Antiguo Mercado

Una sonrisa enorme se mostró en el rostro de la varmana al ver que de verdad le gustaban los libros.

"Son recomendaciones personales de la embajadora libense. Cuando estuve por allí pregunté por alguna recomendación y me remitió a esos" explicó ya moviéndose entre los puestos con distintas mercancías.

"Qué buena noticia, Irianna. Si te puedo ayudar de alguna manera con la reforma..." se ofreció mientras buscaba la tienda que había visto la última vez.

"Pues verás, la otra razón por la te he pedido que vengas es porque me gustaría comprar un violín y quiero tu opinión al respecto". La varmana esperaba que no hubiese problema al respecto. "También me gustaría que me enseñases a tocar un poco" pidió un tanto nerviosa.

"Si tienes tiempo y no te resulta una molestia" se apresuró a añadir no queriendo poner a la chica en un compromiso de ningún tipo. Si no podía Varsai podía buscar partituras y aprender por su cuenta aunque le llevara más tiempo.

—Gracias, aunque no creo que necesite ayuda: de la reforma se encarga el carpintero  y en mi bolsa sin fondo me caben las pocas cosas que tengo que trasladar. Lo que sí haré será invitaros a todos a cenar para celebrarlo cuando lo tenga todo medio decente.

La varmana le habló entonces del otro motivo que le había llevado a quedar con ella en el mercado y enseguida empezó a buscar puestos donde vendiesen instrumentos.
—Por supuesto que te puedo enseñar, aunque estaré bastante ocupada durante los próximos meses seguro que podemos encontrar algún hueco que nos venga bien a las dos. Quiero decir, tocar de vez en cuando también me relaja y yo misma he tenido que empezar prácticamente de cero. La verdad es que te van a venir bien libros al respecto de todas formas —le explicó y se detuvo frente a un mercader que tenía violines expuestos—. Los violines de buena calidad son muy caros, así que te aconsejo para empezar uno que tenga un equilibrio entre precio y calidad. Es decir, que afine bien y no sea más frágil de lo que debería, pero no te gastes demasiado. No sería raro que se te rompiese en un descuido, o a lo mejor al final no te convence y habrías invertido demasiado dinero para nada.

A continuación examinaría los violines que más llamasen su atención y considerase adecuados para una novata. Le haría preguntas al vendedor también, que aunque intentase esconder algunos de sus gestos, la idrina sabría cuando estaba exagerando acerca de su mercancía y podría conseguir que le mostrarse exactamente lo que quería.

Varsai se alegró por la respuesta de la idrina respecto a la enseñanza. Ya tenía pensado comprar algún libro de partituras y didácticos, pero no había pensado en lo de la cantidad de dinero a gastarse en el instrumento.

Miró por la tienda junto a la bruja y cogió varios para comprobar que no fueran quebradizos o que las cuerdas estuvieran en buen estado. Finalmente le enseñó uno a Irianna.

"Me gusta este, parece resistente y las cuerdas están en buen estado. Además tampoco es feo y no está mal de precio" le dijo mentalmente enseñándole un instrumento de madera oscura con un color más claro hacia los extremos. "¿Qué te parece?"

Se acercó para coger el violín que había escogido Varsai, observándolo más de cerca, asegurándose de que tenía el peso que debía y que las cuerdas estaban bien. Le hizo un par de preguntas al vendedor  observando atentamente su lenguaje corporal. No notó nada que le hiciese saltar las alarmas, por lo que se lo devolvió a la varmana con una sonrisa.
—Si te gusta este puedes llevártelo. Es bastante adecuado —le informó—. ¿Tienes libros para principiantes? —le preguntó también al mercader.
Cuando el dueño del puesto le mostrase lo que tenía, la nebulomante le echaría un vistazo a todos ellos, cribando los que le parecían más prácticos para que eligiese Varsai.

La licántropa sonrió cuando la idrina aceptó que el violín era adecuado para una principiante, aquel le gustaba mucho. Finalmente solo quedaban los libros de música.

