Torreón Sendar

Recuerdo del primer mensaje :

Magia:

La divisaron a lo lejos. Una enorme cueva vertical se alzaba desde la tierra, colosal, majestuosa e imponente sobre la calle, y con una vista espléndida sobre esta. Aceleró el paso por curiosidad y esperanza, porque que algo estuviera en mejor estado que las calles que habían atravesado... ya era mucho. Además, no quería seguir hablando de los Hijos de Bakaiar allí, fuera, al descubierto, como si pensar en ellos o mencionarles pudiera atraer al de antes.

Cuando llegaron, sonrió al reconocer un foso, porque le era familiar del hogar, y se maravilló aún más al ver la enorme superficie de madera que lo atravesaba y que conectaba con el edificio.
—No sé si esto es lo que buscábamos, pero tiene buena pinta.

No esperó a los demás. Se había fijado en unos inventos nuevos que sujetaban la madera del foso y que se introducían en la cueva, y quería investigar tanto eso, como el interior como todo lo que pudiera. Se adelantó al grupo y caminó por la lámina de madera con toda la curiosidad del mundo, hasta llegar a la lámina vertical. La reconoció, parecida a las de esa cueva donde despertaron, así que empujó con el hombro hasta que se movió. Y... una vez dentro, se quedó parado en la puerta. ¡Era enorme! ¡Y había un sinfín de cosas sin determinar!  
—¡Esto es alucinante! —exclamó mientras liberaba el camino para entrar.

Le temblaba la pierna derecha, pero de anticipación por querer explorarlo y entenderlo todo. Su mirada saltaba de un artefacto a otro, de una pared a otra, de un punto a otro. Y aún tenía que investigar los hierros que entraban y salían de la cueva y se anclaban a la lámina de madera del exterior. Necesitaba nombres para aquellas cosas nuevas. Ahora sería él quien preguntara a los demás.

Fleur se dedicó con esmero a adecentar aquel lugar lo mejor posible sin hacer gala de todas las habilidades cotidianas que había recopilado. Puede que como excusa para no tener que inmiscuirse con sus compañeros más allá de frases banales o indicatorias de donde estaba la escoba. Nunca había estado tanto tiempo sin un adulto que la limitara, por lo que su capacidad para entender sus emociones y expresarlas estaba desestabilizada. No sabía si quería llorar, si había hecho lo correcto o cometía el mayor error de su vida entre los muros. Pero se conocía lo suficiente como para saber que lograr abrirse sería toda una proeza. >>Ojalá fuera como Maila<<.

La oscuridad cayó y Fleur se reunió con sus compañeros en una esquina, prefiriendo observar y escuchar que ser una partícipe directa de la conversación. Se había cambiado por ropa aún más cómoda y entre el cansancio y las horas de esfuerzo comenzó a notar como su cuerpo pedía un descanso. A diferencia del resto que conversaban entre todos ella prefería admirar la melena oscura de Sarah, aquella muchacha tan misteriosa. No pasaba desapercibida para Fleur, quizás porque intentaba imitar su entereza y su manera de estar. Cuando corrigió a Nerys no pudo evitar mirar al frivy, por mucho que no quisiera. Fleur no recordaba cuantos cuerpos desnudos había visto en su vida, pero sabía que eran más bien pocos. Se sintió decepcionada al instante aún a sabiendas de que las tradiciones eran distintas para unos y para otros. Después de Maila la francesa empatizó inmediatamente con Nerys, por su amabilidad, por el comentario del chico descortés. Pero ahora se veía alejada a metros luz.

-¿Vienes un segundín?- se atrevió a decirle a la hawaiana acercándose a su lado y rozando su antebrazo con el dorso de la mano con timidez. Su hilo de voz dejaba claro que necesitaba aire fresco pero si Maila prefería continuar con los compañeros lo respetaría. No sabía que quería decirle en realidad, simplemente pensaba que habían hablado muy poco entre ellas y a decir verdad necesitaba saber qué pensaba. Si la joven le dedicaba un abrazo terminaría por compensarle el día. Además, no quería dormir con extraños, necesitaba aclarar esa parte.

Su comentario suscitó interés, pero nada exagerado. Asintió dos veces, con energía, pero a medias, entre negación y afirmación.
—Nacemos en el agua... Y nuestro cuerpo nos pide agua cada cierto tiempo por algún motivo, y si no podemos atrofiarnos. Pero no, anfibios no somos.

Ahí iba otra realidad, otro fenómeno, que nunca se había planteado. Siempre lo había achacado al hecho de nacer en la Fuente de los Nacimientos, pero al preguntarle otra criatura le abría la puerta a la curiosidad. Ellos, en cambio, parecían ser de tierra, incluso las emplumadas Ulmara y Iemai, de quienes habría esperado que tuvieran alas pero no era así. Quería preguntarles, pero no se atrevía. ¿Y si las habían perdido en algún altercado? ¿O si las perdían por fracasar en algún ritual o alguna enfermedad? No quería molestar, tampoco, ni curiosear demasiado.

