Biblioteca Mágica

El bibliotecario emerge de la nada sobresaltándome. -Coño que susto. Estas cosas se avisan. Una campanita o algo al cuello que hiciese ruidito estaría de madre querido .- Digo bromeando. El bibliotecario mira los libros y me da permiso para llevarmelos.

Me giro y me despido del bibliotecario mientras el esta absorto mirando un libro. Antes de salir puedo escuchar como bromea diciendo que si le lleno los libros de arena me encerraría en un reloj de arena. No puedo evitar soltar una larga carcajada al imaginarme dentro de un reloj mientras las puertas de la biblioteca se cierran a mis espaldas.

"Bueno Matt. A ver ese desierto." Me digo mientras comienzo a callejear por la ruta en mi mente. Me pierdo un par de veces por lo que tengo que buscar algún punto de referencia para volver al camino utilizando el libro. -Joder,moverse así es mucho mas fácil la verdad sea dicha.- Al cabo de un rato caminando y viendo sitios interesantes sin atreverme a entrar llego a la entrada de un castillo. -¿Y eso?- "Matt, el desierto es lo primero."

Continuo caminando en dirección al desierto hasta pararme absolutamente maravillado y emocionado por la estampa que se me presenta ante mis grumosos sentidos.

Sigue en el Desierto Malyadar

Abro los ojos y paseo la mirada por la estancia en la que me encuentro. Los libros se amontonan unos sobre otros en las atestadas estanterias. Sin duda es una biblioteca, una biblioteca enorme. Me incorporo lentamente hasta ponerme de pie. Lo primero que hago es comprobar que el moraton de mi pierna no ha empeorado. Veo la pequeña mancha morada sobre mi piel a traves del desagarron del pantalon y sonrio al ver que presenta mejor aspecto que ayer. La tapo de nuevo y me encamino hacia una estanteria, de donde cojo un libro cualquiera. No me sorprende ver que entiendo lo que dice. Al fin y al cabo, ahora hablo en otro idioma diferente, un idioma que nunca antes he oido. Todo sucedió cuando bebí el agua de aquella fuente. Cierro los ojos y recuerdo lo sucedido el día anterior.

Acababa de probar el agua y de descubrir que ya no pensaba en ulterano, si no en un idioma nuevo cuando vi unas siluetas que se perdían en la lejania. Segun la mujer que vino a buscarme no estaria solo, asi que supuse que serían el resto de los reclutados. Sin perder el tiempo salí en su dirección, con las manos descansando sobre las empuñaduras de las espadas, y atento a cualquier peligro.

Cual fue mi sorpresa cuando unas calles mas adelante me encontre con una casa de estilo ulterano. Bueno, no una casa, un cuartel militar. Pense que quizas en el pasado otro como yo había venido a este mundo y la habia edificado. Me acerque un poco a ella, pero me detuve en seco al ver como en la puerta se asomaba el que antaño fuera mi maestro y caporal. Pero eso era imposible. Webara murió en la batalla de Tulsedor, delante mis propios ojos. Algo no iba bien asi que empezé a retroceder cuando la pesadilla comenzó. El cuartel cambió ante mis ojos y se combirtió en un edificio voraz, del cual surgió una larga y carnosa lengua, que se enredo al rededor de mi pierna izquierda, desgarrandome la túnica hasta llegar al pantalon. Con movimiento rápido clave mi espada derecha en la lengua, ensartandola de parte a parte y consiguiendo que soltara mi pierna. La casa carnivora replego su apendice y pude apartarme de ella, y ponerme en una distancia segura. Sin embargo había perdido mi espada, que seguía clavada en la lengua de la criatura. Sabiendo que en estas circunstancias tenía dificil vencer a aquel ser me dispuse a seguir la pista de los demás. Sin embargo empezaba a oscurecer y el enfrentamiento me había cansado, por lo que decidí cobijarme en un edifició. Asi fue como llege a la biblioteca.

Nada mas entrar por la puerta me la recorrí, comprobando que no había nadie y que no corria ningun peligro. Luego me recoste en una silla y me sumí en un estado de duermevela, sin llegar a dormirme del todo y siempre atento del entorno que me rodeaba. Antes de dormirme pense en las palabras del hombre que vino a buscame. Dijo que había retos y peligros mortales, y que desarrollaría un gran potencial. Y de momento, el primer día no me había defraudado.