El dueño del establecimiento les enseñó diferentes volúmenes que la bruja cribó hasta que solo quedaron unos pocos en la mesa. Varsai les echó un vistazo, todos parecían adecuados y además le recordaban a cuando su madre le enseñaba los libros de partituras de piano en casa. Escogió dos, uno para principiantes y otro que hacia el final tenía alguna partitura más avanzada. A la chica siempre se le había dado bien la música y no creía que fuese a tardar mucho en dominar lo básico.

Además pidió un estuche para el instrumento, un recambio de cuerdas de violín, y una cera para tratar la madera y no se deslustrase. Nunca había tratado mal sus instrumentos y no iba a empezar ahora a hacerlo.

Finalmente pagó y salieron de la tienda con el estuche en una mano y en la otra una bolsa con los libros y demás cosas. La varmana estaba exultante y se le notaba en la sonrisa abierta que esgrimía.

"Gracias Irianna" le dijo mientras caminaban mercado abajo. "Te invito a tomar algo en el Jardín" le propuso refiriéndose al local de Eara y Ayne. Allí podrían ultimar detalles respecto a las clases y relajarse en compañía de sus amigos. Si bien la chica estaba deseando empezar a practicar también le apetecía la compañía de su amiga un rato más.

La elección de Varsai le pareció más que adecuada, por lo que no intervino más y se entretuvo mirando algunos de los violines que tenía a la venta el mercader. No pensaba cambiar pronto de violín ya que tenía gastos más urgentes, pero probablemente acabaría comprándose uno mejor más adelante.
—No hay de qué —respondió a la licántropo con una sonrisa—. Oh, muchas gracias, ver a Eara y a Ayne y tomarme una infusión suena genial —dijo a su invitación.
No pensaba pedir nada más caro que eso y en otras circunstancias habría insistido en pagar su propia consumición, especialmente cuando su amiga acababa de dejarse un buen dinero. Pero lo cierto es que desde que era miembro del ejército la balera no tenía problemas económicos y ella necesitaba ahorrar todo lo posible. Se dirigieron hacia el mesón charlando animadamente sobre música.

Al pequeño grupo que iba a explorar el mercado se unió Lethe, que según les dijo quería pasarse antes por la biblioteca para dejar los libros prestados. Alec también iba a salir y se ofreció a llevar todos los libros. En cuanto todos terminaron de prepararse, se despidieron de los que se iban a quedar en el torreón y salieron rumbo a un lugar desconocido.

Chromsa iba con una mezcla de emociones. Por una parte, tenía curiosidad e ilusión por conocer una zona de la ciudad totalmente habitada, pero por otra el desconocimiento de cómo serían los ciudadanos le estaba haciendo entrar en tensión. Hasta ahora todos los que habían conocido habían resultado ser agradables (aunque el ochrorio no tenía claro si Ataulfo era o no un ciudadano), pero dudaba mucho que eso fuera a pasar de ahora en adelante. Los de Sendar ya les habían hablado de el cruel amo de Iemai y Kirés había mencionado a gente que tenía precio que no se definían precisamente por su bondad. Con todo esto en la cabeza, avanzaba junto a Adam sin darse cuenta del trayecto hasta que llegó el momento en que Alec se iba a separar del grupo. -No creo que ya nos pase nada, pero ten cuidado. Nos vemos luego- se despidió el ochrorio con una sonrisa.

Unos minutos más tarde empezó a escuchar el bullicio que comenzarían a ver poco después. Los primeros puestos del mercado quedaban a unos metros más adelante y ya podía comprobarse que debía ser uno de los lugares más concurridos de la ciudad. Decenas de personas iban y venían, cada una con cambios más curiosos que el anterior. Algunos mantenían una apariencia bastante normal, mientras que otros bien podría haberlos confundido con monstruos. -¡Vaya! Esto...Esto es... Maravilloso- dijo un tanto sorprendido mientras se acercaban a la entrada del mercado. Ya desde allí pudo ver todo tipo de puestos: el más cercano parecía vender tomos sobre magia y otro cercano se trataba de un puesto con frutas que no había visto en su vida. Un sin fin de olores, sonidos y colores cargaba el ambiente, dando una sensación caótica pero a la vez acogedora. Chromsa no recordaba ni un solo día de mercado de su pueblo que pudiera acercarse a lo que sería un día normal allí.

