Biblioteca Mágica

Estar en la biblioteca lo calmo un poco, la mitad de la expedición había transcurrido sin percances. La criatura advertida hizo su aparición, no se comporto de manera peligrosa, solo les explico las reglas y desapareció.

Cada cual comenzó a leer los lomos y a buscar algo de interés, la magia era el objetivo. pero una duda asaltó a Emmit, si varios habían ido, no seria bueno incluir algún otro tipo de información aparte de los conocimientos mágicos, tenía pensado que un libro que hablara sobre los lugares de Rocavarancolia sería una herramienta útil, además que si hallara un bestiario por lo menos tendrían conocimiento sobre que encontrar y en algunos casos, realmente pocos como combatir contra las sorpresas indeseadas.

Necesitaba hablar con Hal, no quería desperdiciar la visita, pero tampoco pasar por encima de las necesidades del grupo.

Ayne disfrutó en cierto modo al presenciar las reacciones de algunos al ver la gran grieta. Se encargó de anunciar lo que era en cuanto la divisó más adelante, antes de que se pudiera ver siquiera la maraña de huesos que era su fondo. Seguía dándole escalofríos aquel lugar, pero ahora al menos sabía lo que se iba a encontrar.

Pasado el momento de tensión por tener que cruzar la grieta, se dirigieron a la biblioteca todo lo directamente que pudieron gracias al mapa. Se trataba de un edificio impresionante. Impresionantemente entero, también. Siguió a los demás a su interior, creyendo que no iba a ver nada que no lo impresionase por haber escuchado ya lo que se iba a encontrar, y aun así equivocándose un poco. Admiró lo enorme del edificio, lo infinito de las hileras de estanterías y, por último, alucinó con la actitud del bibliotecario. Esperaba más de su primer encuentro en bastante tiempo con un rocavarancolés. «Explica todo con prisa y desaparece dejándonos con la palabra en la boca… Muy profesional. Creo que ya no recuerdo ni la mitad de lo que ha dicho». Estaba tan molesto como decepcionado.
—Bien… Voy a echar un vistazo por aquí. Gritaré si pasa algo —añadió en tono de broma.

Después se alejó, saltando de la mirada de lomo en lomo, buscando alguna indicación de qué contenían las estanterías o secciones, sin éxito. Comenzó a caminar más deprisa, pensando que, con lo grande que era el edificio, tardaría una barbaridad en encontrar lo que buscaba para Eara. Los nombres de los libros le decían más bien poco, y eso cuando le decían algo, porque no podía entender una gran parte de ellos. ¿Qué sentido tenía tener todos aquellos libros mezclados? «Fastidiar, está claro». No se paraba demasiado en aquello que no le interesaba, pero parecía haber libros de lo más extraño y de lo más macabro entre montones de títulos insulsos y comunes.

Después de una aburrida eternidad a su juicio, encontró el primer libro que parecía tratar de remedios medicinales caseros, había tres alineados con títulos semejantes. «Técnicas curativas», decía el primero que extrajo de la estantería. Suficientemente fiable. Al abrirlo, sin embargo, terminó por dejarlo rápidamente donde estaba y pasar al siguiente, aún con los ojos abiertos como platos. Al menos el título del que sacó a continuación hacía alusión directa a plantas «Sanación. Vegetación endémica». Perdió un valioso tiempo examinando los dibujos de ese libro y las complicadas fórmulas que venían en él, hasta que finalmente confirmó que pertenecía a una colección dedicada a la alquimia con plantas de un mundo al parecer muy rico en vegetación valiosa.

Comenzó a acumular fracasos rápidamente. Cada libro era inútil con lo que disponían en ese momento. Tal vez Eara sí hubiera sabido sacarles jugo, pero lo dudaba. Quizá cuando hubiesen explorado más la ciudad sirviesen de algo. Por el momento, estaba claro que no. Y así regresó a la entrada de la biblioteca, sin nada entre manos y molesto por su fracaso.
—¿Habéis encontrado algo útil? Yo no. Podría echaros una mano si me decís en qué —dijo a los que tenía más cerca.

