Biblioteca Mágica
+45
Percy
Lathspell
Cuervo
Reifon
Zarket
Naeryan
Giniroryu
Shiogen
Kanyum
Seth
Aes
Yber
Xana
Dal
Álvar
Evanna
Poblo
Serokrai
Frikomid
Matt
Muffie
Shylver
HurzaComeojos
Vlad
Alicia
Caillech
Tak
Salokin
Sevent
Red
alpeca
Rapunzel
LEC
Eliel
Leonart
Lops
Jack
Elliot
Carmesí
liam
Jau
RoX
Administración
Fundador
Rocavarancolia Rol
49 participantes
- Rocavarancolia Rol
Biblioteca Mágica
02/08/11, 04:22 pm
Recuerdo del primer mensaje :
Edificio de mármol gris de tamaño medio visto desde el exterior, pero que en realidad cuenta con una gran cantidad de espacio en el interior debido a un hechizo. Dos grandes portones de madera permiten el acceso al interior.
El suelo es de madera, y lo único que se ve nada más entrar son hileras e hileras de estanterías con algunas mesas y sillas repartidas por los pasillos. La cantidad de estanterías es incomensurable y todavía más los libros y manuscritos de todo tipo que contienen. Se puede acceder a un segundo piso desde escaleras a ambos lados repartidas en varios puntos de la gigantesca sala principal, donde se repite el mismo entramado de estanterías y mesas.
Entre los estantes de apariencia normal y corriente destacan algunos ejemplares peculiares como libros voladores o libros enjaulados que parecen tener vida propia que se encuentran repartidos de forma aleatoria por el edificio.
La Biblioteca cuenta con una gran cantidad de hechizos anclados sobre ella que la hacen un lugar bien protegido, tanto de ataques desde el exterior como desde el interior. Aunque no solo cuenta con hechizos de seguridad. Uno de los artificios mágicos más destacables son los hechizos ilusorios y barreras que impiden el paso a los cosechados más allá de los primeros pasillos. Los cosechados tienen la sensación de que avanzar por toda la biblioteca, pero en realidad solo pueden moverse por una sección muy limitada de esta. Casi todos los grimorios sobre hechizos y runas, así como ejemplares sobre alquimia y bestiarios de transformaciones han sido movidos a la nueva biblioteca especializada: la Torre Doce. Quedan algunos grimorios básicos a los que tienen acceso los cosechados y la mayoría se encuentran en idiomas incomprensibles, aunque algunos cuentan con notas de traducción y hay algunos diccionarios.
El bibliotecario es Biblios, un espíritu ligado al edificio que conoce bien todas las secciones de la biblioteca y buena parte de los contenidos de los libros de las mismas. Suele aparecer para ayudar a los cosechados brevemente, y a los transformados si le llaman... Aunque no siempre.
NOTA: A disposición de los transformados hay amuletos logománticos variados que se pueden tomar prestados para leer dentro de la biblioteca. Nunca se pueden sacar de esta, pero se pueden traer materiales del exterior para leer aquí usándolos.
El suelo es de madera, y lo único que se ve nada más entrar son hileras e hileras de estanterías con algunas mesas y sillas repartidas por los pasillos. La cantidad de estanterías es incomensurable y todavía más los libros y manuscritos de todo tipo que contienen. Se puede acceder a un segundo piso desde escaleras a ambos lados repartidas en varios puntos de la gigantesca sala principal, donde se repite el mismo entramado de estanterías y mesas.
Entre los estantes de apariencia normal y corriente destacan algunos ejemplares peculiares como libros voladores o libros enjaulados que parecen tener vida propia que se encuentran repartidos de forma aleatoria por el edificio.
La Biblioteca cuenta con una gran cantidad de hechizos anclados sobre ella que la hacen un lugar bien protegido, tanto de ataques desde el exterior como desde el interior. Aunque no solo cuenta con hechizos de seguridad. Uno de los artificios mágicos más destacables son los hechizos ilusorios y barreras que impiden el paso a los cosechados más allá de los primeros pasillos. Los cosechados tienen la sensación de que avanzar por toda la biblioteca, pero en realidad solo pueden moverse por una sección muy limitada de esta. Casi todos los grimorios sobre hechizos y runas, así como ejemplares sobre alquimia y bestiarios de transformaciones han sido movidos a la nueva biblioteca especializada: la Torre Doce. Quedan algunos grimorios básicos a los que tienen acceso los cosechados y la mayoría se encuentran en idiomas incomprensibles, aunque algunos cuentan con notas de traducción y hay algunos diccionarios.
El bibliotecario es Biblios, un espíritu ligado al edificio que conoce bien todas las secciones de la biblioteca y buena parte de los contenidos de los libros de las mismas. Suele aparecer para ayudar a los cosechados brevemente, y a los transformados si le llaman... Aunque no siempre.
- Cómo se creó la Biblioteca Mágica:
- El proyecto inicial de construcción de la Biblioteca Mágica fue llevado a cabo por el Consejo tras la finalización del conflicto del regreso de Hárex y Hurza. Se recopilaron una enorme cantidad de libros y manuscritos a lo largo de los años con la colaboración de una buena parte de los ciudadanos y decenas de magos ayudaron en la elaboración del entramado de hechizos anclados que contiene el edificio. Uno de estos magos, Littero Ara, que se involucró tanto en el proceso como para perder la vida tras invocar a Bilbios y anclarlo a la biblioteca, culminó el proyecto con lo que es hoy en día. El catálogo de la Biblioteca siguió y sigue aumentando año tras año.
NOTA: A disposición de los transformados hay amuletos logománticos variados que se pueden tomar prestados para leer dentro de la biblioteca. Nunca se pueden sacar de esta, pero se pueden traer materiales del exterior para leer aquí usándolos.
- Poblo
Ficha de cosechado
Nombre: Alyssa
Especie: Humana
Habilidades: Orientación, memoria y reflejos.
Re: Biblioteca Mágica
04/03/19, 04:00 am
Mánia me respondió enseguida que también la había visto. No solo eso, sino que la niña llevaba su mismo camisón, lo cual era verdad pero… ¿Había llevado ese camisón desde el principio? Tenía la sensación de que no, pero tampoco podía acordarme...
A partir de aquel momento fue cuando los problemas empezaron a sucederse uno tras otro: De repente me llamó, como si no pudiera verme. Poco después empezó a perder los nervios y a patalear con los ojos cerrados.
–¿Eh? Estoy aquí. ¿Estás bién? ¿Que ocurr…– Iba a acercarme a ver si podía ayudar de algún modo pero… no estaba. De un instante para otro había desaparecido sin dejar rastro, como si nunca hubiera estado allí.
“¿Pero que…?”
Y justo en ese momento volví a sentirla: Una sombra justo detrás de mí, en la azotea del edificio que quedaba a mi espalda. Me giré tan rápido como pude, pero para cuando posé mis ojos en el lugar la sombra había desaparecido.
“Otra vez… pero ahora no puedo pensar en eso.”
Aquello era grave. No sabía lo que acababa de pasar, pero si aquella catástrofe era capaz de hacer desaparecer a la gente como si nada, nada impedía que yo fuera el siguiente. Tenía que actuar ya.
Con la misma velocidad con la que me había dado la vuelta me giré hacia la biblioteca y un instante después una ráfaga de polvo salió disparada en su dirección como un vendaval. Entré por la primera apertura que ví y, sin molestarme en recomponerme, empecé a recorrer las estanterías del lugar en busca de cualquier libro que pudiera arrojar luz sobre aquella misteriosa torre que había visto. Era la única pista que tenía.
Recorrí cada planta, cada ala, cada estantería durante… ni siquiera sabía cuánto tiempo llevaba ya buscando pistas, y sin embargo encontré lo que buscaba de repente, en un libro abierto en el suelo en el que se veía la imagen de la torre en una de las dos páginas que se veían. En la otra: una descripción del edificio. Había sido demasiado fácil, como si el propio universo hubiera planeado que sucediera aquello de un modo muy concreto, pero en aquel momento no me importaba. Tenía respuestas.
En el libro lo decía todo: Qué era la torre, dónde se encontraba y… su función.
Cuando leí la última parte no pude sino quedarme parado un tiempo, asimilando lo que acababa de entender mientras que el miedo volvía a mi cuerpo. En realidad, no lo decía todo, pero sí lo suficiente como para que entendiera la situación en la que me encontraba.
No había descubierto que estaba soñando. Desde mi punto de vista estaba despierto y lo que había pasado era que la torre había sacado las pesadillas de la ciudad fuera de las mentes de sus ciudadanos, y ahora estaban manifestándose en el mundo real. En cualquier caso el peligro era evidente.
Volví a sentirla. La sombra me observaba, esta vez desde la esquina de una fila de estanterías. Aquella vez, sin embargo el miedo que sentí fue mucho mayor, no porque la sombra estuviera comportándose de forma diferente, sino porque ahora recordaba dónde la había visto antes.
Durante mi época como cosechado había tenido una pesadilla particularmente real, en ella me perseguía esa misma sombra y no importaba lo que hiciera para intentar zafarme de ella. Al final me alcanzaba y… me mataba.
“Si aquella era la misma sombra entonces…”
Eché a correr sin saber muy bien a donde. ¿Fuera de la biblioteca? ¿Fuera de la ciudad? No sabía a dónde ir. Todo lo que sabía era que tenía que poner tanta distancia como fuera posible entre aquella sombra y yo. Mi vida dependía de ello.
Sigue en el plano de los sueños.
A partir de aquel momento fue cuando los problemas empezaron a sucederse uno tras otro: De repente me llamó, como si no pudiera verme. Poco después empezó a perder los nervios y a patalear con los ojos cerrados.
–¿Eh? Estoy aquí. ¿Estás bién? ¿Que ocurr…– Iba a acercarme a ver si podía ayudar de algún modo pero… no estaba. De un instante para otro había desaparecido sin dejar rastro, como si nunca hubiera estado allí.
“¿Pero que…?”
Y justo en ese momento volví a sentirla: Una sombra justo detrás de mí, en la azotea del edificio que quedaba a mi espalda. Me giré tan rápido como pude, pero para cuando posé mis ojos en el lugar la sombra había desaparecido.
“Otra vez… pero ahora no puedo pensar en eso.”
Aquello era grave. No sabía lo que acababa de pasar, pero si aquella catástrofe era capaz de hacer desaparecer a la gente como si nada, nada impedía que yo fuera el siguiente. Tenía que actuar ya.
Con la misma velocidad con la que me había dado la vuelta me giré hacia la biblioteca y un instante después una ráfaga de polvo salió disparada en su dirección como un vendaval. Entré por la primera apertura que ví y, sin molestarme en recomponerme, empecé a recorrer las estanterías del lugar en busca de cualquier libro que pudiera arrojar luz sobre aquella misteriosa torre que había visto. Era la única pista que tenía.
Recorrí cada planta, cada ala, cada estantería durante… ni siquiera sabía cuánto tiempo llevaba ya buscando pistas, y sin embargo encontré lo que buscaba de repente, en un libro abierto en el suelo en el que se veía la imagen de la torre en una de las dos páginas que se veían. En la otra: una descripción del edificio. Había sido demasiado fácil, como si el propio universo hubiera planeado que sucediera aquello de un modo muy concreto, pero en aquel momento no me importaba. Tenía respuestas.
En el libro lo decía todo: Qué era la torre, dónde se encontraba y… su función.
Cuando leí la última parte no pude sino quedarme parado un tiempo, asimilando lo que acababa de entender mientras que el miedo volvía a mi cuerpo. En realidad, no lo decía todo, pero sí lo suficiente como para que entendiera la situación en la que me encontraba.
No había descubierto que estaba soñando. Desde mi punto de vista estaba despierto y lo que había pasado era que la torre había sacado las pesadillas de la ciudad fuera de las mentes de sus ciudadanos, y ahora estaban manifestándose en el mundo real. En cualquier caso el peligro era evidente.
Volví a sentirla. La sombra me observaba, esta vez desde la esquina de una fila de estanterías. Aquella vez, sin embargo el miedo que sentí fue mucho mayor, no porque la sombra estuviera comportándose de forma diferente, sino porque ahora recordaba dónde la había visto antes.
Durante mi época como cosechado había tenido una pesadilla particularmente real, en ella me perseguía esa misma sombra y no importaba lo que hiciera para intentar zafarme de ella. Al final me alcanzaba y… me mataba.
“Si aquella era la misma sombra entonces…”
Eché a correr sin saber muy bien a donde. ¿Fuera de la biblioteca? ¿Fuera de la ciudad? No sabía a dónde ir. Todo lo que sabía era que tenía que poner tanta distancia como fuera posible entre aquella sombra y yo. Mi vida dependía de ello.
Sigue en el plano de los sueños.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Re: Biblioteca Mágica
11/10/19, 04:04 pm
Quién le iba a decir a Rox que casi un año después de su secuestro y otros muchos más de desinterés por el estudio, las visitas a la biblioteca iban a ser su orden rutinaria (¡y voluntaria!) cada semana. No es que fuese un cambio tan drástico como carecer de huesos en el cuerpo o poder cambiarse la cabeza por la de su viejo perro Maple, pero si que era uno que le sorprendía a nivel personal.