Por supuesto la presión y los nervios aumentaron a la misma vez que la fascinación, más cuando algunos de los ciudadanos se les quedaban mirando al pasar y cuchicheaban entre ellos. ¿Tan obvio resultaba que eran los nuevos o es que acaso tenían otros planes más maliciosos? Además, sus hojas le seguían revoloteando y, tal como si fuera una parte de su cuerpo, no quería que ninguna chocase con alguno de esos desconocidos. ¿Pero acaso no había decidido ir para enfrentarse a esa sensación de peligro constante que le atacaba por cualquier cosa? Tenso, pero intentando contenerse, se giró a sus amigos y dijo: -Vale, ya hemos llegado. ¿Queréis buscar algo en concreto o damos una vuelta sin más?-

No se había fijado demasiado por culpa de los nervios, ni siquiera lo asimiló del todo, pero por un momento vio a alguien. Alguien que iba a ser clave para entender cómo funcionaba la ciudad... o que tal vez solo fuera a darle muchos quebraderos de cabeza.

Dio las gracias a Alec cuando se ofreció a llevar los libros en su lugar. Ahora disponían de opciones donde poder guardarlos y estaba claro que el tremor no iba a tener problema alguno en cargar con ellos, por lo que no puso ninguna objeción. No le hacía especial gracia que el humano se separase solo al llegar al mercado, pero se dijo que no iba a pasarle nada. La biblioteca era segura y aquel camino lo habían hecho muchas veces sin incidentes; aun así le indicó a Alec que tuviera cuidado.

En cuanto pusieron pie en aquel lugar, el pico de la horus se abrió en una expresión de absoluta incredulidad que tal vez fuese la primera vez que sus compañeros la veían.
—¿Pero dónde lucios estaba este sitio antes? Estoy convencida de que hemos pasado cerca de aquí varias veces.
Semejante bullicio, puestos, toda aquella gente (alguna increíblemente llamativa)… ¿Dónde habían estado hasta ese momento?

La enderth carraspeó y se recompuso, adoptando una pose más digna y más propia de ella. Intentaba no mirar fijamente a nadie, pero a veces le costaba no hacerlo con tantísima diversidad de gente de todo tipo, cada cual más extraño que el anterior. Los vendedores gritaban sobre su mercancía en un confuso caos de voces que le costaba entender. Se preguntó si habría algún puesto de venta de pescado… Enseguida se recordó a qué habían venido y que de todos modos no tenía dinero ni nada de valor.
—¿Qué estamos buscando, exactamente? —añadió a la pregunta de Chrosma con más precisión mirando a la aparición nocturna.

Adam ni siquiera se acordó de que tenía que devolver su libro prestado de la bibiloteca y por eso agradeció de que Alec se ocupase de aquella tarea con el suyo y el de los demás. En el momento de separarse no se fue por el otro camino sin pedir al enorme escocés que tuviese cuidado por el camino.

Por otro lado, ¿qué pinta podría tener aquel mercado? Tampoco habían visto toda la ciudad y Adam estuvo bastante escéptico ante su existencia. Además en todo lo que llevaron en Rocavarancolia no vieron apenas tránsito y todo parecía desértico, ¿siquiera era posible algún comercio en...?

La visión que los cuatro tuvieron ante sus ojos callaron definitivamente esas ideas de negación. Adam era como un niño pequeño mirando para todos lados, ignorante por completo de esa sorprendente cantidad de, ¿personas? Todos variopintos y distintos. El pegaso estiró la cara, algo estresado.

—Esto aquí no estaba ni de coña. ¿Estas personas son ciudadanos? —respondió a Lethe. Le costó decir el “personas” en lugar de "cosas" o que se le escapase algún “raro”, su grupo caía en ese mismo saco de rasgos ciertamente exóticos y no quería decir nada inapropiado.

Cruzando la concurrida calle se pegó a Chromsa y a todos los demás de la pura desconfianza. Remetió sus plumas en las mangas asegurando que no fuesen visibles o foco de alguna mirada curiosa. Algún puesto que otro parecía interesante, eso sí, plagado de mercancía tan variopinta como la ciudad en sí. Sitios donde vendían frascos llenos de… cosas, expositores de armas, armaduras; incluso un vendedor exclamando su mercancía de mascotas para el hogar, animales que Adam no vio en su vida pero en su mayoría parecían hasta adorables.

