Charla sinhadre

Recuerdo del primer mensaje :

Una vez regresaron del Macetero habiendo arreglado y explicado todo para que Neil pudiese empezar a trabajar al día siguiente su nuevo compañero de trabajo insistió en invitarles a pasar por la Sede para darles unos dulces que había hecho él mismo para ellos. La idrina tuvo que rechazar su oferta con todo su tacto lacustre ya que no podía perder más tiempo ese día: debía dedicar al menos una buena parte del día diariamente a preparar el terreno para su futuro negocio, ya fuese estudiando o planeando los pasos a seguir. Iba completamente en serio con aquello y tenía mucho por hacer y aún más ganas de llevarlo a cabo.

Debido a ello, el grupo acordó que la pareja de neófitos les acompañaría hasta Serpentaria tras pasar brevemente por la Sede, a lo que la nebulomante no tenía objeción alguna que poner. Agradeció el regalo de Neil asegurándole de que le vendrían muy bien mientras estudiaba y que al día siguiente llevaría ella misma algo similar al trabajo.

Una vez en la torre de hechicería la idrina se giró hacia los sinhadres con intención de despedirse, pero había algo más en su cabeza desde que habían abandonado la plantación.
—Por cierto, si tenéis algún amigo que busque empleo y pudiera sustituir a Ayne como guardia de seguridad hacédmelo saber a… —De pronto se detuvo a media frase, sobreviviéndole un recuerdo de la noche en la que había visto por primera vez al grupo al que pertenecían Adru y Neil—. De hecho, ¿no es amiga vuestra una argos magnética?
Una roquense llena de ojos había llamado su atención en aquel desafortunado primer encuentro, no solo por lo llamativo de su transformación si no porque Irianna ya conocía a otro argos y sabía, a grandes rasgos, en qué consistían sus capacidades.

Las palabras de Eara aliviaron a Neil en cierta medida. Agradecía los ánimos y se sintió un poco mejor pensando que ellos ya habían pasado por eso antes que ella y habían podido superarlo.

Adru explicó brevemente a qué se dedicaban con su familia en Sinhdro y luego preguntó por Eara y Ayne. El brujo también estaba bastante interesado en la contestación, ya que quería conocer un poco más de sus nuevos amigos y empaparse un poco de su experiencia si era posible.

-¡Un restaurante! -exclamó encantando cuando los sinhadres contaron sus planes-. ¿Sabéis muchas recetas? A mi me encanta cocinar y estoy aprendiendo muchas recetas de distintos mundos. ¿Serviréis de distintos mundos o solo de Sinhdro? -preguntó entusiasmado con la idea.

Neil casi saltaba de su piel por las ganas que tenía de preguntar si sería posible que intercambiaran recetas, pero teniendo en cuenta que serían recetas que iban a ser usadas en un negocio, el brujo pensó que pedírselas estaría completamente fuera de lugar, aunque él estaría encantando de compartir todas las suyas.

Asintió a Ayne mientras este explicaba a qué se dedicaba su familia, que parecía muy distinta a la de ellos, pero asintió más fuerte cuando le habló sobre el granero.
—¡Sí! Me dijeron que habían puesto los cultivos hace poco y fue una suerte porque me gusta más poder ocuparme de eso que no simplemente mover cosas y así…
Dejó escapar una pequeña risa nerviosa que nadie más que él captaría su significado: le había caído una bronca por dejar caer una caja el día anterior.

