Plaza de los Colaespina

Lo primero que dijo Marsi me hizo pensar que opinaba lo mismo. ¿O no era cierto que nuestro nuevo potencial sería más productivo aquí que allí? Sí, claro que en la Tierra molaría que hubiera superhéroes o algo así... Pero acabaríamos mal. Y también que todo lo que siempre quise hacer allí se quedaba corto en comparación con lo que podría hacer aquí. <<Con un par de hechizos la Tierra se quedaría aburrida... Pero ¿esta ciudad? ¿Portales a otros mundos? Cuenta con mi hacha>> Siempre que pensaba en algo similar a esto acababa en una palabra que lo impregnaba todo: magia. <<Y quieras que no, eso que dijo Marsi de "nunca tuvo nada que ofrecerme"... Hm... En la Tierra siempre estaba en mi mundo de libros y magia... No siempre, vale, pero ahora encajo más aquí que allí... Sí, rematadamente sí. Además, seguramente si mis padres me vieran feliz aquí se alegrarían y siempre puedo ir de visita de vez en cuando. ¡Todos felices!>>

Lo segundo que dijo me hizo sonreír, pues me hizo recordar los días buenos de la cosecha y la evolución de mis amigos, pero en especial la de Marsi por estar hablando ahora las dos. Y la miré cuando lo dijo, claro que la miré, ¿qué otra cosa merecía la pena mirar en aquel momento? La transformación le venía al pelo, quitando el detalle de la cabeza... Pero era lo que había, y le pegaba mucho. Y encima tenía magia y ese humillo tan chulo ¡y una montura! <<Parece una clase del WoW... Bueno, todos podríamos parecerlo>> reí mentalmente.

Cuando acabó, asentí. Entendía a la perfección sus últimas palabras. Y en cierta medida me había dado una "idea" o una nueva forma de ver las cosas. Así que le respondí, pero antes me giré hacia ella.

—Sí, mírate. ¿Puedo? —inquirí mientras alargaba mis manos para coger las suyas—. Solo con mirar qué manos tan curtidas tienes se puede ver mucho. Eres una guerrera bastante hábil y serás aún más poderosa si te esfuerzas... y conociéndote te esfuerzas todos los días —le dije con una sonrisa y luego, tras darles un apretón con suavidad, las solté. Acto seguido me levanté —. Mírame tú ahora.

De pie como estaba, intenté dar una vuelta sobre mí misma pero como si estuviera bailando. Salió más mal que bien, pero la vuelta la di.
—Lo torpe y cobardica que era al llegar aquí y lo que soy y seré en el futuro—y volví a sentarme junto a ella—. Bueno sigo siendo algo torpe pero eso solo lo sabes tú —dije riendo.

Habría dicho que mejoramos todos durante la cosecha, pero ni siquiera eso bastó para que todos la superásemos y no quería disparar malos recuerdos.

—Y me has dado una idea. No tenemos por qué añorar nuestros viejos mundos... Pero... ¿Cómo era la frase? En la Tierra decíamos algo así como "nadie puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni la persona ni el agua serán los mismos". Osea, que podemos explorarlos como turistas, como si fuera la primera vez que vamos. Porque en parte es así, ya no somos las mismas que cuando nos cosecharon. Hemos cambiado y mejorado, ¿no crees? Y... Hum... Si hablo mucho dímelo, que ya sabes que no callo ni en sueños —rematé entre risas.

Marsi se puso hecha un flan cuando Alice le cogió las manos. No rechazó el contacto, ni le parecía incómodo, pero sí que le hacía sentirse un poco nerviosa. Se sentía halagada por las palabras de la bruja, no estaba demasiado acostumbrada a que reconociesen su esfuerzo, y que alguien se diese cuenta de todo lo que trabajaba era como una chuchería para su maltratado ego.

Miró a Alice cuando ella se lo pidió, tal vez con mucha más atención de la que posiblemente le hubiese pedido la humana, pero no tener cara a veces tenía sus ventajas. Nunca le había parecido torpe, la tenía como una persona inteligente, resuelta y con gran fuerza de voluntad. Había sobrevivido a la ciudad y había florecido como uno de sus milagros. A Marsi no le agradaban las onyces, lo reconocía, sin embargo no podía negar lo impresionante de su poder, ni la fuerza que el aura de la chica humana había ganado.

La proposición que siguió la empujó a levantarse de un salto y tomar las manos de Alice casi en un impulso.

-<< ¿Vendrías a mi mundo?>>- preguntó emocionada. Le soltó las manos, avergonzada- <<Lo siento... Yo... Oh, te va a encantar. La comida es increíble, y los paisajes. Es todo verde, nada que ver con Rocavarancolia, con enormes cascadas y ríos... >>

Quería volver, quería ver su mundo, y sobretodo quería que los demás lo vieran. Un instante de pánico reventó la burbuja de ilusión que se había formado en torno a sus pensamientos.

-<< ¿Cómo voy a aparecer por allí con este aspecto?>>

Lo que sucedió a continuación me hizo reír suavemente y sonreír, pues me gustaba verla animada o emocionada con algo. ¡Mira que avergonzarse y disculparse por eso! Tuve el impulso de decirle que no se preocupara y recuperar el contacto, pero cambié de idea al instante siguiente pues no quería molestarle o incomodarle.  

—Pues claro que iría, criatura. No me perdería una aventura contigo, a donde sea y cuando sea, y menos si se trata de visitar tu mundo.

