Casa Gamides

- ¿Lo necesitas?- dijo Nero con un frunce de labios pícaro. Se río y cuando el grupo siguió avanzando, fue detrás. Se enteró de la pregunta de Cio porque había decidido no alejarse mucho de la fuente de su diversión.- Es una cuestión de autoestima para algunas, Cio. Quizás Shaco se siente menos mujer. Pero no te preocupes, pequeña, lo que cuenta es el encanto- le guiñó un ojo complice y se dirigió a Cio con normalidad.- Tengo curiosidad, ¿como es vuestro pecho? Si no es indiscreción.

La aprendiz soltó un pequeño gruñido de pura frustración ante las palabras de...
>> ¿Tia? ¡Tia!

Y le respondió.
-¡Los pechos grandes en una hermana mayor lo son todo! ¡Mueven la sociedad hacia adelante!-dijo poniendo las manos delante de su pecho y estrujando el aire.-¡Sin buena delantera no llegas a nada en esta vida!-dijo, estresada mientras se tiraba de los pelos.-¡No quiero ser una loli!-sollozó.

Fue entonces cuando Nero le intentó animar. Por tonto que pareciese lo hizo, quizas en otro de sus cambios anímicos, las palabras del sinhadre, ahora mujer, se subieron a la ola, logrando un efecto devastador.
-¡E-Es verdad! ¡Los pechos planos te dan estatus!-y entonces forzó una risa.-¡Podriais aprender de mi y conseguiros un estatus!-bramó, triunfante con otra carcajada.

Xalk estaba encantado con todo lo que sucedía a su alrededor. No entendía ni jota de lo que pasaba, pero tampoco tenía interés por entenderlo. Eran cosas raras y nuevas, con eso bastaba.

Cuando avanzaron, les recibió una habitación que, aunque podría considerarse “normal” según los estándares de la mayoría, no llegaba a hacerlo debido a un problema de perspectiva.
Era una estancia pequeña, de paredes blancas e iluminada, aunque el origen de la luz no era visible. En ella había unas cuantas sillas todas alrededor de una mesa redonda. Sobre la mesa había tazas sobre sus respectivos platos, así como cucharillas y una tetera en el centro.
Hasta aquí todo normal. La peculiaridad residía en que toda la habitación estaba al revés. Y en lo que debía ser el suelo colgaba una lámpara de araña sin velas, como si la gravedad allí funcionara a la inversa, pero no era así. Las mesas, sillas y demás vajilla debían estar pegadas al techo o a los muebles para no caer.

-Oooohhhhh. ¡Qué genial!- Soltó el insecto en cuanto lo vio. Inmediatamente trepó por la pared más cercana y luego se desplazó por el techo hasta una silla. De la forma más natural que pudo se sentó sobre ella boca abajo, en un intento de parecer natural, aunque tuvo que cruzar sus piernas por debajo (¿o era encima?) de dicha silla para no caer.

-¡Vaya! ¡Pero si estáis en el techo todos! ¿Cómo habrá pasado? ¡Bajad a tomaros algo anda! ¿Pooorfa?- Soltó el clinger muy animado mientras agitaba sus brazos en su dirección. No esperaba que subieran, pero quizás podría ver a alguno como el árbol frutal intentarlo.

Archime atendió a la conversación sin aportar nada, aunque no hizo mucho caso de la verborrea de Shaco, hasta que Nero hizo una pregunta directa y le respondió mientras atravesaban la puerta hacia otra habitación.
—Como puedes ver, ni Cío ni yo tenemos pechos abultados a pesar de habernos transformado en mujeres —explicó sin variar un ápice su tono monótono—. Ya he observado que las hembras de vuestras especies parecen tener los pechos hinchados permanentemente y cuentan con solo un par. Las irrenses tan solo presentan ese aspecto en las mamas durante el embarazo o el periodo de lactancia, aunque en el caso de nuestra especie contamos con cuatro pares de pechos. —Finalizó la explicación dirigiéndole una breve mirada a Nero mientras se subía el puente de las gafas y siguió a Xalkoth al interior del nuevo cuarto.