Había abierto los ojos y se balanceó ligeramente en la silla cuando el edeel explicó a qué se iban a dedicar a continuación. Neil se le adelantó reaccionando de forma parecida como lo hubiese hecho él mismo. Aprovechó ese momento para cargar su syv bien de azúcar y removerlo.
—¿De verdad no había ninguno? ¡Qué raro! Pero eso es bueno porque vais a tener muchos clientes —le dijo a Eara con mucho convencimiento: no había comido nada preparado por ellos, pero no tenía dudas de que estaría todo muy rico. Si no, no abrirían un restaurante, ¿no? El simple pensamiento le hacía sentir hambre, así que sacó uno de los dulces que había llevado Neil para acompañar al syv—. ¿Quién cocina de vosotros dos? ¿O los dos? ¿El otro va a ser camarero?
Se detuvo, consciente de que empezaba a encadenar demasiadas preguntas y que eso podía resultar bastante molesto a los demás aunque para el gamusino solo fuese una manía difícil de controlar.

Neil parecía aliviado de escuchar hablar bien de las instalaciones del Macetero, y Adru de que el trabajo del granero se hubiese diversificado. Se podían imaginar que antes aún era más aburrido, además de que no les haría falta demasiado personal.

A la pareja pareció gustarle la idea del restaurante, lo que hizo que Eara sonriese con ganas e incluso a Ayne se le contagiase el gesto. Siempre era agradable que la gente aprobase la idea en la que estaban invirtiendo tanto esfuerzo.
—¿A ti también te gusta cocinar, Neil? —le dijo Eara cuando el aurva habló—. Sé bastantes recetas, pero también me gusta improvisar. Es precisamente por eso, porque de pronto puedo usar ingredientes de tantos mundos… me gusta la idea de experimentar con ellos y con la cocina de otras culturas. Pero por supuesto, habrá muchos platos sinhadres. Vamos a decorar el local de forma que recuerde un poco a pasear por el bosque de Sinhdro, ya lo veréis. Si os apetece, por supuesto —añadió, por cortesía. No quería que se sintiesen obligados a ir como clientes—. Seguro que hacemos una cata gratuita el día de apertura.

Ayne fue quien respondió a la pregunta de Adru. Le había divertido que asumiese que cocinar y servir eran los únicos roles que tendrían que cubrir, porque llevaba días dándole vueltas a que necesitarían aumentar la plantilla pronto si todo iba bien.
—La cocinera es Eara, aunque probablemente tenga que ayudarle en alguna ocasión. Principalmente a mí me va a tocar servir, buscar ingredientes, y hacer las cuentas. Podemos hacer todo un poco entre ambos, pero los fogones es mejor dejárselos a ella.

Eara entre tanto había probado los dulces traídos por Neil, ya que el gamusino había abierto la veda.
—¡Está buenísimo! —dijo tras tragar el primer bocado, acercándole la bandeja al anima para que probase. Cuando este lo hizo también pareció sorprendido.
—Luces, tienes razón —comentó para felicitar a Neil.
—¿La receta es tuya, o es de otro mundo? —preguntó Eara—. ¿Te gustaría intercambiar recetas? —Había hablado por inercia, pero se dio cuenta de que aquello podía sonar mal y rectificó de inmediato—. No serviría en el restaurante nada que hayas creado tú o sea importante para ti, por supuesto. Siempre me ha gustado aprender recetas nuevas y compartir las mías, pero ahora que tenemos el negocio parece una petición un tanto extraña.

Neil asintió encantado y completamente de acuerdo con las palabras de Eara, a él también le encantaba experimentar con los nuevos ingredientes y las recetas de otros mundos y le parecía una estupenda idea que basaran la decoración en un bosque de Sinhdro.

-Sí, me encanta hacerlo. Y por supuesto que lo veremos -contestó de forma emocionada imaginando ya el sitio.

Neil frunció un poco el ceño cuando Ayne dijo cuál sería su función en el restaurante al darse cuenta de que él, como Adru, había dado por hecho que un restaurante no requeriría más que cocineros y camareros, y claramente un negocio así necesitaría de más cosas que hacer. Neil le dio un sorbo a su syv mientras reflexionaba sobre la suerte que tenía de no tener que encargarse de cosas que sonaban tan complejas como la contabilidad.

