Plaza de los Colaespina

Adrune no compartía las opiniones de Rox acerca de aquella plaza, que para ella poco se diferenciaba de la que tenía la fuente mágica en que no había tal fuente. Siguió con la mirada la trayectoria de la bañera y dio un bote en el sitio al darse cuenta de que estaba aterrizando, dispuesta a lanzarse a por ella en cuanto tuviera la oportunidad. La advertencia de Rox le hizo frenarse en seco pensando qué quería decir con que había huesos, ¿no acababan de ver un montón de ellos ya? Aquellos eran de pequeño tamaño  y probablemente perteneciesen a roedores u otros animales similares. Estaba a punto de decir que probablemente habría madrigueras de depredadores de ratones en las cercanías cuando los propios ratones surgieron de entre los escombros. A la sinhadre le llamaron la atención enseguida, pero su temeridad no incluía tratar de atrapar a algo cubierto de pinchos por todas partes. Especialmente porque ya lo había intentado en otra ocasión y le había costado caro, y no contaba con métodos alternativos para evitar pincharse, por lo que se limitó a hacer una observación.
—A lo mejor son ratas caníbales y se comen entre ellas —sugirió hilando en voz alta sus anteriores pensamientos sobre los huesos que había esparcidos por el suelo.

En cualquier caso, la edeel quiso lanzarse a por la comida cuanto antes y sin tener en cuenta los cada vez más numerosos roedores con espinos que se congregaban alrededor de su objetivo, cuando fue detenida por un tirón en su poncho. Escuchó sus palabras con interés, cruzando un brazo bajo el pecho y dándose golpecitos en la cara con el otro.
—¡Tienes razón! Seguramente haya algún truco. Claro, los ratones pinchudos se quieren quedar nuestra comida y los depredadores son otros —concluyó finalmente. Lo siguiente que dijo el aurva con hocico captó aún más su interés y en cuanto escuchó la palabra “misión” asintió enérgicamente—. ¡Déjamelo a mí, comandante! —Exclamó dándose unos golpecitos en el pecho con el pulgar y orgullosa de que se hubiese referido a ella como “capitana”.

Así pues, la chica se atrasó unos pasos y recorrió con la mirada a Eitne, Nime, Neil –a quien contaba entre los pequeños a pesar de que tenía su misma edad- y a la diminuta niña calva.
—Colocaros detrás de mí, tengo la misión de protegeros —ordenó a los cadetes a su cargo con los brazos en jarras.
Cuando observó, con admiración, como la edeel con hocico se hacía con una puerta para usarla como escudo, recordó que ella no disponía de ningún arma por lo que no sin antes advertir a sus cadetes que no se movieran del sitio, se acercó casi esprintando hacia la casa abandonada ahora sin puerta y cogió el primer madero de tamaño aceptable que podía manejar de entre los escombros para regresar a su puesto a la misma velocidad, blandiendo su “arma” frente a sí.

En cuanto Hyung me respondió supe que no había sido buena idea preguntar. Estaba intentando ser amable e intentar socializarme, pero no salió muy bien. –En fin…- di un suspiro y me quedé mirando la fosa, seguía poniéndome los pelos de punta, aunque supuse que debía acostumbrarme, ya que por lo visto, me iba a tocar estar un año en aquella ciudad. Cuando por fin estuvimos todos, la comitiva se puso otra vez en marcha detrás de la bañera. Me quedé un poco mirando la cicatriz, con la mente en blanco, y seguí a mis compañeros.

