Antiguo Mercado

(Post-prueba en las montañas)


Aquella tarde, Rasqa se aburría y había decidido salir a calentar las alas (lo cual era en él una actividad literal y metafórica). En aquellos momentos sobrevolaba el mercado con cierta curiosidad primitiva: el tema del dinero se le hacía extraño. Que si oros, que si platas, que si tubérculos mágicos aliñados con salsa de colaespina. Al parqio no se le ocurría por qué la gente tenía tanta necesidad de intercambiar cosas todo el rato. Él le estaba dando todos los dineros que ganaba a Dana, a cambio de magia hasta que pudiera ir libremente a cazar; y no necesitaba más. Tenían comida y cama en serpentaria y una ciudad entera a sus pies. ¿Qué era lo que se le pasaba por alto?

El moloch viajaba con las llamas encendidas a baja potencia. Durante un instante, frenó el vuelo, aleteó con fuerza y luego extendió las alas para planear. Le gustaba ver el bullicio del mercado desde arriba. La gente parecía pulgas. Pulgas inflamables.

Wen le había comentado que las dos novatas que le habían estado acompañando a Krabelin estaban invitadas a visitar el Cuchitril aquella tarde, y ya que conocía a una Vac pensó en pasarse para conocer a la otra. Irianna le había parecido simpática durante la breve conversación que habían mantenido en la taberna tiempo atrás y le apetecía volver a verla, pero también sentía curiosidad por la Hija de las Lunas, pues aún no había tenido la oportunidad de ver a ninguno de los de su especie de cerca. El hado infernal había acudido al mercado a comprar algo con lo que presentarse en la merienda, y de allí salía con un par de botellas bajo el brazo cuando avistó a Rasqa planeando en las alturas. Conocía al moloch de los bajos fondos, pues ambos tenían tratos con Dana y Tuétano y también habían coincidido en las peleas que se organizaban allí abajo.
—¿Qué es lo que miras con tanta atención? —le preguntó con una media sonrisa, alzando la voz para que le oyera antes de elevarse el mismo y ponerse a su altura.

El parqio le caía bien y compartían gustos propios de las criaturas inmorales, pero lo cierto es que no lo conocía aún tanto como le habría gustado. Sabía que pertenecía a la última remesa de transformados y que de hecho había compartido torreón durante la cosecha con las dos invitadas de la vouivre, pero no sabía mucho más y quería ponerle remedio.

La voz de Vacuum lo distrajo de sus pensamientos pirofílicos. Era una de las grandes sorpresas que se había encontrado durante sus muchos viajes a los bajos fondos. Aquella zona se había vuelto una de las localizaciones preferidas para pasar el rato. Siempre que se aburría, bajaba a charlar con Dana y Tuétano o a fisgonear peleas. Sus preferidas eran las peleas más injustas: aquellas en las que los bendecidos por la luna hacían gala de su fuerza contra varios esclavos sin esencia. No podía apostar (no entendía las apuestas tampoco) y las disputas entre iguales a veces se alargaban mucho en el tiempo.

—Estaba pensando que los de ahí abajo teníais madera para hacer una buena barbacoa —era una broma sincera—. ¿Qué has comprado?

Igual que no entendía el mercado, Rasqa tampoco sabía mucho de no invadir espacios personales; en las Islas no enseñaban nada de eso. Así, si el moloch tenía ganas de saber algo: lo preguntaba, le daba igual meter los morros en bolsas ajenas.

La broma de Rasqa no le sorprendió en lo más mínimo, pues estaba acostumbrado al peculiar humor del moloch, pero a pesar de todo le arrancó una breve carcajada.
—Algunos no ardemos tan bien, compañero —le replicó al final con una enigmática media sonrisa, sin añadir ninguna explicación a aquella afirmación. Si el parqio no sabía aún que los hados infernales eran ignífugos tenía muchos deberes pendientes—. Una botella de zumo de frutas varmano y otra de licor de fuego —respondió enseñándole ambos recipientes. El primero era de cristal, pero el segundo resultaba mucho más llamativo, pues parecía estar hecho de piedra volcánica y en su interior brillaba una luz anaranjada—. A este brebaje también se le llama “sangre de dragón”* —comentó, guardando las bebidas en su bolsa sin fondo para evitar accidentes durante el vuelo.