Esa tarde vestía con una camisa de cuadros abierta sobre una camiseta manga corta blanca. Una bandana negra de paisley le apartaba el pelo de la frente, el cual caía sobre la tela en mechones sueltos esta vez de su color habitual. Además, llevaba consigo un cuaderno de cuero donde anotar y copiar dibujos anatómicos a lápiz, que como ya era costumbre, a eso iba a la biblioteca; en busca de todo Atlas de anatomía humana y animal que encontrase o cualquier enciclopedia gráfica a la que echarle el diente. Ver a sus compañeros progresar con sus transformaciones y estudios en magia le picaba sobremanera, y sumando eso a su necesidad por el trabajo con Dama Isis, el cambiante no pensaba echar el freno.
En esta ocasión Milo le acompañaba. En un principio iba a ir solo, pero el brujo le pilló por banda al salir y, aún sabiendo que seguramente estarían de cachondeo todo el rato y estudiar lo que es estudiar, poco, no le dijo que no. A pesar de todo lo que había destapado en la bahía, Rox procuraba comportarse con la misma naturalidad de siempre delante del moreno. Él era junto con Rena con quien más se permitía actuar acorde a su edad, sin pensar en los pequeños influenciables de los que eran responsables por fraternidad obligada, y aunque se mentalizase una y otra vez en que seguía siendo su amigo antes que un crush, no podía evitar sentirse nervioso al estar a solas con él.
Exceptuando su ligera inquietud interna provocada no solo por el irrense, sino también por las calles de la ciudad (que seguían infundiéndole respeto) el camino se hizo ameno. Al llegar al edificio el rubio aminoró el paso, abriendo la puerta con el peso de su propio cuerpo. Al hablar lo hizo en voz baja.
—Que chicos más ejemplares somos, yendo a la biblioteca en nuestro tiempo libre.
Esa tarde vestía con una camisa de cuadros abierta sobre una camiseta manga corta blanca. Una bandana negra de paisley le apartaba el pelo de la frente, el cual caía sobre la tela en mechones sueltos esta vez de su color habitual. Además, llevaba consigo un cuaderno de cuero donde anotar y copiar dibujos anatómicos a lápiz, que como ya era costumbre, a eso iba a la biblioteca; en busca de todo Atlas de anatomía humana y animal que encontrase o cualquier enciclopedia gráfica a la que echarle el diente. Ver a sus compañeros progresar con sus transformaciones y estudios en magia le picaba sobremanera, y sumando eso a su necesidad por el trabajo con Dama Isis, el cambiante no pensaba echar el freno.
En esta ocasión Milo le acompañaba. En un principio iba a ir solo, pero el brujo le pilló por banda al salir y, aún sabiendo que seguramente estarían de cachondeo todo el rato y estudiar lo que es estudiar, poco, no le dijo que no. A pesar de todo lo que había destapado en la bahía, Rox procuraba comportarse con la misma naturalidad de siempre delante del moreno. Él era junto con Rena con quien más se permitía actuar acorde a su edad, sin pensar en los pequeños influenciables de los que eran responsables por fraternidad obligada, y aunque se mentalizase una y otra vez en que seguía siendo su amigo antes que un crush, no podía evitar sentirse nervioso al estar a solas con él.
Exceptuando su ligera inquietud interna provocada no solo por el irrense, sino también por las calles de la ciudad (que seguían infundiéndole respeto) el camino se hizo ameno. Al llegar al edificio el rubio aminoró el paso, abriendo la puerta con el peso de su propio cuerpo. Al hablar lo hizo en voz baja.
—Que chicos más ejemplares somos, yendo a la biblioteca en nuestro tiempo libre.
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tiene
Re: Biblioteca Mágica
15/10/19, 12:43 am
Con todo el trabajo que había en la Clínica y tener que turnarse con sus amigos para cuidar a los más pequeños Milo apenas tenía tiempo libre, pero cuando podía escaquearse de sus tareas le gustaba ir a la biblioteca o a Serpentaria a estudiar magia. Esto se había vuelto casi un hábito desde lo ocurrido con la torre de los Soñadores, pues tras el desastre el irrense no había vuelto a sentir que las fuerzas le abandonase a causa de la maldición de Rutilante. El brujo no sabía la razón y lo cierto era que le daba miedo indagar sobre aquel asunto, por eso se mantenía en aquella suerte de tregua indefinida y aprovechaba el tiempo para formarse mientras seguía sopesando si debía o no contarle algo a Rena y Rox.
En aquella ocasión no era un viaje planeado, sin embargo, pues el norteño se había acoplado al ver que el cambiante iba a allí. Había salido de la Sede con unos chinos oscuros arremangados en los tobillos, una camiseta de manga corta ajustada con un estampado discreto y una cazadora vaquera que le venía algo holgada. Bajo el brazo llevaba un cuaderno, al igual que su compañero, pero las tapas del suyo eran de cartón negro y lo había llenado de pegatinas. Entre sus páginas había apuntes sobre hechizos, diagramas mecánicos y recetas de cocina.
—Tampoco hay mucho más que hacer en esta ciudad, todo sea dicho, ojalá un cine o algo así... —respondió a su comentario cuando llegaron al edificio, esbozando una sonrisa de alivio mientras lo seguía al interior. No le importaba reconocer que pasearse tranquilamente por las calles de Rocavarancolia le seguía poniendo de los nervios.
Una vez bajo techo la cosa cambiaba, sin embargo, y la inquietud era sustituida por la creciente emoción de aventura que la visión de aquellas interminables filas de estanterías despertaba en el brujo.
—Voy a por un par de grimorios, ¿de acuerdo? —le dijo al cambiante, girándose hacia él con una sonrisa infantil mientras se encaminaba hacia una zona de la biblioteca que conocía bien—. Te veo en cinco minutos en la mesa de siempre. —añadió, perdiéndose rápidamente entre dos estanterías con expresión risueña mientras le hacía un gesto con la mano que sostenía su cuaderno. La omnipresente masa de cobre que lo seguía a todas partes iba a su zaga, dividida en tres trozos independientes que flotaban a unos metros del suelo y recordaban vagamente a naves espaciales.
En aquella ocasión no era un viaje planeado, sin embargo, pues el norteño se había acoplado al ver que el cambiante iba a allí. Había salido de la Sede con unos chinos oscuros arremangados en los tobillos, una camiseta de manga corta ajustada con un estampado discreto y una cazadora vaquera que le venía algo holgada. Bajo el brazo llevaba un cuaderno, al igual que su compañero, pero las tapas del suyo eran de cartón negro y lo había llenado de pegatinas. Entre sus páginas había apuntes sobre hechizos, diagramas mecánicos y recetas de cocina.
—Tampoco hay mucho más que hacer en esta ciudad, todo sea dicho, ojalá un cine o algo así... —respondió a su comentario cuando llegaron al edificio, esbozando una sonrisa de alivio mientras lo seguía al interior. No le importaba reconocer que pasearse tranquilamente por las calles de Rocavarancolia le seguía poniendo de los nervios.
Una vez bajo techo la cosa cambiaba, sin embargo, y la inquietud era sustituida por la creciente emoción de aventura que la visión de aquellas interminables filas de estanterías despertaba en el brujo.
—Voy a por un par de grimorios, ¿de acuerdo? —le dijo al cambiante, girándose hacia él con una sonrisa infantil mientras se encaminaba hacia una zona de la biblioteca que conocía bien—. Te veo en cinco minutos en la mesa de siempre. —añadió, perdiéndose rápidamente entre dos estanterías con expresión risueña mientras le hacía un gesto con la mano que sostenía su cuaderno. La omnipresente masa de cobre que lo seguía a todas partes iba a su zaga, dividida en tres trozos independientes que flotaban a unos metros del suelo y recordaban vagamente a naves espaciales.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Re: Biblioteca Mágica
15/10/19, 10:28 pm
—Sabiendo como son en este sitio solo pondrían pelis de terror. O pornos. O pelis de terror porno.
Dejó salir una risa nasal corta, en realidad divertido con la idea. Dentro de la biblioteca podía relajarse de los horrores de fuera, y el cambio de ambiente se hizo de notar también en el brujo. Le dio un vuelco al corazón al verle sonreír así, aunque procuró que cualquier reacción no se le notase más allá de quedarse unos segundos parado.
—Sí —su voz sonó débil, apenas un murmullo—. ¡Vale! —reafirmó automáticamente con más energía esta vez, observándole atontado mientras desaparecía entre las estanterías. Los pequeños objetos flotantes a su alrededor (los cuales tardó en identificar como cobre) que le acompañaban captaron su atención.
«Son como...» sacudió la cabeza imperceptiblemente, notando el calor de sus mejillas. Las tapó con ambas manos en un suspiro silencioso, cerrando los ojos con fuerza. «¡Ya, coño, recomponte!» Tampoco podía culparse, aquel detalle le habría resultado adorable lo viese como lo viese.
El cambiante puso marcha a la sección de biología y seres vivos de su planeta. Ya se conocía bien la zona en la que estaban los libros, y a pesar de que la tentación de coger bestiarios de otros mundos siempre había estado presente, hasta el momento había cumplido comenzando por los de (aburrida) musculatura y (aburrida) estructura ósea humana, venciendo a su propia curiosidad. El capricho que nunca se había negado era el de revisar los de animales, eso sí. Tardó algo más de cinco minutos en aparecer con tres libros de distintos tamaños y grosores en la mesa en la que se solían poner, habiéndose detenido a examinar bien cuales quería y cuales no. A pesar de su tardanza no había rastro del irrense aún por ahí, y tras buscarlo brevemente con la mirada simplemente optó por sentarse.
Abrió su libreta y uno de los libros; una enorme y pesada enciclopedia gráfica de mamíferos terrícolas separados por sus respectivas órdenes y familias. Había cogido ese, un libro de anatomía muscular médica con imágenes y fotos bastante desagradables y otra enciclopedia de animales del cenozoico a la que no había podido resistirse por los dibujos científicos tan vintage y bonitos que tenía. Para cuando Milo volviese, Rox ya tendría la nariz bien metida en ellos, comparando la mandíbula de un tigre actual con la de un dientes de sable y la suya propia. Si su compañero no delataba mucho su presencia, hasta le pillaría con la boca abierta contándose los dientes a toquecito de dedo.
Dejó salir una risa nasal corta, en realidad divertido con la idea. Dentro de la biblioteca podía relajarse de los horrores de fuera, y el cambio de ambiente se hizo de notar también en el brujo. Le dio un vuelco al corazón al verle sonreír así, aunque procuró que cualquier reacción no se le notase más allá de quedarse unos segundos parado.
—Sí —su voz sonó débil, apenas un murmullo—. ¡Vale! —reafirmó automáticamente con más energía esta vez, observándole atontado mientras desaparecía entre las estanterías. Los pequeños objetos flotantes a su alrededor (los cuales tardó en identificar como cobre) que le acompañaban captaron su atención.
«Son como...» sacudió la cabeza imperceptiblemente, notando el calor de sus mejillas. Las tapó con ambas manos en un suspiro silencioso, cerrando los ojos con fuerza. «¡Ya, coño, recomponte!» Tampoco podía culparse, aquel detalle le habría resultado adorable lo viese como lo viese.
El cambiante puso marcha a la sección de biología y seres vivos de su planeta. Ya se conocía bien la zona en la que estaban los libros, y a pesar de que la tentación de coger bestiarios de otros mundos siempre había estado presente, hasta el momento había cumplido comenzando por los de (aburrida) musculatura y (aburrida) estructura ósea humana, venciendo a su propia curiosidad. El capricho que nunca se había negado era el de revisar los de animales, eso sí. Tardó algo más de cinco minutos en aparecer con tres libros de distintos tamaños y grosores en la mesa en la que se solían poner, habiéndose detenido a examinar bien cuales quería y cuales no. A pesar de su tardanza no había rastro del irrense aún por ahí, y tras buscarlo brevemente con la mirada simplemente optó por sentarse.
Abrió su libreta y uno de los libros; una enorme y pesada enciclopedia gráfica de mamíferos terrícolas separados por sus respectivas órdenes y familias. Había cogido ese, un libro de anatomía muscular médica con imágenes y fotos bastante desagradables y otra enciclopedia de animales del cenozoico a la que no había podido resistirse por los dibujos científicos tan vintage y bonitos que tenía. Para cuando Milo volviese, Rox ya tendría la nariz bien metida en ellos, comparando la mandíbula de un tigre actual con la de un dientes de sable y la suya propia. Si su compañero no delataba mucho su presencia, hasta le pillaría con la boca abierta contándose los dientes a toquecito de dedo.
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tiene
Re: Biblioteca Mágica
20/10/19, 04:28 pm
Al final Milo tardó algo más de los cinco minutos previstos en reunirse con Rox, pues cada vez que recorría los pasillos de estanterías le ocurría lo mismo: demasiadas cosas llamaban su atención. El par de grimorios que había estimado se convirtió rápidamente un una minitorre tambaleante que ya ocultaba su rostro para cuando apareció en el punto de reunión que había acordado con el coreano escoltado por su pequeña flota de cobre.