Consiguieron llegar ala biblioteca sin percance alguno, la visión de esta para Samika no supuso nigua tipo de impresión. Era incapaz de ver lo alta que eran las estanterías o la cantidad exorbitante de libros que allí se encontraban. Aun así si que se sobresalto cuando escucho un voz desconocida explicando las normas de la biblioteca, no estando lo suficientemente cerca del ente en cuestión para verlo. Ya habían sido avisados de las rarezas del bibliotecario pero aun así ver que se tomaba tan en 'serio' su propio trabajo le daba que pensar. "Mas que bibliotecario parece un simple guardián, porque no ayuda en nada" pensó acercando a la estantería mas cercana paseando apenas sus dedos por los volúmenes incapaz de leer las letras impresas e intentando notar si alguna de ellas existían en relieve para facilitarle la lectura, pero no había manera. Los pocos libros que encontró con cierto relieve, o eran de un idioma que no parecía entender o intentaron morderle, como ocurrió en una de las ocasiones, para su real susto.

-No veo un pimiento, ¿no podría escribirlo en letras mas grandes o al menos profundizar?-refunfuño Samika tras tomar un libro cualquiera cuyo contenido le era desconocido, pero que al menos no había intentando morderle, intentando cercarlo lo máximo posible a sus ojos en un intento de leerlo, con resultados nulos. Las letras eran demasiado pequeñas y también demasiado estilizadas, como patitas de araña, para su visión que necesitaba un mínimo de tamaño y de espesor-Mis pobres ojos...- susurro dejando el libro en su lugar. Cogió dos o tres libros mas con idénticos resultados, algunos había que tenia una letra mas o menos visible si se acercaba el libro casi al punto de comérselo, pero no estaban en un idioma comprensible. Intento varias veces con varios de tipos de libro tozuda en no rendirse en encontrar algo que ella al menos pudiera utilizar. En su infructuosa búsqueda encontró uno que contenía imágenes pero tan solo ver una al azar le provoco nauseas haciendo que lo cerrara de golpe y lo devolviera a su lugar. Decepcionada volvió con el resto.

-¿Alguien podría echarme una mano para buscar un libro con imágenes? No puedo ver los títulos por mas que lo intento y las pocas letras que consigo poder ver me bailan, volviéndose ilegibles -explico Samika con un leve puchero frustrado por no poder encontrar nada, maldiciendo su visión y ya de paso que en la ciudad no existiera algo similar al braille. Al menos el encontrar ese libro inquietante con dibujos le había dado una idea de que podría ser útil para ella y el resto- No se si servirá, pero tal vez un libro de criaturas de la ciudad o algo así. Es posible que haya mas cosas alla afuera como el escarabajo...no estaría mal tener algo que pueda ayudarnos enfrentarnos en el caso de que no podamos huir. Así que...¿alguien me presta sus ojos un rato? - pregunto con una leve risa por el comentario, irónico en cierto modo, pues de ojos iba la imagen que había visto en el libro anterior.

Emmit recorrió varias estanterías, vio mucho títulos que le llamaron la atención, pero un recuerdo lo mantenía enfocado; su amigo Ergot necesitaba recuperar la confianza para poder adaptarse mejor y por el momento los intentos de ayudarlo no habían funcionado muy bien.

recorriendo varias estanterías más comenzó a leer títulos relacionados con plantas, hasta que uno le resulto interesante "Hierbas y plantas, guía de herbología" lo tomó y comprobó que que mostraba que plantas se podían encontrar en Rocavarancolia, así como un anexo que mencionaba plantas de mundos vinculados, no entendió lo de los mundos, pero con eso le bastaba, le podría mostrar a su amigo que si existían las plantas.

De regreso vio a Samika que intentaba buscar y al no dar con nada pidió ayuda en voz alta, dando una sugerencia de un tema que era importante un bestiario, dio marcha atrás y continuo con la búsqueda, pasadas quince estanterías dio con algo que sonaba cerca a lo que se necesitaba y la convicción fue real al pasar las paginas en la que los dibujos eran los protagonistas encontró la ilustración de un escarabajo gigante. Con los dos libros en manos se dirigió al grupo entregándole el bestiario a Samika.

El edificio fue una grata sorpresa. Estaba en mucho mejor estado que la mayoría de edificios que había visto en la ciudad, y su aspecto también resultaba más agradable a la vista.