—Yo por mí podemos ir ya a por lo que hemos venido, solo quería ver un poco por encima —respondió al ochrorio de cuya tensión se percató, tal y como se puso la noche anterior imaginaba que estaría nervioso por el ambiente y por las consecuencias de ser un fauno. Dirigió una mirada analítica a Kahlo cuando ambos, ochrorio y enderth, preguntaron.

Después de elegir habitación, comer como no habían comido en meses y, en su caso, pasar un buen rato arreglándose en el espejo (¡con un peine decente!), el pequeño grupo partió al mercado. No sabía si era la luna, pero con su brillo la ciudad parecía haberse cubierto por una alfombra roja para ellos, y eso le daba seguridad.

Viviendo con el miedo a lo desconocido no habían podido explorar aquella zona antes, lo que le dio a Kahlo una pizca de pena. ¿Cómo habría sido su reacción entonces? Quizás no muy buena considerando que estaba plagado de “monstruos”, monstruos como ellos mismos realmente, ¡pero había vida! ¡Muchísima! Había echado de menos las tiendas, el bullicio incluso si resultaba un tanto intimidante, la música y las cosas que hacían de una ciudad una ciudad. Distaba de parecer Varmania, pero bastaría. Aún así no supo si sonreír, según se adentraban algunos puestos daban bastante mala energía, pero a grandes rasgos opinaba como el ochrorio: aquello era una maravilla.
No quería mirar demasiado a nadie para no ofender con su indiscreta curiosidad, pero había personas tan variopintas que se preguntó como los meses previos habían ido a dar con individuos tan normales como Wheem o Kirés. En algunos casos el aspecto era tan espeluznante que también se vio arrejuntándose al grupo, delatando más aún lo nuevos que eran. La pregunta de Chromsa y Lethe la pilló mirando a alguien cuyo cuerpo era como el de Adam en bestia, pero ahí donde debería estar la cabeza del animal continuaba un torso humanoide.

—Ah-uhm… —pestañeó para desviar la vista. ¿Podía Adam hacer eso o es que se había quedado ese pobre a medias? —. Krono me ha dado referencias de un puesto donde pagan bien las joyas —abrió el panfleto donde se lo había anotado y arrugó la nariz—. Ahora que encontrarlo… es otra cosa.

Siguieron andando, la varmana mirando a ambos lados para no saltarse el más mínimo metro cuadrado hasta que un reflejo de luz captó su atención. No era un tenderete como tal, sino un local discreto que emitía un fuerte olor a plata, con piezas y cacharros aparentemente inútiles apilados tras el escaparate. También había abalorios, relojes que no funcionaban y cosas que quizás el humano reconociera, como una tostadora y el tambor roto de una lavadora. El cartel además coincidía con el nombre que le había dado el irrense. Sonrió.

—¡Es aquí! ¿Queréis entrar o preferís esperar fuera? —ya tenía la mano sobre el pomo de la puerta.

El resto parecía tan sorprendido como él respecto a aquel lugar, desde luego los entendía. Después de tantos meses solos ahora llegaban a un sitio repleto de gente. Y ciertamente el hecho de que no se hubieran topado antes con el mercado extrañó al ochrorio tanto como a Lethe y Adam. ¿Sería cosa de algún hechizo? No le extrañaría que fuera eso.

Kahlo les habló de las indicaciones que le había dado Krono y mostró un papel donde había apuntado dónde se encontraba el local. Chromsa se acercó diciendo: -Bueno, con suerte no tardaremos demasiado en encontrarlo. Te puedo ayudar con las direcciones que te ha dado.- No tardaron en ponerse en marcha revisando las anotaciones (y mirando también los tenderetes por los que iban pasando) hasta que poco después la varmana dio con el sitio que buscaba. El ochrorio observó con curiosidad los distintos objetos que había en el escaparate. La mayoría tenían plata o algún metal parecido, aunque había todo tipo de cachivaches de los que solo reconocía algunas cosas. La pregunta de Kahlo llegó a la vez que se terminaba de fijar en algo que había estado escuchando desde que llegaron a la tienda. Con la atención puesta en dirección a una voz contestó: -Creo... que voy a quedarme mirando por aquí. Espero que te vaya bien ahí dentro, ahora nos vemos.- En cuanto entraron ella y Lethe, pues Adam decidió quedarse con él, empezó a caminar por la calle en la que estaban.

