Casa Gamides

Comenzamos a internarnos en la casa. Los espejos parecían estar con el propósito de mostrarnos nuestros nuevos cuerpos a cada paso que dábamos <<Verás tú como los reflejos cojan vida propia...>> Así andando, llegamos a una sala con retratos de... Gente como nosotros, de nuestros mundos y de las mismas edades... ¿Y si eran retratos de los que aquí vivían? ¿O y si eran de los que entraron en la casa antes que nosotros? Lo único que tenía por seguro era que cualquier "y si" daba igual.

Me fijé en los que Marsi señalaba y me llamó la atención la chica rubia con los cascos.
-Qué envidia, yo me tendría que haber traído los míos...

Seguí cotilleando por la sala sin pararme en ninguno en especial excepto los que tenían aspecto de reptil.
-En Maciel no había ningún reptiliano... Ni nadie con alas ni tantos ojos... ¿Serán habitantes de la casa? ¿O de la ciudad?

<<Lo que sí sé es que como no encontremos la salida, la casa tendrá nuevos huéspedes. Y sin puertas ni ventanas, acabaremos recurriendo al canibalismo>>
-¿Seguimos buscando, para evitar quedarnos a vivir en una casa sin salida?

Tras eso, me dirigí hacia una puerta y abrí, pero no pasé al otro lado, donde había un piano con la tapa abierta, como si lo hubieran usado recientemente.
-¿Vamos? No me fío de seguir yo sola y que la puerta se cierre y luego no estéis al otro lado... Divide y vencerás.

Decidimos continuar en busca de una salida y terminamos llegando a una habitación llena de retratos, la gente retratada es a cada cual mas variopinta, fijo mi vista en el cuadro de una niña o un niño, no sabría decirlo bien, pero hay algo que me llama poderosamente la atención.

-Este es ulterano,- digo mientras observo al chico rubio, me decanto por chico mas que nada por una intuición.- Noto que lo es, aunque es extraño. No me importaría conocerlo, la verdad. Una mezcla entre Intara y Neuvlm es de lo más rara, exótica podría llegar a decir,- hablo más para mi misma que para el resto.- Desde luego la historia tras este chico sería para no perdérsela, me pregunto si seguirá vivo.

Me acerco a la zona por la que está Álvaro y miro uno de los retratos que señala.

-Ella también es ulterana,- digo desconcertada.- Pero no puede ser, no hay ulteranos así. Y me refiero por los ojos antes de que nadie me pregunte. Que raro....- me quedo unos segundos pensativa tratando de comprender que pudo haberle pasado, al no llegar a ninguna conclusión viable me encojo de hombros y digo.- Seguro que al general comandante Tenvrai le interesará saber que hay un watahré fuera de servicio.- escucho las palabras de Alice y digo.- Sí, será mejor seguir buscando una salida.

Me muevo a la siguiente habitación y espero a que pasen todos para seguir buscando alguna puerta que nos conduzca afuera.

Agradeció que comenzaran a avanzar por una de las puertas con intención de buscar la salida, el cuarto en el que entraron resultaba bastante extraño, lleno de cuadros de personas con características físicas similares a las de sus compañeros de torreón y algunas otras que parecían mas monstruos que personas. No abrió la boca solo observo con atención la imagen del daeliciano que Marsi menciono, ¿que hacia esa imagen allí? ¿Significaba aquello que habían ido mas daelicianos a aquella casa, a aquella ciudad? Si era así, ¿donde se encontraban ahora?. Eran muchas preguntas las que tenia y que deseaba decir en voz alta, solo para saber la opinión de los demás pero su habitual timidez se lo impedía provocando que esas preguntas quedasen atascadas en su garganta sin posibilidad de que salieran. Realmente odiaba esa parte de el, esa poca confianza en si mismo.