-Oh, gracias -dijo un poco avergonzado por le halago-. Es una receta mía, de cuando todavía vivía en Sinhdro. Es un dulce tradicional de nuestra zona con unas pequeñas variaciones, aunque no recuerdo si la variación la hice yo de forma original o fue Nora, la madre de Adru -explicó encantado con que el dulce les hubiera gustado-. ¡Oh! ¡Me encantaría! -exclamó entusiasmado-. Me encanta intercambiar recetas. Hay tantas cosas que se pueden aprender haciéndolo. Tengo más recetas de dulces que de salados, porque normalmente son mis platos favoritos, pero seguro que encuentras alguna que te guste entre ellas. ¡Y puedes servir todas las que quieras! Sería un honor para mi si usaras mis recetas en el restaurante.

—¡Neil es el mejor cocinero! —dijo cuando Eara la preguntó a su aurva al respecto. Enrojeció levemente cuando se dio cuenta de que su comentario podía haber sonado mal, teniendo en cuenta que estaban hablando con personas que iban a abrir un restaurante—. Quiero decir… Es el mejor que yo conozco, pero seguro que tú también eres la mejor, Eara —aclaró con cierta incomodidad—. ¡Guau, yo quiero ver vuestro restaurante!
Ya se había olvidado de su metedura de pata y sintió muchas ganas de que el futuro negocio de la otra pareja ya estuviese abierto cuando la aurva les explicó como iba a ser.

Desde luego el gamusino no había pensado en ningún momento en todo el trabajo que requería llevar un negocio pero asintió a Ayne cuando les explicó todas las tareas de las que tendría que ocuparse.

Sonrió con mucho orgullo cuando alabaron los dulces del brujo de la cera, llevándose otro trozo del suyo a la boca. Por un instante estuvo a punto de decir “¡los dulces des Neil son los mejores!” pero esa vez se contuvo, porque de todas formas no hacía falta volverlo a decir.

El edeel veía perfecto que su aurva intercambiase recetas con Eara y poder probar más cosas ricas.
—¿Ya se sabe cuándo abrís el restaurante? Espero que podamos ir a pesar del trabajo… El granero no tiene horarios muy fijos, ¿creéis que Jack dejaría ir a Neil? No querría que se lo perdiera.

Eara y Ayne rieron, lejos de sentirse ofendidos por la afirmación de Adru sobre su aurva.
—No es una competición, no te preocupes —le respondió Eara, divertida por la rectificación del gamusino.
Entonces Neil trató de explicarles los orígenes de la receta, pero ni él parecía tenerlos muy claros. Lo que sí resultaba evidente era que al aurva le apasionaba la cocina como al que más, y hablaba encantado del tema cuando aceptó intercambiar recetas con Eara.
—No sé si sería apropiado servir recetas ajenas, no creo que me sintiese bien haciendo algo así. La verdad es que no sé cómo suelen hacer los cocineros de los restaurantes, y no tengo claro hasta qué punto puedes inspirarte por el trabajo de otros para crear tus propias recetas. Supongo que el límite lo pone cada uno —reflexionó la sinhadre al responderle—. Pero me encantaría intercambiar recetas para uso personal, al menos.
A ella tampoco le preocupaba demasiado compartir sus ideas, tal vez no cualquiera, pero dudaba que Neil fuese la clase de persona que abriese un restaurante para servir exactamente lo mismo que otro. Ni siquiera se lo había planteado.

—Aún no sabemos la fecha exacta, pero tal vez estará abierto para Samhein. Probablemente Jack le deje ir, él también va a estar invitado a la inauguración —le respondió Ayne a Adru—. De alguna manera tiene que poder hacerse. Seguramente la haremos de noche, para poder encender los farolillos —añadió.
—Voy a buscar mi libreta de recetas, ahora vengo —anunció Eara, levantándose de la mesa y dirigiéndose a las escaleras.
Sin su presencia allí, Ayne sintió que la conversación no iba a seguir fluyendo tan fácilmente. No se debía a que él careciese de facilidad de palabra, sino a las inseguridades que le había regalado la Luna. Por si fuera poco, todo lo que quería preguntar a la pareja podía llevar de nuevo a aquel tema que parecía resultarles incómodo.
—Aparte de todo esto, ¿qué tal estáis llevando la adaptación a la ciudad? —les preguntó en cambio.

