Mesón “El jardín de sevli”

Neil rió ante las payasadas de su edeel antes de volver al interior del mesón.

-Creo que van a tardar un poco en entrar. Parecía que querían jugar un rato más -informó el aurva cuando estuvo de nuevo en la mesa con sus anfitriones y Amira-. ¿Os importa si me quedo aquí un momento antes de volver a la cocina? Quiero ver cómo me ha quedado el pan.

Cuando nadie puso impedimento en que se quedara, Neil tomó asiento al lado de Eara y se sirvió un poco del pan. La receta de este era la que más dudas le había generado, pero estaba satisfecho de comprobar que estaba tan bueno como cabría esperar.

-Me alegro mucho de que te guste, Amira. Te puedes llevar un poco si quieres cuando te vayas. O, bueno, no sé si queríais quedároslo vosotros -dijo mirando a los sinhadres-. Va a sobrar bastante de todo, ¿quizás podéis usarlo de postre para el mesón? Aunque no sé si eso es correcto o si queréis, claro. Podéis no querer, por supuesto, no es una obligación ni nada -tartamudeó poniéndose un poco nervioso ante la posibilidad de haberse excedido.

—Capitán Gamusino, Caballero Demoníaco y El León Sombrío —repasó los motes de cada con una gran sonrisa—. Está claro que nadie puede detener a este trío de aventureros.

No pudo evitar reírse cuando no solamente Eitne les dijo en secreto que robasen la tarta, si no que Nime ideó un plan enseguida sobre cómo hacerlo.
>>Es una idea intrépida sin lugar a dudas, pero me temo que nos es imposible llevarla a cabo en nuestras condiciones actuales: tendríamos que reclutar al propio Hechicero de los Dulces al que tratamos de robar para que pudiera hacerme invisible: —señaló al interior del mesón a través de una ventana donde se encontraban la otra pareja sinhadre y Amira realizando la entrevista— ha dejado al lado de los Custodios del Mesón y la Guerrera Plumasrrojas el botín, así que me detectarían enseguida. Además, seguro que se nos caería mucha, mucha tarta al suelo intentando lanzarla: pesa muy poco y si ya es difícil controlar la velocidad de los fifas, no quiero imaginar un simple trozo de pastel.

Confiaba que adornando la explicación bastaría para convencerlos de seguir con lo que había propuesto inicialmente y simplemente seguir jugando un rato más antes de entrar a probar las nuevas delicias una vez estuviesen en su punto óptimo. No quería dar ningún problema a Neil, pero mucho menos entorpecer la entrevista de Eara y Ayne.

Casi costaba creer lo bien que se le daba a Adru lanzar y recoger los discos teniendo en cuenta su torpeza natural, pero lo cierto era que cualquier actividad física era su punto fuerte y, sobre todo, si se trataba de algo tan simple como aquello. Aun así los pequeños no se lo estaban poniendo fácil en absoluto, pues Nime era prácticamente tan fuerte como ella misma y Eitne hacía uso de magia para equilibrar las cosas. Se estaba divirtiendo considerablemente, pero cuando vio que Neil regresaba de la cocina y tomaba asiento consideró que era una señal para finalmente entrar y comer tarta… Y lo que se terciase.

—Mis compañeros de fatigas: creo que tras este duro entrenamientos nos merecemos la recompensa final —les diría mientras abría la puerta para volver a entrar—. ¿Ya está la tarta fría, Hechicero de los Dulces? —le preguntaría a su aurva volviendo a guiñarle un ojo—. Si todavía no habéis terminado podemos coger una porción de cada cosa y la comemos fuera —se dirigió también hacia la otra pareja sinhadre.

El comentario de Adru le sacó una sonrisa a Eitne.

—¡Somos im-pa-pa-parables! —canturreó.