Abro los ojos de nuevo. Ya era hora de encontrar el rastro de los demás. Sin duda la mejor opción para sobrevivir sería ir en grupo. Bueno, eso dependiendo de como fuera el resto del grupo. Salgo de la biblioteca y memorizo su emplazamiento. Sin duda más adelante tendrían que volver aqui, puesto que el edificio albergaba una gran cantidad de conocimientos que a buen seguro les serían útiles. Retrocedo hasta el lugar donde me enfrente ayer con la casa, a la cual veía ahora de nuevo, intentando tentarme con imagenes falsas. La ignoro y busco él rastro de los demas. No tardo mucho en encontrarlo y empezar a seguirlo. Ya es hora de conocer al resto.

Sigue en el Torreón Letargo.

Serokrai encabezaba la marcha, moviéndose sin problemas por el camino que ya había recorrido el día anterior. Íbamos juntos, apelotonados casi y a buen ritmo, oteando las calles y cuidándonos de cualquier ruido a nuestro alrededor. Al menos llegamos sin problemas al enorme edificio que me quitó el aliento a pesar de la fachada en mal estado. << Libros >>

-Vamos, a dentro. No lo olvidéis, un mapa y libros que nos ayuden a conocer la ciudad y a sobrevivir.-les recuerdo, puesto que me conozco y en cuanto entre desapareceré de su vista.

Abro la puerta y paso al interior mientras guardo las armas y pliego las garras << Si Serok durmió aquí, no habrá peligro >>
Lo primero que vemos es un mostrador, donde debería haber alguien para recibirnos; así como un panel de reglas...
-Un libro por cosechado... Uno para cada, vale. Nos vendría bien uno de armas, uno para el plantador, historia que me lo pido, y algo que sea útil para el torreón y el grupo. ¡Que otro busque el mapa!-digo rápidamente y salgo disparado hacia las estanterías infinitas del lugar.

Necesito encontrar algún tomo de historia, algo que me aclare las dudas, pero el edificio es enorme y hay libros por doquier, ya sea en las estanterías, en las mesas de trabajo o...
-Volando. Hay libros que... vuelan. Y ese flota en el aire...-murmuro ojiplático.-¿Magia? Será...

Me acerco a un pasillo al azar y busco títulos esclarecedores, pero o bien están escritos en un extraño alfabeto o bien son de anchos como yo. << Si por mí fuera, me quedaba aquí hoy y mañana, pero... Los demás no creo que vayan a estar trayéndome comida... Y el torreón necesita estar ocupado... Mejor no >> Sin embargo, durante mis andares he encontrado un tomo con un guerrero en la portada, dentro parece un manual de lucha, así que lo dejo en una mesa y sigo buscando libros útiles para el grupo. En mis carreras de vez en cuando veo a los demás buscando, pero no me paro y continúo, aunque eso sí, en silencio y con el máximo respeto posible.

Pero o estoy ciego o los libros están todos en diferente idioma. ¿No hay un idioma base, como el que hablamos? Y es entonces cuando, pasando hacia atrás las páginas, leo una línea "Sobre Guerras y asedios, capítulo XI ", pero lo mejor es que la he leído de derecha a izquierda.
-Diablos, diferente idioma, diferente forma, ¡claro!

Y ya que estoy, me quedo con el libro en una mesa y me enfrasco en su lectura, intentando imaginarme las guerras que describe, aunque sin mucho éxito por la magnitud de datos que aparecen. << Cultura, necesito algo de cultura... Los Grandes Felinos y la Gran Madre deben aparecer por algún sitio... >> Por fin doy con un grupo de estanterías cuyos libros parecen hablar del mismo género. Es más, un cartel en una me lo resuelve: "Sección 1: historia, geografía, política, economía de Rocavarancolia" << ¡Genial! >> Los demás van a tener que luchar si quieren sacarme de este sitio...

La biblioteca estaba algo deteriorada, pero la enorme cantidad de libros de su interior lo compensaba. Escuché a Atol decirnos las normas que aparecerían en el mostrador. "¿Solo un libro por cada uno? Bueno, podría ser peor."

El edificio era enorme. Avancé buscando por las estanterías pero había cientos, no, miles de libros. Y encima pude comprobar que muchos ni siquiera estaban en un idioma que entendiera.

