Biblioteca

Los pensamientos de Vac fueron interrumpidos por unas voces a su espalda. El hado se giro para encontrarse con la alquimista y el demiurgo, que caminaban por el pasillo. El chico se les acercó extrañado, mientras el demiurgo se sentaba en un banco. No esperaba que los consejeros salieran a su encuentro, y verlos allí fuera le resultaba bastante curioso.

-Si, la he visto -le respondió a la alquimista, pasándose la mano por el pelo algo incómodo-. Y parecía bastante enfadado -masculló-. No era mi intención resultar impertinente, pero estaba expresando mi opinión sincera, aunque admito que quizás he ido demasiado lejos...

El chico escuchó con atención las palabras del Custodio de Altabajatorre, sin saber muy bien porque le daba explicaciones. Por otra parte, sus últimas palabras le desconcertaron un poco, hasta que comprendió el porque de lo familiar que le resultaba el demiurgo, era el hombre que hacía tres años le había preguntado si quería ir a Rocavarancolia. El griego no pudo evitar sonreír ante sus palabras.

-No hay nada que sentir, de verdad -le sonrió con gratitud-. Venir a esta ciudad fue lo mejor que me pudo pasar, y no ha sido fácil, desde luego, pero no me arrepiento de nada -afirmó ante el demiurgo-. El placer fue mío -le contestó, dedicándole una reverencia.

Tras esto le dio vueltas a las palabras del demiurgo, aun sin entender el porque de dichas explicaciones, ¿acaso querían su opinión?, ¿o solo querían advertirle sobre su comportamiento en la sala del trono?.

-Bueno, sobre lo que me cuenta... no se, yo puedo sugerir alternativas, dar datos sobre defensas y activos enemigos, puedo buscar métodos poco ortodoxos para asentar el poder de la ciudad allá por donde nuestros ejércitos avancen, incluso sugerir tratos ventajosos; pero no estoy seguro, no quiero resultar impertinente de nuevo -dijo el hado, haciendo un gesto hacía el salón de trono-. Sobre su pregunta, mi señora -empezó el griego antes de terminar de hablar-, tengo una respuesta, si le place -le dijo-. La mayor debilidad de su líder religioso, es esa piedra a la que rinden culto; si logramos que le hable de nuevo, hará lo que queráis, podréis serviros de ella para darle instrucciones. Por otra parte, los exiliados le tienen miedo a cosas muy concretas; guardan con recelo sus libros y textos, y aprecian su capacidad de escritura, la desaparición de cualquiera de esas cosas les dejaría indefensos.

El chico quería dar respuesta a ese interrogante cuanto antes, pero estaba seguro de que no era es el motivo por lo que ambos consejeros habían salido a su encuentro, así que el griego se mantuvo expectante, esperando las palabras del demiurgo y de la alquimista.

Vac escuchó las palabras de los consejeros con atención, y se aseguro de memorizarlas bien, la próxima vez que compareciera frente al Consejo las tendría bien presentes.

-Lo cierto es que esa frase me suena -murmuro el hado, tratando de recordar donde la había oído o leído-; ahora la entiendo del todo, no debe ser agradable para los consejeros que alguien trate de darles consejos ante el rey. De nuevo, lo siento -concedió el hado con otra leve inclinación.

Aun con todo, el griego no veía a donde querían llegar los consejeros, ¿por qué se molestaban en contarle todo aquello?, ¿por qué hablarle sobre las costumbre de los antiguos consejeros de tener su propio consejo paralelo?. El hado no quería sacar ninguna conclusión precipitada, así que aparto esas cuestiones de su cabeza y continuó atento a la conversación entre ambos consejeros.

-Bueno, sobre esa Roca Sagrada... según tengo entendido, hace unos cuantos siglos, una expedición de roquenses partió desde Hielo-en-el-Norte -empezó Vac, rascándose la barbilla pensativo-. Se dirigieron hacia el este, y en lo que hoy es Tierra Bruja, encontraron unas ruinas, presumiblemente pertenecientes a alguna antigua civilización. Esa Roca Sagrada a la que adoran, y que en un principio les hablaba, fue hallada entre esas ruinas. No tuve oportunidad de examinarlas con detenimiento, pero tal vez contengan información interesante. ¿Algún tipo de magia ajeno a esta ciudad quizás?, no sabría decir -concluyó el hado.