—¡Lo siento, Rox! —se disculpó rápidamente, su voz amortiguada por la muralla de papel con la que cargaba—. Pasé por todo un pasillo dedicado a los autómatas de Arfes y debía echar un vistazo —se excusó con una sonrisa avergonzada, dejando todo el material sobre su lado de la mesa antes de tomar asiento frente al cambiante. Había llegado a ver como el chico se estaba contando los dientes, pero aparte de un ligero bufido divertido no comentó nada al respecto—. Además de que le prometí a Neil que le ayudaría a preparar algún postre estrambótico y necesitaba inspiración —añadió, palmeando unos cuantos recetarios de repostería alienígena antes de acomodarse sobre el banco cruzándose de piernas—. Por cierto, he buscado también la sección de porno terrorífico, pero creo que la tienen muy escondida o es solo para clientela vip. —dijo en tono confidencial, inclinándose hacia su compañero en actitud conspiratoria durante unos segundos antes que inevitablemente se le escapara la risa.
Mientras se quitaba la chaqueta estiró el cuello para ojear los libros del humano, arrugando ligeramente el morro al ver una ilustración anatómicamente detallada de la musculatura de un terrestre. Aquellos dibujos le recordaban a la parte médica de su trabajo con Archi con la que aún no se había acostumbrado a tratar, pero no queriendo que eso le enturbiara el ánimo se centró en el resto de tratados sobre fauna.
—¿Qué es eso del cenozoico? —preguntó con curiosidad, alcanzando tres libros que fue abriendo frente así en abanico justo antes de tomar su libreta—. ¿Es algún tipo ecosistema peligroso de la Tierra? —inquirió, preparando su bolígrafo para tomar notas. Si el fuera cambiante se metería de cabeza con los bestiarios de criaturas terroríficas.
El brujo siempre había estudiado de forma un tanto caótica, por eso los tres tomos que había elegido en primer lugar trataban sobre temas tan distintos, pero él se las apañaba así y todo aquel que había intentado cambiarle no lo había conseguido. Por contraparte sus apuntes eran bastante ordenados y a pesar de la variedad de temas, diagramas, esquemas y dibujos, todo resultaba fácil de entender para cualquiera que les echara un vistazo. En Irraria el uso del papel era bastante infrecuente, pues la sociedad estaba muy informatizada, pero desde que había llegado a Rocavarancolia el norteño se había aficionado al tacto del mismo y le gustaba trabajar con cuadernos en lugar de encender su ordenador.
"Me gusta el olor de la tinta." solía ser su respuesta si alguien le preguntaba al respecto.
—¡Lo siento, Rox! —se disculpó rápidamente, su voz amortiguada por la muralla de papel con la que cargaba—. Pasé por todo un pasillo dedicado a los autómatas de Arfes y debía echar un vistazo —se excusó con una sonrisa avergonzada, dejando todo el material sobre su lado de la mesa antes de tomar asiento frente al cambiante. Había llegado a ver como el chico se estaba contando los dientes, pero aparte de un ligero bufido divertido no comentó nada al respecto—. Además de que le prometí a Neil que le ayudaría a preparar algún postre estrambótico y necesitaba inspiración —añadió, palmeando unos cuantos recetarios de repostería alienígena antes de acomodarse sobre el banco cruzándose de piernas—. Por cierto, he buscado también la sección de porno terrorífico, pero creo que la tienen muy escondida o es solo para clientela vip. —dijo en tono confidencial, inclinándose hacia su compañero en actitud conspiratoria durante unos segundos antes que inevitablemente se le escapara la risa.
Mientras se quitaba la chaqueta estiró el cuello para ojear los libros del humano, arrugando ligeramente el morro al ver una ilustración anatómicamente detallada de la musculatura de un terrestre. Aquellos dibujos le recordaban a la parte médica de su trabajo con Archi con la que aún no se había acostumbrado a tratar, pero no queriendo que eso le enturbiara el ánimo se centró en el resto de tratados sobre fauna.
—¿Qué es eso del cenozoico? —preguntó con curiosidad, alcanzando tres libros que fue abriendo frente así en abanico justo antes de tomar su libreta—. ¿Es algún tipo ecosistema peligroso de la Tierra? —inquirió, preparando su bolígrafo para tomar notas. Si el fuera cambiante se metería de cabeza con los bestiarios de criaturas terroríficas.
El brujo siempre había estudiado de forma un tanto caótica, por eso los tres tomos que había elegido en primer lugar trataban sobre temas tan distintos, pero él se las apañaba así y todo aquel que había intentado cambiarle no lo había conseguido. Por contraparte sus apuntes eran bastante ordenados y a pesar de la variedad de temas, diagramas, esquemas y dibujos, todo resultaba fácil de entender para cualquiera que les echara un vistazo. En Irraria el uso del papel era bastante infrecuente, pues la sociedad estaba muy informatizada, pero desde que había llegado a Rocavarancolia el norteño se había aficionado al tacto del mismo y le gustaba trabajar con cuadernos en lugar de encender su ordenador.
"Me gusta el olor de la tinta." solía ser su respuesta si alguien le preguntaba al respecto.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Personajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Biblioteca Mágica
21/10/19, 12:09 am
Rox levantó la cabeza y bajó la mano tan pronto oyó la voz de Milo en un movimiento repentino, saliendo de su ensimismamiento. No tuvo mucho tiempo de avergonzarse por la extraña imagen que posiblemente hubiera dado; sus cejas se arquearon ante la montaña de libros que había recopilado el irrense.
—Pedazo de nerd estás hecho... Pensaba que eras un brujo del cobre, no del papel —dejó salir el aire rápidamente por la nariz en una risa silenciosa, esbozando una sonrisa para acompañarla. Cuando Milo comentó lo de la pornografía de terror, sin embargo, alzó una ceja en gesto incrédulo—. Eso es que no has buscado bien —frunció el ceño mientras juzgaba la pila de libros—. De todas formas con la cantidad de libros que tienes ahí seguro que se te ha colado alguno. La literatura erótica con vampiros es muy común, ¿sabes?
Miró a Milo directamente a los ojos y aprovechó para enlazar su tarea anterior, alargando y afilando sus colmillos hasta que se vieran como los de un vampiro de verdad, tiñendo sus iris de rojo y acabando sus orejas en pico. Abrió la boca ligeramente para pasar la lengua por debajo de uno de ellos con gesto provocativo (moviendo las cejas de arriba a abajo de forma ridícula), que no tardaría en interrumpir con su propia risa sumada a la vergüenza. También tenía que preocuparse por no reír muy alto teniendo en cuenta el sitio en el que estaban, y la gracia casi le hace morderse la lengua. Escondió el rostro contra uno de los libros para volver a la normalidad y hacer desaparecer el rubor, sintiéndose especialmente tonto.
«¿Por qué siempre termino haciendo el gilipollas?»
Giró la cabeza sin despegarla del sitio con la pregunta del moreno.
—No, es... bueno, fue... —y al contrario que él, Rox no había sido un estudiante brillante nunca. Había descubierto lo que era el cenozoico porque el libro ponía que los animales que ahora ojeaba habían salido de ahí, sino la palabra bien podría sonarle a virus chungo. Se incorporó en el asiento y tardó un rato en contestar, pasándose una mano por el pelo mientras los engranajes de su cerebro funcionaban, buscando otra forma de explicarlo que no fuera "lo de las pelis de Ice Age"—. Fue un periodo de mi mundo, creo que de cuando empezaron a existir los primeros humanos. No lo sé seguro. El caso es que de aquí salieron los antepasados de un montón de mamíferos de la Tierra y muchas especies extintas. Mira.
Colocó ambos libros de forma que el brujo pudiera verlos mejor, los dos abiertos en fotos e ilustraciones de tigres siberianos y dientes de sable respectivamente.
—Este es un tigre moderno, o sea, uno normal. Y este —señaló al otro— uno que existía hace millones de años —acababa de leer que no eran antepasados, sino especies distintas, pero omitió el detalle para hacer el ejemplo más fácil—. Me molaría transformarme en uno de estos, pero... aún me lío con mis propios dientes así que imagínate.
Devolvió los libros a su posición para analizar una de las ilustraciones y quedarse con los detalles a consciencia. No quería hacer cambios bruscos delante de Milo a riesgos de verse monstruoso (o lo que es peor, como un furry), pero eso no le quitaba el seguir concentrándose...
Todo el tiempo que pudiera concentrarse con el chico que le gustaba delante, claro.
—Pedazo de nerd estás hecho... Pensaba que eras un brujo del cobre, no del papel —dejó salir el aire rápidamente por la nariz en una risa silenciosa, esbozando una sonrisa para acompañarla. Cuando Milo comentó lo de la pornografía de terror, sin embargo, alzó una ceja en gesto incrédulo—. Eso es que no has buscado bien —frunció el ceño mientras juzgaba la pila de libros—. De todas formas con la cantidad de libros que tienes ahí seguro que se te ha colado alguno. La literatura erótica con vampiros es muy común, ¿sabes?
Miró a Milo directamente a los ojos y aprovechó para enlazar su tarea anterior, alargando y afilando sus colmillos hasta que se vieran como los de un vampiro de verdad, tiñendo sus iris de rojo y acabando sus orejas en pico. Abrió la boca ligeramente para pasar la lengua por debajo de uno de ellos con gesto provocativo (moviendo las cejas de arriba a abajo de forma ridícula), que no tardaría en interrumpir con su propia risa sumada a la vergüenza. También tenía que preocuparse por no reír muy alto teniendo en cuenta el sitio en el que estaban, y la gracia casi le hace morderse la lengua. Escondió el rostro contra uno de los libros para volver a la normalidad y hacer desaparecer el rubor, sintiéndose especialmente tonto.
«¿Por qué siempre termino haciendo el gilipollas?»
Giró la cabeza sin despegarla del sitio con la pregunta del moreno.
—No, es... bueno, fue... —y al contrario que él, Rox no había sido un estudiante brillante nunca. Había descubierto lo que era el cenozoico porque el libro ponía que los animales que ahora ojeaba habían salido de ahí, sino la palabra bien podría sonarle a virus chungo. Se incorporó en el asiento y tardó un rato en contestar, pasándose una mano por el pelo mientras los engranajes de su cerebro funcionaban, buscando otra forma de explicarlo que no fuera "lo de las pelis de Ice Age"—. Fue un periodo de mi mundo, creo que de cuando empezaron a existir los primeros humanos. No lo sé seguro. El caso es que de aquí salieron los antepasados de un montón de mamíferos de la Tierra y muchas especies extintas. Mira.
Colocó ambos libros de forma que el brujo pudiera verlos mejor, los dos abiertos en fotos e ilustraciones de tigres siberianos y dientes de sable respectivamente.
—Este es un tigre moderno, o sea, uno normal. Y este —señaló al otro— uno que existía hace millones de años —acababa de leer que no eran antepasados, sino especies distintas, pero omitió el detalle para hacer el ejemplo más fácil—. Me molaría transformarme en uno de estos, pero... aún me lío con mis propios dientes así que imagínate.
Devolvió los libros a su posición para analizar una de las ilustraciones y quedarse con los detalles a consciencia. No quería hacer cambios bruscos delante de Milo a riesgos de verse monstruoso (o lo que es peor, como un furry), pero eso no le quitaba el seguir concentrándose...
Todo el tiempo que pudiera concentrarse con el chico que le gustaba delante, claro.
- ♪♫♬:
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tienePersonajes :
● Vacuum: Hado infernal originario de la Tierra.
● Saren: Selkie roc idrino.
● Keiriarei: Kitsune de nueve colas ulterana.
● Sekk: Berserker ulterano.
● Remilo: Brujo del cobre irrense.
● Qwara Khumalo: Ifrit sudafricana.
Re: Biblioteca Mágica
21/10/19, 11:03 pm
Milo se limitó a sacarle la lengua a su compañero como única contestación a la insinuación sobre que en realidad era un brujo del papel, sonriendo divertido ante la ocurrencia, pero cuando el cambiante se afiló los dientes y se puso ha hacer gestos provocativos como si fuera algún tipo de chupóptero seductor al irrense se rió en voz alta.
—Seguro que si te esfuerzas brillas bajo al sol, Edward. —le picó sin parar de reir. Ya le había oído hablar antes de aquellos libros de fantasía juvenil y lo cierto es que le picaba la curiosidad, pues sonaban realmente terribles, pero se llevó la mano libre a la boca para ahogar las carcajadas y decidió aparcar el tema en aras de que el bibliotecario no les echara por exceso de ruido.
La mente del brujo, siempre activa a pesar de las distracciones y las bromas, empezó a trabajar en una idea a raíz de la conclusión a la que acababa de llegar con respecto a Biblios. Sus dedos comenzaron a pasar las páginas del grimorio de magia que tenía a la izquierda mientras golpeaba la hoja de papel en blanco con la punta del bolígrafo, tarareando para sí una tonadilla que su madre solía cantarle cuando era pequeño. A pesar de todo le sobraba atención para escuchar la explicación del coreano sobre lo que era el cenozoico e inclinarse hacia el libro que le estaba mostrando para reforzar sus palabras.
—Suena interesante… —respondió, observando detenidamente las diferencias entre los dos animales que le estaba señalando. Los colmillos del dientes de sable eran una pasada, muy parecidos a los que le había pillado practicando hacía unos minutos—. En vuestro mundo hay muchos mamíferos, ¿verdad? —preguntó pensativo, rascándose la nuca mientras observaba a su amigo con ojos inquisitivos—. En Irraria somos muy escasos: aparte de los irquins, unos pocos roedores en la superficie y nosotros mismos no abundamos demasiado… y los primeros no son nada agradables a la vista. —afirmó, haciendo una mueca al recordar su aspecto. Para compartir su malestar intentó poner en práctica una idea que había tenido hacía relativamente poco: usar su dominio a modo de pantalla de relieve para mostrarle una imagen.
