Conociendo a otra sinhadre

Localización: Torre Serpentaria.
Temporalidad: Aproximadamente dos semanas tras la sexta Luna, de noche.

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Eara bajaba los escalones de la torre Serpentaria con un plumero en la mano, que había tomado prestado de los utensilios comunes para quitar el polvo de su habitación. Tras ella, Ayne bajaba arrastrando los pies, con un trapo en la mano. Al pasar por delante de la sala común, Eara, que iba delante, vio una figura que al principio creyó desconocida. Recordó enseguida de quién se trataba, simplemente no había vuelto a verla desde el primer día, lo que no dejaba de parecerle extraño.
—Buenas noches —saludó al pasar, dudando si era lo correcto. La aurva le había parecido muy amable y por eso no creía conveniente pasar a su lado sin decirle nada. Se detuvo—. Tu nombre era Seon, ¿verdad? —Estaba bastante segura de recordarlo correctamente, pero habían pasado demasiadas cosas el día que la había conocido y cabía la posibilidad de que se equivocase.

Días atrás le habría encantado hacerle montones de preguntas, pero se había dado cuenta de que era una transformada más, una desconocida. Que fuese originalmente de su mundo no la convertía en amiga ni aliada. Aunque, al menos, Eara quería ser educada. Cuando Ayne la alcanzó también se paró, a varios pasos de su aurva. Saludó a la otra sinhadre con un movimiento educado de cabeza. Él también tenía curiosidad.

Seon sonrió al reconocer a los nuevos sinhadres. Llevaba un farolillo de los de su habitación colgado a la cintura como si llevara un bolsito. Imitaba los de las calles de Sinhdro, y conservaba una llamita mágica dentro. Naranja, tenue, diseñada para llenar de nitidez los rincones de Serpentaria cuando paseaba en completa oscuridad o si despertaba rodeada de ella. Estaba más cerca de la visión que le era natural.

- Sí, Seon- confirmó. Mentalmente, repasó las impresiones que la pareja causaría en sus creaciones. Notaba la curiosidad de algunos asomar por el borde de su mente, y los examinó con los ojos de los cinco- Eara y Ayne, creo. ¿Está todo bien? Yo no viví mudarme aqui igual que el resto, pero también tuve mi propia adaptación. Es un sentimiento raro, estar protegido y desprotegido a la vez.

Cuando Seon se volvió hacia ellos, ambos pudieron apreciar los detalles del farolillo que llevaba. Era nostálgico. Ambos asintieron cuando ella dijo sus nombres. Ninguno de ellos recordaba si se había presentado durante los altercados de su primer día en la torre, pero tampoco importaba demasiado. La gente hablaba, y en la torre vivía más de la que solían ver.
—Nos adaptamos —respondió Eara, «que no es poco». Pero ir, no les iba demasiado bien. O al menos eso era lo que pensaba Ayne en esos momentos.
—Es mejor que el torreón, así que no podemos quejarnos —añadió el edeel. Aunque él habría vuelto al torreón si eso significase revertir su transformación.

Pensando en transformaciones fue como recordó Ayne que la aurva había dicho la suya, pero como nunca llegó a averiguar en qué consistía se le había olvidado. Eara, en cambio, recordaba el nombre, pero tenía el mismo problema. Ambos se preguntaban dónde estaría su edeel, pero les parecía poco delicado preguntar; por su edad y el hecho de que aún vivía en los refugios para transformados recientes, debía de haber tenido, pero mientras existiese la posibilidad de que hubiese muerto en la ciudad no era buena idea hurgar en ello.
—¿Por qué fue tu mudanza diferente? Si no es desconsiderado preguntar, por supuesto. —Ayne pensó que tal vez averiguaría algo con aquella cuestión aparentemente inofensiva. Si no, al menos conocería una historia nueva. Eara, por su parte, pensaba que quizá habría sido mejor dejar hablar a la oniromante para que solo lo hiciese de lo que no la incomodase.