Noté un fuerte Tirón en el pelo. -¡Ay! ten mas cuidado. Eso duele- Para no retrasarse, uno de ellos había tenido que llevar al repoblador, asi que ahora lo tenía en mi cabeza.
Llegaron a un cruce entre estanterías. -¿Tu que opinas?¿Derecha o izquierda?- Escuche a atol desde otro sitio. -¿Libros volando? Eso tengo que verlo-

No tardé en encontrar el lugar y, efectivamente había varios libros revoloteando por la zona. -Magia...- Me encantaba la magia, aun después de que me dijeran que no existia había seguido apasionándome pero era algo que me guardaba para mí. Ahora que sabía que la magia existía no cabía en mi de gozo, pero... "¿Libros que vuelan?¿Y exactamente qué utilidad tiene que puedan volar?"

"En fin..." Seguimos con nuestra búsqueda de libros por la biblioteca.

-Esto es inutil. No encontraremos nada vagando a ciegas-

Como si la propia biblioteca hubiera estado esperando ese momento tropecé con un libro y a punto estuve de caerme. Unos segundos despues una serie de tirones en el pelo me sirvieron para entender que el pasajero de mi cabeza no estaba contento con el bamboleo.

-Ni que lo hubiera hecho a propósito-

Me agaché a examinar el libro. Parecía estar en un idioma legible. Lo hojeé y mi rostro se iluminó. -Es un bestiario- y al parecer trataba de las diferentes criaturas que se podían encontrar en RocaVarancolia. -Vale, esto puede ser útil- Cerré el libro y eché a andar con el, satisfecho de haber encontrado algo que sirviera entre tanto caos.

-Bueno. Podemos llevarnos un libro por cada uno, asi que buscaré uno para tí. ¿Qué me dices? ¿Algo sobre herboristería quizas? Como parece que se te dan bien las plantas...-

Después de la presentación del último de los gigantes que parecían poblar el panal, uno de matojos violetas sobre la cabeza y una liana que le colgaba a un lado, la pequeña criatura verde había reafirmado su interés en viajar al sitio que ellos llamaban bliblioteca, o como raíces muertas quisiera que se pronunciara el sitio ese. Thras le había dicho que era chiquitín y no debía, pero el repoblador lo trató de tranquilizar explicándole que había sembrado en peores tierras.

Había pedido por favor que alguien lo llevara para mantener el ritmo de los gigantes, y tratar de alargar el desconocimiento del grupo acerca de su avispa. Pablo se había ofrecido como voluntario, aunque al verde le pareció que tenía menos disposición por llevarlo que muchas de sus poco racionales abejas. A pesar de que el viaje fue corto, había resultado bastante movidito. << Tenían que ser tan bamboleantes los gigantones, con sus zancadas de arbusto y medio... >> se quejó mentalmente.

Cuando llegaron, las vistas le resultaron agobiantes. Era otro panal, mucho mayor, probablemente se tratara de algún tipo de madriguera de un ser tan grande, que hasta los gigantes se habrían visto pequeños en comparación. No solo le disgustaba eso, sino que además estaba techado. << ¿Por qué todos parecen odiar vislumbrar el cielo? >> Incluso este, soso de día y oscuro de noche, seguía siendo hermoso a vistas del repoblador.

Permaneció sobre Pablo bastante rato, hasta que lo que vio en el interior le indignó hasta un punto superlativo, más que una excursión en la que no hubiera encontrado una sola semilla. Había bien poca luz y la escasa que los alumbraba dejaba ver madera muerta tallada por todas partes, con huecos llenos de cosas llamadas libros por los gigantes, aunque el pequeño no pudo identificar. Al menos en un primer momento.

Pablo abrió un primer libro de esos y el alma del pobre quedó enterrada en tierra esteril. Eran hojas, de colores raros, cuadradas y picudas, pero eran hojas. << Deben de ser de alguna especie que no conozco >> se dijo, pero eso no disminuyó el pecado hacia la Flora que estaba viendo. Las hojas debían ser libres, crecer en las plantas, cumplir su función hasta marchitarse o caer y fertilizar el suelo para nuevas plantas. Y aquí estaban todas encerradas, atrapadas ajenas al órden correcto de la Flora.