Dicha habitación era una completa locura. O eso pensó el biomecánico mientras examinaba aquel cuarto que se encontraba sin duda con los elementos justo al revés y no comprendía el motivo por el que alguien podría querer disponer de algo tan afuncional. Aunque no podía negar que tenía genuino interés por todos los hechizos de los que se hacían uso en aquella casa, probablemente anclados por toda la edificación para conseguir… ¿El qué? Solo se le ocurría que se tratase de algún tipo de entretenimiento que escapaba a su comprensión.

Observó con genuino interés como el clinger escalaba hasta el techo… o lo que debería ser el suelo sin ninguna dificultad y cuando hizo un llamamiento a que subieran, curiosamente el ingeniero respondió enseguida. Se lanzó el hechizo de levitación y flotó hasta el techo, colocándose al lado de una silla frente a la que estaba sentado el insecto. Lentamente se puso cabeza abajo y trató de sentarse en la silla. La inercia del hechizo hacía que no pudiera tocar el asiento de la misma, pero permaneció en una posición sentada observando ahora del derecho al insecto y del revés al resto de sus compañeros en el… techo. Archime no tenía muy claro por qué había hecho aquella prueba. Quizás para comprobar si el hechizo iba más allá y una vez te colocases correctamente lo verías todo como se suponía que debía estar, quizás por algún otro motivo que no comprendía. O ambas cosas. Le dirigió una mirada al clinger para comprobar si tenía en mente realizar alguna acción desde esa posición, pero fuera como fuera no aguataría mucho más de aquella forma. Se le estaba empezando a subir la sangre a la cabeza y eso no era algo aconsejable.

«¿Hermana mayor? ¿Qué?». Como siempre, Shaco solo conseguía liarlo más, de modo que no se molestaba en pedir aclaración. Llego, de hecho, una explicación un poco mejor por parte de Nero, pero aun así le costaba un poco entenderlo.
—¿Qué utilidad tiene que pesen? Las madres siempre se quejan de eso. —Mientras decía aquello retiró las manos que inconscientemente iban tapando la piel que le quedaba al aire—. Es igual que antes, no tiene más.
Dado que su chaleco se abría por la parte inferior tenían que estar cansados de ver más de lo mismo. La explicación detallada se la dejó a Archi, y él siguió curioseando el cuarto, sin ser capaz de dejar de toquetearse el pelo distraídamente.

La siguiente habitación era incluso mareante, con su suelo invertido. Daba la impresión de que los muebles podían desprenderse sobre sus cabezas de un momento a otro. Y Xalk, ni corto ni perezoso, se acercó a ellos e incluso se “sentó” en una silla.
—Si es alguna especie de trampa no nos hacemos responsables. —Pero nada pasó, y desde luego él no pensaba intentar trepar haciendo lo imposible. Lo que no se esperaba era que el primero en seguir al loco del clinger fuese Archi. Era casi como verlo meterse en un juego infantil, por eso era tan impropio de él. Pero en el fondo sabía que, de poder, probablemente estaría haciendo lo mismo, pero en vez de decirlo se acercó a la siguiente puerta—. No deberíamos perder mucho tiempo aquí dentro.

La vida en sociedad ahorró a Nero ceder a su impulso de comentar un impropiisimo "como los perros", pero no terminó del todo de esconder la diversión. A Nero le gustaba ser impropio, pero también decidir con quien si y con quien no. Y no tenía entre sus planes ofender a los chicos bestias.
Tampoco le explicó a Cio la utilidad del pecho, pero se dio un apretón cariñoso y disimulado en sus curvas.
- Yo no necesito status, ratón. Nací con él.- dijo con malicia. La mirada desaprobadora de Ri le llegó desde la retaguardia. En la sala al revés, se rió. No los acompañaría al techo, pero aquel arranque en Archi era bien recibido. Como siempre, su risa era infantil y natural, absurdamente agradable. Si los demás habían olvidado el proposito de la visita, menos le importaba a él, aunque lo tuviera presente. Taro, a todas luces, estaba muerto en alguna otra parte. La curiosidad lo guió detrás del otro irrense.
La siguiente sala era de un agradable color granate como la sangre seca. Tenía un par de literas y una decoración sencilla pero elegante. El olor a perfume era tan penetrante que les hizo toser.
- Me pregunto quien hizo este sitio y para qué.- comentó a medio ahogar Anriel, mientras abandonaba aquel dormitorio a toda prisa.

