares ahora». No fuera a ser que si paraba no pudiera seguir andando, o que algún otro espinazo la obligase a hacerlo.
Solo se detuvo cuando lo hizo el resto, dejando el escudo en el suelo. Tenía algunas espinas clavadas, y al menos se sentía algo mejor habiendo sido útil. Lo primero que hizo fue mirarse las heridas, frunciendo los labios. Demasiado profundo. Si se las quitaba empezaría a sangrar demasiado. Era plenamente consciente, se lo habían enseñado en el ejército. Cuando terminó de explorarse echó un vistazo al resto. La mayoría parecían estar heridos, aunque eran heridas mucho más superficiales. No fue siquiera capaz de preguntar nada antes de tener a la mitad del grupo preocupados por ella y por Rick, cuyo brazo también había recibido un impacto profundo que parecía tan feo como los de sus piernas.
—Puedo andar bien, no os preocupéis —había sido demasiado en muy poco tiempo. No era mentira aunque doliese, pero lo que más importaba era que no la viesen como alguien débil. Daba gracias de que Nohlem no estuviera, porque era el único que sabría cómo funcionaban sus ojos y que podría darse cuenta de que sus pupilas ligeramente dilatadas reflejaban el miedo que había sentido—No siento tanto dolor como vosotros, puedo aguantar sin problema hasta llegar al torreón.
Cogió el escudo cuando retomaron el camino. Se quedaría la última, sin decir nada. No había hecho prácticamente nada de utilidad, tenía heridas que no tenían medios de curar y el peso en el pecho de haber decepcionado a su Madre el primer día en Rocavarancolia era todavía peor que cualquiera de las dos cosas anteriores.
Regocijaos, pues ahora sois parte de la leyenda de Kalna, hija de Mánide
- Isma
Ficha de cosechado
Nombre: Damian
Especie: Humano itaiano
Habilidades: Agilidad, dibujo, espontaneidadPersonajes :- Adam Petrov: Humano ruso (1.85m)/Pegaso (Cuarto de Milla)
- Damian: Humano italiano (1.35m)
Síntomas : En ocasiones se desconcentra con más facilidad. Sufrirá de vez en cuando migrañas con aura.
Armas :- Adam: Cimitarra y cuerpo de caballo. La incomodidad
- Damian: Dientes
Daga
Status : muñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñonesmuñones
Humor : ajjaj- Adam Petrov: Humano ruso (1.85m)/Pegaso (Cuarto de Milla)
Re: Plaza de los Colaespina
19/07/23, 01:25 pm
El chico, confiando en que Rag y el resto les siguiesen el ritmo, no quería saber nada más que volver, escapar de esos bichos asquerosos para meterse en el castillo con el resto de sus amigos. Respiraba fuerte, escuchando a todos de fondo seguido de más ruido. Alcanzó a voltearse, observando el panorama que se estaba formando por culpa de unos desconocidos que salieron de ninguna parte. Damian abrió mucho los ojos, ¿qué cojones eran esas cosas? Solo llegó a ver sus siluetas, las voces sonaban muy diluidas para el italiano que solo se centraba en correr y correr y correr.
Llegaba a un punto en el que solo lograba escuchar sus propias pisadas, sentía solo su agarre fuerte en la cesta, su tacto, las piedras por el camino. En cierto punto miraba solo al suelo, abrumado por absolutamente todo aquel caos. Los gritos sucedían uno detrás de otro, ¿eran esas cosas? Su corazón aceleraba más y más, producto de la adrenalina. Su garganta le empezaba a doler por correr de forma tan instintiva y bruta, quería salir de ahí, no sabía si esos roedores estaban haciendo algo pero él no quería sufrir por culpa de-
Un punzón de dolor llegó de pronto en su hombro derecho y cerca del codo, repentino como un relámpago el dolor se notó casi al instante. Escocía, era desagradable, siseando hacia dentro entre dientes—. ¡AHNNGHH! ¡A-AY MIERDA COÑO! —como el anterior, otros fueron a su cuello por detrás, un par a su espalda baja y otro par más en su pantorrilla izquierda. Cada uno de esos sitios, progresivamente, le hicieron perder ritmo y apretó los dientes. Dolía, no le gustaba para nada y se aferró con muchísima fuerza a la cesta como si estuviese mordiendo un palo para no pensar en dolor siquiera, tensando todo su cuerpo—. ¡RAG NO PARES, NO PARES, NO PARES! —contestó al lagarto en un grito, en un tono de desesperación preocupado por sus heridas. Estaba corriendo, si podía hacerlo le estaba prácticamente implorando que corriese y punto con su mirada que aguantaba un sentimiento pesado de dolor y ganas de llorar.