Así que se fue a por el cubo y luego lo llenó, pero lo trajo de vuelta para la cocina para no perderse la conversación. Se lavaría las manos primero y con un paño remojaría las extremidades.
—Coincido en lo de cazar, no tendría sentido traernos a un ritual de supervivencia si nos ponen la comida fácil.

>>Sobre las bañeras que decís, ¿os habéis asomado a lo alto del refugio? Se ve bastante de la ciudad. Podríamos decidir mañana después de otear los alrededores.

Estaba el hijo de lunas pensando si irse a la habitación de la bañera a terminar de remojarse, en privado, cuando el frivy's dejó caer la manta que le cubría. Pefka no había pensado mucho en la desnudez, y en su mundo no conocían apenas el pudor, pero no estaba por la labor de lavarse allí en medio, desnudo, con tantos desconocidos. «Ahora me da reparo dejarle mis pieles... como las lleve desnudo, lo retiro» No, definitivamente no encajaba ir por ahí sin ropa, menos aún después de haber visto que sus culturas eran bastante diferentes. Es más, no tuvo que fijarse mucho para ser consciente de que los demás no estaban cómodos con la desnudez de Nery's. Una de las criaturas incluso lo puso en palabras.
—Te iba a decir exactamente lo mismo que Sarah, pero añadiré esto: en mi mundo no nos preocupa la desnudez, pero aquí somos todos distintos. Respétalo, anda, y acostúmbrate.

Esperaría a que se resolviera aquello antes de despedirse para terminar su baño. «Eh... "Baño"... "Bañera"... ¿Soy tonto?» Acababa de caer en la similitud de las palabras y en lo rápido que habría resuelto la duda en lugar de molestar a los demás con sus preguntas. Pero en lugar de reaccionar mal, sonrió por el descubrimiento.

Maila frunció el ceño por la expresión del frivy cuando le había hablado, aunque se imaginó que le habría sorprendido que se acercara a animarlo. La chica asintió con la respuesta de Nery´s, no parecía querer entrar en detalles sobre lo que le ocurría y Maila llegaba a entenderlo.

Cuando este se levantó desveló su cuerpo desnudo y la sorpresa invadió el rostro de la hawaiana, que giró la cabeza con un “¡Tápate, hombre!” . No le había pillado desprevenida solo su desnudez sino también la naturalidad con la que hablaba, como si no se encontrara como vino al mundo.

-Si, claro.Vayamos fuera-. Dijo Maila  tras sentir  el tímido roce de Fleur. La visión de la francesa la hizo reflexionar sobre si había pasado poco tiempo con ella, y la chica frunció el ceño preocupada de que Fleur estuviera molesta con ella. Se apresuró a salir al patio, y cuando estuvieron fuera puso los brazos en jarras un poco incómoda. - Oye Fleur, perdona si no he estado todo el tiempo que debería haber estado contigo, es que... estaba asimilando todo esto. Y ayudar con la limpieza del torreón me mantenía distraída. A lo mejor tendría que haber estado contigo más rato.- La chica le cogió una mano y la apretó suavemente. -¿Qué es lo que te ocurre? Estamos en esto juntas... Lo sabes, ¿verdad?

Al girarse comprobó como todos desviaban la mirada o se mostraban sorprendidos como si fuera la gran cosa, derrepente la humanis extraña se le plantó a explicarle el porque seguida por el maniquí medio reprendiendole. <El de las cavernas esclavo ultradando lecciones de respeto según me giro, genial.> Sin embargo aquello no fue lo que le molestó. Se molestó porque volvió a ser ignorado y otra vez nadie le contesto. Hizo lo mismo que de tarde, callarselo, su orgullo no le permitía preguntar una segunda vez.

-Menuda tontería.

Le estampó sin más al grupo al tiempo al tiempo que llevaba una mano a la manta y otra a acariciarse los ojos, no tenía la cabeza para ponerse a pensar en los complejos o los problemas que generaba esa aversión al cuerpo, aunque le dió tiempo a pensar que eso explicaba porque salvo una no estaba nadie en plena forma.

Cogió sus cosas y tapándose con la manta se fue a alguna habitación sola a descansar.

Estuvo limpiando su cama y habitación diligentemente centrada en la música de sus auriculares cuyo idioma ya no entendía. No le era necesario en realidad, había escuchado tantísimas veces que seguía el ritmo de la melodía en un murmullo para sí, recordando la letra a pesar de no saber pronunciarla.

Le ayudaba a centrarse en lo que hacía y en no pensar demasiado en su situación actual. No sabía que estarían haciendo el resto de desgraciados, si estarían limpiando en otras habitaciones o que o si simplemente seguirían charlando de sus respectivos secuestros. Rua había preferido abandonar esa conversación, pese a interesarle saber quién podría tener habilidades útiles en ese lugar, cosa que ya alguno había mencionado al respecto, no quería llenarse la cabeza con cosas que podrían ser, pero no eran seguras. Como todo ese asunto de la magia dicho por Sarah.

