Primer sueño de Ethan

Despertar tras un fogonazo de luz siempre era un mal augurio, indicaba un mal comienzo, una realidad a la que no quería hacer frente. Esa vez fue distinto, el brillo dio paso a una claridad agradable, una donde el ruido del empedrado al avanzar resultaba rítmico y la brisa sobre su rostro refrescante. El confort de la espalda que hasta hacía nada usaba como almohada resultaba tan familiar como las primeras palabras que le habían dedicado al despertar, era una escena tan cotidiana que de alguna manera las dudas se disiparon bajo el dibujo resplandeciente de una amplia sonrisa llenando sus mejillas.

Si su hermano estaba allí es que todo estaba bien.

Los brazos de Ethan se convirtieron en un candado cuando rodeó la tripa de Jasper para cerrarse en un abrazo más desesperado de lo que era intencional. Un agarre firme en el que aún había retazos de un sueño amargo que no quería compartir en voz alta, como si el simple recuerdo de esos fragmentos pudieran romper aquel idílico momento.

-¿A dónde vamos? -Ignoró sus quejas distraído mientras volvía a quedarse recostado sobre su espalda. La vaguería y el sopor en su voz remarcaban el cansancio por la pesadilla reciente o quizá por una apatía cuyo origen no recordaba. -No me apetece pedalear, eres fuerte, puedes de sobra con los dos, no me seas llorica.

El impacto de sus propias palabras dieron como resultado una pequeña risa muda ante la euforia de simplemente poder expresarlas en alto. Era extraño lo feliz que le hacía vivir algo tan mundano. En esos instantes se sentía liviano, como si toda carga se hubiera desprendido sobre sus hombros para permitirle regresar a ser lo que en el fondo siempre había sido, un simple chaval disfrutando de la compañía familiar.

Por eso, por la dualidad entre el recordar y el saber no quiso despegarse de Jasper. Con el miedo pasivo de que si en algún momento decidía soltarlo, su hermano volvería a irse solo.

Las primeras repeticiones pasaron difusas ante su vista pues en aquel paradigma la novedad era su hermano y lo real que se sentía. Las suaves arrugas que se creaban en su camiseta ante el agarre, el vaivén de su pecho a cada nuevo esfuerzo por pedalear e incluso su corto cabello castaño mecido por el viento. Tenerlo al lado era suficiente, con la risa acompañando la del contrario en la inocencia de quien no se veía perdido. No fue hasta que Jasper preguntó qué empezó a razonar lo extraño de su laguna, no estaba bromeando, de verdad no recordaba que hacían allí.

-Ah, hmmm no. ¿Regresamos a casa? -Su cabeza formuló lo que consideraba más lógico, lanzando la duda al aire como si aquello fuera a servir para tranquilizar una mente cada vez más intrigada. -Oye, creo que estamos dando vueltas.

Volvió a reír esta vez con el nerviosismo consciente de que algo no estaba bien. De primeras no supo identificar cuál era exactamente el problema, el ambiente seguía resultando acogedor, era un día soleado rodeados de naturaleza y aún así… a más avanzaban más cuesta arriba se le hacía ignorar lo incómodo que resultaba todo. No parecía real, como si de alguna manera hubieran quedado atrapados en el mismo escenario teatral, dando vueltas una y otra vez. El pitido lejano le hizo estremecerse, malos augurios de una pesadilla de la que apenas se andaba recuperando.

-Espera no, no me gusta… -Murmuró en bajo, aflojando el agarre hacía su hermano para tirar levemente de la ropa en una llamada de atención un tanto infantil. -¿No hay otro sitio para cruzar? Viene el tren, no deberíamos…

Aún así, a pesar del miedo y la incertidumbre se veía incapaz de querer bajarse de la bicicleta, mucho menos de convertir la súplica en algún intentó más desesperado. Todo su cuerpo bullía ante la alarma de la situación pero su corazón, al contrario, pedía calma y confianza. Jasper nunca les expondría al peligro, así que podía contarle sus preocupaciones pero no dudar de sus decisiones. Si ese era el único camino, estaría bien.