- Tenía otros mundos a los que acostumbrarme, y estaba inconsciente la mitad del tiempo- dijo. Seon sonrió pequeño y afectuoso. Casi podía sentir como Brina se agarraría a su costado, la forma sutil en la que Azazel y Karin reafirmaban su cercanía. También quedaba Pandora. A ella no la imagina entera a su lado, sino como una sonrisa en un rincón de su mente y la sensación de una caricia con algo afilado. Luz comiendose las ideas. Seon volvió a centrar la mirada en los rostros de la pareja, como recordando de pronto que estaban alli y les debía más atención que al resto-. También tuve pronto a alguien para guiarme. Hace más sencillo adaptarte a quien eres. Eso siempre es distinto para todos, encontrar de pronto otra identidad, y habilidades que estaban ahi o te pertenecen o te completan. Hay dilemas comunes- añadió, pero no lo decía por ella. Conocía precios inmorales suficientes- y respuestas parecidas, por si alguna vez necesitais buscarlas.

Para ambos sinhadres, la respuesta de Seon resultó un tanto desconcertante. Habían visto bastantes sucesos extraños durante su Luna como para que la inconsciencia de la aurva resultase extraña, pero lo de los mundos no era tan fácil de interpretar. En cualquier caso, tanto Eara como Ayne dedujeron que Seon no quería dar detalles, y decidieron respetarlo. Aunque durante un momento Seon pareció dejar de prestarles atención, terminó por continuar hablando.

Ayne pensó que aquella aurva había tenido suerte si, como decía, había encontrado guía en otro transformado como ella o de habilidades similares, fuesen las que fuesen. Le hizo preguntarse si él querría guía, aunque la mayor parte de gente que conocía le había dicho que no habían visto a otro como él. Creyó entender, sin embargo, a qué se refería Seon con los dilemas y respuestas comunes. No era él el único que por naturaleza debía hacer cosas que nunca había deseado, y por lo poco que sabía, adaptarse a aquello era un poco parecido para todos los de su calaña. Todo el mundo parecía dar por hecho que tarde o temprano sucumbiría. Ayne también se lo preguntaba.
—Coincido en que es un cambio es demasiado grande para aparecer de un día para otro. Un trasgo nos dijo lo que sucedería meses antes, y aun así… aun así fue diferente de lo que esperábamos. Y Eara ni siquiera se transformó, a pesar de tener capacidades mágicas.
«¿Le pasaría lo mismo a su edeel? ¿Habrá venido siquiera?» se preguntó.

Eara, entre tanto, jugueteaba sin darse cuenta con las plumas del plumero, un poco nerviosa a raíz del encuentro. De pronto no sabía cómo participar en aquella conversación entre transformados. Ambos tenían algo en común que ella no alcanzaba a comprender del todo.

Seon exhaló aire sin que llegara a sonar a suspiro. Solo una respiración antes de tocar una herida.
- Alder ni siquiera tenía magia. No se muy bien como funciona, pero solo yo tenía esencia. Quizás se reparte por mitades igual que el alma - miró a Eara con calidez-. Es estupendo que tengas magia. Incluso solo un poco puede ser muy util- sonrió un poco más amplio entonces- aunque es verdad que yo ya solo la uso para caprichos. Cuando puedes hacer cualquier cosa con un chasquido de dedos, la de aqui parece limitada.

Hizo un gesto pequeño con las manos, como si creara algo entre las manos o revelara un truco de magia. Estaba otra vez mirandolos con atención lectora. ¿había cruzado alguna vez entre planos y visto algo en los pliegues? Seon casi esperaba poder verlo alli mismo entonces, el enmarañado de futuros, las chispas de premoniciones. Estaba despierta, y todo lo que conjuró su mente fueron cientos de enredaderas y flores creciendo de la piel de los sinhadres. El habito de pensar en ambientes y criaturas mientras mantenía la mente en la conversación con otros hizo que pasara desapercibido.
- Es... es inesperado y grande, y repentino a su manera, sí. Y eres nuevo, y el mismo, y ya no perteneces a las mismas cosas- dijo Seon como si hablara de un ser querido, o una historia a la que tuviera cariño-. Pero serás tú, como sea eso a partir de ahora. Tu precio no va a cambiarlo todo. No cambia a quien quieres.