Una vez el cuarto quedó a su gusto y la cama ya no le pareció una porquería procedió a buscar algo de ropa en los armarios de su habitación pues empezaba a anochecer y a no verse un pimiento. <<Mis botas son gloriosas, pero correr todo el santo días con ellas va a ser una mierda. Me las voy a terminar cargando si es lo único que tengo>> no encontró nada en aquel armario, había dos o tres pares de zapatos en mas o menos buen estado, pero no era de su talla, así que se resignó a buscar algo más al día siguiente.

Sin más que hacer se quitó los auriculares dejando el móvil con esto junto al mueblecito cercano a su cama y se desvistió hasta quedar únicamente en ropa interior. Cogió una camiseta maltrecha y descolorida de armario que había localizado más temprano y que debido a su figura le quedaba bastante grande, larga hasta medio muslo. Se la puso tras sacarse el sujetador para que hiciera compañía a sus pantalones, camisetas y botas. Una vez hecho eso se tiró sobre la cama pesadamente, con los brazos y piernas agotados y el pinchazo recordatorio en su estómago de que no había comido en todo el día. Ella que adoraba comer, especialmente desde que había mandado al demonio las dietas estrictas que le exigían en su trabajo desde hacía ya varios meses.

<<Volver a sentir este pinchazo en el estómago me hace tener recuerdos de guerra. Qué asco, ahora que por fin llevaba un tiempo comiendo más cómodamente…>> esperaba que el cansancio del día y el estrés de todo lo nuevo la dejará dormir sin hacer caso de aquello. Iba a levantarse con hambre y eso ya iba a hacerle poco amistosa, no quería añadir a eso la falta de sueño o se convertiría en un doberman intratable al día siguiente.

Por suerte su pedido fue escuchado y aunque remoloneo durante al menos una hora, incomoda sobre aquella cama que no era suya y la molestia en su estómago consiguió conciliar el sueño. No le costó mucho sin embargo despertarse apenas lo primeros trazos de sol hicieron acto de presencia.

Despeinada y ligeramente soñolienta se levantó de la cama, medio desubicada por algunos momentos. No hubo escándalos ni sorpresa por su parte, la fea pared de piedra y su suelo haciéndole compañía bajo sus pies descalzos, en vez de la suave alfombra junto a su cama que había en su habitación, le recordó donde estaba. Esta vez en ningún momento pensó que soñaba, ese gruñido infernal de su estómago no podía ser ficción.

-Vaya mierda de mañana- sus primeras palabras del día daban muestras de su excelente buen humor mañanero. Algo de luz de sol se colaba ya por la ventana de la habitación que daba el patio y podía escuchar que ya había alguien despierto. Sin pensarlo mucho decidió iniciar su rutina lo mejor que pudiese y bajo tal cual estaba vestida hasta el patio con un paño limpio y seco, encontrándose en el camino a Pefka envuelto en sus pieles y en el patio a Qwara, que realizaba lo que parecía una rutina de ejercicios. <<Es cierto ¿no dijo algo sobre saber pelear cuerpo a cuerpo? >> Rua se apoyó ligeramente por un instante en quicio de la entrada al patio observándola con atención de arriba abajo sin interrumpirla. Era evidente que estaba muy en forma.

-Buenos días- dijo sin más tras algunos minutos donde simplemente observo la figura de Qwara en silencio de forma apreciativa y sin ningún pudor. Mostró una ligera sonrisa descarada y traviesa como único acompañamiento a su saludo antes de dirigirse hacia el pozo pasar sacar agua limpia y poder así lavarse la cara. Los restos de maquillaje que aún quedaban sobre su piel fueron sacados con el agua y el trapo limpio, revelando sus espesas pestañas blancas y el color natural rosado de sus labios ya sin rastro alguno de su pintalabios. Le fastidiaba enormemente perder su look, pero no tenía de otra, no tenía con que maquillarse. Miró de nuevo hacia Qwara ahí entrenando. Solo verla tan activa, especialmente si suponía que tenía hambre al igual que ella, le era agotador <<Que ganas de gastar aún más las reservas de energía ¿no es un poco estúpido?>> pensó Rua ante lo contraproducente del asunto. Decidido empezar la mañana de buenas maneras, para variar, tenía hambre y no quería cansarse tan pronto con comportamientos irascibles si podía evitarlo. Comportarse como una perra cínica era demasiado agotador cuando ni siquiera había podido desayunar.

-¿Llevas mucho despierta? No sé de donde sacas tantas energías -preguntó mientras se secaba un poco con el trapo aun medio húmedo de haberse secado la cara y limpiado.

