Kankri

Los nervios de Rox se disiparon en cierta medida cuando se fijó en la cara de Eitne. El niño era más fácil de leer que un libro abierto y las sospechas de que tuviera algo que ver eran a ese punto una confirmación. Con el ceño ligeramente fruncido se acercó a él, despacio, como un tiburón rondando un bocado asegurado.

—Síiiii... Venga —dijo, arrastrando las letras. El cambiante le buscaría las manos y los pies con la mirada, esperando ver el color de la tela en ellos. Cuando Tayron preguntó, no obstante, su cuerpo volvió a tensarse como un resorte. Solo le faltaba hacer un saludo militar—. ¿Eh? ¿Qué pasa? ¡No, nada! —respondió a trompicones, despachando su pregunta sacudiendo la mano como si espantara moscas.

Al voltearse le dedicó a Eitne una sonrisa contenida de diversas intenciones. Si el lémur había preguntado justo ahora tenía que ser porque cierto señorito les había delatado.
—Eitneeeeee —susurró mientras se cernía sobre él con los brazos separados como un oso. Reía por lo bajini—. Creo que no me estás contando todo... Tú sabes dónde está el pañuelo de Panda Plancha, ¿verdad?
Movió los dedos de ambas manos. Si no confesaba lloverían cosquillas de nuevo.

La batallita era tan intensa y el brujo estaba tan concentrado en manejar su dominio que la voz de Kin apenas llegó a alcanzarlo, por lo que no se percató del inminente apuro en el que estaba el demonio raigaurum hasta que ya fue demasiado tarde.
—¡No! —exclamó cuando el irrense se resbaló de la mantarraya, alargando el brazo hacia su compatriota sin demasiado éxito. Por suerte Rena estaba cerca y el rubio no llegó a hundirse en el agua, pero al brujo el micro infarto no se lo quitó nadie.

La advertencia de la ursántropa, de hecho, llegaba justo a tiempo, pues todo empezaba a desmoronarse. Su brillante y flamante montura no paraba de estremecerse bajo sus piernas, amenazando con derribarlo a él también, y a su alrededor sus submarinos de cobre empezaban a irse a pique.
—Esto no va bien… —masculló para sí, frunciendo visiblemente el entrecejo cuando se desató una lluvia de peces sobre sus tropas. Las manos del brujo se hundían inconscientemente en el lomo de metal de su criatura, buscando asidero desesperadamente, y el único que no parecía afectado por su sobrecarga mental era el calamar que batallaba en el sombrero de Neil.

Allí ambas creaciones tentaculares intercambiaban golpecitos con sus patitas, ajenas a la carnicería que se desataba a su alrededor, y si alguien se molestaba en prestarles atención podría percatarse de que no parecían estar actuando bajo las órdenes de sus artífices.

Con las tripulaciones de sus vehículos saltando por los aires ante los impactos de cera la situación del ejército de cobre parecía precaria, pero Milo aún se guardaba un as bajo la manga.
—¡Ahora! —ordenó a voz en grito con una sonrisa, dejando que el férreo control que ejercía sobre las naves se deshiciera al mismo tiempo que sus tropas ejecutaban la orden final: acoplamiento controlado para la captura efectiva del enemigo.

En apenas un instante y de forma simultánea todos sus soldados (tanto los que estaban en el aire como los que se habían empezado a hundir en el mar) extendieron sus extremidades en todas direcciones, buscando a sus compañeros a la desesperada para formar una red de metal que abarcaba todo el campo de batalla. Sin tantos frentes abiertos la mantarraya volvió a adquirir firmeza y las arrugas en la frente del norteño desaparecieron poco a poco, pues ahora solo tenía una preocupación.
—Hora de apretar. —murmuró con un deje taimado, juntando ambas manos como si quisiera atrapar el aire al tiempo que la red empezaba a comprimir todo lo que había en su interior.

Le parecía bastante curioso ver a Tayron, retrocediendo solo por escucharle y por verle ponerse de pie, le precia entretenido. ¿Fingía o realmente estaba intimidándole de alguna forma? Parecía no tener idea de cómo salir de la inusual situación donde andaba metiéndolo.