El griego observó a los transeúntes allí abajo y empezó a virar hacia el Cuchitril de forma inconsciente, dejando que la corriente de aire le llevara lentamente hacia la cita que tenía con sus amigos.
—Tu pasaste tu cosecha en el torreón Letargo, ¿verdad? —le dijo al parqio tras unos instantes de silencioso planeo. Mas que una pregunta era una afirmación—. Ahora mismo he quedado con unos amigos míos y con dos compañeras tuyas de criba. —añadió. Las palabras de Vac eran una invitación indirecta, pues no creía que a Wen le importara demasiado que se presentara con un compañero de las invitadas en la merienda.

* Dovakhiin!

Rasqa bufó en un gesto altivo.

—No me pongas a prueba —y rió también. El moloch no tenía ni idea de que los hados infernales fueran ignífugos—. Seguro que eso no es sangre de dragón de verdad. El único que queda vivo es del rey y dudo que le guste desangrarse en botellas —Rasqa había estudiado. Sabía eso igual que sabía lo que decían los rumores: pronto vendrían nuevos dragones desde un mundo nuevo— ¿Me dejarás que lo pruebe?

A pesar de la desconfianza que le producía el nombre, la curiosidad le podía. El parqio había sobrevivido a la criba aferrándose a su deseo de convertirse en un lagarto gigante que acabara quemando vivo a Roaxen. Gracias a la enciclopedia de dragones y a sus buenos compañeros había sobrevivido a los peores pensamientos. Y la Luna no lo había decepcionado del todo. Cualquier cosa que llevara la palabra dragón le interesaba. Incluso Gahna, hermana de dragones y prima lejana suya.

—Pues me voy contigo —se autoinvitó—. ¿Quienes son?

Desde la salida de la Luna, el parqio veía menos a los miembros de su manada y cualquier excusa era buena para remediarlo.

Vac rió con ganas ante la pulla del moloch, pues estaba claro que desconocía su condición, pero no siguió con aquel tira y afloja y se limitó a encogerse de hombros sin perder la sonrisa.
—Yo tampoco creo que sea sangre de dragón propiamente dicha, pero te aseguro que quema igual —respondió con una sonrisa torcida—. En cualquier caso puedes comprobarlo cuando quieras.

La "autoinvitación" de Rasqa no le pilló por sorpresa, pues estaba familiarizado con la arrojada personalidad del parqio, y simplemente asintió dando su conformidad. Su comentario previo, a fin de cuentas, había sido una suerte de ofrecimiento.
—Irianna y Kimbra —respondió, avistando el Cuchitril en la distancia—. Con la idrina coincidí en la taberna hace poco, pero a la krabeliense aún no la conozco. ¿Te llevas bien con ellas? —se interesó.

En cuanto llegaron a la vieja posada el hado infernal le hizo una seña al moloch y empezaron a descender, aterrizando a pocos metros del edificio y acercándose a la entrada. El griego no había perdido la costumbre de llamar a la puerta a pesar de que aquel era prácticamente su segundo hogar en toda la ciudad, y eso es justamente lo que hizo en cuanto alcanzó el dintel. Sus tres golpes habituales resonaron en toda la planta baja.
—¿Ya habías estado aquí alguna vez? —inquirió, adivinando el reconocimiento en el rostro de Rasqa.

Continúa en El Cuchitril.

La idea de preguntar en el mercado parecía buena. Era otro sitio al que se podría salir sin necesidad de llevar un arma encima, y a Ergot le gustaba aquel lugar. Con su forma de ser era improbable que pasase demasiado por alto.