No me costó alcanzar la cabeza del grupo que se habían dado cuenta de que la bañera iba más despacio hasta que llegó a parase en una plaza. Un olor muy fuerte me llego a la nariz, olía a corral sucio. Me fijé en las estructuras que se repartían alrededor de la plaza. En ese momento Rox piso algo y un fuerte sonido retumbo en la plaza. Al observar que había pisado me di cuenta de que el suelo estaba cubierto de huesos. <<En este sitio solo hay huesos y edificios en ruinas>>

Otro sonido proveniente de la plaza me hizo levantar la cabeza y ver los animales que acababan de aparecer, Parecían una mezcla entre ratas y puercoespines pero más grande de lo normal. Esa situación no me daba ninguna buena espina . Milo sugirió un plan, no tenía mala pinta pero no me terminaba de convencer. Si, necesitábamos la comida, pero también estar vivos. Milo, Rena y Rox avanzaron lentamente armados solo con una puerta. Me agaché y cogí un hueso roto que tenía punta no creí que me fuese a servir mucho pero al menos era algo. Cuando me levanté mas bichos salieron de entre los escombros, y algo silbó en el aire seguido de un golpe. No llegué a distinguir que era pero las criaturas no parecían contentas con la entrada de los intrusos en su nido. Como todo gamer sabía, entrar en una mazmorra sin equipamiento no era buena idea.

-Adru, no te separes de Neil, Nime, quédate cerca. El resto preparaos para salir corriendo si hace falta. Esto no me gusta nada.- Me acerque a Eitne, me preocupaba que el pequeño hiciese lo mismo que llevaba haciendo hasta ahora en vez de correr si era necesario.

Por fin consiguieron pasar todos por el condenado puente y de paso Pam averiguó los nombres que le faltaba por saber. <<Creo que solo quedo yo por presentarme, aunque igual no preguntaron>> fue el vago pensamiento de la mona del queso cuando volvieron  a perseguir a la bañera. Esta ultima por fin decidió descender en una plaza pero antes siquiera de poder acercarse ala comida, hicieron aparición unas extrañas ratas con púas. Puede que extrañas para el resto, pero no para Pam que estaba acostumbrada a ver bichejos aun mas peculiares. La niña se puso nerviosa, retrocediendo un paso mas preocupada por el tamaño de esos animales, que bien eran algo mas de medio cuerpo suyo, que por el aspecto.

<<Mira que lo sabia...al final si aparecieron los roedores>> pensó la niña fastidiada cuando Milo puso en marcha el plan y este, Rox y Rena con una puerta como escudo intentaron acercarse a las cestas de comida, protegidas por aquellas criaturas que iban incrementando en número. El lanzamiento de las púas hizo a Pam pegar un bote y sacara su cuchillo por reflejo. Algo inútil realmente si esos animales podían atacar desde la distancia. <<Pero solo ataco una...si quisieran podrían ensartarlos, todas tienen púas.>> No había manera de obtener la cestas si todas decidían lanzar las púas, no con ese trozo de madera medio podrido.
Aun así Adru se hizo con ese madero, dispuesta a defenderles al parecer, al igual que el chico de la cicatriz en la cara. No era suficiente.

-Si todos las ratas están centrados en ellos, les va a costar mas trabajo coger las cestas -comentó Pam desde detrás de Adru y hablando por primera vez al grupo, y no para si misma, desde que Milo le dio la sudadera. Ella también estaba en peligro allí y si se morian los tres que parecían mas fuerte sería un desastre- Hay que distraerlas por un momento- murmuro la niña mirando alrededor buscando inspiración y sin dejar de sostener el cuchillo, cogió alguno huesesillos en su mano para mostrárselos, teniendo una idea bastante sencilla- Podemos usar los huesos para hacer que se fijen en otra parte por un momento, lanzandolos al suelo o las paredes, lejos de nosotros. -dijo mirando al grupo mas nutrido que se había quedado aparte. No sabía bien porque hacía eso, salo que quería sobrevivir y empezaba a tener hambre. Apenas tenia un martillo, un cuchillo, maderos y huesos para defenderse, así que había que improvisar.

Tras decir eso,lanzo los huesecillos con todas sus fuerzas contra una de las paredes de una casa cercana, haciendo apenas el ruido de un crujido.