La última frase salió más baja, y Seon se llevó las manos a los codos.

- ¿Quereis tomaros algo conmigo, abajo? Debería comer, antes de que se me olvide. Siempre podemos vernos en sueños, pero la comida no llega al estómago.

A ninguno de los dos sinhadres se le escapó cómo la aurva hablaba en pasado de aquella Alder que, obviamente, era su edeel. Ayne había logrado saciar medianamente su curiosidad y, al igual que su aurva, decidió no tirar más de aquel hilo por cortesía. Al menos no por el momento.

Fue desconcertante para ambos escuchar a la bruja hablar de magias de “aquí” y otro lugar.  Eara empezó a formarse una vaga idea de cómo podía funcionar su dominio, aunque las piezas no encajarían del todo hasta que Seon les ofreciese bajar a la cocina. Con el gesto de Seon seguido de absolutamente nada, Ayne se planteó si aquella sinhadre había perdido la cabeza. Lo siguiente que dijo sin embargo volvió a atraer su atención a la conversación. Deseó que lo que ella decía fuese cierto con todas fuerzas, sin embargo los libros contaban cosas diferentes. Y él no era demasiado optimista.
—A veces no es necesario cambiar. A veces basta con sacar lo peor de uno a la luz —respondió con franqueza, sin apartar la mirada de los ojos de Seon.
Eara, preocupada por que las palabras negativas de su edeel molestasen a la veterana, intervino.
—Han pasado dos semanas y no ha cambiado nada… No se ha acabado el mundo, como parecía el día que salió la Luna.
«No ha cambiado nada de lo que seas consciente» pensó el edeel, sin atreverse a dar voz a sus pensamientos.

Aceptaron la oferta de Seon de bajar a la cocina. Ellos ya habían comido, pero podían acompañarla con un simple vaso de syv. Haber estado limpiando la habitación les había dejado la garganta seca.
—¿Cómo funcionan tus habilidades, Seon? ¿Puedes… invadir los sueños de la gente? —preguntó Eara mientras se dirigían al piso inferior.

- Sí- concedió Seon, seria- pero ese también eres tú.

observó el intercambio entre la pareja y sonrió suave. Luego se rió.

- Invadir. Bueno, supongo, no es una invasión siempre, trabajo con los que me lo piden. Mi dominio son los sueños, no solo los de otros. Dormida, puedes tejerlos, y crearlos, puedes inventar lo que sea. Puedes agarrar los planos y juntarlos, y puedes cruzar de uno a otro como si abrieras puertas, o con humo... lo que ayude. Puedes hacer un poco todo eso sin efectos, pero la teatralidad ayuda a centrarse en lo que quieres. Y es divertida- se giraba de vez en cuando a mirarlos, con los ojos chispeantes-. No puedes saber nada de nadie que no este alli ya, no soy mentalista. Pero si que a veces hay cosas, como atisbos de lo que puede pasar. Como...- oh, lo facil que seria crearlo sin más en vez de usar palabras, desplegar toda su explicación delante de ella. Veía el proceso mientras hablaba- cientos de gotas en una ventana, cuando llueve, y ves que caminos cogen, y casi intuyes hacia donde va. O como una voz que oyes a medias, y crees que entiendes las palabras, pero podría haber dicho cualquier cosa.