Se entretuvo escuchando las explicaciones que daban el resto del grupo a los diferentes cuadros allí presentes, aunque su atención estaba sobretodo en aquel daeliciano de cabellos blancos que había llamado la atención de Korasihanna. No pudo evitar estremecerse ligeramente, pues como bien había dicho su compañera, no cualquiera en su mundo llevaba aquel collar. Se sintió como si la imagen del cuadro le observara y les siguiera con la mirada , por ello se dio prisa en juntarse con Alice que había abierto otra puerta y les metía prisa para que avanzaran en busca de la salida. Un piano, eso había en la segunda habitación "Este lugar parece no acabar, ¿cuantas habitaciones pueden caber en un edificio circular de un solo piso?" se pregunto confundido, era obvio que ese edificio era mágico, solo había que verse uno mismo para darse cuenta de eso, pero el hecho de que que hubiera mas y mas cuartos por cada puerta que pasaran sin encontrar la salida empezaba a inquietarle. Por mas puertas que pasaron no repitieron ninguna habitación, cosa que agradeció pues algunos de los cuartos por los que pasaron eran realmente inquietantes. Como aquel del cual caían cadenas del techo y una cama de pinchos en mitad de la habitación con correas para sujetar. "¿Pero donde se encuentra la puerta que da a la salida de este edificio? Ya he perdido tanto la noción del tiempo que me parece que han pasado horas desde el momento que entramos" pensó deseando que encontrasen pronto la salida, no quería acostumbrarse a aquel nuevo cuerpo de chica, quería volver a ser el mismo y el poder colocarse la peluca y su mascara de "Lhelian" que le permitiría tomar la confianza que le faltaba para poder decir lo que quería en voz alta.

Sus plegarias fueron escuchadas, cuando un par de puertas después y casi por pura suerte consiguieron encontrar la puerta de salida, a lo que el daeliciano no dudo en salir, sintiendo alivio inmediato cuando noto un cosquilleo por todo el cuerpo y como volvía a tener su pene en su lugar y la falta de pechos. Aquello no fue tan obvio como el cambio de sus acompañantes debido al anorak pero el lo noto claramente y suspiro aliviado. Sonriendo y sin fijarse mucho en si el resto lo seguía peino la peluca con los dedos aun sin ponérsela, intentando calmarse y así interpretar el papel de Lhelian, la parte de el confiada, amistosa, habladora y juguetona. Algún día aquella interpretación no le serviría pero por ahora era su modo para poder comunicarse y sentirse mas seguro de si mismo.

Apenas acaba de colocarse la peluca tras peinarla un poco cuando noto algo pesado sobre su cabeza, confundido intento quitárselo. Lo que ocurrió a continuación hizo que abriera los ojos al máximo, solo para encontrarse a un anfibio de tonos muy coloridos colgado de su cara y mirándole con unos grandes ojos saltones. El grito de Dhelian se confundió con el croar del sapo, el cual trastabillo en un intento de liberarse del agarre del animal casi cayéndose de culo al suelo sin poder ver.

-¡Nooo, fuera, fuera, fuera, suéltame!- exclamo asustado al notar que la criatura no le soltaba y un coro de croares se escuchaba por el lugar, justo segundos antes de notar una agudo pinchazo en su mejilla que no tardo en paralizarse sin ser capaz de mover adecuadamente la boca ni el parpado derecho. Aquello fue lo que mas le asusto, no pensó mucho solo sabia que debía liberarse de aquella criatura lo antes posible. Asustado y temblando cual hoja no pensó mucho en ello y por simple instinto de supervivencia, cogió la daga que llevaba clavandosela al anfibio en el estomago y para hacer palanca y soltar aquella patitas con ventosas que se agarraban a su piel. Consiguió liberarse de aquella cosa, pero lo que pudo ver tras que no tuviera una pantalla frente a sus ojos fue una orda de aquellos pequeños seres, acercándose con sus croares y lanzándose sobre y sus compañeros. El mismo ya tenia otro sujeto a su brazo no pudiendo llegar a su piel debido al grueso anorak. La mejilla le picaba y dolía, hilitos de sangre cyan salían del lugar en el que el sapo había mordido, aquella sensación de tener media cara paralizada era inquietante. Aquello se estaba poniendo muy feo- ¡No os dejéis que os muerdan, tienen veneno! - exclamo sin saber ni como, a pura fuerza de la desesperación al ver como mas y mas sapos aparecían y el tenia que sacudírselos de encima a fuerza de manotazos de anorak, con las dagas metidas dentro de las mangas cortando aquí y allá sin ton ni son solo queriendo que se alejaran de el.