Lo siguiente, sin embargo, me preocupó el tono con que empezó a hablar... y luego un poco la cuestión. Ni había caído en eso ni lo había pensado... Pero habiendo hechizos, alguno tenía que haber... ¡Para cosechar, por ejemplo! Los cosechadores que conocía eran muy distintos a los mundos que tenían... Si tienen que aparecer, convencerles y hacerles firmar como a los terrícolas dudo mucho que lo hagan en su forma original... ¿Se harán invisibles? ¿Se disfrazarán o camuflarán de alguna forma?>>

—Pues... alguna forma tiene que haber. En mis libros de fantasía siempre había magia para hacerse invisibles o crear ilusiones sobre el cuerpo para aparentar ser otra cosa. Lo miraré en cuanto pueda y también preguntaré a algunos que conozco, y practicaré lo que mejor nos venga, ¿vale? No te preocupes, encontraremos la forma. A las malas siempre podemos ir desde lejos y sin que nadie nos vea como primer acercamiento y luego...

Me interrumpió un bostezo bastante bonito. Me pilló desprevenida y abrí la boca mucho, tanto que me dio la risa y agaché la cabeza y la tapé con una mano.
—Ay. Perdón. Que... eso, que luego podemos ir a sitios con gente. Ya verás como lo conseguimos, Marsi —estiré los brazos, como segunda parte del bostezo, y vi el cielo nocturno—. Creo que mejor ir volviendo ya, que mira qué tarde se nos ha hecho. Eso sí, esto hay que repetirlo, ¿eh?

—¿Pero no íbamos a cazar colaespinas? —me increpó una onyce desde lo alto, en privado.
—En otro momento. Ahora a casa.
—Pues ojalá nos ataque algo por el camino... —me respondió en privado, también.
—Callad. Bueno, te acompaño a la Sede y luego mis locas me acompañan a Serpentaria, ¿vale? Es lo más práctico... Y si no pues te secuestraré y te llevaré a casa —bromeé.

Sigue en la Torre Serpentaria

Al final el chico dijo de ir, así que... ¡Rumbo a la plaza de las ratas! O colaespina, que también había oído mencionarlo como si fuera el nombre "oficial" y no era difícil entender a qué se refería. Lo que fueran. Eso sí, la cosecha acababa de empezar y tendríamos que ir con mil ojos... Bueno, mil no, o quizá sí, porque nunca me había parado a contar mis onyces, pero lo importante era que tenía muchos, muchos ojos a mi disposición. Y eso si no contaba con las estirges de Dhelian. Lo cual podría haber sido un problema poco después de transformarnos, pero ya las teníamos bien sujetas y no había peligro. Que hablando de transformarnos, de mi grupo era la que menos cambios físicos tenía... <<Bueno, Marsi y su cabeza... Lo suyo es más impactante que mi pelo o mis rasgos>> No es que me molestase o algo raro, pero era la que seguía pareciendo menos monstruo por fuera, lo cual era irónico.

—Oye, Dhelian, antes de que lleguemos, por si algo me mata... Imagínate que un día me cambiara el color de piel al de mi pelo. ¿Creerías que estoy pirada? —le pregunté y me reí al final.

Fuimos por las calles evitando las zonas más cercanas a la Cicatriz y a la Avenida de las Casas Carnívoras por si los cosechados de Letargo, por ser los que quedaban más cercanos con respecto a donde íbamos, habían decidido pasar por allí. Pero ni rastro de ellos... Pero sí que había rastro de las ratas... y de uno de los grupos de cestas que las bañeras dejaban caer. Entre las onyces, las estirges, y la magia de que disponíamos Dhelian y yo, aquello iba a ser más como las peleas del WoW de cuando volvía a recorrer zonas de nivel muy inferior al mío. <<Pero sin confiarse, ¿eh? Que en el juego resucitas, pero aquí...>>

—¡Mira! Qué recuerdos, ¿no? —exclamé—. Oye. No lo vas a pillar, pero nosotros los hobbits hacemos varios desayunos y allí delante hay comida pero se la están comiendo las ratas...

Ratas que por cierto empezaron a formar delante y alrededor de las cestas. A la vez, las onyces nos avisaron de que otras se asomaban en sus madrigueras en las ruinas que rodeaban la plaza. Les eché un rápido vistazo y luego preparé las manos para lanzar un hechizo. Si las ratas tenían práctica, quizá entendieran lo que estaba a punto de pasar.

—Así que... ¿Qué tal si cazamos un poco?

Los bichos que teníamos enfrente empezaron a enarbolar sus colas, temblequeantes, como esperando por si nos dábamos la vuelta. No esperaron mucho pues empezaron a separarse y a formar un arco. A nuestro favor quizá teníamos que si no reconocían a las onyces individuales como frágiles, tenían demasiados objetivos a los que prestar atención.
—Os quieren rodear; atentos.

A la vez, mantenía a las onyces alerta a mi espalda y por el aire. Estaban agrupadas en pequeños grupos esféricos, compactos. En cuanto diera la orden, saldrían disparadas hacia las colaespinas, a la cabeza y esquivando las púas a ser posible. Bueno, la "orden" era más un disparador que una orden verbal como tal. En cuanto pronuncié el hechizo de intangibilidad sobre mí, salieron disparadas contra las cabezas peludas.

—¡AL ATAQUE! —gritaron todas al cargar contra la primera lluvia de púas.