El interior era anticuado y polvoriento, pero la luz que entraba por las cristaleras resultaba agradable. Twixy's ya empezaba a alejarse del grupo para bañarse en los reflejos de cristal cuando apareció el bibliotecario. Se le escapó un chillido agudo, y casi saltó en el sitio. Ni siquiera se quedó a escuchar todas las normas, fue a perderse entre las estanterías, indignada por la repentina aparición del espectro.

Al principio solo quiso ver cómo era el edificio, cómo estaba decorado, si habría alguien más. Luego algunas cubiertas llamaron su atención. Entre los libros viejos de tapas enmohecidas había algunos cubiertos con piedras brillantes incrustadas, grabados metalizados, relieves... Sacó algunos de sus estantes, solo para devolverlos a su lugar en cuanto los vio escritos en idiomas que no comprendía, o con palabras demasiado complejas, demasiados pocos dibujos.

Encontró una caja de madera con algunos tomos finos apilados, cogió uno que sobresalía y lo abrió por el medio. Había un figurín de una criatura que no reconocía, pero que llevaba un vestido maravilloso. Fue hojeando los distintos tomos. Parecía un recopilatorio de ilustraciones de moda de distintos mundos vinculados, pero las anotaciones y los títulos no eran legibles para ella. Se guardó los que más le gustaron bajo el brazo y siguió mirando por la misma zona. Podía oír las voces de sus compañeros a lo lejos a volúmenes normales, moviéndose entre las estanterías. Aún encontró una guía de maquillaje y otra de alquimia para ''brujos'' y hechizos de modificación corporal. Según se fue acercando a los demás, recordó que había ido principalmente a buscar magia, y dio una vuelta más a ver si daba con algún libro de hechizos, como los que Hal había mencionado. Se quedó embelesada con el primero que pudo leer por un solo hechizo: hechizo de costura. Siguió mirando y siguió encontrando: hechizos de corte, luces de colores, olores. << Podré supertener perfumes de nuevo...>> pensó ilusionada.

Cuando llegó a la entrada, llevaba en los brazos una pila de libros que había recopilado entre los de magia que le habían gustado, los de moda, los de maquillaje, los que tenían ilustraciones bonitas, uno de peinados con tentáculos...

-¡No me hiperdecido!- dijo angustiada.

El helión había llegado considerablemente temprano a la biblioteca, pero por lo visto eso no le libró de encontrarse con los nuevos cosechados. No era la primera vez que iba allí pues estaba estudiando libros de forja, distintos materiales, metales de otros mundos..., y magia para tratarlos que no se encontraba en la biblioteca de Serpentaria. Con el grupo de Letargo no había coincidido pues se había ido poco antes, pero el día de los de Maciel estaba enfrascado en lo suyo y se le fue el tiempo.

De momento no le habían visto, pero sí desconcentrado, pues hablaban de vez en cuando y el mero hecho de ser cosecha nueva le distraía. Le traían tanto buenos como malos recuerdos, más buenos que malos pues estos últimos los descartaba rápidamente. No tenía pensado quedarse si coincidía con los nuevos, pero con la excusa de que le habían pillado desprevenido pues se quedó un poco más. Por curiosidad pura y dura... siempre y cuando no le vieran. O tampoco tanto. <<Bueno, pueden verme, no es ilegal, pero como empiecen a preguntarme van listos>>

Así que dejó en parte sus quehaceres y se mudó a una mesa un poco más cercana a las voces, aunque no mucho. Pero sí lo suficientemente cerca como para que con un hechizo pudiera oírles como si estuvieran lejos mientras los localizaba con niebla mágica.  No tenían motivos para pasar por su zona dedicada a la metalurgia a no ser que se perdieran o les pudiera la curiosidad. La cosecha acababa de empezar prácticamente, así que curiosidad les sobraría. También a él, pues quería saber cómo les iba. <<¿Habrá muerto o se habrán cargado a alguien ya?>> pensó, recordando en parte su cosecha y en parte la revelación de las apuestas de veteranos sobre sus vidas. Luego los fue identificando <<Libense, una frivy, esos creo que son nuevos, el otro parece humano... ¿Y ese puede ser sinhadre? ¿Cuántos quedarán en el torreón? ¿Son de Letargo, Maciel o Séndar? Creo que se volverán locos si voy a preguntarles>> pensó.

