Primer sueño de Adam

—No te preocupes Chromsa, te ayudaré en lo que pueda ahí fuera, ¿vale?— logró mostrar una sincera sonrisa al ochrorio cuando éste le apretó afectuosamente el brazo.

Sin darse cuenta ya había pasado el día. Estuvo meditando lo que Chromsa quería en el patio cuando escuchó gritos dentro del Torreón. Temiéndose lo peor entró a toda prisa cuando vio a Chromsa sujetado a la fuerza por Kolja y Amira.

Perdió el control.

¡¡¡QUÉ ESTÁIS HACIENDO!!!— bramó Adam con muchísima furia en su rostro mientras apretaba sus puños—. ¿¡Por qué estais montando tanto puto jaleo!? ¿¡¡Y por qué tenéis a Chromsa así!!?

Estaba iracundo. Temía que hubiesen descubierto a Chromsa o que, tal vez, lo estuviesen tratando mal todo este tiempo. Ésto último lo terminó de enfurecer, decidido a matarse con ellos a golpes por el ochrorio.

—Oye... ¿¡Se puede saber que os pasa!?— dijo mientras se acercaba con firmeza— ¡Solo estaba evitando que mataseis a nadie!— se puso la mano en el pecho— ¡¡No teneis ni idea del peso con el que carga uno al quitarle la vida a alguien!!

Confiaba totalmente en Chromsa, nunca podría creer que aquel chico inocente intentase siquiera matar a una mosca. Suspirando, se tranquilizó no dudando ni un segundo en tomar su decisión.

—Estáis paranoicos, de verdad… Dejadnos ir con un poco de comida y ya— Adam se cruzó de brazos amenazando con la mirada—. ¡Si, yo también me voy estoy hasta los cojones de vosotros! Yo solo os quería ayudar, pero veo que aprenderéis cagándola como lo estais haciendo ahora.

—¿De qué traición estáis hablando? ¿¡No deberíais agradecerle en su lugar!? ¡Todo lo que estáis haciendo está mal, no los conocéis como para que podáis…!

Adam pudo verlo. Pudo distinguir a uno de sus antiguos “colegas” de la Flecha alzada en el lugar de Alec. Se estremeció, sus manos le temblaban violentamente mientras retrocedía, asustado.

—¿Por qué no... me dejáis en paz?— comenzó a gemir de impotencia. Pensaba que se estaba volviendo loco y lo único que hizo fue colocar una de sus manos en su cuello tapando el tatuaje. Su cara se encogía sola levantando el labio inferior.

—Solo dadme a Chromsa… no quiso hacer nada malo.

El grito de Chromsa lo despertó de su trance, y pudo alcanzar a ver que la mayoría lo estaban rodeando. Aunque quisiera no podría hacer nada, terminaría en una pelea innecesaria que no podría ganar. Levantó con rapidez sus manos ante todos.

—¡Un momento! Vale, he sido yo el que le dio la idea a Chromsa de robar el veneno. Si buscáis un traidor ese soy yo.

Aunque mintió, realmente sintió que Chromsa pudo haberles quitado el macuto por la aversión que él tuvo ante el ochrorio. Lo único que quería en ese momento era que Chromsa se fuese, mirándolo con una sonrisa tranquila al ver que se estaba revolviendo por él, diciéndole con la mirada que todo estará bien.

No dijo nada. Casi mata con la mirada a Alec cuando se puso delante de Chromsa. Iba a dirigirse a él pero Chromsa pudo zafarse de quienes lo tenían prisionero, tirando a Alec en el proceso.

Corriendo lo más rápido que pudo siguió las ordenes del ochrorio, agradeciendo un millón de veces la oportunidad que éste les otorgó. No quiso mirar atrás, en su mente solo estaba salir por el puente con Chromsa.

Tuvo que recuperar el aliento, tanto correr fue demasiado para su rolizo cuerpo. Chromsa estaba de los nervios, paranoico por sus compañeros y el veneno. Adam estuvo pensando también en los demás. ¿Desde cuándo se empezaron a volver tan retorcidos? Aun no creía que Kahlo, Alec, Kolja, Luci, todos se comportasen de esa manera tan siniestra.

—Nos esconderemos en algún lugar,. Yo fui capaz de sobrevivir una noche fuera del torreón no te preocupes por eso— aclaró Adam para intentar tranquilizar un poco al ochrorio—. No creo que vayan a perder el tiempo con nosotros, estarán ocupados preparando el macuto me parece que eso les importa más.

No quiso decir nada para alterar a Chromsa pero estaba aterrado por no saber que hacer a partir de ahora. Lamentó su falta de conocimiento en supervivencia, aunque lamentó todavía más el haber pensado eso tratándose de Rocavarancolia cuyas reglas no obedecían nada normal.

Ya a estas alturas no iba a replicar a Chromsa, desde luego ellos se han estado comportando rarísimo. Mientras le tiraba del brazo no pudo evitar fijarse en el tatuaje del cuello del ochrorio, igual que el suyo. Cuando estuvo por preguntarle lo último que dijo Chromsa lo hizo parar en seco, deteniendo a su compañero en consecuencia.

—Espera… ¿sabes donde hay otro torreón?— preguntó con los ojos muy abiertos—. Entonces los demás que nos encontramos en la fuente puede que estén ahi...— cambió su gesto a uno mucho más serio—. ¿Por qué no me has dicho nada?

—Yo… por supuesto que lo entiendo pero...— Adam se bloqueó mentalmente, no le gustaba nada la idea de Chromsa. Con solo imaginar el hecho de presentarse en el mismo lugar que ese desquiciado lagarto le daba pánico.

Las voces de los que dejaron atrás empezaron a ser audibles y el ochrorio le estaba metiendo prisa. Él no quería siquiera presenciar a ese psicópata pero no quería dejar solo a Chromsa, tenía que decidir.

<<Todos se estan volviendo locos… Y yo también>>

—Vale, te seguire— dijo con una mirada y tono de voz vacíos. Antepuso el beneficio de su amigo a sus propios sentimientos. No tuvo idea de por qué se aferraba a ese sentimiento, esa confianza tan ciega en Chromsa.

Su vacío mental ni siquiera le permitió perturbarse por la visión de las antorchas de sus compañeros, pero algo andaba mal.

—¿Chromsa? —no supo si se lo imaginó pero su voz era muy extraña, distinta.

Todo estaba muy oscuro, deformado por una inmensa penumbra que lo hizo asustarse y aferrarse con mayor fuerza a Chromsa. Estaban atrapados en un callejón y el ochroiro seguía hablando con una voz rarísima pero, ¿familiar?

Se cegó un poco por la luz de las antorchas. Al recuperar un poco su visión vió algo que lo hizo pegarse a la pared, temblando de miedo.

—¿Por qué e-estáis a-aquí? No… no por favor.

Cuando habló Chromsa de nuevo no pudo evitar girarse, esa voz era… Mijaíl estaba a su lado, era él y no su visión parecida en el ochrorio, era su amigo en carne y hueso. El estómago le temblaba, abrazó a Mijaíl con muchísima fuerza, soltando un grito desgarrador acompañado con un llanto muy doloroso para él.

—Lo siento… lo siento… lo siento —no dejaba de balbucear mientras lentamente se arrodillaba sin despegarse de él.