El sol apenas estaba emergiendo haciendo que fuese soportable estar afuera aun sin gafas y protección solar pero igual no pensaba quedarse mucho tiempo allí. Incluso si el sol de ese lugar no parecía ser tan agresivo como el de Tierra, prefería ser precavida en las horas de más fuerza e intentar extender lo más posible la capacidad de su protector solar. Especialmente cuando no sabía cuánto tiempo estarían en aquel lugar.

Al frivy le sentó mal lo que le dijeron, por lo que el hijo de lunas puso los ojos en blanco. «En fin...» Después de eso, se excusó del grupo, volvió a llenar el cubo y se fue a la habitación de la bañera a terminar. No quería acostarse ya, aún no había asimilado todo aquello, por mucho que actuase como si no pasara nada.

Un rato después, ya seco, pasó de largo de los cuartos ocupados por durmientes y se fue al salón en silencio, donde extendió una de sus pieles y se sentó en el suelo con la espalda en la pared. Se cubrió con su capa y sus otras pieles y reposó la cabeza en la piedra. Con los ojos cerrados, recordó a Karane, las cuevas, las cacerías, las fogatas y los momentos previos a dormir. Por eso no quería una "cama" mullida que le recordase al kerlax. Se le acabaría pasando, pensó, pero no sería fácil porque se había quedado solo en un mundo desconocido, con criaturas inteligentes tan desconocidas como diversas. Quería confiar en las lunas, ¿pero cómo hacerlo, si no estaban en el cielo? Para colmo, al día siguiente saldrían a explorar «debería dormir» sin tener la más ligera idea de qué podían encontrar entre esas ruinas.

Despertó a la mañana siguiente, tumbado en el salón, en el mismo sitio donde se había echado. Se levantó despacio, estiró las extremidades y aprovechó la soledad de la mañana para lavarse en el patio sin incomodar a nadie. No tenía mucho más que hacer hasta que despertase el resto, así que se fue a la armería a revisar las armas y hacerse con algunas para él. Se cruzó con Qwara, que decía ir a hacer algunos ejercicios, pero rechazó la invitación. ¿Abajo? Tenían de sobra para todos, como ya había visto la tarde anterior. Echó su capa al suelo y luego se puso a buscar. No le costó mucho encontrar un arco y un carcaj, que dejó en la piel, y un machete. No obstante, vio algo que no entendía: una lámina de madera, combada, ancha como un cuarto de su cuerpo. La dejó a un lado, envolvió todo lo demás en la capa, y salió de allí.

Volvió al salón y se cruzó con Rua esta vez, hablando con Qwara. Pefka, en su lugar, llegó a la mesa y dejó sus hallazgos allí, con la lámina de madera apoyada en una pata. Se acercó al patio a ver cómo eran los ejercicios de Qwara y saludó.
—Buenos días. ¿Creéis que es buena idea despertar a los demás o podrían tomárselo mal?

Tenía ganas de salir, pese a todo lo desconocido. Salir a explorar siempre le hacía ilusión.

De inmediato la francesa advirtió una leve preocupación en Maila cuando frunció el ceño, el hecho de que fuera hacia ella la alivió por dentro aunque tenía la sensación de que estaba siendo injusta.
-Yo... no...- se apresuró a decir con las palabras atropelladas y la piel erizada. ¿Tan obvia era? ¿Acaso no era lo que estaba deseando? Un poco de atención. Aunque se dijo simplemente que Maila era la única conocida algo se activaba cuando sus manos se cogían, como si debiera ser su estado natural y a la vez algo que a su edad no debían hacer. No era un juego de chicas de once años en una fiesta pijama ¿No?. ¿Qué pensaría su amiga de todo esto?. Ojalá pudiera leer su mente- no pretendía eso, solo estoy algo sensible- esta vez correspondió el apretón de la chica, con uno mucho más suave y antes de estar demasiado tiempo en su lugar favorito la retiró, con la excusa de apartarse un mechón de pelo- esto... bueno ¿dormimos juntas como en el faro?- dijo algo colorada- no quiero hacerlo sola, al menos hoy.

>>¿Puedo ser más boba?<<

No había sido una noche agradable. Cabreo, remordimientos,  frío y hambre se juntaron en lo que resultó la noche más desagradable de su vida desde las de después del accidente. Por suerte los relajantes hicieron su trabajo y el autoproclamado príncipe de Frivowaldanny se acabó sumiendo en un profundo sueño.

Se encontraba abrazado a una almohada, ya no podía dormir sin algo entre los brazos por mera costumbre y aparte era la mejor fuente de calor pues le devolvía el suyo propio incluso mejor que las mantas. Los susurros y palabras de Kiki empezaron a sonar por su dormida consciencia pero como no estaba sonando ninguna alarma Nery's asumió que aún podría dormir algo más así que no se despertó por ello. Empezo a notar como tiraban de su fuente de calor  a lo que él balbuceo algo parecido a "superno te vayas". Finalmente se escapó de sus manos y abrió los ojos a tiempo de ver como Kiki le tiraba la almohada a la cara y de oir como decía algo de que se ofendiera. Un despertar tan brusco le molestó.

