Charla sinhadre

Recuerdo del primer mensaje :

Una vez regresaron del Macetero habiendo arreglado y explicado todo para que Neil pudiese empezar a trabajar al día siguiente su nuevo compañero de trabajo insistió en invitarles a pasar por la Sede para darles unos dulces que había hecho él mismo para ellos. La idrina tuvo que rechazar su oferta con todo su tacto lacustre ya que no podía perder más tiempo ese día: debía dedicar al menos una buena parte del día diariamente a preparar el terreno para su futuro negocio, ya fuese estudiando o planeando los pasos a seguir. Iba completamente en serio con aquello y tenía mucho por hacer y aún más ganas de llevarlo a cabo.

Debido a ello, el grupo acordó que la pareja de neófitos les acompañaría hasta Serpentaria tras pasar brevemente por la Sede, a lo que la nebulomante no tenía objeción alguna que poner. Agradeció el regalo de Neil asegurándole de que le vendrían muy bien mientras estudiaba y que al día siguiente llevaría ella misma algo similar al trabajo.

Una vez en la torre de hechicería la idrina se giró hacia los sinhadres con intención de despedirse, pero había algo más en su cabeza desde que habían abandonado la plantación.
—Por cierto, si tenéis algún amigo que busque empleo y pudiera sustituir a Ayne como guardia de seguridad hacédmelo saber a… —De pronto se detuvo a media frase, sobreviviéndole un recuerdo de la noche en la que había visto por primera vez al grupo al que pertenecían Adru y Neil—. De hecho, ¿no es amiga vuestra una argos magnética?
Una roquense llena de ojos había llamado su atención en aquel desafortunado primer encuentro, no solo por lo llamativo de su transformación si no porque Irianna ya conocía a otro argos y sabía, a grandes rasgos, en qué consistían sus capacidades.

Neil se removió incómodo cuando Adru describió cómo habían encontrado al cizaña en su luna, por suerte Ayne le quitó importancia al explicárselo a Eara cuando está entró por la puerta y el brujo se volvió a relajar sobre el asiento volviendo a un tema más fácil como era Pelusa, aunque sí miró de reojo el cuaderno que Eara había dejado sobre la mesa con un poco de impaciencia.

-Podemos decírselo. No estoy seguro de si te tomará la palabra, porque Pelusa es muy reservada cuando con quien no conoce, pero seguro que os caéis bien -contestó Neil animado, feliz de que su amiga fuera a tener un apoyo en alguien que parecía tener experiencia en su tipo de transformación-. Todavía me cuesta un poco entender lo de los precios. Para mi es muy fácil ver cómo los brujos ganamos magia de nuestros dominios o las transformaciones que ganan magia con el tiempo, pero las que tienen ese tipo de precios, no sé, me cuesta más -dijo un poco avergonzado de su propio desconocimiento-. Pelusa, por lo que sé, gana magia defendiendo a sus amigos.

El comentario de Ayne le dejó claro que conocía a otro de esos cizañas y se preguntó si todos serían igual de horribles, porque estaba claro que si el edeel había sospechado de su conocido es que no era mucho mejor que aquel que les había hecho daño a ellos. Cambiaron de tema, sin embargo, y lo cierto es que el gamusino tampoco quería insistir en aquel tema tan desagradable.

Asintió después de la explicación de su aurva.
—Es verdad, yo tampoco entiendo muy bien cómo funciona todo eso de los precios porque además yo no puedo hacer magia, pero lo de Pelusa parece complicado… ¿Tú también tienes uno de esos precios? —le preguntó al edeel—. Seguro que Pelusa agradece la ayuda, también le va a ayudar alguien que se parece mucho a ella pero no es exactamente igual… Se llamaba Vac, ¿verdad? —lo confirmó con su aurva, no fiándose de su memoria—. Ah, Pelusa es una spriggan, por si conoces su transformación.

Ayne asintió con comprensión cuando Neil explicó las reservas que podía tener su amiga. Se había ofrecido por cortesía, no le ofendía que ella no se sintiese cómoda hablando con un completo desconocido. Podía entender ese sentimiento.