Las divagaciones del demiurgo y de la alquimista sobre el líder de la religión roquense le habían dado que pensar, y ya no estaba tan seguro de que su idea original funcionara con el sacerdote, ni siquiera creía que el soborno fuera ventajoso.

-Veréis, el actual líder se llama Sinprejuicios, y creo que perdió la fe hace mucho tiempo -afirmó Vac-. Como usted ha dicho -el griego asintió hacia el custodio-, esta no es necesaria para dirigir una religión. Si la piedra le habla y no le gusta lo que escucha, podría guardarse las palabras para si, ya que el es el único que puede oírla. Los fieles a la Iglesia local no es que tengan muchas luces, la verdad, pero los roquenses que ocupan altos cargos en el Coro, destacan por ser mas inteligentes que sus congéneres, y la inteligencia de Sinprejuicios es lo suficientemente grande como para mantener bajo control a todos sus fieles -dedujo el hado-. Es posible que el curso de acción mas propicio sea eliminarlo -sentenció el griego-. Si el actual líder muriera de... no se, causas naturales, por ejemplo, el puesto quedaría vacante, y en ese momento nosotros podríamos mover ficha. Podríamos buscar a un candidato mas devoto y mas acorde a nuestros intereses, un candidato que ascendería, guiado por nuestra mano, y que atendería a las palabras de la piedra si esta hablara después de años de silencio. El mismo milagro le daría mas credibilidad al nuevo líder en cualquiera de sus decisiones.

Vac volvió a guardar silencio, esperando la respuesta de los consejeros.

El regocijo de la alquimista le arrancó una leve sonrisa, y atendió a las peticiones de los consejeros antes de que estos regresaran a la sala del trono.

-El placer ha sido mio -contestó el hado, despidiéndose de los consejeros con la mano, imitando al custodio, hacía mucho tiempo que no se servía de un gesto tan terrícola, y eso le reconfortó.

Vac echó a andar a paso vivo hacia la entrada, con nuevas ideas rondándole por la cabeza. Aquella pequeña reunión con el custodio y la alquimista había resultado interesante, y aunque la reunión con el Consejo no había a salido bien del todo, había sido una buena toma de contacto. El hado quería familiarizarse con los asuntos del castillo y del consejo, y para empezar no había estado nada mal. El demiurgo y la alquimista habían resultado ser personas bastante agradables, y aunque uno no se podía fiar de las apariencias en una ciudad como Rocavarancolia, encontrar a alguien así entre los consejeros resultaba un soplo de aire fresco.

El chico encontró en la entrada al guarda que custodiaba su espada, y cuando este se la devolvió, se despidió con un asentimiento y salió al encuentro de Feliks, que descansaba en un montículo de rocas, a unos metros de las puertas del castillo. Vac deslizó las manos por el plumaje del cuello de su compañero, y tras unas cuantas palabras, se subió a su espalda y ambos emprendieron el vuelo. La noche aun no había llegado a la ciudad, y el hado tenía cosas en las que pensar.

Continúa en el Río.

Llegué pronto al Castillo, edificio que sólo había visto desde lejos pero que ahora, a unos metros de la entrada, imponía un poco. Informé a los guardias del motivo de la visita -tierras y esclavos de mundos vinculados- y me condujeron a una amplia biblioteca, en la que me entretuve curioseando los títulos sin coger ninguno ya que eran todos o casi todos sobre historia, nada mágico.

