Antiguo Mercado

Irianna

A Irianna también le había llamado la atención lo concurrida que resultaba aquella zona en comparación con cualquier otro lugar que hubieran visto hasta aquel momento en la ciudad. Pero su primer pensamiento no fue el mismo que el del enderth, y cuando el paladín habló su cabeza estaba plagada de varias alarmas sonando al mismo tiempo, destacando especialmente aquella que le avisaba de su vulnerabilidad en un lugar así. Se dirigió hacia el ave con un aire bastante tanto ausente, todavía mirando a su alrededor al empezar a hablar, con la expresión más neutra que era capaz de componer.
—A lo mejor sí… Esta zona no está demasiado alejada del torreón Letargo, es extraño que nunca hubiéramos visto ni oído nada —opinó al respecto.

En aquel lugar había de todo. Cosas que uno podría esperar encontrarse en un mercado, como puestos de comida y ropa; otras que era lógico encontrar en un lugar como Rocavarancolia, como armas o botes con líquidos de colores llamativos que probablemente contuviesen pociones mágicas de toda clase; pero también otras que nunca se le habría pasado por la cabeza ni siquiera estimulando su mente creativa, especialmente porque muchas ni siquiera sabía qué eran. Y la gente que se paseaba por el mercado… Aquel lugar trascendía lo variopinto. Aun estando sobre aviso, pues tan solo en los propios refugios había una representación de especies y cambios dados por la Luna muy elevada, la visión de tantas criaturas dispares, con características a veces incluso indescriptibles resultaba abrumadora. La nebulomante estaba segura de que se trataba de un lugar que le resultaría muy interesante… si fuese invisible.


Noel

En compañía del fuego fatuo, Noel también se encontraba en el mercado en aquel momento. Habían salido para rellenar la despensa del cuchitril y estaban a punto de regresar cuando su mirada se topó con el grupo que caminaba en su dirección. El plumaje blanco resultaba inconfundible y el sueco no tardó en reconocer a uno de sus cosechados acompañado de probablemente dos de sus compañeras de criba, ya que conocía bastante bien a los novatos de años anteriores, pero no a la sangre más reciente. Efectos colaterales de haber puesto fin a la tradición de apostar con las vidas de niños inocentes.
—Anda, mira, si uno ha llegado vivo —le dijo a Gael de forma prácticamente anecdótica señalando con la mirada hacia el enderth, todavía lo suficiente lejos como para que no pudiesen oírle—. Imagino que me reconocerá, esto puede ser interesante…

Cuando estuvieron lo suficientemente cerca cruzó su mirada con el enderth, analizando rápidamente cual podría ser su transformación. Enseguida lo dio por imposible: su cuerpo estaba cubierto por completo y no había ningún cambio apreciable en su rostro aviano.
—Cuánto tiempo, eh… —Comenzó a decir para después componer una expresión dubitativa—. ¿Kirés, verdad? —Recordaba el nombre de sus dos cosechados, pero tuvo que hacer memoria para asociarlo correctamente. Para su suerte, a pesar de que no le era fácil distinguir rasgos de una especie con la que casi no había tenido contacto, recordaba al otro cosechado era lo suficientemente distinto como para poder diferenciarlos—. ¿Qué te trae por aquí?
El sueco no pensaba hacerle preguntas que sabía que para un recién transformado sonaría a hipocresía pura. Además, decirle que se alegraba de verle vivo o algo por el estilo solo sería una verdad a medias: en realidad sus sentimientos al respecto tiraban más bien hacia lo neutro.

Después de averiguar hacia dónde debían encaminarse de boca del irrense que ya había ayudado a los sinhadres en una ocasión, no tardaron mucho en ponerse en marcha. Eara evitó pasar por su cuarto de nuevo; ya estaba vestida y no necesitaba coger nada para salir. A la vez que sentía remordimientos por no decir absolutamente nada –tampoco se suponía que fuesen a tardar en volver– se preguntó si el hecho de no haber avisado a su edeel le llamaría la atención al menos a Kirés.

Hasta que no se alejaron un poco de la torre no empezó a ver cosas nuevas. Igual que en sus anteriores paseos por la ciudad, Eara iba muy centrada en no perder de vista ninguna novedad. No todos los barrios tenían el mismo grado de abandono ni aparentaban la misma peligrosidad. No hizo demasiadas preguntas porque sus compañeros tampoco tenían por qué saber las respuestas todavía. Cuando llegaron al mercado ella ya no era la más impresionada, porque en su época de cosechados jamás se habían encontrado en la ciudad un lugar en que bullese tanta vida, y eso Eara lo sabía. La ciudad escondía muchos más habitantes de los que aparentaba.