Termino de bajar los escalones con un pequeño salto. Calentó el syv con magia. Hechizos sencillos que tenía que usar para no olvidarse, y con los que malgastar lo que ganaba. Se los llevó a los labios, pensativa. Intuía las preocupaciones del edeel, y llevaba un tiempo intentando darle una respuesta sin obligarlo a discutirlo abiertamente delante de su parte clara. Al menos Alder siempre había querido ser fuerte delante de ella, y más perfecta, y menos vulnerable. El brillo del entusiasmo que traía hablar de su dominio con pasión se apagó y dejó un hueco. Algo que seguía en el fondo abierto como una herida, barro que subía a la superficie cuando movias un palo en el agua. El syv caliente no cambiaba que estaba más sola e incompleta.

- Y cuando visitas a tanta gente, y ves los sueños de la gente. No solo sus pesadillas, los sueños de Rocavarancolia son las pesadillas de otros. Hay oscuridad y luz. Y a veces alguna en cantidades abrumadoras. Pero esto son nuestras historias, esto es lo que queda para contar, y no tiene menos valor.

Su exposición terminó apagada, lejos de la melancolía, pero en menos viva y feliz. Los horrores no eran felices, solo eran, y ella acababa de recordar que estaba en la misma situación. Solo quedaba la firmeza de una convicción adquirida con el tiempo. Quizás Ayne podía entenderlo, y ser feliz eventualmente. Seon quería que lo fueran ambos.

Ayne guardó silencio tras la respuesta de la soñadora. Que el monstruo que era ya estaba dentro de él desde siempre, que hubiese sido un monstruo toda su vida, era algo que le costaba asimilar, algo a lo que daba muchas vueltas. Por un rato dejó que Eara llevase la conversación, pero no dejó de escuchar en ningún momento. Sentía gran curiosidad por el dominio de Seon. Pensó que, si él tuviese la capacidad de crear sus propios mundos en los que encerrarse, él también se habría vuelto un tanto excéntrico. El mundo real al lado debía de saber a poco.

Eara escuchaba fascinada, aunque a veces le costaba seguir las palabras de Seon. Culpó a su falta de conocimientos, pero aun así era evidente que a la aurva le gustaba expresarse a su manera.
—Tu habilidad suena maravillosa, Seon —le dijo. Por discreta que fuera, en su voz se filtraba la admiración.
Eara había encontrado otra transformación que le habría encantado tener y a la que no veía grandes desventajas. O eso pensó al principio. Poco a poco, la voz de Seon fue perdiendo alegría. Aunque se trató de un cambio sutil, la mención a pesadillas y oscuridad ajenas también lograron que Eara se replantease si todo eran ventajas. Decididamente tenía que haber muchos sueños donde no querría entrar aunque pudiese.

Los sinhadres ya se habían deshecho de los bártulos de limpieza y se habían servido un vaso de syv. A aquellas horas la torre era extrañamente silenciosa, casi no hacían ruido ni los muebles.
—Entonces, ¿solo puedes hacer esas cosas dormida? —preguntó Eara—. Normalmente duermes durante el día, ¿no? Es raro que no nos hayamos visto hasta hoy.
—¿Nos has visitado en sueños alguna vez? —preguntó el edeel entonces. De pronto le preocupaba qué podía haber visto la soñadora que él no recordase, y no fue hasta después de formular la pregunta cuando pensó que tal vez debía haber sido un poco menos directo. No debía haber insinuado que la aurva entraba en sueños ajenos sin permiso.

- Duermo tres cuartos de la noche, para ser justos, y van cambiando. Tengo algunas alarmas puestas, hay días que son más de seis horas de estar aquí... depende. Tengo que comer y moverme y esas cosas. He estado aprendiendo magia - para distraerse del vacio enorme que aun sentía cuando pudo levantar de la cama por primera vez desde que Alder se fuera por el portal - porque casi no sabía más que lo de cosechada. Y acumulo magia para tonterias, la verdad. Y dinero. Lo uso en vestidos y cosas bonitas, sobre todo, cuando no echo nada útil en falta.