Luego dejó los fifas en un segundo plano y se acercó al gamusino y a la demonio mineral para elaborar el plan, aunque sinceramente no hizo falta porque Nime ya lo tenía todo pensado. La bestia del crepúsculo asentía con seguridad mientras la libense hablaba, aprobando sus ideas de bombero como si se tratasen del modo más lógico de proceder para que el hurto tartero saliera bien. Por desgracia (y por suerte), contaban con Adru para disuadirles de llevar a cabo una tarea tan imposible como robar al Hechicero de Dulces sin dañar los dulces por el camino.

—¡Oh, no! Robar tartas a lo mejor está mal, pero derrochar tarta está peor y ni siquiera es divertido... —dijo exclusivamente a Adru y Nime—. Bueno, a no ser que haya una guerra de comida, pero creo que no es buena idea hoy.

Decidieron jugar un poco más con los fifas y el niño se quedó tan tranquilo, utilizando hechizos de levitación para recoger los discos que se le escapaban y otros de impacto para lanzarlos con más fuerza de la que su cuerpecillo disponía. Finalmente, Adru se percató de que la comida de Neil ya estaba lista y les indicó que era momento de parar. El niño ayudó a recoger los fifas mientras cantaba una canción que le había enseñado Guille ("Con un poco de azúcar esa píldora que os daaaan") y luego entraría de vuelta al mesón.

—(...) Satisfechos tomaréis... —Eitne seguía entonando mientras pasaban—. ¡Tarta!

Hablando de la cual, tenía una pinta increíble y Eitne estaba deseando que les dejasen quedarse dentro para comerla.

Eara y Ayne asintieron encantados de oír que su equilibrio era bueno, pero la chica era bastante parca en palabras, así que les gustaría ver cómo era cuando se soltaba un poco.
—Eso te será útil, sin duda —comentó el anima—Si quieres te enseño la cocina ahora y pruebas a servir las bebidas.
La intervención de Neil fue idónea para lo que estaban pensando. El chico trajo más comida y se puso a hablar con Amira, momento que ellos aprovecharon para probar y disfrutar de la tarta. Tal vez sería más fácil hacer que la chica se abriera si el resto volvían adentro y continuaban hablando un poco de esto y aquello. Era la primera persona que se interesaba por el puesto y no querían desperdiciar aquella oportunidad.
—Ay, no te preocupes, Neil, son tus platos, tienes todo el derecho de llevártelos para que también los prueben el resto de tus amigos o dárselos a quien quieras —respondió Eara al ofrecimiento del brujo—. Pero por supuesto que tampoco sería un problema servirlos. Te está quedando todo tan bueno que me encantaría hacerte algún encargo de vez en cuando, si tú quisieras —rio—. Justo les comentaba a ellos que nada me gustaría más que tenerte de compañero de fogones en el mesón.


En el exterior Nime aún se venía arriba con la idea de robar la tarta por pura diversión, aunque fuese para ellos de todos modos, pero la intervención de Adru y, posteriormente la de Eitne, le hicieron apretar los morros, bajar la mirada, y ceder.
—No hacía falta ser tan lógico, podíamos hacer un plan mejor sin más —musitó por lo bajo. Desde aquel momento Nime dejó de interpretar al guerrero demoníaco y pasó a jugar con los fifas como siempre lo hacían, hasta que la tarta se hubo enfriado un poco. Al menos Adru había dicho que ya podían entrar, así que eso mismo hizo, siguiéndolos, mientras sentía cómo se le hacía la boca agua.
—¡Tarta, tarta! —canturreaba. El ejercicio aparte de abrirle el apetito otra vez la había llenado de energía. Nime también prefería comer sentada, así que cuando Adru sugirió comer fuera ella también miró con cara de pena a la pareja sinhadre mayor.
—Comed dentro, no molestáis —les dijo Ayne, que esperaba que Amira se soltase más con la presencia de los niños.
—Tenéis ya los cubiertos en la mesa, sentaos —agregó Eara, señalando sus asientos con un gesto de la mano.