Ya cuando dejaron de perseguirlos, Damian fue de los últimos en enterarse siguiendo corriendo un buen trecho, bastante cansado por el impacto de sus emociones. No tenía tiempo para pensar en sí mismo, pudiendo ver que Rag andaba bien aparentemente. Sin embargo pudo ver al resto, heridos en su mayoría y con sangre. No se daba cuenta pero estaba apretando el asa de la cesta con tanta fuerza que temblaba, de hecho todo el cuerpo del chico estaba tenso.
La voz de Ethan asaltó sus sentidos y el chico se sobresaltó un poco, perdido en un trance. En su mirada neutra, tensa, se apreciaban tintes de duda absoluta. ¿Por qué ha pasado todo aquello? Solo quería comida e irse. El chico agachó su mirada, soltando la cesta mientras escuchaba al de ojos rasgados y tragando como pudo el nudo de su garganta.
—Mhm… —asintió rápidamente y con brevedad, reteniendo sus lágrimas dentro—. Me noto unas pocas en mi espalda y-y-y no me llego. Ngh, joder... ay... quítamelas, n-no duelen nada pero molestan mucho... No duelen, en serio... —mintió muy mal. Estaban clavadas por encima de la fina ropa y cuando la ropa se movía le dolía el tripe. El propio italiano se encargó de la del hombro, quitándola de un tirón junto a la del brazo y quejándose en silencio, apretando sus muelas—. ¡No! La cesta la llevaré yo... Estoy bien, ¡estoy bien! —dijo escupiendo sus palabras en un arranque de cabezonería y mala leche, no quería mostrar debilidad ni quería que lo tratasen como un niño. Notaba algunas miradas sobre él, esquivándolas. No le había pasado nada, podía aguantarlo todo como un hombre, ya no era un niño. Le dolía pero no por ello va a ser un crío inútil, agarrando de nuevo la cesta y levantándola. Aferrarse a ella le daba cierta seguridad, de hecho necesitaba agarrar algo para estar algo más tranquilo. Los que viesen al niño verían como de donde estaban anteriormente clavadas las púas comenzaría a sangrar un poco, formando algunos hilos de sangre que corrían cuesta abajo.
Rag también se acercó y le preguntó sobre si Connor podía llevar la cesta. Damian simplemente negó con la cabeza—. ¡Yo puedo, yo puedo, dejadme porfa! ¡Los hay peores que yo! ¡Yo puedo! —seguía insistiendo en algo más parecido a un ruego, con la voz un poco rota ya por la sensibilidad que le daba tener a Rag cerca—. Vámonos a casa ya, por favor. Putas ratas de mierda, sus muertos... —susurró a Rag, apoyándose en su lado y con la cesta bien pegada en su pecho.
Iría al torreón al ritmo de los demás, aliviado por tener comida pero lamentando no haber llevado siquiera un arma para defenderse. Si hubiese tenido alguna podría haberse cargado unas cuantas y se hubiese acabado el problema.
Putas ratas. Putos pinchos...