Una vez allí se decidió que dividirse para preguntar sería más rápido. A los sinhadres uno de los mercaderes les dijo: «Voy a tener que poner un cartel de que esto no es una oficina de amigos perdidos, porque últimamente ya cansa tanta pregunta», pero por lo general lo que recibieron fueron miradas de comprensión junto a negativas. Quienes conocían al véspido afirmaron no haberlo visto en días, alguno incluso con alivio, demostrando una falta de tacto que, por otro lado, no era rara en aquella ciudad.

Cuando se reunieron de nuevo, nadie tenía cara de tener noticias de Ergot.
— Nada. No le han visto en días  —confirmó Ayne por su parte.
Si aquello fallaba, ¿qué les quedaba? En el trabajo no le habían visto, en la torre tampoco, no estaba en un mundo vinculado y el hechizo de búsqueda fallaba. Samika debía de tener razón en que había sido probablemente de las últimas personas en verle. Eara había empezado a retorcerse los dedos de puro nerviosismo. Estaba empezando a asimilar que las posibilidades de que siguiese vivo eran muy escasas. O lo habían colado en un mundo vinculado, lo cual era muy difícil dada la vigilancia de los portales, o estaba oculto por magia poderosa, a la que no tenía alcance ni motivos para usarla, o lo más simple, había muerto. A diferencia de Eara, que se aferraba como podía a la esperanza, a Ayne no le cabía ninguna duda de cuál de las opciones debía ser el caso. Lo que quería era saber cómo y por qué.

Samika agradeció enormemente que sus amigos apoyasen su idea, no quería perder las esperanzas, aunque se viesen cada vez mas y mas improbables. Apenas llegaron al mercado, se separaron para cubrir mas terreno, Samika conocía alguna de las tiendas que mas llamaba la atención del repoblador por lo que no dudo en ir a ellas entre el gentío, buscando no chocarse con nadie y empezar alguna estúpida discusión, estaba demasiado tensa y nerviosa, como si fuese a saltar a la mínima provocación.

Pregunto por Ergot, a la cada tienda que fue, no captando las miradas de hastió o confusión de los mercaderes, pero si la entonación cansina de algunas de sus voces, de incluso alivio porque el vespido no se hubiese pasado por allí. Samika tuvo que morder la lengua y contener sus puños, cuando recibió un clara respuesta desagradable en una de las tiendas a la que se acercó. El tono sutil lleno de sarcasmo, burlesco y despreciativo del mercader cuando menciono, textualmente "que seguro por fin ese molesto ese abejorro  fue comido por una planta carnívora" hizo que Samika tuviera que contenerse de no abrirle el cráneo en dos al estúpido mercader de un puñetazo. Vale que las muertes en Rocavarancolia se tomasen con tanta normalidad que hasta había gente que se reía de ello, pro hacerlo frente a uno de los amigos del desaparecido en cuestión...y alguien que podía dejarte como pulpa a puros puñetazos, era una idea sumamente estúpida.

Samika no respondió a eso sino que apretando los dientes se alejo para volver con sus amigos con los nervios de punta. Quitando la estúpida respuesta de aquel mercader, nadie había sabido anda de Ergot y las pocas esperanzas de Samika se esfumaron cuando escucho respuesta similares del resto de sus amigos. La evaki contuvo sus ganas de llorar, no era momento ni lugar para mostrar debilidad. Quería mantener las esperanzas, pero era realista, no daban con el de forma alguna, las oportunidades de que siguiese vivo era casi improbables y aun así deseaba saber que había ocurrido. Podría asumir que había muerto, aunque doliera, aunque sintiera esa opresión en el pecho...pero necesitaban al menos encontrar su cuerpo o averiguar que le ocurrió, necesitaba entender que había pasado, era la única forma de poder darle descanso.

Porque si algo tenia claro Samika era una claro detalle, no existía el fantasma de Ergot, porque no había ido a buscarlos como lo hizo Tesón en su momento. << ¿O tal vez no puede? Asumiendo...asumiendo que esta muerto...¿podría ser una fantasmas que no puede llegar a nosotros? Se que existen formas de controlar a los fantasmas o cosas así >> pensó Samika inquieta, estaba siendo terca y persistente con la situación, pero sentía que debían hacer eso por Ergot. Si ella hubiese desaparecido, querría que sus amigos la buscasen, que hicieran lo que pudieran para dar con ella, o al menos averiguar que le ocurrió o donde...era la forma en la que Samika veía podrían darle al menos descanso.