Tras eso se revolvió con cierta incomodidad al escuchar al aurva hablar de cómo le costaba comprender los precios más complejos, pero luego vio en su expresión que parecía más una duda genuina que no una forma de expresar sus prejuicios. Parecía suceder lo mismo con su edeel. No hablaban de aquello con el disgusto con que él mismo lo habría hecho no mucho tiempo atrás, y parecían apoyar a su amiga por completo aunque no acabasen de comprender sus necesidades.

Cuando escuchó el precio de la amiga de la pareja en palabras de Neil se quedó desconcertado durante un momento. Aquello no acababa de sonar a precio inmoral y pensó que tal vez había malinterpretado la situación. Pero, por otra parte, nunca había oído hablar de un precio de ese tipo, y acabó de comprender que probablemente era una simplificación muy idealizada cuando Adru mencionó al hado infernal del burdel.
—Oh, Vac es amigo de Irianna. Siempre habla bien de él —intervino Eara, con una pequeña sonrisa, pensando que les gustaría saber aquello.
—Nunca he oído hablar de esa transformación —dijo Ayne tras Adru—, pero si se parece a hado infernal me puedo hacer una idea aproximada de cómo es. Hay muchos tipos de precios inmorales —explicó mirándolos a ambos y a su syv intermitentemente—. Algunos son más desagradables que otros. Si son complicados es porque no se trata solo de poder o no poder hacer magia, te van cambiando por dentro poco a poco. Se vuelven necesidades, como comer o dormir. Yo también tengo una transformación de ese tipo —aclaró mirando a Adru, que era quien había preguntado—, suena peor de lo que es —añadió con vacilación, y se encontró con la mirada de Eara, animándolo a compartirlo. Tarde o temprano se iban a enterar, y parecían más curiosos que prejuiciosos. Si no fuesen sinhadres, Ayne se habría encontrado hablando con más naturalidad de todo aquel asunto—. Puedo alimentarme de las almas de las personas. Fragmentos, que se regeneran con el tiempo —puntualizó, para suavizarlo. Jamás tomaría el alma completa de nadie, aunque tuviese la capacidad e incluso la tentación de hacerlo.
»Siento que pueda resultar incómodo, podemos cambiar de tema si lo preferís.
—No es fácil acostumbrarse a ese tipo de cosas, pero incluso yo puedo entenderlo un poco —dijo Eara, pensando que su opinión como no transformada serviría de apoyo para el anima. Este, de hecho, la miró con sorpresa durante un instante.

Cuando Adru le preguntó si había dicho bien el nombre del hado que iba a ayudar a Pelusa, Neil asintió. No es que el brujo hubiera tenido relación con él, pero se acordaba de todos los nombres y caras de las personas que había conocido cuando habían ido a visitar el Burdel. Y la verdad es que le alegró bastante que Irianna fuera amiga del hado porque le servía de confirmación de que era una buena persona.

Neil atendió con interés la explicación sobre los precios inmorales de Ayne, intentando entender un poco más sobre ellos, sin sorprenderse demasiado de que la transformación de Ayne fuera de ese tipo, ya que había aprendido que esos precios solían ir acompañados de apariencias amenazantes y aunque el edeel le caía muy bien no podía negar que sus cuencas vacías le daban un poco de miedo. Pero cuando confesó qué precio era el suyo no pudo evitar jadear con estupor. El mismo Ayne había dicho que sonaba peor de lo que era, pero Neil no podía ni llegar a imaginar el horror por el que el edeel debió haber pasado al enterarse de su precio.

-Oh, Alma -exclamó cuando salió de su conmoción-. Lo siento muchísimo. No puedo ni imaginar por lo que habrás pasado.

A Neil la noticia le había entristecido mucho. No era la cuestión del precio en sí lo que le había afectado, sino el hecho de que le tocara a un sinhadre. El brujo sabía que no en todos los mundos se tomaba el alma con la misma consideración o bajo las mismas creencias y precisamente por eso consideró que era bastante injusto que fuera un sinhadre quien tuviera que hacer las paces con la idea de robar el alma de alguien aunque fueran fragmentos.

Aunque a Adru le había caído bien todo el mundo cuando fueron de visita al burdel, incluido el hado infernal, pero también le parecía bueno saber que era amigo de Irianna. No se imaginaba a gente tan amable como aquella pareja sinhadre o la idrina teniendo amigos peligrosos. Ellos mismos les habían querido advertir de esa clase de gente en varias ocasiones, de hecho.