Justo entonces escuchó a la frivy y se rió con la suma de esto y la idea de que se les fuera la pinza por verle. Pero se le escapó el volumen de su risa de helión, todo lo contrario a suave o baja. Nada útil para pasar desapercibido. <<Joder, joder>> Y lo peor era que no le daba tiempo a recoger sus cosas y largarse, pues había más libros y apuntes que mesa o helión. <<¿Y si los espanto? Un poco de magia y ¡pum! ¡Cosechados en desbandada! Calla. ¿Y si les pasa algo por mi culpa o si tuvieran que volver y no lo hacen por miedo a que esté? Relax. Ha sido un fallo. Si me han oído y se acercan, sigue las normas y ya está>> Mientras tanto, empezó a recoger. Tenía que llevarse varios de los libros que tenía en la mesa, además de terminar unos apuntes, por lo que tardaría un rato aún. No quería que le pillaran haciendo magia para evitar preguntas si es que se le acercaban.

Y ya que estamos, iba vestido con unos pantalones pirata y una camiseta de tirantes, todo color arena. Nunca se arreglaba para ir a la Biblioteca pues, total, luego tendría que ir a la herrería y esa era parte de su ropa de trabajo. El pelo que casi le llegaba a los hombros iba despeinado y en aquellos momentos iba descalzo, como siempre en la Biblioteca pues el suelo era adecuado (y se limpiaba si hacía falta, que Biblios le tenía vigilado por ese detalle). Eso sí, sus sandalias “de helión” con protecciones para las uñas estaban bajo la mesa bien visibles por si el condenado fantasma aparecía.

El hecho de que el edificio estuviera en tan buenas condiciones al compararlo con cualquier otro que hubieran visto hasta ahora ayudó a mantener viva la esperanza dentro del grupo. Lo que fue pasando al entrar, desde las normas hasta la aparición de aquella… ¿cosa? se mantuvieron dentro de lo previsto para Kirés, aunque cuando les dijeron que había un bibliotecario hubieran omitido detalles importantes como que flotaba y atravesaba paredes.

El interior fue lo más extraño para el Enderth. Acostumbrado a las bibliotecas de Dryfus, que estaban construidas a la vertical en vez de horizontalmente, dada la capacidad de los clingers de ir por paredes y techos sin problemas, resultaba interesante y caótico al mismo tiempo, caótico sobre todo porque al estar en horizontal las estanterías se tapaban entre sí, imposibilitando ver todas las secciones a la vez haciendo que hubiera que moverse entre ellas. Todos sabían para qué habían venido así que no consideró necesario explicar nada y se perdió por su cuenta en aquel lugar. Muy pronto se dio cuenta de que la distribución no era lo único que no conocía. Había libros en varios idiomas, un problema, de tamaños y formas dispares, algunos con contenidos detallados y demasiado complejos, y los simples que veía solían estar demasiado mal escritos o hablaban de cosas inútiles. El hecho de que algunos se pudieran mover solos o incluso volar tampoco era un punto a favor “¿Quién habrá sido el imbécil que creyó que aquello era una buena idea? Si quieres un libro lo quieres para leer, no para perseguirlo.”

Su búsqueda fue mayormente inútil. No apareció nada que sirviera para solucionar lo de los parásitos de Armonía, y todo lo que pudo sacar fue un libro de anatomía y otro de Historia. No buscó magia en parte porque ya sabía que Hal se ocuparía de eso, y también por miedos personales que borró de su cabeza tan pronto como pasaron por esta. “Prioriza. Lo que has encontrado sirve, y da igual que no busques lo otro cuando más gente lo va a hacer”.

Lo hicieron: buscaron y encontraron. Algunos encontraron demasiados tal vez, y cuando vio a Twixy’s con una pila entera sin saber cual quería su rostro reflejó sorpresa y curiosidad a partes iguales. Iba a decirle que los ordenara en función de su utilidad a corto plazo para todos y que el que más lo fuera sería el ganador cuando escuchó las risas.