-No quiero...no quiero asumir realmente lo que todos empezamos a creer, pero...-miro a sus amigos, abrazándose a si misma- Si ha pasado lo que creo...¿existe alguna forma de localizar a un espíritu?  O de saber a ciencia cierta si eso es lo que le paso? -pregunto diciendo sus ultimas palabras con voz ahogada.Decir eso era como decir que Ergot ya estaba muerto...y aunque no deseaba creerlo, debía ser realista también. <<Si lo esta, debemos darle descanso, saber que le ocurrió, quien seria capaz de hacerle daño. Gastar hasta las ultimas de las opciones >> pensó, segura.

Rasqa no se tomó tan bien el alivio que sintieron ciertos mercaderes. Cuando llegó al último de los desagradecidos no pudo sino estallar y gritarle.

—¡Pues tu tienda huele a monos muertos, crudo-mierdas!

Abandonó su establecimiento con las alas a medio abrir solo para poder golpear las estanterías de camino a la salida. El moloch atravesó la puerta del local con gesto altivo. No supo cuanto dinero se había ahorrado en destrozos gracias a las protecciones del dueño cascarrabias, tampoco supo que lo acababan de vetar de por vida de aquel local. Él simplemente caminó de nuevo hacia sus amigos y preguntó qué tal. Sus respuestas acabaron de confirmar lo que ya era evidente.

—Será mejor que nos hagamos a la idea, Samika —dijo en un tono apagado. Él lo tenía claro ya, Ergot estaba muerto. Tal vez ya no quedara nada en toda la faz de Rocavarancolia que demostrara lo que le había ocurrido. Sobre lo otro, el tema espiritual...— Ni idea.

Lo que sí sabía era que prefería no preguntar a los muertos. ¿Qué les diría Ergot? ¿Cuánto podrían fiarse de su palabra? Había terrenos en los que era mejor no adentrarse.

La travesía de entrevistas a los mercaderes fue dejando cada vez menos ánimos al demiurgo. En lo más hondo de su fuero interno había esperado alguna  señal o pista, por mínima que fuera, que les permitiera buscar o encontrar algo, pero aquella esperanza se fue desvaneciendo con rapidez. Y fue sustituida, en parte al menos, por rabia. Lo único que en algunos momentos se le pasó por la cabeza fue cómo alguien podía mostrarse aliviado por la desaparición de una persona tan viva, cordial y entusiasta como Ergot.

No hizo falta escuchar a nadie para saber que todos tenían la misma falta de información que él. Lanor se rebujó en su ropa, con un entumecimiento que nacía por un motivo muy distinto al frío que empezaba a invadir Rocavarancolia. Su bufanda apenas se movía, intentando transmitirle afecto simplemente con un toque pasivo, pero al demiurgo aquello no le servía de nada.

—Es mejor no hacer eso —su murmullo ante las palabras de Samika fue acompañado por un escalofrío. La nigromancia había sido un desastre en Carabás, y en Rocavarancolia no había ido precisamente mejor. La repulsión por las marionetas semipodridas o los espíritus atrapados forzados a enloquecer no había desaparecido con su progresiva integración en Rocavarancolia—. En Carabás y en Rocavarancolia cualquier magia relacionada con los muertos o los espíritus ha acabado espantosamente mal tanto para los fallecidos como para los vivos. Siempre. Ergot no se merece eso.

Ergot no se lo merecía, no, pero él sabía que ellos no se merecían la incertidumbre que estaban sufriendo. Apretó los puños con los brazos cruzados, con una cara que no mostraba la rabia que empezaba a sentir hacia quien fuera que hubiera matado a su amigo.