Mientras se acercaba al final de la calle, que podía verse desde la entrada de la tienda, empezó a centrarse en las palabras a la vez que iba pudiendo ver a alguien subido a un pequeño escenario improvisado. -¡Y así fue como acabé con las horribles bestias gigantes que atacaban al indefenso grupo de clingers! Por supuesto no fueron rival para un caballero tan experimentado como yo, claro. Para una hazaña más heroica aun podría contaros sobre la vez que salvé Sinhdro de un malvado nigromante que a punto estuvo de acabar con el mundo.- Ya a una distancia más cercana podía ver a un chico subido a un par de taburetes grandes vociferando aquellas hazañas mientras hacia poses dignas de verse en alguna estatua. -¡Y lo mejor de todo es que siempre estoy dispuesto a buscar nuevas aventuras en las que luchar por el bien! ¡Así que ya saben, si están en apuros, yo-- Chromsa llegó a escuchar un "¡Cállate, anda!" seguido de unas risas antes de ver como una de las pocas personas que tenía de público lanzó un hechizo que paralizó al caballero en medio de uno de los cambios de pose, haciendo que cayera de boca contra el suelo.

Temiendo que se hubiera hecho daño, el ochrorio se acercó con más rapidez y se agachó para ver cómo se encontraba el chico: -Oye, ¿estás bien? Si estás herido puedo curarte.- El héroe empezó a reaccionar soltando un pequeño -Ayyyy...- por el golpe y acto seguido Chromsa le ayudó a levantarse, avisando antes al ruso para que le ayudara si hacía falta. En cuanto estuvo en pie pudo fijarse bien en aquel "caballero". Era un chico más o menos de su edad, bastante alto (se fijó en que se debía a que su torso era más largo de lo normal) y que vestía lo que podía considerarse una "armadura" hecha con piezas de cuero y de metal otras que parecían desgastadas a pesar de tener un color dorado del que no se fiaba demasiado; incluso tenía una espada enfundada al cinto. Aparte del peculiar casco con astas de ciervo, le llamó la atención que se parecía bastante a un ochrorio, aunque el hecho de que tuviera cola, hocico y unas manchas rojas en la cara que podrían parecer pintadas le hacía pensar en que seguramente serían los cambios que le dio la Luna. -Vaya, ese trasgo debería mostrar un poco más de respeto por un guardián de la justicia.- dijo mientras se sacudía el polvo de su impoluta armadura a la vez que intentaba volver a la apariencia que había tenido en el escenario. El no ochrorio miró al fauno y al pegaso y siguió: -Al menos en esta ciudad todavía quedan almas caritativas que saben reconocer a un héroe. Os doy mis más sinceros agradecimientos, esto...- Ofreció su mano a modo de saludo y el ochrorio le correspondió presentándose: -Chromsa. Me llamo Chromsa, y me alegro de ver que no le ha pasado nada con esa caída.- Ciertamente no parecía que se hubiera hecho nada más que algún rasguño, pero sí que el ochrorio se pudo fijar en la clara cicatriz que tenía el chico en ambas manos en los nudillos y en los laterales hasta la muñeca.

De mientras esperaba respuesta de Kahlo, Adam se incorporó para mirar. Gente. Jaleo. Todo parecía tan ajeno a aquellos meses de silencio, esos días en los que el mayor ruido que podría haber eran Kolja o su pequeño grupo con el tambor. No es agobio, es… nostálgico. Rostov del Don solía abrumar de la de gente que había, al igual que el mercado donde el pegaso estaba.

Hablando de cosas raras, Adam se fijó también en aquel caballo con torso humano. Un centauro o, por lo menos, en la tierra son conocidos por ese nombre. En el libro no mencionaba nada sobre cambiar partes específicas, aunque no se podía quejar de tener su cuerpo original accesible al menos.