- ¿Quieres perder una mano? Yo puedo ayudarte si quieres- dijo devolviéndole su pregunta con otra igual mirándole detenidamente, evidentemente jugando con su pobre nervios, aunque cuando dijo lo de hacer una foto a todos sus amigos sin el estar presente y que sentiría placer por ello, la niña le miro detenidamente. No le importaba tomarle un poco el pelo, era un juego…o algo así ¿no? Pero tampoco al grado de que creyera que le desagradaba sinceramente. ¿Se estaba pasando tal vez? No tenía claro cuál era el límite en ese tipo de juegos, asique vajo un poquito el ritmo de intimidacion.

- No me causaría placer tenerte fuera de la foto. No tengo problema con que aparezcas – comento la spriggan suavemente mirándolo fijamente-Hago vacío a las personas que me desagradan y desconfió de las que no conozco. No estás en ninguno de esos bandos - añadió la spriggan con obviedad, escuchando en ese momento la vocecita reconocible de Etnee. No le sobresalto, estaba acostumbrada a escuchar la voz repentina del daeliciano, asique se giró un poco a mirar hacia el agua, siendo para ella un poquito más evidente, el nerviosismo de Rox, ya que conocía un poco mejor cuando se ponía así. << ¿Han perdido el pañuelo? >> era lo primero que se imaginaba con lo que había escuchado decir a Eitne, el cual desconfiaba un poco que no fuera aposta. Eitne ya controlaba bastante mejor a quien se dirigía cuando hablaba y a quien dejar afuera. Y ante todo era un pequeño vándalo.

La pequeño entrecerró los ojos suspicaces, notando a Tayron ponerse algo preocupado y preguntarle a Rox que pasaba. La niña volvió su mirada hacia la playa, negando con la cabeza disponiéndose a seguir con sus fotos, en este caso al movimiento del agua al tocar la arena. Por eso fue testigo, a una cierta distancia y no sin cierta confusión, cuando de entre la arena surgió un pañuelo, como si saliera directamente de la tierra brotando de ella sobre una toalla cercana como si fuera un cangrejo.

 << ¿No hay forma que esto sea natural ¿un hechizo intangible? >> pensó confundida, porque si hubiera llegado con el oleaje, pues aun…pero juraba haberlo visto brotar de la arena cual seta, en la toalla junto a la cual había estado sentada no mucho antes << Esto huele a travesura…>> pensó la niña algo entretenida ante lo que suponía era una pequeña traición del travieso Eitne, porque dudaba que Rox el causante. Seria boicotearse solo

La niña miro de reojo hacia Tayron que lucía preocupado mirando hacia el mar y moviéndose como si siquiera en sus tranquilos momentos haciendo fotos, se agacho en el suelo como si fuera hacerle la foto a un cangrejo que pasaba por allí y cogió el pañuelo velozmente guardándolo en su bolsito como si nada. Luego volvió a incorporarse observando la cámara y la foto que acababa de sacar de aquel cangrejo amenazándole con sus pinzas.

- Tayron…¿Qué tanto serias capaz de hacer por ese pañuelo pirata tuyo que ha sido una importante reliquia familiar? Pareces querero mucho si insistes tanto en que te ayude con Rox para devolvértelo- pregunto la niña mientras empezaba a andar por la orilla, enterrando sus dedos en la arena dejando que al agua tocase sus pies, mirándole recordándole su palabra de rato antes, aun sabiendo que eran mentira y devolviéndosela.

Kin sintió cómo tiraban de él, no en la dirección que esperaba, en cuanto descubrió que no era tan fácil volver a agarrarse a la mantarraya. Cuando escuchó la voz de Rena y tocó el flotador comprendió por fin lo que acababa de pasar, y se sintió avergonzado sin poder evitarlo. Se agarró al flotador y, ya a salvo, se recolocó la camiseta con la poca dignidad que le quedaba mientras la ursántropa le tiraba pullas a Milo.