Sus ordenes mentales no eran férreas, sin embargo, y a pesar de fruncir el ceño lo único que consiguió fue una figura amorfa que aunque no distaba mucho de la realidad no era lo que pretendía.
—Se me sigue dando de culo esto… —murmuró resignado, dejando que el cobre recobrara su forma habitual de esfera y orbitara su cabeza como intentando consolarlo. Encogiéndose de hombros el hacker volvió al libro de hechizos y durante unos minutos todo quedó en silencio y calma, pero cuando dio con el sortilegio que estaba buscando la punta de su bolígrafo empezó a moverse frenéticamente sobre el papel.
—Va, va… creo que lo tengo. —dijo para sí tras practicar los gestos en el aire unas pocas veces, en voz lo suficientemente alta como para atraer la atención del rubio.
Sin comentar nada al respecto el moreno empezó a entonar el conjuro con los ojos cerrados y voz profunda, notando como la familiar electricidad mágica recorría su cuerpo desde el centro del pecho hasta la punta de su dedos. Sus manos gesticulaban con elegancia y precisión, pintando los sellos frente a él, y, para darle dramatismo al asunto, su dominio había tomado la forma de dos hélices chapuceras que le movían el pelo con una ligera corriente de aire. En el fondo Milo era un payaso sin remedio, pero no dejaba de ser un brujo, y para cuando terminó cerrando su mano izquierda en un puño con firmeza la magia fluyó libre.
Tras unos segundos de expectación el norteño abrió uno de sus ojos con cuidado, echando un vistazo a su compañero mientras sopesaba el resultado, pero cuando empezó a notar el taponamiento en los oídos saltó en el sitio y dio una fuerte palmada que resonó como un cañonazo en la burbuja de silencio que los envolvía.
—¡JA! ¡¿Como te quedas?! —preguntó a grito pelado, abriendo exageradamente la boca para descomprimir sus canales auditivos—. ¡PODEMOS MONTAR UNA RAVE Y PONER VERDE AL ESTIRADO DE BIBLIOS AL MISMO TIEMPO SIN QUE SE ENTERE! —añadió, subiendo el tono para reafirmar sus palabras mientras lanzaba un puño de victoria al aire. Los ojos le brillaban con entusiasmo infantil.
—Seguro que si te esfuerzas brillas bajo al sol, Edward. —le picó sin parar de reir. Ya le había oído hablar antes de aquellos libros de fantasía juvenil y lo cierto es que le picaba la curiosidad, pues sonaban realmente terribles, pero se llevó la mano libre a la boca para ahogar las carcajadas y decidió aparcar el tema en aras de que el bibliotecario no les echara por exceso de ruido.
La mente del brujo, siempre activa a pesar de las distracciones y las bromas, empezó a trabajar en una idea a raíz de la conclusión a la que acababa de llegar con respecto a Biblios. Sus dedos comenzaron a pasar las páginas del grimorio de magia que tenía a la izquierda mientras golpeaba la hoja de papel en blanco con la punta del bolígrafo, tarareando para sí una tonadilla que su madre solía cantarle cuando era pequeño. A pesar de todo le sobraba atención para escuchar la explicación del coreano sobre lo que era el cenozoico e inclinarse hacia el libro que le estaba mostrando para reforzar sus palabras.
—Suena interesante… —respondió, observando detenidamente las diferencias entre los dos animales que le estaba señalando. Los colmillos del dientes de sable eran una pasada, muy parecidos a los que le había pillado practicando hacía unos minutos—. En vuestro mundo hay muchos mamíferos, ¿verdad? —preguntó pensativo, rascándose la nuca mientras observaba a su amigo con ojos inquisitivos—. En Irraria somos muy escasos: aparte de los irquins, unos pocos roedores en la superficie y nosotros mismos no abundamos demasiado… y los primeros no son nada agradables a la vista. —afirmó, haciendo una mueca al recordar su aspecto. Para compartir su malestar intentó poner en práctica una idea que había tenido hacía relativamente poco: usar su dominio a modo de pantalla de relieve para mostrarle una imagen.
Sus ordenes mentales no eran férreas, sin embargo, y a pesar de fruncir el ceño lo único que consiguió fue una figura amorfa que aunque no distaba mucho de la realidad no era lo que pretendía.
—Se me sigue dando de culo esto… —murmuró resignado, dejando que el cobre recobrara su forma habitual de esfera y orbitara su cabeza como intentando consolarlo. Encogiéndose de hombros el hacker volvió al libro de hechizos y durante unos minutos todo quedó en silencio y calma, pero cuando dio con el sortilegio que estaba buscando la punta de su bolígrafo empezó a moverse frenéticamente sobre el papel.
—Va, va… creo que lo tengo. —dijo para sí tras practicar los gestos en el aire unas pocas veces, en voz lo suficientemente alta como para atraer la atención del rubio.
Sin comentar nada al respecto el moreno empezó a entonar el conjuro con los ojos cerrados y voz profunda, notando como la familiar electricidad mágica recorría su cuerpo desde el centro del pecho hasta la punta de su dedos. Sus manos gesticulaban con elegancia y precisión, pintando los sellos frente a él, y, para darle dramatismo al asunto, su dominio había tomado la forma de dos hélices chapuceras que le movían el pelo con una ligera corriente de aire. En el fondo Milo era un payaso sin remedio, pero no dejaba de ser un brujo, y para cuando terminó cerrando su mano izquierda en un puño con firmeza la magia fluyó libre.
Tras unos segundos de expectación el norteño abrió uno de sus ojos con cuidado, echando un vistazo a su compañero mientras sopesaba el resultado, pero cuando empezó a notar el taponamiento en los oídos saltó en el sitio y dio una fuerte palmada que resonó como un cañonazo en la burbuja de silencio que los envolvía.
—¡JA! ¡¿Como te quedas?! —preguntó a grito pelado, abriendo exageradamente la boca para descomprimir sus canales auditivos—. ¡PODEMOS MONTAR UNA RAVE Y PONER VERDE AL ESTIRADO DE BIBLIOS AL MISMO TIEMPO SIN QUE SE ENTERE! —añadió, subiendo el tono para reafirmar sus palabras mientras lanzaba un puño de victoria al aire. Los ojos le brillaban con entusiasmo infantil.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Personajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Biblioteca Mágica
23/10/19, 07:38 pm
—Muchísimos. Y reptiles, pájaros, peces... —desde que estaban en Rocavarancolia había tenido tiempo de sobra para apreciar la enorme cantidad de vida que albergaba su planeta y en lo mucho que lo echaba de menos. Milo siguió hablando, consiguiendo que el cambiante despegase la vista del libro para atenderle mejor—. Espero que los irquins no sean tan feos como vosotros —añadió con una sonrisa burlona, viendo la bola de cobre cambiar a algo cuadrúpedo. Al notar que no adquiría una forma consisa no pudo evitar reir por lo bajo—. Vaya, pues sí que lo son.
En el fondo Rox se sentía un poco como el irrense. Después de todo no podían dominar una transformación drástica de la noche a la mañana, pero las ganas de hacerlo eran apabullantes, exhasperantes a veces. El pensamiento le incentivó a seguir estudiando, sin embargo, y durante unos minutos reinó la paz. El rubio estaba concentrado, de modo que las maquinaciones del brujo pasaron desapercibidas y no fueron más allá de movimientos erráticos que captaba por el rabillo del ojo. Ya tenía la libreta abierta, apuntando y dibujando detalles de interés cuando Milo volvió a llamar su atención.
En un principio solo levantó la vista, preguntándose si había hablado solo inconscientemente o si había sido a posta. Al verle gesticular le quedó claro que se trataba de lo segundo. Apartó el lápiz e irguió la cabeza para mirar con atención al brujo, confuso y especialmente atento a lo que se trayese entre manos. Las helices que hizo para darse dramatismo le descolocaron más aún.
—¿Qué haces, tío? —susurró. Un deje de preocupación asomaba en su voz. Desconocía si hacer magia en la biblioteca estaba permitido, pero ante la duda siempre era mejor no liarla. Ya había tenido un encontronazo con una veterana antes y no le apetecía tenerlo también con Biblios.
Miró a su alrededor con disimulo e inquietud a la par, nervioso porque alguien estuviera viendo a su compañero apunto de cometer una rareza, y antes de que pudiera decirle que se estuviera quieto con fuese lo que fuese que tramase, un ruido sordo chocó contra sus oídos. Cerró los ojos por la incomodidad, para instantes después encontrarse abriéndolos como platos al oír a Milo gritando. No había que fijarse demasiado para darse cuenta de que se había quedado blanco y estupefacto.
—¿¡Pero qué coño haces!? —si se puede gritar en susurros, Rox definitivamente lo hizo. Sus oídos se abrieron con un clac forzado—. ¡Cállate, vas a hacer que nos echen!
De no estar tan acojonado el entusiasmo y la tontería del otro le habrían parecido el triple de entrañables. Tardó unos instantes más en salir de su sorpresa y entender por fin lo que había pasado: Milo acababa de ergir una burbuja de insonorización alrededor suya.
—Espera... —la confusión dio paso a otra expresión indescifrable en su cara. Al final apoyó la cabeza contra la mesa, escondiéndola entre sus brazos; su cuerpo temblaba a causa de la risa, deshaciéndose del susto a carcajadas al ser consciente de todo. Cuando alzó la mirada dio primero una bocanada de aire, falto de este— . N-no me lo creo. Eres lo PEOR. —cogió el lápiz y se lo lanzó al brujo, incapaz de contener la risa—. ¡¡Capullo, estas mierdas se avisan!!
Era obvio que no estaba cabreado. De hecho, por la mente del cambiante ya empezaban a surgir ideas para aprovechar aquella situación. Después de todo y a pesar de estar en aquel infierno, seguía teniendo 19 años.
En el fondo Rox se sentía un poco como el irrense. Después de todo no podían dominar una transformación drástica de la noche a la mañana, pero las ganas de hacerlo eran apabullantes, exhasperantes a veces. El pensamiento le incentivó a seguir estudiando, sin embargo, y durante unos minutos reinó la paz. El rubio estaba concentrado, de modo que las maquinaciones del brujo pasaron desapercibidas y no fueron más allá de movimientos erráticos que captaba por el rabillo del ojo. Ya tenía la libreta abierta, apuntando y dibujando detalles de interés cuando Milo volvió a llamar su atención.
En un principio solo levantó la vista, preguntándose si había hablado solo inconscientemente o si había sido a posta. Al verle gesticular le quedó claro que se trataba de lo segundo. Apartó el lápiz e irguió la cabeza para mirar con atención al brujo, confuso y especialmente atento a lo que se trayese entre manos. Las helices que hizo para darse dramatismo le descolocaron más aún.
—¿Qué haces, tío? —susurró. Un deje de preocupación asomaba en su voz. Desconocía si hacer magia en la biblioteca estaba permitido, pero ante la duda siempre era mejor no liarla. Ya había tenido un encontronazo con una veterana antes y no le apetecía tenerlo también con Biblios.
Miró a su alrededor con disimulo e inquietud a la par, nervioso porque alguien estuviera viendo a su compañero apunto de cometer una rareza, y antes de que pudiera decirle que se estuviera quieto con fuese lo que fuese que tramase, un ruido sordo chocó contra sus oídos. Cerró los ojos por la incomodidad, para instantes después encontrarse abriéndolos como platos al oír a Milo gritando. No había que fijarse demasiado para darse cuenta de que se había quedado blanco y estupefacto.
—¿¡Pero qué coño haces!? —si se puede gritar en susurros, Rox definitivamente lo hizo. Sus oídos se abrieron con un clac forzado—. ¡Cállate, vas a hacer que nos echen!
De no estar tan acojonado el entusiasmo y la tontería del otro le habrían parecido el triple de entrañables. Tardó unos instantes más en salir de su sorpresa y entender por fin lo que había pasado: Milo acababa de ergir una burbuja de insonorización alrededor suya.
—Espera... —la confusión dio paso a otra expresión indescifrable en su cara. Al final apoyó la cabeza contra la mesa, escondiéndola entre sus brazos; su cuerpo temblaba a causa de la risa, deshaciéndose del susto a carcajadas al ser consciente de todo. Cuando alzó la mirada dio primero una bocanada de aire, falto de este— . N-no me lo creo. Eres lo PEOR. —cogió el lápiz y se lo lanzó al brujo, incapaz de contener la risa—. ¡¡Capullo, estas mierdas se avisan!!
Era obvio que no estaba cabreado. De hecho, por la mente del cambiante ya empezaban a surgir ideas para aprovechar aquella situación. Después de todo y a pesar de estar en aquel infierno, seguía teniendo 19 años.
- ♪♫♬:
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tienePersonajes :
● Vacuum: Hado infernal originario de la Tierra.
● Saren: Selkie roc idrino.
● Keiriarei: Kitsune de nueve colas ulterana.
● Sekk: Berserker ulterano.