-Esto no está bien. Esto no está bien. Esto no está bien-le hervía la savia. Olvidó a Pablo y al resto de gigantes y no llegó a escuchar si se dirigían a él en algún momento.

Saltó contra el libro de pablo haciéndolo caer al suelo y se impulsó con él para lanzarse hacia los muebles. Subió hacia la oquedad superior y comenzó a tirar libro tras libro al suelo, soltando por su boca todo tipo de improperios vegetales dirigidos a quien quiera que hubiera cometido tal atrocidad. Su espalda emitía silbidos chirriantes, poco agradables de escuchar para la inmensa mayoría de aparatos auditivos.

-¡PROFANADORES! ¡MONSTRUOS! ¡SEDUCECARDOS! ¡ROBASEMILLAS! ¡POLINIZACACTUS! (...)

La guardia que Shizel había mantenido en alto mientras el grupo se internaba en aquella zona desconocida de la ciudad bajó bruscamente en cuanto el idrino puso los pies en el interior de la biblioteca.
"No te quedes con la boca abierta como un idiota", le volvieron las palabras de su padre a la mente, y volvió a componer su expresión a una neutra. Quizá era la influencia temporal de sus compañeros de torreón, quizá era el que aquella ciudad siempre tuviera un nuevo hecho bizarro con el que sorprenderle, pero el férreo control sobre su apariencia que le habían inculcado desde que era un bebé últimamente estaba fallando cuando se despistaba. Aflojó el puño que hasta aquel momento había mantenido en la empuñadura de la espada y dio unos pasos más hacia el interior.
El edificio era inmenso, mucho mayor de lo que parecía a simple vista desde fuera. Miles de estanterías empapelaban las paredes y convertían el recinto en un enorme laberinto de madera y papel. Un murmullo indefinible de fondo llegaba a sus oídos, como si los libros estuvieran hablando entre sí a base de hacer pasar sus páginas. La biblioteca estaba dejada, pero era el desorden que producía el uso, y no el abandono; aquello le llamó la atención. Avanzó hasta el mostrador, pero en él no había nadie.
-"Un libro por cosechado"- leyó en voz alta-. ¿Y cómo pueden saber que no nos llevamos más? No veo a nadie vigilando...
Poco dispuesto sin embargo a incurrir en la ira del ser indefinido que se encargase de custodiar la biblioteca, sin embargo, empezó a descartar mentalmente libros que le sería imprescindible llevarse y libros que podía conformarse con hojear allí.
-Podemos hacer una cosa- propuso a los demás cuando también atravesaron el umbral de la biblioteca-. Y es que si nos dispersamos volver a reagruparnos a la entrada, antes de salir definitivamente con el libro. Lo digo no sólo para salir en pelotón y en buena compañía, sino porque ya veréis qué gracia como saquemos algún libro repetido y luego no nos dejen devolverlo- se encogió de hombros.
En ese momento una serie de desagradables sonidos chirriantes se hicieron oír desde algún lugar del recinto, demasiado lejos para saber si eran distinguibles o no. Shizel se llevó la mano a la empuñadura de una de las dagas largas que llevaba al cinto, en un gesto aparentemente relajado pero en realidad preparándose para desenvainarla en cualquier momento.
-Vosotros dos, ¿os suena eso a algo que conozcáis?- inquirió a los dos foner, que parecían compartir por herencia o por crianza en su mundo un saludable instinto de conservación.

Teniendo en cuenta el estado de toda la ciudad se esperaba una Biblioteca semiderruida con libros en mal estado o incluso con hojas arrancadas, de ahí que su expresión de asombro a incredulidad fuera tan increíble de descubrir cuando llegaron finalmente al edificio que componía la Biblioteca y se adentraron en su interior. Como buen amante de los libros y de la cultura en si misma…esa Biblioteca con libros rebosando por doquier era prácticamente un paraíso de información.