La sinhadre no pudo evitar preguntarse si Ayne ya conocía o había oído hablar de aquel lugar. U otros similares. Disfrutaba un poco de ver el lado más normal de Rocavarancolia (en los puestos había cosas realmente mundanas, aunque no en todos), pero los remordimientos solo se hacían más grandes a cada paso que se alejaba de la torre. «¿Y si Ayne ya se ha despertado?» pensaba sin poder evitarlo.


Gael al principio no encontró qué le había llamado la atención a su amigo, no entendiendo a qué se refería. Siguió la dirección que marcaba su garra y allí vio tres caras desconocidas, aunque era el emplumado el que más llamaba la atención e hizo que encajara finalmente las piezas. A fin de cuentas tenía que ser un enderth, y no se veían mucho ni en su propio mundo, por lo que sabía.

Ninguno del grupito tenía cambios reveladores, y por el modo en que miraban a su alrededor parecía que fuese la primera vez que pisaban el mercado.
—Vaya, parece que has pescado uno competente. A ver si la próxima cosecha es uno de los míos el que sobrevive —lo retó bromeando.

No tenía nada en contra de pararse a hablar con ellos una vez se cruzaron, pero intentó ser cauto y guardar las distancias por cortesía. Muchos cosechados no se tomaban bien la presencia de su cosechador al poco tiempo de transformarse. Además, el fuego fatuo pensó que, para ellos, él podía tener un aspecto algo extraño: el cadáver que vestía no era para nada reciente, era un varmano fortachón, de aspecto evidentemente muerto y rodeado de un brillo azulado aún más notable en los ojos.

Aunque no tan rápido como el draco, Kirés también reconoció a su cosechador con algo de antelación. No sabía si aproximarse a él o no, pero Noel se encargó de evitarle seguir dudando aquello dado que él mismo inició los saludos.
–Y tu eres el que me drogó –Respondió sin más mientras le miraba tras haber examinado a su acompañante. No era una acusación y había usado un tono sin emoción alguna. Simplemente afirmaba un hecho, una forma de expresar que le recordaba, y tras eso inclinó la cabeza hacia ambos. –Saludos.
Lo cierto era que el enderth todavía no sabía qué pensar de su cosecha y su cosechador en general. Desconocía tanto las motivaciones del mismo como las de la ciudad para traerles allí pero en cualquier caso aquel encuentro podría resultar fructífero para él, ya que esos dos muy probablemente podrían dar respuestas a sus preguntas.
–Estábamos explorando, aprendiendo de las cosas nuevas a las que ahora tenemos acceso, intentando averiguar qué tipos de profesiones se desempeñan en esta ciudad… Esas cosas. –Hizo una pausa mientras miraba al resto. Había decidido por su cuenta que no hacía daño decirlo todo. No era información que pudiera usarse en su contra pero tal vez sus compañeros no estuvieran de acuerdo. En cualquier caso ya que había empezado no perdía nada en terminar. –Desde la luna ya no nos cuentan nada –dijo encogiéndose de hombros– Ni siquiera sabemos aún por qué estamos aquí, o qué se supone que esperanq ue hagamos.

Y con eso había dicho todo lo necesario. Si sus interlocutores no tenían nada en contra probablemente con eso podrían averiguar todo lo que necesitaban saber, o eso esperaba.

Noel

Aunque contuvo la risa en una expresión entre incrédula y divertida, no pudo evitar intercambiar una mirada circunstancial con el fuego fatuo ante la “presentación”  del enderth. No había habido rastro de reproche en la voz del ave, aunque a pesar de ello Noel se esperaba que llegasen en forma de palabras después. Kirés le sorprendió cambiando completamente de tema y respondiendo sin más a su pregunta: parecía ser que el hecho de que le hubiese drogado era una mera anécdota para él. <<Creo que este me cae bien>>, le hizo llegar a Gael por vía telepática, imprimiendo jocosidad en el mensaje.
—Son más bien parcos en palabras los del Consejo —afirmó ante la última apreciación del enderth—. Cualquiera diría que les cobran por cada explicación que dan a los recién llegados —bromeó—. Pero lo cierto es que lo que esperan de vosotros ya lo habéis hecho: habéis llegado vivos a la Luna. Eso es todo. Todos hemos pasado por lo mismo —se encogió de hombros—. Puede parecer absurdo, pero así funcionan las cosas aquí. A partir de ahora sois libres para hacer lo que queráis… más o menos. La regla número uno para evitar problemas potencialmente mortales es no tocarle los cojones al Consejo. A partir de ahí… Es cosa vuestra. No hay más facilidades que el alojamiento inicial que ya os habrán ofrecido, pero tampoco demasiadas trabas si sabes buscarte las castañas.