Una mirada con el resto bastó para confirmar que no era el único que las había oído. Desplegó las alas de sus dos brazos y de un batir saltó a la parte de arriba de la estantería más cercana. Solo había un pequeño hueco entre libros en el que posarse, de modo que aterrizó solo con una pata y tanto la otra pierna como ambos brazos alados se quedaron extendidos y en suspenso manteniendo al Enderth haciendo equilibrios, aunque tampoco es que fuera un problema ya que era un pájaro. Desde ahí localizó sin problemas al que se había reído: Un mamífero de pelo largo con unas uñas brillantes que el enderth veía poco prácticas, pero dada su naturaleza de ave se sentía extrañamente atraído hacia ellas, con ganas de agarrarlas con el pico y llevárselas salvo porque no podía. El extraño también le había visto a él, pero le había ignorado. Decidió que eso era toda la información que sacaría teniendo los brazos extendidos balanceándose sobre aquella estantería y de otro brinco aterrizó con los demás.

-Si, hay alguien. Mamífero y con uñas bonitas y brillantes. No identifico la especie pero me ha visto y ha pasado de mí así que no creo que sea ni de ayuda ni una amenaza. –Luego señaló los libros que había traído la frivi y se dirigió a ella. –¿Te ayudo a elegir uno?

Samika agradeció enormemente que Emmit se ofreciera a prestarle sus ojos, pues si por ella fuera podría llevarse toda la cosecha allí metida intentando buscar un libro apto. Aun así cuando el chico vino con un libro que aparentemente reunía los requisitos que había pedido le echo un buen vistazo, pudiendo leer los nombres de las criaturas al estar en letras bien grandes y negritas, y por supuesto como lucían. No tenia claro si sus compañeros habían visto algo de eso antes pero si Emmit lo había tomado era porque algo de su contenido había atraído su atención, por lo que confió en la vista de este.

Echándole una buena mirada estaba cuando escucho la frustración de Twixys, haciéndole real gracia, su risa siendo opacada por una mas totalmente desconocida para ella y que le sobresalto al grado de casi tirar el libro. Kires fue el primero en aventurarse a averiguar el dueño de aquella risa y la descripción que posteriormente les dio, aunque algo confusa, le hizo tranquilizarse. "Lo que nos faltaba seria que nos atacaran aquí... apenas puedes dar cinco pasos sin que te comas una estantería" pensó escuchando las palabras de Kires ofrecerse a ayudar a Twixy's, y haciendo que Samika recordara algo que con todo el viaje y las ansias de buscar un libro utilizable para ella había olvidado. Quiso golpearse por ello, pues era uno de los motivos mas importantes los que habían ido ala biblioteca, aparte de por la magia.

-Mierda, me olvidaba...¿alguno ha encontrado algún libro que pueda ayudarnos con Armonía? -pregunto Samika sintiéndose una pésima compañera por haberse olvidado del sufrimiento de la roquense. Para ella encontrar algo que seguramente contendría un millón de letras era un caso imposible, así que esperaba que alguien mas hubiese tenido mas suerte, y mas memoria, para acordarse de Armonía y de su estado. No podían contar únicamente con lo que Kimbra fuera a contarles, la chica podría tener experiencia curando pero habría cosas con la que no sabría lidiar.

Hal se quedó absorto mientras pasaba las páginas distraidamente, analizando con cuidado el contenido del libro. Era muy caótico, pero en conjunto los hechizos estaban ordenados más o menos de la misma manera. Estaban las líneas de escritura, las palabras, que no podía leer. Debajo, el gesto que acompañaba a cada palabra o frase. Y debajo, los efectos que iban provocando. Esto último era lo más errático: no siempre estaba, a veces sólo había un único dibujo, otros había muchos, de forma que se podía ver el efecto casi como si fuera una película... Pero en líneas generales todo parecía desordenado, casi caótico. Quien quiera que escribiese aquello se había preocupado antes que nada por transmitir la información. Lo de que aquella resultase legible había estado, claramente, en un segundo plano.

Podía ver, a través de los dibujos, que la mayoría de hechizos eran ofensivos y defensivos, con algunos otros que, sin ser de esos dos estilos concretos, sí eran muy físicos. En los dibujos que acompañaban a los hechizos se podían ver cortes, quemaduras, explosiones... Algunos eran muchos más misteriosos, y estaba deseando desentrañarlos, pero para aquello había que llegar a Maciel. También había una sección que, según le parecía, parecía ser de curación, aunque no estaba del todo seguro.