Las esferas, u ovnis como había decidido llamarles, se lanzaron contra tres de las colaespinas que estaban más cerca. Varias púas golpearon el suelo a mi alrededor e incluso me atravesaron y cayeron más atrás. De reojo vi que Dhelian había hecho lo mismo, así que me despreocupé del chico y me centré en la criatura más cercana que no estuviera sufriendo el acoso de los ovnis. Nos rodeaban ocho, así que...

—¡Tenéis cuatro para cada! ¡Vuelve a haber carne en el menú! —gritó una onyce por mí. La segunda frase se la había enseñado en el camino.

Con la intangibilidad lista y las ratas saturadas con las onyces y las estirges, pude elegir a una cualquiera y hacerla levitar... Hacia arriba con cierta velocidad hasta que la altura fue considerable y solté mi presa. No me preocupé en fijarme dónde caía sino que pasé a otra que me quedaba más cerca y a la que pude lanzar un hechizo de corte a su costado, aunque lo había ideado para acertar a la cabeza. La criatura se me volvió chillando y entonces uno de los ovnis le impactó en la cara. El golpe fue mínimo, pero las onyces se pegaron a sus ojos y mientras se debatía para sacudírselas, pude lanzarle un hechizo de impacto que la lanzó rodando hacia atrás. Ahora sí, antes de que se pudiera unir a la escaramuza otro hechizo de corte le hizo una cara nueva. En mi cabeza resonó el sonido que más me recordaba a esa palabra inglesa que significaba "disparo en la cabeza" mientras la malherida colaespina huía.

Eran como un pequeño ejercito alla a donde iban y eso que Dhelian no tenia aun demasiadas estirges, con el iban unas dieciséis en ese momento, una mas o una menos. Algunas se había quedado en Serpentaria ya que estaban criando, debía averiguar como hacer que crecieran mas rápido. Como brujo podría pero quería asegurarse que aquello no conllevara algún daño a estas, no le convenía que tuvieran un mal proceso de crecimiento. La pregunta de Alice atrajo su atención de vuelta al presente mientras  sobre su cabeza Hugin vigilaba alrededor.

-Pues un poco si -admitió pensando en como se vería toda negra, literalmente, aunque luego sonrió- Pero no es muy deferente de mi, aunque mi cambio de color fue obligado -señaló su piel gris, tirándose un suave pellizco en el brazo- Eso si, te parecerías mucho a una onyces ¿o es que eso quieres? -pregunto suponiendo que era eso- Si lo haces, ponte una lucecita en la frente o algo, porque no habrá forma de verte de noche -bromeó. Si quería hacer eso no le veía el problema, mientras el cambio de tonalidad de piel no supusiera comportarse igual que las onces que comandaba, perfecto.

-Solo, bueno, no dejes de ser Alice, incluso aunque seas Onyx para el resto. No quiero que te conviertas en una onyces mas alla del aspecto -añadió sonriendole un poco, no esperando que entendiera del todo. Habían conocido a Yip y lo que había pasado con su personalidad. Alice no era cambiante cierto, pero los brujos no es que estuvieran muy bien de la cabeza tampoco. El dominio afectaba a de algún modo al fin de cuentas, al menos a el por ejemplo con las cositas brillantes que le atraían mas igual que a sus estirges, así que tal vez pasara lo mismo con su compañera. 

No tardaron en llegar a la plaza de las colaespinas, dando un rodeo para evitar encontrarse con los recién cosechado y así evitar cualquier contra tiempo. Contra menos supiera de ellos por el momento menos lamentaría sus muertes o se encariñaría.

Las estirges no tardaron en localizar a las alimañas y comenzaron a agruparse en el cielo en torno al pequeño grupo que salio a su encuentro, manteniéndose a una distancia prudente. Dhelian se volvió intangible viendo que Alice hacía lo mismo. EL primer embate llego las agujas traspasaron a Dhelian y sus estirges volando a una buena altura no fueron tocadas, tras eso consiguieron separar a las colaespinas. Mientras ella y sus onyces luchaban a su peculiar forma, el lo hizo con las cuatro que quedaron a su alcance. Dhelian dejo una orden clara en la mente de las estirges, unas distraerían y otras atacarían. No tardaron en obedecer la simple y directa orden.

Estas comenzaron a volar a cierta altura lanzándose en picado contras las colaespinas esquivando las púas como podían, intentando traer su atención y confundirlas, manteniendo siempre una prudente distancia de sus ataques. Mientras algunas hacían eso, otras atacaban cuando se despistaban, algunas logrando acercarse y desgarrar la piel con sus garras y picos, ni aun así aquello salvo a una de las estirges de acabar como puercoespin a causa de las púas, herida de gravedad.

Una de las colaespinas logró salirse del ataque masivo de los picos y garras de las aves, pero no llego muy lejos. Dhelian le lanzo un hizo de levitación, dejándola colgando a unos tres metros sobre el suelo y cuatro de sus estirges se lanzaron contra la alimaña clavando sus picos y garras en su carne salpicando el suelo de sangre, mientras esta no dejaba de chillar.

Las colaespinas del suelo lanzaron sus púas contra las estirges intentando alejarlas, consiguiendo darle a una de ellas en el ala derecha, haciéndola caer herida al suelo sin poder volar. Antes de que la colaespina se lanzaran a por ella para terminar el trabajo, Dhelian se acerco rápidamente lanzandole un hechizo de impacto que la dejo aturdida al chocarse contra una pared cercana, el bicho logro recuperarse y cojeando salio corriendo huyendo del ataque. Quedaban dos.