Trató de no perder el hilo de la explicación de Ayne sobre los precios que llamó “inmorales” mientras daba otro sorbo a su syv. Le entristecía saber que era mucho más complicado que simplemente decidir o no lo que querías hacer y agradecía no haber acabado con ninguna de esas transformaciones. No juzgaba a nadie por ello, pero el gamusino no quería pensar en tener que hacer daño a alguien y de formas tan retorcidas a veces sin motivo alguno. Se alegraba de que al menos el precio de Pelusa implicase defender a alguien, porque crearía menos conflicto en la mona del queso.

Su reacción ante lo que reveló el edeel fue muy similar a la de su aurva: sentía lástima porque a Ayne le hubiese tocado algo que entraba tan en conflicto con las creencias sinhadres, pero no le parecía peor que cualquier otra cosa. Además parecía que no era algo irreversible.
—Sí, ha tenido que ser muy duro —dijo tras Neil—. No te preocupes, a mí no me incomoda hablar de esto… Es mejor hablar las cosas en lugar de fingir que no existen, ¿no? —Hizo una mueca al darse cuenta de que él mismo no había seguido del todo bien su propio consejo con el tema del ejército, aunque fuese realmente la misma cosa—. De hecho, bueno. Cada vez entiendo menos muchas cosas sobre Sinhdro, aunque no sabría cómo explicarlo.
Finalizó torpemente el syv. No quería extenderse sobre algo tan conflictivo en aquel momento, ya le iba a dar demasiadas cosas en las que pensar a Neil, y su reacción cuando reveló su género le habían dejado claro que el aurva no estaba preparado para ciertas cosas.

El nerviosismo del anima se tiñó de desconcierto cuando detectó más lástima en sus voces que horror. No se había equivocado al juzgar a los chicos, pero por alguna razón no sabía bien cómo actuar tras eso. Empezó a sentir que no tenía que justificarse, él y Eara habían sido más tercos y cerrados de mente de lo que lo era aquella pareja. No pudo evitar pensar en la de conflictos que se habrían ahorrado si hubiesen sido más como Adru y Neil desde el principio, y no solo en lo que respectaba a su transformación.

—Pienso lo mismo —dijo Eara, dedicándole una mirada al anima, cuando Adru mencionó que no tenía sentido fingir que las cosas no existían. Eara se había dado cuenta de que ella también era responsable de que Ayne no pudiese hablar sin tapujos de su transformación, como si lo hacían otros. Tras estar presente en alguna conversación incómoda con Rasqa, lo de Ayne no era para tanto. Sabía que el precio como tal no era lo único que llevaba mal, pero habría tardado menos en adaptarse si al menos hubiese sido más comprensiva desde el principio.

Ayne le devolvió la mirada, un poco sorprendido. No era consciente de lo mucho que había cambiado de postura ella precisamente porque siempre evitaban el tema. Pero no era el momento de hablar de aquello, con la otra pareja presente. La siguiente afirmación de Adru les llamó bastante la atención a los dos, demostrando que, para ser más joven que ellos y llevar menos tiempo en la ciudad, iba un paso por delante.
—Es normal… Habéis conocido muchísimas culturas nuevas, ya no tenéis un único referente sobre cómo deben ser las cosas —dijo Eara con suavidad.
—Sinhdro no es más perfecto ni mejor, solo es otro mundo más, con sus propias creencias. No tiene más sentido lo que predican los sacerdotes que cualquier otra religión, y solo tiene la importancia que cada uno quiera darle.
El anima no era capaz de ser tan comedido como Eara. Era dolorosamente consciente de la naturaleza de las almas, y asumía que las preocupaciones del gamusino tendrían bastante que ver con los aurvas sobrantes y, quizá, el trato diferente que se les daba desde que nacían.