Por fin encontramos la salida y les doy la bienvenida a mis pechos alegrándome por que volviesen tras salir de aquella maldita casa. De pronto siento un grito detras de mi y al girarme me encuentro un percal que no me esperaba. Me acerco corriendo con mis dagas ya en las manos y corto a un sapo que salta hacia mi. Le doy una patada a otro y de pronto siendo un pinchazo en el hombro seguido de una sensación de agarrotamiento que se extiende por el brazo. <<Veneno>>.

Me lanzo contra un muro y espachurro al sapo contra la pared, sabiendo que pronto tendré el brazo inutilizado tiro las dagas al aire mientras desenvaino el estoque y las recojo con los tentáculos. Me abro paso entre los sapos que vienen destrozando todos los que se ponen a mi alcance, ayudo al resto a librarse un poco de los suyos pero... si nos quedamos acabaremos muertos.

-Tenemos dos opciones,- grito por encima del ruido.- O nos metemos en la casa otra vez o nos alejamos de aquí. ¿Qué decís?

Por segunda vez en esta ciudad, iba tarareando Labyrinth según íbamos moviéndonos por la casa, abriendo y cerrando puertas, repitiendo de vez en cuando la misma frase del estribillo.
-¿Izquierda o derecha? Nadie puede decirme qué puerta es la correcta...

Siempre procurando no quedarme sola, pues algunas habitaciones llamaban mi curiosidad, fuimos atravesando el laberinto sin ventanas hasta que por fin, Lhelian abrió la puerta de salida. No lo pude ver pero la bocanada de aire fresco fue palpable. El grupo fue saliendo y al instante recuperamos nuestros cuerpos. Extendí los brazos al llegar a fuera y dije:
-Tsk, no negaré que estaba cómoda antes... Pero prefier...

Unos gritos de alerta me interrumpieron. A la daeliciana le había caído algo en la cara y pronto una decena de sus congéneres se abalanzaron sobre nosotros. Pude fijarme en los colores del que se me enganchó del brazo derecho <<¿Venenosos?>> Lo fueran o no, no eran simples pseudo-sapos (por llamarlos de alguna forma), ya que mordían.
-¡Joder!-exclamé, sorprendida y dolorida, agitando el brazo en un acto reflejo.

Pero la criatura estaba bien agarrada, por lo que, ajena al grupo, cogí el escudo e intenté hacer palanca con su lado plano. <<Busca la boca y será más fá...>> ¡Otro jodido bicho! Pero esta vez en la pierna izquierda. Y, para colmo, el brazo mordido estaba empezando a quedarse como dormido. Entre esfuerzo y esfuerzo, fui diciendo, en un esfuerzo por mantener la calma:

-Como diría Archi... tenemos evidencia empírica de que... en efecto, los colores de su piel alertan de que son venenosos... Sin embargo, el único dato de dicho veneno es que paraliza...-y entonces escuché a Sura.-¿Volver a la casa? Letargo no queda lejos, volvamos mejor a nuestra casa.-respondí, sin tono de broma.

Poco después lograba arrancar al del brazo, para luego patearlo bien lejos. Al de la pierna le sacudí varias patadas también, apoyándome en el muro de la casa con el brazo malo.
-¡Vienen más!-avisé mientras terminaba de arrancar al segundo.

A pesar del escozor y de las zonas envenenadas, me acerqué a mi grupo para ayudar en lo que pudiera. Podía prescindir de un brazo, más aún siendo zurda, más o menos, pero una pierna... Antes de nada, sin embargo, me hice un moño para evitar tirones por la espalda. Con los pseudo-sapos que fuesen acercándose hacía y haría lo mismo: a escudazo limpio, teniendo especial cuidado de los que buscaban mis piernas.