-Estoy por quedarme aquí indefinidamente –murmuro D.L fascinado en su totalidad con la cantidad de libros, los cuales la mayoría no vería jamás en su mundo. Casi ni presto atención a las palabras de Shizel, pero algo llamo su atención en lo que el idrino dijo- ¿Únicamente un libro? – Pregunto con cierta decepción que no pudo evitar sentir, le sería difícil escoger un libro entre tantos con lo curioso que era- Esto va a ser difícil…- murmuro suspirando ligeramente ahora si prestando atención a las palabras del idrino- Creo que será lo mejor, este sitio es inmenso y creo que se necesitarían días para poder verlo en su totalidad…- iba a decir algo mas, peor lo que fuera decir se borro inéditamente de su mente ante ese chirrido desconocido que le hizo llevar la mano al cuchillo de su cinto viendo desconfiado las estarías que los rodeaban- No me digáis que esta Biblioteca tiene un guardián o algo así…- murmuro en un tono bajo casi inaudible acercándose a una de las estanterías escuchando ese chirrido lejano, negando con la cabeza ante la pregunta de Shizel, mirando a RR- Yo no he escuchado jamás nada similar…como mucho a los críos de mi casta cuando se ponían a hacer el idiota con las flautas de juguete…¿alguna idea?-pregunto al otro foner, se acerco a una estantería e intento agudizar el oído mandándoles guardar silencio con un gesto intentando oír algo más que ese chirrido que producía dentera.

El camino hasta la biblioteca transcurrió sin inconveniente alguno. Recuerdo perfectamente el camino que conduce a la biblioteca y no tardamos demasiado en llegar. El edificio desvencijado pero imponente se alza ante nosotros. Les indico a los demás que el edificio es seguro, o al menos lo era ayer, pero que se anden con cuidado y no hagan mucho ruido.

Nada más entrar en la biblioteca Atol se pierde entre las pilas de libros. Pablo, con el repoblador en la cabeza, Erin y yo continuamos juntos. Se oye a Atol avisarnos de que solo podemos llevarnos un libro cada uno. Me encojo de hombros ante la regla. Los muchachos revisan una estantería, sacando libros de vez en cuando para ojearlos. Yo hago lo mismo, sin quitarles un ojo de encima.

Primero me intereso por un libro de armas, antes de darme cuenta de que si solo puedo coger un libro, debería ser de un tema que no domine, y que nos ayude a sobrevivir. Veo que Pablo sujeta un bestiario entre sus manos. Sonrío. Ese libro nos sera útil. Me intereso por un libro titulado "Cazando en Rocavarancolia". Me parece que he dado con el libro que necesito cuando un sonoro alboroto estalla a mi lado.

Es el repoblador, que parece escandalizado por algún motivo. Se impulsa en el libro que esta sujetando Pablo para saltar sobre la estantería mas cercana, y empieza a tirar los libros al suelo mientras grita toda clase de improperios. Sin perder el tiempo me encamino hacia la estantería y lo agarro.

- Tranquilízate hombrecillo, estás haciendo mucho ruido.- Sin embargo el pequeño sigue gritando sin hacerme caso. De repente me pongo tenso. Por encima del ruido que hace el repoblador oigo otro sonido. No estamos solos en la biblioteca.- Cállate, ahora.- Le ordeno susurrando mientras le miro a los ojos con dureza. El hombrecillo me ignora, así que le tapo silencio con un dedo, lo justo para que se calle y me escuche.- No estamos solos, hay alguien más aquí.- Me deposito al ahora silencioso hombrecillo en la hombrera derecha, con cuidado de no ensartarle con los pinchos.- Vosotros quedaos aquí y no os mováis.- Les digo a los chicos.

Desenfundo las dos guadañas y las agarro con fuerza, mientras me encamino al origen del sonido. Sin duda hay alguien hablando. Rodeo la fuente de las voces, caminando en sigilo y ocultándome tras las atestadas estanterías. Cuando creo que me encuentro detrás suya asomo un poco la cabeza. Ahí están. Son cuatro y están situados de espaldas a nosotros. Me fijo en que están armados y alerta. Han oído los gritos del repoblador. Maldigo en silencio y me preparo para atacar. Entonces recuerdo que mis compañeros mencionaron que había mas como ellos en la ciudad, pero que fueron por otro lado. ¿Serían ellos?

No puedo atacarles si son los amigos de mis compañeros, pero ¿ y si no lo son? ¿y si son parte de los peligros y los retos de la ciudad? Lo medito un instante. Son cuatro, sí pero ninguno se aproxima a mi tamaño. Aunque dos de ellos tienen el pelo del mismo color que el mio. ¿ Serán guerreros de élite aunque no lo aparenten? Al final me decido por hablar con ellos. Salgo de un salto, colocándome a una distancia prudencial de ellos, pero con las guadañas en ristre y en posición de ataque.