-Lanzar los huesos -pidió la mona del queso, que aunque no sabia si funcionaria, tal vez consiguiera que las ratas mirasen a otro lado, cogiendo mas huesos para poder tirarlos.

Tal como sucedía en las películas, el crujir del hueso alertó a los depredadores de la zona. Montones de ojos asomaron desde los recovecos y las entradas a las madrigueras, lo cual confirmó el miedo de la surcoreana. Si en Australia cualquier bicho podía matarte, en aquella ciudad no quería ni pensarlo. Los demonios de Tasmania eran más o menos del mismo tamaño y a nadie se le ocurría acercarse ni siquiera a uno solo; peor todavía a cientos. Y si algo tan inofensivo como un ornitorrinco era venenoso, a saber que podría hacer una rata-espín de Rocavarancolia.

Masculló un "lo siento" por lo bajo, sintiendo que era culpa suya haberlos despertado, dando por reacción natural unos pasos más atrás con movimientos lentos.
No podían dejar la comida allí, y mucho menos con la posibilidad de que no fueran lenguas de bebé lo que asomaba por los bordes de la cesta. Este pensamiento le recordó que lo único que había comido había sido un bollo que Milo le había dado: algo tenía que hacer para compensarle eso y la parka que le había prestado, y algo bueno por lo que empezar era ayudando en su plan.

—Voy con vosotros. —A pesar de que no tenía nada útil con lo que defenderse o atacar a un ser lleno de pinchos, no iba a observar como dos de sus compañeros se arriesgaban para mantenerse en el sitio sin hacer nada. Con su velocidad, quizás podría coger una cesta antes de recibir un mordisco.

Así pues, los tres comenzaron a caminar a paso lento, protegidos por la puerta que Rena llevaba a modo de escudo. La irrense era un verdadero tanque, y le alegraba tenerla en el grupo en una ocasión como esa. Rox recordó entonces un documental en el que un pequeño grupo de una tribu africana lograba robarle la comida a los leones con solo acercarse a ellos sin miedo. Con la seguridad con la que habían avanzado, los grandes felinos se habían limitado a alejarse y dejarles marchar con la comida, pero...
Aquellas ratas no funcionaban con la misma lógica.

Un ruido cortó el aire, seguido del sonido de la madera de la puerta siendo astillada y el cuchicheo cada vez más intenso de los roedores. Un proyectil había ido a dar a una zona carcomida de la madera, dejando ver un pequeño trozo del otro extremo de la punta de una aguja atravesándola, casualmente del lado en el que ella estaba.

—Sigamos adelante. Acelerad el paso. —trató de mantener firme la voz, pero era obvio que se le estaba a punto de quebrar por la creciente duda de que tan buena idea era. El crujido de los huesos lanzados por Pam le hizo envalentonarse, sabiendo que al menos tenían apoyo detrás— Cuando lleguemos a la comida, salimos corriendo. Milo y yo podemos intentar coger dos cestas cada uno mientras tú, Rena, cubres con la puerta. Para salir corriendo cargada creo que lo mejor es que se la tires luego encima... —cogió aire, tensa. Su cerebro trabajaba a toda prisa, reproduciendo en bucle la idea de Milo, pero se trancaba como un ordenador con demasiados programas abiertos—. Haced mucho ruido. Pateamos las cestas, le tiras la puerta, corremos y gritamos alto. A algunos animales les intimida.

«O les cabrea.»

Cada vez más cerca de las cestas, les dedicó a ambos una sonrisa nerviosa antes de dar un consejo inútil, sin despegar la vista del frente.

—Y cuidado con los pinchos.


Con un gesto rápido una vez tuvieron las provisiones a una distancia segura, la coreana se lanzó a por una de las cestas, sorprendiéndose gratamente por el peso que tenía y el ligero olor a especias que desprendían en conjunto. Ahora solo le quedaba coger otra y huir con los dos irrenses.