Las mejillas de Neil se colorearon cuando Adru dijo que él era el mejor cocinero, siempre halagado de que su edeel pensara tan bien de él y asintió a su rectificación cuando dijo que Eara seguramente también era la mejor. Que Neil se sintiera feliz con los halagos sobre su comida no quería decir que creyera que él era el mejor. De hecho, precisamente porque estaba tan seguro de que no lo era, se esforzaba mucho en hacer platos realmente ricos, seguía aprendiendo y disfrutaba cuando reconocían su trabajo. Cuando vivían en Sinhdro, su meta había sido llegar a rozar el nivel de cocina de Nora a quien consideraba una cocinera excepcional.

-Entiendo que podrías sentirlo poco apropiado, pero de verdad que no tengo ningún problema en que sirvas platos que haya compartido contigo o incluso que yo haya creado. Además es lo que tu dices. La mayoría de mis recetas están inspiradas en otras así que tampoco puedo decir que sean exclusivamente mías -explicó, ya que no quería que Eara se sintiera mal si finalmente usaba sus recetas en el restaurante, sobre todo porque él estaría muy feliz de que lo hiciera-. De todas maneras, será un placer intercambiar recetas.

Adru preguntó por la inauguración y Ayne contestó que todavía no lo tenían claro, pero lo más seguro sería antes del próximo Samhein. Neil entendía que todavía les quedaría trabajo por hacer antes de abrir el restaurante así que no podrían saber exactamente cuando lo terminarían. Aún así se entusiasmó mucho con la idea de que fuera de noche para que se viera con los farolillos. Había perdido su miedo a la luz hacía bastante tiempo y ya estaba acostumbrado a un horario más diurno que nocturno como el de sus compañeros, pero eso no quitaba para que prefiriera la noche.

Cuando Eara se levantó diciendo que iba a por su libro de recetas, Neil comenzó a recolectar en su mente todas las que conocía, ya que él no solía escribirlas en papel, sino que la mayoría las mantenía en la memoria, dejando de nuevo que la pregunta que hizo Ayne la contestara Adru.

Cuanto más sabía más ganas tenía de la inauguración del restaurante de Eara y Ayne. Se alegró saber que Neil iba a poder ir casi con seguridad, y le encantó la idea que tenían de llevarla a cabo de noche con farolillos. Iba a ser muy nostálgico y bonito.
—Va a ser genial: tenemos que contárselo a nuestros amigos. Oh… ¿Ellos también podrían ir a la inauguración?
Una vez más se dio cuenta de que no debería dar cosas por hecho. Les habían dicho que habría una degustación gratuita y a lo mejor estaba feo llevar a mucha gente. Quería decir que no abusarían de la comida gratis, pero no estaba muy seguro de si eso lo hacía mejor o peor así que se limitó a esperar la respuesta.

Cuando Eara salió un momento en busca de su libro Ayne les hizo otra pregunta.
—¡Pues bien, creo! No hemos tenido problemas graves con nadie como ocurrió con un hombre escorpión hace muchos meses… Uhm, no recuerdo el nombre de la transformación. ¿Neil? —Inquirió a su pensativo aurva, quien seguramente si se acordase de lo que habían leído sobre ello—. Los otros irrenses que vinieron a ayudarnos parecen buenas personas, además Krono les hizo un buen precio a Rena y Eitne para sus implantes. Y Naeleth, que imagino que la conoces porque vive aquí, fue muy amable y nos ayudó mucho al principio. ¡Y luego vosotros e Irianna, claro! —le sonrió al edeel—. Solo hemos tenido problemas con una chica tonta que fue muy desagradable con Rox y Rena, además de decir cosas muy incómodas e inapropiadas para niños durante la fiesta de los dragones —bufó con fastidio al acordarse—. Se llama dama Abrazos, vive en la sede. De todas formas no nos ha hecho daño como el hombre escorpión… Sé que todo el mundo nos advierte de que hay gente muy mala, ¡pero a mí no me parece que haya tanta!