Al igual que su edeel, Neil también había comenzado a cuestionarse algunas cosas de su mundo de origen. Aunque creía en el Gran Alma y la división de almas divinas y terrenales, había comenzado a pensar que quizás no todo lo que se les aplicaba como verdad inamovible era cierto. Si lo pensaba, solo un edeel más en su año y Adru hubiera sido considerada un alma completa y pura y habría terminado siendo una sacerdotisa, mientras que solo un aurva más y él habría sido considerado impuro e incompleto y habría sido sacrificado. En su momento, no se había cuestionado nada de esto porque tampoco conocía nada más allá, pero en retrospectiva aquello no era más que una coincidencia y no parecía realmente movido por ninguna fuerza natural. Él nació en el mismo año que Adru por tan solo unos días. ¿Quién le puede asegurar que el embarazo de su progenitora no se había adelantado y él realmente estaba destinado a nacer al año siguiente? Sí, como él creía, el alma era una corriente de dos energías opuestas que no se podían mezclar, ¿cómo era posible que los sacerdotes tuvieran un alma puramente divina y completa? ¿No sería más lógico pensar que esta era tan incompleta e impura como la de los aurvas rechazados al no tener su mitad?

Siempre le había parecido que la existencia de los sacerdotes era vacía y triste, completamente solos en un mundo de pares, amparándose en la completitud de su alma cuando no era posible que hubieran podido madurar de su niñez sin alguien que les complementara. Sus amigos de otros mundos le habían enseñado que la existencia individual era posible y lo habitual fuera de Sinhdro y él mismo no creía que Adru y él fueran un solo ser, sino dos seres que se complementaban, pero claramente no sería tan fácil asimilar una vida individual cuando todo lo que conoces se limita a un mundo en el que la piedra angular de la vida son las parejas.

-Las almas son lo que somos, sobre todo los sinhadres, pero también tu transformación es lo que eres. Como has dicho, se vuelve una necesidad. Para mi lo es el estar rodeado de cera. Sé que no es lo mismo, pero pienso que en esencia sí lo es -dijo queriendo dar a entender su punto-. Esa necesidad podría haber sido matar o comer gente, pero fue comer... almas. ¡Si lo piensas no es tan malo! Quiero decir, las otras dos son más... fatales. Tú al menos solo comes fragmentos y dejas que el resto se regenere. El alma puede cultivarse y no suena a algo doloroso de hacer o de que te hagan y...

Neil se cayó viéndose que había divagado demasiado y un poco enfermo por haber hablado tanto de comer gente, almas y matar. Él solo quería demostrar que él podía llegar a entender esa necesidad y que no iba a juzgarle por querer satisfacerla. No pretendía estar presente cuando lo llevara a cabo, porque era tan impresionable que probablemente vomitaría tal y como se lo imaginaba, pero eso no quería decir que iba a rechazarlo o tacharlo de mala persona por hacerlo. A Neil las apariencias atemorizantes le seguían pareciendo igual de terroríficas que cuando llegó a la ciudad, pero al igual que le habían intimidado y dado respeto el aspecto de algunos de sus amigos y había descubierto que eran maravillosas personas a los que en la actualidad consideraba su familia, no iba a juzgar a los transformados que fuera conociendo por su aspecto o lo que implicaba su transformación, sabiendo que podían ser maravillosas personas aunque su apariencia gritara lo contrario, aunque le gustaría poder evitar asustarse por esto último, ya que supuso que no debería ser agradable sentir que asustas a la gente por ser como eres.

Asintió con efusividad a las palabras de Eara, pero se mantuvo en silencio mientras Neil explicaba su punto de vista. El aurva le sorprendió: puso con palabras muchas de las cosas que él mismo no hubiera sido capaz de expresar con tanta claridad, aunque no podía saber que en realidad sus pensamientos habían ido por derroteros incluso más similares de lo que hubiese imaginado.
—Sí, eso es —volvió a asentir con fuerza tras el brujo de la cera, no pudiendo estar más de acuerdo con él y con Ayne—. Gracias: yo no sabía explicarme bien. Además… en Sinhdro se hacen cosas horribles también —se cruzó de brazos, frunciendo el ceño—. Y seguro que… Seguro que hay edeels que tratan mal a sus aurvas, ¿verdad? —Miró a Eara y Ayne al decir eso—. Yo he pensado en eso a veces después de… de saber cómo de crueles son algunas personas. Solo he conocido a gente de nuestro mundo buena, pero ya no soy tan inocente como para pensar que no la hay. Sobre todo si nadie ha hecho nada nunca para que no… no maten a los aurvas sobrantes.
Al terminar de hablar buscó la mano de Neil. Ya había notado que la conversación hacía algo de mella en él a pesar de haber expresado su punto de vista con tanta claridad, y probablemente aquel tema no mejoraría las cosas.