Apenas duró una risa muda y un suspiro que la entrecortaba de puro nervio, ese instante tan pequeño como efímero fue lo único que le dio tiempo a expresar antes de que aquel escenario volviera a transformarse en una pesadilla. Ethan volaba, incapaz de entender la situación, los ojos esmeralda de su hermano aún se clavaban en su sien, un miedo que a diferencia de la velocidad con la que sucedía todo a su alrededor se iba arraigando lentamente en su mente. Caía en un silencio atronador, uno que hizo acto de presencia cuando la gravedad caprichosa volvió a tirar de él y entonces se vio envuelto en una vorágine de ruidos, luces e imágenes. El estruendo del tren, el pitido ensordecedor, la explosión, el fuego y entonces ahí estaba, su hermano, tirado, inerte.

Ethan abrió la boca en un gritó desesperado que nunca llegó a ser vocal, pues pronto su cuerpo impactó contra las vías y lo que era luz se volvió a convertir en una espesa oscuridad. Cuando volvió a abrir los ojos todo su cuerpo se tensó en el proceso. Esta vez no hubo un cálido despertar, el aire resultaba cortante aún protegido por el casco y la luz lejos de indicar un animado día solo volvía de la escena una que no quería repetir.

Se estaba agobiando.

Sus manos tantearon la protección del casco a medida que notaba la falta de aire por la repentina sensación de opresión. Quería quitárselo, deseaba quitarselo, pero la conciencia ganó terreno antes que el miedo y el motor lejano de un coche le hizo regresar al resguardo de su hermano, aterrorizado. No entendía nada, era un sueño dentro de un sueño y ahora despertaba en una situación tan similar que era difícil despegarse de la angustia que había vivido por mucho que supiera que no era real.

-Jasper… Jasper quiero bajar, por favor, quiero bajar… -Su voz temblaba, menguada bajo la protección, más su abrazo se volvió fuerte, desesperado. -Quiero ir a casa, no puedo, me estoy mareando, por favor, para, quiero irme…

Las palabras salían sin ton ni son, un arroyo emocional que no sabía ni podía frenar. No quería estar ahí, los vehículos le intimidaban y la autopista sin un final claro solo reforzaba el mal augurio que crecía en su interior. ¿Por que no estaban en casa ¿A donde iban? Se apegó a Jasper tratando de respirar hondo, farfullando en su interior que solo habían sido unas catastróficas pesadillas sin gracia alguna, tenían que ser eso, lo eran. Pero joder, que miedo le estaba empezando a dar la carretera.

Si bien el mareo había sido una exageración para meter cierto pánico, la verdad es que estaba empezando a sentirse así. La confusión y la incertidumbre se sumaban a una velocidad que no ayudaba. Su cabeza daba vueltas incapaz de razonar el porqué la carretera le producía tanto pánico, daba igual a donde mirase no podía escapar del sin sentido. Las vías se acababan entrecruzando sin ton ni son, siguiendo una estela infinita allí donde quisiera apartar la vista, el suelo era tan profundo que imponía en su magnitud y en aquella falta de lógica la nula presencia del sol parecía lo más normal.

¿Qué eran esas partículas? Ethan trató de focalizar en un intento desesperado por agarrarse a algo que no supusiera carriles o coches desenfrenados pero desde esa distancia todo resultaba tan difuso como su propia conciencia sumida en un extraño letargo apagado para no echarse a gritar allí mismo. Sus nudillos estaban blancos por la fuerza del agarre y su casco en una posición incómoda pues se mantenía recostado sobre la espalda de su hermano. No quería volver a separarse de él, aunque eso solo hubiera sido una pesadilla, aunque ahora no tuviera nada que ver, el deseo y la necesidad de pertenencia era más fuerte que la poca lógica que le quedaba.

-No entiendo nada… -Farfulló en un lloriqueo que pronto se llevó el viento. Ni siquiera las palabras de Jasper le consolaban, pues en su intento de ayudar solo estaba volviendo peor la situación. -Te pedí que pararas no que fuéramos aún más rápido…

De nuevo su aliento quedó perdido en el estruendo que los rodeaba, daba igual, tanto que siquiera se molestó en alzar la voz rendido por las circunstancias. Claro estaba, no podían seguir bien y tan pronto estaba cerrando los ojos para acostumbrarse al resto del trayecto la moto decidía girar levemente sobre sí misma, provocando que el corazón del joven se saltara más latidos de los que era sano saltarse. El susto le arrebató de su pequeño caparazón y tenso como estaba se dedicó a observar atónito la desagradable escena que tenían ante ellos.