El miembro 'Yber' ha efectuado la acción siguiente: Número Aleatorio

'Dado de 100 caras' : 19

Rena miró la espina que sobresalía en su lado de la puerta, solo por el rabillo del ojo. Hizo todo lo posible para mantener la compostura, y respirar hondo para seguir avanzando. Oyó ruidos que no venían de las ratas, los que se habían quedado atrás estaban intentando distraerlas. Sonrió.

Alcanzaron las cestas, que para su alivio estaban llenas de comida de aspecto bastante normal. Rox se lanzó a por la primera cesta, provocando que las ratas les lanzasen una tanda de púas. Por suerte ninguna les dio. Rena intentaba cubrir a sus compañeros con la puerta lo mejor que podía.

-No pienso tirarle a esos bichos nuestro único escudo.- replicó Rena.- Y no hagais mucho ruido, a lo mejor los demás consiguen distraerlos. Coged las más llenas, todo lo que podáis, y rápido.

La tranquilidad de la irrense se iba desvaneciendo por momentos. Los bichos venían a por ellos. Agarró una de las cestas y la lanzó con todo su contenido, con la esperanza de que al menos distrajera a las ratas lo justo para poder salir corriendo.

-Hay que irse. ¡Ya!

Cuando aparecieron aquellos animales raros, Zob pensó que morirían, así de simple y  sencillo. El desánimo estaba por hacerlo caer al suelo, junto con Eitne y Neil, cuando los demás empezaron a moverse. No los dejaría ahí solos, incluso cuando su corazón se aceleró con las púas que lanzaron hacia Rox. Inconscientemente  recogió lo que tenía a mano y se movió hacia un costado. Deberían llamar la atención del resto para tener una oportunidad, pero aunque Pam ya estaba lista para comenzar, no pudo contenerse y lanzando un grito soltó lo que tenía en sus manos hacia las bestias que habían comenzado a correr.

-Tenemos que irnos- dijo mientras buscaba mas proyectiles -vamos por ese lado

Comenzó a moverse hacia los demás mientras seguía lanzado cosas, unas más inútiles que otras, y mirando de reojo hacia Adru, Pam y el resto. No tenían mucho de donde escoger, y de todas maneras parecía que aquella ciudad tenía lugares cada vez peores. Mientras se reunían todos en la entrada de una calle aleatoria vio que los chicos traían algunas de las cestas, no hubo tiempo de ver si había lenguas de bebe o no. Pero aunque se le paso por la cabeza, no era momento para eso.

-Corred!!

Estaban allí todos, con los animales tras ellos cuando echaron a correr por una calle. Zob estaba asustado, cansado, pero también feliz por estar vivo con sus compañeros adentrándose en la ciudad.

Rena y Rox se ofrecieron voluntarias y, en cuanto la irrense se hizo con una puerta desvencijada que les serviría de escudo, empezaron a andar en dirección a las cestas. La primera espina se clavó con un sonoro chasquido contra el trozo de madera como advertencia, revolucionando visiblemente a los roedores, pero aunque la situación resultaba aterradora no podían dejar la comida atrás.
—Puedo con dos cestas, si. —fue lo único que respondió a las palabras de la surcoreana, acelerando el paso para alcanzar cuanto antes su objetivo.

Sus compañeros, desde la retaguardia, trataron de distraer a algunos colaespinas lanzando piedras y huesos contra las paredes, gesto que el hacker apreció en su fuero interno. Aquella acción les permitió alcanzar los suministros sin más percances, pero en cuanto la medio australiana birló una cesta con un movimiento rápido, aquello bichos le lanzaron una lluvia de espinas.
—Algo me dice que no están muy contentos. —comentó con una amplia sonrisa, localizando los dos canastos más grandes y lanzándose a por ellos.