—Por supuesto que pueden venir vuestros amigos —le había respondido Eara a Adru con una sonrisa antes de haberse marchado.
—Cuanta más gente venga a la inauguración más se dará a conocer el restaurante —había agregado el anima.

Tras eso, mientras Eara rebuscaba en la habitación papel y lápices, Ayne escuchaba la respuesta de Adru a su pregunta. El aurva parecía tener la mente en otro lado o, tal vez, le resultaba más difícil hablar con él que con Eara. El anima tendía a asumir aquello de forma inconsciente y había decidido tratar de dejar de darle importancia.

El gamusino parecía tener muchas anécdotas en mente, aunque una le alarmó particularmente. Él sólo conocía a un hombre escorpión en la ciudad, pero si hablaban de hacía meses Adru debía de referirse a la cosecha. Salvando aquello, parecían haber tenido bastante buena suerte con sus encuentros con otros transformados, y no pudo evitar sonreír ligeramente cuando les mencionó a ellos dos y a Irianna.
—Pienso lo mismo, yo tampoco creo que haya tanta gente mala. Creo que el problema es que cuando tienes algún conflicto con uno de ellos las cosas pueden acabar bastante mal. A lo mejor la Luna tiene influencia en todos nosotros, en unos más que otros —concedió—, pero casi todos hemos empezado como jóvenes asustados, y eso no se olvida tan rápido.
»A propósito… ¿ese escorpión que os encontrasteis tenía el pelo violeta? Aunque si no queréis hablar de ello lo entiendo.

En ese momento comenzaron a escucharse los pasos de Eara bajando las escaleras.

Neil había estado un poco disperso mientras pensaba en sus recetas, por lo que tardó un poco en unirse a la conversación cuando Adru preguntó.

-Cizaña, creo que se llama -respondió, no muy seguro, ya que si bien había leído las caracterísitcas de la transformación y coincidían con lo que sus amigos habían descrito, como él no había estado presente no podía estar seguro.

A Neil no le gustaba hablar de la gente mala con la que se habían cruzado, sobre todo porque desde que se habían transformado se habían encontrado con más gente maja que mala, contando esas pocas excepciones que había dicho su edeel.

-Mm, no lo sé -contestó Neil a la pregunta-. Yo no lo vi, pero no me lo describieron con el pelo de ese color.

El aurva se giró en dirección a Adru, esperando que fuera quien contestara.

Le ilusionó saber que podía invitar a sus amigos al restaurante e hizo gestos de entusiasmo al conocer la respuesta. Después atendió con interés a lo que el otro edeel opinaba acerca de los otros habitantes de la ciudad.
—Creo que puedo entender eso… —le dijo. Aún le costaba asimilar que ciertas personas podían ser muy crueles, pero ya no podía negarlo de ninguna forma. Y sabía, por lo que Neil le había leído, que la transformación sacaba instintos bastante violentos en algunos. Agradecía que ser un gamusino no implicase nada parecido—. Pero nosotros no nos metemos en líos. Ninguno de nuestros amigos, quiero decir. Aunque Pelusa… bueno, ella igual tiene que acabar haciéndolo, de algún modo, si quiere tener magia.