Mientras me encargaba de las dos primeras, las otras habían estado defendiéndose de las onyces, lo cual no era realmente difícil. Pero claro, las sombras volaban y aunque fueran frágiles, eran bastante ágiles y podían juntarse varias tan rápido aquí o allá como separarse, alejarse, volver a unirse y contraatacar. No es que les hicieran daño, pero al menos las mantuvieron distraídas de mi pelea con las otras dos.

Por eso, en cuanto la segunda huyó malherida, le eché el ojo a una de las que quedaban. Primero la hice levitar, luego la hice intangible y la lancé contra la otra colaespina. Más específicamente hasta el punto de atravesarla y dejarla "dentro". Al segundo después de alejarse las onyces por precaución, deshice los dos hechizos y el resultado no fue nada bonito. Eso sí, mis sombras lo celebraron bastante, pero yo dejé de mirar lo que había quedado de las criaturas y di un par de vueltas sobre mí misma. Si decían que la violencia las atraía... ¿Vendrían algunas nuevas por algún lado? En un principio pensaba que aparecerían de la nada, cerca, según la pelea avanzase, pero no creía haber visto a ninguna.

Esperaría a que alguna apareciera o no mientras Dhelian acababa con las dos que quedaban. A mi intangibilidad le quedaba poco, por lo que decidí levitar a una altura de tres pisos por si las colaespinas pasaban del daeliciano, aunque no parecía que fuera a suceder. Las onyces supervivientes se me acercaron y esperaron al desenlace. No tenía ni idea de cuántas había perdido, pero en cuanto tuviera claro del todo cómo aparecían, tendría bastantes. Total, tenía que practicar magia, y ¿qué mejor que
hacerlo a muerte?

—Eh, hemos visto un edificio llamativo cerca de aquí. Quizá sea el que buscáis —me sorprendió una onyce que venía de explorar los alrededores.
—Vale, en cuanto Dhelian acabe nos guiarás.

Las dos colaespinas que quedaban se defendían con uñas y dientes. Dhelian atacó una de ellas con un hechizo de corte que dañó su cola, y esta, chillando, se lanzó contra la estirge herida, ya que contra el nada servia. Esta vez Dhelian no tuvo que hacer nada, pues la estirges se lanzaron contra la colaespina herida empujándola lejos de esta entre picotazos y aleteos furiosos, no sin que otra acabara asesinada por los dientes de la alimaña, siendo cruelmente vengada por el resto.
 
La otra que quedaba intento huir, pero Dhelian no se lo permitió haciéndola levitar y lanzandola cual balin contra aquella a las que unas pocas de sus estirges atacaba con furia, formándose en un momento un nudo de dientes, patas y chillidos mientras ambas alimañas intentando levantarse. Las estirges se alejaron de los cuerpos de las colaespinas al ver aquello y Dhelian aprovecho para lanzarles un hechizo de constricción al nudo de alimañas. Con este logró matar a una de estas rompiéndole el cuello y probablemente algún hueso mas; y a la otra dejarla inconsciente inconsciente, con la que termino con un simple corte profundo en el abdomen. No quedaba ninguna mas.
 
En el cielo la alimaña que había hecho levitar al inicio, cayo con peso plomo cubierta totalmente en sangre, habiendo sido un pequeño festín para las aves que volaron de vuelta al suelo para rapiñar del cadáver.
 
Dhelian suspiró viendo que dos de sus estirges acabaron muertas y una tercera herida de gravedad que no tardo en unirse a las muertas al ser incapaz de curarla. El brujo miro a las estirges caídas con resignación, volviendo su atención a aquellas heridas de menos gravedad. Tomó a una de estas, levantándola tras volverse tangible de nuevo al no haber mas colaespinas a la vista. Le saco las púas con cuidado mientras el ave graznaba. Las tenía clavada en el ala.

-Ya se que duele, aguanta un poco -murmuro realmente pensando en que debía terminar las anillas pronto para poder protegerlas aunque sea de aquellos tipos de ataque. Tras recibir varios picotazos mientras le sacaba las púas, consiguió conjurar un hechizo de curación sobre el ala lastimada. No estaba seguro de si esta sanaría adecuadamente, tendría que asegurarse mas tarde. Por lo pronto la dejo sobre su hombro, ya que era mejor que no intentara volar. Tras eso empezó a curar las heridas del resto mucho menos graves, poco mas que arañazos pues salvo la de su hombro, todas las demás podían volar. Tendría que hacer algo para que se reprodujeran mas rápido aparte de protegerlas o a la larga se quedaría sin dominio. 

Alice se reunió en cuanto terminó y una de sus onyce empezó a guiarles hacia un edificio que había atraído su atención y que tal vez podría ser el burdel.

-Esperemos que sea el burdel y no una de esas casas trampas- comento Dhelian con una leve risa, mientras en el cielo sus estirges volaban y vigilaban todo por si nuevas alimañas se acercaban.

Siguen en Burdel de Dama Espasmo

La tonta discusión entre los dos irrenses por ver quien cruzaba último la había mantenido dando saltos en el sitio, desesperada. La bañera se había alejado lo suficiente como para casi perderla de vista, pero la coreana no podía simplemente echar a correr y dejarlos atrás.