Ahora ultraverás.

Desde luego los juegos y maniobras en la cama eran lo suyo. Apartó la almohada, con una mano agarró las mantas, se incorporo bruscamente, abrazo a Kiki y la metio con él en la cama ambos tapados de nuevo en un tiempo record.

Durante unos segundos todo se calmo y él pudo disfrutar de su nueva fuente de calor, incluso se relajó preparado para dormir un poco más, cuando ella empezó a patalear y gritar.

Nery's abrió los ojos de nuevo y respiró hondo, cabreado por el molesto ruido y moviento lo siguiente que dijo le salió del alma, apartandose un poco para no dejarla sorda.

-¿¡PERO HIPERQUIERES DEJAR DE MEGAHACER RUIDO Y MOLESTAR, NIEVE!? -Resopló al acabar. -¿Porque rary's gritas?

La conversación se basaba en puras conjeturas. Contaban con poca información e Iemai decidió no meter baza de nuevo. Lo verdaderamente importante era descansar cuanto pudiesen y prepararse para el día siguiente. Ella no iba a abandonar el torreón a causa de su condición, pero sí sentía la necesidad de descansar. Lo que no sabía era si sería capaz de dormir.

La marcha del frivy la dejó un tanto desconcertada, pero supuso que se le pasaría al día siguiente. No era tan difícil de entender lo que le habían explicado ni lo habían hecho de malos modos. Las dos humanas que se conocían también habían desaparecido, y lo más sensato era meterse en cama aunque ni siquiera fuese tan tarde.

—Mañana a la luz del día será más descubrir cosas nuevas. Quizá veamos algo interesante desde la azotea —dijo, retomando la conversación que había quedado interrumpida por el destape de Nery’s—. En fin, será mejor intentar dormir hasta que salga el sol. Es evidente que aquí la vida nocturna no tiene sentido.
Al decir aquello miró a su compatriota y se despidió del grupo, perdiéndose escaleras arriba. Una de las habitaciones comunales tenía signos de haber sido ocupada por algunos de los demás, así que escogió una de las camas vacías y se tiró en ella boca arriba, alzando algo el brazo con un rollo hecho de las propias sábanas. «Va a ser una noche larga» pensó. Y así fue.


La luz del sol le molestaba en la cara, pero aunque la sacó de su estado de duermevela no consiguió sacarla de la cama, como tampoco las voces o pasos de los que se empezaban a levantar. Quien sí lo consiguió fue el sonido de la canción en la distancia. Iemai se incorporó de golpe, algo que lamentó enseguida, y aguzó el oido. «¿Estoy soñando?. No lo estaba, aquello sí que era algo anómalo. Se parecía a los cánticos de los comerciantes ambulantes y estaba totalmente fuera de lugar en aquella ciudad.

Se levantó y tomó las escaleras hasta la planta baja.
—¿Oís eso? —exclamó, para llamar la atención de los despiertos. Probablemente habría varios ya en el patio para intentar escuchar mejor y allí se dirigió.

Cuando el sol cayó del todo y el cielo se torno negro, Qwara se despidió de sus compañeros y se fue directa a una de las camas libres en la segunda planta. Tenía mucho hambre, pero sobretodo estaba cansada, y lo mejor en su opinión era dormirse cuanto antes para que la noche se le pasara rápidamente. El día siguiente iba a ser ajetreado, pues la necesidad de salir a por comida era apremiante, así que descansar todo lo que pudiera era más importante que charlar con los demás aunque los pinchazos en el estómago se lo dificultaran un poco. A pesar de todo acabó conciliando el sueño y pasó una noche tranquila, despertando con las primeras luces del alba y un rugido especialmente sonoro de su tripa.

La humana se incorporó en silencio y se vistió sin hacer ruido, procurando no despertar a los durmientes que la rodeaban mientras salía de la habitación casi de puntillas para bajar hasta el salón conteniendo a duras penas los bostezos. Allí se cruzó con Pefka, que dormitaba contra la pared envuelto en sus pieles, pero lo esquivó sin decir nada y salió al patio a refrescarse en el pozo. Hacía bastante fresco en comparación con su país natal, pero no era del todo desagradable, y tras lavarse la cara con agua del cubo y recogerse el pelo en un moño alto la muchacha empezó a ejercitarse para entrar en calor.
«¿A que se referirían ayer con eso de seguir a las bañeras?» se preguntó en algún momento de la rutina, tratando de imaginarse una bañera con patas a la que tuvieran que perseguir para conseguir comida.

Algo mas tarde la chica notó la presencia de Rua por el rabillo del ojo, pero continuó con sus flexiones sin decir nada hasta que la propia albina se digno a saludar.
—Buenos días. —fue su escueta respuesta mientras la otra se acercaba al pozo, sin detener sus ejercicios a pesar de la presencia de la sueca. A Qwara no le importaba tener público mientras entrenaba, estaba más que acostumbrada, pero no entendía que miraba tan atentamente la exmodelo y eso si que la incomodaba algo.