Irianna

Había muchas personas allí, pero aquella pareja destacaba bastante. Los dos tenían un tamaño considerable, especialmente el ser con alas y atuendo negro; y su acompañante, de procedencia varmana, emitía un peculiar brillo azulado. De todas formas lo más llamativo fue el hecho de que el primero se dirigió a Kirés por su nombre. Irianna no sabía dónde meterse, tan intimidada como inmóvil, mientras el paladín intercambiaba saludos, o algo por el estilo, con el desconocido. Se encontraba tan tensa que se aproximó inconscientemente todavía más a Eara, casi rozando uno de sus brazos con el de ella. Irónicamente, la sinhadre era la única del grupo que no disponía de medios para protegerse, pero no era eso lo que ocupaba la cabeza de la lacustre en aquellos momentos. Mordiéndose el labio inferior sin poder evitarlo, hizo todo lo posible por mantener la compostura y centrarse en la conversación. No quería mostrar signos de debilidad tan evidentes ni tampoco que pareciese que no mostraba interés alguno en lo que Kirés había dicho.

Al principio se tensó al detectar lo que creyó una posible burla por parte de la extraña pareja, pero cuando el ser alado habló no parecía haber rastro de ello en su voz o sus gestos. Estaba demasiado intimidada para analizar a fondo lo que les estaba diciendo, pero ya había hecho la conexión acerca de por qué él y Kirés se conocían: sin duda tendría que haber sido quien había llevado al enderth a la ciudad, igual que Miseria Nombre había hecho con ella. Con la diferencia de que el paladín había acusado a su cosechador el haberle drogado.
—Si es como dices… —La voz le salió demasiado estrangulada en un principio y, avergonzándose considerablemente, se aclaró la garganta antes de continuar, obligándose a mantener la mirada, que se desviaba constantemente hacia el suelo, mientras hablaba—. Hablas como si no tuvieras nada que ver; sin embargo trajiste a Kirés aquí en contra de su voluntad, ¿verdad? ¿Por qué?
Se arrepintió enseguida de haber hablado. Estaba segura de que no podía sonar acusadora en el estado de nervios en el que se encontraba, pero el contenido de sus palabras podría interpretarse fácilmente como tal. En el fondo lo era: la nebulomante había accedido a ir al lugar que le prometió Miseria Nombre, pero estaba claro que no era el caso de la gran mayoría de sus compañeros. A Eara y Ayne incluso les habían ocultado información que para ella había sido crucial para tomar la decisión de acompañar al ominario. En su fuero interno esperaba que nadie dedujese de más a partir de su pregunta. Ya no tenía tan claro si prefería que sonase como una acusación o no.

Eara

La sinhadre tampoco se sintió para nada segura al ver acercarse a los dos extraños. Prefería que todos en el mercado les ignorasen y les dejasen observar tranquilamente. A Eara también le reconfortaba la cercanía de Irianna, aunque ella no hubiese llegado a moverse del sitio. Se sentía más protegida de ese modo, aunque no quería pensar que se hubiesen metido en líos: no habían hecho absolutamente nada malo.

El alado resultó ser el cosechador de Kirés. Eara no pudo evitar recordar a Jack. ¿Cómo lo recibiría ella si le viese? Se alegró, aun así, de que el enderth decidiese conversar por las buenas. Tampoco esperaba otra cosa de él. Y la recompensa fueron respuestas directas, sin tiranteces ni tapujos. Y la verdad resultó ser realmente simple. Demasiado simple. Para Eara era imposible entender siquiera el propósito de estar allí, ya que sin transformación ni siquiera podía intuir que cambiar fuese necesario. Le parecía horrible, y de hecho Irianna dio voz a sus pensamientos, al menos a parte de ellos.

Gael

El saludo del enderth fue muchas veces mejor que nada que hubiese esperado oír. No pudo evitar casi reir a escuchar el comentario telepático del draco, pero se obligó a disimular. Lo cierto era que Gael entendía bien las dudas de los cosechados, aunque había pasado bastante tiempo y le sorprendía que ningún compañero de torre les hubiese resulto ya sus dudas más básicas. Tal vez en las torres ya solo vivía sangre muy nueva como para dar explicaciones demasiado detalladas. O quizás aquellos recién transformados habían optado por buscarse la vida en otro lugar.