La aprendiz entrecerró los ojos con escepticismo ante el comentario, casi derrogativo de el sinhadre, ahora mujer.
-¿Me acabas de llamar ratón, pelochicle?-dijo frunciendo el ceño y torciendo los labios en una mueca de enfado, manteniendo la mirada directa con el chico. A los pocos segundos, la aprendiz no pudo mantener la seriedad y rompió a reir, agarrandose la caja torácica.-¡No soy un raton, tonto!-

Y entonces dio un brinco, adoptando una postura de ballet elaborada.
-Y mi status es diferente~-añadió cantarina.

El grupo se puso en marcha y la aprendiz iba saltando de espejo en espejo canturreando.
-Mi pecho plano no trae a todos los chicos al patio~
Pero si a los que son lolicons~
Mi pecho plano no trae a todos los chicos al patio~
Pero si a los que son lolicons~-
Y entonces, reia y seguia cantando.
-Y puede que me caiga alguna lesbiermana algún día~-
Abrieron la puerta a una nueva sala. Era una sala completamente normal, si hacias el pino y, como tal, la aprendiz lo hizo, con una nueva carcajada. Por desgracia, al copiosa falda que llevaba se le volcó encima y apenas pudo ver nada. Peleando con ella un rato a una mano, apartandola con la cara y, por último, soplando, se irguio de nuevo, haciendo un puchero. Finalmente optó por lanzarse un hechizo de levitacion y sentarse a la mesa con el clinger, pero sentado como él se solia sentar, así que se agarró de la silla en si para no caer.
-¡Quisiera decir, mi buen señor! ¡Que agradable sorpresa que me haya invitado a tomar el té!-dijo, poniendo un tono de hombre mayor y victoriano.

Le sorprendió que no le riñeran por hacer aquello, y hasta dos de ellos subieron a sentarse también. Uno de ellos, Shaco, era esperable pero... ¿Archi? Eso no lo vio venir para nada.
Observó con curiosidad al irrense, al menos hasta que subió el otro, que sí habló. Luego respondió.
-Pues sí que es sorprendente, porque no la he invitado para nada. Pero... ¡Qué importa! Y el té... ¡No sé ni lo que es! Pero es todo divertido. ¿Qué mas quiero?

Sin embargo no tardaron en decirle desde abajo que estaban perdiendo el tiempo y, desgraciadamente tenían razón.
-Vaaaale. Ya voy, jo- Respondió mientras dejaba caer el poncho y luego se dejaba caer con una voltereta y ralentizaba la caída con las alas, para terminar aterrizando sobre su propia ropa. 
Ahora que el poncho no lo tenía puesto, se podía ver que aunque físicamente no se notaban cambios, sus dos armas habían sido sustituidas por lo que parecía una espada de hoja corta, con un mango que parecía poder alargarse para convertirse en algo parecido a una lanza, pero con una hoja más larga, y un mango que no sería tan largo como el de una lanza normal. Era un arma clinger diseñada para poder llevarse al cinto y, a la vez poder tener un poder de penetración decente alargando el mango. No era un arma diseñada para pelear contra otra persona, sino para dañar criaturas más grandes.
En cualquier caso  no se fijó en que sus armas habían cambiado, y se volvió a poner el poncho tan tranquilo. Luego siguió al resto hasta la siguiente sala.

El fuerte olor le llegó a las antenas inmediatamente, pero al no respirar por ellas no tuvo ningún ataque de tos o algo similar. Tampoco reaccionó visiblemente a él. Para Xalkoth los olores eran información. Una herramienta para identificar la composición del aire y de lo que le rodea. El concepto de “huele bien” y “huele mal” no lo tenía inculcado.
En su lugar lo que hizo fue observarlo todo, y finalmente concluyó que no le gustaba el color.
-No, no, no. Muy oscura para mi gusto la sala.

Finalmente el clinger no hizo nada y el biomecánico asistió al intercambio sin aparente sentido entre él y Shaco. Se colocó en la posición correcta mientras Xalkoth abandonaba el techo y le dirigió una breve mirada al humano antes de descender.
—No deberíamos quedarnos atrás —le dijo antes de bajar finalmente al suelo… o al techo.