—Entiendo que quieres vender las tuyas… Bueno, es una buena inversión —igualmente le pareció una lástima deshacerse de aquella joyería pero sonrió al decir lo último, al fin y al cabo tener el brazo de vuelta le es más importante a Kahlo y lo entendió.

Después de un rato de búsqueda, cruzando todo tipo de tiendas, puestos, personas y alguna que otra criatura extraña al fin encontraron su destino. Adam no lo comprendió pero al asomarse curioso tras varias piezas de metal soltó un grito ahogado tras el escaparate.

—¡Una cámara! ¡Y también un ventilador de techo! —era tecnología, el pegaso después de mucho tiempo puedo ver una cámara, algo desmontada pero con la forma claramente reconocible. En sí el aparato parecía antiguo, al igual que el ventilador del cual solo quedaban un par de aspas metálicas—. U-uh me gustaría entrar pero… lo voy a acompañar fuera. Tened mucho cuidado por favor —sinceramente se quedó con las ganas pero de momento dejaría solo al ochrorio por ahí, prefiriendo estar tranquilo por su seguridad.

Caminando por la calle casi que se olvido de los cachivaches al ver todo lo que el mercado ofrecía. En alguna ocasión debía esquivar a unas pocos que transitaban al frente suyo, eso le sacó una sonrisa. Cruzar miradas con algunos desconocidos no lo llegó a intimidar del todo y, de hecho, su miedo estaba desapareciendo acostumbrándose al ruido—. ¡Eh, cuidado! —Dijo a una pequeña criatura que le llegaba por la cintura cuando pasó por su lado corriendo, se le quedó mirando y Adam, lejos de sentir pavor, le saludó con la mano y para su sorpresa el pegaso recibió el mismo gesto de vuelta. ¿En qué momento le tuvo tanto miedo a la gente? No se arrepintió de ir al mercado en absoluto.

Adam ya vio hacia donde se quería dirigir Chromsa. Desde lo lejos pudo ver lo que parecía ser una función, con escenario y todo aunque no estuviese del todo elaborado. El ruso mientras se acercaba observó todo con expectación, mirando hablar al peculiar chico con el casco adornado con astas de ciervo. Desde luego no había muchas personas pero Adam rápidamente supo a qué rollo iban.

—Dejadlo en paz, ¿no? —dijo bajito para sí, negando con la cabeza y algo molesto por el mal ambiente que emanaba de algunos.

Uno de los graciosos decidió ir mas allá y paralizar al pobre haciendo uso de magia. Eso ya pasó de castaño oscuro y mientras Chromsa fue a ver como se encontraba el chico con astas el ruso miró con algo de desagrado al autor de la broma. El tipo le puso una cara de duda, volteando con una sonrisa burlona.

—Gilipollas… —soltó algo decepcionado de que esa clase de personas arruinase las buenas vibras que tenía con el mercado—. Ese hombre no tuvo por qué hacer eso. Te ayudo con él Chromsa —una vez cerca de los dos aportó para enderezar al chico. No parecía humano por sus rasgos generales además de otras cualidades como su cola, hocico y manchas faciales. Su forma de hablar, sin embargo, le resultó particular siendo bastante educado con su elección de palabras y… ¿Quizás se estaba tomando demasiado en serio su papel? ¿Era una actuación siquiera? El pegaso se esperaba cualquier cosa ya y prefirió no preguntar por si acaso—. Yo soy Adam y las gracias no hace falta darlas —ofreció su mano también—. No deberían haberte hecho eso, qué maleducados.

-Chromsa y Adam, ya veo...- dijo mientras le daba la mano al ruso. El chico añadió al comentario del humano: -Bueno, hay de todo en esta ciudad, por eso alguien tiene que trabajar para que vaya a mejor aunque algunos no lo comprendan.- El ochrorio lo observaba con curiosidad. Si era un caballero, debía de tener un tiempo en la ciudad. Tal vez podría ayudarles a manejarse como ciudadanos.