Llegaba a un punto en el que solo lograba escuchar sus propias pisadas, sentía solo su agarre fuerte en la cesta, su tacto, las piedras por el camino. En cierto punto miraba solo al suelo, abrumado por absolutamente todo aquel caos. Los gritos sucedían uno detrás de otro, ¿eran esas cosas? Su corazón aceleraba más y más, producto de la adrenalina. Su garganta le empezaba a doler por correr de forma tan instintiva y bruta, quería salir de ahí, no sabía si esos roedores estaban haciendo algo pero él no quería sufrir por culpa de-
Un punzón de dolor llegó de pronto en su hombro derecho y cerca del codo, repentino como un relámpago el dolor se notó casi al instante. Escocía, era desagradable, siseando hacia dentro entre dientes—. ¡AHNNGHH! ¡A-AY MIERDA COÑO! —como el anterior, otros fueron a su cuello por detrás, un par a su espalda baja y otro par más en su pantorrilla izquierda. Cada uno de esos sitios, progresivamente, le hicieron perder ritmo y apretó los dientes. Dolía, no le gustaba para nada y se aferró con muchísima fuerza a la cesta como si estuviese mordiendo un palo para no pensar en dolor siquiera, tensando todo su cuerpo—. ¡RAG NO PARES, NO PARES, NO PARES! —contestó al lagarto en un grito, en un tono de desesperación preocupado por sus heridas. Estaba corriendo, si podía hacerlo le estaba prácticamente implorando que corriese y punto con su mirada que aguantaba un sentimiento pesado de dolor y ganas de llorar.
Ya cuando dejaron de perseguirlos, Damian fue de los últimos en enterarse siguiendo corriendo un buen trecho, bastante cansado por el impacto de sus emociones. No tenía tiempo para pensar en sí mismo, pudiendo ver que Rag andaba bien aparentemente. Sin embargo pudo ver al resto, heridos en su mayoría y con sangre. No se daba cuenta pero estaba apretando el asa de la cesta con tanta fuerza que temblaba, de hecho todo el cuerpo del chico estaba tenso.
La voz de Ethan asaltó sus sentidos y el chico se sobresaltó un poco, perdido en un trance. En su mirada neutra, tensa, se apreciaban tintes de duda absoluta. ¿Por qué ha pasado todo aquello? Solo quería comida e irse. El chico agachó su mirada, soltando la cesta mientras escuchaba al de ojos rasgados y tragando como pudo el nudo de su garganta.
—Mhm… —asintió rápidamente y con brevedad, reteniendo sus lágrimas dentro—. Me noto unas pocas en mi espalda y-y-y no me llego. Ngh, joder... ay... quítamelas, n-no duelen nada pero molestan mucho... No duelen, en serio... —mintió muy mal. Estaban clavadas por encima de la fina ropa y cuando la ropa se movía le dolía el tripe. El propio italiano se encargó de la del hombro, quitándola de un tirón junto a la del brazo y quejándose en silencio, apretando sus muelas—. ¡No! La cesta la llevaré yo... Estoy bien, ¡estoy bien! —dijo escupiendo sus palabras en un arranque de cabezonería y mala leche, no quería mostrar debilidad ni quería que lo tratasen como un niño. Notaba algunas miradas sobre él, esquivándolas. No le había pasado nada, podía aguantarlo todo como un hombre, ya no era un niño. Le dolía pero no por ello va a ser un crío inútil, agarrando de nuevo la cesta y levantándola. Aferrarse a ella le daba cierta seguridad, de hecho necesitaba agarrar algo para estar algo más tranquilo. Los que viesen al niño verían como de donde estaban anteriormente clavadas las púas comenzaría a sangrar un poco, formando algunos hilos de sangre que corrían cuesta abajo.
Rag también se acercó y le preguntó sobre si Connor podía llevar la cesta. Damian simplemente negó con la cabeza—. ¡Yo puedo, yo puedo, dejadme porfa! ¡Los hay peores que yo! ¡Yo puedo! —seguía insistiendo en algo más parecido a un ruego, con la voz un poco rota ya por la sensibilidad que le daba tener a Rag cerca—. Vámonos a casa ya, por favor. Putas ratas de mierda, sus muertos... —susurró a Rag, apoyándose en su lado y con la cesta bien pegada en su pecho.