El norteño sujetó las asas con rapidez y tiró de ellas, pateando una de las cestas que se quedaban atrás en dirección a los roedores que ya se les echaban encima. La comida salió despedida con fuerza y, sin que Rena lo tuviera que decir dos veces, Milo echó a correr con lo suministros, asegurándose antes de las dos muchachas no se quedaban atrás. Si aquella situación tenía algo de bueno era sin duda la naturaleza de su carga, pues aunque la canción del espantapájaros les había inducido a error la comida parecía completamente normal.

Después de superar todos sus dudas y cruzar por el tablón, pronto lo dejaron atrás. Probablemente muchos no querrían volver a pasar por allí en la vida, pero Nime no veía tanto problema si lo hacían uno a uno y con cuidado. Además, habían querido cruzar por el primer lugar que encontraron para no perder de vista la bañera, podía haber otras pasarelas o puentes o, simplemente, podían encontrar el final de la grieta.

Apretaron el paso para recuperar el tiempo perdido, y Nime se mantuvo cerca de los llorones y la chica que había encabezado su paso por el tablón. No intentó entablar conversación de nuevo, pero los miraba con curiosidad, alternativamente con la bañera. Siguieron así un buen rato, hasta que, en una plaza que olía a estiércol, el vehículo dejó caer las cestas que eran su carga. Nime sonrió al darse cuenta de que lo habían conseguido. Jugar al gato y al ratón con la bañera había parecido divertido, pero se había acabado convirtiendo en un paseo bastante aburrido, salvando el paso por la fosa común.

Se arrepintió enseguida de haber creído que las cosas eran tan sencillas. Al parecer no eran los únicos interesados en la comida. Los roedores grandes y espinosos que salieron a recibirlos tenían un aspecto bastante más agresivo que los animales salvajes del entorno en que había vivido la niña. En apenas un momento los mayores ya se habían organizado para rescatar parte de la comida. Nime pensó que estarían bien, que parecían muy eficientes, incluso se ofendió por que la metieran en el saco de los débiles a los que había que defender. En el fondo sabía que no podría ni correr como era debido cargando una de aquellas cestas, pero le parecía demasiado indigno admitirlo.
—¿Protegerme? No hace falta, tengo que demostrar mi valor yo sol… —había empezado a replicarle a Adru, justo cuando fue lanzada la primera espina. Nime calló en mitad de la frase, recapacitando «Bueeeno, tampoco pasa nada si que me quedo aquí».

Admiraba la valentía de los que habían ido a por las cestas, y realmente echó de menos no ser más grande y más fuerte para que no la dejasen atrás. Cuando la enana les dijo de lanzar huesos y piedras, Nime intentó ayudar con ello, aun si no significaba gran cosa. Además, se quedó con un par de piedras más grandes en la mano para tener algo que arrojar en caso de necesidad. «Aquí los animales son muy raros… pero si no fuesen así la prueba sería muy fácil». Que se lo tomase con filosofía no quería decir que disfrutase de la situación, porque el peligro que suponían aquellos roedores era muy real, especialmente por sus espinas arrojadizas.

El robo de las cestas desató una lluvia de proyectiles que los puso a todos a correr. Nime estaba preocupada por los que iban delante –ahora atrás–, pero lo único que podían hacer era intentar no rezagarse ni ser ella quien se comiese las espinas. Estaba cansada, aunque no quisiera admitirlo, y enseguida empezó a notar que seguir el ritmo de los demás no era tan sencillo.
—¡Malditos patilargos! —gritó, frustrada.

Neil siguió al grupo hasta que la bañera tomo tierra en una plaza llena de huesos. El aurva echó a temblar de nuevo “Oh, luces, eso significa que hay un depredador cerca, ¿no?” pensó con alarma escondiéndose más detrás de Adrune, por lo que pudo notar al instante cuando su edeel hizo amago de saltar hacia las cestas.

- ¡Adru, no!- exclamó casi de forma dramática.