Caminó con pasos lentos, examinando el libro, hacia donde estaban sus compañeros, donde llegó cuando Ayne hablaba. Absorto como estaba en las páginas del volumen mágico ni siquiera pensó mucho antes de dar una respuesta casi mecánica.

—Los libros de magia no están en rocavarancolés, así que necesitamos un diccionario —el murmullo fue claro y audible, pero no muy alto. Sí fue un susurro rápido, dicho con casi más emoción que cualquier otra cosa que el carabés hubiera expresado desde hacía muchos años. La llegada de Twix hizo que levantara la cabeza y parpadeara un par de veces, con la boca formando un círculo casi perfecto—. Ehm... Este libro no tiene hechizos para el día a día, creo —declaró, algo más dubitativo—. Así que podrías llevarte uno de ese estilo.

Lo último lo dijo de una forma que se parecía más a su habitual hablar distanciado, aunque todavía le quedaba más emoción de lo que era común en él. La risa provocó un brusco frenazo a su análisis del libro de magia. Se quedó, casi literalmente, helado. Ni siquiera pestañeaba, e intentó reducir su respiración al mínimo audible posible. «No, por favor, que no sea peligroso, que no sea peligroso, por favor». Sólo tardó un par de segundos en verse inundado de angustia al imaginar un monstruo destrozando a sus compañeros y, por último, destrozándolo a él.

Suspiró de alivio antes las palabras de Kirés, pero aun así siguió en tensión, cerró el libro y se puso en pie. Hizo una simple negación ante las palabras de Samika, guardándose su opinión. «¿Qué podemos encontrar? ¿Buscar un libro de todos los parásitos que puede haber en Rocavarancolia? Imposible. ¿Coger uno y esperar que el parásito que ella tiene esté ahí? Estúpido por lo prácticamente imposible que es. no, no serán los libros los que nos den una cura concreta para Armonía. Vamos a tener que intentarlo de forma más general». Estaba seguro que sólo soluciones "generales", de las aplicables a cualquier parásito, estaban en sus manos. Y eso le daba miedo, porque Hal dudaba mucho que pudieran salvar así a Armonía. Esperaba equivocarse.

Observó a sus compañeros en sus idas y venidas durante un momento. Twix parecía indecisa, varios perdidos, otros frustrados, tal vez. Samika ya tenía ayuda para recorrer la biblioteca y Ayne prefería, en realidad, recorrerla con libertad.
Descubrieron que, sorprendentemente, no estaban solos a pesar de que el bibliotecario se había esfumado. A todos los alertó aquella risa, pero Kirés fue más rápido –aparte de porque se lo podía permitir por métodos poco convencionales–. El sinhadre se quedó desconcertado al escuchar la descripción. Quería verlo, a decir verdad. «¿Realmente tendría algo que decirle?» se preguntó seriamente. Lo decidiría cuando lo viese.

—Nada —le respondió a la humana cuando preguntó por libros para curar a Armonía. Sobre la interrupción no había llegado a decir nada—. No por donde busqué.
De pie y sin saber qué hacer, escuchó el murmullo de Hal pidiendo un diccionario. Cada uno estaba ocupado con algo, por lo que dijo en voz alta que él se encargaría de buscar uno, y después volvió a desaparecer entre las estanterías, con el libro de magia bajo el brazo para comparar.

Había visto de casualidad una sección que parecía ser de diccionarios durante su primera búsqueda, y ese fue el lugar donde empezó a buscar primero. Era una sección tremendamente extensa, pero tuvo la idea de comprobar primero los tomos más manoseados. Para su propia satisfacción, le dio resultado y acortó su trabajo.

Antes de volver con los demás, decidió que era un buen momento para echarle un vistazo al extraño de las uñas. Se aproximó escondido por las estanterías y se asomó pretendiendo que había llegado allí por casualidad. Entendió entonces, y bien, por qué las uñas le habían llamado especialmente la atención al enderth. Por lo demás, no era un tipo tan extraño. Que le llegase a hablar o no, dependería de qué mirada le dirigiese al descubrirlo mirándolo. Kirés había dado su opinión, pero Ayne quería contar además con la suya propia.