Luego se giró a Ayne y sopesó la pregunta. Optó por la sinceridad.
- Sí, visito a los cosechados. No cuenta como intervención, y me gusta conocerlos. A veces es apenas asomar la cabeza. Pero también doy sueños a algunos. Lo que sienta que necesitan- dijo. No siempre era descanso y amor. Con los recien llegados, Seon desplegaba ya todo su manto creativo. Había lecciones que aprender, miedos que encarar. Era mejor hacerlo antes de que tuvieran consecuencias. Si un día Pandora la arrastraba lejos, al día siguiente le llevaba a un prado de flores, y lo imaginaba descansar-. Si os incomoda que os visite, solo teneís que decirlo, pero si venis, tengo mucho que enseñaros- sonrió apretando los labios-. Ahora suelo tener mucho trabajo. Vendo sueños, los que sean que hagan felices a la gente. Podemos incluso soñar los tres a la vez.

Eara escuchaba con toda la curiosidad del mundo el estilo de vida de Seon. Le sorprendían muchos detalles, como que no pareciese darle demasiada importancia a la magia y tuviese que forzarse para moverse y comer. Aún más interesante le pareció que pudiese vivir de vender sueños, y sin embargo le producía rechazo en cierta medida que alguien pudiese colarse en los pensamientos ajenos y descubrir todo tipo de secretos en ellos.

Ayne se preguntaba qué tipo de sueños eran aquellos en los que había participado Seon que concerniesen a cosechados. No había respondido claramente a su pregunta, así que seguía sin saber si lo habían experimentado alguna vez o no. Ayne esperaba que no. Un sueño de su cosecha, el más vívido que había tenido nunca, volvió a aparecer en su memoria, pero no creía que tras él estuviese la mano de aquella chica. Por otro lado, que ella lo hubiese presenciado habría sido demasiada casualidad.

—Vender sueños a medida parece un buen negocio, pero… ¿cunde aquí? —preguntó el anima con genuina curiosidad. En Rocavarancolia todo parecía al alcance, así que le costó un poco recordar que en sueños las ambiciones no tenían ni por qué ser realistas. Tal vez sí que era un negocio estupendo.
—No es algo que podamos pagar ahora mismo, pero si alguna vez surge la ocasión, pensaremos en ti —rechazó amablemente Eara su ofrecimiento. No se le ocurría cómo aquellos servicios podían ser más necesarios que cualquier otro lujo, pero no quería sonar definitiva. En el fondo, Eara sentía un gran interés por todo aquello, y no estaba segura de si tenía sentido pedir una visita a alguien que vivía de eso—. No creo que me incomodasen las visitas, por supuesto.
—A mí tampoco —añadió el edeel. La curiosidad habló por él, pero lo cierto era que le preocupaba lo que pudiese ver la otra sinhadre en sus sueños.

- Si algo falta en Rocavarancolia es descanso, satisfacción y felicidad- replicó Seon - Puede que el escenario este hecho a medida, pero no hay nada que eches de menos? Algo que quieras vivir sin miedo a consecuencias? O un lugar donde estar seguro, sin más, tomar un té, explotar pompas, explorar barcos hundidos? Todos vinimos siento jovenes. A mi al menos todavía me gusta jugar.

Luego se tragó una risa a medias, para no ser maleducada.
- No intentaba cobraros nada. En mi tiempo libre, me gusta pasar tiempo con otros. Pensad en ello como una visita de una casa u otra: no vas a ver mas lo que ya está puesto. Quizás algunas que quieren formar parte del decorado, pero que se pueden empujar con el pie. Y cambia todos los días. En mi caso, cambia cuando yo quiero. Pero es lo mismo que si os dijera de subir a mi cuarto, no os pediría monedas por ello- sonrió- Es verdad que puedo ir solo de paso, pero me refería más a hacer algo juntos, si os apetece.