Una vez hubieron cruzado todos el patético puente y dejaron atrás la cicatriz, Rox procuró caminar deprisa, entre los primeros, para acelerar la marcha del grupo todo lo posible y así recuperar la distancia perdida. Por suerte el mobiliario de baño volador no era más veloz que un carrito de helados, y la humana podía notar que su velocidad disminuía por momentos.

—¿Soy yo o cada vez va más lento? —como si el espantapájaros que la conducía la hubiera oído, la bañera procedió a descender. Una sonrisa de satisfacción cubrió su rostro, pero fue rápidamente apartada por el olor que emitía la plaza a la que acababan de llegar.

A simple vista, no era más que una plaza cuadrada, cutre y maloliente. Le recordaba a los parques infantiles más recónditos de Australia, donde iba todo tipo de gente menos niños pequeños. A pesar de que la bañera estuviera en frente de sus narices, desaceleró la marcha. Olía como a la jaula de un hámster que lleva al menos tres semanas sin ser limpiada, y los restos de edificios de alrededor le ponían el pelo de punta: incluso más que el resto de las ruinas de la ciudad.

—No me gusta este sitio. —no le gustaba lo que había visto de Rocavarancolia, pero por su tono de voz era obvio que aquel en concreto, menos aún. Hizo gestos a los más pequeños, que habían encabezado la marcha tanto o más que ella, pidiendo que se detuvieran aunque fuera a mirar como quien va a cruzar la carretera.— Y no me creo que nos lo vayan a poner tan fácil.

Dio un paso adelante para observar mejor a su alrededor, pero el sonido de un "crack" le hizo dar dos pasos atrás para ver que había pisado, alarmada.
No había árboles cerca, por lo que la idea de haber pisado una rama se le antojó extraña, a pesar de que fue lo primero que se le vino a la mente. Aquello tenía un color marrón claro, casi amarillento, pero no se trataba de una ramita, sino de un trozo de hueso viejo astillado y mal mordisqueado.

—Señores, esto está lleno de huesos. —un gallo le quebró la voz al fijarse en que no había solo uno (el que había ido a pisar), sino un buen montón cerca de los escombros y varias entradas que parecían madrigueras. Al seguir hablando, lo hizo más bajo.— Cogemos la comida y nos largamos. No arméis escándalo...

Iba hacia el de la cicatriz para un segundo intento de acercamiento. Abrió la boca pero fue rápidamente cortado por el asiático que pregunto por su estado y le recomendó sentarse. Pocos segundos más tarde se acercó la hiperactiva, también con intención de animarle.

<<Tanto se me ha notado>> pensó para sí mismo. Odiaba esa especie de atención que le habían prestado, no quería sentirse como los niños pequeños que lloraban y no quería que se preocuparan por él, el no lo hacía ni haría por ellos. Le enfadaba que le trataran así. Se levanto de donde le había acomodado el humano, dio un largo y fuerte suspiro, y cambio su expresión a una más seria y calmada, manteniendo su miedo y nervios escondidos. Miró a los dos chicos y dijo:

-Estoy bien, no me pasa nada.- su tono podría haber sonado un poco cortante, pero a Hyung no le importó. Esto le había recordado porqué no le gustaba hablar. Poca gente le entendía y él se hacía difícil de tratar. Su hermana era la única con la que conectaba. Hyung era un coctel de sentimientos, añoranza, nervios, miedo, depresión, enfado... Ninguno era algo bueno. Siguieron andando manteniéndose Hyung ahora callado << ¿Para qué hablaría?>>.
 
  Por fin los niños llegaron a lo que parecía su destino. Se encontraban ante una plaza acorde con la ciudad, en ruinas y tenebrosa. Después de la fosa de cadáveres y gusanos gigantes todo era posible y eso no relajaba a Hyung. Aun más tenso ante aquel lugar nuevo y tétrico.  Por lo que podía ver a su alrededor los otros chicos tampoco se veían muy tranquilos, a excepción de aquellos que llevaban todo el tiempo excesivamente animados.
 
  Crack. Rox había pisado un hueso. Rápidamente el miedo volvió a imponerse al resto de sentimientos en Hyung. Al crack le siguió el sonido de un montón de animales corriendo hacía ellos. Ratas como perros de grande, de colas cubiertas de púas invadieron en manada la plaza, escondidas en sus multiples recovecos y escombros. Asomadas acechando a cualquiera que diera un paso hacia las cestas de comida que la bañera había traído. Un gran silenció y quietud  se apoderó de plaza, las ratas miraban a los visitantes, amenazantes preparadas para lanzarse a por éstos.

  Millo empezó a hablar a gran velocidad, proponía que tres de ellos salieran a por las cestas que pudieran y tiraran el resto para distraer a aquellas bestias. Hyung se echo hacia atrás mientras negaba con la cabeza. Estaba aterrado, no gritaba, no lloraba simplemente se mantuvo callado y serió, casi en trance paralizado por el miedo.

<< ¡Mi martillo!>> quizás no sirviera de nada, pero era un arma y él no pensaba ayudarles. Volvió rápido antes de que avanzaran más para entregarle a Rena, la que le parecía más fuerte, el martillo. Era muy probable no le sirviera de nada, tenía un brazo robótico que seguramente hacía más de arma que aquella herramienta. Pero conformándose con su contribución se volvió.
-Espero que no mueran...- dijo para sí mismo, detrás de todos -...sin ellos todos los demás somos fáciles de matar.