Nime le hizo un mohín al raigaurum, pero abandonó el flotador sumergiéndose por debajo, para dejar espacio a los irrenses, que lo necesitaban más que ella.
—¿Rescatarle? ¿Yo? Que se rescate solo, ya que su tabla de cobre es tan guay —dijo Nime tras Rena, dirigiéndole al brujo una sonrisa torcida. Su atención no tardó en centrarse en las narraciones de Adru, y se puso lo más cerca que pudo del epicentro de la batalla de dominios, lanzándoles comentarios a los dominios como si realmente estuviesen vivos.

—Gracias —le dijo Kin a Rena cuando terminó de dirigirse a Milo. El brujo parecía haber optado por cambiar de estrategia, pero la batalla continuaba. El raigaurum pensó que tal vez Milo lo tenía más fácil ahora que no se tenía que preocupar de sujetar a dos personas sobre la mantarraya—. ¿Son siempre así de animados? —añadió, mirando a la ursántropa y luego a la batalla que tenía lugar justo delante de ellos. Era casi fascinante verlos vivir sus vidas al máximo aun a pesar de lo reciente que estaba la Luna para ellos. No podía evitar sentir un poco de envidia.

Eitne logró responder al lémur en exclusiva antes de que todo se fuera al traste:

—¡Todo bien! Mira en las toallas…

Rox, sin embargo, se volteó y le dedicó una sonrisa que, aunque no auguraba nada bueno, podría traer cosquillas o aguadillos o alguna jugarreta de cambiante que no supiese ver llegar. La bestia del crepúsculo puso cara de póker, o lo intentó siguiendo las explicaciones que le habían dado los humanos.

—No… No… —Le estaba costando aguantar una risa nerviosa y, si aquello no era suficientemente delator, se empujó con los brazos bajo el agua hacia atrás, para sacarle algo de distancia al coreano—. Bueno… Sí… Lo he movido hasta las toallas —acabó confesando entre risillas de “socorro”—. ¡Lo siento! —y le enseñó todos los dientes en una sonrisa que lo único que decía era que lo haría de nuevo.

Por supuesto, centrado en cómo le pudiera devolver aquel robo el cambiante, el niño ni siquiera fue consciente de que el pañuelo había seguido su propio camino más allá de las toallas.

Tayron disfrutó del claro nerviosismo de Rox, el importante chivatazo de Eitne le daba una pequeña posición de ventaja, que sin embargo duró poco cuando un nuevo susurro llegó a sus oídos, esta vez con promesas de que el pañuelo se encontraba entre las toallas.

Desconcertado aún el lémur no vio que Pam había trazado sus mismos pasos saliendo del agua instantes antes. Cuando rebuscó entre las toallas una y otra vez llenándose las manos de arena no encontró nada. Se giró un poco más irritado de lo que quería transmitir y con expresión más sería, se estaba convirtiendo en una broma pesada y quería el pañuelo de vuelta. Ya. Además le estaba entrando hambre.
—No está...—diría acercándose al grupito y con una mirada interrogante en dirección al daeliciano. Las últimas palabras de la spriggan en la orilla le hicieron poner los ojos en blanco un segundo antes de mirarla cara a cara y recuperar su compostura característica— ¿qué estaría dispuesto a hacer? Mmm... ¡no lanzaros un hechizo poderoso de la hostia  ahora mismo a los tres! —les amenazó con una sonrisa de medio lado, si la niña se negaba a terminar el juego comenzaría a salpicarlos a todos sin piedad.

La sonrisa del cambiante se ensanchó al ver la expresión delatada de Eitne, recuperando la distancia que este había puesto entre ellos con un coletazo. Soltó una sola carcajada, una afirmación, cuando el daeliciano confesó lo que había hecho.

—¡Lo sabía! Buah, y yo pensando que éramos cómplices... ¡y resulta que me has traicionado! —se rio con sus disculpas y esa sonrisa que nada las sentía para luego, con un gesto de anticipación, lanzarse sobre él con los brazos por delante.