Estuvo a punto de aclarar un poco más a que se refería, ya que tendía a olvidar que gente como la pareja sinhadre que había tenido trato con ellos pero no con sus amigos, no los conocía y no podían saber quiénes eran solo por el nombre. Pero la pregunta acerca del cizaña, tal y como le recordó Neil, le distrajo. Negó con la cabeza tras la respuesta de su aurva.
—No, no era así —. Le describió brevemente a Ayne los rasgos que recordaba de aquel hombre horrible—. De todos modos está muerto…. Vimos su cabeza en las calles la noche de Luna. Seguro que tuvo uno de esos problemas con alguien como los que decías antes… Aunque en este caso… se lo merecía —añadió componiendo un gesto de disgusto.
Se sentía un poco mal afirmando aquello sobre la muerte de alguien, pero no podía tener otra opinión al respecto cuando el cizaña les había hecho tanto daño a él y sus amigos.

Ayne había preguntado sin saber qué hacer si el escorpión resultaba ser el compañero tarado de los antiguos letarguinos. Desde luego no iba a responsabilizarse de lo que hubiese hecho a aquellos chicos, pero si admitía conocerle tendría que terminar dando explicaciones. Para su sorpresa, sin embargo, no podía tratarse de Roaxen. Ayne ni siquiera tenía constancia de que hubiese otro como él en la ciudad, pero si había muerto hacía tiempo eso también explicaba cosas.
—Entonces no es quien yo creía —explicó—. Menos mal.

La descripción de Adru sobre su muerte le resultó desagradable, y en ese mismo momento Eara estaba entrando por la puerta. El desconcierto se reflejó en su expresión cuando los miró a todos de uno en uno, un tanto asustada.
—Hablan de un transformado que los molestó durante la criba, no es nada —dijo, para tranquilizarla. Después miró al brujo y a la gamusino antes de continuar—. Vuestra amiga no tiene por qué necesitar meterse en líos en la ciudad. No sé qué clase de precio tiene su magia, pero no vale la pena buscarse enemigos aquí por eso. Si necesitase ayuda o alguien con quien hablar decidle que puede venir a verme —ofreció, al haberse dado cuenta de la clase de criatura en que se debía de haber convertido su amiga, con cierta inseguridad. Creía ser capaz de hablar de su propia naturaleza con normalidad, pero era especialmente difícil estando ante sinhadres. No se había visto capaz de dejar pasar el tema; quizá ella ya sabía lo que quería hacer con su vida o ya tenía todo el apoyo que necesitaba, pero sabía lo que era sentirse incomprendido entre amigos y necesitar cumplir un precio inmoral que uno mismo detesta. Se trataba llanamente de ofrecer un poco de apoyo, porque un gran porcentaje de los precios peligrosos eran horribles hasta para él.

Eara no dijo nada mientras rodeó la mesa para volver a su sitio. El ofrecimiento del anima le había sorprendido un poco, porque podía comprender que alguien en su misma situación despertase sentimientos de camaradería y querer ayudar, pero no se había dado cuenta de que Ayne ya se sentía preparado para aconsejar a otros con sus mismos problemas. Pero, a fin de cuentas, en lo que se refería a aceptar su naturaleza él siempre solía ir un paso por delante de lo que ella suponía. Dejó la libreta de recetas y los útiles de escritura sobre la mesa sin hacer ruido para no interrumpir la conversación. Ya intercambiarían las recetas cuando fuese un buen momento.

Neil se removió incómodo cuando Adru describió cómo habían encontrado al cizaña en su luna, por suerte Ayne le quitó importancia al explicárselo a Eara cuando está entró por la puerta y el brujo se volvió a relajar sobre el asiento volviendo a un tema más fácil como era Pelusa, aunque sí miró de reojo el cuaderno que Eara había dejado sobre la mesa con un poco de impaciencia.