-Jasper… vámonos… -Volvió a rogar ahora que estar parados les permitía escuchar un poco mejor. La voz que a diferencia de la suya no se amortiguaba bajo el casco le resultó inquietantemente familiar. Un dato que lejos de tranquilizarlo le empezó a poner más ansioso. -Jasper, Jasper por el amor de dios arranca la puta moto.

Apretó ligeramente el abrazo, un par de veces en un intentó de reactivar a su hermano a la desesperada. No deseaba comprobar cuán peligrosos eran esos tipos, ni mucho menos quedarse más tiempo a ver lo que sucedía con sus otras víctimas. El coche había sido un martirio y las imágenes del tren le seguían persiguiendo como flashes esporádicos.

No quería morir.
No quería ver morir a Jasper.
No quería…

En un acto esporádico, llevado por la adrenalina, la desesperación y la agonía de unos recuerdos tan reales como fugaces se soltó parcialmente del abrazo de su hermano. Una mano suya buscó angustiosa los cordeles que mantenían el casco de la moto atado a su cabeza, y tras un ligero clack, sin pensar demasiado en que estaba haciendo sostuvo en alto su casco por la tira dejando que el impulsó de una sacudida lo convirtiera en un proyectil.

Si se iban a ir a la mierda, al menos esta vez no quería quedarse sin hacer nada al respecto. Lanzó el objeto contundente contra el puñetero motorista y sin ver siquiera si había acertado volvió a sujetarse a Jasper, deseando que esta vez la huida no acabará en una catástrofe.

-VÁMONOS DE UNA PUTA VEZ.

Su corazón latía desacompasado, iba despacio, frenéticamente despacio, quizá por eso su cuerpo aletargado no supo reaccionar. Daba igual cuantas veces se repitiera la escena, nunca llegaba a tiempo, nunca era suficiente. El motor que hasta ahora era un silbido molesto se convirtió en el rugido de un monstruo, zarpas ensordecedoras que dejaron al joven temblando en el sitio. Como un conejo que se queda observando las luces del coche que está por matarlo Ethan no reaccionó, no supo hacerlo, ni siquiera lo hizo cuando sintió el brazo de Jasper apartarlo, ni cuando sus palmas alcanzaron el frío asfalto. Sintió el dolor recorrer su cuerpo como un calambre repentino pero el impacto pronto se volvió nulo cuando alzó la vista y entre pestañeos confundidos consiguió localizar a su único familiar.

La sangre empaño su vista, desenfocó su cordura e hizo que su conciencia empezará a resquebrajarse en lágrimas violentas. Su respiración se volvió rápidamente agitada ante la falta de aire de unos pulmones que no podían seguirle el ritmo a un corazón que demandaba pero no recibía. Ethan quería gritar pero su garganta estaba muda, quería correr, patalear y huir pero sus piernas no parecían reaccionar, quería poder apartar la vista, esconderse de aquel horror pero seguía absorto en el casco roto y el cuerpo inerte de su hermano. El granate seguía inundando la carretera y aún con la distancia que les separaba se sentía sucio, como si aquel color le debiera pertenecer, como si toda la escena fuera un completo error.

¿Por qué era quien seguía de rodillas? Él lo había golpeado, él lo había cabreado, él era el inepto, el inmaduro que no sabía crecer por su cuenta, quien lloraba cada vez que sus padres discutían y quien buscaba aún con su edad el consuelo entre los brazos de su hermano. Era quien se frustraba, quien no encontraba fuerzas para seguir adelante, quien dependía constantemente de palabras reconfortantes y sonrisas ajenas, era quien no sabía qué futuro deseaba ni porque lo deseaba. Era él quien no sabía apreciar cada detalle que la vida le regalaba, el que ni con todas las sonrisas que Jasper le había regalado había sido consciente del tesoro que recibía al llegar cada día a su hogar.

Y aún así.

Aún así seguía siendo él quien seguía allí, condenado a ser testigo de cómo la muerte se equivocaba y se llevaba a quien no debía. Un sollozo logró romper por fin el silencio en el que el shock le había sumido. Sus rodillas dolían, no por el impacto si no por el peso que cargaban, por toda la culpa que soportaba en una espalda encorvada y en unas manos que sostenían su rostro a cada nueva oleada de lágrimas. Sendos lagos que se escurrían por sus mejillas tan rápido como la sombra que proyectaba el asesino le cubría por su cercanía.