El que parecía un pájaro extraño se había asomado por una estantería y habían cruzado miradas, pero tan solo eso pues al poco el cosechado volvió con su grupo. Eso alivió al helión, pero cuando pilló al que parecía sinhadre mirándole desde otra estantería, hizo una mueca y dejó de recoger los últimos apuntes.

—Sé que me estás mirando, nada puede esconderte de mi magia, enano.

Y luego le miró directamente, girándose en su dirección.
—¿Se puede saber qué miras, novato?

A la vez, se colgó la mochila y recogió las sandalias con la mano izquierda. Al segundo siguiente estaba levitando a apenas unos centímetros del suelo (una uña del pie derecho). Esperaría por si el otro decía algo, pero si no se iría ya. Nunca se iba levitando, pero prefería evitar coincidir con el resto del grupo así que iría más rápido de esa manera.

Kirés se ofreció a ayudar a Twixy's a elegir un libro. Un comentario de Hal y algunas reprimendas del enderth por coger libros tan poco útiles para su situación le hizo decantarse por el de hechizos prácticos. Tan solo tuvo que leer en voz alta la utilidad de un par de ellos para que el resto del grupo la animase a elegirlo.

La risa le había puesto la piel de gallina. Deseaba que fuese el bibliotecario volador otra vez, pero no hubo suerte. Kirés lo describió. Lo cierto es que su apariencia le llamaba la atención, pero tenía demasiado miedo como para acercarse. << O puede que supersea otro como nosotros, de un mundo que no hiperconocemos.>> aventuró en su mente. Aunque si no había mostrado interés en el grupo no debía ser un cosechado.

Ayne se alejó en busca de un diccionario, y eso hizo que Twixy's se pusiese aún más nerviosa. Tironeó suavemente a Kirés de un ala para llamar su atención.

-Deberíamos megairnos pero ya de la total- apremió.

Ayne no se sobresaltó visiblemente cuando aquella persona le habló sin mirarlo siquiera, pero su corazón pareció dar un pequeño bote en su pecho. «¿Alardea de magia? Entonces tiene que ser un habitante de la ciudad, como Jack». Lo había creído desde el principio, aunque quedase un resquicio de duda. A fin de cuentas se suponía que todos los recién llegados estaban en aquella plaza en el momento en que les dijeron lo que había que hacer. A continuación lo llamó novato, como si le estuviese leyendo el pensamiento. «No lo soy por gusto, te lo aseguro». Demasiados aires se daba aquel tipo. Al igual que Jack, empezó a levitar, y esta vez no había ofrecimientos ni simpatía; ya los tenían donde querían.

—Discúlpame por tener ojos, oh, gran mago —le dijo con reverencia. Más que humor, en su mofa había malhumor, pero no dejó que este se exteriorizase. «La gente de este sitio me saca de mis casillas».
Ya que el de las uñas parecía más que dispuesto a irse, él hizo lo mismo. Al reunirse con los demás devolvió el libro de magia y les mostró su pequeña victoria: el diccionario. Ya se disponían a abandonar el edificio, y Ayne no lamentaba demasiado haber sido incapaz de hacer preguntas tanto al bibliotecario como al de las uñas. Ninguno de ellos había demostrado en ningún momento el más mínimo interés por echarles una mano.

Sigue en el torreón Letargo.

Le había llamado ¡"Oh, gran mago"! Palurdo. Más grande que él seguro, pero ni de lejos se merecía un calificativo similar, así que se rió, pero esa vez de forma muda, apenas una sonrisa acompañada de un resoplido. A continuación, el helión se limitó a echar a levitar por encima de las estanterías hacia la salida. Eso sí, pasó cerca a propósito para hablarles -a expensas de que Biblios le reprimiera por hablar en voz alta.

-Buena suerte ahí fuera, novatas y novatos -dijo, respetando la forma libense por el que parecía serlo del grupo.

Dicho eso, se encaminó hacia la recepción, devolvió algunas cosas, sacó otras, y salió del edificio. No le verían a lo lejos si salían inmediatamente después pues se dio prisa en alejarse por las callejuelas.