No tardamos mucho en ponernos a abrir puertas como locos, intentando encontrar la salida. «Ya podían poner un plano o algo» me dije, esperando que no nos quedásemos encerrados en aquel lugar para siempre.

Al final fue Lhelian la que encontró la salida. Sonreí de alivio al poner un pie fuera de aquella casa y comprobar que volvía esa parte de mí que la casa había decidido quitarme. «Aunque las tetas sí la echaré algo de meno-» mis pensamientos se vieron cortados al empezar a escuchar gritos alrededor. Alarmado, me fijé en que a varios de mis compañeros les habían saltado unos sapos fosforecentes encima un momento antes de que algunos de esos bichos saltase sobre mí.

—¡Ah! ¡Me cago en vuestra casta! —grité al notar que estos sapos tenían unos dientes un poco más afilados de lo normal. Uno me había mordido en el antebrazo, cerca de la muñeca*, mientras que un par habían decidido que eran más del gusto del lomo de humano. «Pues la mía está un seca, cabrones». La emboscada de los sapos carnívoros no ayudaba a mejorar mi humor, así que comencé a tirar a lo bruto del sapo de mi brazo hasta arrancármelo. Por desgracia estaba más fijado de lo que me hubiese gustado y pronto unos hilos de sangre comenzaron a correr por mi antebrazo, muñeca y mano hasta el suelo.

—Hijo de puta —siseé de dolor al sentir esto. Saqué una de las fechas y la usé como palanca** mientras con la otra mano intentaba quitarme el otro sapo. La ayuda de Sura fue vital para quitármelos, especialmente donde me habían mordido empezaba a notar que se ponía rígido. Apretando la herida sangrante contra la chaqueta, saqué la espada y la usé para vantener lejos a más sapos.

—¡Yo ahí dentro no me vuelvo! ¡Vámonos a Letargo! —exclamé de forma tajante, sin deseos de arriesgarme a que los sapos nos persiguiesen a esa casa de locos.

*Nfdr: para que quede claro: por arriba, donde hay más pelos, tirando hacia un lado, no por abajo.
**Nfdr2: por si las dudas: el pincho pa'fuera. Ni siquiera este es tan idiota.

Saqué la espada para comenzar a hacer pinchitos de sapos colmilludos, pero al parecer no hacía falta. Los anfibios comenzaron a huir al salir de un callejón un caballo que pronto comenzó a galopar desbocado hacia la ulterana. Solo cuando se paró pudimos ver que no era exactamente un caballo.

—Esa cosa... ¿Está hecha de arena? —pregunté alucinado por la criatura.

No tuvimos ni un momento de respiro, ya que el caballo (o lo que fuera) coceó a Alice y volvió a desbocarse. En mi dirección. «Mierda». Me lancé hacia un lado como nos había explicado Sura, manteniendo la espada entre mí y el caballo, apuntándolo, por si me daba.

La lucha se desarrolla y aunque reconozco el peligro no puedo evitar disfrutar con la lucha. Algo excitante por fin. Las ranas comienzan a huir en desbandada y no me da tiempo a averiguar el por qué cuando algo me golpea el costado con una fuerza inusitada. El resultado del golpe es que termino por el suelo rodando, el ser me pasa por encima y me pisa la muñeca izquierda.

Se aleja y trato de incorporarme como puedo. Unas gotas de sangre caen sobre el suelo de un corte abierto en un lado de la frente, tengo la muñeca como mínimo torcida, y por el dolor en la caja torácica debo tener algunas costillas magulladas y quizá una rota. No puedo pararme a evaluar más daños, observo como la criatura ataca a Alice y casi se me para el corazón cuando veo a una especia de caballo arenoso soltarle una coz en la cabeza, por suerte falla y le da en un hombro.