Iría al torreón al ritmo de los demás, aliviado por tener comida pero lamentando no haber llevado siquiera un arma para defenderse. Si hubiese tenido alguna podría haberse cargado unas cuantas y se hubiese acabado el problema.
Putas ratas. Putos pinchos...
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Personajes :
● Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
● Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
● Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
● Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
● Lethe: Horus, enderth.
● Rägjynn: mjörní.
● Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.
Armas :
● Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
● Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
● Irianna: arco y estoque.
● Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
● Lethe: arco y lanza.
● Rägjynn: jō.
● Naeleth: arco, sai y báculo.
Status : Gin: do the windy thing.
Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.
Re: Plaza de los Colaespina
19/07/23, 07:30 pm
Los tres miembros de los mercenarios de Cerril se habían ido en dirección contraria. Étrame se detuvo un instante de pronto, mirando a su alrededor.
—¿Qué rayos te pasa? ¡Vámonos antes de que vuelva los colaespina! —le apremió Estrago.
—Yo os digo que alguien nos observa.
Barne suspiró.
—¿Otra vez con eso? Es paranoia tuya: ¡nunca hay nadie cuando dices eso!
—No, no, no —el chaneque siguió andando pero estaba claramente indignado—. Os digo que alguien nos observa. Con frecuencia. Alguna vez he visto un reflejo metálico por el rabillo del ojo. Es solo que es muy escurridizo...
Estrago y Barne intercambiaron una mirada hastiada.
—Lo que tú digas, pero vámonos ya o Cerril nos va a poner a caldo.
Étrame volvió a quedarse atrás, intentando buscar aquellos indicios de los que hablaba. No vio nada y, con un resoplido frustrado echó a correr para alcanzar a sus compañeros que no habían querido detenerse más.
Archime
En realidad el chaneque tenía razón: alguien los espiaba a menudo. Un kairós que había encontrado en aquel grupito una forma de recargar magia con frecuencia. Había sido la presencia de aquellos tres y no la de los cosechados, de hecho, lo que le había guiado sus pasos hasta la Plaza de los Colaespina. No es que le sorprendiese encontrárselos allí, siendo un punto habitual de abastecimiento y que al parecer no había sido cambiado ese año, pero por alguna razón, su presencia y lo que les había sucedido era "menos relevante" según las normas de su precio de recarga mágica. El kairós era capaz de reconocer patrones con mucha facilidad y el por qué de estos y su precio no era una excepción, pero cuando se trataba de aquellos ciudadanos de pocas luces se le escapaba por completo la lógica tras ello.
Por lo general no se trataba de una recarga muy alta, pero la cantidad lo compensaba. De todos modos no era tampoco una recarga desdeñable: parecía que el cosmos había decidido que la estupidez supina de la que hacían gala los mercenarios de Cerril era siempre un evento a tener en cuenta hasta cierto punto. El irrense no entendía por qué, pero tampoco iba a poder averiguar el por qué de aquello y simplemente tomaba ventaja del hecho.
Le alivió saber que, a pesar de sus heridas, los cosechados iban a recuperarse, ya que eso sí que lo podía discernir con el nivel de recarga. Permaneció unos segundos más mientras escuchaba a Étrame, quien por alguna razón parecía más perceptivo que sus compañeros a su presencia y en alguna ocasión que no estaba usando el hechizo de invisibilidad estuvo a punto de descubrirle y después se traslocó de vuelta a su casa.
—¿Qué rayos te pasa? ¡Vámonos antes de que vuelva los colaespina! —le apremió Estrago.
—Yo os digo que alguien nos observa.
Barne suspiró.
—¿Otra vez con eso? Es paranoia tuya: ¡nunca hay nadie cuando dices eso!
—No, no, no —el chaneque siguió andando pero estaba claramente indignado—. Os digo que alguien nos observa. Con frecuencia. Alguna vez he visto un reflejo metálico por el rabillo del ojo. Es solo que es muy escurridizo...
Estrago y Barne intercambiaron una mirada hastiada.
—Lo que tú digas, pero vámonos ya o Cerril nos va a poner a caldo.