—Y la otra norma más importante, aunque seguro que ya os la sabéis, es que hay que dejar en paz a los cosechados. Es casi lo más importante para no cagarla con la primera que ha dicho aquí el amigo —dijo señalando brevemente a Noel. Miró al draco como preguntando “¿se lo explicas tú o se lo explico yo?” al respecto de la pregunta de la idrina. Era la pregunta número uno que se le hacía a los cosechadores. «Deberían repartir un descargo de responsabilidad de nuestra parte el día de la Luna a todos los cosechados»—. Lo cierto es que la explicación más simple de todas es que, si tú no te conviertes en cosechador, otro lo hará. Y pagan. Siempre hay alguien dispuesto a hacerlo —comenzó.

Aquel concepto de poder hacer lo que quisieran salvo por una o dos normas le parecía familiar y extraño a la vez. Por la parte “familiar” en dryfus las cosas también funcionan así, pero el hecho de que no estuvieran obligados a contribuir de forma constante en la sociedad y que pudieran vivir gratis era lo que para él era extraño.
El compañero del draco también habló, y la información que les dio sirvió para responder a las preguntas que se habían estado haciendo aquella mañana y para aclarar el por qué nadie les había ayudado. “Eso explica muchas cosas”

–Eso... no es exactamente verdad– Dijo el ave en respuesta a las palabras de Irianna –Pero preferiría no discutir mis motivos en este lugar. –De hecho preferiría no discutirlos en absoluto, no sabía cómo se podían tomar aquello sus compañeros. –Volviendo al tema de conversación original… ¿Cómo se gana la gente la vida en este lugar? Vivir gratis no es lo mío.

Noel

La subsiguiente conversación le hizo suspirar internamente. <<Aquí vamos>>. Entendía que unos recién transformados todavía estuviesen resentidos con su situación y que uno se sentía muy perdido cuando lo soltaban sin más en un refugio sin muchas explicaciones. Pero era cansado escuchar el mismo debate una y otra vez. Para su sorpresa, el propio Kirés desestimó la apreciación de la idrina. Definitivamente aquel chico le caía bien.
—Estáis perdidos, es normal. Sabemos muy bien lo que es pasar por eso. Pero cuando llevéis más tiempo aquí comprenderéis mucho mejor cómo funcionan las cosas —concluyó observándoles uno a uno, finalizando por la idrina, quien rehuyó por completo su mirada.
De todas formas tampoco creía conveniente hablar de cómo contrariar al Consejo podría resultar con una facilidad pasmosa en tu cabeza clavada sobre una pica: probablemente malinterpretarían sus palabras como alguna suerte de amenaza o excusa. Rasqa había sido el novato con el que más recientemente había tratado y no debía olvidarse de que el moloch era una rara excepción.

Pudo empatizar perfectamente con la siguiente cuestión del enderth, no obstante, aunque dudaba mucho que sus circunstancias fuesen las mismas. Y desde luego era lógico que no tuviesen ni idea acerca de cómo ganarse la vida en Rocavarancolia.
—Las posibilidades son amplias, aunque no todas sean rentables —empezó—. Puedes montar tu propio negocio si encuentras algo que esté sin monopolizar o en lo que la competencia no vaya a intentar matarte a la primera de cambio —comentó sin signo alguno de darle más relevancia a un hecho que estaba constatando—. También puedes preguntar a los que ya tienen un negocio si necesitan personal. Por ejemplo, nuestro amigo Jack… Ah, tú tienes que conocerle —se dirigió por primera vez a la sinhadre—. Tu cosechador tiene una bodega y de vez en cuando contrata a algún empleado. Y tal vez conozcáis a Saren, el idrino de la Sede, que está trabajando como portero en el burdel de dama Espasmo.
Decidió dejarlo ahí, tampoco quería saturarlos con mucha información de golpe.


Irianna

La respuesta del varmano brillante concordaba con lo que había escuchado de dama Poda durante la criba y, una vez más, aquellos dos pintaban las cosas como si fueran realmente simples. Para ella no lo eran, pero no pretendía mantener una conversación de ese tipo con dos desconocidos y mucho menos tras la intervención de Kirés, que la dejó un tanto confusa y todavía más arrepentida de haber dicho nada. ¿Podría ser que Kirés también tuviese algún motivo para aceptar ir allí? No obstante, había dicho muy claramente que lo habían drogado… No comprendía nada, pero desde luego no sería ella quién hurgaría en el asunto si no era el propio paladín el que decidiese contarlo.