<<Genial, me acaba de arrollar un ser de arena que se servía de comida en casa. El desierto me pone a prueba o algo. Un combate contra la muerte.... Pues vale>>.

Recojo mis armas y haciendo caso omiso al dolor corporal persigo al caballo cuando va a por Álvaro. Suponiendo que el ser se pare cuando le golpee y que trate de ir a por otra persona puedo aprovechar para cortarle alguna extremidad e impedir que siga corriendo, concretamente dirijo el golpe hacia una de las patas delanteras, alli donde vea que la arena está menos compacta. Vamos a ponerlo en práctica. Por que tengo claro que si tratamos de huir nos alcanzará, es más rápido que nosotros, sobre todo por que estamos heridos.

Pensamientos y recuerdos de la conversación en Maciel se cruzaban por mi mente mientras me deshacía de los nuevos sapos. Pero si la ciudad se había decidido por fin a atacarnos, lo estaba haciendo de forma suave. Al menos en comparación con el otro grupo y con lo que llegó al galope al rato. Me paré unos segundos, aliviada, ya que los sapos habían huido <<Si huyen... ¿Siempre hay un pez más grande?>> Y en efecto, un caballo se dirigía con furia hacia el grupo, directo a la ulterana. Por un lado, el instinto y sentido común <<Es una soldado, que se apañe>> me hicieron retroceder, pero por otro no podía dejar sola a Sura. Por lo que para cuando la criatura se abalanzó sobre mí, yo estaba quieta en el sitio, indecisa, y sólo pude gritar a la par que intentaba esquivar la coz. <<¡Jodjoderjoerdoer!>>

El golpe llegó, sí, pero al menos no en la cabeza. Por pura suerte, por algún reflejo de última hora o por la misma furia desbocada que poseía al caballo. Aunque sí que me golpeé la sien ligeramente contra una pared, al igual que el hombro y el brazo izquierdo. Algo mareada, y con la pierna fastidiada por el veneno, me dejé escurrir por la pared hasta el suelo momentáneamente, con el corazón a mil por segundo. Me miré el hombro golpeado, con cautela, pero estaba entero, dentro de lo posible. Mirando más fijamente, me percaté de que había estado a unos centímetros de irme al otro barrio. Y por muy interesante que pudiera ser reencarnarme en algo... joder, ¡unos centímetros! Lo más parecido a esto en la tierra había sido cuando casi pierdo la mano por un cocodrilo... ¿Pero a unos centímetros de estirar la pata? Nunca. Nunca, ni cruzando la calle, nunca, ni siquiera en las pocas ocasiones que cogí un avión; jamás... Sin embargo, en mi cabeza aún había sitio y tiempo para la fascinación: ¡estaba hecho de arena! Y para más inri... una maldita criatura de arena casi me machaca el cráneo. <<De arena... Si al menos fuera de polvo de pesadillas, tendría más sentido>>

Conté dos minutos mentalmente, intentando reubicarme, aún en el suelo. La pierna podría aguantar... Al menos estaba el pie paralizado en postura de apoyo. Los hombros... El derecho directamente estaba inservible: si lo movía, dolía aún más que tenerlo quieto. <<Dislocado... Genial>> El izquierdo, al menos, sólo estaba magullado, arañazos aquí y moratones allá por el material de la pared. Luego le llegó el turno a mi grupo... Sura seguía entera, a pesar de haber sido la primera víctima. Álvaro era ahora quien se defendía del animal, y la ulterana se acercaba con las armas listas. <<Pero si es de arena... Y se mantiene entero... ¿Servirá de algo?>> La otra opción era huir... Y como que la criatura nos alcanzaría en unos pasos, dado lo maltrechos que estábamos. Pero sí tuve claro una cosa: sentada podía cargar la ballesta sólo con un brazo, cosa que hice, valiéndome del apoyo de las piernas. Quizá no serviría contra el caballo pero sí contra los sapos, si volvían, <<o cualquier otro bicho>>

-Y ahora arriba...-mascullé, apoyándome en la espada para terminar de levantarme una vez pasado el mareo.-¿Y ahora? Contra el caballo mejor ni lo intento...-aunque Sura había desmenuzado parte de una pata delantera a golpe de espada.-¿O quizá sí? ¡Sura! ¿Orden de batalla? ¿Rodearla, quizá?-inquirí, acercándome con cuidado, el escudo a la espalda, la ballesta colgando del cinto y la espada en la zurda. No estaba yo muy por la labor de que una tontería de sapos ni un caballo de arena me liquidasen.