Le sujetó de un pie antes de que huyese pataleando, y a diferencia de antes, sin la sutileza de pillarle buceando. Sujetó al daeliciano de nuevo para que no tragase agua y, no conformándose con lo convencional, dos brazos nuevos nacieron debajo de los que ya tenía. Las cosquillas a cuatro manos irían de los pies a la panza y de la panza a los sobacos, mientras su cola daba latigazos bajo el agua para mantenerlos a flote. Lo que salvó a Eitne de la muerte por cosquillas no fue el cansancio físico que le suponía a Rox hacer tantas tareas de una, fue Tayron y la seriedad de su voz. Paró en seco. ¿Se supone que el pañuelo tenía que estar en la orilla? Le dedicó a Eitne la misma mirada interrogante del lémur. Sin embargo cuando este amenazó con lanzarles un hechizo (con lo que el rubio comprendía, volvía a estar de broma) levantó dos de sus cuatro brazos al aire, liberando al daeliciano en el acto.

—¡Eh, eh, yo soy inocente! ¡Solo soy culpable de rescatar tu pañuelo! ¡Lo tenía en la cola y de repente ya no estaba, lo juro! —su mirada pasó por Eitne y luego por Pelusa, suponiendo que ella también estaba involucrada ahora de alguna forma—. Venga, que estoy seguro de que podemos arreglar esto como monstruos civilizados.

Deshizo el par extra de brazos y se acercó a ellos hasta que sus manos pudieron tocar la arena debajo suya, sin salir del agua como tiburón a punto de quedar varado en la playa.

-Pero Nime, tú eres la experta, ¿quién mejor para rescatar a alguien en el mar? -le dijo a la libense con una media sonrisa antes de dejarla ir hacia la batalla.

Cuando Kin le dio las gracias hizo un gesto para quitarle importancia.

-Habría estado feo que te nos murieras después de haberte invitado a venir -dijo con una risa. Ahora llovían peces de colores y las cosas no pintaban muy bien para Milo pero por suerte, que había recuperado la compostura y tenía mejor cara. Volteó la cara solo un instante para atender a la pregunta de Kin, pues no quería perderse nada, con la sonrisa de emoción aún puesta -Oh, sí, todos los días. La verdad es que somos bastante payasos -rió - A veces se va un poco de madre pero nunca ha pasado nada grave.

Entonces Milo descubrió su as en la manga y la ursántropa pasó de la risa a un grito de sorpresa.

-¡Milo como mola!

Buscó a Neil con la miraba para ver su reacción. ¿Cómo contraatacaría?

El entusiasmo de Adru al narrar lo que ocurría se le contagiaba al brujo aumentando el suyo propio ya bastante grande. Emocionado vio como su lluvia de peces caía sobre las creaciones de Milo, casi pensando que su victoria había llegado, pero ante una orden del irrense, todos sus soldaditos se unieron formando una red que constriñó a todas sus criaturas. Exceptuando, por supuesto, el pulpo de cera que todavía peleaba con el calamar de cobre sobre su sombrero.

-¡No! -exclamó dramáticamente el aurva al ver como todas sus criaturas marinas de cera estaban siendo comprimidas en la red de cobre.

En el interior de la red, las figuras de cera comenzaron a fusionarse dejando escapar pequeños chorros de cera por los huecos hasta que se convirtió en un pez globo. La cera que había caído fuera de la red rápidamente tomó la forma de pequeños peces espada y peces martillo, que comenzaron a golpear y "cortar" con sus cabezas los bordes de la red mientras el pez globo del interior presionaba hacia afuera con sus púas.

-¡Muy bien, pequeños! ¡Liberad a vuestros hermanos! -animó el sinhadre como si no fuera él el que estuviera haciendo el trabajo.

—¿Qué es lo que planea hacer la esquina roja? ¡Se está concentrando mucho! Y es… ¡Es una red metálica! ¡Está pescando a los peces de cera! ¿Cómo responderá la esquina azul? —Hizo una pausa para que Neil pudiese empezar su siguiente movimiento—. ¡La escurridiza cera está saliendo por los huecos de la red y…! ¡Sí, se está fusionando! ¡Son peces armados!