● Remilo: Brujo del cobre irrense.
● Qwara Khumalo: Ifrit sudafricana.
Re: Biblioteca Mágica
29/10/19, 10:21 pm
Milo se rió con ganas de la reacción de su compañero, llevándose las manos al estómago mientras se doblaba hacia delante por los espasmos. Sin miedo de que el escándalo molestara a nadie en la biblioteca el irrense no tenía reparos en quedarse a gusto, llegando a un punto en que incluso las lágrimas se le saltaban de los ojos.
—D-deberías haberte visto el c-careto... —logró decir con dificultad, temblando a causa de las carcajadas que no tardaron en renovarse—. ¡No habría tenido gracia si te lo hubiera advertido! —exclamó en respuesta a su último comentario, golpeando la mesa con fuerza para reafirmarse.
El ataque de risa le duró unos minutos más, pero acabó remitiendo, y para cuando pudo volver a respirar con normalidad se sentía ligero como un jirón de nube. Le dolía la mandíbula a pesar del bienestar general, sin embargo, y se empezó a masajear los carrillos para rebajar la molestia.
—Es un hechizo de bajo nivel, una burbuja de silencio que podríamos haber hecho hasta de cosechados —se explicó al final, sonriéndole a modo de disculpa por su exagerada reacción—. Sirve para atrapar el sonido en su interior e impedir que salga del límite establecido: en este caso unos tres metros desde la mesa en todas direcciones. —aclaró, anotando un par de cifras en su cuaderno antes de dar por concluidos sus apuntes sobre aquel sortilegio.
Aquel hechizo tenía muchas utilidades prácticas, sobre todo para alguien que no quería llamar la atención. De haber contado con algo así durante su vida en Irraria o durante su estancia en Rocavarancolia como cosechado todo le habría resultado más fácil, y pensar en esto último le hacía preguntarse algo muy importante.
—¿Tú por qué crees que nunca encontramos este lugar antes de la Luna? —le inquirió a Rox, rascándose la barbilla en además pensativo—. Si lo piensas bien estamos a tiro de piedra de Letargo, pero nunca nos dió por explorar en esta dirección y eso que yo hubiera jurado que habíamos peinado los alrededores del torreón a conciencia —murmuró, compartiendo sus pensamientos con el cambiante—. Es bastante raro...
Mientras hablaba con su amigo ya había empezado a buscar alguna otra cosa entre los libros, prosiguiendo sus estudios a pesar de la charla distendida.
—D-deberías haberte visto el c-careto... —logró decir con dificultad, temblando a causa de las carcajadas que no tardaron en renovarse—. ¡No habría tenido gracia si te lo hubiera advertido! —exclamó en respuesta a su último comentario, golpeando la mesa con fuerza para reafirmarse.
El ataque de risa le duró unos minutos más, pero acabó remitiendo, y para cuando pudo volver a respirar con normalidad se sentía ligero como un jirón de nube. Le dolía la mandíbula a pesar del bienestar general, sin embargo, y se empezó a masajear los carrillos para rebajar la molestia.
—Es un hechizo de bajo nivel, una burbuja de silencio que podríamos haber hecho hasta de cosechados —se explicó al final, sonriéndole a modo de disculpa por su exagerada reacción—. Sirve para atrapar el sonido en su interior e impedir que salga del límite establecido: en este caso unos tres metros desde la mesa en todas direcciones. —aclaró, anotando un par de cifras en su cuaderno antes de dar por concluidos sus apuntes sobre aquel sortilegio.
Aquel hechizo tenía muchas utilidades prácticas, sobre todo para alguien que no quería llamar la atención. De haber contado con algo así durante su vida en Irraria o durante su estancia en Rocavarancolia como cosechado todo le habría resultado más fácil, y pensar en esto último le hacía preguntarse algo muy importante.
—¿Tú por qué crees que nunca encontramos este lugar antes de la Luna? —le inquirió a Rox, rascándose la barbilla en además pensativo—. Si lo piensas bien estamos a tiro de piedra de Letargo, pero nunca nos dió por explorar en esta dirección y eso que yo hubiera jurado que habíamos peinado los alrededores del torreón a conciencia —murmuró, compartiendo sus pensamientos con el cambiante—. Es bastante raro...
Mientras hablaba con su amigo ya había empezado a buscar alguna otra cosa entre los libros, prosiguiendo sus estudios a pesar de la charla distendida.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Personajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Biblioteca Mágica
09/11/19, 01:41 am
—Mamón —logró decir nuevamente entre risas cortadas, sonriendo pero el ceño fruncido al sentirse víctima de broma. De tener músculos normales también le dolería la cara. Parte de sus risas habían sido a causa del mismo susto, y ahora que Milo se divertía a su costa tenía ganas de lanzarle algo más que un lápiz—. ¡Te vas a acordar de esto cuando me transforme en tus peores pesadillas!
Se hundió en su asiento y estiró una pierna para golpear al irrense por debajo de la mesa, y le habría seguido golpeando durante su explicación de no ser porque le interesaba. El australiano mantuvo silencio, calculando mentalmente el espacio que les rodeaba y hasta donde abarcarían esos tres metros. Tenía ganas de testear la eficacia del hechizo personalmente.
—Bueno... —devolvió la vista al moreno, luego a sus libros, dispuesto a retomar su tarea mientras hablaban—. Tampoco podíamos hacer mucho. Demasiado es que supiéramos volver al torreón tras cada salida.
Ya se había enterado de que la entrada a cosechados a la biblioteca estaba permitida, pero solo le picaría pensar lo muy útil que les habría sido tener una fuente de conocimientos y hechizos a mano, la de problemas que se habrían ahorrado, y... si seguían por ahí el tema de conversación podía tornarse deprimente.
Lanzó un hechizo de levitación al lápiz para recuperarlo (al susurro de "wingardium leviosá") y proceder a dibujar la mandíbula del dientes de sable en su libreta. Aún se flipaba viendo las cosas flotar a su voluntad.
—Oye Milo, pero volviendo a lo de la burbuja esta... —deslizaba el lápiz sobre el papel, sus ojos saltando de vez en cuando de libreta a libro para fijarse en la referencia. Como a cualquiera de pequeño le gustaba dibujar, pero como tantos otros lo había ido dejando con los años y por ende sus dotes no eran nada fuera de lo normal; desde que era cambiante la cosa había dado un giro de tuercas, sin embargo. Gracias a su transformación su memoria visual se había vuelto más profunda y comprendía mejor las formas, y aunque su trazo no fuese nada del otro mundo y no tuviese algo que llamar estilo propio, era capaz de plasmar lo que veía con relativa facilidad. Dibujar le ayudaba a simplificar y analizar aquello en lo que quería transformarse—. Si me alejo y gritas, ¿de verdad que no se oye nada? —rompió su concentración en el papel para alzar la mirada hacia el brujo, con una sonrisita en la cara y genuina curiosidad—. ¿Ni siquiera bajito? ¿Me oirías a mi desde fuera o estamos insonorizados?
El sonido de su silla arrastrando contra el suelo para alejarse de la mesa era un buen indicativo de que quería comprobarlo.
Se hundió en su asiento y estiró una pierna para golpear al irrense por debajo de la mesa, y le habría seguido golpeando durante su explicación de no ser porque le interesaba. El australiano mantuvo silencio, calculando mentalmente el espacio que les rodeaba y hasta donde abarcarían esos tres metros. Tenía ganas de testear la eficacia del hechizo personalmente.
—Bueno... —devolvió la vista al moreno, luego a sus libros, dispuesto a retomar su tarea mientras hablaban—. Tampoco podíamos hacer mucho. Demasiado es que supiéramos volver al torreón tras cada salida.
Ya se había enterado de que la entrada a cosechados a la biblioteca estaba permitida, pero solo le picaría pensar lo muy útil que les habría sido tener una fuente de conocimientos y hechizos a mano, la de problemas que se habrían ahorrado, y... si seguían por ahí el tema de conversación podía tornarse deprimente.
Lanzó un hechizo de levitación al lápiz para recuperarlo (al susurro de "wingardium leviosá") y proceder a dibujar la mandíbula del dientes de sable en su libreta. Aún se flipaba viendo las cosas flotar a su voluntad.
—Oye Milo, pero volviendo a lo de la burbuja esta... —deslizaba el lápiz sobre el papel, sus ojos saltando de vez en cuando de libreta a libro para fijarse en la referencia. Como a cualquiera de pequeño le gustaba dibujar, pero como tantos otros lo había ido dejando con los años y por ende sus dotes no eran nada fuera de lo normal; desde que era cambiante la cosa había dado un giro de tuercas, sin embargo. Gracias a su transformación su memoria visual se había vuelto más profunda y comprendía mejor las formas, y aunque su trazo no fuese nada del otro mundo y no tuviese algo que llamar estilo propio, era capaz de plasmar lo que veía con relativa facilidad. Dibujar le ayudaba a simplificar y analizar aquello en lo que quería transformarse—. Si me alejo y gritas, ¿de verdad que no se oye nada? —rompió su concentración en el papel para alzar la mirada hacia el brujo, con una sonrisita en la cara y genuina curiosidad—. ¿Ni siquiera bajito? ¿Me oirías a mi desde fuera o estamos insonorizados?
El sonido de su silla arrastrando contra el suelo para alejarse de la mesa era un buen indicativo de que quería comprobarlo.
- ♪♫♬:
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tienePersonajes :
● Vacuum: Hado infernal originario de la Tierra.
● Saren: Selkie roc idrino.
● Keiriarei: Kitsune de nueve colas ulterana.
● Sekk: Berserker ulterano.
● Remilo: Brujo del cobre irrense.
● Qwara Khumalo: Ifrit sudafricana.
Re: Biblioteca Mágica
04/12/19, 10:26 pm
Milo se quejó en voz alta tras recibir el golpe por debajo de la mesa y le sacó la lengua al cambiante cuando éste le amenazó con convertirse en sus peores pesadillas, fingiendo una indiferencia que en verdad no sentía. La idea le asustaba más de lo que reconocería nunca en voz alta, pues la transformación de su amigo podía ser un combustible muy efectivo para los malos sueño, así que intentó no darle muchas más vueltas y prosiguió con su lectura durante un rato sin abrir la boca. A pesar de su ensimismamiento si que asintió para darle la razón al rubio tras su afirmación sobre lo poco que habían podido hacer cuando eran cosechados, pero pensar en aquella época que se lo antojaba ahora tan lejana le hizo sumirse aún más en su pensamientos.
«¿Cuándo vas a contarles lo de Rutilante?» pensó en un momento dado, rascándose el punto exacto del brazo donde seguía enterrada la punta del cuerno de aquel drogadicto.
Había decidido sincerarse con Rox y Rena poco después de la salida de Luna Roja sobre aquel asunto, pues aquella carga cada vez le venía más grande, pero lo seguía retrasando sin decidirse a dar el paso y no haberse sentido vacío en varias semanas no le incentivaba a ello. ¿Quizás el unicornio se había cansado de drenarle? El brujo lo veía poco probable, pero le daba miedo indagar y llamar la atención del Consejo sobre el acuerdo que tenía con aquel drogadicto, pues sacarlo a la luz tendría consecuencias nefastas para él y para todos sus amigos.
«¡Basta!» se reprendió mentalmente, apretando con fuerza su lapicero como única señal visible de su conflicto interno mientras trataba de retomar sus lecturas.
Por suerte Rox le devolvió a la realidad al dirigirse a él, obligándole a centrarse en su voz cuando volvió a sacar el tema de la burbuja. El irrense tardó unos segundos en comprender sus preguntas, sin embargo, y durante unos instantes se quedó un poco pillado mirando a la cara al humano.
—Eeeeh… —logró articular mientras se pensaba en las dos respuestas, tamborileando con su bolígrafo sobre la libreta—. No, no oirías nada de nada si te alejaras más de tres metros y yo me pusiera a gritar a pleno pulmón, pero a la inversa no estoy del todo seguro… —respondió al final, echando rápidamente mano al grimorio para ojear los pasos del hechizo con detenimiento. No tardó mucho en dar con la información que estaba buscando—. Según esto si que hay una cláusula para que la burbuja de silencio elimine los ruidos externos, sin embargo... ¿te puedes creer que no se si la he incluido? —preguntó esbozando una sonrisa avergonzada, poco acostumbrado a tener un lapsus de memoria semejante.
No había que ser adivino para intuir que pretendía el medio australiano alejándose de la mesa de aquella manera, por lo que el norteño se preparó para poner a prueba su hechizo y averiguar de paso si había incluido la variante de insonorización interna o no. En cuanto Rox saliera del perímetro establecido Milo empezaría a cantar a pleno pulmón una de las cancioncillas que le había oído alguna vez a Guille, gesticulando como hacía el español para darle más énfasis a su interpretación.
«¿Cuándo vas a contarles lo de Rutilante?» pensó en un momento dado, rascándose el punto exacto del brazo donde seguía enterrada la punta del cuerno de aquel drogadicto.
Había decidido sincerarse con Rox y Rena poco después de la salida de Luna Roja sobre aquel asunto, pues aquella carga cada vez le venía más grande, pero lo seguía retrasando sin decidirse a dar el paso y no haberse sentido vacío en varias semanas no le incentivaba a ello. ¿Quizás el unicornio se había cansado de drenarle? El brujo lo veía poco probable, pero le daba miedo indagar y llamar la atención del Consejo sobre el acuerdo que tenía con aquel drogadicto, pues sacarlo a la luz tendría consecuencias nefastas para él y para todos sus amigos.