- Eh, vosotros.- Digo para llamar su atención.- Identificaros ahora mismo.- Espero que sean los chicos del otro grupo, por que si no me he complicado una lucha sencillísima a lo tonto.

El aspecto desordenado que provoca el uso era el imperante en el edificio. Los ojos de Saren se perdieron entre las estanterías en cuanto puso un pie en la biblioteca, pero aun así prestó atención a las palabras del resto. Iba a tardar en decidirse por un libro, así que le pareció buena idea lo de separarse y reunirse todos de nuevo al cabo de un rato. Estaban acordando el lugar de encuentro, cuando un chirriante sonido se alzó en algún lugar del edificio, entre las estanterías. Por acto reflejo todos llevaron sus manos hasta la empuñadura de sus armas, pero Saren dudaba que hubiera algun tipo de criatura agresiva entre aquellos muros, el idrino dudaba que dejaran colarse a ningún monstruo que pudiera causar destrozos.

Relajo las manos, mirando alrededor mientras los otros discutían sobre el penetrante sonido. Antes de oír al que les habló, el idrino captó un movimiento por el rabillo del ojo y se encaró al que les hablaba. Como ya iba siendo habitual, tenia el pelo blanco, pero media unos dos metros, era bastante grande. Llevaba unas guadañas en alto, preparadas para ser usadas, aunque algo en su postura le dijo al norteño que no estaba seguro de que fueran enemigos.

-Saren, encantado -se presento, dedicándole una mirada penetrante, su cerebro barajaba hipotesis a toda velocidad-. Debes de estar en el otro grupo, ¿verdad?... no te vi en la fuente, y no eres precisamente pequeño, así que debes de haberte unido a ellos después. ¿Qué tal están?, ¿encontraron un buen refugio? -se intereso con curiosidad, tratando a la vez de que no se iniciara una trifulca estupida.

RR avanzaba, escuchando atentamente o intentándolo por encima de las voces de sus compañeros. Sí, había un ruido extraño, anómalo. Parecía algo muy agudo, un silbido. La comparación de DL le pareció acertada, aunque ilógica. ¿Quién se iba a poner a tocar la flauta en medio de una biblioteca? Todo aquello le olía raro…

Reacomodó so mano alrededor de su ballesta, empuñándola con aún más seguridad, mientras intentaba mantener el oído alerta… Algo se acercaba. Algo grande y pesado. Metálico. Y cerca.

Sin pensárselo dos veces, corrió cómo un rayo tras la estanterías más cercana, dónde giró la esquina y apoyó su espalda, preparado para volver a enfrentar la avenida de librerías dónde estaban sus compañeros y disparar desde allí, con cobertura, a la cosa que se estuviera acercando. Avanzaba a buena velocidad, parecía ágil, y por la distancia entre las zancadas era grande y pesado, aunque intentara camuflar el ruido del acero al frotarse. RR estaba más que acostumbrado a escuchar a gente de dos metros con armadura intentando ser sigilosos. E incluso a cosas más grandes y más silenciosas. Esperaba que aquello que tenían cerca fuera menos desagradable y menos letal.

Por encima del ruido de sus compañeros, escuchó los pasos acercándose peligrosamente cerca y se decidió para asomar. En un solo movimiento se descubrió parcialmente por la esquina, ballesta en ristre. Sólo tenía que poner en su mira al objetivo y…

Su dedo se alejó un milímetro del gatillo, quizá menos. Allí había un tipo de pelo blanco (parecía que por aquel jodido lugar no conocían los colores intermedios) y de gran estatura, armado con dos cuchillas con aspecto poco tranquilizador y con una extraña armadura. Pero hablaba y preguntaba. Eso podía ser buena señal. También era posible que el hecho de que sus compañeros se dirigieran a él con total normalidad podría ser un augurio benévolo, pero se temía que aquellos muchachos tenían una malsana costumbre de fiarse de la gente de pinta extraña. Él era la prueba viviente.