El grupo se puso en marcha de nuevo una vez hubieron cruzado todos, siguiendo el canto del espantapájaros que, por suerte, no se había alejado demasiado con su bañera. Milo avanzaba cerca de la cabeza de la formación, pendiente de los pasos de Adru y de que no se alejara demasiado de Neil. No había tardado en notar que la sinhadre era algo hiperactiva y, aunque le gustaba bastante su actitud lanzada, le preocupaba que aquello le causara problemas.
—Si que ha disminuido su velocidad —comentó en voz alta cuando la coreana compartió aquella impresión, observando las evoluciones de la extraña embarcación mientras ésta descendía en un espacio abierto algo más adelante.

La plazoleta en la que el peculiar marinero depósito las cestas con provisiones difería bastante de la que dominaba la fuente mágica: había mucha suciedad y estaba rodeada de casas ruinosas plagadas de agujeros. Aquel lugar no le inspiraba demasiada confianza, pero solo detuvo sus pasos del todo cuando el terrible hedor saturó su sistema olfativo.
—No tan deprisa, capitana —murmuró, sujetando a Adru por la parte trasera de su poncho cuando esta hizo amago de salir disparada hacia la comida. La advertencia de Neil y sus reflejos acababan de evitar un desastre—, primero hay que evaluar la situación. ¿No crees que parece demasiado fácil? —le preguntó, reteniéndola a su lado y haciéndose eco de las palabras de Rox—. En ninguna gran aventura que se precie se pone el premio al alcance de la mano. —prosiguió, pendiente de los movimientos de la coreana.

La muchacha apenas había dado un paso hacia delante cuando el sonido de un hueso astillado resonó por toda la plaza, advirtiendo a sus habitantes de la presencia de intrusos. Un leve murmullo llenó el lugar desde diferentes direcciones y una piedrecilla rodó hasta una de las cestas, disparando las alarmas de los cosechados.
—Mierda —masculló para sí cuando el primer colaespina se dejó ver, pues el lenguaje corporal de la criatura era bastante elocuente y no era para nada amistoso—. Necesitamos esa comida, pero dudo que quieran compartirla, y si nos descuidamos nos añadirán al menú. —se dijo en voz baja, sin prestar atención a las palabras de los demás. Continuar sin suministros no era una opción.

Era consciente de que más de aquellos seres se escondían entre los escombros, acechándoles, pero contaba con que no fueran demasiado inteligentes.
—Está bien, escuchadme un momento. Si tres de nosotros avanzamos despacio hacia la comida, evitando los movimientos bruscos, seguramente recorramos la mitad del camino sin problemas —planteó de forma apresurada, su mente trabajando a toda velocidad—. Llegado el momento nos lanzamos a por las cestas, cogemos una cada uno, y derribamos el resto para que los bichos se entretengan mientras corremos en dirección contraria. Hay bastantes cascotes que pueden servir de arma arrojadiza si es necesario, pero no podemos irnos con las manos vacías —opinó—. Los demás esperaran aquí, listos para salir por patas, y Adru será la encargada de mantenerlos a salvo, ¿de acuerdo? Es una misión muy importante. —le encomendó a la sinhadre, revolviéndole el pelo ligeramente. Quería mantener a la niña lejos del peligro, pero si no le daba una buena razón estaba seguro de que se ofrecería para sustraer una de las cestas.

Solo restaba que se ofrecieran dos voluntarios.

El hedor de la plaza golpeó a Rena en la cara antes siquiera de que acabase la calle. Habían visto a la bañera aminorar y empezar a bajar, y eso había animado a la irrense... durante un par de minutos. Ahora compartía la inquietud y desconfianza de sus compañeros.

Sus miedos se confirmaron cuando con un pequeño descuido de Rox tuvieron a una horda de bichos acechándoles, con un ejemplar enviado como avanzadilla. Era grande, era feo, y parecía muy cabreado. Por supuesto, la cria culo-inquieto no perdió tiempo para lanzarse hacia su muerte, interceptada, afortunadamente, por Milo.

-Yo me ofrezco.- dijo. No era rápida, pero podía cargar más de una cesta y si hacía falta pegarle una patada al bicho.

Uno de los chavales le entregó un martillo que no sabía de donde se había sacado. ¿Para qué llevaba un martillo? ¿Era carpintero en su mundo? No le dio muchas vueltas y lo aceptó dándole las gracias. Se acercó a una de las casas cercanas de la calle que acababan de recorrer y usó la parte de atrás del martillo para arrancar una puerta de sus goznes, agarrándola por el pomo, a modo de escudo. Luego le devolvió el martillo a Hyung y le hizo una seña a Milo. Estaba lista para avanzar.

Lo hicieron, lentamente, vigilando a los bichos, atentos a cada uno de sus movimientos.

Adrune no compartía las opiniones de Rox acerca de aquella plaza, que para ella poco se diferenciaba de la que tenía la fuente mágica en que no había tal fuente. Siguió con la mirada la trayectoria de la bañera y dio un bote en el sitio al darse cuenta de que estaba aterrizando, dispuesta a lanzarse a por ella en cuanto tuviera la oportunidad. La advertencia de Rox le hizo frenarse en seco pensando qué quería decir con que había huesos, ¿no acababan de ver un montón de ellos ya? Aquellos eran de pequeño tamaño  y probablemente perteneciesen a roedores u otros animales similares. Estaba a punto de decir que probablemente habría madrigueras de depredadores de ratones en las cercanías cuando los propios ratones surgieron de entre los escombros. A la sinhadre le llamaron la atención enseguida, pero su temeridad no incluía tratar de atrapar a algo cubierto de pinchos por todas partes. Especialmente porque ya lo había intentado en otra ocasión y le había costado caro, y no contaba con métodos alternativos para evitar pincharse, por lo que se limitó a hacer una observación.
—A lo mejor son ratas caníbales y se comen entre ellas —sugirió hilando en voz alta sus anteriores pensamientos sobre los huesos que había esparcidos por el suelo.