Ayne se sintió agradecido por los intentos de Neil de justificar su precio. Aunque no acabase de entenderlo o no supiese explicarse a la perfección, sus buenas intenciones estaban presentes en sus palabras.
—Lo cierto es que sí puede llegar a ser fatal, pero no tengo intención de hacer daño a nadie —admitió mirándole. Ya no tenía por qué suavizar nada, pero tampoco iba a ahondar más en el tema sin necesidad.

Por otro lado, lo que estaba diciendo Adru también le interesaba. Cuando los miró tras preguntar si había edeels que tratasen mal a sus aurvas el anima tuvo la tentación de apartar la mirada. ¿En qué categoría caía él exactamente? Sabía que habría casos peores, que no intentar conocer a la verdadera Eara y pensar que la sociedad que la había criado no influía en sus deseos y actitud no eran los pecados más graves que podía cometer un sinhadre. Sin embargo aún le sentaba mal haberse dado cuenta de eso no hacía tanto.

—Es algo que yo también me he empezado a preguntar —respondió Eara, tomando la palabra cuando Adru habló de los aurvas sobrantes—. Sabemos de primera mano lo que es vivir allí, ver eso como normal… pero no puedo decir que no pensase antes que no era justo, o que no acabase de entender por qué los aurvas sin pareja debían regresar al Gran Alma antes de tiempo, cuando ya habían vivido catorce años ellos solos. Y aun así pensaba que simplemente eran así las cosas. Pero luego llegué aquí y conocí a tantos otros aurvas sin pareja…
»Aún estoy confundida hoy en día. Me parece demasiado cruel justificar… todas esas muertes. Y sin embargo si dejo de lado esas creencias me aterra pensar que han sido en vano.
Eara sabía que estaba comenzando a aceptarlo, que sencillamente se escudaba en sus antiguas creencias para no sufrir demasiado en el proceso.
—Yo ya no puedo creer en nada de eso. No he sido aurva y no puedo entender realmente cómo fue para vosotros vivir con miedo mientras crecíais —dijo, y miró específicamente a Neil y a Eara en ese momento—. No voy a decirle a nadie cómo debe pensar, pero lo que sí sé es que las almas de todas las personas son iguales para mí, incluso en Sinhdro.

Neil sonrió satisfecho cuando Adru le agradeció por poner en palabras lo que también él pensaba. Aunque también puso en palabras algo que Neil no había estado pensando en ese momento, pero que también le afectaba. Especialmente, la parte de los aurvas que sobraban. Él había pasado mucho tiempo de su vida asustado por ser uno de ellos y preguntándose qué sentido tenía su vida entonces si ese era el caso. Por suerte para él, su inclusión en la familia de Adru y, posteriormente, su llegada a Rocavarancolia, le habían permitido abrir un poco más su mente de lo que había estado cuando se encontraba bajo el cuidado de los sacerdotes y había comenzado a cuestionarse algunas de las contradicciones de estos. En realidad, hasta el momento no había tenido oportunidad de profundizar ni hablar de ello, pero podía ver como era algo que había estado en su mente dando vueltas a la espera del momento.

Neil apretó la mano del gamusino agradecido por su apoyo, contento de tenerlo a su lado en esta conversación tan profunda. Ante las palabras de Ayne, el brujo se limitó a asentir, no demasiado afectado por la confesión, ya que eso solo reafirmó su opinión sobre como aquello hacía a Ayne más buena persona. Cuando Eara habló de los aurvas tras Adru, Neil asintió efusivamente, familiarizado con el sentimiento.

-No sé cómo habrá sido para Eara, pero no fue agradable para mi -confesó, menos avergonzado y cohibido de lo que hubiera imaginado que le supondría en una situación diferente-. En nuestra zona, cuanto más claros fueran tus ojos, más probable era que, de haber aurvas de sobra en tu generación, fueras el elegido. Y en mi generación yo era quien tenía los ojos más claros. Yo en realidad no fui consciente de esto hasta los 8 años aproximadamente, pero hasta que descubrí que en mi generación había el mismo número de aurvas que de edeel a los 12 años fueron momentos duros.