No entendía por qué estaba tan nerviosa con aquello. Estaban siendo amables con ella, dándole comida cuando ni la conocían, y sin embargo le costaba que le salieran las palabras y seguro que estaba quedando como demasiado tímida o como una borde. Pensó en excusarse al baño, a ver si conseguía relajarse un poco, pero la idea de la tarta le borró el pensamiento de golpe. Hacía tantísimo que no comía una…
Aunque en el torreón se las hubieran apañado, tampoco les daban demasiado como para hacer platos especialmente elaborados, y aunque alguna vez Luci había hecho postres elaborados aquello era bien distinto.
—Oh, agradecería mucho poder llevarme algo, si no es molestia —le dijo a Neil.

Eran todos tan amables que se sentía muy estúpida sin saber reaccionar, así que en cuanto Ayne sugirió que llevase las bebidas aceptó sin dudar. Además de ver la cocina, podría alejarse un poco del barullo. Siguió al ánima a la cocina, esperando que le enseñase dónde estaba todo.
—Perdona, es que estoy nerviosa y… —miró al suelo, sin saber si aquello estaba sonando mucho a excusa —. Me está costando un poco soltarme.

Neil sonrió a los niños cuando entraron con toda esa energía y no perdió tiempo en cortarles un trozo de tarta a cada uno y entregárselos.

-Aquí tienes, Capitán Gamusino. Espero que lo disfrutes -le dijo a su edeel con cariño al darle el plato y luego se le entregó los suyos a Eitne y Anime-. No os lo comáis deprisa, ¿vale? Lo último que quiero es que os duela la tripa luego.

Una vez se aseguró de que todos tuvieran su pedazo de tarta servido, se volvió a sentar frente al suyo un poco tímido por las palabras de Eara.

-Oh, bueno, me encantaría, la verdad. Aunque la plantación me ha dado la oportunidad de tener abejas y aprender mucha alquimia, a veces se hace un trabajo un poco aburrido. No me malinterpretéis, agradezco mucho la oportunidad que me distéis al sugerirme a Jack y Erika y ellos me han enseñado mucho, pero echo de menos tener más tiempo para dedicarme a cocinar, incluso a experimentar un poco más con las abejas. La verdad es que llevo un tiempo pensando en pedirle a Jack si puedo trabajar menos horas para dedicarle más tiempo a las abejas, pienso que se pueden hacer muchas más cosas con ellas -expresó una idea que le llevaba rondando la cabeza un tiempo-. Podría usar ese tiempo también para cocinar para vosotros, si os parece bien.

El brujo estaba algo avergonzado por sugerirlo, a pesar de que la oferta venía de Eara, ya que no quería abusar, pero a él le encantaría tener la oportunidad de cocinar tanto como para que todo el mundo pudiera probar sus dulces. El aurva no quiso decir nada más tanto porque le daba apuro pensar en decirles a Jack y Erika que se iba, como porque Eara solo había hablado de encargos y él no quería saltar a algo más y hacer que sus amigos se sintieran incómodos.

-Por supuesto, Amira, no es ninguna molestia, te lo he ofrecido yo. ¿Prefieres que te prepare un poco de cada o algo te ha gustado más y quieres más cantidad?

Adru sonrió a Eitne, quien pareció entender por completo que no era buena idea robar tartas.
—Nos guardamos para otro día la guerra de comida… pero que no sean con cosas tan ricas como las que hace Neil —le dijo con una risotada.
Desde luego sería un completo desperdicio, por no hablar de una falta de respeto. Mejor que utilizasen cualquier alimento insulso que pudiese haber por la sede para algo así.

Nime, en cambio, no parecía tan convencida, y el gamusino solo pudo llevarse una mano a la nuca y componer una expresión a medio camino entre diversión e indecisión mientras se la frotaba distraídamente.
>>Lo siento, Caballero Demoníaco: pensar en buenos planes no es mi punto fuerte —le dijo a la libense como intento de disculpa todavía metida dentro del papel.
Por suerte, la promesa de tarta no robada pareció igual de válida y no hubo necesidad de intentar convencer más a la demonio mineral.