La aparición del krabeliense y su pregunta repentina le hicieron recuperar la vertical y apartar aquellos pensamientos de su cabeza.
—Pues si dependiera de mi les dejaría durmiendo, pero es manía mía eso de dejar que los demás se despierten a su ritmo. ¿Para qué quieres levantarlos? —le preguntó a Pefka, acercándose al pozo para limpiarse el rostro de nuevo. Kiki, que también se había presentado en el patio, ya había vuelto a irse para cumplir la sugerencia del hijo de las lunas—. Aún es bastante pronto, creo... —murmuró, haciéndose visera con el dorso de la mano para observar la posición del sol que apenas se había elevado en el horizonte—. ¿Acaso quieres salir ya? —inquirió de nuevo, girándose hacia el muchacho al recordar el plan que había sugerido el frivy el día anterior.

Antes de que el chico le respondiera una tonadilla casi inaudible empezó a oirse a lo lejos. La sudafricana, girando la cabeza para escuchar mejor, intentó aguzar el oído sin buenos resultados.
—¿Qué es eso? —les inquirió a los otros dos tras unos segundos—. ¿Vosotros lo oís? No logro entenderlo...

«Aramara, no sé dormir de noche».

Ulmara había subido a la azotea poco después del extraño espectáculo que les había ofrecido Nery’s. Su primer pensamiento desde que había descubierto que compartiría torreón con seres extraplanares era tratar de ser comprensiva y respetuosa con sus diferentes costumbres. Sin embargo, le costaba pensar en el frivy como algo que no fuera un adolescente con mente de crío. Teniendo en cuenta la rabieta y todo lo que les había enseñado… Iba a ser difícil.

Entre el hambre y el cansancio acumulado por las horas despierta, su cerebro burbujeaba de forma molesta. Se sentía ligeramente descoordinada, torpe y pesada. Y aun así, su cuerpo no quería dormirse, lo notaba. Pasó un par de horas hablando con la diosa mensajera, describiéndole a sus nuevos compañeros, más que para informar a Aramara, para recordarse a sí misma todos los aspectos importantes que había aprendido de cada uno.

Unos destellos llamaron su atención e interrumpieron su rezo. La cercana se levantó, caminó con precaución hasta una de las almenas y se agachó tras ella, asomando su cabeza lo suficiente para poder contemplar el origen de aquellas luces. De nuevo se sorprendió a sí misma fascinada, contradiciendo el pesar y el nerviosismo de saberse secuestrada, atrapada en una ciudad peligrosa. ¡Murciélagos en llamas!

Aquellos ratoncillos con alas le recordaron a algunas criaturas extraplanares menores que utilizaban los iritres. Tenían esa mezcla de común y fantasía que solía caracterizar a las invocaciones y, desde luego, no parecían seres inteligentes como aquellos que vivían con ella. Los observó durante un par de minutos, hasta que los piro-murciélagos decidieron acercarse. Por precaución, decidió que lo mejor era volver dentro y cerrar la trampilla. Le fascinaban esas criaturas, pero ni por asomo dejaría que le tocasen. Solo los dioses sabían lo que eran capaces de hacer.

Dio varias vueltas por el torreón. Bajó a la cocina porque el estómago gruñía, a pesar de saber que no había nada que comer. En la zona común, se encontró con Toni, absorto, mirando por la ventana. Intercambió con él unas breves palabras, preguntándole si no dormía, y acabó en la armería, donde se sentó en un baúl para estudiar las armas con más detenimiento y, sobre todo, sin demasiada gente a su alrededor. La calidad era decente, al menos en las que conocía, pero no parecían obras de arte. No, supuso que eso contradiría lo de sobrevivir: no tenía pinta de que quisieran darles nada bueno. Finalmente, orinó en las letrinas toda el agua con la que había intentado engañar a su apetito y subió a una de las habitaciones comunales, aquella en la que había más gente.

Era temprano para sus horarios de sueño, pero demasiado tarde para el horario que debía asimilar. Se tumbó bocarriba en una cama y miró el techo, y miró el techo, y miró el techo hasta que se durmió.

Con la salida de la luz, se giró y hundió la cara en la almohada. Si escuchó los ruidos de sus compañeros o la llamada de atención de las bañeras, probablemente los incorporó al sueño que acontecía dentro de su cabeza. En él, Ulmara seguía entrenando en el ejército, en la Cercanía, y estudiaba a las nuevas especies extraplanares con las que tendría que trabajar para poner fin a una guerra que no le pertenecía.

Después de que se sentara, las neuronas de Toni se conectaban y desconectaban en un baile de luces psicodélicas. Pensaba en todo y en nada, tan rápido que apenas conseguía ordenar los pensamientos. Era consciente de que no estaba solo a pesar de que no había vuelto a mirar a sus compañeros, solo mantenía la mirada fija en un punto de aquel paisaje tan peculiar.