En cualquier caso, no podía negar que era cierto lo que decían acerca de que no sabían cómo funcionaban las cosas, pero tampoco nadie podía hacer lo mismo con el hecho de que las explicaciones brillaban por su ausencia. La conversación, de cualquier forma, derivó en el tema del empleo, cosa que la nebulomante agradeció.

De su explicación pudo concluir dos cosas: que parecía más seguro buscar un empleador, y que seguía sin tener claro si buscarse la vida era fácil o difícil. Hubiera querido preguntar por empleos específicos, ya que seguía sin saber qué hacían en Rocavarancolia para entretenerse, pero no se atrevía. Levantó la mirada cuando mencionó a un idrino, que solo le sonaba vagamente de haberlo oído mencionar a alguno de sus compañeros que vivían en la sede, y no quiso hacer comentario alguno al respecto. No quería que nadie se preguntase por qué no había puesto más interés en conocer a un compatriota. Y desde luego prefería no preguntar nada sobre aquel burdel que había mencionado.
—Gracias por la información —dijo finalmente—. Podemos preguntarles más cosas a alguno de nuestros compañeros de refugio si es necesario… Quiero decir, no pretendíamos molestar si estáis ocupados.
Aunque lo que estaba diciendo era verdad, para Irianna pesaba más lo que no dejaba traslucir: bajo el manto de la pura educación, se escondía una muda súplica a poner fin a aquel encuentro.

Eara

Eara estaba siguiendo la conversación, pero tan cohibida que no se había dado cuenta de que todavía no había abierto la boca. Cuando el alado se dirigió específicamente a ella se sobresaltó imperceptiblemente, recordando de golpe que, aunque ella no tenía esencia, estaba presente en la conversación y le concernía. Sin embargo no respondió más allá de mirar por un momento fijamente al transformado y dedicarle un asentimiento. «Y parece que son amigos de Jack… ¿son todos cosechadores?» pensó. No se habían atrevido a visitar aún a su cosechador, o eso creía la aurva, y por tener no tenía claro ni dónde se encontraba su local, aunque tampoco podía ser tan difícil de encontrar preguntándole a gente de los refugios. Por ejemplo, aquel Saren. Ella también lo conocía, no había olvidado la ayuda que les había prestado el día de la Luna y su ofrecimiento para lo que pudiese surgir. De repente parecía que el mundo era un pañuelo.

Gael

Estaba bien que, para variar, los cosechados tuviesen sobre todo dudas acerca de la ciudad y no reproches. Ninguno de los tres parecía muy cómodo conversando, y era el enderth quien tenía pinta de estar más interesado en sacar información a pesar de eso.
—Opciones hay muchas. Como se aprecia bien, la ciudad está entre viva y muerta, y hace falta todavía mucho para levantarla. Y hablando de levantar ciudades… os recomendaría la construcción, ese campo aún no está pillado. Si lo sabremos bien… —añadió por lo bajo, mirando a Noel y riendo entre dientes—. Nosotros lamentablemente ya tenemos todas las plazas cubiertas en nuestro negocio, pero al menos puedo deciros que si necesitáis información, o quizá una recomendación en algún lado, podéis pasaros por el cuchitril a preguntar… Bueno, se lo conoce como la antigua posada “La Brecha Insondable” —recordó divertido, no quedaba muy profesional que se le escapase seguido el nombre que usaban ellos con tanta naturalidad—. Es fácil de encontrar preguntando.

Como la idrina bien había apuntado, podían recibir ayuda de sus compañeros de refugio, pero había asuntos donde realmente podía convenir alguien más veterano. El fuego fatuo, de todos modos, había ofrecido la ayuda por sistema. Llevaban demasiados años haciéndolo como para que se le hubiese quitado tan rápidamente la costumbre. «¿Debería añadir que si les abre una mole hecha de ojos mejor vuelvan otros día?» le envió telepáticamente al draco en tono jocoso.

El enderth fue absorbiendo toda la información que les iban dando, pero por desgracia ninguno de los trabajos que habían mencionado era de su interés Había tenido la esperanza de encontrarse algo similar a cazador, que era a lo que se dedicaba en su mundo, pero por otro lado dudaba que en una ciudad donde casi todos podían lidiar con las alimañas. “O quizás…” Al paladín se le acababa de ocurrir que, dada la naturaleza de muchas transformaciones, quizás sí que pudiera encontrar un oficio como cazador, solo que no de criaturas, sino de gente. Descartó la idea. Aquello no era su estilo, él mataba a seres peligrosos, no a gente inocente.
Detectó en las palabras de Irianna que la idrina parecía querer irse ya, y como ya habían conseguido más información de la que esperaba hallar en un solo día estaba a punto de seguir el ejemplo e iniciar agradecimientos y despedidas cuando algo en la spalabras del que brillaba de azul volvió a encender su curiosidad. Lo sentía por la bruja, pero decidió mantener la conversación aun si ella no parecía querer. No sabía cuando volvería a tener una oportunidad como aquella.