Como Eara y Ayne les dijeron que comiesen dentro les respondió con un entusiasta “¡vale!” y les hizo un gesto a los pequeños para que se sentasen también. Neil no tardó en servirles y Adru dejó escapar una risita.
—No prometo nada: la velocidad es una de mis especialidades. En general, pero sobre todo comiendo. Ejem… Pero es verdad: si se come muy rápido luego duele la tripa y dan gases, que es muy molesto —recordó a tiempo ser responsable para no dar mal ejemplo a la bestia del crepúsculo y la demonio mineral.

Mientras comía atendió a la conversación que pillaron a medias entre los otros tres sinhadres y la chica de la entrevista, quien parecía también encantada con los dulces de Neil. Apenas la conocía, pero le había transmitido una sensación muy buena y deseaba que sus amigos la contratasen. Pero aún más deseó que se hiciese realidad lo que parecían estar comentando Eara y Neil.
—¡Oh! Neil trabajando aquí sería algo mega genial —dijo sin poder evitarlo al terminar de tragar un trozo de tarta—. Irianna se fue hace poco de la plantación porque van a contratar a Tayron, ¿verdad? A lo mejor si encontramos a alguien más interesado en ocupar tu sitio a Jack no le parecerá mal.

Se aseguró, de paso, de intentar recordar que la humana se llamaba Amira cuando su aurva mencionó su nombre, porque por supuesto ya lo había olvidado pero quería ser amiga suya.

Eitne se dio cuenta de que a Nime se le había desinflado un poco el humor, pero no supo qué hacer para animarla. Con la gente que le conocía, además, su voz mágica no era suficiente y la demonio todavía podía enfadarse con él si elegía mal las palabras. La bestia del crepúsculo quería evitar algo así a toda costa, por lo que simplemente se dio tiempo a sí mismo para ofrecerle algo guay más adelante. Mientras tanto, el niño se sentía animado ante la previsión de tarta y se sentó en la mesa de buen grado, continuando su canturreo de Mary Pompis.

En cuanto Neil les dio los platos, el niño cogió un cachito de tarta con los dedos y se lo llevó a la boca y, aunque contaba como prueba de que era incapaz de comer lento, no dudó en mentir al brujo de la cera.

—¡Claro! ¡Me la comeré a poquitos! —dijo. Y pensó que no pasaba nada porque solo era una mentira piadosa.

El daeliciano se fijó en que el tema viraba a cosas serias como el trabajo y continuó comiendo, ahora sí con la cuchara. Sin embargo, en un momento en que creyó que los mayores no miraban. Cogió un poco de miga de la tarta, la hizo una bolita con los dedos y se la lanzó a Nime a la cara mediante un capirotazo.

—¡Nime, Nime! —susurró, a pesar de que nadie más les oía—. ¿Y si nos escapamos esta noche?

Ayne se levantó cuando Amira aceptó su proposición y la guió al arco por el que se entraba a la cocina. Desde esta se podía ver el comedor por la ventana por la que Eara le pasaba los platos, y al otro lado, donde estaban los fogones, el mesado y el fregadero había un buen ventanal que, aparte de iluminar bien la cocina, dejaba ver el patio trasero y la huerta al otro lado. Cuando Ayne escuchó las palabras de la chica dudó un instante. Calmar a la gente se le daba a Eara mucho mejor que a él, pero tras convivir tanto con ella esperaba que se le hubiesen pegado una cosa o dos.
—Es normal que lo estés. Cuando fui a mi primera entrevista no sabía ni qué hacer con las manos. —Exageró un poco esa parte, pero lo siguiente que dijo sí que era totalmente cierto—. Pero eso no es lo peor, sino estar en otro mundo, ¿verdad? Todo lo que conocías ya no es válido y no sabes ni qué es lo que se espera de ti. O no sabes con qué clase de personas te vas a encontrar. —Asegurarles que ellos no eran gente peligrosa no tenía sentido en esas circunstancias. Las palabras por sí solas no valían mucho—. Pero no te preocupes, aún acabamos de conocernos. Quédate un rato con nosotros y si no estás cómoda o cualquier cosa puedes decírnoslo con total confianza.
Empezó a preparar una bandeja mientras hablaba, pero la dejaría terminar de expresar cualquier cosa que quisiese decir antes de enseñarle dónde estaba todo en la cocina.