En cualquier caso, la edeel quiso lanzarse a por la comida cuanto antes y sin tener en cuenta los cada vez más numerosos roedores con espinos que se congregaban alrededor de su objetivo, cuando fue detenida por un tirón en su poncho. Escuchó sus palabras con interés, cruzando un brazo bajo el pecho y dándose golpecitos en la cara con el otro.
—¡Tienes razón! Seguramente haya algún truco. Claro, los ratones pinchudos se quieren quedar nuestra comida y los depredadores son otros —concluyó finalmente. Lo siguiente que dijo el aurva con hocico captó aún más su interés y en cuanto escuchó la palabra “misión” asintió enérgicamente—. ¡Déjamelo a mí, comandante! —Exclamó dándose unos golpecitos en el pecho con el pulgar y orgullosa de que se hubiese referido a ella como “capitana”.

Así pues, la chica se atrasó unos pasos y recorrió con la mirada a Eitne, Nime, Neil –a quien contaba entre los pequeños a pesar de que tenía su misma edad- y a la diminuta niña calva.
—Colocaros detrás de mí, tengo la misión de protegeros —ordenó a los cadetes a su cargo con los brazos en jarras.
Cuando observó, con admiración, como la edeel con hocico se hacía con una puerta para usarla como escudo, recordó que ella no disponía de ningún arma por lo que no sin antes advertir a sus cadetes que no se movieran del sitio, se acercó casi esprintando hacia la casa abandonada ahora sin puerta y cogió el primer madero de tamaño aceptable que podía manejar de entre los escombros para regresar a su puesto a la misma velocidad, blandiendo su “arma” frente a sí.

En cuanto Hyung me respondió supe que no había sido buena idea preguntar. Estaba intentando ser amable e intentar socializarme, pero no salió muy bien. –En fin…- di un suspiro y me quedé mirando la fosa, seguía poniéndome los pelos de punta, aunque supuse que debía acostumbrarme, ya que por lo visto, me iba a tocar estar un año en aquella ciudad. Cuando por fin estuvimos todos, la comitiva se puso otra vez en marcha detrás de la bañera. Me quedé un poco mirando la cicatriz, con la mente en blanco, y seguí a mis compañeros.

No me costó alcanzar la cabeza del grupo que se habían dado cuenta de que la bañera iba más despacio hasta que llegó a parase en una plaza. Un olor muy fuerte me llego a la nariz, olía a corral sucio. Me fijé en las estructuras que se repartían alrededor de la plaza. En ese momento Rox piso algo y un fuerte sonido retumbo en la plaza. Al observar que había pisado me di cuenta de que el suelo estaba cubierto de huesos. <<En este sitio solo hay huesos y edificios en ruinas>>

Otro sonido proveniente de la plaza me hizo levantar la cabeza y ver los animales que acababan de aparecer, Parecían una mezcla entre ratas y puercoespines pero más grande de lo normal. Esa situación no me daba ninguna buena espina . Milo sugirió un plan, no tenía mala pinta pero no me terminaba de convencer. Si, necesitábamos la comida, pero también estar vivos. Milo, Rena y Rox avanzaron lentamente armados solo con una puerta. Me agaché y cogí un hueso roto que tenía punta no creí que me fuese a servir mucho pero al menos era algo. Cuando me levanté mas bichos salieron de entre los escombros, y algo silbó en el aire seguido de un golpe. No llegué a distinguir que era pero las criaturas no parecían contentas con la entrada de los intrusos en su nido. Como todo gamer sabía, entrar en una mazmorra sin equipamiento no era buena idea.

-Adru, no te separes de Neil, Nime, quédate cerca. El resto preparaos para salir corriendo si hace falta. Esto no me gusta nada.- Me acerque a Eitne, me preocupaba que el pequeño hiciese lo mismo que llevaba haciendo hasta ahora en vez de correr si era necesario.

Por fin consiguieron pasar todos por el condenado puente y de paso Pam averiguó los nombres que le faltaba por saber. <<Creo que solo quedo yo por presentarme, aunque igual no preguntaron>> fue el vago pensamiento de la mona del queso cuando volvieron  a perseguir a la bañera. Esta ultima por fin decidió descender en una plaza pero antes siquiera de poder acercarse ala comida, hicieron aparición unas extrañas ratas con púas. Puede que extrañas para el resto, pero no para Pam que estaba acostumbrada a ver bichejos aun mas peculiares. La niña se puso nerviosa, retrocediendo un paso mas preocupada por el tamaño de esos animales, que bien eran algo mas de medio cuerpo suyo, que por el aspecto.