–A propósito, ya que habláis de vuestro negocio… ¿A qué os dedicáis? Por muy bien que paguen por cosechar dudo que sea suficiente para cubrir un año entero de gastos.

Noel

A aquellas alturas resultaba evidente que tanto la idrina como la sinhadre, que no había abierto la boca, no se encontraban especialmente cómodas en su presencia; no parecía ser el caso del enderth, no obstante. De cualquier forma, Noel compartía con el fuego fatuo la opinión de que al menos aquel grupo no parecía resentido con todos los que se habían transformado antes que ellos por defecto sin entender nada, cosa que era de agradecer. Cada año que pasaba sentía que tenía menos paciencia con aquella clase de novatos, y prefería tener buena relación con ellos dado que siempre podrían ser potenciales futuros clientes.

Gael añadió la información que él se había dejado en el tintero, desestimando la afirmación de la idrina de que no era necesario que continuasen ofreciéndoles ayuda. Asintió con expresión entre resignada y divertida cuando el fuego fatuo hizo referencia a las numerosas reformas del cuchitril y no pudo evitar componer una sonrisa jocosa que trató de contener en lo posible al recibir el mensaje telepático de su amigo, tratando de canalizar su diversión únicamente hacia sus pensamientos para responderle. <<Nah, no creo que sea necesario. No parecen tan descerebrados como el simio>>.

Inmediatamente después, Kirés se interesó por su ocupación, probablemente debido a que el nigromante había hecho referencia indirecta a ella. El enderth parecía verdaderamente interesado en encontrar empleo cuanto antes.
—Cosechar lo catalogaría más bien de obligación, de hecho —comenzó dirigiéndose al ave—. Cazarrecompensas, mercenarios; según a quién le preguntes. Personalmente prefiero calificarnos de lo primero: describe con más precisión a qué nos dedicamos. Pero la gente parece ser que empieza a conocernos como “mercenarios de la Brecha” por el antiguo nombre que tenía nuestra casa —explicó como añadido a lo ya dicho por Gael—. En cualquier caso, el mejor resumen es que hacemos el trabajo sucio por otros. Es un negocio bastante rentable en esta ciudad incluso aunque haya competencia; y si algún encargo no nos convence siempre podemos no aceptarlo —se encogió de hombros—. La naturaleza de los contratos varían mucho de unos a otros —aclaró mesándose la barba—. En Rocavarancolia hay un poco de todo.  


Irianna

Si Kirés notó su incomodidad, no dio muestra alguna de ello. Irianna no sabía si aquello era algo bueno o no, pues en realidad creía que el hecho de que quisiese finalizar la conversación con los desconocidos debería considerarse aceptable dadas las circunstancias. Nadie podría creer que tenía motivos ocultos para ello. <<¿No?>> se mordía el labio inferior con nerviosismo. Si se hubiera encontrado más a gusto probablemente habría sentido más curiosidad hacia las palabras del varmano brillante, preguntándose por ejemplo qué clase de historia habría detrás de llamarle a la propia casa “cuchitril” o por qué había hablado de una posada, demasiado nerviosa para tratar de comprender exactamente a qué se refería.

La respuesta del alado a la pregunta de Kirés, además, no disminuyó precisamente su inquietud. No podía decir que hubiesen sido desagradables con ellos en ningún momento. Aunque la nebulomante no estaba muy segura acerca de qué era lo que habían encontrado gracioso en varias ocasiones a lo largo de la conversación, tampoco lo estaba de que no fuesen sus prejuicios juzgando por ella. Pero, “trabajo sucio” no sonaba a algo sobre lo que quisiese saber más. Era evidente de a qué clase de cosas se podría estar refiriendo en un lugar como aquel y, por lógica de lo que se deducía de lo que habían dicho, ello le indicaba que estaban tratando con gente peligrosa. La lacustre, en lo personal, prefería no averiguar hasta qué punto estaba en lo cierto y tan solo pidió al Reflejo que el paladín ya estuviese satisfecho con la información de una vez por todas. Su hombro ya rozaba el de Eara y ni siquiera fue capaz de apartarse a pesar de que algo en su cabeza trataba de recordarle que su comportamiento no estaba siendo adecuado: había notado perfectamente que la sinhadre estaba casi tan incómoda como ella, a fin de cuentas.