Siguió los pasos de Nero, Anriel y Cío a la siguiente estancia, la cual tenía los elementos colocados normalmente pero unos colores que sin duda no se verían habitualmente en ningún edificio irrense. El biomecánico arrugó la nariz frente al intenso olor a perfume que emanaba aquel cuarto y por ello siguió sin dudar a la sinhadre que atravesaba la habitación sin detenerse. Archime abrió una nueva puerta y lo siguiente que les esperaba lo dejó con un pie a medio entrar en la estancia.

No había nada allí dentro. La ausencia de paredes o suelo se perdía en una infinita negrura inexplicable. Pero el biomecánico trastabilló, y perdió pie hacia la nueva habitación. Emitió un grito ahogado seguro de que se caería al vacío, pero tan solo cayó de rodillas al perder el equilibrio. Bajo sus pies habían aparecido unas baldosas transparentes cuyos bordes brillaban con un fulgor fluorescente azul verdoso. El irrense se levantó lentamente y, tanteando, dio otro paso. Nuevas baldosas iguales que las anteriores aparecieron ante él, mientras que las que anteriormente se encontraban al lado de la puerta habían desaparecido. Probó en varias direcciones y siempre aparecía suelo bajo sus pies, no importaba hacia donde caminase.

Se giró entonces para mirar hacia sus compañeros con su neutra expresión, pero invitándoles de alguna manera a que se adentrasen en la sala. No obstante, había algo que todavía incomodaba al programador de aquel lugar.
—La puerta no está a la vista, creo que tenemos que llegar hasta una pared y encontrarla.

Dejó a los demás con sus tonterías en la sala invertida y se adelantó en otra que le hizo doler las fosas nasales. También la pasó rápidamente y cuando Ri habló él resopló.
—Eso me pregunto yo sobre la mayoría de lo que nos encontramos. —No se acostumbraba a aquella nueva voz, con lo que después de cada frase terminaba frunciendo ligeramente el ceño.

Los rezagados se reunieron con ellos enseguida «solo nos faltaba terminar separados en este laberinto». Archi descubrió una sala muy curiosa que hizo que Cío se asomase enseguida. Las baldosas brillaban allí donde se ponía los pies, y siguió al biomecánico con la vista fija en el suelo que pisaba, hipnotizado por aquel sortilegio.
—Parece sacado de un videojuego —comentó distraído. Se dedicó a tantear el airea con las manos, aun a costa de parecer estúpido, hasta dar con una pared. La habitación era, a fin de cuentas, más pequeña de lo que podía parecer al entrar en ella. Si sucedía como en las habitaciones anteriores, tal vez había más de una puerta, por lo que al dar con una se volvió hacia los demás con una mirada interrogante. Pero antes de llegar a preguntar ya estaba buscando el pomo y girándolo.
—Aquí hay una salida.

Al entreabrir la puerta lo que vio era que la siguiente sala contrastaba enormemente con aquella, puesto que la blancura era predominante, pero al acostumbrar la vista vio que no tenía nada de especial, solo cortinajes y ventanales amplios, un sillón y una cama con dosel.
—¿Y si vive aquí algún fulano? —preguntó mientras se colaba en la habitación. Una de las ventanas estaba abierta y la cortina ondulaba suavemente con la brisa. Aquella habitación parecía de casa de muñecas. El edificio era caótico.