<<Mira que lo sabia...al final si aparecieron los roedores>> pensó la niña fastidiada cuando Milo puso en marcha el plan y este, Rox y Rena con una puerta como escudo intentaron acercarse a las cestas de comida, protegidas por aquellas criaturas que iban incrementando en número. El lanzamiento de las púas hizo a Pam pegar un bote y sacara su cuchillo por reflejo. Algo inútil realmente si esos animales podían atacar desde la distancia. <<Pero solo ataco una...si quisieran podrían ensartarlos, todas tienen púas.>> No había manera de obtener la cestas si todas decidían lanzar las púas, no con ese trozo de madera medio podrido.
Aun así Adru se hizo con ese madero, dispuesta a defenderles al parecer, al igual que el chico de la cicatriz en la cara. No era suficiente.

-Si todos las ratas están centrados en ellos, les va a costar mas trabajo coger las cestas -comentó Pam desde detrás de Adru y hablando por primera vez al grupo, y no para si misma, desde que Milo le dio la sudadera. Ella también estaba en peligro allí y si se morian los tres que parecían mas fuerte sería un desastre- Hay que distraerlas por un momento- murmuro la niña mirando alrededor buscando inspiración y sin dejar de sostener el cuchillo, cogió alguno huesesillos en su mano para mostrárselos, teniendo una idea bastante sencilla- Podemos usar los huesos para hacer que se fijen en otra parte por un momento, lanzandolos al suelo o las paredes, lejos de nosotros. -dijo mirando al grupo mas nutrido que se había quedado aparte. No sabía bien porque hacía eso, salo que quería sobrevivir y empezaba a tener hambre. Apenas tenia un martillo, un cuchillo, maderos y huesos para defenderse, así que había que improvisar.

Tras decir eso,lanzo los huesecillos con todas sus fuerzas contra una de las paredes de una casa cercana, haciendo apenas el ruido de un crujido.

-Lanzar los huesos -pidió la mona del queso, que aunque no sabia si funcionaria, tal vez consiguiera que las ratas mirasen a otro lado, cogiendo mas huesos para poder tirarlos.

Tal como sucedía en las películas, el crujir del hueso alertó a los depredadores de la zona. Montones de ojos asomaron desde los recovecos y las entradas a las madrigueras, lo cual confirmó el miedo de la surcoreana. Si en Australia cualquier bicho podía matarte, en aquella ciudad no quería ni pensarlo. Los demonios de Tasmania eran más o menos del mismo tamaño y a nadie se le ocurría acercarse ni siquiera a uno solo; peor todavía a cientos. Y si algo tan inofensivo como un ornitorrinco era venenoso, a saber que podría hacer una rata-espín de Rocavarancolia.

Masculló un "lo siento" por lo bajo, sintiendo que era culpa suya haberlos despertado, dando por reacción natural unos pasos más atrás con movimientos lentos.
No podían dejar la comida allí, y mucho menos con la posibilidad de que no fueran lenguas de bebé lo que asomaba por los bordes de la cesta. Este pensamiento le recordó que lo único que había comido había sido un bollo que Milo le había dado: algo tenía que hacer para compensarle eso y la parka que le había prestado, y algo bueno por lo que empezar era ayudando en su plan.

—Voy con vosotros. —A pesar de que no tenía nada útil con lo que defenderse o atacar a un ser lleno de pinchos, no iba a observar como dos de sus compañeros se arriesgaban para mantenerse en el sitio sin hacer nada. Con su velocidad, quizás podría coger una cesta antes de recibir un mordisco.

Así pues, los tres comenzaron a caminar a paso lento, protegidos por la puerta que Rena llevaba a modo de escudo. La irrense era un verdadero tanque, y le alegraba tenerla en el grupo en una ocasión como esa. Rox recordó entonces un documental en el que un pequeño grupo de una tribu africana lograba robarle la comida a los leones con solo acercarse a ellos sin miedo. Con la seguridad con la que habían avanzado, los grandes felinos se habían limitado a alejarse y dejarles marchar con la comida, pero...
Aquellas ratas no funcionaban con la misma lógica.

Un ruido cortó el aire, seguido del sonido de la madera de la puerta siendo astillada y el cuchicheo cada vez más intenso de los roedores. Un proyectil había ido a dar a una zona carcomida de la madera, dejando ver un pequeño trozo del otro extremo de la punta de una aguja atravesándola, casualmente del lado en el que ella estaba.

—Sigamos adelante. Acelerad el paso. —trató de mantener firme la voz, pero era obvio que se le estaba a punto de quebrar por la creciente duda de que tan buena idea era. El crujido de los huesos lanzados por Pam le hizo envalentonarse, sabiendo que al menos tenían apoyo detrás— Cuando lleguemos a la comida, salimos corriendo. Milo y yo podemos intentar coger dos cestas cada uno mientras tú, Rena, cubres con la puerta. Para salir corriendo cargada creo que lo mejor es que se la tires luego encima... —cogió aire, tensa. Su cerebro trabajaba a toda prisa, reproduciendo en bucle la idea de Milo, pero se trancaba como un ordenador con demasiados programas abiertos—. Haced mucho ruido. Pateamos las cestas, le tiras la puerta, corremos y gritamos alto. A algunos animales les intimida.

«O les cabrea.»

Cada vez más cerca de las cestas, les dedicó a ambos una sonrisa nerviosa antes de dar un consejo inútil, sin despegar la vista del frente.

—Y cuidado con los pinchos.


Con un gesto rápido una vez tuvieron las provisiones a una distancia segura, la coreana se lanzó a por una de las cestas, sorprendiéndose gratamente por el peso que tenía y el ligero olor a especias que desprendían en conjunto. Ahora solo le quedaba coger otra y huir con los dos irrenses.