Étrame volvió a quedarse atrás, intentando buscar aquellos indicios de los que hablaba. No vio nada y, con un resoplido frustrado echó a correr para alcanzar a sus compañeros que no habían querido detenerse más.
Archime
En realidad el chaneque tenía razón: alguien los espiaba a menudo. Un kairós que había encontrado en aquel grupito una forma de recargar magia con frecuencia. Había sido la presencia de aquellos tres y no la de los cosechados, de hecho, lo que le había guiado sus pasos hasta la Plaza de los Colaespina. No es que le sorprendiese encontrárselos allí, siendo un punto habitual de abastecimiento y que al parecer no había sido cambiado ese año, pero por alguna razón, su presencia y lo que les había sucedido era "menos relevante" según las normas de su precio de recarga mágica. El kairós era capaz de reconocer patrones con mucha facilidad y el por qué de estos y su precio no era una excepción, pero cuando se trataba de aquellos ciudadanos de pocas luces se le escapaba por completo la lógica tras ello.
Por lo general no se trataba de una recarga muy alta, pero la cantidad lo compensaba. De todos modos no era tampoco una recarga desdeñable: parecía que el cosmos había decidido que la estupidez supina de la que hacían gala los mercenarios de Cerril era siempre un evento a tener en cuenta hasta cierto punto. El irrense no entendía por qué, pero tampoco iba a poder averiguar el por qué de aquello y simplemente tomaba ventaja del hecho.
Le alivió saber que, a pesar de sus heridas, los cosechados iban a recuperarse, ya que eso sí que lo podía discernir con el nivel de recarga. Permaneció unos segundos más mientras escuchaba a Étrame, quien por alguna razón parecía más perceptivo que sus compañeros a su presencia y en alguna ocasión que no estaba usando el hechizo de invisibilidad estuvo a punto de descubrirle y después se traslocó de vuelta a su casa.
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguasPersonajes :
● Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
● Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
● Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
● Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
● Lethe: Horus, enderth.
● Rägjynn: mjörní.
● Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.
Armas :
● Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
● Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
● Irianna: arco y estoque.
● Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
● Lethe: arco y lanza.
● Rägjynn: jō.
● Naeleth: arco, sai y báculo.
Status : Gin: do the windy thing.
Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.
Re: Plaza de los Colaespina
15/07/24, 10:52 am
—...Vaya. Yo solo quería gastarte una pequeña broma, pero parece que el unicornio yonqui usaba ese pergamino para otra cosa antes de que yo le añadiese mi toque personal. Y estabas tan cerca de encontrar provisiones... Oh —Mara frunció el ceño y cambió su tono, dejando de lado la jocosidad por lo que por primera vez era fastidio genuino, aunque no permitió que durase más que un instante—. Pero, ¿ves? ¡Ya te dije que los amigos se ayudaban! —Volvió a cambiar rápidamente a un tono alegre, como si todo estuviese completamente planeado—. Encima este sitio lo conoces. Si es que soy demasiado bueno.
Mara volvería a darle la espalda mientras flotaba con los brazos medio extendidos a cada lado. Mientras Kalna no pudiese verle, esgrimiría una expresión de contrariedad.
Mara volvería a darle la espalda mientras flotaba con los brazos medio extendidos a cada lado. Mientras Kalna no pudiese verle, esgrimiría una expresión de contrariedad.
- LEC
Ficha de cosechado
Nombre: Kalna, hija de Mánide
Especie: libense, del imperio
Habilidades: Automotivación, nociones de lucha, valor.Personajes :
● Dama Puente/Kaila: Maga logomante austriaca (1.60).
● Kaethe/Dama Sobras: Ghoul nublina (1.46).
● Yttria: Bruja percusionista canadiense (1.53).
● Amira/Cálamo : Valkyria francesa (1.63).
● Kalna : Libense, del Imperio (1.78).
● Nefer : Ammut hijo de luna Levyna. (1.85)
Síntomas : Su sangre adquiere un tono anaranjado y se espesa un poco. Es capaz de intuir con mayor facilidad cómo se van a comportar los animales con los que se encuentre.