-Podemos decírselo. No estoy seguro de si te tomará la palabra, porque Pelusa es muy reservada cuando con quien no conoce, pero seguro que os caéis bien -contestó Neil animado, feliz de que su amiga fuera a tener un apoyo en alguien que parecía tener experiencia en su tipo de transformación-. Todavía me cuesta un poco entender lo de los precios. Para mi es muy fácil ver cómo los brujos ganamos magia de nuestros dominios o las transformaciones que ganan magia con el tiempo, pero las que tienen ese tipo de precios, no sé, me cuesta más -dijo un poco avergonzado de su propio desconocimiento-. Pelusa, por lo que sé, gana magia defendiendo a sus amigos.

El comentario de Ayne le dejó claro que conocía a otro de esos cizañas y se preguntó si todos serían igual de horribles, porque estaba claro que si el edeel había sospechado de su conocido es que no era mucho mejor que aquel que les había hecho daño a ellos. Cambiaron de tema, sin embargo, y lo cierto es que el gamusino tampoco quería insistir en aquel tema tan desagradable.

Asintió después de la explicación de su aurva.
—Es verdad, yo tampoco entiendo muy bien cómo funciona todo eso de los precios porque además yo no puedo hacer magia, pero lo de Pelusa parece complicado… ¿Tú también tienes uno de esos precios? —le preguntó al edeel—. Seguro que Pelusa agradece la ayuda, también le va a ayudar alguien que se parece mucho a ella pero no es exactamente igual… Se llamaba Vac, ¿verdad? —lo confirmó con su aurva, no fiándose de su memoria—. Ah, Pelusa es una spriggan, por si conoces su transformación.

Ayne asintió con comprensión cuando Neil explicó las reservas que podía tener su amiga. Se había ofrecido por cortesía, no le ofendía que ella no se sintiese cómoda hablando con un completo desconocido. Podía entender ese sentimiento.

Tras eso se revolvió con cierta incomodidad al escuchar al aurva hablar de cómo le costaba comprender los precios más complejos, pero luego vio en su expresión que parecía más una duda genuina que no una forma de expresar sus prejuicios. Parecía suceder lo mismo con su edeel. No hablaban de aquello con el disgusto con que él mismo lo habría hecho no mucho tiempo atrás, y parecían apoyar a su amiga por completo aunque no acabasen de comprender sus necesidades.

Cuando escuchó el precio de la amiga de la pareja en palabras de Neil se quedó desconcertado durante un momento. Aquello no acababa de sonar a precio inmoral y pensó que tal vez había malinterpretado la situación. Pero, por otra parte, nunca había oído hablar de un precio de ese tipo, y acabó de comprender que probablemente era una simplificación muy idealizada cuando Adru mencionó al hado infernal del burdel.
—Oh, Vac es amigo de Irianna. Siempre habla bien de él —intervino Eara, con una pequeña sonrisa, pensando que les gustaría saber aquello.
—Nunca he oído hablar de esa transformación —dijo Ayne tras Adru—, pero si se parece a hado infernal me puedo hacer una idea aproximada de cómo es. Hay muchos tipos de precios inmorales —explicó mirándolos a ambos y a su syv intermitentemente—. Algunos son más desagradables que otros. Si son complicados es porque no se trata solo de poder o no poder hacer magia, te van cambiando por dentro poco a poco. Se vuelven necesidades, como comer o dormir. Yo también tengo una transformación de ese tipo —aclaró mirando a Adru, que era quien había preguntado—, suena peor de lo que es —añadió con vacilación, y se encontró con la mirada de Eara, animándolo a compartirlo. Tarde o temprano se iban a enterar, y parecían más curiosos que prejuiciosos. Si no fuesen sinhadres, Ayne se habría encontrado hablando con más naturalidad de todo aquel asunto—. Puedo alimentarme de las almas de las personas. Fragmentos, que se regeneran con el tiempo —puntualizó, para suavizarlo. Jamás tomaría el alma completa de nadie, aunque tuviese la capacidad e incluso la tentación de hacerlo.
»Siento que pueda resultar incómodo, podemos cambiar de tema si lo preferís.
—No es fácil acostumbrarse a ese tipo de cosas, pero incluso yo puedo entenderlo un poco —dijo Eara, pensando que su opinión como no transformada serviría de apoyo para el anima. Este, de hecho, la miró con sorpresa durante un instante.