«¡Basta!» se reprendió mentalmente, apretando con fuerza su lapicero como única señal visible de su conflicto interno mientras trataba de retomar sus lecturas.
Por suerte Rox le devolvió a la realidad al dirigirse a él, obligándole a centrarse en su voz cuando volvió a sacar el tema de la burbuja. El irrense tardó unos segundos en comprender sus preguntas, sin embargo, y durante unos instantes se quedó un poco pillado mirando a la cara al humano.
—Eeeeh… —logró articular mientras se pensaba en las dos respuestas, tamborileando con su bolígrafo sobre la libreta—. No, no oirías nada de nada si te alejaras más de tres metros y yo me pusiera a gritar a pleno pulmón, pero a la inversa no estoy del todo seguro… —respondió al final, echando rápidamente mano al grimorio para ojear los pasos del hechizo con detenimiento. No tardó mucho en dar con la información que estaba buscando—. Según esto si que hay una cláusula para que la burbuja de silencio elimine los ruidos externos, sin embargo... ¿te puedes creer que no se si la he incluido? —preguntó esbozando una sonrisa avergonzada, poco acostumbrado a tener un lapsus de memoria semejante.
No había que ser adivino para intuir que pretendía el medio australiano alejándose de la mesa de aquella manera, por lo que el norteño se preparó para poner a prueba su hechizo y averiguar de paso si había incluido la variante de insonorización interna o no. En cuanto Rox saliera del perímetro establecido Milo empezaría a cantar a pleno pulmón una de las cancioncillas que le había oído alguna vez a Guille, gesticulando como hacía el español para darle más énfasis a su interpretación.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Personajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Biblioteca Mágica
09/12/19, 09:49 pm
Rox puso los ojos en blanco y alzó las manos en gesto interrogativo para después negar con la cabeza, mofándose del despiste del brujo con una sonrisa socarrona.
—¿Por qué me sigue sorprendiendo que seas tan listo y tan tonto a la vez?
El aire salió de sus pulmones de un empujoncito, un ruido burlón y escéptico. En cuanto el moreno se puso en pie, Rox caminó hasta lo que creyó serían tres metros fuera de la burbuja, observando atento al chico desde el sitio. Cuando este empezó a cantar no pudo evitar reírse, un repentino ruido nasal mal cortado al recordar el sitio en el que estaban, sobretodo sabiendo que ahí fuera sí le oían a él. Se tapó la boca con una mano para controlar su propia risa, lanzándole miradas con un mix de vergüenza ajena y las ganas de seguir viéndole humillarse. Con los gestos que estaba haciendo (posiblemente siguiendo el ritmo) el moreno tenía unas pintas de borracho silencioso importantes, o como si un mudo estuviera pidiendo a gritos que lo internasen.
«¿Qué coño le he visto yo a este?»
Desde dentro Milo podría ver como Rox, a pesar de crecer en bochorno y tener la boca tapada, sonreía, finalmente tapándose los ojos con la misma mano para dejar de mirar. Cuando dejase de ondear de un lado a otro con pintas de cantante de ópera y el cambiante pudiera alzar la vista, haría unos cuantos gestos en el aire con las manos para que atendiese.
—¿Me oyes caragato? —habló más alto de lo que hablaría en una biblioteca, aún algo por debajo de su tono normal de voz. Igualmente vocalizó despacio, separando bien cada sílaba para que sus labios fueran fáciles de leer. Ante su aparente negativa supuso que había añadido el silenciador completo. De todas formas él también quería gritar sin que le oyesen y desde ahí no iba a poder, así que volvió al lado suya, dándole una palmadita en la espalda—. Sin escuchar lo que dices te ves ridículo. O sea, mas ridículo de lo normal —sonrió. En seguida colocó ambas manos sobre la espalda del más alto y le empujó en la misma dirección en la que él había venido—.¡Venga, que yo también quiero humillarme!
Rox le acompañó hasta creer suficiente y le hizo gestos con las manos (como espantando a una alimaña al susurro de "shu, shu") para que se mantuviese fuera de la burbuja. Una idea prendió en el proceso. Dio un par de pasos atrás y habló, alto y fuerte.
—No me oyes, ¿verdad? ¡Nerd, hackerman, crack, mastuerzo, mastodonte! —observó atento cualquier reacción del chico, comprobando que no le oía con una sonrisita. El corazón empezó a agitarse en su pecho, inseguro de querer hacer lo siguiente—. Vale, a ver... ¡Quieto ahí, eh! —señaló amenazante a los pies de su compañero, alzando la voz. Tomó aire y lo retuvo unos instantes antes de lanzarse—. Bien. No me vas a oír así que no importa. Me gustas mucho. Me gustas muchísimo —le miró a los ojos, sintiendo el rubor subir a sus mejillas. Su pulso estaba disparado. «No me oye» se tuvo que recordar, «nada de lo que diga va a servir para nada» pero sonreía a pesar de todo—. Casi... casi me da pena.
Suspiró y tomó aire de nuevo, tratando de aprovechar el momento. Era obvio que no se estaba enterando de nada, sonsacándole una risa al australiano.
—Es que incluso con esa cara de tonto que tienes... ¡Que ni siquiera eres de mi especie, tío! Dios... En la bahía estabas guapísimo y ahora da igual lo que lleves que no dejo de verte así. Tienes unos ojos alucinantes y... Buf macho, ¡me he enamorado de mi mejor amigo y ahora se lo estoy diciendo en voz alta pero sin que me oiga, que lamentable! —una risa le interrumpió, esquivando la mirada del otro a consciencia mientras negaba repetidas veces con la cabeza. La adrenalina de decir todo aquello en voz alta teniéndole literalmente enfrente se reflejaba en forma de más risas nerviosas. Cambió el peso de una pierna a otra, se mordió el labio y le miró, ya partiéndose él solo—. ¡Ojalá, OJALÁ seas gay! ¡YA ESTÁ!
Le dio la espalda mientras temblaba por las carcajadas, con un fuerte rubor en la cara. Habiendo dicho suficiente le hizo gestos para que entrase otra vez, poniéndole una mano en el hombro en cuanto lo tuviera cerca mientras recuperaba el aliento. Con la otra mano tapó sus mejillas.
—Te acabo de resumir el fetiche sexual más raro y horrible que tengo, y ha sido... —se besó la punta de los dedos a lo chef, alzando la cabeza al techo sonriendo ampliamente—. ¡Buah, como confesar todos mis pecados! ¡Me siento limpio!
—¿Por qué me sigue sorprendiendo que seas tan listo y tan tonto a la vez?
El aire salió de sus pulmones de un empujoncito, un ruido burlón y escéptico. En cuanto el moreno se puso en pie, Rox caminó hasta lo que creyó serían tres metros fuera de la burbuja, observando atento al chico desde el sitio. Cuando este empezó a cantar no pudo evitar reírse, un repentino ruido nasal mal cortado al recordar el sitio en el que estaban, sobretodo sabiendo que ahí fuera sí le oían a él. Se tapó la boca con una mano para controlar su propia risa, lanzándole miradas con un mix de vergüenza ajena y las ganas de seguir viéndole humillarse. Con los gestos que estaba haciendo (posiblemente siguiendo el ritmo) el moreno tenía unas pintas de borracho silencioso importantes, o como si un mudo estuviera pidiendo a gritos que lo internasen.
«¿Qué coño le he visto yo a este?»
Desde dentro Milo podría ver como Rox, a pesar de crecer en bochorno y tener la boca tapada, sonreía, finalmente tapándose los ojos con la misma mano para dejar de mirar. Cuando dejase de ondear de un lado a otro con pintas de cantante de ópera y el cambiante pudiera alzar la vista, haría unos cuantos gestos en el aire con las manos para que atendiese.
—¿Me oyes caragato? —habló más alto de lo que hablaría en una biblioteca, aún algo por debajo de su tono normal de voz. Igualmente vocalizó despacio, separando bien cada sílaba para que sus labios fueran fáciles de leer. Ante su aparente negativa supuso que había añadido el silenciador completo. De todas formas él también quería gritar sin que le oyesen y desde ahí no iba a poder, así que volvió al lado suya, dándole una palmadita en la espalda—. Sin escuchar lo que dices te ves ridículo. O sea, mas ridículo de lo normal —sonrió. En seguida colocó ambas manos sobre la espalda del más alto y le empujó en la misma dirección en la que él había venido—.¡Venga, que yo también quiero humillarme!
Rox le acompañó hasta creer suficiente y le hizo gestos con las manos (como espantando a una alimaña al susurro de "shu, shu") para que se mantuviese fuera de la burbuja. Una idea prendió en el proceso. Dio un par de pasos atrás y habló, alto y fuerte.
—No me oyes, ¿verdad? ¡Nerd, hackerman, crack, mastuerzo, mastodonte! —observó atento cualquier reacción del chico, comprobando que no le oía con una sonrisita. El corazón empezó a agitarse en su pecho, inseguro de querer hacer lo siguiente—. Vale, a ver... ¡Quieto ahí, eh! —señaló amenazante a los pies de su compañero, alzando la voz. Tomó aire y lo retuvo unos instantes antes de lanzarse—. Bien. No me vas a oír así que no importa. Me gustas mucho. Me gustas muchísimo —le miró a los ojos, sintiendo el rubor subir a sus mejillas. Su pulso estaba disparado. «No me oye» se tuvo que recordar, «nada de lo que diga va a servir para nada» pero sonreía a pesar de todo—. Casi... casi me da pena.
Suspiró y tomó aire de nuevo, tratando de aprovechar el momento. Era obvio que no se estaba enterando de nada, sonsacándole una risa al australiano.
—Es que incluso con esa cara de tonto que tienes... ¡Que ni siquiera eres de mi especie, tío! Dios... En la bahía estabas guapísimo y ahora da igual lo que lleves que no dejo de verte así. Tienes unos ojos alucinantes y... Buf macho, ¡me he enamorado de mi mejor amigo y ahora se lo estoy diciendo en voz alta pero sin que me oiga, que lamentable! —una risa le interrumpió, esquivando la mirada del otro a consciencia mientras negaba repetidas veces con la cabeza. La adrenalina de decir todo aquello en voz alta teniéndole literalmente enfrente se reflejaba en forma de más risas nerviosas. Cambió el peso de una pierna a otra, se mordió el labio y le miró, ya partiéndose él solo—. ¡Ojalá, OJALÁ seas gay! ¡YA ESTÁ!
Le dio la espalda mientras temblaba por las carcajadas, con un fuerte rubor en la cara. Habiendo dicho suficiente le hizo gestos para que entrase otra vez, poniéndole una mano en el hombro en cuanto lo tuviera cerca mientras recuperaba el aliento. Con la otra mano tapó sus mejillas.
—Te acabo de resumir el fetiche sexual más raro y horrible que tengo, y ha sido... —se besó la punta de los dedos a lo chef, alzando la cabeza al techo sonriendo ampliamente—. ¡Buah, como confesar todos mis pecados! ¡Me siento limpio!
- ♪♫♬:
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tienePersonajes :
● Vacuum: Hado infernal originario de la Tierra.
● Saren: Selkie roc idrino.
● Keiriarei: Kitsune de nueve colas ulterana.
● Sekk: Berserker ulterano.
● Remilo: Brujo del cobre irrense.
● Qwara Khumalo: Ifrit sudafricana.
Re: Biblioteca Mágica
28/01/20, 09:13 pm
A pesar de ser consciente del ridículo que debía estar haciendo el irrense continuó cantando a viva voz, totalmente metido en su papel, y ni siquiera las expresiones de vergüenza ajena de su amigo pudieron contenerlo. Quizás fuera la seguridad de saber que nadie podía oírle en aquel momento o simplemente que le resultaba muy fácil hacer el tonto cuando estaba con Rox, pero lo cierto era que no se sentía avergonzado por comportarse de aquella forma en compañía del humano.
—Si que ha sido ridículo —respondió afirmativamente al comentario del rubio cuando este regresó a la mesa tras su confirmación de que él tampoco le escuchaba desde el interior de la esfera—, pero te ha encantado —añadió con una fingida sonrisita de suficiencia que no tardó en diluirse en una carcajada mucho más sincera—. ¡Vale, vale! —exclamó cuando el otro le empezó a sacar a empellones de la esfera de silencio decidido a, en sus propias palabras, “humillarse también”.
El brujo se apoyó en un banco libre mientras el cambiante hacía varias pruebas, gesticulando exageradamente y boqueando como pez fuera del agua a sus ojos. Milo tuvo que llevarse las manos a la boca para no alertar a Biblios, pues la risa pugnaba por escapársele entre los dientes, pero logró contenerse lo suficiente como para confirmarle que desde allí fuera no captaba ningún sonido.
—Nada de nada. —aseguró en voz baja, alzando ambos pulgares con una sonrisa cómplice.
Durante unos instantes el irrense lo dejó hacer en silencio, observando sin moverse los aspavientos del otro, pero cuando el coreano empezó a enrojecer la expresión del moreno se tornó más curiosa.