Los sapos se fueron del mismo modo que había aparecido repentinamente, no sin antes dejar a varios con zonas del cuerpo paralizadas, Por suerte para el había conseguido proteger sus brazos y piernas gracias al anorak y a las plataformas, pero su cara seguía paralizada a medias. No pudo sentir alivio durante mucho tiempo, porque  corriendo hacia ellos, con una furia inusitada apareció una criatura echa de arena que con la fuerza de una mole se lanzo sobre sus compañeros, primero sobre Surasara, luego sobre Alice, provocandole un susto de muerte  Dhelian al estar a punto de ver la cabeza aplastada de la humana, y luego a por Alvaro. Aquel ser estaba desbocado y los ataques de Surasara no servia de nada, mas aya de dispersan los lugares donde golpeaba. "¿Como se mata algo que esta echo de arena" pensó incrédulo al ver a aquella criatura, es mas, ¿como podía moverse? Sapos aun, aunque el hecho de que tuviesen colmillos era surrealista, pero ¿Un caballo echo de arena que se movía como uno real?. En otra situación seguramente se habría maravillado y habría intentado saber el modo en el que un milagro así era posible o que hechizos se necesitaban para ello, pero en esos momentos su único pensamiento era que pudieran escapar de allí antes de que el caballo se los cargara a todos con sus embestidas y coces.

Quería escapar y dado que aquel nuevo enemigo no le prestaba atención podría hacerlo, pero eso significaría dejar a todos los demás allí, ya sea que pudieran escaparse también como sino. Finalmente hizo lo primero que se le ocurrió, no quería escapar solo, y aunque lo lograse, luego se tendría que enfrentar a sus compañeros por su cobardía. Totalmente asustado pero sacando valor o estupidez según se viese, de algún lado, se saco el anorak, aquella cosa debía guiarse igual que uno real con olfato, oído y vista o al menos eso esperaba. El era era incapaz de enfrentarse a esa cosa sin acabar muerto, pero tal vez podía dar una oportunidad aunque fuese mínima de que el resto pudieran escapar o atacarle. Por ello en el momento que el caballo fue contra Alvaro- ¡Corre lejos, ve hacia el muro!- llamo al humano apenas sin poder alzar la voz ante la parálisis facial, lanzo el anorak sobre la cabeza del caballo, antes de saltar a un lado raspándose las manos  y las rodillas en un intento de evitar ser embestido, buscando desorientarlo. Tal vez aquello, unido a los ataques de Surasara a sus patas funcionase de algo o diera tiempo a los mas heridos de alejarse. "Por favor que funcione de algo, que se choque contra el muro o pierda el equilibrio ¡Lo que sea!"

No solo habían tardado un buen rato en encontrar la dichosa salida, sino que además se habían topado con un regalo una vez fuera. Sus compañeros no tuvieron tiempo de alegrarse o lamentarse por volver a sus cuerpos, porque en unos instantes estaban rodeados de sapos. Sapos norteños con colmillos venenosos. Marsi tuvo suerte de llevar su ropa para las excursiones, pues sus botas altas, sus guantes y el chaleco la protegían de muchos de los mordiscos, pero seguía teniendo los brazos, el vientre y la cara expuestos y no se fiaba de que sus pantalones fuesen lo bastante gruesos. Al notar una punzada en el muslo seguida de un hormigueo corroboró que no lo eran. Recibió un mordisco en el antebrazo al ir a bajarse las gafas y protegerse la cara. Era la mano con la que sujetaba la lanza, por lo que tuvo que usar la otra y arrancarse los sapos que se le iban subiendo con el cuchillo de caza.