Para su suerte, Milo supo convencerla para que no lo hiciera dándole una misión de protegerlos. Neil se apretó más contra Eitne y esperó a que los tres mayores, que habían decidido entrar en la plaza a por la comida, volvieran con ella. El aurva sabía que había animales ahí, tanto por los ruidos que oía como por lo que sus compañeros decían, pero él no era capaz de mirar en esa dirección, consiguiendo únicamente que su imaginación volara hacia roedores con diez patas, tentáculos, millones de dientes y miradas feroces. “Oh, luces, oh, luces, van a comernos, vamos a morir” pensaba frenéticamente.

La chica pequeñita y calva sugirió que tiraran huesos para distraer a los animales y Neil recogió el hueso más próximo a él, temblando y nervioso, y lo tiró lo más lejos que su estado le permitió, lo que resultó ser bastante más cerca de lo que se esperaba, por lo que su miedo aumentó. “Oh, luces, oh, luces, van a venir aquí. Por mi culpa. Vamos a morir”

De repente, el grupo comenzó a moverse, alarmados por algo que los bichos estaban haciendo. Si Neil ya había decidido con anterioridad no mirarlos, todo aquello le terminó de convencer de que lo mejor era darse la vuelta, echar a correr y no mirar atrás. Y fue precisamente eso lo que hizo, siguiendo de cerca el grueso del grupo, pero perdiéndolo por momentos por su escasa velocidad. “Oh, luces, oh, luces, me van a alcanzar, ¡voy a morir!” pensaba aterrorizado, viendo en su mente aquellos roedores que habían aumentado algunos metros ya en su imaginación devorándolo sin piedad.

Eitne volvió a llorar, nada inesperado. No le gustaba nada de lo que se encontraban. El rio de huesos, la cancioncilla desagradable que se les estaba quedando pegada, lo que fuera que pilotaba la bañera... Y ahora unas ratas gigantes que lanzaban púas. El daeliciano ya tenía suficiente con las ratas pequeñitas de su casa, no quería unas mayores. Mucho menos tan mortales y con colores tan feos. Le sorprendió la iniciativa de Remilo y aún más que hubiera gente que quisiera apuntarse a ella. Volvió a llevarse otra sorpresa cuando Rena arrancó una puerta y lo llevaban a cabo. Y otra más al escuchar a la chiquitina del color de la muerte sugiriendo que lanzaran cosas.

El daeliciano se pegó tanto a Neil que bien podrían haberse erosionado. Estaba aterrado, tanto que fue el último en agacharse para recoger algo que tirar. Gastó un gran tiempo evitando huesos para no tocar nada de muertos y, cuando por fin recogió una piedrecilla, el muchacho en lugar de lanzarla la aferró con la fuerza que se agarra un náufrago a su salvavidas. Eitne estaba aterrado y no sabia moverse.

Tanto fue así, que las ratas se movieron mucho antes que él. Al verlas correr, el terror pudo con él y su cerebro dejó de enviar órdenes. Eitne se había quedado paralizado en el sitio, totalmente anclado. No supo en qué momento, el que se había presentado como Ain, lo alzó del suelo y corrió por ambos.

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Las ratas cayeron en los multiples trucos que los cosechados les habían lanzado. Las rocas y los huesos que llovían desde lejos habían servido para distraer a una buena parte de ellas. Otra gran parte se había distraído con las cestas volcadas y recogían la comida para guardarla en sus madrigueras. La vieja puerta que cargaba Rena siguió frenando los pocos dardos de los colaespinas que corrieron tras ellos hasta que, finalmente, se dieron por vencido.

Los cosechados se habían alejado demasiado de su territorio, mientras que la comida de dos cestas no se movería del interior.  

Como había supuesto los roedores querían su comida y no les hacía demasiada gracia que se la robaran, la idea de Pam de tirar los huesos consiguiero distraerlos un poco, lo suficiente para que los que habían ido a por la comida cogiesen dos cestas más pero en un momento les habían empezado a seguir y se lanzaron a la carrera. Parte del grupo también empezó a correr pero los más pequeños se habían quedado bloqueados. Sin apenas pensarlo me puse delante de Eitne, le cargué a la espalda y empecé a correr.