«¿Qué estará diciendo?» se preguntó mientras cambiaba el peso de una pierna a otra, inquieto sin saber exactamente el motivo. Durante unos efímeros instantes incluso se planteó deshacer el hechizo para pillar a su amigo con la guardia baja, pero su falta de malicia se lo impidió y al final solo fue un espectador silencioso del número mímico del rubio.
—¿Te has quedado a gusto? —inquirió con expresión burlona cuando Rox le hizo gestos para que se acerca, visiblemente acalorado.
Su respuesta no se la esperaba, sin embargo, y tras comentar que acababa de resumir a gritos su fetiche sexual más raro y horrible le tocó el turno de enrojecer al norteño. No sabía muy bien porqué pero hablar de aquellos temas con el humano le ponía nervioso, así que trató de disimular su rubor y se dejó caer en su asiento con un ligero carraspeo aprovechando que el australiano estaba mirando hacia el techo.
—¿Pues sabes qué? —inquirió fingiendo una sonrisa socarrona—. He estado a un pelo de deshacer la barrera de silencio para que te oyera toda la biblioteca. —trató de pincharlo, alcanzado el grimorio que había estado estudiando para empezar con otro hechizo.
Antes le había llamado la atención un sortilegio que cambiaba el color de la materia y ya estaba dándole vueltas a algunas ideas que incluían su brazo izquierdo.
—Si que ha sido ridículo —respondió afirmativamente al comentario del rubio cuando este regresó a la mesa tras su confirmación de que él tampoco le escuchaba desde el interior de la esfera—, pero te ha encantado —añadió con una fingida sonrisita de suficiencia que no tardó en diluirse en una carcajada mucho más sincera—. ¡Vale, vale! —exclamó cuando el otro le empezó a sacar a empellones de la esfera de silencio decidido a, en sus propias palabras, “humillarse también”.
El brujo se apoyó en un banco libre mientras el cambiante hacía varias pruebas, gesticulando exageradamente y boqueando como pez fuera del agua a sus ojos. Milo tuvo que llevarse las manos a la boca para no alertar a Biblios, pues la risa pugnaba por escapársele entre los dientes, pero logró contenerse lo suficiente como para confirmarle que desde allí fuera no captaba ningún sonido.
—Nada de nada. —aseguró en voz baja, alzando ambos pulgares con una sonrisa cómplice.
Durante unos instantes el irrense lo dejó hacer en silencio, observando sin moverse los aspavientos del otro, pero cuando el coreano empezó a enrojecer la expresión del moreno se tornó más curiosa.
«¿Qué estará diciendo?» se preguntó mientras cambiaba el peso de una pierna a otra, inquieto sin saber exactamente el motivo. Durante unos efímeros instantes incluso se planteó deshacer el hechizo para pillar a su amigo con la guardia baja, pero su falta de malicia se lo impidió y al final solo fue un espectador silencioso del número mímico del rubio.
—¿Te has quedado a gusto? —inquirió con expresión burlona cuando Rox le hizo gestos para que se acerca, visiblemente acalorado.
Su respuesta no se la esperaba, sin embargo, y tras comentar que acababa de resumir a gritos su fetiche sexual más raro y horrible le tocó el turno de enrojecer al norteño. No sabía muy bien porqué pero hablar de aquellos temas con el humano le ponía nervioso, así que trató de disimular su rubor y se dejó caer en su asiento con un ligero carraspeo aprovechando que el australiano estaba mirando hacia el techo.
—¿Pues sabes qué? —inquirió fingiendo una sonrisa socarrona—. He estado a un pelo de deshacer la barrera de silencio para que te oyera toda la biblioteca. —trató de pincharlo, alcanzado el grimorio que había estado estudiando para empezar con otro hechizo.
Antes le había llamado la atención un sortilegio que cambiaba el color de la materia y ya estaba dándole vueltas a algunas ideas que incluían su brazo izquierdo.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Personajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Biblioteca Mágica
05/02/20, 04:41 am
Rox estaba eufórico. La adrenalina le traía loco y la presencia -ya cercana- del moreno le hacía sentirse más tonto aún, incapaz de borrarse la sonrisa de la cara. “Confesarse", aún en silencio y bajo tan extrañas condiciones había sido liberador a su manera. Ahora solo tenía que lidiar con su propia hiperactividad y la consecuente dificultad de mirar a Milo directamente. En seguida siguió el ejemplo del joven y retomó su asiento, pero cuando este le dijo que podía haberlo oído todo el teatrillo del cambiante se vino abajo como un castillo de cartas. Su expresión se congeló y su corazón pegó un bote; el rubor de sus mejillas causado por las risas que se había echado -entre otras razones- también disminuyó considerablemente. El rubio se quedó blanco, observando al irrense como si acabase de ver a un fantasma y, segundos después, tratase de no estar aterrado por ello. Su sonrisa se ensanchó en un intento malo de disimular no haberse acojonado y el aire restante en sus pulmones escapó de golpe emitiendo un ruido apurado, similar a una carcajada, rompiendo su silencio momentáneo.
—¡Sí claro! Y nos mata Biblios a los dos —alzó las cejas, procurando sonar divertido y escéptico—. No eres tan cabrón. ¡Además se te habría notado un huevo! ¡Me habría callado en seguida! —dijo entre risas nerviosas, tratando de adoptar una pose menos tensa golpeándole con un pie por debajo de la mesa. ¿Estaba intentando autoconvencerse? Sentía que debía bromear sobre el tema para quitarle importancia, pero estaba demasiado inquieto como para pensar nada ingenioso sin que le saliera el tiro por la culata—. Me imagino el careto habrías puesto —rio por lo bajo, mirándole de forma burlona—. Con lo vergonzoso que eres fijo te habrías quedado paralizado en el sitio y no estaríamos hablando ahora mismo. Seguirías ahí, con cara de horror.
Se acercó uno de los libros y dejó reposar el mentón en una mano de forma en que Milo no pudiera ver del todo su expresión, fingiendo pasar a otra cosa. Lo cierto es que ni siquiera estaba leyendo y su rostro se estaba encendiendo de nuevo -esta vez con pánico de por medio- por imaginarse lo que podría haber pasado, por como de mal podría haber salido todo. Se mordió el labio, conteniendo malamente risitas histéricas e insonoras que por suerte el irrense podría malinterpretar como burlas hacia su persona. Lejos de la realidad, lo que quería era huir y lanzarle el libro al moreno a la cabeza sin dar explicación alguna.
—¿Y ahora qué lees, nerd? —dijo, mirándole de reojo. En realidad preguntaba aquello por no tirar más piedras a su propio tejado y cambiar el ambiente—. ¿No estarás buscando ningún hechizo que te deje saber lo que he dicho y me joda la vida, no?
"Bromeó", aunque el miedo fuera real.
«Jaja, ¿te imaginas? Me pego 7 tiros en un pie» pensó, dejando escapar una risa apurada instantáneamente.
—¡Sí claro! Y nos mata Biblios a los dos —alzó las cejas, procurando sonar divertido y escéptico—. No eres tan cabrón. ¡Además se te habría notado un huevo! ¡Me habría callado en seguida! —dijo entre risas nerviosas, tratando de adoptar una pose menos tensa golpeándole con un pie por debajo de la mesa. ¿Estaba intentando autoconvencerse? Sentía que debía bromear sobre el tema para quitarle importancia, pero estaba demasiado inquieto como para pensar nada ingenioso sin que le saliera el tiro por la culata—. Me imagino el careto habrías puesto —rio por lo bajo, mirándole de forma burlona—. Con lo vergonzoso que eres fijo te habrías quedado paralizado en el sitio y no estaríamos hablando ahora mismo. Seguirías ahí, con cara de horror.
Se acercó uno de los libros y dejó reposar el mentón en una mano de forma en que Milo no pudiera ver del todo su expresión, fingiendo pasar a otra cosa. Lo cierto es que ni siquiera estaba leyendo y su rostro se estaba encendiendo de nuevo -esta vez con pánico de por medio- por imaginarse lo que podría haber pasado, por como de mal podría haber salido todo. Se mordió el labio, conteniendo malamente risitas histéricas e insonoras que por suerte el irrense podría malinterpretar como burlas hacia su persona. Lejos de la realidad, lo que quería era huir y lanzarle el libro al moreno a la cabeza sin dar explicación alguna.
—¿Y ahora qué lees, nerd? —dijo, mirándole de reojo. En realidad preguntaba aquello por no tirar más piedras a su propio tejado y cambiar el ambiente—. ¿No estarás buscando ningún hechizo que te deje saber lo que he dicho y me joda la vida, no?
"Bromeó", aunque el miedo fuera real.
«Jaja, ¿te imaginas? Me pego 7 tiros en un pie» pensó, dejando escapar una risa apurada instantáneamente.
- ♪♫♬:
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tienePersonajes :
● Vacuum: Hado infernal originario de la Tierra.
● Saren: Selkie roc idrino.
● Keiriarei: Kitsune de nueve colas ulterana.
● Sekk: Berserker ulterano.
● Remilo: Brujo del cobre irrense.
● Qwara Khumalo: Ifrit sudafricana.
Re: Biblioteca Mágica
11/02/20, 09:24 pm
Cuando Milo bromeó con que podía haber escuchado lo que el cambiante había estado gritando el rubio se quedó congelado con cara de horror y el irrense se sintió mal casi de inmediato. Antes de que le diera tiempo a arrepentirse de haber hablado, sin embargo, Rox soltó una carcajada que le hizo dudar sobre si se habría imaginado el pánico en su rostro y soltó aliviado el aliento que había estado conteniendo durante aquellos escasos segundos.
—¡Auch! —se quejó cuando el otro le dio un golpe por debajo de la mesa en represalia, mencionando lo que les habría hecho el bibliotecario de haber realizado aquella travesura—. ¿De verdad era para tanto? —inquirió, frotándose la espinilla con la mano derecha—. Fijo que solo estás exagerando, tío, si en verdad eres todo un chico bueno. —replicó burlón, sacándole la lengua antes de volver a su libro e ignorando descaradamente la afirmación sobre su timidez.
Durante unos minutos el moreno permaneció en silencio, concentrado en su hechizo, pero al mismo tiempo le seguía dando vueltas a la situación que acaba de vivir con el humano. No sabía porque, pero la idea de asustar a su amigo aunque solo fuera en broma le incomodaba y eso le resultaba extraño. Gastar bromas pesadas a sus amigos era uno de sus pasatiempos favoritos desde que era un crío revoltoso y ya de mayor se había ganado cierta fama de bufón entre sus compañeros antisistema más cercanos por ese motivo, pero con Rox era diferente y no lo entendía. Imaginarse organizándole alguna mala jugarreta le causaba rechazo.
—No, nada de eso… —replicó cuando le preguntó acerca del sortilegio que estaba practicando, resistiéndose a sacar el tema de nuevo—. Se supone que bien hecho es un conjuro para cambiar el color de la materia inorgánica. —añadió, repasando con el dedo la última anotación de la página.
Creyéndose listo aprovechó aquella pausa para inspirar profundamente y comenzó a ejecutar los pasos con decisión, concentrándose en los tonos que quería mientras recitaba las palabras apropiadas. El tirón casi inmediato que sintió en la boca del estómago fue la señal de que todo marchaba como debía y, mientras la energía empezaba a brotar entre sus dedos, el color de su prótesis comenzó a aclararse a buena velocidad. Al brujo le fascinaban la serie de sucesos que se podía desencadenar con las palabras adecuadas, por lo que el propio acto de hacer magia le embelesaba tanto como el resultado final, pero no se permitió el lujo de detenerse a admirar el proceso y concluyó el hechizo con soltura.
—¿Qué opinas? —inquirió en voz alta, alargando su brazo izquierdo hacia el rubio con una sonrisa infantil.
Las piezas otrora grises de su implante biomecánico eran ahora de un blanco impoluto, las juntas y los dedos se habían oscurecido reforzando su tono azabache y las luces azul eléctrico de los circuitos internos brillaban un poco más que de costumbre.
—¡Auch! —se quejó cuando el otro le dio un golpe por debajo de la mesa en represalia, mencionando lo que les habría hecho el bibliotecario de haber realizado aquella travesura—. ¿De verdad era para tanto? —inquirió, frotándose la espinilla con la mano derecha—. Fijo que solo estás exagerando, tío, si en verdad eres todo un chico bueno. —replicó burlón, sacándole la lengua antes de volver a su libro e ignorando descaradamente la afirmación sobre su timidez.
Durante unos minutos el moreno permaneció en silencio, concentrado en su hechizo, pero al mismo tiempo le seguía dando vueltas a la situación que acaba de vivir con el humano. No sabía porque, pero la idea de asustar a su amigo aunque solo fuera en broma le incomodaba y eso le resultaba extraño. Gastar bromas pesadas a sus amigos era uno de sus pasatiempos favoritos desde que era un crío revoltoso y ya de mayor se había ganado cierta fama de bufón entre sus compañeros antisistema más cercanos por ese motivo, pero con Rox era diferente y no lo entendía. Imaginarse organizándole alguna mala jugarreta le causaba rechazo.
—No, nada de eso… —replicó cuando le preguntó acerca del sortilegio que estaba practicando, resistiéndose a sacar el tema de nuevo—. Se supone que bien hecho es un conjuro para cambiar el color de la materia inorgánica. —añadió, repasando con el dedo la última anotación de la página.