Continuó narrando la “batalla” unos segundos más, pero al alzar la vista hacia Neil y Milo se dio cuenta de que empezaban a sentirse agotados. Sabía por su aurva que mantener su dominio así durante mucho tiempo lo agotaba y, aunque se lo estaba pasando muy bien, no quería que ninguno de los dos se sobre esforzase
—¡Y… Tiempo! ¡El concurso finaliza! ¡Ambas esquinas pueden retirar a sus ejércitos mientras llega el juez!

El gamusino nadó torpemente hacia una zona donde pudiera ponerse de pie y correr sobre el agua. Volvió corriendo hacia el lugar aproximado donde había estado narrando el concurso e hizo un quiebro para dejar una remanencia. Volvió nadando lo más rápido que pudo y se colocó detrás de su remanencia, que había dejado en una pose de brazos cruzados.
—¡El juez ha llegado! ¿Cuál es su veredicto? —dijo tapándose la boca fingiendo que hablaba su remanencia. A continuación se impulsó hacia un lado—. Ha sido una batalla encarnizada y frenética —La edeel cambió su tono de voz por uno más grave y dándole una entonación más seria—.  Tanto que… No ha sido posible elegir un ganador. Declaro un empate entre la esquina roja y la esquina azul.

Volvió junto a su remanencia, que ya se estaba deshaciendo y empezó a hablar detrás de ella como antes.
—¡Ya lo han oído! ¡Ambos son ganadores!
Adoptó de nuevo su voz de “presentador” y cuando la remanencia desapareció se cruzó de brazos él mismo para imitarla antes de volver a moverse, esta vez hacia Neil, a quien cogió del brazo. Hizo un gesto a Milo para que se acercara y cuando el irrense estaba a tiro cogió también uno de sus brazos. Alzó los brazos de ambos brujos hacia el cielo.
>>¡Hurra por Neil y Milo!

Se echó a reír con ganas mientras liberaba a los dos chicos y buscó con la mirada a Nime, Rena y Kin, que habían estado presenciando el espectáculo, y les guiñó un ojo con complicidad. No obstante, un gruñido de su estómago hizo que el gesto perdiese un poco de efecto. Adru puso cara de ser pillado en falta un instante y luego volvió a reír.
—¡Seguro que no solo yo me muero de hambre!

Pelusa observo al lémur sin intimidarse por su sonrisa de medio lado, pero no si notó el cambio de tono con el que decía sus siguientes palabras. Se estaba empezando a molestar.

La spriggan le observo pensativamente, antes de mirar hacia el agua donde Rox se apresuraba a legar que no había hecho nada y se acercaba un poco más a la orilla. Hablando sobre ser civilizado. Pelusa entonces miro hacia Eitne, metido el agua, Rox con su cola de tiburón, Tayron con su cola de lémur y ella misma con sus alas de mariposa. Casi le parecía entretenido que Eitne que fuese el único sin rasgos animales, por ahora, ya que era aun de día.

- Yo tengo una propuesta de paz -advirtió la niña mirando al lémur, curiosa, mostrando su cámara- Te devuelvo tu pañuelo…si me dejas ponérmelo primero, tú te pones mi pamela y nos hacemos una foto los cuatro juntos. ¿Que decis a eso, Rox, Eitne? - añadió Pelusa mirándole atentamente, señalando a Tayron, a Rox, así como a Eitne y ella misma- La foto no son muy grandes para que quepamos todos bien…pero cuatro personas si, además…yo aún no aparecí en ninguna y no quiero estar sola. Una foto como símbolo de que todo está en paz- añadió la niña de forma audible apra Rox y Eitne a ver que les parecia, levantando un poco la cabeza para ver al lémur a la cara, hablando con un tono suave y conciliador si la forma tenebrosa que estaba usando antes-

. ¿Y tu Tayron? ¿Nos perdonarias por tomarte un poquito el pelo y te harias la fotot con nosotros? - pregunto Pelusa con una muy diminuta y casi inexpresiva sonrisa mirándole detenidamente, sacando el pañuelo de su bolsito para mostrarselo. Se quito la pamela para extendersela, si la cogia y se la ponia entenderia que estaba aceptando su gesto de paz y hacerse la foto con ellos.