[Tiempo paralelo indefinido pre-cosecha]

Shizel estaba eligiendo algunos títulos de consulta cuando una figura cenicienta en su campo de visión captó su interés. Había estado considerablemente ausente durante el periodo de adaptación inicial de los recién transformados, pero los irrenses le resultaban una adición nueva e intrigante al catálogo. No sólo por lo que pudieran entrañar sus transformaciones, sino por las características del mundo del que procedían. Planeaba una visita a Irraria en un futuro indefinido.

Enlazó su mente a la del kairós con delicadeza, dando un ligero tirón para llamarle la atención. Había esperado a un momento en que el irrense no estuviese leyendo sino levantado buscando algo.
>> "Archime, ¿tienes un momento?", le habló en silencio. "Basta con que formules una respuesta mentalmente con énfasis. No hurgaré más allá."

Aprovecharía el momento en que el irrense mirase alrededor para hacer un discreto saludo con la mano.
>>"Preferiría utilizar un método menos invasivo, pero no creo que fuese recomendable en plena biblioteca. Conste que eres libre de rechazar la conversación si lo deseas."

La biblioteca de Serpentaria estaba bien equipada, pero desde luego uno no podía hallar todo lo que buscaba en ella, ya que por mera cuestión de espacio se encontraba más limitada que el gran edificio público que, aunque con un nivel de desorganización completamente impráctico, contenía una vastedad de conocimientos de toda naturaleza. El kairós disponía de conocimientos básicos, o quizás no tan básicos, sobre anatomía, pero para llevar a cabo sus planes de futuro requería un estudio más intensivo en aquella materia. Así pues, se encontraba revisando diferentes compendios sobre ello y comparándolos para elegir aquellos más adecuados y llevárselos prestados a la Torre Serpentaria, cuando notó aquella intrusión en su mente. Había leído acerca de aquella clase de magia, la mentalista, pero era la primera vez que la experimentaba de primera mano. No tenía conocimiento sobre las capacidades de Shizel, a quien tan solo conocía de vista por haber coincidido en el refugio, y no reconoció que se trataba del idrino hasta que no lo vio haciéndole un gesto desde la distancia, al girarse. Formó una respuesta afirmativa en su mente tal y como le había pedido y esperó unos instantes, dubitativo. Al cabo de unos segundos, decidió que si no se había desplazado hasta su posición probablemente esperaría que hiciese él el camino a la inversa, ya que además había atraído la atención sobre su localización con gestos. Archime apiló los tres libros que todavía debía examinar en mayor profundidad y se acercó al idrino, cuya transformación aun desconocía.
—¿De qué se trata? —inquirió en su tono habital. La curiosidad, no obstante, aunque se trataba de algo sutil, se podía leer en su mirada.

Una sola voz llamaba menos la atención que dos. A menos que verbalmente aquello pareciese una conversación Shizel dudaba de que Biblios se fuese a molestar en llamarles la atención.

>>"Una mezcla de cosas, en realidad", dijo. "Durante vuestra cosecha y vuestra Luna no he tenido ocasión de estar atento."
Tampoco había tenido especiales deseos de estarlo, y las distracciones en ese sentido fueron bien recibidas. El que siguieran trayendo niños a morir era una verdad incómoda que prefería que siguiese anidada en el fondo de su mente. Le había bastado con saber que no había idrinos.

>> "Sois la primera cosecha desde la mía, y me interesa el cómo os estéis adaptando. Te he abordado porque no pareces ir a la defensiva y también porque eres irrense. Tengo entendido que el contraste entre la Rocavarancolia que creíais conocer y la que ahora tenéis delante puede ser impactante." Dejó impresa una leve nota interrogante en aquella última frase para hacer notar su curiosidad. "He conocido a nublinos que estuvieron en una situación similar, desde luego, pero tienen una mentalidad bastante diferente a la que tengo entendido que es propia de Irraria."

Acostumbrado a llevar a cabo tareas con el mentalismo de fondo, deslizar la mano por los títulos de aquella sección en busca de joyas ocultas, caminando a ritmo pausado por aquella fila, fue un juego de niños. La telepatía, una vez uno se acostumbraba a usarla a menudo, no requería más esfuerzo consciente que el de hablar en voz alta.