Criaturas acompañantes de Lanor Gris:

La conversación se volvió más turbia en cuanto todos empezaron a asumir lo que había pasado. Estaban entrando en un terreno en que novatos como ellos no podían hacer mucho. Seguramente había magia que les permitiese averiguar muchas cosas, pero la desconocían por completo, aunque no tenía que ser necesariamente nada de lo que decía Lanor que podía salir mal.
—Estoy de acuerdo, en parte porque ni siquiera sabemos cómo hacer algo así —dijo Ayne tras el demiurgo—, pero sí tiene que haber algo que podamos hacer. ¿Tal vez hay un hechizo más avanzado que el que usaste antes? —preguntó al propio Lanor—. Algo que, no sé, permita rastrear a alguien reconstruyendo sus pasos desde un punto. U otra cosa, pero tiene que haber formas de saber qué ha pasado. ¿Qué os parece si buscamos información al respecto? Preguntando a conocidos, consultando libros…

Eara no se veía capaz de hablar tras ver como todos perdían la esperanza. Querría aportar ideas, pero no pensaba con claridad. Ergot no se merecía que le pasase algo así. Era una criatura inocente y curiosa que nunca haría daño a nadie a propósito. Y aún había otra cosa.
—Si le ha pasado algo, no ha podido ser un accidente. Habría podido huir. Debería haber podido huir de cualquier peligro —logró decir.

La evaki frunció el ceño ante las palabras de Lanor, ¿como podía decir eso? No pretendía jugar con ese tipo de magia que ni siquiera conocían, no era tan tonta, menos cuando ella no iba  ser quien la fuese a utilizar y seria otro quien pagar a los platos rotos por intentar hacerla. No iba a arriesgarse a eso.

-No hablaba de usar ese tipo de magia Lanor, no me entendiste, me refería a preguntar a algún fantasma. ¿Ellos deben a ser capaces de percibir la muerte o algo asi no? Y sin tener que hacer uso de nigromancia- dijo dejando el mensaje en el aire pues todos ellos conocían a un fantasma en particular y aunque precisamente a Samika no le apasionaba especialmente tratar con seres que no podía ver de forma alguna, no quería dejar pasar posibilidades. Porque por mucho que pesara no le quedaba otra que aceptar lo evidente: Ergot no estaba vivo. Pero no por eso iba a dejar que la forma en la que murió fuese algo que cayese en el olvido sin que nadie lo supiera nunca. Le debían eso al menos.

Ni siquiera estaba muy segura de lo que decía, simplemente no deseaba dejar nada sin intentar aunque fuese loco o arriesgado. No podría quedarse tranquila hasta estar segura de que intentaron todo lo que pudieron todos lo que estaban en sus manos poder y mas, para descubrir el porque de la muerte de Ergo y sobretodo, quien lo había hecho. Porque Eara tenía razón, eso no podía hacer sido un accidente. Alguien o algo había matado a Ergo y debían descubrir que o quien fue. << Se acabó la tontería de ir matando a nuestros compañeros y quedar impunes >> pensó Samika apretando los puños con rabia e impotencia.

-Sino, ¿que otra se os ocurre?- añadió volviendo su mirada hacia al forma borrosa de sus compañeros por si tenían alguna otra idea.

Rasqa chasqueó la lengua y masticó aire antes de apretar las mandíbulas. Empezaba a cabrearse, no sabía muy bien si con Ergot por morirse, con todos los mercaderes por no tener ni idea de qué había ocurrido o si consigo mismo y el resto de amigos del repoblador por no saber cómo seguir buscando. No se paró ni medio segundo a pensar en que se encontraba más frustrado que dolido por el fallecimiento. Sin embargo, sí le dedicó unos segundos de su mente a lo tenebrosa que podía ser Rocavarancolia en su sentido más literal: ¿cómo podía haber desaparecido tan, tan bien?

—Tal vez sea mejor que no sepamos cómo murió —dijo. Su hastío calaba poco a poco en su voz ronca.