—Un poco… —confesó cuando Rox le acusó de traicionarlo, con una sonrisa muy pilla.

Intentó huir, pero le resultó complicado con un pie atrapado por la máquina de cosquillas que era el cambiante. Para colmo de los colmos, Rox hizo gala de sus habilidades sacando más brazos para castigar su traición de la mejor manera posible (porque en el fondo a la bestia del crepúsculo le encantaban las cosquillas).

—¡No vale, (...) no vale, no… —intentaba decir mientras reía y se agitaba y chapoteaba en el agua, sorprendentemente a flote gracias al coreano y sin tragar agua salada.

Así hasta que el lémur dijo algo que no logró entender, pero que hizo que Rox parara. La mirada que intercambió con él, todavía sujeto, estaba tanto o más llena de confusión y fue solo por el contexto que logró entender lo que pasaba. Frunció el ceño y miró también al lémur y la spriggan. ¿Y si se había perdido el pañuelo?

—Pero si… Yo solo lo… —dijo cuando Rox lo soltó y alzó las manos. No quería que le lanzaran un hechizo fulminante—. Yo lo puse en la toalla y ya no está… —confesó. La sonrisa no volvió a su cara hasta que Pam habló y, de repente, todo cobró sentido—. ¡Foto, foto!

Ahora entendía para qué servía la máquina que estaba usando y también quién tenía el pañuelo en su poder. Invocado por la fuerza mayor de la foto, nadó tan rápido como pudo hasta la orilla dispuesto a posar como el que más. Rox tuvo una idea graciosísima para añadir a lo del pañuelo y la pamela y Eitne le ayudó a llevarla a cabo: lo hizo levitar sobre sus brazos, todavía con su cuerpo mitad tiburón, y el niño fingió que lo sostenía por sí solo, como si lo acabase de pescar. Para añadirle realismo a la foto arrugó la cara entera en un gesto de fuerza que podría pasar perfectamente por el de hacer caca.

El cumplido de Rena hizo que la sonrisa del brujo se ensanchara visiblemente, pues se sentía genuinamente alagado, pero cuando Neil volvió a lanzar sus peces el agotamiento empezó a pesarle. Con una mueca divertida observó cómo el ejército enemigo intentaba liberarse de su red de metal empujando desde dentro con el pez globo mientras las tropas del exterior golpeaban y “cortaban” los filamentos, pero por mucho que forzaba su mente no se le ocurría que hacer a continuación.
—La verdad es que… —empezó, dispuesto a rendirse para poder retirarse a comer algo y descansar, pero antes de acabar la frase Adru le interrumpió anunciando el fin de la contienda.

El moreno, algo confuso, observó cómo el gamusino dejaba una remanencia tras de sí que haría las veces de narradora mientras ella tomaba el papel de juez de aquel enfrentamiento tan reñido. El diálogo que mantuvo consigo misma hizo que el moreno riera con ganas, pero cuando declaró un empate y los llamó a su aurva y a él no tardó en recuperar la suficiente compostura como para acercarse sin ahogarse por el camino.
—Ha sido un placer. —agradeció con el brazo alzado, estrechando con la mano libre la de su rival antes de dedicarle una reverencia al público y a la comentarista.

Mientras tanto todo su cobre había regresado al cúmulo mayor que era la mantarraya, o al menos todo el que estaba en el agua, pues su calamar continuaba sobre el sombrero de Neil imitando sus movimientos. Finalizada la contienda el pulpo ya no era su enemigo, así que antes de regresar con el irrense se despidió de su pariente de cera con otra reverencia.
—Yo estoy en las mismas que tu. —le contestó a la edeel con una sonrisa, llevándose la mano a su propio estómago cuando este también se quejó haciéndose eco de sus palabras.