-¿Y cómo se llama?- preguntó Chromsa. El chico le miró y empezó a responderle: -Me alegra que me lo preguntes y perdonad mis modales; por cierto, puedes tutearme, no te preocupes.- Dio unos pasos atrás para prepararse y se aclaró la garganta antes de responder la pregunta: -Ejem, ejem... ¡Yo- comenzó a preparar su pose con algunos movimientos -soy Erknest, el Caballero Ciervo! ¡Protector del bien y la justicia en Rocavacarancolía!- concluyó triunfante alzando su mano derecha con el puño cerrado. Después tanto él como Chromsa se mantuvieron en silencio por motivos distintos (en concreto el ochrorio estaba asimilando aquella presentación tan... no tenía claro que adjetivo usar) por unos segundos hasta que se rompió cuando un par de hojas se le pegaron al caballero en la cara. -¡Por la Acromía, lo siento muchísimo Erknest! Todavía no las controlo muy bien, debería haber tenido un poco más de cuidado, perdón.- se disculpó aprisa mientras apartaba las hojas para encontrarse con unos ojos perplejos a lo que había pasado. Tras unos segundos, el Caballero Ciervo reaccionó volviendo a una postura más natural: -No pasa nada, las transformaciones siempre cuestan al principio.-

Hechas las presentaciones, la curiosidad de Chromsa le llevó a hacer la primera pregunta: -Y... ¿Hace mucho que eres ciudadano?- Erknest contestó: -En realidad no. Justo hace un año desde que me llegaron los cambios, aunque aun así ya tengo cierta fama en la ciudad.- Hizo algunos gestos para que resaltaran sus cambios más visibles y se dispuso a preguntar también: -Dejad que adivine, ¿sois los nuevos, verdad?-

Lethe asintió y leyó las indicaciones que el irrense le había dado a Kahlo para ayudar en la búsqueda. Tardaron un poco, pero finalmente lo encontraron: un establecimiento cerrado, con un escaparate lleno de cachivaches raros de percas. Cuando la varmana preguntó, dejó que respondiesen primero Chromsa y Adam, aunque ella ya sabía la respuesta desde el principio pero desde luego hubiese cambiado de opinión si no fuese así tras escuchar su decisión.
—Voy contigo —le dijo a la aparición nocturna, siguiéndola al interior del local.
No pensaba dejarla sola, por muy supuestamente de fiar que fuese la recomedación del tal Krono Rádem,

Una vez dentro pudo ver más movidas extrañas, además de cosas más reconocibles como minerales o joyas como las que quería vender su amiga. Estas decoraban las paredes del lugar en estantes de colores llamativos junto con más cosas raras que principalmente parecían hechas de metal, o eso creía la horus. Y tras un mostrador de cristal en el que había expuestas más joyas y similares, un tipo bajito que posiblemente fuese nublino, sin cambios apreciables y vestido con una túnica llena de adornos y detalles que le hicieron apartar la mirada enseguida porque creía que si la miraba durante más tiempo se iba a quedar ciega.

—¡Bienvenidas! ¿Sois nuevas en la ciudad, tal vez? No reconozco vuestras caras—les saludó efusivamente y con una sonrisa que también brillaba debido a un diente de oro—. ¿Qué os trae a mi humilde establecimiento?

<<Humilde, dice>> pensó aguantándose una risotada sarcástica.

Después de las presentaciones el chico siguió expresándose de forma curiosa, quizás nada de lo que vio era una actuación y Erknest, tal y como se presentó, confirmaron esto. Adam levantó las cejas ante tan llamativa presentación, refiriéndose a sí mismo como el Caballero Ciervo. Todos se callaron, incluyendo el propio pegaso, hasta que Chromsa, sin quererlo, provocó que dos hojas se estrellasen en la cara del caballero.

Chromsa se le adelantó preguntando acerca de su estancia en Rocavarancolia. Aunque fuese un año, Erknest quizá tendría experiencia en la ciudad y tener conocidos como él puede ser bueno para todos y aprender un poco más de lo que les rodea. Lo de ser famoso no le quedó muy claro pero si él lo dice supuso que sería verdad.