Armas :
● Dama Puente/Kaila: Magia, báculo
● Kaethe/Dama Sobras: Daga, fuerza bruta
● Yttria: Arco, hacha, magia, mala leche, cucharillas y otros objetos metálicos.
● Amira/Cálamo: Espada corta, pegaso (shire)
● Kalna : Espada bastarda; lanza y escudo
● Nefer : Lanza, venenos
Status : One flesh, one end
Humor : Permanent resting bitch face
Re: Plaza de los Colaespina
16/07/24, 09:05 pm
Además de ser parcialmente una cabra, estaba claro que Mara estaba como una, pero al menos lo admitía. Su expresión neutra varió a una sonrisa de superioridad cuando Mara empezó a reírse, y es que Kalna coincidía demasiado con él. Aria había estado loca, sí, y además de eso su inteligencia también dejaba que desear. No sabía por qué el demonio la estaba reprendiendo de aquella manera por algo que compartía, pero no iba a achantarse por sus palabras ni por aquella mirada penetrante. Al miedo se le miraba a la cara, y ella no pensaba apartar la vista.
—Merecía morir tras aquel despliegue de estupidez —fue todo lo que añadió.
Su siguiente respuesta sí resultaba ofensiva, y por más de un motivo. En primer lugar porque implicaba que le sería inútil aquel artefacto mágico, por mucho que le hubiera dicho lo que era. Vale que no le hubiera salido la magia hasta el momento, pero eso no quería decir que no fuese capaz de hacer nada. Se los colgó del cuello y los metió por debajo del cuello de la camiseta, intentando que no incordiasen si tenía que correr. En segundo lugar, porque era la segunda vez que Mara cuestionaba su habilidad para sobrevivir. Le miró fijamente, con decisión en sus ojos.
—No voy a morir tan fácilmente —dijo, con la seguridad de quien afirma una verdad absoluta —Deja de subestimarme.
El pergamino parecía ser otro jueguecito tonto del niñato que era Mara. Si el quedarse sin visión durante unos segundos no la hubiera puesto en alerta máxima, Kalna se habría quejado mentalmente de la purpurina. Y, sin embargo, aquello no era lo peor, porque notaba otra vez la sensación de la última vez que se había teletransportado, y eso solo la ponía más tensa.
Se aferró a la lanza con más fuerza cuando llegó al nuevo escenario, preparándose para más territorio desconocido y burlas de un demonio que tenía la mentalidad de un niño de cinco años. El tono molesto le hizo alzar una ceja durante el breve instante que duró antes de que Mara volviese a su tono habitual. Tenía razón en algo: era un sitio conocido. Uno al que había ido varias veces, desde el que sabía orientarse. Haber estado haciendo el mapa con Rick ayudaba. Sonrió con autosuficiencia. Mara había cometido un error, y ella no necesitaba más. Sin dudar un instante, echó a andar hacia donde recordaba que estaba el torreón.
—Merecía morir tras aquel despliegue de estupidez —fue todo lo que añadió.
Su siguiente respuesta sí resultaba ofensiva, y por más de un motivo. En primer lugar porque implicaba que le sería inútil aquel artefacto mágico, por mucho que le hubiera dicho lo que era. Vale que no le hubiera salido la magia hasta el momento, pero eso no quería decir que no fuese capaz de hacer nada. Se los colgó del cuello y los metió por debajo del cuello de la camiseta, intentando que no incordiasen si tenía que correr. En segundo lugar, porque era la segunda vez que Mara cuestionaba su habilidad para sobrevivir. Le miró fijamente, con decisión en sus ojos.
—No voy a morir tan fácilmente —dijo, con la seguridad de quien afirma una verdad absoluta —Deja de subestimarme.
El pergamino parecía ser otro jueguecito tonto del niñato que era Mara. Si el quedarse sin visión durante unos segundos no la hubiera puesto en alerta máxima, Kalna se habría quejado mentalmente de la purpurina. Y, sin embargo, aquello no era lo peor, porque notaba otra vez la sensación de la última vez que se había teletransportado, y eso solo la ponía más tensa.