-A las buenas.- comentó sin moverse ni un ápice y bajar el arma, haciendo consciente de su presencia al hombre, revelando su posición. Podría empezar a perseguirle. RR era rápido y no tenía demasiados problemas para correr delante de criaturas pavorosas, pero eso no hacía que le gustara. Al menos ahora podría dialogar con él y, aun a las malas, quizá sintiera algún reparo de dañar a sus compañeros sabiendo que había un tipo dispuesto a atravesarlo de lado a lado.- ¿Qué te parece si te identificas tú, guardas las armas, nos dices qué haces aquí y nos relajamos todos, en plan coleguillas? ¿Eh? No hemos venido a hacerle daño a nadie y no pensamos hacerlo siempre y cuando no nos toquen las pelotas. Y aunque no vaya a bajar aún la ballesta hasta que no sepa que no vas a eviscerar a mis camaradas, me voy a presentar, para que veas que somos gente maja. Soy RR. Un placer, espero.

Lo primero que notó Shizel fue que el ruido había cesado de repente.
"Malo", pensó. Si había una avispa en la habitación, prefería saber dónde estaba.
Notó que a su izquierda Saren había cambiado de postura, y se giró para encarar a donde él estaba mirando.
Frente a él estaba alguien que debía haber tomado mucha leche de umbra de pequeño. Medía cerca de dos metros y era una montaña de músculo: desde aquella distancia no podía asegurarlo, pero su cabello parecía ser de color blanco, aunque de una textura un tanto anómala. De inmediato Shizel lo bautizó humorísticamente como "la cumbre nevada". Un pequeño fardo estaba posado sobre el hombro derecho del desconocido, pero el idrino no le prestó atención en ese momento.
En sus lecciones de esgrima se había enfrentado a tipos así, y siempre en aquellas ocasiones sus posibilidades habían estado en permanecer alerta y moverse rápido. Por instinto se puso en guardia, con los pies preparados para cambiar de posición. Notó cómo sus compañeros registraban una posición similar de alarma.
Saren había sido el único en no prepararse para coger las armas. En su lugar había optado por la vía del diálogo, lo que hizo a Shizel prestar más atención al lenguaje corporal del recién llegado. Estaba en postura de ataque, sin duda, pero también había algo interrogante en él. Se dio cuenta de que si hubiera querido atacarles sin más, no habría anunciado su presencia a gritos.
El despliegue de diplomacia del norteño se vio interrumpido, sin embargo. Como siempre RR había optado por cubrirse las espaldas primero y preguntar después. Llevaba la ballesta en ristre y Shizel se apartó disimuladamente de la trayectoria que una flecha disparada desde allí podía seguir: no tenía precedentes del nivel de puntería del foner y prefería no acabar ensartado como un pinchito por accidente.
-No te cobran por preguntar con educación, ¿sabes?- dijo al recién llegado alzando una ceja. Al contrario que Saren, no las tenía todas consigo respecto a si el desconocido pertenecía al segundo grupo de la plaza. Al fin y al cabo se había limitado a espetarles que se identificaran, y no había dicho ni una palabra al respecto.
-Yo soy Shizel- dijo con reservas-. Haz caso al ballestero de la esquina y guarda esas armas, ¿quieres? Y creo que es justo que tú también nos digas qué haces aquí.

La primera impresión que se llevó al entrar en la enorme biblioteca fue de asombro. Tantísimos libros desconocidos guardando historias y secretos que jamás podría conocer de haber permanecido en la Tierra. No obstante, cuando se puso a pensarlo descubrio que no sabría que libros coger. Al haber pasado gran parte de su vida en las calles, habían transcurrido algunos años desde que cogiera por última vez un libro y, aunque sabía leer bien, la falta de costumbre había hecho mella en él.
No obstante, comenzó a curiosear por las estanterías por ver si encontraba algo de su interés.

De pronto, oyeron un chirrido que hizo que todos se pusieran alerta. No sabía de que se trataba, pero no podía ser nada bueno. Se alejó de la estantería y echó a correr detrás de los pasillos con el fin de que aquella cosa, fuera lo que fuese, no pudiera verle.
No se enorgullecía de su cobardía, pero independientemente de lo que se tratase, si era un enemigo tenía claro que nada de lo que hiciera iba a poder hacerle frente. Así pues, se concentró en ocultarse y observar.

De buenas a primeras el repoblador se había vuelto loco y había empezado a tirar libros, incluido el que llevaba. "¿Pero qué le pasa?" Rapidamente Serokrai me adelanta, y le hace callar. Al parecr no estábamos solos. Luego se colocó repoblador en el hombro y se fue hacia el origen de las voces con las guadañas preparadas.