Gael

Gael asintió en algunos puntos de la explicación de Noel brevemente. Básicamente, poco o nada había que añadir a su explicación sobre el trabajo. Lo que sí podía era darle algún consejo más al enderth.
—De hecho hay gente más especializada en unas cosas que en otras. Nosotros somos una especie de… todoterreno, porque somos un grupo grande y variado. Cada uno trabaja mejor con lo que su transformación le facilita, eso está claro. Si quieres encontrar un trabajo pronto, te recomendaría emplearte en algún sitio para ganar experiencia… si quieres empezar por tu cuenta es un poco más difícil, aunque no imposible. La verdad es que antes de trabajar es mejor dedicarse a conocer bien la ciudad. Aprovecha el tiempo en el refugio —se dirigió también a las chicas después—, aprovechadlo, porque el consejo no va a volver a daros nada gratis. No está mal gorronearles un poco —terminó, sonriendo.


Eara

Eara notaba la cercanía de Irianna y finalmente se fijó en ella, dándose cuenta de lo incómoda que debía de sentirse. Y, aun así, su cercanía a ella la tranquilizaba. Al menos ya sabía que aquellos transformados no tenían malas intenciones, lo que no quitaba que le diesen mala espina. No quiso realmente pensar en la amplitud de significados que ofrecía la expresión “trabajo sucio”, pero de forma superficial ya sonaba lo suficientemente sospechoso. Por eso necesitó armarse de valor para hacer al menos una pregunta antes de que se fuesen.
—Perdón… ¿podríais decirme dónde encontrar a Jack? Si no es molestia. —Al menos si Ayne se enfadaba por su ausencia, podría demostrarle que había hecho algo útil en su paseo. No sabía si se decidirían a hablar con su cosechador, pero al menos sabría dónde encontrarlo.

Kirés asintió ante la respuesta de Noel, aquel trabajo era mucho más parecido a las cosas que andaba buscando y había llamado su atención. Se parecía a lo que él hacía en Dryfus, aunque el propósito era mucho menos... noble. También escuchó con atención las palabras del otro, y si bien no le hacía gracia vivir gratis… tenía que reconocer que era un insensatez rechazar aquello. Después de todo no era su problema si los recursos de los refugios acababan malgastados por algún gorrón.
El enderth quería seguir con aquello, pero lo cierto era que ya tenía más que suficiente información para investigar por su cuenta y no se le había escapado la incomodidad de sus compañeras, por lo que una vez le indicaron a Eara dónde encontrar a ese tal Jack decidió poner fin a la conversación.
–Me gustaría conversar más, pero tenemos otros asuntos que atender y deberíamos marcharnos. Gracias por la información. –Acompañó la despedida con una ligera inclinación de cabeza, y una vez todos finalizaron con las despedidas iniciaron la marcha de vuelta a Serpentaria. Allí el enderth quería disculparse con Irianna por alargar la conversación y también ofrecerle a Eara ir con ella si decidía visitar a su cosechador dado que no tenía transformación, como agradecimiento por acompañarle al mercado.

Sigue en la torre Serpentaria

(Post-prueba en las montañas)


Aquella tarde, Rasqa se aburría y había decidido salir a calentar las alas (lo cual era en él una actividad literal y metafórica). En aquellos momentos sobrevolaba el mercado con cierta curiosidad primitiva: el tema del dinero se le hacía extraño. Que si oros, que si platas, que si tubérculos mágicos aliñados con salsa de colaespina. Al parqio no se le ocurría por qué la gente tenía tanta necesidad de intercambiar cosas todo el rato. Él le estaba dando todos los dineros que ganaba a Dana, a cambio de magia hasta que pudiera ir libremente a cazar; y no necesitaba más. Tenían comida y cama en serpentaria y una ciudad entera a sus pies. ¿Qué era lo que se le pasaba por alto?

El moloch viajaba con las llamas encendidas a baja potencia. Durante un instante, frenó el vuelo, aleteó con fuerza y luego extendió las alas para planear. Le gustaba ver el bullicio del mercado desde arriba. La gente parecía pulgas. Pulgas inflamables.