Me senté a esperar en un cómodo sillón, pensativo. Me había lanzado al proyecto de la bodega sin tener varios factores arreglados, como los esclavos que necesitaría, mensualmente, para hacerla funcionar. Cómo los traería a la ciudad sin dejar ni rastro en su lugar de origen es lo básico. <<Pero si tuviera tierras en sus mundos, se solucionaría el problema en parte. Por otro lado, la situación en Varmania me favorece y bastante, pudiendo capturar esclavos sin necesidad de devolverlos vivos luego... Pero aunque la idea de tener parcelas de terreno en otros mundos es atractiva, ¿cómo se relacionarían estas con los nativos? ¿Cómo demonios funciona esto? ¿Saben los nativos que hay rocavarancoleses con tierras en sus mundos? Basta. A ver si viene el encargado de esto, sea quien sea, y lo hablamos...>>

Me dejó estupefacto la forma en que apareció Garoni. Sin avisar ni saludar, como si ya nos hubiésemos presentado y aclarado para qué había venido. <<A los guardias les dije lo mínimo, diablos, ¿qué es esto?>> Me levanté del sillón para saludar, pero lo de los folletos me dejó sin habla <<¿Qué?>> En varias ocasiones intenté decir algo para intentar que detuviese su monólogo, pero el otro no callaba. <<Joder...>> Volví a sentarme, cansado, girando el sillón hacia él cada vez que se movía.

Para distraerme miraba de vez en cuando al viejy, preguntándome si sabría diferente de un espécimen más joven o qué variantes en su vida podrían cambiar las propiedades de su sangre o si esto siquiera influye. <<La alimentación influirá, sin duda... Pero el experimento tiene cierto tamaño considerable... Y este no calla su perorata... ¿Pero hay posibilidad de montar mi bodega, tener tierras o no? ¿Tan difícil es decir sí o no o quizás?>> Lo mejor es que al final parece casi ofendido, cosa que me hace levantarme por si tuviera que argumentar alguna defensa, pero sigue hablando y me doy la vuelta, matando mil veces al viejy con la mirada. Cuando por fin se calla, vuelvo a ponerme frente a él y tomo aire.

-Le entiendo perfectamente.-y casi digo algo sobre lo de cuestionar al consejo pero mejor pasarlo por alto. Luego empiezo a caminar mientras hablo, relajado.-Creo que no le han informado debidamente de mis... motivos para estar aquí. El motivo primordial es mejorar la economía de la ciudad. Si logro el proyecto de la bodega, podría dar trabajo a cierto número de ciudadanos aptos además de trabajar con socios.-remarco "socios", recordando a Outhal y quizá Garoni se interese así.-También, si fuera necesario, compraría esclavos a quien los tenga en venta. Y además, la bodega tendrá su clientela, lo que resulta en más capital. Si el proyecto se expande a otros mundos, los fondos recaudados serán aún mayores.

Hago una pausa para planificar lo siguiente a decir mientras le doy tiempo a pensar y sigo:
-Ese era el principal, la base. Para ello necesito saber dos cosas. La primera, sin pensar en propiedades externas, necesitaría tomar nativos humanoides de ciertos mundos, de los cuales luego volvería cierto porcentaje mayor al de los que se quedarían, por supuesto. Hablamos de cifras mayores a los... veinte. La segunda cuestión es que teniendo al menos una propiedad se podría reducir considerablemente el posible trauma de aquellos nativos que volviesen a sus hogares, además de mejorar la producción.-por fin acabo, creo que ya es suficiente, y me cruzo de brazos, sin dejar de mirarle.-Entiendo que ambos tenemos asuntos que atender, así que gracias por su tiempo. ¿Qué le parece?-remato, enfatizando en la primera frase. <<Con suerte entenderá que no quiero otro rollo como antes>>

Interiormente estoy orgulloso de lo dicho y de cómo lo he dicho. <<Todo un vampiro de negocios, sí señor. Que no vuelva a soltar un monólogo, ¡por favor!>>

Escucho atentamente, quieto en el sitio y sin cambiar el semblante serio aunque interiormente estaba sonriendo. <<No es un sí pero tampoco un no. Tengo que ponerme en marcha cuanto antes y aprovechar lo de Varmania>>

Antes de hablar hago una ligera inclinación de cabeza.
-Gracias. Esperaré su respuesta.

Y cuando salió, le seguí pero en dirección a la salida y, desde allí, al barrio del Burdel para adecentar un refugio para los primeros voluntarios de Varmania. <<¿Una casa abandonada con perímetro mágico? Vamos>>

Sigue en La Bodega.