Creyéndose listo aprovechó aquella pausa para inspirar profundamente y comenzó a ejecutar los pasos con decisión, concentrándose en los tonos que quería mientras recitaba las palabras apropiadas. El tirón casi inmediato que sintió en la boca del estómago fue la señal de que todo marchaba como debía y, mientras la energía empezaba a brotar entre sus dedos, el color de su prótesis comenzó a aclararse a buena velocidad. Al brujo le fascinaban la serie de sucesos que se podía desencadenar con las palabras adecuadas, por lo que el propio acto de hacer magia le embelesaba tanto como el resultado final, pero no se permitió el lujo de detenerse a admirar el proceso y concluyó el hechizo con soltura.
—¿Qué opinas? —inquirió en voz alta, alargando su brazo izquierdo hacia el rubio con una sonrisa infantil.
Las piezas otrora grises de su implante biomecánico eran ahora de un blanco impoluto, las juntas y los dedos se habían oscurecido reforzando su tono azabache y las luces azul eléctrico de los circuitos internos brillaban un poco más que de costumbre.
- Kanyum
Ficha de cosechado
Nombre: Nohlem
Especie: Varmano granta
Habilidades: Puntería, intuición, carisma
Personajes :
● Jace: Dullahan, humano americano. 1’73m (con cabeza 1’93m)
● Rox: Cambiante, humano australiano/surcoreano. 1’75m
● Kahlo: Aparición nocturna varmana granta. 1’62m
● Nohlem: varmano granta. 1’69m
● Xiao Taozi: Fuzanglong carabés. 1’55m
Unidades mágicas : 5/5
Síntomas : Mayor interés por acumular conocimiento. A veces, durante un par de segundos, aparecerán brillos de distintos colores a su alrededor.
Status : Prrrr prrrrr
Re: Biblioteca Mágica
14/02/20, 11:22 pm
Rox no se guardó una risa irónica cuando Milo le llamó "chico bueno", arqueando las cejas con una sonrisa de suficiencia para mirarle como si le retara. Su rubor se acentuó ligeramente y el tono con el que habló fue (aun bromeando) provocador.
—No tienes ni idea. Soy un cambiante, Milo, no me subestimes.
El irrense dejó claro que no tenía intenciones de volver al tema y el rubio lo agradeció. Después de pasar el susto Rox se sentía bastante bien, y no era plan de arruinar el ambiente ahí donde no pudiera bromear. Se inclinó en su sitio para ver mejor el libro que sostenía el moreno, atento. No sonaba complicado. Observó en silencio como Milo conjuraba, y en reacción su brazo cambiaba de color a un blanco limpio; no era un cambio muy drástico, pero en su opinión hacía la prótesis visualmente más atractiva, más parecida a las prótesis humanas y la electrónica terrestre de última generación. El acabado en blanco le daba unos aires más futurísticos si cabía.
—Uah. Así se ve guapísimo. ¿A ver? —se inclinó un poco más para fijarse mejor en los detalles, levantando parte del cuerpo de la mesa—. No me quiero cortar un brazo pero... joder, es que mola tela. Blanco está chulísimo. Me entran ganas.
Rio, retomando el asiento. Se mantuvo unos segundos observando el brazo del irrense en silencio, pensativo, luego se remangó la camisa. Hasta el momento los únicos cambios inorgánicos que había hecho habían sido tan simples como piercings y pendientes pequeños para su trabajo; nada serio. Si aún para las modificaciones orgánicas tenía que poner un extra de esfuerzo, hacerse todo un brazo inorgánico tenía que ser mucho peor. Igualmente lo intentaría.
Los tatuajes de su brazo se desdibujaron como tinta diluida en agua, se arremolinaron y expandieron en formas rectas similares a circuitos. Su piel se volvió muy blanca con detalles negros y azules, adquiriendo una textura sólida más parecida a hueso que lo que trataba de imitar realmente. Sus hilos no parecían ponerse de acuerdo, ni él tampoco.
—La hostia, que horror. Parece una pata de armadillo en esteroides —alejó el brazo para ver el progreso desde distintos ángulos, riéndose por lo bajo del terrible aspecto que tenía. Su piel recuperó rápidamente su forma y color habitual, esta vez dejándose un solo tatuaje en el interior del antebrazo: una carita triste—. Que va, es más fácil que me lo corte —bajó la manga de su camisa, divertido—. A ti te queda mejor.
Las prótesis irrenses le gustaban cantidad, pero no sabía si era influencia de su atracción hacia Milo lo que hacía que los encontrase incluso... ¿sexys? Puede que fuera el conjunto. O el hecho de que estaba pegada a Milo, no estaba seguro.
—No tienes ni idea. Soy un cambiante, Milo, no me subestimes.
El irrense dejó claro que no tenía intenciones de volver al tema y el rubio lo agradeció. Después de pasar el susto Rox se sentía bastante bien, y no era plan de arruinar el ambiente ahí donde no pudiera bromear. Se inclinó en su sitio para ver mejor el libro que sostenía el moreno, atento. No sonaba complicado. Observó en silencio como Milo conjuraba, y en reacción su brazo cambiaba de color a un blanco limpio; no era un cambio muy drástico, pero en su opinión hacía la prótesis visualmente más atractiva, más parecida a las prótesis humanas y la electrónica terrestre de última generación. El acabado en blanco le daba unos aires más futurísticos si cabía.
—Uah. Así se ve guapísimo. ¿A ver? —se inclinó un poco más para fijarse mejor en los detalles, levantando parte del cuerpo de la mesa—. No me quiero cortar un brazo pero... joder, es que mola tela. Blanco está chulísimo. Me entran ganas.
Rio, retomando el asiento. Se mantuvo unos segundos observando el brazo del irrense en silencio, pensativo, luego se remangó la camisa. Hasta el momento los únicos cambios inorgánicos que había hecho habían sido tan simples como piercings y pendientes pequeños para su trabajo; nada serio. Si aún para las modificaciones orgánicas tenía que poner un extra de esfuerzo, hacerse todo un brazo inorgánico tenía que ser mucho peor. Igualmente lo intentaría.
Los tatuajes de su brazo se desdibujaron como tinta diluida en agua, se arremolinaron y expandieron en formas rectas similares a circuitos. Su piel se volvió muy blanca con detalles negros y azules, adquiriendo una textura sólida más parecida a hueso que lo que trataba de imitar realmente. Sus hilos no parecían ponerse de acuerdo, ni él tampoco.
—La hostia, que horror. Parece una pata de armadillo en esteroides —alejó el brazo para ver el progreso desde distintos ángulos, riéndose por lo bajo del terrible aspecto que tenía. Su piel recuperó rápidamente su forma y color habitual, esta vez dejándose un solo tatuaje en el interior del antebrazo: una carita triste—. Que va, es más fácil que me lo corte —bajó la manga de su camisa, divertido—. A ti te queda mejor.
Las prótesis irrenses le gustaban cantidad, pero no sabía si era influencia de su atracción hacia Milo lo que hacía que los encontrase incluso... ¿sexys? Puede que fuera el conjunto. O el hecho de que estaba pegada a Milo, no estaba seguro.
- ♪♫♬:
- Red
Ficha de cosechado
Nombre: Doe
Especie: Ninguna conocida
Habilidades: No tienePersonajes :
● Vacuum: Hado infernal originario de la Tierra.
● Saren: Selkie roc idrino.
● Keiriarei: Kitsune de nueve colas ulterana.
● Sekk: Berserker ulterano.
● Remilo: Brujo del cobre irrense.
● Qwara Khumalo: Ifrit sudafricana.
Re: Biblioteca Mágica
21/02/20, 04:01 pm
El brujo no pudo evitar reír ante el tono provocador de su amigo, pero ninguno de los dos tenía intención de continuar la conversación por esos derroteros e inevitablemente esta se desvaneció en el aire entre ellos. Esto no significaba que fueran a permanecer en silencio mucho rato, pues cuando Milo cambió el color de su brazo imitó a Rox y también se inclinó sobre la mesa para enseñarle mejor su prótesis.
—La verdad es que queda genial en blanco, sí… —murmuró, dándole la razón con una media sonrisa mientras giraba el brazo para ver cómo incidía la luz sobre el. Su comentario sobre no querer cortarse el brazo le hizo reír de nuevo—. No es algo en lo que nosotros tengamos mucha opción, realmente, a fin de cuentas es la forma más fácil de controlar la electricidad que emitimos y que no suponga un peligro para nadie. —le recordó, pasándose los dedos por la nuca con una pequeña mueca.
Cuando el coreano empezó a arremangarse el irrense guardó silencio, acomodándo los brazos sobre la mesa y apoyándo la barbilla sobre la palma de su mano derecha mientras le observaba con atención. Seguía sin acostumbrarse a la forma en que los hilos que componían a su compañero se superponían entre sí formando otra cosa, pero no dejaba de ser un espectáculo impresionante.
—No te duele nada, ¿verdad? —preguntó en algún momento del proceso de cambio, repitiendo por enésima vez una cuestión que no podía evitar hacerse cada vez que presenciaba en directo los poderes del humano.
Los tatuajes de Rox se diluyeron sobre su piel y formaron figuras más similares a circuitos mientras su carne se endurecía y cambiaba de color, adquiriendo una apariencia similar al hueso.
—Muy metálica no parece, no —rió con él, alargando la mano para tocar a su amigo sin permiso—. Sigue siendo un pasote, de todos modos, y fijo que un golpe con un brazo así hace mucho daño. —comentó, deslizando la punta de los dedos sobre la imitación de las juntas con expresión de curiosidad. Como insinuaba su aspecto la piel era muy dura al tacto.
Cuando empezó a retomar su forma habitual el moreno se echó hacia atrás, acomodándose en su sitio mientras el brazo de Rox volvía a la normalidad en mucho menos tiempo que el que le había llevado cambiar previamente.
—Vas muy bien para llevar tan poco tiempo con esos poderes, Rox, deberías estar más animado —le sonrió mientras señalaba el tatuaje del emoticono triste con un gesto de cabeza—. Seguro que eres capaz de imitar cualquier cosa mucho antes de que yo consiga que mi dominio haga o que le pido —añadió, elevando su bola de cobre de la mesa con la mente para ilustrar sus palabras. El metal empezó a fluctuar frente a su cara, cambiando con aparente fluidez, pero cuando se detuvo parecía una masa amorfa sin apariencia reconocible—. Se suponía que tenía que ser un busto tuyo, pero no os parecéis en nada —explicó, riendo con malicia antes de activar su cámara de fotos a traición y empezar a apuntar para hacerle un retrato junto a su cobreyo—. ¡Di queso!
—La verdad es que queda genial en blanco, sí… —murmuró, dándole la razón con una media sonrisa mientras giraba el brazo para ver cómo incidía la luz sobre el. Su comentario sobre no querer cortarse el brazo le hizo reír de nuevo—. No es algo en lo que nosotros tengamos mucha opción, realmente, a fin de cuentas es la forma más fácil de controlar la electricidad que emitimos y que no suponga un peligro para nadie. —le recordó, pasándose los dedos por la nuca con una pequeña mueca.
Cuando el coreano empezó a arremangarse el irrense guardó silencio, acomodándo los brazos sobre la mesa y apoyándo la barbilla sobre la palma de su mano derecha mientras le observaba con atención. Seguía sin acostumbrarse a la forma en que los hilos que componían a su compañero se superponían entre sí formando otra cosa, pero no dejaba de ser un espectáculo impresionante.
—No te duele nada, ¿verdad? —preguntó en algún momento del proceso de cambio, repitiendo por enésima vez una cuestión que no podía evitar hacerse cada vez que presenciaba en directo los poderes del humano.
Los tatuajes de Rox se diluyeron sobre su piel y formaron figuras más similares a circuitos mientras su carne se endurecía y cambiaba de color, adquiriendo una apariencia similar al hueso.
—Muy metálica no parece, no —rió con él, alargando la mano para tocar a su amigo sin permiso—. Sigue siendo un pasote, de todos modos, y fijo que un golpe con un brazo así hace mucho daño. —comentó, deslizando la punta de los dedos sobre la imitación de las juntas con expresión de curiosidad. Como insinuaba su aspecto la piel era muy dura al tacto.
Cuando empezó a retomar su forma habitual el moreno se echó hacia atrás, acomodándose en su sitio mientras el brazo de Rox volvía a la normalidad en mucho menos tiempo que el que le había llevado cambiar previamente.
—Vas muy bien para llevar tan poco tiempo con esos poderes, Rox, deberías estar más animado —le sonrió mientras señalaba el tatuaje del emoticono triste con un gesto de cabeza—. Seguro que eres capaz de imitar cualquier cosa mucho antes de que yo consiga que mi dominio haga o que le pido —añadió, elevando su bola de cobre de la mesa con la mente para ilustrar sus palabras. El metal empezó a fluctuar frente a su cara, cambiando con aparente fluidez, pero cuando se detuvo parecía una masa amorfa sin apariencia reconocible—. Se suponía que tenía que ser un busto tuyo, pero no os parecéis en nada —explicó, riendo con malicia antes de activar su cámara de fotos a traición y empezar a apuntar para hacerle un retrato junto a su cobreyo—. ¡Di queso!
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.