<<Joder, pesa más de lo que parece>> el principio de la carrera me costó sobre todo por el equilibrio, no estaba casi acostumbrado a correr, y menos con varios kilos a la espalda. Mire como pude hacia atrás para ver que nadie se quedaba rezagado. Por culpa de esto trastabillé un poco pero pude seguir corriendo –Intenta agarrarte fuerte- Aumente el ritmo de la carrera lo que pude no quería ser pasto de roedores, al menos no por ahora. Mientras corría oía las pisadas de los demás cosechados aunque no sabía si estaban todos, por culpa de aquel tropiezo no me llegué a fijar si alguien se quedaba atrás. Tras un rato corriendo me paré un segundo a coger aire, "recargar mi barra de stamina" y de paso comprobar que estábamos todos. Cuando mire hacia atrás vi que las ratas gigantes ya no nos seguían -¡Ya no nos siguen!- lo dije en alto para que todos me oyesen.

Baje a Eitne al suelo y me puse de cuclillas junto a él, le intente colocar un poco la ropa –Bueno, parece que ya ha pasado el peligro. ¿Estás bien?- le sonreí –¿Te has hecho daño?- le observé y no tenía ninguna de las espinas clavadas –Perfecto- Me levante estirando la espalda y desentumeciendo un poco el cuerpo, seguía teniéndolo un poco dolorido del último entrenamiento aunque parecía había sido hace varios días.

Miré a mi alrededor, al correr no me había fijado hacia donde lo hacíamos y ahora estaba completamente desubicado. Mientras vi que habían conseguido rescatar cinco cestas llenas de comida. Al verla mi estómago rugió un poco. Ahora sí que tenía hambre y me comería gustosamente hasta las lenguas de bebé. Seguí intentando localizar donde nos encontrábamos cuando vi a lo lejos una estructura un poco distinta de los edificios que nos habían estado rodeando hasta entonces. <Quizás sea buen lugar para buscar refugio. Con suerte no habrá nidos de esas cosas>>

No hubo necesidad de armar ningún tipo de jaleo ya que el ruido del resto de compañeros a unos metros detrás suya distrajo a los animales lo suficiente, así como, a pesar del riesgo (y la visión de la espina que le había pasado a escasos centímetros de la mano), no tuvo mayor problema al coger la segunda cesta.
Tal acorde al plan, Rox pateó con toda la fuerza de la que disponía una de las cestas cercanas, la cual fue a estrellarse con la que Milo había pateado casi en sincronía. La imagen de la comida salpicando por el suelo le hizo sentir mal, así como aliviada por comprobar que no había ningún elemento extraño como callos o sesos. Procurando no perder el equilibrio por el peso que cargaba tras la patada, la rubia echó a correr con el ruido de la puerta de madera siendo acribillada de fondo, revisando de reojo a los otros dos.
El resto por suerte había echado a correr por igual, y los que no, estaban siendo cargados o apresurados por otros. La medio coreana no tardó mucho en ser una de esos "malditos patilargos", riendo entre jadeos por el grito de Nime.

De no haber sido por Ain, Rox habría continuado corriendo. Tuvo que frenarse y dar marcha atrás, alzando ambas cestas por encima de su cabeza como si fueran pompones sin llegar a volcar nada.

—¡WOO! —varios jadeos más le siguieron hasta que recuperó el aliento. Se acercó al grueso del grupo, con los "pompones" solo un poco más abajo.— Rataspín cero, nosotros uno. Como equipo yo nos daría un nueve coma cinco, pero solo porque poner un diez me parece exagerado.

Soltó una carcajada, cambiando el peso de una pierna a otra mientras zarandeaba las cestas ligeramente. Dedicó un tiempo a mirar alrededor, igual de perdida que antes. Sin bañera que seguir, aquello se sentía más solitario todavía.