Después de aquello el grupo puso rumbo hacia la orilla, pues hablar de comida había despertado el apetito de la mayoría, y ya con los pies en la arena pudieron ser testigos de algo alucinante. Rox, Eitne, Pam y Tyron habían improvisado un montaje fotográfico que incluía muchas cosas, pero lo más llamativo de todo era el rostro del daeliciano mientras levantaba “a pulso” al cambiante como si se tratara de una captura de pesca. El australiano, de hecho, había transformado su tren inferior en una impresionante cola de tiburón que lo convertía en una especie de sireno bastante atractivo.
—¿Necesitáis ayuda con la cámara? —no pudo evitar preguntar, tratando de ocultar su turbación momentánea tras las gafas de sol.

Una vez Pelusa se reveló en posesión del pañuelo Tayron pudo disfrutar del recuerdo de las caras de confusión de Eitne y Rox segundos antes, en especial la del daeliciano, quien no le daba nada de pena.

Tayron pareció pensarse la respuesta mientras contemplaba la casi inexpresiva sonrisa de la chica, agradecía la ofrenda de paz y no quería mantener más el juego con lo perturbadora que le resultaba la spriggan cuando se ponía seria.
—Puede ser la foto de que todo está bien o... si me lo volvéis a quitar la foto de la calma antes de la tormenta —bromeó risueño mientras se le formaban un poco de arrugas en los ojos, el sol le estaba dando de lleno en la cara, puede que le viniera bien la pamela un rato de todos modos— ¡está bien! ¡allá vamos! —dijo colocándosela en la cabeza aún mojada y riendo por la postura que el australiano y el niño habían escogido, él por su parte se colocó a la altura de ambos y cerca de Pam mientras se ponía un poco de lado para mostrar su perfil bueno— ¡Milo, sí! Has venido en el momento oportuno tío —respondería, al verle llegar.

Nime no respondió a Rena, pero sonrió sin poder evitarlo porque su comentario la hizo sentirse un poco más importante. Por supuesto que salvaría a alguien de ser necesario, incluso a Milo o a Kin, si después podía burlarse de ellos hasta el fin de los días.

El raigaurum entre tanto se reía del comentario de Rena.
—Ya me jodería morirme a escasos metros de la orilla —respondió, sin perder tampoco detalle de la batalla. Cuando respondió a su comentario, él replicó divertido—. No sé qué se os ha podido ir de madre llevando tan poco tiempo en la ciudad, pero parece que tenéis buenas anécdotas para contar durante la comida.

La demonio mineral se tronchaba con los comentarios y las ideas de Adru, solo para decepcionarse visiblemente cuando el concurso fue dado por terminado. Nime no había considerado el esfuerzo que estaban haciendo los brujos, pero cuando se fijó en ellos se dio cuenta, más o menos, de que parar no era una mala idea. Además, ella también se empezaba a morir de hambre.
—¡Vamos a comer! Así podemos hacer otra guerra después de haber descansado —propuso. Pensaba pasar más horas dentro del agua que fuera, hasta quedarse más arrugada que una uva pasa.

El grupo se dirigió a la orilla, nadando mejor o peor, y con o sin ayuda de flotadores, hasta que vieron lo que se traían entre manos los que se habían quedado en la arena o cerca.
—¡Eh, eh! ¿Qué hacéis? ¿Puedo unirme yo también? —Nime aceleró sus brazadas y corrió por la arena hasta llegar a la altura del grupo, mirando con curiosidad la máquina de las fotos y riéndose a carcajadas de las pintas que tenían sus amigos.

De un manotazo Rox le lanzó agua a Tayron ante su segunda amenaza a modo de "calla y posa", y si el chico se quejaba solo miraría a otro lado como si la cosa no fuera con él, silbando. No iba a quitarse la cola de tiburón, quería salir así en la foto (y desconocía que Pelusa ya le había capturado con ella antes) así que le pidió a Eitne que le hiciera levitar como si fuera un trofeo de pesca. Pilló la idea a la primera, tanto que Rox tuvo que pedir tiempo antes de posar por la risa que le causaba todo el panorama, especialmente con las muecas que el pequeño hacía.