Descolgandose y aterrizando alegremente sobre el suelo, se barrió el polvo de las medias y con una flagrante sonrisa, siguió al grupo, simulando algún tipo de marcha militar, la aprendiz se abrió paso hacia la siguiente sala. Algo confusa por la oscuridad de esta, siguió a Archi en la explicación del funcionamiento de la misma para, finalmente, comprobar que es verdad. El grupo avanzó y la chica se quedó algo atrás. Cogiendo la carrerilla necesaria, echó a correr, pasando de largo al grupo y tirandose al suelo mientras se deslizaba por este como una verdadera rockera, dejando un rastro de baldosas iluminadas detrás de ella.
-¡Rock & Roll, Nenes!-dijo, levantando una mano con el dedo indice y meñique alzados, para, finalmente, volver a reirse.
Entonces imitó al resto del grupo y, con su bõ tanteó el aire hasta encontrar una pared. Palpando esta, buscó por un pomo, un pestillo o un saliente que indicase que ahí estaba la salida. Encontró un pomo algo curvo y, lo accionó, girando la cabeza hacia donde habia oido la voz del grupo.
-¡Chicos he encontrado...-y entonces no vio a nadie.-...una puerta...-terminó por musitar.-¿Chicos?-preguntó una vez más a la oscuridad. Aquella ominiosa oscuridad le daba mala pinta y decidió entrar en la siguiente sala, de la que manaba luz.
Tras entrar, entrcerró la puerta y se quedó asombrada por el interior. Era un dormitorio decorado con colores rosados y pastel, una gran cama con pinta de cupcake de nata montada, las cerezas gigantes eran las amohadas, dos helados gigantes a ambos lados de esta servian de mesillas. En el suelo, la alfombra era en verdad una cookie de chocolate gigante y habia un gran armario con forma de galletón, decorada con  numerosos dulces. Una mesa baja que era una tarta con forma cuadrada y con patas, pudo apreciar las diferentes capas. Numerosas cortinas hechas con nubes de fresa colgaban de las paredes y pendian de la cama. Tras una de ellas, habia una puerta que parecia estar hecha de chocolate.
A la aprendiz se le hizo la boca agua al instante.
-Cuantos... dulces...-musitó.
Arrastrando los pies cual zombie se acercó a la cama de un aspecto tan esponjoso como delicioso y sonrió abiertamente con gula.
-¡Que aproveche!-soltó antes de lanzarle una dentellada.

Sin embargo, el sabor no se correspondia. Era un sabor a plastico y era bastantemente más duro de lo que parecia.
-¿Eh?-
Las sábanas, sin embargo, eran reales, pero no de caramelo, sino de tela pintada. Los muebles, las alfombras las cortinas. Todo parecian dulces pero no lo eran. Sin duda, habia algún tipo de hechizo ilusorio sobre ellas, pues ahora podia ver con claridad que parecian ser dulces pero que claramente no lo eran, a diferencia que cuando habia entrado todo aquello habian parecido golosinas. Frotándose los incisivos, dolorida, se echó en la cama bocarriba y abierta de brazos. Giró la cabeza a la puerta.
-Y supongo que eso no es de chocolate...-dijo, percatandose de la mullidez de la cama entonces, entrandole pereza por levantarse. De pronto una idea cruzó su cabeza. Una idea que podia considerarse censurable y, aunque sucedió en su cabeza, no le impidió comprobar debajo de la cama, en los cajones y en la misma alfombra si habia espias o cotillas. Echandose a la cama de nuevo con un salto, sacó la consola y activó el modo cámara.

[...]

>> Wow, hablando de ser un pervertido... Muy mal niño hiperactivo... Te voy a tener que dar con un periodico un día de estos.

Ri tocó con prudencia el suelo de sala oscura, pero al contrario de lo que habría pasado de no ver por demasiada luz, la falta de visión en la oscuridad era algo casi comodo. En cualquier caso, el suelo emitia un resplandor que hacia mas facil seguir los pasos del resto. Las siguientes salas eran mas o menos raras, y había ciertamente de todo. Al cruzarse con superficies reflectantes, un albino con rostro aburrido le devolvía la mirada, y por unos segundos está se volvía penetrante, no acostumbrada a reconocerse en esa imagen.

Al final probaron el aire libre de nuevo. Ri se tocaba las muñecas distraída, mirando sus recuperadas curvas. Aunque nunca había habido mucho que recuperar. Entonces se dio cuenta de quien estaba ausente.
- Sigue dentro.- gruñó. A Ri le molestaba la agresividad y la perdida de paciencia que había empezado a notar. Se preguntaba si había alcanzado su límite, y en frío, no le parecía que eso fuese posible. Quizás sí estaba estresada. Quizás la presión continua se había vuelto un poco insoportable. Pero una cosa era romperse por dentro y otra exteriorizarlo. No estaría desviando bien el estres, redoblaría sus entrenamientos. Al menos el cansancio impediría que le cruzase la cara a alguien.