Eara entre tanto había escuchado la explicación de Neil con interés. Era cierto que atender el viñedo era una tarea exigente, y sabiendo eso de primera mano no quería abusar de Neil, incluso si él mismo se había ofrecido a usar su tiempo libre para cocinar.
—Oh, no, no, Neil… Me encantaría, pero tú tienes bastante con tu trabajo… —comenzó Eara. Se interrumpió porque Adru había hablado de que dejase el viñedo, lo cual le creó expectación. Miró a Neil con cierta timidez y preguntó, sin poder evitarlo—: ¿Habíais hablado alguna vez antes de dejar el viñedo? —Se sentía mal solo preguntando aquello, sobre todo por Jack, pero si Neil se interesase por su oferta no solo sería una situación ideal por ser sinhadre y poder aportar sus propias experiencias, sino que le encantaría trabajar con él por encima de cualquier desconocido—. Perdón… sé que solo ha sido una idea, pero me gustaría tantísimo trabajar contigo que solo imaginarlo me ha hecho ilusión —admitió, un poco avergonzada.


Nime, entre tanto, disfrutaba de los cachitos de la tarta haciendo caso de los consejos de Adru, dejando que se deshicieran en su boca. La tarta le había hecho olvidar el chasco, a fin de cuentas no necesitaban robarla para poder comerla, y mientras disfrutaba en silencio para no interrumpir la conversación, sintió un golpecito en la frente. Levantó la cabeza buscando al culpable y empezando a preparar la artillería con una miga de galleta que había sobre la mesa, pero se encontró con que Eitne solo había intentado llamar su atención. Al escuchar su propuesta abrió los ojos y giró la cabeza con confusión, pero se le escapó una pequeña sonrisa.
—¿Y eso? —preguntó, exagerando el movimiento de sus labios para no subir demasiado la voz—. ¿A dónde quieres ir?
La niña era todo oídos.

Desde la cocina se podía apreciar el jardín del patio, que además contaba con una huerta. Era precioso, y se notaba que estaba bien cuidado. Escuchó las palabras de Ayne con atención, sin saber muy bien a donde mirar. Era incómodo pensar que realmente nada de lo que sabía valía, pero más incómodo aún era darse cuenta de que no valía porque las condiciones en la Tierra eran peores que en Rocavarancolia.
—Sí, en parte. También es que…en mi mundo las entrevistas son mucho más duras. Sin experiencia previa no puedes conseguir trabajo, y quitarse de encima esa mentalidad es difícil.

Ya que Ayne y Eara fueran mejores o peores personas le era menos preocupante. Darse cuenta de hasta qué punto el capitalismo seguía condicionando su mente hasta en otro mundo donde vivía gente de orígenes muy diversos y donde una Luna te convertía en monstruo. Quiso reírse de lo ridículo que era aquello, pero lo redujo a una mueca.
» Claro. Agradezco mucho la invitación.
Además quería conocer un poco más al resto, relacionarse con gente de fuera de su grupo y su cosecha. No estaba de más tener más contactos.

En realidad, Neil se encontraba a gusto trabajando en la plantación, eso era indudable. Además, le habían permitido criar sus abejas ahí para mutuo beneficio y había aprendido mucho de Erika a partir de trabajar ahí, pero estaba claro para cualquiera que lo conociera que ese no era el trabajo de sus sueños. Al principio, el brujo no había pensado demasiado que quería hacer con su vida, la necesidad de trabajar había venido de la deuda por la pierna de Eitne en la que todo el grupo había querido aportar algo, pero hacía tiempo que eso se había pagado y la necesidad de dinero rápido sin pensar en uno mismo ya no era tal.

-La verdad es que sí sería bastante genial -comentó justo después de Adru-. En realidad no lo he pensado mucho, pero aunque agradezco mucho la oportunidad, no me veo trabajando en la plantación en el futuro -reflexionó con timidez y, envalentonado por los ánimos de su edeel, preguntó-: Si consigo un sustituto para la plantación, ¿me contratarías para trabajar a tu lado?