Se aferró a la lanza con más fuerza cuando llegó al nuevo escenario, preparándose para más territorio desconocido y burlas de un demonio que tenía la mentalidad de un niño de cinco años. El tono molesto le hizo alzar una ceja durante el breve instante que duró antes de que Mara volviese a su tono habitual. Tenía razón en algo: era un sitio conocido. Uno al que había ido varias veces, desde el que sabía orientarse. Haber estado haciendo el mapa con Rick ayudaba. Sonrió con autosuficiencia. Mara había cometido un error, y ella no necesitaba más. Sin dudar un instante, echó a andar hacia donde recordaba que estaba el torreón.
Regocijaos, pues ahora sois parte de la leyenda de Kalna, hija de Mánide
- GiniroryuGM
Ficha de cosechado
Nombre: Rägjynn
Especie: mjörní
Habilidades: memoria, buen oído y don de lenguas
Personajes :
● Noel: Draco de Estínfalo de origen sueco.
● Archime/Krono Rádem: Kairós irrense.
● Irianna/Dama Enigma: Nebulomante idrina lacustre.
● Adrune: Gamusino sinhadre, edeel.
● Lethe: Horus, enderth.
● Rägjynn: mjörní.
● Naeleth: Bruja del Hielo, nublina.
Unidades mágicas : 8/8
Síntomas : Aumenta su resistencia progresivamente. El sangrado de sus ojos se detonará con más frecuencia.
Armas :
● Noel: hacha de dos manos y espada bastarda.
● Archime/Krono Rádem: sus monólogos sobre biomecánica avanzada.
● Irianna: arco y estoque.
● Adrune: lanza, espadas cortas y arco.
● Lethe: arco y lanza.
● Rägjynn: jō.
● Naeleth: arco, sai y báculo.
Status : Gin: do the windy thing.
Humor : REALLY NOT FEELIN' UP TO IT RIGHT NOW. SORRY.
Re: Plaza de los Colaespina
20/07/24, 03:40 pm
Mara río, aunque menos escandalosamente, cuando Kalna le pidió que dejase de subestimarle.
—Estás completamente sola, las probabilidades están muy en tu contra. Pero justamente si te he elegido es porque creo que puedes tener alguna posibilidad. Si no, ¿qué gracía tendría? Imagina que elijo a la estúpida de Aria. No dura ni diez minutos en estas calles.
El demonio se permitió una sonrisa maliciosa para sí al ver a Kalna echar a andar sin ni siquiera intentar aprovisionarse, sobre todo porque sabía exactamente cuáles eran sus intenciones. La siguió flotando muy de cerca mientras ella se adentraba en las calles que creía que le llevarían al Torreón Sendar. Pronto la libense se encontraría en un lugar totalmente desconocido. A pesar de que ella creía haber seguido la dirección correcta, aquellas calles completamente derrumbadas no le sonarían de nada. No obstante, sí que podría ver tras caminar un poco, en la distancia, una torre que sobresalía entre los edificios más ruinosos que había visto hasta el momento.
—Estás completamente sola, las probabilidades están muy en tu contra. Pero justamente si te he elegido es porque creo que puedes tener alguna posibilidad. Si no, ¿qué gracía tendría? Imagina que elijo a la estúpida de Aria. No dura ni diez minutos en estas calles.
El demonio se permitió una sonrisa maliciosa para sí al ver a Kalna echar a andar sin ni siquiera intentar aprovisionarse, sobre todo porque sabía exactamente cuáles eran sus intenciones. La siguió flotando muy de cerca mientras ella se adentraba en las calles que creía que le llevarían al Torreón Sendar. Pronto la libense se encontraría en un lugar totalmente desconocido. A pesar de que ella creía haber seguido la dirección correcta, aquellas calles completamente derrumbadas no le sonarían de nada. No obstante, sí que podría ver tras caminar un poco, en la distancia, una torre que sobresalía entre los edificios más ruinosos que había visto hasta el momento.
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