Tenían que huir. Desgraciadamente la situación empeoró. Los sapos huyeron, y una bestia arenosa los embistió. Arroyó a Surásara, luego fue a por Alice. Marsi sentía el brazo entumecido, pero no se le había inutilizado todo el brazo. Podían tratar de huir, pero todos habían sido mordidos y aquella bestia era demasiado rápida. Guardó el cuchillo y sacó su látigo. Lo hizo charcas en el aire a modo de advertencia. y luego apuntó a las patas. Tenía que intentar mantenerlo a raya. Si lo lograba, los demás podrían escapar.

-¡Si logro retrasarlo, corred!

Fue a ponerse entre Álvaro y el animal, dando latigazos frente al animal, tratando de poner aire entre los dos.

Mis golpes surten efecto y logro retrasar al "animal" haciendo que Álvaro se salve por los pelos. En ese momento suceden un par de cosas que me producen sentimientos contradictorios. Por una parte me enorgullezco al ver el espíritu de grupo mientras entre todos atacamos al ser, por la otra me dan ganas de abofetear a Lhelian y a Marsi por sus instintos suicidas.

-Por encima de mi cadáver, no dejamos a nadie atrás.- respondo cuando la varmana dice de quedarse para retrasarlo y darnos tiempo a escapar.

Sin embargo aparece otro ser en escena atacando al caballo, no sé que tipo de monstruo es, pero tampoco pienso quedarme para averiguarlo, así que aprovechando que se ensaña con el ser arenoso me doy la vuelta y digo.

-Ahora o nunca, nos largamos, y más nos vale correr rápido.- Me acerco a Alice y le pregunto mientras corro.- ¿Como tienes el hombro?.- la chica me dice que lo tiene dislocado y le dedico una sonrisa fugaz, ambas sabemos que le duele, pero se esfuerza por no demostrarlo,- Cuando lleguemos al torreón te lo coloco.- le digo para animarla mientras avanzamos dejando atrás a la bestia alada.- Vamos chicos, acelerad, que no quiero encontrarme con nada más por hoy,- digo mientras aprieto el paso.



Sigue en el Torreón Letargo.

De poco podía ser mi ayuda, ya que Sura y Marsi se apañaban medianamente bien. Miré mi espada, pensando <<me vendría mejor una escoba>> mientras me acercaba, pues había oído a la varmana y grité, en respuesta:

-¡Eh, ni lo repitas! Aquí o nos quedamos o nos vamos...

De nuevo me corté al hablar, ya que un chillido me puso en alerta. Me alejé a tiempo de la escena mientras veía a la nueva criatura descender para atacar al caballo. <<Qué... Te...Tera... ¡No, dáctilo, era por los dedos!>> Tuve que hacer un esfuerzo por hablar, bromear, pero lo necesitaba. Entre tanta criatura y tanto ataque, tanto golpe y tanta locura, lo necesitaba. Y también para olvidarme de las heridas, de paso.

-¡Terodáctilo! ¿Se ha escapado de la isla de Jurassic Park o qué? Esta ciudad no escatima en fauna, vaya... ¿Nos largamos? Aleluya.-respondí, hablando por no quejarme.-Dislocado, simplemente, no te preocupes. Recolocarlo... sí... Ya, gracias por... El ofrecimiento, sí. ¡Vámonos, anda!

<<Más dolor... Pero luego dejará de doler, ¿no?>> Eso esperaba... Aunque dejaría de doler sin duda si el nuevo ser se decidía por atacarnos en vez de chillarnos. Acostumbrada a correr, aun cojeando podía adaptar la zancada y el ritmo para no ir a trompicones. Eso sí, sin dejar de mirar atrás por si a la bestia se le ocurría seguirnos o alguien tropezaba o... Ya puestos, ¡por si salía un dragón de cuatro cabezas del suelo o los jabalíes de Mononoke por un callejón o vete a saber qué!
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