La promesa de Eitne sobre comerse despacio la tarta le granjeó una sonrisa y un asentimiento por su parte. Parecía que los niños iban a comerse la tarta tranquilamente, por lo que siguió atendiendo a la conversación entre Eara y Neil, cosa que le hizo no darse cuenta en absoluto de que volvían a hacer de las suyas haciendo uso de los poderes de Eitne.

—¡Sería tener a los dos mejores cocineros sinhadres del mundo trabajando juntos! —aportó después de su aurva con mucho entusiasmo, después de tomarse un buen trozo de tarta.
En su cabeza ya era una realidad, porque la aurva había afirmado que le hacía ilusión trabajar con el brujo de la cera, pero como el chico aun no parecía convencido del todo prefirió esperar a que la propia Eara se lo reafirmase antes de añadir nada más.
Mientras tanto seguiría disfrutando de los deliciosos postres de Neil y echando un ojo de vez en cuando hacia la cocina para ver si Ayne y Amira volvían.

Ayne sintió auténtica curiosidad por cómo eran las entrevistas de trabajo en la Tierra, pero tal vez era un tema para hablar en otro momento, y no durante una. Quizá se veían poco profesionales al lado de un comerciante de la Tierra, y aunque eso podía producirle cierta inseguridad, estaba claro que era una apreciación positiva para Amira.
—No hay ninguna razón para sentir presión. No sé a qué estás acostumbrada, pero ¿qué es lo peor que puede pasar? ¿Qué esto no sea para ti y terminemos rescindiendo el contrato? Sería incómodo, pero nada más. —Ayne no era tan expresivo como Eara, por lo que su intento de dar ánimos podía aparentar más frío, pero era genuino. El anima ya sabía que quería darle una oportunidad a aquella chica, y le devolvió la breve sonrisa cuando aceptó quedarse un rato más.
»Te digo donde están las cosas mientras sirvo las bebidas —le dijo, aún con una media sonrisa en la cara. Las explicaciones fueron breves, pero bastaba con abrir las alacenas para apreciar todo el contenido. La cámara frigorífica y el almacén de debajo de las escaleras también eran interesantes, así que se los mostró también, y cuando tuvo todas las bebidas en la bandeja se la ofreció para que la llevara a la mesa.
»Hoy no hace falta que seas elegante —bromeó.


Entre tanto Eara radiaba ilusión por lo que había dicho Neil, y las palabras de Adru se le subieron a la cabeza. No porque creyera que fuesen los mejores cocineros sinhadres, sino porque ya podía visualizar un futuro donde estuviese totalmente confortable con su compañero de cocina, uno cuya colaboración sería, además, muy beneficiosa para el mesón.
—¿De… de veras? —Casi no se lo creía—. ¡Eso sería magnífico! ¡Claro que sí! Nadie es más perfecto que tú para ayudarme con la cocina. Luces… —La sinhadre estaba anonadada porque había tenido la respuesta delante desde el principio y no la había visto. Pero era lógico, Neil no estaba disponible, y encima tenía las abejas y más cosas de las que preocuparse; no se le había pasado por la cabeza que fuese a dejar tan pronto su primer trabajo. Y lo sentía de veras por Jack, pero era una oportunidad que no quería dejar escapar—. Si de verdad es algo que quieres hacer, incluso podemos ayudarte a buscar un sustituto  —sugirió—. Espero no estar presionándote. Por supuesto, lo que tú desees hacer es lo más importante.

Amira sintió una punzada de nostalgia con las palabras del anima. El “qué es lo peor que puede pasar” le recordaba a todas las veces que su madre le había dicho lo mismo cuando estaba nerviosa por cualquier cosa, y en cierta manera ayudaba a calmar los nervios. Tenía razón, al fin y al cabo. Lo peor que podía pasar era que acabasen por no contratarla, y eso conllevaba…no poder comprarse cosas por gusto, porque en Rocavarancolia tenía techo y comida asegurado.