—¡Qué fuerte estás, colega! —bromeó flexionando los brazos.

El resto de sus amigos debían haber acabado con los rifi-rafes marinos, porque pronto les acompañaron. Bien pensado alguien tenía que hacer la foto, en una selfie difícilmente saldrían bien todos, pero que Milo se ofreciese le puso un poco nervioso y se sintió ridículo por ello. Técnicamente no llevaba pantalones, pero tampoco es que tuviera piernas... «gilipollas que eres» se burló de sí mismo. Luego escudriñó a Nime con la mirada, recordando como había animado a Rena a perseguirle momentos atrás.

—Demasiados traidores en una sola foto —le respondió con cara de póker, expresión que no tardó nada en desaparecer, restándole importancia con una risa—. ¡Venga, ponte aquí! Estamos celebrando que Tayron no va a volatilizarnos.

Y antes de posar como una chica francesa le dedicaría una sonrisita al belga.

La spriggan se regocijo internamente al notar que todos aceptaban el hacer la foto de buen humor y miro con divertida expresión como le quedaba la pamela a Tayron antes de atarse ella misma el pañuelo en su cabeza, cuidando de no roza mucho sus antenas. No tenía ningún espejo, pero debería verse realmente extraña y seguramente algo ridícula, peor no podía importarle menos.

A Pelusa le costaba mucho mantenerse inexpresiva, cuando vio a Eitne, usar la levitación sobre el cuerpo de Rox, cuya inmensa cola de tiburón quedo a la vista de todos, peor nada la preparo para ver a Eitne colocarse debajo como si estuviera sosteniéndole en peso con una expresión tal que Pelusa no pudo evitar reírse en voz alta, tan repentina y sorpresivamente que hasta ella misma se asustó con su risa, suave y aguda y se cubrió la boca con la mano, confundida. No se había escuchado a si misma reírse en voz alta nunca.

-Ten, haz tu la foto Milo, mis brazos son muy cortos para acapararnos a todos - la aparición de érrense le salvo de la vergüenza, pues podía sentir como su rostro siempre pálido parecía rosarse un poco y estaba intentando hacer como si anda pasara y recuperar su conocida expresión indescifrable con la que se sentía más cómodas, mientras se sacaba la cámara del cuello para pasársela al chico.

Ell misma se colocó en la foto, peor no sabía cómo posar, así que simplemente se colocó al frente de todos, cruzándose de brazos y levantando la barbilla con una actitud envalentonada y orgullosa, mientras extendía sus alas a su espalda, haciéndola perfectamente visible, pero dejando que se viera a Eitne “sosteniendo a Rox”, justo a tiempo de ver Nime acercándose rápidamente a ellos queriendo unirse. La pequeña spriggan esbozos una leve sonrisa aun algo confundida.

- Esta es una foto de paz, para mostrar el nuevo look pacifico de Tayron. No solo es una foto para celebrar que Tayron no nos erradicara- dijo la niña negando con la cabeza- Tambien es para presumir la pesca del día. Y que sepáis que aún me quedan rollos de fotos. El único requisito para unirse es posar con orgullo, asi que a psoar Nimke- dijo Pelusa con tono decidido y algo alegre, antes de volver a su pose anterior, toda altiva orgullosa y pequeñita con sus alas desplegadas, delante del cuerpo flotante de Rox que quedaba por encima de su cabeza.

No le importaba, quería relajarse por ese día, tener una foto con sus amigos haciendo esas cosas tontas que siempre hacían. Le dolía la cara de haberse reído antes de forma tan suelta y sabía que sería algo que no volvería a ocurrir pronto, así que iba a celebrar ese milagro de playa lo mas que pudiera, donde su cara no pareciera cincelada en marmol.