Mesón “El jardín de sevli”

Tras buscar ayuda por la ciudad, Eara y Ayne dieron con un carpintero llamado Per que decían que era de fiar y se podía encargar de hacer las remodelaciones que necesitaba la casa, además de los muebles esenciales. En conjunto, no les iba a salir barato, pero tenían suficiente dinero ahorrado para pagar buena parte del trabajo y después devolverle poco a poco lo restante, una vez empezase a funcionar el local.

Habían contactado con el nublino para que fuese encargándose de la estructura de la casa mientras ellos todavía buscaban sustitutos para la plantación del Macetero, y ahora que habían dejado oficialmente su trabajo, aquello ya estaba hecho. El carpintero se había marchado no hacía mucho y había dejado a los sinhadres dando vueltas por la casa, maravillados. Acababan de recebar las paredes y todavía olía a yeso. De hecho, no era buena idea tocarlo.

Ahora que ya tenía la forma que debía tener era más fácil imaginarse cómo sería el negocio una vez abierto, y la casa. El espacio de la planta baja no era inmenso, pero probablemente tampoco lo sería su clientela en un día normal. Sería acogedor, o era así como Eara quería visualizarlo. Casi podía ver las mesas y las sillas de madera, las plantas y adornos, un perchero en la entrada y las cazuelas colgando por las paredes de la cocina. Sabía que no iba a ser fácil, pero en aquel momento estaba embelesada, porque ese lugar era algo que estaban consiguiendo con su propio esfuerzo.

Ayne tenía aún más preocupaciones, al encargarse de llevar las cuentas, pero no quería estropear aquel momento hablando de dinero. Además, había más cosas que decidir, demasiadas.
—Ya podemos plantar en el huerto todas las plantas que trajimos de Sinhdro —decía Eara en aquel momento con una sonrisa, asomándose por la puerta trasera al terreno de la casa. El muro volvía a estar levantado y el tejadito del pozo restaurado. Solo restaba devolverle el verdor.
—¿No decías que querías poner algunas dentro? —preguntó el anima—. ¿Cuáles quieres usar para decorar?
—Oh, sí, claro. Había pensado, quizá… ¿las enredaderas de sevli? Si se cuelgan del techo quedan preciosas cuando florecen. Con alquimia podríamos conseguir que siempre tuviesen alguna flor —explicó la chica, que parecía un tanto insegura con su decisión.
—¿No eran venenosas o algo así? —preguntó Ayne.
—No exactamente. No pasaría nada grave aunque te metieses una en la boca, pero si se concentran pueden irritar el estómago. No creo que causen ningún problema como decoración. No podemos poner las macetas cerca de las mesas de todos modos.

Eara empezó a señalar en qué rincones quedarían bien macetas con plantas, tanto en el suelo como colgantes. Tenían más o menos decidido cuántas mesas poner y cómo colocarlas, pero todavía no tenían claro cuánto mobiliario extra debían añadir.
—Creo que también podría ser bonito poner plantas en la entrada, o en la fachada, ¿qué piensas? —dijo Eara cuando se decidieron.
—¿Va a ser un mesón o un jardín? —preguntó el anima riendo, aunque rectificó al notar en su cara que ella lo había entendido como una queja—. Creo que quedaría de maravilla. Es la estética general del restaurante, ¿no? Madera y plantas.
—A lo mejor sí que le podemos llamar jardín, después de todo —admitió Eara sonriendo.
—Jardín de sevli —concretó Ayne—. Habrá sevli por todas partes, incluso la cocinera irá a juego con la decoración.
El anima calló tras decir aquello, aunque disimuló con éxito su expresión de culpabilidad. Aquella comparación con las flores de sevli no era cosa suya, sino que la había oído de la propia sinhadre cuando no se suponía que debiese estar escuchando. Desde entonces no había podido evitar ver la semejanza: eran del mismo verde de sus ojos, y los pétalos tenían el color de su pelo. Ella lo miró sorprendida durante un instante, pero luego sonrió.
—¿Sabes? No es la primera vez que me dicen eso —admitió.
—¿En serio? —preguntó Ayne, incapaz de admitir que ya lo sabía. La culpa le pesaba, pero prefería cargar con ella a explicarle la razón por la que se le había escapado. «Tampoco sería tan raro que me hubiese dado cuenta yo solo» se dijo.
—Fue hace mucho tiempo… uno de mis compañeros aurvas del colegio me llamaba sevli porque voy a juego con las flores. —Eara se detuvo. No sabía si explicar que aquel chico ya no estaba y por qué, y mientras trataba de decidirse el anima la interrumpió a propósito.
—Entonces ese nombre le queda aún mejor al restaurante, ¿no? El jardín de sevli, tu jardín.
—Pero no es solo mío —señaló ella.
—No importa. Sin cocinera no hay restaurante, ¿no?
Eara no supo qué contestar, no cuando aquello se refería a sí misma, y a causa de su vacilación el nombre de su futuro negocio no tardó en quedar decidido.

Dama Isis estaba ilusionada. No era solo porque faltaban unos pocos días para la gran inauguración de su boutique, si no porque por fin iba a poder visitar el local de Eara y Ayne. Cuando les propuso ocuparse del catering de la fiesta de inauguración habían hablado los detalles siempre en Serpentaria, y por su apretada agenda o por no querer molestar a sus amigos durante su trabajo aún no había podido ver el edificio con sus propios ojos.

Le dio muy buena impresión desde fuera, aún cuando era evidente que le faltaban retoques; era coqueto y amigable, para variar. La zona era tranquila, o más bien estaba bastante muerta, así que un negocio allí sería como agua en el desierto. Se posó frente a la entrada (había levitado todo el camino porque una no camina en tacones por Rocavarancolia) y llamó a la puerta. Ese día llevaba el pelo azul cian recogido en una compleja trenza que le llegaba a media espalda. Vestía vaqueros cortísimos, un top negro liso y una blusa abierta y de mangas amplias de seda blanca transparente. Como complementos tan solo llevaba algunos anillos finos de plata y un colgante con una aguamarina engarzada. Cuando acudieron a su llamada Isis se lanzó a los brazos de quienquiera que hubiera abierto la puerta y le plantó un beso en cada mejilla antes de ir a por el otro.

-¡Por fin os veo! ¿Cómo estáis? Esta semana ha sido imposible, pero tenía tantísimas ganas de venir, por fin. Ay, ¡esto tiene una pinta divina que te rompes! -exclamó, haciendo resonar los tacones en el suelo de madera según avanzaba por la estancia. Estaba sin amueblar y sin decorar pero la impresión no fue muy distinta a la del exterior: coqueto y amigable. Los acabados estaban bien hechos y podía visualizar perfectamente el concepto que le había explicado Eara en su momento. -Hacedme un tour y luego hablamos de negocios. ¡Estoy tan emocionada! ¡Este sitio es perfecto!

Los sinhadres habían estado todo el día trabajando en el restaurante. Había muchas cosas que hacer, incluso antes de amueblar y decorar todo. Habían estado levantando la tierra del patio y arrancando las raíces y bulbos de las hierbas malas que persistían bajo tierra. Había que sanear la tierra antes de plantar nada allí, y aprovechando aquello insertarían algunos pedruscos llanos para hacer caminitos hacia el pozo y los diferentes parterres.

El trabajo era bastante agotador, así que por momentos se tomaban descansos para sentarse y beber. Fue en uno de esos descansos cuando escucharon llamar a la puerta y ambos se miraron desconcertados durante un momento antes de levantarse para ver de quién se trataba. Al otro lado de la puerta les esperaba Isis, que al verles se lanzó a saludarlos con besos.
—¡Hola! No sabíamos cuándo vendrías —le dijo Eara con una gran sonrisa.
—Ten cuidado de no mancharte la ropa, estamos llenos de tierra —le advirtió Ayne tras saludarla—. Me alegra que le veas buen aspecto al local —añadió. Si a ella también le gustaba quería decir que la ambientación era agradable hasta para gente de mundos donde no era habitual algo así.
—¡Espera a ver cómo está quedando el patio! —añadió Eara emocionada, dirigiéndose allí en primer lugar cuando la veela les pidió que les enseñase la casa.
—Aún no hay mucho que ver, va a ser un poco decepcionante —le advirtió Ayne.

La tierra del patio estaba completamente removida, pero los caminitos ya estaban prácticamente formados. El pozo y el muro habían sido restaurados, y Eara ya había traído algunas maceras desde Serpentaria que había dejado por allí para trasplantar. Procedió a explicarle a su amiga cómo iba a distribuir las plantas aromáticas y el huerto, usando los caminos para adentrarse en el patio sin obligarla a mancharse los zapatos.
—¿Quieres ver el piso de arriba ahora? Tampoco hay mucho que ver todavía, pero te podemos decir más o menos cómo vamos a distribuirlo todo —dijo cuando hubo acabado de dar explicaciones.
—Tampoco has visto la cocina —puntualizó Ayne. Era la zona que, por el momento, estaba mejor equipada de toda la casa.

-No te preocupes por la tierra, para eso están los hechizos de limpieza -respondió la veela haciendo un gesto para quitarle importancia al asunto -Y el local tiene un aspecto fantástico, estoy deseando verlo terminado.

Dejó que la guiaran al jardín trasero.

-Es un proyecto en curso, no hay nada decepcionante -corrigió a Ayne.

En realidad Dama Isis no podía apreciar como Eara un huerto a medio montar, pero la ilusión de su amiga era contagiosa así que estuvo sonriendo y dando palmaditas de emoción durante toda la explicación, intentando visualizar el tema. Isis no sabía cómo hacía la sinhadre para que todas las plantas bajo su cuidado tuvieran un aspecto tan verde y frondoso, la jardinería era todo un misterio para ella.

-¡Quiero verlo todo! Si queréis podemos dejar la cocina para el final y ya allí hablamos de lo del catering.

El entusiasmo que mostraba Isis por su proyecto era contagioso. Les sentaba bien cada vez que alguien reafirmaba sus ideas, porque a pesar de todo el esfuerzo que estaban vertiendo en aquello, tenían muchas dudas. Los riesgos estaban ahí, se estaban endeudando para que el local tuviese el mejor aspecto posible, y aquella deuda solo se podía pagar si el negocio funcionaba.

—De acuerdo, ven por aquí entonces —respondió Ayne a su sugerencia, empezando a guiarla hacia las escaleras que estaban al fondo del local.
—Aprovechando el hueco de las escaleras hay una despensa, pero ya la verás, la entrada está en la cocina. La puerta de aquí al lado va a ser baño para clientes —añadió Eara señalando una puerta que estaba entreabierta al lado de la que estaban atravesando. Acabaron frente a unas escaleras de madera con un rellano en medio. La planta superior tenía una barandilla para evitar caerse por el hueco en lo que parecía un salón central que daba a las puertas del resto de habitaciones.
—Estos van a ser los cuartos, todavía no hemos escogido. Uno va a ser para invitados. Y aquí irá el baño y en esta habitación va a haber una biblioteca con despacho —explicó Ayne señalando a las puertas.
—El único mueble que tenemos ahora es la mesa del despacho y algunas estanterías. Si lo ves te vas a hacer una idea del estilo más o menos que tendrá el resto… Estuvimos hablando con Per sobre la decoración y decidimos hacer primero los muebles de la casa para ver si nos gustaba el estilo también para el restaurante.

La mesa del escritorio era más bien sencilla, pero no lisa. La habitación, aunque vacía, daba un aire rústico y pulcro a la vez.
—La cocina es lo único que está casi acabado, nos falta conseguir vajilla y más detalles, ¿quieres bajar ya? —dijo Eara. Sentía que era un poco aburrido ver la casa vacía y aquello casi era lo que más ganas tenía de enseñarle.
—Esta semana creo que acabaremos de conseguir todas las cosas que necesitamos para la cocina. Al menos esa parte será funcional mucho antes que el resto —añadió Ayne.

Dama Isis se asomó al lavabo al pasar para darle su aprobación. Desde que vivía en Rocavarancolia tenía una pequeña obsesión con los baños y las instalaciones de fontanería en general. Antes nunca había pensado en lo indispensables que eran para la vida.

La planta superior también estaba muy en pañales pero los espacios estaban definidos. Isis no pudo evitar cotillear los cuartos aún sabiendo que no iba a ver gran cosa. Incluso sin muebles las estancias resultaban luminosas y acogedoras. Dentro del despacho pasó la mano por la superficie de la mesa.

-Si os interesa, el evanista con el que estoy trabajando es realmente habilidoso. Es libense, pero se ha adaptado maravillosamente a mi estilo. El novato con el que trabaja también es muy eficiente y puede conseguir muebles de… er… segunda mano.

Había conseguido ahorrar un buen dinero (y tiempo) usando muebles restaurados. También podría haber ido a Nubla y se los habrían dado todos gratis pero no era una opción cuando se estaba buscando una estética muy concreta, como era su caso y el de sus amigos.

-¡Oh, sí, bajemos! -dijo, y fue hacia las escaleras, no sin antes echar un último vistazo al piso. -¿Os mudaréis cuando pongáis el restaurante en funcionamiento o esperaréis un poco? Ay, os voy a echar tanto de menos…

Vale que no se iban precisamente lejos, pero no era lo mismo que vivir en el mismo edificio, y con horarios tan exigentes como los de sus trabajos sabía que iban a verse bastante menos. << Vendré a molestarles siempre que pueda >> decidió.

La sugerencia de Isis era interesante. Los sinhadres se miraron un momento antes de responder.
—Estaría bien consultar con alguien más. A lo mejor conseguimos algunos muebles a mejor precio —respondió Ayne, pensativo.
—Muchos muebles ya los tenemos apalabrados, pero podemos renegociar con el resto. Por consultar no perdemos nada. Ya nos explicarás dónde podemos hablar con esos chicos —agregó Eara. Tenían tiempo, por suerte.

De camino a las escaleras, la veela les preguntó cuándo se mudarían. Ayne tomó la palabra primero.
—Vamos a tomárnoslo con calma para poder mudarnos aquí a la vez que abramos oficialmente el restaurante. Nos pareció más cómodo para llevar el negocio estar ya instalados aquí por completo.
—La verdad es que la fecha de apertura va a depender totalmente de lo que tardemos en adecentar toda la casa —explicó Eara—. Pero no te preocupes, seguiremos viéndonos, aunque tengamos nuestros trabajos.
—Sería un poco solitario encerrarnos aquí todos los días —bromeó el anima.

Entre tanto llegaron a la cocina. Se encontraba tras una barra de madera y era bastante amplia, con mesado suficiente para apoyar todos los bártulos y platos, varios fogones y un horno. El fregadero ocupaba bastante espacio del mesado y las alacenas cubrían todas las paredes libres. La luz entraba a través de un par de ventanas que daban al patio y a mano derecha había una portezuela que llevaba al almacén, que aprovechaba parte del hueco de las escaleras. Allí de momento no había comida, pero sí estanterías y lo que, algún día, sería una cámara frigorífica mágica.
—¿Qué te parece? —preguntó Eara con una sonrisa—. Ahora ya se puede cocinar aquí.

A dama Isis le alegró que les gustase su propuesta.

-El evanista se llama Maher, tiene el taller en Luna Alta. Es muy seco, pero no hasta el punto de ser desagradable -explicó. Mientras bajaban las escaleras sus amigos le respondieron cuándo se mudarían. La verdad es que era la decisión más práctica -Después de tanto tiempo compartiendo casa con gente va a ser toda una aventura, ¿no? -dijo, riendo.

La cocina era muy luminosa y pulcra, y parecía bastante práctica. Dama Isis no cocinaba mucho, pero se apañaba lo suficiente como para apreciar lo importante que era tener espacio para moverse. Se paseó alrededor de la barra, admirando los acabados y cotilleando los espacios de almacenaje.

-No puedo esperar a probar las maravillas que van a salir de esta cocina -dijo, dedicándole una sonrisa y un guiño a Eara. Apoyó los codos en la barra y la cabeza sobre las manos -Y hablando de comida, ¿cómo va mi menú?

Dama Isis ya le había explicado a Eara y Ayne lo que quería para el catering de la inauguración en reuniones anteriores. Había sido muy específica, ya que sabía que era consciente de las diferencias culturales y no quería crear ningún malentendido ni molestia a sus amigos. Les había pedido algo que se pudiese comer con las manos y en bocados pequeños y que manchase lo menos posible. Sobre sabores quería algo delicado pero que no resultase insulso, y nada grasiento ni pesado. Incluso les había mandado muestras de las bebidas que iba a poner: un vino blanco espumoso muy suave y un néctar de frutas para los que no quisieran tomar alcohol.

Los sinhadres tomaron nota mental de la información que les proporcionó Isis y sonrieron ante su comentario.
—Sí que se va a hacer extraño… Estoy segura de que voy a echar de menos teneros al lado en cualquier momento. —Eara lo decía completamente en serio. Tras tanto tiempo viviendo en común iba a echar de menos la cercanía constante de sus amigos.
—Tampoco vamos a estar tan lejos. Seguro que nos acabamos acostumbrando enseguida —dijo Ayne, tratando de animarla, sin terminar de darse cuenta de que Eara no gozaba de la misma libertad que él para moverse por la ciudad cuando quisiera, y que depender de ser escoltada era una carga que no quería imponer sobre otros.

Ya en la cocina, esperaron a que Isis terminase de echarle un vistazo a todo lo que había. Eara se sonrojó ligeramente con su cumplido, pero se emocionó cuando le preguntó por el menú. Había estado dándole vueltas y sacando ideas de diversos mundos.
—He pensado que te podrían gustar un tipo de empanadillas redondas muy pequeñas que se rellenan con bechamel e ingredientes variados. Además existe una variedad dulce, con masa de hojaldre. También puedo hacer unos moldes de masa quebrada horneados con tomate, queso y otros ingredientes variados dentro. Y se me ocurrió que también podrían gustarte los paquetitos de papel de arroz con variedad de salteados dentro. Todo se puede comer con las manos sin mancharlas. También podría haber algún frito sencillo si los presentamos pinchados en palillos, pero pueden terminar cayéndose al suelo. ¿Te gustaría que hubiese variedad o prefieres ceñirte a un solo tipo?
—¿Te interesaría también que haya algo dulce a modo de sobremesa? —preguntó el anima. Eara había mencionado en alguna ocasión que no tenía claro aquel punto.

Dama Isis atendió a las propuestas. Antes de dar su respuesta tamborileó con los dedos sobre sus labios, pensativa.

-Hmmm me gustan, sí, especialmente lo de los paquetitos de papel de arroz y el hojaldre. Quiero que sea como un aperitivo así que creo que se pueden combinar dulces y salados. Pero nada de fritos.

La veela no era especial fan de los fritos, mucho menos si estaban cerca de sus creaciones.

-¿Se podrían usar ingredientes del mar? Marisco, pescado y así. Si no son ingredientes que manejéis no pasa nada.

Sabía que los sinhadres no tenían cultura costera así que no había querido complicar a Eara pidiendo algo así, pero no quería quedarse con la duda. Llevaban bastante en la ciudad y sabía que su amiga era concienzuda y curiosa con el tema de la cocina.

Los sinhadres esperaron expectantes mientras Isis pensaba acerca de las propuestas. Eara ya se imaginaba más o menos lo que le iba a gustar y lo que no, y antes de que pudiese empezar a preguntarle acerca de los rellenos que se usarían en los aperitivos, ella misma mencionó lo que le gustaría.
—¡Claro! No es difícil de incorporar a este tipo de comidas, así que no habrá problema.
Había aprendido a cocinar pescado poco a poco y con la ayuda de sus amigos y libros de cocina de la biblioteca. No se habría sentido del todo segura si le hubiese pedido una receta compleja, pero aquello no sería más difícil que cocinar con carnes.
—¿Quieres que haya exclusivamente ingredientes de mar o también quieres que haya rellenos de carnes, verduras…? —preguntó el anima.
—No hace falta que te precipites decidiendo porque me gustaría hacer antes unas pruebas en Serpentaria. Cocinaremos una pequeña cantidad de cada tipo de aperitivo que te interese y así podrás catarlos antes de tomar la decisión final —sugirió Eara. Era su primer trabajo y querían ser lo más concienzudos posible para suplir su inexperiencia.