Esperaron al regreso del chico, y a pesar del enfado y de la mirada glaciar que le dedicó, no comentó nada. Ni lo hizo durante todo el camino de vuelta. Estaba harta de vagar en la luz.
Y sin embargo, hacia falta algo mas que miedo y presión para romperla. Como una espada, Ri solo se endurecía con los golpes.

Sigue en el Torreón Maciel.

El aprendiz salió algo desorientado de la casa gamides. No solo el volver a ser él mismo le conmocionó, sino el viaje que tuvo que emprender, atravesando puertas a cuartos cada vez más bizarros lo que le dejó algo confuso cuando, finalmente, volvió al exterior. Todos estaban fuera esperandole, con grados más o menos más marcados por la preocupación.
Negó con la cabeza.
-¡Encontré una puerta en aquel cuarto audiosurf y para cuando me giré os habiais ido! ¡Lo juro!-

Su intención nunca habia sido quedarse a solas y, mucho menos, en aquel lugar tan bizarro, pero no podia negar para sus adentros que habia sacado provecho de la situación. Casi se habria permitdo una estúpida sonrisa de autocomplacencia de vuelta a Maciel, pero la fria mirada de Ri asesinó cruelmente toda motivación por autorealización que pudiera sacar de la experiencia. Eso, y que, por unos instantes, se habia permitido olvidarse de Taro.

Sigue en el Torreón Maciel.

Ri vaciló antes de entrar en la casa y se sintió mejor al perder de vista las agobiantes ilusiones de la avenida y sus trampas. Por si fuera poco "Jack"  también había dejado algun regalo dentro de aquella. Quedaba algo importante pero aquel primer paso, mas dificil, le ayudó a reunir coraje de nuevo y confiar en el desenlace de aquello. Una ultima oportunidad. Como el nuevo ocupante del cuerpo de su amigo, el detective, propuso una siguiente parada y parecia capaz de continuar, llegaron a Gamides. El grupo se dividió. Kei y Archi se quedaban fuera, por lo que Ri indicó que entraria. Iba detrás de el, con la mirada en sus alrededores. En seguida fue claro que la magia habia entrado en acción  de nuevo. Se sentía un poco mas alta y el pelo se había retraido a un corte mas masculino, aunque igualmente descuidado. Se frotó el cuello.
- Por donde digas.

Detective

El chaval dejó caer la mano de mono en ese instante, mientras ponia un pie fuera de la habitación. Por su manera de caminar conrespecto al grupo, era como si considerase secundario mantener cierta cercania con este para ir juntos a Gamides. Dentro de su lógica, no se consideraba "apegado" al grupo. Su único interés era encontrar aquella condenada memoria y ponerle fin al asunto.

Finalmente, se plantó ante la puerta de Gamides. Sin pensarselo mucho, la abrió y entró dentro. No fue consciente de que habia quedado a solas con Ri hasta que las puertas se cerraron detrás de ellos. Dedicó una mirada inspeccionadora a la sinhadre, ahora convertida en un hombre, para luego remontar el camino tal y como recordaba. Apenas sintió que debia responder a la sinhadre o al menos indicarla donde iban. Para él solo le basataba que le siguieran y, teniendo el temperamento de esta, querria no atrasar el momento en lo que fuera la medida de lo posible.
El chaval encaminó la marcha apresurada, no siendo consciente del cuerpo de mujer que en esos momentos tenia por la magia de la casa. Llegaron a una sala diferente que a la primera vez tras cruzar la puerta.

>> ¿Cuartos cambiantes?

Si contaban con aquello, era incalculable saber cuanto tardarian. Dedicó una mirada a la sinhadre que iba detrás de él y soltó un gruñido contenido, como queriendo culparla. Normalmente era culpa de aquellos que le suponian un lastre. En aquella ocasión estaba claro que se equivocaba, pero su orgullo le impidió disculparse.
-Tenemos que seguir abriendo puertas hasta que encontremos ese cuarto.-le informó, resoplando.