A él le daba igual saber cómo había caído Ergot, pero dudaba que otros estuviesen  preparados. Tal vez era lo mejor para ellos: asimilar su muerte sin conocer los detalles, dar por hecho que había pasado lo único que podía pasar y seguir con sus vidas. Resopló, liberando una bocanada de humo gris.

—Pronto empezarán las obras de las dragoneras, a los miembros del ejército nos obligan a asistir, pero habrá voluntarios. —Tal vez pareciera que quería cambiar de tema, nada más lejos en realidad. Había escuchado a Ayne y quería añadir algo a su propuesta—. Podemos preguntar allí, si todavía queréis investigar. Es lo único que se me ocurre —reconoció. Sin embargo, más ideas vinieron para desmentir su afirmación—. Eso o sobrevolar la ciudad a la espera de un milagro que no va a ocurrir. O preguntar por un experto en encontrar muertos en los negocios, en lugar de preguntar por Ergot.

Porque Ergot vivo no estaba. Ni poco muerto siquiera. Rasqa no estaba seguro de qué le podía haber pasado: o se lo había comido un trasgo, o lo había decapitado un dullahan, o le había sorbido la savia un vampiro... Tanto le daba en ese instante. Rasqa solo quería volver a la sede para dormir o viajar a algún mundo para desquitarse a fuego lento con la primera persona que pillase. No sabía qué opción le gustaba más en ese instante. ¿Tal vez quemar a alguien y luego dormir sobre sus cenizas?

Se notó enseguida el cambio de ambiente cuando por fin admitieron lo que había pasado. Rendirse había sido doloroso, aunque técnicamente no se habían rendido, no en lo que respectaba a averiguar lo que había pasado, aunque no estaba claro si Rasqa prefería dejar las cosas así.
—No sé mucho de fantasmas, pero como no le hayan visto morir o él mismo se haya convertido en uno... no veo cómo podrían ayudarnos. Encima solo conocemos a Tesón, y dudo mucho que quiera ayudarnos —respondió Ayne a Samika.

—No conocemos a muchos veteranos, pero nosotros podemos preguntarle a nuestro jefe, Jack, si conoce alguna persona que nos pueda ayudar, o tiene idea de algún hechizo más específico para encontrarle —dijo Eara tras la sugerencia de Rasqa.
—No teníamos pensado ir a las dragoneras, pero si descubrís cualquier cosa avisadnos cuando podáis —añadió el anima.

Tras decidir cómo investigaría cada uno, volvieron a los refugios. Había bastante por hacer, y Eara le pediría a Ayne en cuanto llegasen que la subiese a la biblioteca de Serpentaria para mirar libros de hechizos. No se sentía capaz de estar quieta.

En ocasiones, Ayne dudaba de si el trato que había hecho en sueños era real o no. Sabía que en aquella ciudad había medios para hablar con los durmientes, al fin y al cabo compartía torre con una soñadora. También sabía que había sido tan nítido y real como estar despierto, algo que normalmente no sucedía. Sin embargo, algo continuaba antojándosele irreal. ¿Tenía aquel Corann motivaciones lo suficientemente fuertes como para emplear su tiempo buscando gente que desease ser ayudada y dar algo a cambio? Como quiera que fuese, no pudo averiguar nada acerca de él. Más bien, no supo a quién preguntar, ni cómo sacar el tema. Guardo aquello en secreto y no le dijo nada a Eara, porque probablemente se mostrase reticente a deber un favor a cambio de ser protegida. Al fin y al cabo, no estaba en peligro inminente. «Pero puede suceder en cualquier momento» añadió para sí mismo. La ciudad cada día estaba más revuelta.

No volvió a saber nada de aquel personaje. Tal vez todavía no había encontrado nada que pedirle y, en cierto modo, al anima le aliviaba no tener noticias suyas. Ya tenía bastante con las dificultades para descansar y el mal ambiente generalizado. Eara quería quedarse a dormir en el macetero después del trabajo, ya que decía conciliar mejor allí el sueño, pero el anima trató de evitarlo siempre que fue posible. Si dormía fuera de la ciudad, ¿cómo podría Corann avisarlo si alguien planeaba algo a sus espaldas? Sabía que se estaba volviendo paranoico, y cada día se encontraba más cansado de todo, pero no podía echarse atrás sin más.