Enseguida reconocí las voces. "Son los que se separaron. ¡Mierda. Serokrai no los conoce!"

Me había dicho que no me moviera de aquí, pero dadas las circunstancias decidí desobedecerle y me acerqué al lugar de donde provenían las voces.

Cuando logré vislumbrar a todos me dí cuenta de que la situación no era nada buena. Serokrai estaba frente al grupo, con sus guadañas listas para segar a los demás en cualquier mmento, y en la parte más alejada estaba RR apuntándole con una ballesta. Ninguno de los dos parecía dispuesto a bajar sus armas.

Con mucho cuidado y moviéndome lo más sigiloso que puedo empiezo a rodear la zona tras las estanterías, aunque la tensión en el grupo y la atención que prestaban a esos dos era tal que seguramente no repararían en mí aunque pasara bailando la jota.

Terminé de rodear la zona y me coloqué justo al lado de Serokrai, caminando despacio y dejandome ver por todos, pero con la estantería siempre entre la ballesta y yo. Luego con toda la suavidad posible, para evitar sobresaltos hablé.

-Basta. Su nombre es Serokrai, y no es un enemigo. Está con nosotros. Ahora si no es mucha molestia bajad los dos las armas antes de que alguien mate a quien no debe por accidente.-

El primero en presentarse lo hizo como Saren y sus palabras indican que es miembro del otro grupo que mencionaron mis compañeros. Aun así sigo sin fiarme, podría ser una escusa. Otro de ellos me apuntó con una ballesta y me dijo que bajara las armas antes de presentarse como RR. Por supuesto que no las bajaría mientras me estaban apuntando con una. Otro chico se presento como Shizel y remarcó las palabras del ballestero.

La verdad es que si que podrían ser perfectamente los del otro grupo, pero no quería arriesgarme a poner la vida de mis compañeros y la mía propia en peligro. Noto como Pablo se me acerca y se pone a mi lado. Al principio creo que es para apoyarme , pero sin embargo se puso a hablar y me presenta. Por lo visto si que se conocían y no había peligro alguno. Me relajo y la tensión desaparece de mi casi por completo. Hago girar las guadañas antes de volver a sujetarlas a mi cintura.

- Disculpadme por dudar, pero tenía que confirmar que no suponíais un riesgo para nosotros. Al fin y al cabo, no os conozco.- Empiezo mientras doy unos pasos hacia ellos.- Como ha dicho Pablo, mi nombre es Serokrai, de Ulterania. Encantado. ¿Donde os habéis refugiado esta noche? Nosotros tenemos un torreón, si queréis podéis venir con nosotros, tenemos sitio de sobra para todos.

Estaba enfrascado leyendo la Caída de Rocavarancolia hace ya tantos años cuando empecé a oír voces familiares en el lugar. Decidí no prestarles atención, pero como insistían en hablar en voz alta comencé a mosquearme y, con el libro en brazos, me encaminé hacia las voces para echarles la bronca. Al primero que veo es al plantador dando gritos sobre las hojas de los libros, pero lo que no esperaba era ver a varios de los del otro día, los de Idris y de "Fonera" o algo así, y a mi grupo, visiblemente enfrentados y con las armas alzadas. Bueno, Serok está guardando sus guadañas... Y menos mal que justo está hablando cuando llego, dejando que comprenda qué ha ocurrido.

-¿Pero qué demonios pasa aquí? Venía a echaros una bronca por hablar en la biblioteca... ¿Pero luchar? Malditos malentendidos...-mascullo, empezando a hartarme de situaciones de este tipo. << Totalmente inesperado, pero nos ahorramos ir a buscarles. Tienen armas, habrán encontrado un refugio... >>-Encontrasteis un refugio, ¿cierto? ¿El resto del grupo está bien?- mientras hablo, el libro tiembla en mis manos, curiosas por volver a abrirlo y seguir leyendo.

En cuanto se resuelva esto, aclarado todo, volveré a mi mesa a seguir comparando los libros que se amontonan allí, de política, cultura, economía y este de conflictos varios. No hay ni una mención al culto a la Gran Madre o a los Grandes Felinos... La única religión parece esa "Luna Roja" de la que hablaron en el discurso...