Si se iba a quedar allí tendría que dejar de ser tan mojigato. Daba igual que no hubiera tenido apenas experiencias en el ámbito del sexo, pero si había visto porno.
- Una polla es una polla, tampoco es para tanto- sonó su propia voz en la oquedad de su cabeza. Realmente era consciente que lo que le mantenía inmerso en su exilio interior no era un trozo de carne, lo era todo: la situación, la compañía, la ciudad,las diferencias culturales de todas aquellas personas.

- ¿Se les podrá decir personas?- Su boca no se movía ni un milímetro, los labios presionados  daban cuenta de que lo que le estuviera pasando por la cabeza era solo para él, no dejaría nada escapar.

Con la intención de introducirse en la conversación de sus compañeros, se levantó de la silla y caminó dos pasos para el grupo. Cuando aún mantenía el pie en alto para llevar a cabo el tercer paso, Nerys dejó caer la manta. Toni se paralizó con el pie en el aire y los ojos como platos, inmediatamente después, retrocedió los pasos de espaldas, desandando lo andado como si rebobinaran sus movimientos desde el otro lado de la ventana. Toni volvió a su exilio íntimo.

Dos horas después.

Toni mantenía la postura de sus rodillas, juntas, con las manos sobre ellas. En algún momento había girado la silla hasta acercarla más a la ventana. Mil y un pensamientos brotaban como en un manantial.

- ¿Cómo es posible que se vea con tanta naturalidad un desnudo?- No entendía cómo algo tan íntimo como una erección, parcial al menos, se podría ver como algo idóneo para una reunión de personas que no se conocen, que intentan sobrevivir, sin comida, sin nada.
- Ya me cayó mal desde el principio, esa forma de hablar, de vestirse- Toni se esforzaba por que le cayese mal Nerys, pero en el fondo, muy en el fondo, guardado entre cajas de cartones (en llamas) dentro de un sarcófago cubierto de arena, no le caía del todo mal. Simplemente le daba miedo algo tan distinto, tan desconocido.

Cuatro horas después.

Había cruzado la pierna derecha, su mano derecha mantenía la misma posición sobre la rodilla derecha. La mano izquierda estaba prisionera entre las piernas. No sabía cuánto tiempo había estado en esa posición, pero la mano se le había dormido por completo, tuvo que mirar para comprobar que seguía teniendo la mano izquierda sujeta a su muñeca.
- Tengo que hablar con los otros. Ni siquiera recuerdo sus nombres.- realmente esto no era nada nuevo para Toni, su memoria no era muy buena.

Al pensar en sus compañeros giró la cabeza y se dió cuenta que estaba completamente solo. Al parecer, todos habían ido a dormirse.

Horas indeterminadas después.

Un ruido en las escaleras le indicó que alguien bajaba.

- ¿No duermes?- le preguntó Ulmara.

- No puedo- Sin más que una mirada, Toni volvió a su mundo en la ventana.

- ¿En el mundo de Ulmara habrá gente blanca o seran todos negros? ¿En su mundo la gente de color serán los normales?- Cada vez le costaba más pensar con claridad- Creo que mañana le preguntaré.

Cuando subió a la habitación se metió en la que más gente había. Recorrió toda la habitación para ver quién estaba allí y sin haber terminado de mirar todas las caras se dió cuenta que había una cama libre al lada de Ulmara, se tumbó y se durmió al instante como si una trozo de tello se le hubiera caído en la cabeza y lo hubiera dejado en coma.

En poco tiempo se fue a la cama demasiado cansada para hacer nada más, se tiró en la ella y durmió de seguido sin soñar, como un aparato que necesita ser cargado, con la pantalla en negro.  Se despertó abriendo los ojos, demasiado pronto como siempre, había deseado demasiadas veces no tener que levantarse y seguir durmiendo, pero su cuerpo reaccionaba como una batería cargada y no podía dormir más, pero esta vez sus paredes eran otras, sus sabanas diferentes y los sonidos desconocidos.

Se puso de pie, colocó las sabanas y sin cambiarse todavía salió de su cuarto, no parecía que estuvieran todavía despiertos o por lo menos no hacían mucho ruido. Camino en silencio, ya había amanecido, así que no le costó subir hasta al ático donde empezó a encender el cigarro, mirando la ciudad. Aunque no pudo completar su tarea ya que tuvo que intentarla para enfocar los ojos lo máximo posible para ver que fuera real lo que estaba viendo. Apagó y guardo el cigarro al que no había dado ninguna calada y bajó con un poco más de velocidad para encontrarse con cualquier persona del torreón. Bajando se encontró con Pefka y Rua.

-Perdonar, creo que tendríais que subir al ático, las bañeras son literalmente bañeras voladoras, deberías subir a verlo- dijo girándose ya para volver a subir.