—Lo cierto es que sí. Estuvimos refugiados en el Torreón Silente, no sé si lo conoces. Ayer mismo tuvimos los cambios y todavía nos estamos acostumbrando a ello. Visitamos la Torre Serpentaria y creo que la mayoría vamos a quedarnos ahí por lo pronto —Adam prefirió no otorgar mucho detalle sobre las transformaciones, al menos la suya por el momento.

El ochrorio asintió a las palabras de Adam, reafirmando lo que había dicho. -Tal como imaginaba entonces. Se nota la inexperiencia, pero no os preocupéis, no se tarda demasiado en acostumbrarse a esta nueva vida.- dijo Erknest intentando hacerse el interesante con más de sus gestos exagerados. Continuó: -Y sí, he escuchado hablar de ambos sitios, aunque nunca los he visitado. Desde luego habéis empezado con buen pie, eso sí.-

Al igual que el caballero miraba de reojo las hojas que flotaban cerca, Chromsa también sentía curiosidad por aquel ciudadano. A estas alturas no le importaba que fuera extravagante teniendo en cuenta los encuentros que habían tenido, era algo ya casi normal con la mayoría de habitantes. Desde luego no llegaba a la locura de Ataulfo aún siendo raro, pero el ochrorio veía buenas intenciones en él desde el primer momento. Tal vez por eso no se había sentido tenso al acercarse a un total desconocido. -Y Erknest, ¿qué es lo que hacías exactamente aquí? He escuchado algo de que ayudabas a los necesitados o algo así.- preguntó mostrándose un poco más cercano. -Y has escuchado bien, amigo mío. Soy un caballero que lucha por la justicia, así que ofrezco mis poderes y mi destreza para realizar todo tipo de encargos para los necesitados si así se alcanza el bien algún día.- le respondió animado (si bien la mayoría de veces que hablaba lo estaba).

Aquello hizo que Chromsa estuviera aun más emocionado. No solo habían conocido a un ciudadano amigable, sino que podía ayudarles a adaptarse a la ciudad. Le preguntaría sobre ello un poco más tarde, antes tenía curiosidad por otra cosa: -¿Entonces también tienes poderes de la Luna? Yo controlo las hojas y puedo sentir el peligro en cualquier momento, pero creo que no he visto nada parecido a tus cambios en los libros de Serpentaria. ¿Qué eres exactamente?- El chico empezó tan altivo como de costumbre a hablar, aunque pasó a estar pensativo: -Por supuesto que tengo habilidades especiales, aunque... No tengo ni idea de qué nombre tiene mi transformación. Parezco una comadreja, pero hasta ahí llego. Aunque creo que en algún momento he visto alguna cosa de mitología que se parecía a estos cambios. ¿Tal vez en la japonesa?- Aunque la pregunta parecía ir dirigida a él mismo, miró a Adam. Parecía confiar en que él supiera a lo que se refería.

—Bueno, hemos seguido adelante a pesar de muchas cosas —el pegaso no estaba demasiado de acuerdo con lo de buen pie, no es que lo tuvieron fácil. Sin embargo prefirió callar, quizás el chico las pasó incluso peor.

Pero desde luego lo que hizo sacar una ligera mueca de confusión en Adam fue el… ¿comportamiento? ¿Forma de hablar? Si bien sus expresiones eran el todo exageradas, además de sus gestos, todas las cosas que Erknest que decía de sí mismo… simplemente el chico es raro. Aunque mostraba ser una persona de diez aun con su curiosa personalidad, que para ser justos algunos tipos como Biblios podrían considerarse incluso peores o más insufribles.

Entonces Chromsa preguntó sobre lo que la luna le otorgó a Erknest. El chico no era reconocible o al menos para Adam, quien miró sus rasgos intentando conectarlo con algún ser mítico. Ni siquiera el propio Erknest sabía en lo que se había convertido y él dedicó una mirada de duda en el pegaso.

—Pues no caigo en lo que eres, lo siento. No me sé demasiado la mitología de Japón —admitió su ignorancia en el tema—. Y tampoco he visto nada remotamente parecido a ti, solo he llegado a ver algunas de los demás y la mía que, bueno… son más reconocibles. La de Chromsa fue fácil, él es un fauno—. dijo señalando con sus manos al ochrorio en un intento de aludir a las nuevas patas caprinas de su pareja.