El gamusino no podía estar más de acuerdo con todo lo que decían Eara y Ayne respecto a aquel tema pero no quiso añadir nada más hasta que Neil dijese lo que opinaba al respecto. No quería en ningún caso herir su sensibilidad y le importaba más lo que opinase él de aquel tema que ella misma. Le puso triste recordar que para el brujo esperar el día del ritual de la unión no había sido algo emocionante si no aterrador: tan solo la casualidad había salvado a Neil de… No quería ni pensarlo.
—No tiene ningún sentido… —agregó escuetamente en tono decaído.
En ese instante no se sentía capaz de añadir nada más a la conversación, sintiendo que en algún momento, pronto, debería hablar con Neil acerca de aquel tema.

Eara escuchó las palabras de Neil sin poder evitar sentir orgullo por la valentía que suponía contarlo, incluso si ese pensamiento no hacía más que revelar lo que residía en su subconsciente, lo que realmente pensaba sobre todo aquel asunto. Nunca había oído hablar de aquella preferencia que había mencionado Neil, pero conocía otras y eso le hacía comprender mejor que nunca lo arbitrarios que eran los criterios de los sacerdotes. Cosas como aquella ahora comenzaban a hacerle hervir la sangre.

Para Ayne no era muy diferente. Se daba cuenta de lo ridículo que sonaba, pero también se sentía estúpido por haber crecido ajeno a todo ello. Resultaba muy fácil ignorar una realidad que no se vivía y, si bien de pequeño le había sorprendido lo de los aurvas, los sacerdotes se encargaban de embellecer la explicación de forma que pareciese incluso que lo hacían por su bien.

Tras el comentario alicaído de Adru se hizo un pequeño silencio en el que reposaron las palabras del brujo. Era una conversación difícil y dolorosa, y Eara no sabía cómo suavizar el ambiente para que dejasen de pensar en aquella situación sobre la que difícilmente podían hacer nada.
—No lo tiene. —Ayne tomó la palabra tras Adru—. Pero tampoco lo tiene el Coro de Roca Sagrada, o la sociedad ochroria, y quién sabe cuántos más mundos con guerras por motivos absurdos. Vayamos a donde vayamos siempre va a haber injusticias, dentro o fuera de Rocavarancolia.
Su negatividad logró que Eara encontrase las palabras que quería decir.
—No podemos sentirnos mal por las cosas que están fuera de nuestro alcance. Siempre han estado ahí y seguirán estándolo… Pero al menos podemos ayudar a la gente que tenemos cerca. Es lo que me gusta pensar, aunque no pueda hacer tantas cosas por los demás como me gustaría.
La sinhadre le mostró una pequeña sonrisa a los demás, y notó cómo el anima la miraba con cierta extrañeza. Tal vez ella no poseía dones de la Luna Roja, pero a él difícilmente se le ocurría una persona más apta para ayudar a otros.

No continuaron hablando de cosas negativas, sino que pronto Eara sugirió proseguir con el intercambio de recetas y el ambiente terminó por volver a la normalidad. Tras eso la pareja no tardaría en volver a la sede, antes de que se les hiciese demasiado tarde para cenar con sus amigos. Habían dejado una buena impresión en Eara y Ayne después de aquella charla sincera.

Neil asintió ante las palabras de Ayne. No era nada agradable reconocer que tu mundo era injusto, pero eso no significaba que en el resto de mundos las fueran más fáciles y justas. Lo cierto era que no parecía haber ningún mundo totalmente justo entre todos aquellos que convergían en Rocavarancolia, pero que como decía Eara no podían sentirse mal por lo que no podían cambiar, pero si podían ayudar en las ocasiones en las que aquello era viable.

Por suerte, Eara cambió de conversación consiguiendo que dejaran de hablar de cosas tan tristes y pronto volvieron al intercambio de recetas, un tema de conversación mucho más bonito, animado y deseable si le preguntaban a Neil.

La conversación no duró mucho más ya que se hacía tarde para que Adru y Neil volvieran a la sede y mientras se iban Neil declaró que quería volver a repetirlo, ya que había disfrutado mucho la tarde y ya consideraba a Eara y Ayne amigos.