Atendió a las explicaciones de la cocina con interés. Estaba bien saber dónde estaban las cosas, y parecía estar todo muy bien ordenado. No había tenido nunca la oportunidad de entrar a ninguna cocina en un restaurante terrestre, pero era tal y como se imaginaba las de su propio mundo, así que tampoco había demasiadas sorpresas.

Sonrió de manera sincera ante la pequeña broma, ya sin apenas nervios. La pequeña charla le había venido bien para calmarse. Cogió la bandeja y la llevó hasta la mesa, con tranquilidad.

Neil sonrió animado por las palabras de Adru, pero fue la emoción de Eara lo que hizo que le brillaran los ojos.

-Vaya, yo… ¡Me encantaría! ¡Realmente me encantaría! -exclamó emocionado pensando en las posibilidades-. Sería genial si pudiérais ayudarme a encontrar un sustituto. Realmente Jack y Erika se han portado muy bien conmigo y no quiero dejarles abandonados, pero la idea de trabajar cocinando contigo… -. Cuanto más hablaba, más emocionado se veía el brujo-. ¿Crees que podría encargarme de los postres? Me encanta hacer postres. ¡Y así podría darle salida a toda la miel! Y en otro tipo de comidas también, por supuesto. ¡Ay, tengo tantas ideas! -exclamó entusiasmado mirando alrededor y luego a Eara directamente, cuando se dio cuenta de que quizás se estaba pasando un poco-. Qui-quiero decir si a vosotros os parece bien, por supuesto. Lo siento, lo siento. Es vuestro restaurante yo solo… lo siento.

A partir de ese momento, Eitne esbozó la mejor de sus sonrisas y de vez en cuando ponía el oído a la conversación principal de la mesa, para asentir en momentos que él consideraba oportunos. Parecía que a Neil le acababa de salir trabajo sorpresa y que la valkyria también había logrado lo que se había propuesto al entrar en el mesón, así que la sonrisa era sincera, por ellos, pero también era sincera porque le apetecía la travesura que estaban fraguando Nime y él.

—Pues no lo había pensado... —dijo en exclusiva para la libense—. ¿Y si nos colamos por un portal? O podemos ir a algún sitio divertido... ¿A la playa? ¿Ganiminides para buscar habitaciones nuevas? ¡Oh! ¿A la casa en la que siempre nieva? Oí que una vez salió un super pingüino... ¿A ti qué te apetece?

Como estaba pendiente de tantas cosas, al final lo que el daeliciano pensaba que sería una mentirijilla se convirtió en realidad: estaba comiendo la tarta muy lentamente. Y estaba para chuparse los dedos, eso también era cierto.

Si no fuera porque tenía las manos ocupadas con los cubiertos para comer tarta, el gamusino hubiese aplaudido en ese momento con mucho entusiasmo, viendo como la idea de Neil trabajando en el mesón se hacía realidad.
—¡Preguntaremos a nuestros amigos que aún no trabajan! —le aseguró a su aurva—. Seguro que encontramos a alguien en poco tiempo. Y si se lo recomiendas tú no creo que a Jack y Erika les moleste. No puedo esperar para venir a comer aquí aún más a menudo —añadió contagiándose todavía más con el entusiasmo del propio brujo de la cera.

No sabía de qué estarían hablando Nime y Eitne, pero estaba claro por el sonido de cascabeles que hacían que alguna de sus orejas se alzase de pronto al percibirlo que la bestia del crepúsculo estaba usando sus poderes para hablar con la libense en privado. Esperaba que no estuviesen pensando en hacer ninguna trastada que conllevara malas consecuencias.

Le distrajo la llegada de Amira, que traía bebidas en una bandeja y sonrió a la humana cuando le puso delante un refresco con muy buena pinta.
—¡Gracias! Yo creo que sabe servir muy bien —le guiñó un ojo y luego se giró hacia Ayne, como queriendo decir que daba su aprobación al servicio de la posible nueva camarera. La sutileza no era realmente el punto fuerte de la sinhadre.