Cuando Adru le preguntó si había dicho bien el nombre del hado que iba a ayudar a Pelusa, Neil asintió. No es que el brujo hubiera tenido relación con él, pero se acordaba de todos los nombres y caras de las personas que había conocido cuando habían ido a visitar el Burdel. Y la verdad es que le alegró bastante que Irianna fuera amiga del hado porque le servía de confirmación de que era una buena persona.

Neil atendió con interés la explicación sobre los precios inmorales de Ayne, intentando entender un poco más sobre ellos, sin sorprenderse demasiado de que la transformación de Ayne fuera de ese tipo, ya que había aprendido que esos precios solían ir acompañados de apariencias amenazantes y aunque el edeel le caía muy bien no podía negar que sus cuencas vacías le daban un poco de miedo. Pero cuando confesó qué precio era el suyo no pudo evitar jadear con estupor. El mismo Ayne había dicho que sonaba peor de lo que era, pero Neil no podía ni llegar a imaginar el horror por el que el edeel debió haber pasado al enterarse de su precio.

-Oh, Alma -exclamó cuando salió de su conmoción-. Lo siento muchísimo. No puedo ni imaginar por lo que habrás pasado.

A Neil la noticia le había entristecido mucho. No era la cuestión del precio en sí lo que le había afectado, sino el hecho de que le tocara a un sinhadre. El brujo sabía que no en todos los mundos se tomaba el alma con la misma consideración o bajo las mismas creencias y precisamente por eso consideró que era bastante injusto que fuera un sinhadre quien tuviera que hacer las paces con la idea de robar el alma de alguien aunque fueran fragmentos.

Aunque a Adru le había caído bien todo el mundo cuando fueron de visita al burdel, incluido el hado infernal, pero también le parecía bueno saber que era amigo de Irianna. No se imaginaba a gente tan amable como aquella pareja sinhadre o la idrina teniendo amigos peligrosos. Ellos mismos les habían querido advertir de esa clase de gente en varias ocasiones, de hecho.

Trató de no perder el hilo de la explicación de Ayne sobre los precios que llamó “inmorales” mientras daba otro sorbo a su syv. Le entristecía saber que era mucho más complicado que simplemente decidir o no lo que querías hacer y agradecía no haber acabado con ninguna de esas transformaciones. No juzgaba a nadie por ello, pero el gamusino no quería pensar en tener que hacer daño a alguien y de formas tan retorcidas a veces sin motivo alguno. Se alegraba de que al menos el precio de Pelusa implicase defender a alguien, porque crearía menos conflicto en la mona del queso.

Su reacción ante lo que reveló el edeel fue muy similar a la de su aurva: sentía lástima porque a Ayne le hubiese tocado algo que entraba tan en conflicto con las creencias sinhadres, pero no le parecía peor que cualquier otra cosa. Además parecía que no era algo irreversible.
—Sí, ha tenido que ser muy duro —dijo tras Neil—. No te preocupes, a mí no me incomoda hablar de esto… Es mejor hablar las cosas en lugar de fingir que no existen, ¿no? —Hizo una mueca al darse cuenta de que él mismo no había seguido del todo bien su propio consejo con el tema del ejército, aunque fuese realmente la misma cosa—. De hecho, bueno. Cada vez entiendo menos muchas cosas sobre Sinhdro, aunque no sabría cómo explicarlo.
Finalizó torpemente el syv. No quería extenderse sobre algo tan conflictivo en aquel momento, ya le iba a dar demasiadas cosas en las que pensar a Neil, y su reacción cuando reveló su género le habían dejado claro que el aurva no estaba preparado para ciertas cosas.