Wen le había comentado que las dos novatas que le habían estado acompañando a Krabelin estaban invitadas a visitar el Cuchitril aquella tarde, y ya que conocía a una Vac pensó en pasarse para conocer a la otra. Irianna le había parecido simpática durante la breve conversación que habían mantenido en la taberna tiempo atrás y le apetecía volver a verla, pero también sentía curiosidad por la Hija de las Lunas, pues aún no había tenido la oportunidad de ver a ninguno de los de su especie de cerca. El hado infernal había acudido al mercado a comprar algo con lo que presentarse en la merienda, y de allí salía con un par de botellas bajo el brazo cuando avistó a Rasqa planeando en las alturas. Conocía al moloch de los bajos fondos, pues ambos tenían tratos con Dana y Tuétano y también habían coincidido en las peleas que se organizaban allí abajo.
—¿Qué es lo que miras con tanta atención? —le preguntó con una media sonrisa, alzando la voz para que le oyera antes de elevarse el mismo y ponerse a su altura.

El parqio le caía bien y compartían gustos propios de las criaturas inmorales, pero lo cierto es que no lo conocía aún tanto como le habría gustado. Sabía que pertenecía a la última remesa de transformados y que de hecho había compartido torreón durante la cosecha con las dos invitadas de la vouivre, pero no sabía mucho más y quería ponerle remedio.

La voz de Vacuum lo distrajo de sus pensamientos pirofílicos. Era una de las grandes sorpresas que se había encontrado durante sus muchos viajes a los bajos fondos. Aquella zona se había vuelto una de las localizaciones preferidas para pasar el rato. Siempre que se aburría, bajaba a charlar con Dana y Tuétano o a fisgonear peleas. Sus preferidas eran las peleas más injustas: aquellas en las que los bendecidos por la luna hacían gala de su fuerza contra varios esclavos sin esencia. No podía apostar (no entendía las apuestas tampoco) y las disputas entre iguales a veces se alargaban mucho en el tiempo.

—Estaba pensando que los de ahí abajo teníais madera para hacer una buena barbacoa —era una broma sincera—. ¿Qué has comprado?

Igual que no entendía el mercado, Rasqa tampoco sabía mucho de no invadir espacios personales; en las Islas no enseñaban nada de eso. Así, si el moloch tenía ganas de saber algo: lo preguntaba, le daba igual meter los morros en bolsas ajenas.

La broma de Rasqa no le sorprendió en lo más mínimo, pues estaba acostumbrado al peculiar humor del moloch, pero a pesar de todo le arrancó una breve carcajada.
—Algunos no ardemos tan bien, compañero —le replicó al final con una enigmática media sonrisa, sin añadir ninguna explicación a aquella afirmación. Si el parqio no sabía aún que los hados infernales eran ignífugos tenía muchos deberes pendientes—. Una botella de zumo de frutas varmano y otra de licor de fuego —respondió enseñándole ambos recipientes. El primero era de cristal, pero el segundo resultaba mucho más llamativo, pues parecía estar hecho de piedra volcánica y en su interior brillaba una luz anaranjada—. A este brebaje también se le llama “sangre de dragón”* —comentó, guardando las bebidas en su bolsa sin fondo para evitar accidentes durante el vuelo.

El griego observó a los transeúntes allí abajo y empezó a virar hacia el Cuchitril de forma inconsciente, dejando que la corriente de aire le llevara lentamente hacia la cita que tenía con sus amigos.
—Tu pasaste tu cosecha en el torreón Letargo, ¿verdad? —le dijo al parqio tras unos instantes de silencioso planeo. Mas que una pregunta era una afirmación—. Ahora mismo he quedado con unos amigos míos y con dos compañeras tuyas de criba. —añadió. Las palabras de Vac eran una invitación indirecta, pues no creía que a Wen le importara demasiado que se presentara con un compañero de las invitadas en la merienda.

* Dovakhiin!

Rasqa bufó en un gesto altivo.

—No me pongas a prueba —y rió también. El moloch no tenía ni idea de que los hados infernales fueran ignífugos—. Seguro que eso no es sangre de dragón de verdad. El único que queda vivo es del rey y dudo que le guste desangrarse en botellas —Rasqa había estudiado. Sabía eso igual que sabía lo que decían los rumores: pronto vendrían nuevos dragones desde un mundo nuevo— ¿Me dejarás que lo pruebe?

A pesar de la desconfianza que le producía el nombre, la curiosidad le podía. El parqio había sobrevivido a la criba aferrándose a su deseo de convertirse en un lagarto gigante que acabara quemando vivo a Roaxen. Gracias a la enciclopedia de dragones y a sus buenos compañeros había sobrevivido a los peores pensamientos. Y la Luna no lo había decepcionado del todo. Cualquier cosa que llevara la palabra dragón le interesaba. Incluso Gahna, hermana de dragones y prima lejana suya.

—Pues me voy contigo —se autoinvitó—. ¿Quienes son?

Desde la salida de la Luna, el parqio veía menos a los miembros de su manada y cualquier excusa era buena para remediarlo.