Nery´s cada vez entendía menos a los humanis. Ahora nieve se revolvía como si estuviera a punto de ser asesinada, o peor, como si estuviera a punto de ser vestida con la ropa y complementos de hace dos modas. Aún así el cabreo de como lo había despertado no se lo quitarían las posibles diferencias culturales.

-Megaestá bien. Pero esta noche te hiperusaré de almohada por lo de ahoris, que además superhace un frío que te jakxi´s. -Liberó su abrazo y se levantó. La luz de la mañana cayó sobre la desnuda espalda del frivy mientras cogía su ropa para vestirse. Miró hacía atrás para ver a una Kiki simplemente respondiendo que no en bucle.

-No te vas a librar. -Le dijo firme y sin florituras para que le entendiera.

En apenas unos segundos ya estaba vestido con unos pantalones largos y una camiseta de manga larga que le quedaba algo pequeña y le remarcaba bien los músculos, era de lo mejorcito que había podido encontrar entre toda aquella ropa que tapaba demasiado, junto a unas botas desgastadas que era de lo poco que le valía como calzado.

Lo que hace el frio...

Iba a subir cuando vio a Sarah bajar por las escaleras a prisa y decidió seguirla a ver qué pasaba. En ese momento se dio cuenta de la sensación tan rara que era aquel hambre mezclado con haber podido dormir en condiciones mezclado con aquella ropa extraña que llevaba encima, el ambiente frio, no tener nada a lo que atender...... Se encontraba demasiado confuso y extraño en todo aquello... Esperaba que fuese lo que fuese el ruido lo entretuviera un rato.

Al bajar Sarah les estaba contando la buena nueva a maniquí y a Depys. -Bueno, eso sí que superno me lo esperaba. -Comentó. -Hipervoy bajando a por un arma. -Y habíendo dicho eso bajó a la armería.

Allí un arma le llamó la atención, un gran palo terminado en una punta y una luna menguante metálicas. No tenía ni idea de usar nada de lo que había allí, así que, al menos, cogería algo que le gustase.

Maila prestó atención a los balbuceos de la francesa, con el ceño fruncido y preguntándose si había sido demasiado directa. Aunque Fleur podía ser muy tímida y a veces era necesario sacarle lo que le pasaba yendo al grano. Maila asintió con la explicación de la rubia.

-Es normal, Fleur. Yo también estoy bastante sensible con todo lo que ha pasado, pero creo que estamos donde debemos estar. Quiero decir... ¿acaso hay un sitio más seguro que este ahora mismo?- La hawaiana aprovechó el apretón que le dio la francesa, disfrutando del contacto de su mano que tanto se diferenciaba de las suyas. Las de Fleur eran delicadas, mientras que las de ella eran más callosas y curtidas. Cuando la chica sugirió que durmieran juntas  Maila hizo una sonrisa pícara.- ¡Claro! Podemos dormir todos los días juntas si quieres...- Le dijo con una sonrisita, no se escapaba el tono colorado que había adquirido la cara de la francesa.

Aquella noche Maila no tardó en dormirse, estaba agotada de todas esas experiencias y de los múltiples intentos por asimilar aquello. La muchacha cayó derrotada poco después de cerrar los ojos con la francesa a su lado.

Los gritos de alguien la sacaron de sus sueños y por un momento creyó que estaba en el faro y Mana volvía a hacer de las suyas. La realidad no tardó en golpearla como un mazo y hacerle ver que no estaba en su hogar. <<Sigo aqui. Esto es real. Sigue siéndolo.>>  Pensó aún aturdida por el despertar tan repentino que había tenido. Fleur seguía dormida a su lado. Y Maila no pudo pensar en otra cosa salvo que se veía muy mona cuando dormía.

Los gritos eran los de Kiki despertando a Nery´s y mientras pensaba en si era necesario tanto espectáculo escuchó un canto. Era como los típicos pregoneros que anunciaban sus productos, haciendo salir de la cama a muchas personas para ver qué  tenía a la venta. Pero en un sitio como aquel no tenía tanta lógica, no en lugar tan peligroso. ¿Y si esos gritos atraían al reptil asesino? Desde luego aquella persona estaba en peligro. Ella y todos.

Maila se levantó de la cama con rapidez y podía escuchar como más de uno bajaba las escaleras hacia el salón. La hawaiana empezó a despertar a la francesa con insistentes “¡Fleur despierta!” Mientras bajaban las escaleras pudieron escuchar el descubrimiento de Sarah.

-¿Bañeras voladoras? ¿Q-qué quieres decir con eso?-. Preguntó confundida, aunque en realidad era bastante sencillo. <<Bañeras voladoras solo puede significar eso, listilla>>. Se dijo mientras se restregaba los ojos con energía. Después se encaminó hacia el ático con toda prisa, sin saber quién la seguiría y  preguntándose que si la comida estaba en las bañeras y están volaban iba a ser un problema conseguir alimento.