—Errrr... No soy una buena brújula. Si dependemos de la suerte, mejor que me quede yo atrás. —siguió la mirada del joven de la cicatriz con curiosidad, dando al igual que él con la silueta de una torre. No comentó nada en voz alta, aunque le gustaba creer que aquel edificio fuese uno de los posibles refugios que había mencionado la momia flotante esa misma mañana.

Sigue en el Torreón Letargo.

Tras discusiones menores sobre quien salía y quien no, el sonido de la canción del espantapájaros hizo que todo se apresurara más, por suerte para todos. Rox prefería mantener a los más jóvenes a salvo, pero visto lo poco que sabía sobre ellos y sus mundos, no podía quejarse de nada. Quien sabe si tenían mejores técnicas de supervivencia que él o se las apañaban mucho mejor fuera que cualquier otro humano. Plus, tenía cierta duda de que Pam fuese pequeña de edad o experiencia.

Echó un último vistazo al torreón una vez se pusieron en marcha, suspirando con suavidad. Le costaba creer que aquella torre fuese a ser su casa durante un año, y que su fuente de alimentos dependiese de una bañera voladora y un puñado de cestas de comida. Pasó gran parte del camino distraído, pensando en que sucedería si rompían al espantapájaros o lo llegaban a atacar.
—¿Está vivo si quiera? —comentó, haciendo referencia al muñeco en el que tenía fijados los ojos por abrir tema de conversación a medida que se acercaban a la plaza. La bañera comenzó a descender, y por igual, el paso del medio australiano.— A lo mejor podemos tirárselo a los rataspines y distraerlos mientras canta. Con suerte no le pasa nada.

Según los huesos y restos de otros seres vivos aparecían a sus pies, Rox empezó a preocuparse de no haber llevado armas en condiciones. Una simple cimitarra se veía como demasiada poca cosa, especialmente comparado a lo que llevaban Rena y Ain. Sujetó el mango de la espada con firmeza, suspirando una segunda vez mientras se repetía mentalmente una y otra vez "solo en caso de emergencia".

De alguna forma logro convencerlos a juzgar por la poca replica que recibió y Pam lo agradeció, no quería mas malos rollos de buena mañana, bastante había tenido con el aparato musical de Rox. Aun así no le paso desapercibida la obvia insatisfacción de Rena que se mantuvo cerca de Nime y de ella, que lejos de desagradarle le hacía sentir mas segura. Aunque pudiera valerse mas o menos sola, siempre era conveniente tener una guardiana fuerte e intimidante como Rena cerca.

Aparte de ella, también Milo se le unió en la pequeña comitiva, mas parlachin que su compañera de mundo, alguna de las cosas que decía sin mucho sentido. Pam se mantuvo silenciosa escuchando atenta por un lado, aunque siendo para ella mas como un murmullo de fondo. Sus ojos recorriendo el camino que tomaban, cogiendo piedrecitas que se encontrara en el trayecto y guardandola en los bolsillos de su delantal.

La voz de Rox llegando mas fuerte a sus oídos ante la mención del espantapájaros hizo que levantara la vista del suelo viendo un poco lejos aun a la bañera descender y con ello como ellos mismo reducían el paso. Pam centro toda su atención alrededor, recordandole a aquellos roedores con púas se acerco un poco mas a Nime, con su pequeña espada sujeta firme en su mano. No sabiendo utilizarla pero haciéndole sentir un poco mas segura. El suelo plagado de huesos de diferentes tamaños y mas piedrecillas, proyectiles en todas partes, de lo que abasteció un poco mas sus bolsillos.

- Podemos usar esto igual que la otra vez...si salen-susurro en dirección a Nime y a sus compañeros mas cercanos, dispuesta a enfrentarse dentro de sus  posibilidades a la s ratas esas si hacían acto de presencia, siendo precavida.