Se giró en seco y reemprendió la marcha, abriendo la siguiente puerta. Ocho cuartos más tarde, acabaron encontrando el exacto que buscaban. Más rápido de lo que habia pensado, más lento de lo que deberia haber sido, el detective se mostraba lívido por la espera. Plantado ante aquel cuarto decorado con chucherias, dulces y caramelos de pega en tamaños estramboticos que daban forma a los muebles, se acercó a la cama y pasó la mano por las sábanas, tambien de pega.
Entre los cojines, enrollado, pudo ver un trazo de tela rojiza. Lo agarró con una mano y tiró de ella con delicadeza, hasta sacar la bufanda al completo. Se la enrolló al cuello y se giró hacia Ri.
-Supongo que esto es un "hasta luego".-dijo, fingiendo tristeza.-Se que no me quereis tener cerca por nada del mundo, pero siento decirte, y espero que se lo digas a los demás tambien, que tendreis más noticias de mí. Aun tengo que confirmar mis peores sospechas sobre esta ciudad y, cuando lo haga, esperad saber más de mi.-dijo a el sinhadre que era Ri.

Entonces, sin decir nada más se tumbó sobre la cama y cerró los ojos. El aprendiz fue el que se despertó.

Aprendiz

Pero no fue un despertar tranquilo o feliz. El chico se agarraba al cuello, como peleando por respirar, mientras que con la otra mano agarraba la bufanda. Boqueaba por aire, con los ojos en blanco, mientras las memorias volvian a él.

;_; Sad loe lost his post ;_;

Estuvo en ese estado durante más de cinco minutos. Su espalda se arqueaba y vocalizaba cosas incoherentes, mientras se retorcia de dolor. Durante todo el proceso, no paraba de llorar. Eran lágrimas amargas, lágrimas de tristeza y lágrimas de felicidad. Las tres cosas a la vez, dependiendo del recuerdo.
No fue hasta que el último de sus recuerdos habia vuelto a él, que se despertó del trance. Lo primero que hizo, fue envolverse en un ovillo y enterrar la cara en la bufanda. No sacó la cara de ahí.
-Ri... Necesito que... Me dejes aqui... Yo... No creo que pueda volver...-logró vocalizar, mientras permanecia llorando.-Por fin recuerdo... todo...-

Ri se encogió de hombros y siguió al detective. En cierto modo, agradecía su presencia. De todo lo que había visto del viejo Shaco, este era desagradable pero util.
Asintió a su despedida, sin más, y esperó.
Ri había tratado de aliviar las lágrimas del chico, de sujetarlo para que no se hicese daño entre espamos. Y cuando oyó su nombre, acortado, le soltó un segundo como si quemase.
- No.


Le latía muy rápido el corazón, pero su cara estaba serena. Le obligó a desenterrar la cara con ambas manos.
- Mirame. ¿Somos amigos o no?- dijo- vas a volver. Y si tengo que arrastrarte, lo haré. Y si necesitas que te pegue, lo haré. Levanta. A nadie nos importa que hay detrás. Puedes contarlo, o puedes no hacerlo. Te podemos llarmar Shaco, Aprendiz o Vericaere. ¿Entiendes? Tu pasado solo es tuyo. No cambia quien eres, ni los lazos entre nosotros. Me basta con que te sepas mi nombre.

Aprendiz

El afrontar la mirada del sinhadre Ri con la suya, tan solo le ponia los ojos más llorosos. Intentaba huir del contacto visual, pero su amiga le buscaba.
-Somos... amigos...-repitió, con la voz de Ri, débilmente. Dibujó un circulo con la mirada, antes de clavarla en la sábanas, con la cara enrojecida.-No soy... la mejor persona... para tener amigos... He olvidado muchas cosas importantes para mi.-admitió, desolado.-Desde el primer momento no he hecho más que mentiros y esconder esas mismas mentiras con otras.-

Tragó saliva y se incorporó, enjugandose las lágrimas mientras hablaba.
-Si algo he aprendido de mis memorias es que cuando me acerco a una persona, cuando llego a conocerla y a incorporarla en mi vida, esa persona acaba muy mal. Si bien acabo perdiendo el contacto, deja de ocurrirles desgracias pero si no se alejan de mi... Acaban muriendo... Y yo... les acabo olvidando. Solo soy mala suerte para los demás.-