Lo peor, es que no tenía miedo, ni rabia, ni siquiera un ápice de cabreo. Sentía pena, pero sobre todo angustia, porque ya no era una muerte, eran tres, tres escenas que se empezaban a solapar en su tórax, enredándose y aprisionando su estómago hasta volverlo pequeño. No podía más, ni con los sueños, ni con las pesadillas, ni con los horrores de esa nueva realidad. Ethan desplazó las palmas de sus manos hacía sus rodillas, aún agazapado en el suelo. Se sentía tan pequeño en esos instantes que bien la tubería podía ser una enorme maza cargada a dos manos. La familiaridad en aquellos cabellos rosados no le dieron paz pero busco en sus ojos una extraña piedad, como si de verdad aquel tipo estuviera dispuesto a concederle lo último que quisiera pedirle.

Otra lágrima cayó por su rostro, desganada, derrotada, tan cansada como el joven de quien salía y entonces con una voz desgarrada, convertida en apenas un murmullo audible, le rogó.

-Por favor… Solo haz que esto termine de una vez…

Durante una fracción de segundo Ethan tuvo miedo. Temió que el golpe fuera lento, que no fuera suficiente, que en su estupidez hubiera dejado una puerta abierta a que el dolor lo sacudiese. Le dio pavor imaginar que eso podía acabar en una paliza, que de verdad iba a ser así su final, despacio, agónico e inevitable. Se encogió de hombros entrecortando su último suspiro para aguardar, temeroso de que hasta la más mínima gota pudiera interrumpir y trastocar un destino que debía de ser rápido.

Cuando por fin sucedió, no supo que esperar al respecto porque simplemente no llegó. Abrió los ojos con lentitud, sintiendo sus párpados escarchados por el cansancio y su cabeza punzante por las últimas imágenes que asolaban sus recuerdos. Trató de cubrirse el rostro con una mano, intentando evitar que la luz le cegara por completo y entre gruñidos de incomprensión volvió a escuchar la dichosa frase. Esta vez no hubo una sonrisa afable por reconocerla, ni tampoco la confusión de la anterior vez, había dolor, todo aquel que se había ahorrado al no sentir el golpe. No quería seguir ahí.

-No puedo más… -Murmuraba extenuado a medida que se incorporaba hasta quedar sentado, sin prisa alguna por retomar el bucle. Sentía sus ojos húmedos, alertando de que estaban próximos a volver a desbordarse. -Todavía no me has dicho a donde vamos, yo... No, no puedo más.

Se confesó a Jasper aún a sabiendas de que no recordaría nada, de que quizá solo había tenido un sueño demasiado vivido y lo que quedaba era el recuerdo de sensaciones agridulces. Daba igual, la tristeza era demasiado real como para ignorarla, para cuando levantó la vista se encontró con que no podía ver nada a través de tanta lágrima. El ambiente blanco no ayudaba a que pudiera enfocar pero definitivamente no estaba colaborando en la labor. Trató de limpiarse con las mangas de su sudadera, culpable por verse de nuevo necesitado, daba igual, cada vez que lograba secarse las mejillas estas volvían a mojarse ante un nuevo torrente silencioso y continuo.

-Perdón, joder perdón… Debería de ser más fuerte, debería de ser más como tú, pero… -La voz se le empezó a entrecortar, incapaz de elaborar la amalgama de sentimientos que se le acumulaban en la garganta. Estaba apenado, frustrado, cansado, temeroso y enfadado, enfadado consigo mismo, por no ser capaz de ayudar a su hermano, por no ser más valiente como para sacar a ambos hacía delante como tantas veces Jasper había hecho por él. Solo tenía que devolverle el favor, uno de muchos que le debía y simplemente no podía..

-Soy incapaz de hacer nada bien, no puedo… tu siempre… -Cerró los ojos cuando las imágenes volvieron a atormentarlo, incapaz de mirar a los ojos a la misma persona a la que tantas veces había fallado. -Mierda… Perdón, perdón, perdón, lo siento mucho.