Eara se daba cuenta de que a su edeel le pasaba algo, pero, como siempre, tratar de sonsacarle algo era imposible. No quería presionarle demasiado, pero había llegado a creer que podían volver a comunicarse con normalidad, solo para descubrir que no era cierto. Se sintió tentada de hablarlo con Irianna durante el trabajo, solo por desahogarse, pero decidió que no tenía sentido preocupar a otra persona más, e Irianna no conocía tan bien al anima, después de todo. Ni siquiera sus compañeros de criba le conocían bien.


El tiempo pasó en un suspiro y casi sin darse cuenta llegó el día de su segunda Luna. El ambiente de anticipación esta vez no les asustó, aunque aurva y edeel tenían sentimientos muy diferentes al respecto. Ayne estaba deseando presenciar otra vez el astro en el cielo, sentir su influjo. A Eara, en cambio, le causaba respeto. Conforme le parecía un espectáculo hermoso, también resultaba aterrador. La única vez que le comentó aquello a su edeel en los días anteriores a la salida de la Luna, este solo le había respondido: «Es que tú no eres un monstruo». No quiso volver a mencionarlo.

El día de la Luna se reunieron con Lanor y Twix para ver la salida del astro y dar un paseo por la ciudad. La expectación era enorme, y Eara se quedaba quieta cada vez que tenía lugar un temblor de tierra. Estaban a la altura del mercado cuando el fulgor rojizo asomó por fin en el horizonte. Ayne se detuvo, e incluso sonrió. «Por fin» se dijo. Llevaba casi un año esperando. Por fin podía sentirse completo. Por fin podía presenciar la Luna sin ser un mar de dudas, sin sentirse un ser grotesco por completo. No había podido disfrutar de la anterior, pero esa vez sería diferente. El influjo de la Luna logró llenarlo de una efusividad que llevaba meses sin sentir.
—Un año… Ha pasado un año desde que cambiamos. Y parece que fue ayer cuando llegamos a la ciudad —dijo.
—Yo juraría que habían pasado al menos una década —añadió Eara sin alzar apenas la voz.

Lanor Gris no estaba del todo adaptado a Rocavarancolia, y ciudadanos como Ayne eran parte de su falta de adaptación. El chico, aun así, seguía siendo su amigo, y por ello escondía los reparos morales que le daba su precio. No era del todo fácil conjuntar a su compañero de criba, que sabía que seguía allí, con el ánima que absorbía almas ajenas, por lo que resultaba más fácil simplemente enterrar aquello en un oscuro rincón de su mente e ignoralro.

El demiurgo contempló la Luna Roja con una sonrisa pletórica, pero tranquila. El poder puro que corría por sus venas se expresaba, sobre todo, a través del vínculo que compartía con sus frenéticas creaciones. Las libélulas volaban sobre sus cabezas, en ocasiones bajando y revoloteando entre su grupo, mientras que sus defensores se posaban en su cabeza, a veces echando algún corto vuelo a su alrededor. Su querida bufanda, como siempre, se posaba sobre los hombros, con sus ojos fijos en el glorioso astro que inundaba el cielo.

A su alrededor la gente reía y festejaba mucho más de lo que vendía. Era raro que hubiera alguna hora en la que el Mercado careciera por completo de actividad, pero en aquel momento ocurría todo lo contrario. Los rocavarancoleses se habían echado a las calles a celebrar la salida de la Luna Roja, y los comerciantes, por supuesto, intentaban sacar tajada además de disfrutar del gran astro.

—Alterno esas dos sensaciones —confesó a los sinhadres. Sintió un pinchazo, esperando que a Eara no la apartara demasiado el hecho de no ser una transformada. Nunca había hablado con ella de aquello.

Criaturas acompañantes de Lanor Gris: