Mesón “El jardín de sevli”

La sugerencia de Isis era interesante. Los sinhadres se miraron un momento antes de responder.
—Estaría bien consultar con alguien más. A lo mejor conseguimos algunos muebles a mejor precio —respondió Ayne, pensativo.
—Muchos muebles ya los tenemos apalabrados, pero podemos renegociar con el resto. Por consultar no perdemos nada. Ya nos explicarás dónde podemos hablar con esos chicos —agregó Eara. Tenían tiempo, por suerte.

De camino a las escaleras, la veela les preguntó cuándo se mudarían. Ayne tomó la palabra primero.
—Vamos a tomárnoslo con calma para poder mudarnos aquí a la vez que abramos oficialmente el restaurante. Nos pareció más cómodo para llevar el negocio estar ya instalados aquí por completo.
—La verdad es que la fecha de apertura va a depender totalmente de lo que tardemos en adecentar toda la casa —explicó Eara—. Pero no te preocupes, seguiremos viéndonos, aunque tengamos nuestros trabajos.
—Sería un poco solitario encerrarnos aquí todos los días —bromeó el anima.

Entre tanto llegaron a la cocina. Se encontraba tras una barra de madera y era bastante amplia, con mesado suficiente para apoyar todos los bártulos y platos, varios fogones y un horno. El fregadero ocupaba bastante espacio del mesado y las alacenas cubrían todas las paredes libres. La luz entraba a través de un par de ventanas que daban al patio y a mano derecha había una portezuela que llevaba al almacén, que aprovechaba parte del hueco de las escaleras. Allí de momento no había comida, pero sí estanterías y lo que, algún día, sería una cámara frigorífica mágica.
—¿Qué te parece? —preguntó Eara con una sonrisa—. Ahora ya se puede cocinar aquí.

A dama Isis le alegró que les gustase su propuesta.

-El evanista se llama Maher, tiene el taller en Luna Alta. Es muy seco, pero no hasta el punto de ser desagradable -explicó. Mientras bajaban las escaleras sus amigos le respondieron cuándo se mudarían. La verdad es que era la decisión más práctica -Después de tanto tiempo compartiendo casa con gente va a ser toda una aventura, ¿no? -dijo, riendo.

La cocina era muy luminosa y pulcra, y parecía bastante práctica. Dama Isis no cocinaba mucho, pero se apañaba lo suficiente como para apreciar lo importante que era tener espacio para moverse. Se paseó alrededor de la barra, admirando los acabados y cotilleando los espacios de almacenaje.

-No puedo esperar a probar las maravillas que van a salir de esta cocina -dijo, dedicándole una sonrisa y un guiño a Eara. Apoyó los codos en la barra y la cabeza sobre las manos -Y hablando de comida, ¿cómo va mi menú?

Dama Isis ya le había explicado a Eara y Ayne lo que quería para el catering de la inauguración en reuniones anteriores. Había sido muy específica, ya que sabía que era consciente de las diferencias culturales y no quería crear ningún malentendido ni molestia a sus amigos. Les había pedido algo que se pudiese comer con las manos y en bocados pequeños y que manchase lo menos posible. Sobre sabores quería algo delicado pero que no resultase insulso, y nada grasiento ni pesado. Incluso les había mandado muestras de las bebidas que iba a poner: un vino blanco espumoso muy suave y un néctar de frutas para los que no quisieran tomar alcohol.

Los sinhadres tomaron nota mental de la información que les proporcionó Isis y sonrieron ante su comentario.
—Sí que se va a hacer extraño… Estoy segura de que voy a echar de menos teneros al lado en cualquier momento. —Eara lo decía completamente en serio. Tras tanto tiempo viviendo en común iba a echar de menos la cercanía constante de sus amigos.
—Tampoco vamos a estar tan lejos. Seguro que nos acabamos acostumbrando enseguida —dijo Ayne, tratando de animarla, sin terminar de darse cuenta de que Eara no gozaba de la misma libertad que él para moverse por la ciudad cuando quisiera, y que depender de ser escoltada era una carga que no quería imponer sobre otros.

Ya en la cocina, esperaron a que Isis terminase de echarle un vistazo a todo lo que había. Eara se sonrojó ligeramente con su cumplido, pero se emocionó cuando le preguntó por el menú. Había estado dándole vueltas y sacando ideas de diversos mundos.
—He pensado que te podrían gustar un tipo de empanadillas redondas muy pequeñas que se rellenan con bechamel e ingredientes variados. Además existe una variedad dulce, con masa de hojaldre. También puedo hacer unos moldes de masa quebrada horneados con tomate, queso y otros ingredientes variados dentro. Y se me ocurrió que también podrían gustarte los paquetitos de papel de arroz con variedad de salteados dentro. Todo se puede comer con las manos sin mancharlas. También podría haber algún frito sencillo si los presentamos pinchados en palillos, pero pueden terminar cayéndose al suelo. ¿Te gustaría que hubiese variedad o prefieres ceñirte a un solo tipo?
—¿Te interesaría también que haya algo dulce a modo de sobremesa? —preguntó el anima. Eara había mencionado en alguna ocasión que no tenía claro aquel punto.

Dama Isis atendió a las propuestas. Antes de dar su respuesta tamborileó con los dedos sobre sus labios, pensativa.

-Hmmm me gustan, sí, especialmente lo de los paquetitos de papel de arroz y el hojaldre. Quiero que sea como un aperitivo así que creo que se pueden combinar dulces y salados. Pero nada de fritos.

La veela no era especial fan de los fritos, mucho menos si estaban cerca de sus creaciones.

-¿Se podrían usar ingredientes del mar? Marisco, pescado y así. Si no son ingredientes que manejéis no pasa nada.

Sabía que los sinhadres no tenían cultura costera así que no había querido complicar a Eara pidiendo algo así, pero no quería quedarse con la duda. Llevaban bastante en la ciudad y sabía que su amiga era concienzuda y curiosa con el tema de la cocina.

Los sinhadres esperaron expectantes mientras Isis pensaba acerca de las propuestas. Eara ya se imaginaba más o menos lo que le iba a gustar y lo que no, y antes de que pudiese empezar a preguntarle acerca de los rellenos que se usarían en los aperitivos, ella misma mencionó lo que le gustaría.
—¡Claro! No es difícil de incorporar a este tipo de comidas, así que no habrá problema.
Había aprendido a cocinar pescado poco a poco y con la ayuda de sus amigos y libros de cocina de la biblioteca. No se habría sentido del todo segura si le hubiese pedido una receta compleja, pero aquello no sería más difícil que cocinar con carnes.
—¿Quieres que haya exclusivamente ingredientes de mar o también quieres que haya rellenos de carnes, verduras…? —preguntó el anima.
—No hace falta que te precipites decidiendo porque me gustaría hacer antes unas pruebas en Serpentaria. Cocinaremos una pequeña cantidad de cada tipo de aperitivo que te interese y así podrás catarlos antes de tomar la decisión final —sugirió Eara. Era su primer trabajo y querían ser lo más concienzudos posible para suplir su inexperiencia.

-¡Ay, qué bien! -dijo dando palmas de entusiasmo cuando Eara le confirmó que podía añadir pescado. Aunque pareciera una tontería eran alimentos que la acercaban a su mundo y le parecía importante que estuvieran presentes si había posibilidad. -Me gusta la variedad, hay muchos tipos de gustos y de dietas -respondió a Ayne. Con varios tipos diferentes de aperitivos había más posibilidades de agradar a sus invitados.

Sobre los rellenos no tenía que precipitarse, había pensado muy bien qué cosas le gustaban y aunque confiaba en el criterio de su amiga quería dar su opinión.

-De mi tierra me gustan especialmente las gambas, los calamares y el caviar, que además son sabores que combinan muy bien con muchas cosas. De las verduras creo que me gustan todas, igual que con las frutas, aún tengo que probar alguna que n me guste pero prefiero cosas ligeras o que den contraste. Probé los dátiles en la Tierra y son maravillosos, ¿a lo mejor podrías introducirlos de alguna manera? O si no no pasa nada, es solo una sugerencia. ¡Oh, nada de quesos fuertes ni olorosos!

Siguió con su lista hasta que se dio cuenta de que estaba hablando demasiado y paró, disculpándose.

-Lo de la cata suena muy divertido. Podríamos vestirnos para la ocasión como la gente de negocios. Lo cual me recuerda ¿Teneis uniformes? O más importante: ¿¿Queréis uniformes??

Los ojos de la veela se incendiaron ante la posibilidad de poder contribuir al negocio de sus amigos con algo más que un trabajo.

Isis parecía muy entusiasmada con los ingredientes de mar, lo que le dio más ánimo a Eara para esmerarse al máximo incorporándolos. Sus siguientes sugerencias también fueron tomadas en cuenta, como tratar de buscar aquellos dátiles en el mercado y pensar cómo usarlos. Los sinhadres todavía tenían más ideas en el tintero, pero eran difícil explicarlas todas y, probablemente, sería más sencillo mostrárselo mediante las muestras directamente.

Ambos negaron con la cabeza cuando ella pidió disculpas antes de cambiar de tema. No había ninguna razón para hacerlo, ya que como cliente tenía todo el derecho a darles todas las directrices que considerase oportunas.
—¿Vestirnos para la ocasión? —preguntó Ayne, entre sorprendido y divertido, ante el comentario de Isis al respecto. Eara rió al escucharlo, pero se preguntaba si no sería mejor dejar las vestimentas de gala para la verdadera inauguración. No llegó a decirlo porque la siguiente idea de Isis llegó antes de que pudiese hacerlo.
—Oh, pues la verdad es que no tenemos nada… —respondió—. Yo había pensado en comprar mandiles de cuerpo completo, pero todavía no le había dado muchas vueltas a cómo los quiero. ¿Tienes alguna sugerencia? —le preguntó a Isis, dado su ofrecimiento entusiasta.
—No se me había ocurrido a mí tampoco, ¿es habitual usar uniforme? En nuestra zona no particularmente —añadió Ayne, interesado en la idea de la frivy.

-¡Claro! Llevar ropa formal pero funcional, para que quien nos vea sepa que somos gente seria y no solo unos amigos compartiendo aperitivos. Yo podría llevar gafas como la gente de negocios en la Tierra -le respondió a Ayne. Puede que hubiese patinado en el tema de las gafas, pero tenía un vago recuerdo de qué aspecto tenían las ‘’mujeres de negocios’’ en la Tierra.

Sus amigos le confirmaron que no habían pensado en el tema de los uniformes más allá de lo meramente práctico.

-En Frivowaldany todo el personal de todos los restaurantes, cafeterías y demás lleva uniforme. Depende mucho del caché y la estética del local pero como mínimo usan unos colores específicos o algún adorno con el logo de la empresa -explicó. -Podría personalizarte los mandiles con algún bordado o adorno, algo sencillo, pero que se note que son los mandiles de este mesón y no unos cualquiera. Es importante ser coherente en la imagen de marca.

La sugerencia de Isis había sido claramente más para divertirse que porque fuese realmente necesario. Los sinhadres eran demasiado serios para darse cuenta de entrada de que se trataba de eso, pero a lo mejor no era tan mala idea.

Mientras les explicaba lo de los uniformes, ambos se quedaron pensativos. Tenía bastante sentido, siempre que se tratase de algo adecuado y cómodo para trabajar. Ayne, sobre todo, encontraba bastante interesante que ambos usasen un distintivo, o colores similares, o un mismo estilo para vestir. No quería romper la estética sinhadre y tradicional, pero valía la pena darle algunas vueltas a la sugerencia de la frivy.
—Parece una buena idea —decía Eara, sonriéndole, cuando mencionó los bordados.
—Tenemos que darle algunas vueltas. Creo que podría quedar muy elegante si vamos a juego, independientemente del mandil que uses para cocinar —al decir aquello miraba a Eara, y luego se giró de nuevo hacia Isis—. Cuando lo hayamos decidido iremos a hablar contigo.
—Me hace mucha ilusión que vayamos a poder exponer a diario el trabajo de una amiga —añadió Eara, con una sonrisa tímida—. No sé, me gusta que haya algo de cada uno de vosotros en el negocio, por algún lugar. Nunca habríamos llegado tan lejos sin apoyarnos los unos a los otros.

Dama Isis acogió la respuesta de los sinhadres con una gran sonrisa.

-¡Ideal! Sería un honor poder contribuir a vuestro negocio y quiero que estéis tan radiantes como estará el local cuando lo acabéis.

Por su cabeza ya corrían varias ideas y conceptos. La estética sinhadre daba mucho juego y el mesón tenía un diseño tan limpio y bien definido que era fácil saber qué podría funcionar.

-Tenemos trato, entonces. Esperaré vuestra llamada para esa cata y para saber vuestras ideas para los uniformes -concluyó, irguiéndose y poniendo las manos sobre las caderas -¿Os puedo invitar a una copa para celebrarlo o tenéis mucho trabajo aquí?

Aún con una celebración a pocos días Isis y otra más en el futuro Isis se sentía con ganas de celebrar con cualquier excusa. Y si además podía charlar un poco con sus amigos de algo aparte del trabajo pues tanto mejor.

Una vez se hubo decidido que añadirían los uniformes a los negocios con Isis quedaron de avisarse para el próximo paso.
—La cata será pronto —le respondió Eara—. No quiero hacerte esperar hasta que tengamos todo lo necesario en esta cocina, por eso voy a tomar prestada la de Serpentaria.
—Intentaremos buscar referencias de cómo nos gustaría vestir antes de ese día —añadió el anima, visiblemente animado con la idea.

Ante la invitación de Isis ambos sonrieron. Últimamente no tenían muchas ocasiones para pasar tiempo juntos debido a sus respectivos negocios y debían aprovechar cualquier oportunidad que se presentase. Además de eso, el anima tenía muy pocas ganas de seguir arando y plantando.
—Hay trabajo, pero no pasa nada por tomarnos un descanso, ¿no?
—¡Por supuesto! Solo necesitaremos un momento para cambiarnos de ropa. Como estábamos trabajando en el jardín…
—Eso lo arreglamos rápidamente con un hechizo de limpieza. ¿A dónde te apetece ir? —Aquella pregunta iba dirigida a Isis. Ella había hecho la sugerencia, lo normal sería ir a donde a ella le apeteciese.

La cata debía ser pronto pues faltaba muy poco para la inauguración y no podía permitirse ningún retraso. No lo dijo en voz alta, si no que se limitó a asentir y sonreír, primero porque no quería presionar a sus amigos y segundo porque como se pusiera a pensar en la posibilidad de que algo se saliese del calendario le daría un infarto allí mismo.

Sus opciones para salir eran… escasas.

-No quiero ir a la taberna, es demasiado ruidosa. Tal vez el pub muerto si no os da reparo… Y si no podríamos simplemente ir a la sala común de Serpentaria y tomarnos algo allí, tengo bebidas y picoteo de mi mundo.

El pub muerto era el único sitio en la ciudad donde ponían música cercana a lo que ella conocía, y a pesar de lo macabro de la decoración tenía algo más de clase que la taberna. Pero seguía siendo un sitio siniestro y ella no era capaz de pasar mucho tiempo allí sin llevar unas cuantas copas encima.

Ayne escuchó la sugerencia de Twix sin pensar que fuese mala idea, hasta que recordó que tal vez a Eara le diese más reparo ir al pub muerto, por lo que le cedió la respuesta con una mirada que ella captó al vuelo.
—Vamos al pub. Nunca lo he visto, y es una buena oportunidad para conocer las diferencias entre los locales que hay en Rocavarancolia. No creo que sea como para dar demasiado reparo, ¿no?
—Depende un poco, la verdad —admitió el anima, aunque había oído más cosas acerca del local de lo que lo había llegado a visitar. Aquella estética tampoco le acababa de gustar.
—No importa, ya está decidido —dijo Eara, dispuesta a arriesgarse por curiosidad.
Tras eso, no tardaron en quitarse la suciedad de encima para dirigirse al pub con Isis a brindar por sus futuros negocios.

Tras la inauguración de Isis, los sinhadres se centraron por completo en ultimar su local, empezando por la planta baja. Para mudarse a vivir a aquella casa solo necesitaban los muebles más básicos, como las camas, sillas o mesas, y a partir de ahí irían completando. De todos modos, hasta que el negocio se estabilizase no verían demasiado tiempo libre fuera de su trabajo.

Primero decidieron los horarios y días de apertura, que colgarían en una pizarra en la puerta para que cualquiera pudiese consultar cuándo podían o no venir. En esa misma pizarra escribirían, cuando hubiesen abierto, el menú disponible cada día. También tuvieron listos los uniformes, de la mano de Isis, a tiempo para la apertura. Llevarían mandiles a juego y un atuendo elegante pero cómodo para moverse por el local.

Ayne eligió todos los lugares donde se proveerían de alimentos y consiguió instrumentos de cocina y vajilla a buen precio. Eara hizo una selección de recetas que podían preparar sin demasiada ayuda en la cocina. Entre ambos estudiaron si la magia les podía ayudar a conservar la comida hecha, cómo organizar la despensa y el espacio y, sobre todo, cuánto deberían cobrar, sopesando con cuidado los gastos y los precios por los que se podía comer algo en otros locales de la ciudad.

Todo el esfuerzo vertido parecía haber dado sus frutos cuando abrieron sus puertas oficialmente. Durante el día inaugural sirvieron comida y bebida a cuenta de la casa, y se podía decir que habían atraído un interés considerable. Ese optimismo hacía más fácil de llevar el nerviosismo que acompañaba a los primeros días de su nuevo trabajo. Ninguno de ellos tenía experiencia previa en aquel sector, pero poco a poco se irían acostumbrando a lidiar con las tareas y la clientela. Abrir un mesón era un trabajo muy exigente, algo de lo que se habían dado cuenta incluso antes de inaugurar el negocio.

Las idas y venidas eran distintas tras la criba. Los que antes habían compartido torreón ahora latían a ritmos diferentes, entraban y salían a horas distintas y en dirección a quehaceres separados entre sí. Ya no dependían de moverse en grupo para sobrevivir.
La nueva libertad había resultado desconcertante al principio. Y no obstante en ocasiones era palpable algo exultante en ello. Sox casi podía tocarlo con la punta de los dedos en sus excursiones solitarias sobre los tejados, la ruina y la maravilla de Rocavarancolia a sus pies y desplegándose en el horizonte frente a él.

Aun así sabían dónde podían encontrarse unos a otros. El ángel negro había ido a buscar a Arcan al final de la jornada de trabajo de éste y le había preguntado directamente si podían hablar.

Las calles ya no eran un nido serpenteante de peligros para ellos, pero eso no significaba que Sox quisiera fiarse. Entraron al primer local de aspecto no amenazante que encontraron, y cuyo menú no ofrecía exquisiteces inquietantes o vicios inimaginables. El carabés se quedó mirando la decoración, registrando la imagen que ofrecían las flores, los farolillos, el cuidado modesto con el que estaba todo arreglado. Entre todas los recovecos de Rocavarancolia alguien había encontrado la forma de volver el suyo acogedor. Había algo que le resultaba vagamente familiar en el entorno, pero no acertaba a adivinar qué.

Había sido Arcan el que había propuesto que se sentaran a hablar con calma en alguna parte, pero Sox fue agudamente consciente de que no tenía con qué pagar cuando se sentaron a la mesa. Murmuró que él no quería nada cuando llegó el momento de pedir. ¿Cómo de evidente sería que era un novato todavía sin blanca?

Había sido una larga jornada de trabajo tras su día de entrenamiento con Sura y lo último que esperaba ver a las puertas del taller de Maher era a uno de sus antiguos... convivientes, de su cosecha. Ya se había cambiado de su ropa de trabajo a un conjunto sencillo pero elegante*, culpa de la influencia de Isis en su estilo. Estilo que había abrazado cada vez más y más según los meses pasaban. Su primera reacción tras mirarlo hubiera sido ignorarlo y seguir su camino pero la expresión seria del carabés junto a sus palabras le hicieron simplemente aceptarlo. Y ya que estaba y prefería sentarse para hablar después de aquel día decidió probar aquel restaurante nuevo del que había hablado alguna vez su vieja jefa.

Simplemente le dijo que fueran a un lugar tranquilo y lo guió hacia el Jardín de sevli.

Caminaba por las calles de la ciudad con la total tranquilidad de quien acostumbraba a navegar por sus peores zonas y la misma calma le acompañaba al traspasar las puertas del lugar.

Estaba ensimismado contemplando la decoración del lugar finalizado y se sentó en una mesa para dos. Desabrochó su cazadora dejándola en la silla y debajo de esta Sox pudo ver un cinturón de pecho diagonal que sujetaba una vaina con un cuchillo de supervivencia cuyo filo era más grande que un antebrazo, cinturón que tambien se quitó y depositó en la silla con total naturalidad.

No se quitó los guantes al tomar la carta y empezar a leerla. Tampoco parecía muy dispuesto a atender al ángel negro pues la situación aunque no lo pareciera por fuera era tan incómoda para él como para Sox.

Cuando Sox murmuró que no quería nada Arcan levantó por fin su mirada hacia el arqueando una ceja y miró a quien les atendía.

-Dos menús, por favor. Sox, ¿qué quieres beber? -Preguntó a modo de dejar claro que invitaba él.

*:

Se quedó mirando el cuchillo sobre la mesa.
—¿Eso es una declaración de intenciones?
La broma sonó más seca de lo que había pretendido. Resopló e intentó corregirlo pero para entonces ya habían venido a atenderles.

No le sorprendió que Arcan se hiciese cargo. Había armas en la Sede, pero aquel machete de supervivencia y aquella ropa no se conseguían allí. Le estaba llegando dinero suficiente para valerse por sí mismo.
—Una taza de syv —cedió. Era una combinación extraña con la comida, pero al ver a la joven de pelo rosado que les había atendido había caído en qué le resultaba familiar de aquel lugar. Eorlir había dibujado sitios parecidos.

Cuando volvieron a quedarse solos Sox no se anduvo con rodeos.
—Mira… Me encontré el otro día con tu hermano y ha cumplido su precio.
Podría haber sido una novedad para Arcan o podría no serlo, pero nada más salir de su boca el carabés intuyó cómo podía interpretarse dicho comentario. Sacudió la cabeza. Independientemente de la relación que pudieran conservar o no los hermanos todavía, no era eso de lo que había venido a hablar. Tras la Luna ninguno hacía ya de niñera de nadie. Sox podía no saber cómo funcionaba una familia nublina, pero incluso eso podía intuirlo.
—Lo que quiero decir es que sé que tú también. No he venido a juzgar —añadió rápidamente, aunque sabía que no sonaba muy creíble viniendo de él.

Lo que realmente había venido a tratar se espesó en el aire entre ellos. Sox habría podido alargar la mano y desenredar muchas cosas de aquella maraña. Cuándo había tomado Arcan la decisión, o si no había luchado contra ello en absoluto. Si se había arrepentido en algún momento de haber empezado. Los detalles morbosos de cómo conseguía completar su precio. El ángel negro intuía que podía destapar cualquiera de esas cuestiones y encontrarse con sorpresas que preferiría no conocer, y que sin embargo necesitaba. No eran respuestas que pudieran darle los libros.

Manoseó la servilleta. Las manos se le crispaban con frecuencia en los últimos tiempos.
—¿Cómo se siente? —preguntó finalmente.